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C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 73
B. ABRAHAM Y DAVID FUERON JUSTIFICADOS POR LA FE MÁS NADA, c. 4
Pablo sigue reconociendo la dificultad que los judíos tendrían para aceptar la enseñanza sobre la
justificación y se dirige a ellos en este capítulo. Abraham y David fueron considerados como los hombres
más grandes en la historia de la nación. Pablo los toma como ejemplo para ilustrar que Dios siempre ha
justificado y siempre justificará a los hombres de la misma manera —por la fe. Por medio de Abraham
nació la nación de Israel (Gn. 15:3-6, 18):
“Dijo además Abram: ‘No me has dado descendencia, y uno nacido en mi casa es mi
heredero.’ Pero la palabra del SEÑOR vino a él, diciendo: ‘Tu heredero no será éste, sino uno
que saldrá de tus entrañas, él será tu heredero.’ El SEÑOR lo llevó fuera, y le dijo: ‘Ahora
mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas.’ Y añadió: ‘Así será tu
descendencia.’ Y Abram creyó en el SEÑOR, y Él se lo reconoció por justicia… En aquel día el
SEÑOR hizo un pacto con Abram, diciendo:
‘A tu descendencia he dado esta tierra,
desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates:’ ”
Por medio de David, el Mesías (2 S. 7:12-16):
“Cuando tus días se cumplan y reposes con tus padres, levantaré a tu descendiente después de
ti, el cual saldrá de tus entrañas, y estableceré su reino. Él edificará casa a Mi nombre, y Yo
estableceré el trono de su reino para siempre. Yo seré padre para él y él será hijo para Mí.
Cuando cometa iniquidad, lo castigaré con vara de hombres y con azotes de hijos de hombres,
pero Mi misericordia no se apartará de él, como la aparté de Saúl a quien quité de delante de
ti. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre delante de Mí; tu trono será establecido
para siempre.”
Es difícil entender que los más grandes santos se encuentran
exactamente en la misma posición que el santo más débil delante de Dios.
¡Cuánto más difícil fue para el judío comprender que Abraham y un
pecador común, tenían que ser justificados de la misma manera!
1. Justificados por la fe sin obras, vv. 1-8
a. Abraham no fue justificado por sus obras, vv. 1-5
vv. 1-2, NVI: “Entonces, [en consideración de la enseñanza
sobre la justificación en el c. 3], ¿qué diremos que descubrió
nuestro antepasado Abraham respecto a este asunto? Si, en
efecto, Abraham fue justificado por las obras, tenía de qué
jactarse; pero no delante de Dios”.
Los rabinos enseñaban que Abraham tenía un exceso de méritos
que había acumulado por sus muchas buenas obras. Este mérito excedente estaba a la disposición de su
descendencia. Pablo usó esta idea para abrir su argumento acerca de la justificación por la fe sin obras.
¿Abraham había hecho muchas buenas obras? Indudablemente. ¿Abraham podía jactarse de las buenas
obras que había hecho? Delante de los hombres, sí, pero nunca delante de Dios. ¿Por qué no podía
jactarse Abraham delante de Dios? Porque Abraham, a pesar de sus muchas buenas obras, era un pecador.
Las cosas que los hombres consideran como actos de justicia —aun ésos que son hechos por los grandes
héroes espirituales— son una abominación cuando son comparadas con la justicia divina (Is. 64:6, DHH):
“
Todos nosotros somos como un hombre impuro;
todas nuestras buenas obras son como un trapo sucio;
No importa lo que fueron, lo que
son o van a ser, todos los que
creen son justificados por igual.
74 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
todos hemos caído como hojas marchitas,
y nuestros crímenes nos arrastran como el viento.”
v. 3 Pablo, no queriendo apoyarse en argumentos humanos,
guía a sus lectores a la última autoridad, la Palabra de Dios: “¿Qué
dice la Escritura?” Dios llamó a Abraham y le mandó salir de su
tierra natal a una tierra que le iba a dar. Aunque Abraham era un
pecador creyó lo que Dios le había dicho. Creyó las buenas nuevas
acerca del descendiente suyo que sería el Salvador para todas las
naciones. Puso su fe y confianza en la Palabra de Dios. Sabía que
Dios no miente. ¿Cómo trató
Dios a Abraham desde el
momento que creyó en Su
promesa acerca del Salvador? A pesar de ser pecador, le trató como si
fuera perfectamente justo. Dios aceptó a Abraham como justo, no por
sus buenas obras, sino por creer en la Palabra de Dios. Su fe no fue un
hecho meritorio, sino una actitud. Abraham no ganó su justificación por
lo que hacía. No la merecía. Fue un regalo de Dios.
v. 4, NVI: “Ahora bien, cuando alguien trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un
favor sino como una deuda.”
