Crítica del salario como el arma con que la burguesía demarca la frontera —custodiada por el Estado— con que mantiene al proletariado afuera del país —de libertad, bienestar y progreso— que construye con la riqueza que produce con su trabajo.
El salario es la marca de la dictadura de la burguesía
1. El salario es un arma de la dictadura de la burguesía
Por Humberto Gómez Sequeira-HuGóS
Miércoles, 20 de Julio de 2016 | Los Angeles, California, EUA
El salario es el resultado de la lucha del proletariado en contra de la burguesía para arrancarle la riqueza social que produce con
su trabajo y que la burguesía se roba. Por otra parte, el salario también es el producto de la derrota del proletariado en la lucha de la
burguesía para expropiarlo y mantenerlo como la clase de los esclavos que venden la energía con que alimenta su máquina de
producción de plusvalía.
El precio que la burguesía paga al proletariado por su trabajo es calculado como la ración de boca que el esclavista tiene que dar
al esclavo para mantenerlo vivo y, así, poder seguir explotándolo. El proletariado usa la ración para pagar a la burguesía el creciente
tributo por nacer, ser explotado y morir en las reducciones de esclavos de su feudo. De esta manera, el salario funciona como el
eslabón de un régimen de esclavitud perfecto en el que las esclavas y los esclavos proveen todo lo que es necesario para mantenerlo,
incluso su voto por el sistema político y creencia en el dios de los esclavistas.
La relación ilusoria de libre intercambio que el salario sugiere es, en realidad, el resultado de la lucha —violenta, sangrienta e
implacable— que los esclavistas han hecho por siglos en contra de los esclavos para no pagarles un grano de arroz más por su trabajo.
La razón es que los esclavistas no quieren que las esclavas y los esclavos desarrollen su conciencia de clase con derecho sobre la
riqueza que producen con su trabajo y empiecen a tomar posesión de ella. Por su parte, el aumento del salario valida el robo del resto
de la riqueza social —de la que es parte— por la burguesía. Asimismo, oscurece la verdad de que el salario es la frontera —custodiada
por el Estado— que la burguesía usa para mantener al proletariado afuera del país —de libertad, bienestar y progreso— que construye
con su trabajo y la burguesía se ha robado.
El salario es la marca de la esclavitud del proletariado
El salario es un arma de la lucha de la burguesía en contra del proletariado para mantenerlo expropiado de su derecho humano
sobre la riqueza social que produce con su trabajo. Además —por medio de la ley del salario mínimo— la burguesía condiciona la
conciencia del proletariado de sí mismo como un libre vendedor de trabajo cuyos derechos son garantizados por el Estado en una
sociedad basada en la doctrina brutal de la libre empresa. El Estado también garantiza la libertad de la burguesía de comprar o no el
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trabajo del proletariado en base a su control sobre los medios de producción que son necesarios para producir la riqueza que el
proletariado necesita para mantenerse.
El proletariado continúa enfrentando su esclavitud —legalizada por la ley del salario mínimo— con su lucha para arrancar a la
burguesía un pedazo más grande de la riqueza social que produce con su trabajo. El Estado continúa respondiendo —como el juez
y verdugo de la burguesía— con la imposición violenta de la ley de la propiedad privada de los medios de producción que valida el
robo de la mayor parte de dicha riqueza por la burguesía también como su propiedad privada. De esta manera, el Estado preserva la
desigualdad social que es la condicio sine qua non de la existencia del proletariado como la clase de las esclavas y los esclavos que es
necesaria para que el capitalismo pueda producir libertad, bienestar y progreso para las clases y castas que viven de la explotación de
otros seres humanos.
La lucha del proletariado en contra de la burguesía por un aumento de salario es necesaria, pero no resuelve el problema de la
esclavitud que la burguesía le impone. La raíz de la esclavitud está en la conciencia brutal de la burguesía de sí misma como clase
superior al proletariado y privilegiada por dios. La burguesía es capaza de convertir su conciencia de clase en dominio social solo si
es capaz de mantener al proletariado excluido de la propiedad de los medios de producción, la riqueza social que produce con su
trabajo y del poder del Estado.
