Este es uno de los siete salmos penitenciales. Es el salmo por excelencia y con una gran profundidad religiosa. El salmista pide al Señor que lo purifique y lo renueve interiormente, para que él, a su vez, pueda dar testimonio de la misericordia divina y trabajar por la conversión de los pecadores.

4. Más allá de las fuerzas maléficas, esta la Fuerza de
Dios: Dios, que creo al hombre comunicándole su
espíritu, lo puede también recrear y renovar (12-
13); sólo necesita que el hombre se reconozca
pecador, pues Dios quiere la verdad (8), Dios sabe
moler el corazón (18), para que broten de él
lágrimas de penitencia.
Este salmo está bañado de una atmósfera de
serenidad (10-14), pues Dios no quiere la muerte del
pecador, sino que viva. Y el pecador, perdonado y
seguro del perdón incesante de Dios, será en el
mundo amargado y pesimista, el testigo de la
misericordia divina.

5. En este salmo todo es espontaneidad, naturalidad;
no hay nada rebuscado. Las frases brotan
sencillamente de un corazón arrepentido. Los
sentimientos que aquí se expresan son admirables:
arrepentimiento, reconocimiento de las faltas
cometidas, confianza en la bondad perdonadora del
Señor, promesa de empezar una vida nueva.
Los autores espirituales aconsejan rezarlo no sólo
por los pecados propios, sino por los de la Iglesia y
del mundo entero.
Es difícil encontrar un acto de contrición más
perfecto que éste.

6. Termina el salmo pidiendo a Dios que fortalezca las
murallas de Jerusalén. En estos versículos hace
referencia a los años 445- 443 antes de Cristo,
cuando los muros de Jerusalén, destruidos en el año
587 antes de Cristo por el ejército de
Nabucodonosor, rey de Babilonia y que aún no
habían sido restaurados. Además, el día de hoy se le
aplica pidiendo en sentido espiritual que aumente
nuestras defensas espirituales; y le prometemos
que entonces le ofreceremos holocaustos de
novillos, es decir ofrendas que en verdad cuesten.

8. Es sentirse purificado, sanado y amado por nuestro
Padre Dios, que quiere la conversión del pecador: que
se arrepienta y vuelva a él.
Dios nos ama tanto, que el mayor afán de su amor es
salvarnos, a través de nuestra conversión y promete
que a pesar de que nuestros pecados sean más rojos
que la grana, él limpiará nuestro corazón dejándolo
más blanco que la nieve. ¡Señor, danos un corazón
puro, sincero y lleno de amor hacia ti y al prójimo!.
La historia personal de David es una historia llena de
grandezas y miserias. Con él, oremos desde lo más
profundo de nuestro corazón este bello salmo:

13. “Un corazón
dolorido
y
humillado,
tú,
oh Dios,
no lo
desprecias”