Cuando tú haces algún trabajo, ¿cómo consideras tu sueldo? ¿Lo ves como un favor que el patrón te
hace? De ninguna manera. El patrón te debe el sueldo como el justo pago por tu trabajo. No es un
regalo, es una obligación que él tiene contigo. En todo el mundo las personas creen que Dios les aceptará
por lo que hacen. Esto no podría estar más lejos de la verdad. La salvación y la justificación son regalos.
No pueden ser ganadas ni compradas (Ef. 2:8-9):
“Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de
ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”
(2 Ti. 1:9): “Él nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras
obras, sino según Su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la
eternidad,”
(Tit. 3:5): “Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino
conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por
el Espíritu Santo,”
Los que insistan en hacerse aceptos con Dios por medio de sus propios esfuerzos y buenas obras
serán juzgados según esas obras (Ap. 20:12):
“También vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y
los libros (rollos) fueron abiertos. Otro libro fue abierto, que es el Libro de
la Vida, y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los
libros, según sus obras.”
Recibirán el pago que merecen: la muerte (Ro. 6:23):
“Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
v. 5, DHH: “En cambio, si alguno cree en Dios, que hace justo al pecador, Dios le tiene en
cuenta su fe para reconocerlo como justo, aunque no haya hecho nada que merezca su favor.”
Abraham hizo muchas buenas obras,
las cuales no lo justificaron,
porque continuaba siendo un
pecador; pero Dios lo declaró
justo por creer lo que Él le dijo
acerca del Salvador que vendría.
Los que rehúsan
aceptar el regalo de
Dios y tratan de
agradarle y justificarse
por sus buenas
obras, serán juzgados
y condenados según
esas obras.
C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 75
Por un lado tenemos a los que se afanan por establecer su propia justicia, y por el otro, a los que
reconocen su propia debilidad, y saben que nunca pueden llegar a ser aceptos por Dios por medio de lo
que hacen, pero han creído en la Palabra de Dios y confían en que Él les justificará por la fe en Cristo y Su
obra.
Los judíos se creían “piadosos”, y por lo tanto, agradables a Dios. Hoy en día hay muchas personas
que piensan lo mismo. Creen que Dios se agrada con su religiosidad y sus obras de caridad, pero cuando
alguien les dice que son pecadores, y que sólo por la sangre de Cristo pueden ser salvos, se sienten
ofendidos, dando así a conocer que no son nada más que unos inconversos religiosos. Éstos serán
juzgados conforme a sus buenas obras y serán condenados.
“Aquel que justifica al impío.” El impío está “sin reverencia hacia Dios, actuando en rebelión
contra las demandas de Dios” (Vine). Él no hace obra buena alguna; no tiene nada para mostrar a los
demás ni en qué jactarse; espiritualmente es un fracaso. Pero cuando éste abandona toda su esperanza en
lo que él puede hacer, y “cree en Aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia”.
¿A quién justifica Dios? ¿A los piadosos? ¿Sobre qué base? ¿En base a su
piedad? Esto dejaría sin efecto la sangre de Cristo, la única base por la cual Dios
puede justificar al hombre. Tampoco podemos decir que Dios generalmente
justifica a los piadosos, pero sólo de vez en cuando a un impío, porque Él no hace
esta clase de distinción. Para Dios no hay distinción entre un malvado y un
caballero, ni entre una señora de virtud y una prostituta. Antes de ser salvos todos
éramos pecadores, todos totalmente depravados, todos desprovistos de mérito
personal alguno. Todos éramos impíos, necesitados de la salvación y la
justificación que Dios regala a los que creen.
b. David tampoco fue justificado por sus obras, vv. 6-8
v. 6 Aunque David fue muy estimado por los judíos, todos sabían que no era perfecto. El relato de
su adulterio con Betsabé y el consecuente asesinato de su esposo, Urías, está bien documentado en la
Biblia. Estos pecados fueron como una mancha negra en la vida del hombre del cual Dios dijo (Hch.