Para que la lucha del proletariado por un aumento de salario dé el salto político cualitativo necesario hacia su emancipación de la
esclavitud necesita romper el círculo vicioso que el salario es: El proletariado es la fuente del salario con que sostiene al capitalismo
que es el sistema de su esclavitud. Aun así, ciertos partidos políticos que se definen como revolucionarios enfrentan al salario como
un problema que puede resolverse mediante su conversión conceptual en un agente de dignidad y equidad. Pero el salario digno y
equitativo es una quimera que nubla su significado real como producto de la derrota, deshumanización, desposesión, esclavización y
explotación del proletariado por la burguesía. Sin este entendimiento del salario, de la lucha de clases y su raíz en la desigualdad social
que la burguesía impone a la sociedad con el poder del Estado el proletariado no podrá derrotar a la burguesía y cambiar la relación
que le impone por medio del precio que asigna a su trabajo.
La legalización de la esclavitud
El salario no es producto de la conciencia de la dignidad y equidad de la burguesía, sino que de su lucha en contra del proletariado
para deshumanizarlo y suprimir el valor —humano, económico, social y cultural— de su trabajo y derecho a poseer la riqueza social
que produce.
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La conversión del valor del trabajo del proletariado en un salario mínimo legalizado es igual a la conversión del ser humano en
esclava o esclavo. Esta cantidad de dinero —sin valor propio— representa el sistema de esclavitud (capitalismo) —ejecutado por el
Estado, su juez y verdugo— que la burguesía ha creado en base al robo de los medios de producción de la sociedad y la riqueza social
que el proletariado produce con su trabajo.
La ley del salario mínimo es la legalización de la esclavitud del proletariado y deshumanización de su trabajo. De esta manera, la
burguesía ha convertido el salario en el truco con que contiene el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado y,
consecuentemente, su capacidad para rebelarse. La defensa del derecho de la burguesía a ponerle un precio al trabajo humano es la
razón por la que el Estado burgués ha asesinado a miles de proletarias y proletarios en respuesta a su demanda de un aumento del
salario.
Con el salario mínimo, la burguesía minimiza la vida del proletariado y la circunscribe a los campos de concentración para la
explotación de esclavas y esclavos —fábricas, haciendas, zonas francas, guetos y parroquias— donde el proletariado nace, es explotado
y muere en la miseria como el objeto de la ley del salario mínimo. Esta es la evidencia de uno de los crímenes sociales que la burguesía
comete en contra del proletariado con la impunidad que el Estado le confiere en acuerdo con la inmoralidad de la doctrina de la libre
empresa. Sin embargo, los magos de la democracia burguesa —legisladoras y legisladores, burócratas sindicales, socialdemócratas,
estalinistas y curas— y las organizaciones que dicen defender los derechos humanos no denuncian la esclavitud que la ley del salario
mínimo representa. Los aliados de la burguesía han convertido el salario en una ilusión con la que oscurecen la conciencia de clase
del proletariado y su necesidad de emanciparse de la dictadura de la burguesía.
La dictadura de la burguesía
Los elementos constitutivos del salario son los mismos que los de la dictadura de la burguesía, es decir, la derrota,
deshumanización, desposesión, esclavización y explotación del proletariado. El ejecutor de esta dictadura es el Estado que subyuga
con su poder al proletariado para que la burguesía lo explote y se apropie de la riqueza social que produce con su trabajo. Este robo
está justificado por la constitución que garantiza el derecho de la burguesía sobre los medios de producción —que robó a la
sociedad— como su propiedad privada. Este robo es la base del Estado y su legislación sobre el trabajo y el derecho del proletariado.
