6. Analicemos la palabra que Jesús le dirige a Juan cuando le dice: “Ahí tienes a
tu madre”.
¿Quién es el elegido para lugar tan singular y familiar? Es Juan, el
discípulo que ha permanecido fiel hasta la cruz. El ha acompañado a María en
el camino del dolor, él ha ido abriendo paso suavemente a la madre hasta
llegar al pie de la cruz. Dice el mismo texto que la palabra de designación
filial, fue dirigida al discípulo “a quién Jesús amaba”. El discípulo amado
aparece singularmente con esta designación en el evangelio de Juan, a partir
del tiempo de la pasión. Se convierte así en el hermano menor legal de Jesús,
por su propia voluntad en su testamento al morir. De esta forma le convirtió
en el representante de todos los hombres de la raza de Adán. María llegó en
este instante a comprender su inmensa misión de Madre de todos los hombres,
y de Madre de la Iglesia de su Hijo.
7. Juan , el joven amado por Jesús, el discípulo que recostó su cabeza sobre el
pecho de Jesús en la última Cena, el único del grupo de los Doce que se
mantuvo en su seguimiento, él nos ha dado la noticia como testigo ocular, es
el evangelista de las llagas y del amor, el hijo elegido de María, el hermano
designado del propio Jesús. No debe extrañar que nos haya contado palabras
del Señor en la cruz y misterios que ningún otro evangelio nos ha narrado.
“Desde aquella hora Juan la llevó consigo, como madre propia” (Jn 19, 27).
8. El teólogo J. Ratzinger (Benedicto XVI) nos dice: “desde aquella hora, el
discípulo la recibió en su casa (19, 26s). Esta es la última disposición, casi un
acto de adopción. Él (Jesús) es el único hijo de su madre, la cual, tras su
muerte, quedaría sola en el mundo. Ahora pone a su lado al discípulo amado,
lo pone por decirlo así en lugar suyo, como su propio hijo, y desde aquel
momento él se hace cargo de ella, la acoge consigo.
La traducción literal de lo dicho por Jesús es aún más fuerte; se podría
expresar más o menos así: la acogió entre sus propias cosas, la acogió en su
más íntimo contexto de vida. Así pues, esto es ante todo un gesto totalmente
humano del Redentor que está a punto de morir. No deja sola a su madre, la
confía a los cuidados del discípulo que le había sido tan cercano. De este modo
se da también al discípulo un nuevo hogar: la madre que cuida de él y de la
que él se hace cargo.
Juan ¿qué quiere decirnos con esto?
9. Juan nos quiere decir que al Nuevo Adán, como lo presenta Pablo en sus cartas,
con lo cual la humanidad recomienza de un modo nuevo. Juan nos estaría
diciendo que al nuevo Adán le corresponde nuevamente “la mujer”, que el nos
presenta en la figura de María. En el Evangelio eso queda como una alusión
callada de lo que se desarrollará después poco a poco en la fe de la Iglesia. La
Iglesia no ha tenido dificultad alguna para reconocer en la mujer, por un lado, a
María, en sentido del todo personal y, por otro, para ver en ella abarcando todos
los tiempos, a la Iglesia Esposa y Madre, en la cual el misterio de María se
prolonga en la historia.
Como María, la mujer, también el discípulo predilecto es a la vez una figura
concreta y un modelo del discipulado que siempre habrá y siempre debe haber.
Al discípulo, que es verdaderamente discípulo en la comunión de amor con el
Señor, se la confía la mujer: María – la Iglesia.
10. La palabra de Jesús en la cruz
permanece abierta a muchas
realizaciones concretas,. Una y otra vez
se dirige tanto a la madre como al
discípulo, y a cada uno se le confía la
tarea de ponerla en práctica en la
propia vida, tal como está previsto en
el plan de Dios. Al discípulo se le
pide siempre que acoja en su propia
existencia personal a María como
persona y como Iglesia, cumpliendo así
la última voluntad de Jesús.