13:22b
):
“HE HALLADO A DAVID, hijo de Isaí, UN HOMBRE CONFORME A MI CORAZÓN, 1 S. 13:14
que hará toda
Mi voluntad.”
Después de que el profeta Natán llegó ante David para reprenderle por su pecado, David escribió el
Salmo 51, expresando su arrepentimiento y pidiendo el perdón de Dios. Ya habiendo experimentado el
maravilloso e inmerecido perdón de Dios, escribió el Salmo 32, animando a otros a buscar al Señor quien
trata al pecador con misericordia y gracia. Pablo cita de los primeros dos versículos de este salmo tres
aspectos de la bienaventuranza de los perdonados y justificados:
i. “CUYAS INIQUIDADES HAN SIDO PERDONADAS”, v. 7ª
v. 7ª El perdón divino es mucho más que la mera remisión del castigo. El perdón de Dios está bien
ilustrado en la parábola del hijo pródigo. Cuando el hijo reconoció su pecado y volvió a su padre y le
pidió perdón, ¿qué hizo su padre? Le abrazó, le besó, mandó a sus siervos traer la mejor ropa y vestirle.
Fue recibido con mucho amor en el seno de su padre y del hogar. Su padre rehusó tratarle como un siervo
y le restauró a su posición de hijo a pesar de que no la merecía (Lc. 15:20-24):
‘Levantándose, fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió
compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó. Y el hijo le dijo: “Padre, he
pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo
Las únicas personas
que Dios justifica
son a los impíos que
reconocen que
están desprovistos
de mérito personal
alguno delante de Él.
76 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
a sus siervos: “Pronto; traigan la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y
sandalias en los pies. Traigan el becerro engordado, mátenlo, y comamos y regocijémonos;
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.”
Y comenzaron a regocijarse.’
David se regocijaba porque había sido recibido de nuevo al seno del Padre y tenía otra vez una dulce
comunión con Él (Sal. 32:1-5):
“¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada,
cuyo pecado es cubierto!
¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el SEÑOR no culpa de iniquidad,
y en cuyo espíritu no hay engaño!
Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió
con mi gemir durante todo el día.
Porque día y noche Tu mano pesaba sobre mí;
mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano.
(Selah)
Te manifesté mi pecado,
y no encubrí mi iniquidad.
Dije: ‘Confesaré mis transgresiones al SEÑOR’;
y Tú perdonaste la culpa de mi pecado.
(Selah)”
De igual manera, si nosotros pecamos tampoco podremos tener paz hasta que hayamos sido
restaurados por medio de la confesión de nuestro pecado (1 Jn. 1:9):
“Si confesamos nuestros pecados, Él es
fiel y justo para perdonarnos los
pecados y para limpiarnos de toda
maldad (iniquidad).”
ii. “CUYOS PECADOS HAN SIDO CUBIERTOS”, v. 7b
v. 7b
Antes de Cristo los pecados fueron solamente “cubiertos” (expiados),
como una medida temporal hasta que Cristo se presentara “una vez para siempre por el
sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (He. 9:26, RV60).
Entonces, si David podía regocijarse al saber que sus pecados habían sido “cubiertos”
de la vista de Dios por su misericordia (aunque no eran removidos), ¡cuánto más
deberíamos regocijarnos al saber que Cristo vino para “quitar” nuestros pecados
para siempre y tratarnos como si nunca hubiéramos pecado!
iii. “CUYO PECADO EL SEÑOR NO TOMARÁ EN CUENTA”, v. 8
v. 8 David tenía que soportar las consecuencias de su pecado, pero no le
fue tomado en cuenta. Dios lo borró de su cuenta. ¿Cómo puede Dios borrar de
la cuenta de alguien pecados tan graves como los que cometió David? Dios pudo
borrar estos pecados de la cuenta de David y justificarlo porque él había creído en
la Palabra de Dios, y en que Dios proveería a través de un descendiente suyo, un
Salvador, quien quitaría sus pecados. Esto lo hizo el Señor Jesús con Su
sacrificio de propiciación como lo vimos en 3:25.
Cuando reconocemos que hemos pecado y lo confesamos a Dios,
Él nos perdona de tal manera que no sólo quita el pecado, sino
que también nos restaura a la plena comunión con Él.