La burguesía superpone su derecho de ladrón al derecho del proletariado con la ley y el fusil del Estado como el término absoluto
de su relación en el proceso de la producción de la riqueza social. Por consiguiente, el salario no puede ser producto de un acuerdo,
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libre y justo, entre la burguesía y el proletariado. El salario es la marca de la dictadura de la burguesía con que condiciona la vida del
proletariado como la esclava y el esclavo al que tiene que dar una ración de boca para mantenerlo vivo y, así, poder seguir explotándolo.
El salario es un arma de su dictadura con que la burguesía mantiene al proletariado expropiado, segregado y desclasado. La
burguesía y sus aliados —particularmente la burocracia sindical— mienten al proletariado diciéndole que el salario representa su
participación en una sociedad basada en la libre empresa y que, por lo tanto, puede ser un instrumento de su liberación. En realidad,
el salario es la condicio sine qua non de la existencia de la burguesía como la clase de los esclavistas que diseñan el salario con la riqueza
social que roban a las esclavas y los esclavos.
El trabajo del proletariado no tiene un precio
El trabajo del proletariado no tiene un precio porque no es una mercancía del mercado capitalista sujeta a la ley de oferta y
demanda. Aunque la burguesía haya deshumanizado, mercantilizado y legislado el precio del trabajo, las trabajadoras y los trabajadores
continúan siendo seres humanos dotados naturalmente con el derecho de posesionarse del fruto de su trabajo para vivir en libertad,
igualdad, bienestar y progreso.
La cantidad de dinero que la burguesía paga al proletariado no es una compensación integral del valor humano de su trabajo, sino
el precio con que marca su vida de esclava y esclavo. Este precio es calculado por los financieros burgueses de acuerdo al privilegio
feudal de la burguesía como el ladrón de los medios de producción de la sociedad y a su apetito incontrolable por ganancias y la vida
opulenta y estéril.
El precio que la burguesía impone al trabajo no permite al proletariado comprar la cantidad de riqueza social que produce y
necesita para mantener su vida como ser humano y no decaer en la animalización que la burguesía causa. Como la clase predadora de
su misma especie que domina a la sociedad, la burguesía se apropia del cuerpo de la riqueza social y consume la mayor y mejor parte
de éste. De lo que queda después de que la burguesía se ha hartado, el proletariado solo puede comprar los huesos.
El trabajo del proletariado solo puede tener el mismo valor que el valor de la vida que invierte en su realización y sus derechos
humanos. Esta vida no puede ser retribuida con un precio que la burguesía calcula como el costo de mantener a una bestia bajo
condiciones —el hambre, el oscurantismo, la religión y el terror de Estado— que no le permitan emanciparse de la esclavitud. Esta
es la verdadera relación de deshumanización que la burguesía impone al proletariado y en ella no caben la dignidad ni la equidad
porque son principios incompatibles con la naturaleza predatoria de la burguesía.
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La deshumanización del proletariado
Los derechos humanos del proletariado —su reconocimiento, práctica, promoción y defensa— no son el objeto de la ley del
salario mínimo. La razón de esta ley es la necesidad de la burguesía de convertir la energía que compra al proletariado en plusvalía. Y
su fin no es el derecho humano del proletariado sobre la riqueza social que produce con su trabajo. Por lo tanto, la ley niega el valor
humano del trabajo y convierte al proletariado y su vida en mercancías.
El salario no puede humanizar al proletariado porque es producto del capitalismo en que es acosado como presa por los
predadores que viven de su energía. El capitalismo lo deshumaniza y no le permite posesionarse de los elementos constitutivos de su
humanidad, es decir, la libertad, la igualdad, la justicia, el bienestar, la educación, el ocio, el arte y el progreso. A pesar de esto, el
trabajo continúa siendo el fruto del sacrificio que el proletariado hace para producir la riqueza y los servicios que mantienen a sus
explotadores —la burguesía, la pequeña burguesía, la burocracia estatal, el generalato, la burocracia sindical y el clero— y determinan
su libertad, bienestar y progreso.
Deshumanizando al proletariado, la burguesía ha deshumanizado a sí misma y al resto de la sociedad, y se ha convertido en
predadora de su misma especie. La barbarie de la burguesía es el modelo que sus aliados siguen en su lucha en contra del proletariado
para que no se libere de la dictadura que es la fuente de su sustento.
El salario no puede transmitir dignidad ni equidad a la vida del proletariado porque es producto de su deshumanización. Con este
dinero la burguesía engaña al proletariado y, así, extirpa su dignidad, lo desclasa y convierte en una bestia insensible a su sufrimiento
y necesidad de rebelarse en contra de la clase que lo animaliza.
La inmoralidad de la burguesía
La condición de la existencia de la burguesía es la animalización del proletariado, o sea, el despojo de su condición humana a
través de la explotación de su cuerpo y mente. De esta manera, la burguesía libera su instinto animal; se acoraza con la indiferencia
social; se separa del sufrimiento que inflige al proletariado; y lo consume como su presa natural. La relación de la burguesía con el
proletariado es dictada por su inmoralidad que es la práctica de la doctrina de la libre empresa, o sea, el fin justifica los medios aunque
estos sean criminales.
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El crimen escondido en el intercambio de dinero por trabajo es cometido por la burguesía como una actividad ética permitida
por la libertad de empresa que el Estado garantiza. Dicho intercambio, en realidad, es un robo que se deriva de la inmoralidad que la
burguesía desarrolló como su modo de ser y actuar a través de la guerra predatoria que continúa haciendo en contra de las demás
clases de la sociedad para consumirlas.
La ley del salario mínimo es una de las armas con que la burguesía disfraza su inmoralidad y la impone como el modelo de business
ethics o ética de los negocios que las demás clases que viven de la explotación del proletariado siguen. Con esta ley y la ley de la
propiedad privada de los medios de producción, la burguesía ha desarraigado al proletariado de la sociedad capitalista que ha
construido con su trabajo. Robando, mintiendo y haciendo la guerra civil la burguesía logró convertir su inmoralidad en la conciencia
del Estado. La burguesía es un parásito social que no puede ajustarse a ninguna ética ni puede producir nada que conlleve dignidad o
equidad. La relación de la burguesía con la sociedad es la de un predador de su misma especie cuyo fin es solo usarla como su zona
de caza para consumir sus recursos sin restricciones.
La revolución que la burguesía no quiere hacer
Entonces, para que el salario pudiera conllevar dignidad y equidad tendría que ser producto de una relación entre la burguesía y
el proletariado basada en el reconocimiento de la condición humana y los derechos humanos del proletariado por parte de la burguesía.
En esta relación, la apreciación de dichos valores y su promoción —como los efectos más importantes del trabajo— sería la norma
de conducta que la burguesía seguiría. Pero esta relación solo podría ser el resultado de una revolución para cambiar el concepto del
salario de ración de boca a derecho del proletariado sobre la riqueza social que produce con su trabajo.
Para poder adoptar la dignidad y la equidad como el medio y el fin de su relación con el proletariado, la burguesía tendría que
sentir la necesidad de revolucionar su conciencia de clase; extirpar su instinto de predadora de su misma especie; humanizarse y
humanizar su sistema de esclavitud. Esta es la condición para que la burguesía pueda reconocer su inhumanidad —que es efecto de
la práctica de la esclavitud disfrazada de libre empresa— y liberarse de la animalización que la impulsa a animalizar a la sociedad y,
por ende, destruir la dignidad y la equidad como sus valores.
La burguesía ha destruido la dignidad y equidad y, por consiguiente, se ha liberado de los valores humanos y deberes sociales que
pudieron haberla estimulado a hacer la revolución para democratizar el proceso de la producción y distribución de la riqueza social
de la que depende la libertad, el bienestar y progreso de la sociedad hacia la igualdad. Pero la burguesía no quiere hacer ninguna
revolución para cambiar su conciencia de clase superior ni el sistema de esclavitud con que la impone sobre el proletariado porque es
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el arma con que lo ha dominado durante siglos. La revolución que la burguesía está haciendo está eliminando al código laboral y
Estado como su agente. De esta manera, la burguesía está convirtiéndose en el Estado y expropiando al proletariado sus derechos
constitucionales.