El Señor no
cubrió nuestros
pecados —los
quitó para
siempre.
Dios pudo borrar de
la cuenta de David sus
pecados tan terribles
porque él creía en la
promesa del Salvador.
C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 77
2. Justificados por la fe sin ritos, vv. 9-12
v. 9 David había hablado de la bienaventuranza del hombre
perdonado y justificado. Pablo sabía que el judío no tendría objeción
alguna a esto mientras que el bienaventurado fuera un judío. Entonces, le
hace otra pregunta:
“¿Es, pues, esta bendición sólo para los circuncisos, o también para los
incircuncisos?”
Aunque en muchas partes las palabras “circuncisión” e
“incircuncisión” son sinónimos de “judío” y “gentil” respectivamente, en
este caso Pablo se está refiriendo al hecho de que el judío es circuncidado y el gentil no lo es. Abraham,
quien fue justificado por la fe, recibió la señal de la circuncisión, y David y los demás judíos,
descendientes de Abraham, también fueron circuncidados como lo fue él. “Seguramente la circuncisión
tuvo algo que ver con su justificación y con la justificación de nosotros”, pensaba el judío.
v. 10 La creencia de que la circuncisión era necesaria para la salvación era muy común entre las
iglesias primitivas (Hch. 15:1-2, 5-11):
“Algunos que llegaron de Judea enseñaban a los hermanos: ‘Si no se circuncidan conforme al
rito de Moisés, no pueden ser salvos.’ Como Pablo y Bernabé tuvieran gran disensión y
debate con ellos, los hermanos determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos
subieran a Jerusalén a los apóstoles y a los ancianos para tratar esta cuestión… Pero algunos
de la secta de los Fariseos que habían creído, se levantaron diciendo: ‘Es necesario
circuncidarlos y mandarles que guarden la Ley de Moisés.’
“Entonces los apóstoles y los ancianos se reunieron para considerar este asunto. Después de
mucho debate, Pedro se levantó y les dijo: ‘Hermanos, ustedes saben que en los primeros días
Dios escogió de entre ustedes que por mi boca los Gentiles oyeran la palabra del evangelio y
creyeran. Dios, que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, al igual
que a nosotros; y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus
corazones. Ahora pues, ¿por qué tientan a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un
yugo que ni nuestros padres (antepasados) ni nosotros hemos podido llevar? Creemos más
bien que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos también lo
son.’ ”
(1 Co. 7:18-19): “¿Fue llamado alguno ya circuncidado? Quédese circuncidado. ¿Fue
llamado alguien estando incircuncidado? No se circuncide. La circuncisión nada es, y nada
es la incircuncisión, sino el guardar los mandamientos de Dios.”
(Gá. 5:1-6): “Para libertad fue que Cristo nos hizo libres. Por tanto, permanezcan firmes, y
no se sometan otra vez al yugo de esclavitud. Miren, yo, Pablo, os digo que si se dejan
circuncidar, Cristo de nada les aprovechará. Otra vez testifico a todo hombre que se
circuncida, que está obligado a cumplir toda la Ley. De Cristo se han separado, ustedes que
procuran ser justificados por la Ley; de la gracia han caído. Pues nosotros, por medio del
Espíritu, esperamos por la fe la esperanza de justicia. Porque en Cristo Jesús ni la
circuncisión ni la incircuncisión significan nada, sino la fe que obra por amor.”
(Gá. 6:12-15): “Los que desean agradar en la carne tratan de obligaros a que se circunciden,
simplemente para no ser perseguidos a causa de la cruz de Cristo. Porque ni aun los mismos
que son circuncidados guardan la Ley, pero ellos desean hacerlos circuncidar para gloriarse
en la carne de ustedes. Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro
78 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
Señor Jesucristo, por el cual el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo.
Porque ni la circuncisión es nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.”
Pablo pregunta al judío: “¿Cuándo fue justificado Abraham? —‘¿siendo circunciso o incircunciso?’