A través de la práctica de la libre empresa, la burguesía se ha separado de la sociedad, deshecho de su responsabilidad social y
convertido en una clase predadora de su misma especie. Sus propiedades —ignorancia, egoísmo y odio— la incapacitan para concebir
la revolución como un instrumento de progreso social. El concepto de progreso ha sido reducido por la burguesía a la cantidad de
sus ganancias y al poder político con que reprime el progreso de la sociedad.
El proletariado mantiene al Estado y a la Iglesia con su salario
Liberada de su responsabilidad social, la burguesía se dedica únicamente a realizar su actividad predatoria —explotar al
proletariado, consumir los recursos naturales de la sociedad y hacer la guerra— para acumular riqueza y mantener su dominio sobre
el Estado.
La burguesía ha impuesto al proletariado la carga de mantener el presupuesto del Estado que es el aparato ideológico, legal, militar
y propagandístico con que lo domina. Con su salario, las trabajadoras y los trabajadores pagan el impuesto con que la casta de las y
los apparátchik que administra el Estado mantiene su vida de imitación de la opulencia y esterilidad de la burguesía. El pago de la
deuda del Estado con los usureros y el presupuesto militar son dos de las cargas presupuestarias que conlleva el tributo que el
proletariado paga al Estado. A cambio de este tributo, el Estado le concede la ciudadanía y el honor de hacer sus guerras.
El Estado que el proletariado mantiene con su salario es un efecto de la lucha de clases y fuerza de la clase victoriosa. Su fin es
asegurar la existencia de la burguesía a expensas de la explotación del proletariado. Este aparato no es necesario para la vida del
proletariado. La condición de su existencia no es la virtud de su constitución, sino la creencia del proletariado de que es el agente
político de su patria y el gobierno que necesita para vivir en paz y seguridad.
Además de la creencia política del proletariado, el Estado necesita de su creencia religiosa para justificar su existencia como efecto
de su relación con dios. La Iglesia es el ministerio del Estado encargado de adoctrinar al proletariado la idea del Estado como el
instrumento de su justicia y de la Iglesia como la agencia de su salvación. El proletariado mantiene a la clase parasitaria de los
sacerdotes porque cree que son los agentes de dios cuya labor es guiarlo hacia su patria celestial.
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La creencia del proletariado en el Estado y la Iglesia como condiciones de su existencia es la razón del tributo que les paga.
Ninguna de estas instituciones del dominio de la burguesía puede producir pan ni libertad para sus tributarias y tributarios. Si el
proletariado deja de creer en dios, el Estado y la Iglesia pierden el punto de apoyo en la mente del proletariado que les ha permitido
dominarlo por siglos.
¿Cuál es el interés del proletariado?
El interés del proletariado es entender el salario como un eslabón de la cadena de la esclavitud que la burguesía le impone con el
poder del Estado. Este entendimiento debe de ser uno de los elementos constitutivos de su conciencia de sí mismo como la clase de
los esclavos, de la burguesía como la clase de los esclavistas y del Estado como su juez y verdugo. El interés de las esclavas y los
esclavos no es recibir un salario a cambio del valor de su trabajo —que es igual al valor de su vida— para seguir siendo esclavo. Su
interés es tomar posesión de su trabajo, cesar de venderlo por el precio de la esclavitud y usarlo como un instrumento de la lucha
política que tienen que hacer para emanciparse de la dictadura de la burguesía y sus aliados: la pequeña burguesía, el clero, el generalato,
los escuadrones de la muerte, la burocracia estatal, la burocracia sindical, la socialdemocracia y el estalinismo.