Probablemente el judío contestaría: “Siendo circunciso”, pero Pablo le demuestra que esto era una
imposibilidad. Abraham fue justificado al creer en la Palabra de Dios en cuanto a que le daría un hijo
biológico y su subsiguiente descendencia (Gn. 15:5-6, 18):
“El SEÑOR lo llevó fuera, y le dijo: ‘Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible
contarlas.’ Y añadió: ‘Así será tu descendencia.’ Y Abram creyó en el SEÑOR, y Él se lo
reconoció por justicia… En aquel día el SEÑOR hizo un pacto con Abram, diciendo: ‘A tu
descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Río
Eufrates:’”
No mucho tiempo después de su justificación Sara le entregó su esclava, Agar, a Abraham para que
él tuviera un hijo por medio de ella (Gn. 16:2-3):
“Entonces Sarai dijo a Abram: ‘Mira, el SEÑOR me ha impedido tener hijos. Llégate, te
ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos.’ Y Abram escuchó la voz de Sarai.
Después de diez años de habitar Abram en la tierra de Canaán, Sarai, mujer de Abram,
tomó a su sierva Agar la Egipcia, y se la dio a su marido Abram por mujer.”
Añadiendo esos 10 años a los 75 que tenía cuando salió de Harán, Abraham tenía 85 años cuando
tomó a Agar como mujer (Gn. 12:4b
, 5b
):
“Abram tenía setenta y cinco años cuando partió de Harán… y a la tierra de Canaán
llegaron.”
Agar concibió y le dio a Abraham un hijo, a quien él llamó, Ismael (Gn. 16:16):
“Abram tenía ochenta y seis años cuando Agar le dio a luz a Ismael.”
Dios dio la señal de la circuncisión a Abraham cuando tenía 99 años, 14 años después de tomar a
Agar como mujer (Gn. 17:1-10, 24-25):
“Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el SEÑOR se le apareció, y le dijo:
‘Yo soy el Dios Todopoderoso;
anda delante de Mí, y sé perfecto.
Yo estableceré Mi pacto contigo,
y te multiplicaré en gran manera.’
Entonces Abram se postró sobre su rostro y Dios habló con él:
‘En cuanto a Mí, ahora Mi pacto es contigo,
y serás padre de multitud de naciones.
Y no serás llamado más Abram (Padre Enaltecido);
sino que tu nombre será Abraham (Padre de Multitud);
porque Yo te haré padre de multitud de naciones.
Te haré fecundo en gran manera, y de ti haré naciones, y de ti saldrán reyes. Estableceré Mi
pacto contigo y con tu descendencia después de ti, por todas sus generaciones, por pacto
eterno, de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu
descendencia después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como
posesión perpetua; y Yo seré su Dios.’
C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 79
Dijo además Dios a Abraham: ‘Tú, pues, guardarás Mi pacto, tú y tu descendencia después de
ti, por sus generaciones. Este es Mi pacto con ustedes y tu descendencia después de ti y que
ustedes guardarán: Todo varón de entre ustedes será circuncidado’… Abraham tenía noventa
y nueve años cuando fue circuncidado, y su hijo Ismael tenía trece años cuando fue
circuncidado.”
Entonces, hubo por lo menos 14 años entre
su justificación y su circuncisión.
v. 11a
¿La relación de Abraham con su Dios cambió a causa de la circuncisión? No, porque la
circuncisión fue dada como una señal o sello de su justificación que había ocurrido mucho antes y no fue
de manera alguna un acto meritorio. El sello que nosotros tenemos no consiste en una pequeña cirugía,
sino en que el Espíritu de Dios habita en nosotros, como garantía de nuestra salvación (Ef. 1:13-14):
“En Él también ustedes, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de su
salvación, y habiendo creído, fueron sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que
nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión
adquirida de Dios, para alabanza de su gloria.”
(Ro. 8:16): “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios,”
(1 Jn. 4:13, DHH): “La prueba de que nosotros vivimos en Dios y de que él vive en nosotros,
es que nos ha dado su Espíritu.”
v. 11b
Abraham es padre aun de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que a éstos también
les sea imputada la justicia. Con Dios no hay acepción de personas porque Él ha declarado justos a todos
los creyentes sin tomar en cuenta su raza o cultura. Todos igualmente están vestidos con la justicia de
Cristo (Gá. 3:26-29, NVI):
“Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, porque todos los que han
sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni
libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Y si ustedes
pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa.”
v. 12, DHH: “Y Abraham es también el padre de quienes, además de estar circuncidados,
siguen el ejemplo de aquella fe que él ya tenía cuando aún no estaba circuncidado.”