El proletariado necesita saber que la ley del salario mínimo es un arma de la dictadura que la burguesía ejerce sobre ellas y ellos
con el poder del Estado. Esta ley determina que el trabajo es una mercancía cuyo precio es equivalente al precio de la ración de boca
que una esclava y un esclavo necesita para seguir viviendo en la esclavitud. El salario conlleva la deshumanización del proletariado, el
robo de su energía (la vida) y riqueza social que produce con ella.
La burocracia sindical miente al proletariado diciéndole que su interés es ayudar a los dueños de la máquina nacional de explotación
para que tengan más poder para competir en contra de los dueños de la máquina internacional de explotación por el control del
mercado. Como clases explotadora y explotada, el interés de la burguesía y el interés del proletariado son incompatibles. Además, la
función de la burguesía es la de parásito social que vive de la energía del cuerpo de la sociedad mientras que la función del proletariado
es la de productor de la riqueza y los servicios que mantienen la vida, la civilización y el progreso de la sociedad.
Los enemigos del proletariado también le dicen que su interés es hacer una alianza con la burguesía para luchar por el progreso
de su país. Anteponiendo a la burguesía al proletariado, sus aliados argumentan que la burguesía es la condición del progreso y, por
consiguiente, el progreso del proletariado depende de su sometimiento al interés de la burguesía. No obstante, el país de la burguesía
no es el país del proletariado. La burguesía lo despojó de la tierra y de su fruto, y lo desterró. La nacionalidad que el Estado burgués
asigna al proletariado es solo la marca de esclavo con que la burguesía lo identifica y le impone la lealtad y el pago del tributo a su
Estado.
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La venta de trabajo por dinero para mantener el sistema de esclavitud, el capitalismo, de la burguesía puede ser resuelta por el
proletariado solo por medio de la revolución social. El derrocamiento del Estado y desarraigo de la burguesía de él y los medios de
producción es la única manera de terminar la desigualdad social con que la burguesía sustenta su psicosis de clase superior privilegiada
por dios. Sin la dictadura de esta clase —psicótica, estúpida, agresiva y destructora—, el proletariado recuperará su condición humana
y cesará de venderse como el carbón humano con que sus explotadores alimentan la máquina de explotación y producción de
ganancias del capitalismo.
¿Qué es lo que el proletariado debe de hacer?
Lo que el proletariado debe de hacer es lo que la clase de los esclavos necesita hacer para emanciparse de la esclavitud que la clase
de los esclavistas le impone con el poder del Estado. La lucha que el proletariado es forzado a hacer por la burguesía —para aumentar
el precio que le paga por su trabajo— cuesta la vida a miles de sus miembros y solo produce la prolongación de su vida de esclavas y
esclavos. Entonces, la solución al problema del salario es la revolución social y el fin político al que el proletariado necesita supeditar
su lucha para aumentar su salario como la confirmación de su derecho sobre la riqueza social que produce con su trabajo.
El proletariado no debe de conformarse con un salario que continúe siendo la ración de boca que la burguesía le paga para que
pueda mantenerse y seguir vendiendo su energía hasta morir en la esclavitud. Esto es lo que la burguesía ha logrado imponiendo el
salario mínimo al proletariado como un intercambio por el valor de su trabajo justificado por la doctrina inmoral de la libre empresa.
Los esclavistas —disfrazados de libre empresarios— han establecido un régimen de esclavitud disfrazado con la libertad de venta y
compra de trabajo humano regulada por el Estado.
El concepto del trabajo y salario debe de ser revolucionado por el proletariado. La burguesía ha excluido al trabajo como el factor
que produce la riqueza y, consecuentemente, niega el derecho del proletariado sobre la riqueza que produce con su trabajo. El salario
que la burguesía paga al proletariado representa la práctica del derecho de la burguesía sobre la riqueza social como su propiedad
privada garantizada por el Estado. Las clases y castas que viven de la explotación de la vida del proletariado —burguesía, pequeña
burguesía, burocracia estatal, generalato, burocracia sindical y clero— han excluido al proletariado como la clase que sostiene su estilo
de vida opulento y estéril, y lo han relegado a la condición de bestia. El trabajo es la energía que infunde vida a la sociedad y el salario
es parte de la riqueza que el proletariado produce con su trabajo; por consiguiente, el salario debe de ser un elemento de la seguridad
social a la que el proletariado tiene derecho.
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El proletariado debe de desarrollar su conciencia de clase; usarla como el instrumento de su lucha en contra de la burguesía como
su enemigo de clase irreconciliable; derrotar a la burguesía; y, así, establecer su jurisdicción de clase ideológica, política, social y
culturalmente autónoma en el capitalismo.
Por medio de la actividad contrarrevolucionaria de su Quinta Columna —socialdemocracia, estalinismo, burocracia sindical y
clero— en las filas del proletariado la burguesía ha desclasado al proletariado y lo ha integrado a su régimen de dominio político y
religioso. Esta relación suicida con su enemigo de clase irreconciliable es el efecto más grave de su derrota que el proletariado debe
de terminar inmediatamente.
El siguiente es el programa que el proletariado debe de realizar para desarrollar su conciencia de clase y construir su partido
político:
1. Luchar en contra de la burguesía para cambiar el estado de derrota —desclasamiento, oscurantismo y miseria— en que lo
mantiene con el fusil y el crucifijo del Estado y de la Iglesia, respectivamente.
2. Desarrollar su conciencia de sí mismo como la clase de los esclavos; de la burguesía como la clase de los esclavistas; del Estado
como el juez y verdugo de la burguesía; y del capitalismo como el sistema de esclavitud con que la burguesía lo explota.
3. Entender que la burguesía, la pequeña burguesía, la burocracia estatal, la burocracia sindical, el generalato y el clero son sus
enemigos de clase irreconciliables.
4. Construir un partido político, honesto y revolucionario, para luchar en contra de la burguesía por el aumento del salario como
parte de un programa de lucha transicional hacia la revolución social.
5. Concluir en base a su experiencia sangrienta de clase traicionada por los partidos políticos burgueses, pequeñoburgueses,
cristianos, socialdemócratas y estalinistas que ningún otro partido político puede ser el agente de su conciencia ni luchar
consecuentemente por su interés de clase de emanciparse de la esclavitud.
6. Entender que su esclavitud es producto de su derrota en la lucha —ideológica, económica, política y religiosa— que la
burguesía hace en su contra para mantenerlo expropiado y convencido de que es un ciudadano libre e igual a ella.
7. Entender que el salario es un instrumento de la dictadura de la burguesía y la ración de boca que el esclavista tiene que dar al
esclavo para mantenerlo vivo y, así, pode seguir explotándolo.
8. Cambiar el concepto del salario como el resultado de un cálculo basado en su expropiación y la necesidad de la burguesía de
excluirlo como parte de la riqueza social que produce con su trabajo.
9. Luchar por un salario que sea igual al precio que la burguesía le cobra por nacer, vivir y morir en su feudo y parte de su
derecho humano a la seguridad social.
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10. Expulsar de sus filas a los quintacolumnistas de la burguesía cuyo fin es mantenerlo anestesiado con la fe y el patriotismo.
El éxito de la lucha que el proletariado debe de hacer para desarrollar su conciencia de clase y derrotar a la burguesía depende de
la calidad de su partido político, es decir, su honestidad, coraje y determinación. En el caso de Grecia, la dirección pequeñoburguesa
—socialdemócrata y estalinista de Syriza, representada por Alexis Tsipras— que prometió mejores salarios al proletariado lo traicionó
y se convirtió en la Quinta Columna de los usureros imperialistas que están destripándolo. La experiencia del proletariado griego
demuestra que, para triunfar, el proletariado necesita un partido político, honesto y revolucionario, para luchar en contra de la
burguesía con un programa en el que la lucha por el salario sea parte de la lucha por la revolución social.