Es el padre espiritual del Israel creyente, de los que son israelitas verdaderos por la fe (Ro. 2:28-29):
“Porque no es Judío el que lo es exteriormente, ni la circuncisión es la externa, en la carne.
Pues es Judío el que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón, por el Espíritu,
no por la letra; la alabanza del cual no procede de los hombres, sino de Dios.”
Antes de ser judío Abraham era un gentil. Creyó antes de ser circuncidado, y su fe le fue contada
por justicia. El judío pensaba que el gentil tenía que entrar por la misma puerta por la cual él había
entrado. Pensaba que para ser justificado el gentil tendría que ser circuncidado. Pablo le explica al judío
que está bastante equivocado, porque en realidad es el judío quien tiene que entrar por la misma puerta por
la cual los gentiles están entrando y no a la inversa. Abraham fue justificado por la fe. Los gentiles
también fueron justificados por la fe y llegaron a ser hijos espirituales de Abraham. Los judíos, quienes
son hijos biológicos de Abraham, pensaban que la circuncisión les podía justificar. ¿El ser circuncidado
puede justificar al judío? De ninguna manera. ¿Qué tiene que hacer para llegar a ser no solamente un hijo
biológico de Abraham, sino también un hijo espiritual? CREER (Ro. 9:6b
-8):
“…no todos los descendientes de Israel son Israel; ni son todos hijos por ser descendientes de
Abraham, sino que POR ISAAC SERÁ LLAMADA TU DESCENDENCIA Gn. 21:12b
. Esto es, no son los hijos
Abraham no fue justificado por haberse circuncidado, sino por
creer en la Palabra de Dios acerca del Salvador —Quien sería de
su descendencia— unos 14 años o más antes de circuncidarse.
80 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como
descendientes.”
Pablo toma al judío por la mano y le guía a dejar las ordenanzas que
no pueden dar vida, y aceptar la fe que Abraham ejercitaba antes de ser
circuncidado. Nosotros tampoco debemos colocar nuestra confianza en
los ritos como el bautismo y la cena del Señor, porque por muy buenos
que éstos sean, no pueden salvar a nadie ni contribuir a su justificación.
3. Justificados por la fe sin la Ley, vv. 13-15
El judío todavía está tratando de justificarse a sí mismo, y está convencido de
que debe tener una ventaja sobre el gentil en cuanto a la justificación, entonces,
pregunta: “¿Cuál es el papel de la Ley en cuanto a la justificación?” Pablo utiliza dos
argumentos para mostrar que la Ley nunca tuvo, ni nunca podrá tener papel alguno en
la justificación de una persona:
a. La promesa de la herencia, v. 13
v. 13 La promesa dada a Abraham en Gn.12:1-3 precedió a la Ley por varios
siglos:
“Y el SEÑOR dijo a Abram:
‘Vete de tu tierra,
de entre tus parientes
y de la casa de tu padre,
a la tierra que Yo te mostraré.
Haré de ti una nación grande,
y te bendeciré,
engrandeceré tu nombre,
y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendigan,
y al que te maldiga, maldeciré.
Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.’
Entonces la promesa no pudo estar basada en la Ley porque ésta todavía no había sido dada (Gá.
3:17, NVI):
“Lo que quiero decir es esto: La ley, que vino cuatrocientos treinta años después, no anula el
pacto que Dios había ratificado previamente; de haber sido así, quedaría sin efecto la
promesa.”
¿Cómo llegaría Abraham a ser el heredero del mundo? A través de la justificación por fe. ¿Por
medio de quién son justificadas las personas que creen? Por medio del Señor Jesús. ¿De cuál “simiente”
procede el Señor Jesús? De Abraham. Hombres, mujeres y niños de todas las naciones han creído en el
Señor Jesús, la simiente de Abraham, y han sido justificados por la fe. Por la fe llegaron a ser hijos
espirituales de Abraham, el padre de la fe. La familia de la fe de Abraham crece todos los días con cada
nuevo creyente que es añadido a ella. Es una familia que abarca a todas las naciones, tribus y lenguas del
mundo. A través de esta familia Abraham ha heredado el mundo. Esta familia de la fe es la que también
heredará el mundo durante el milenio (Dn. 7:14, 27):
“Y Le fue dado dominio,
gloria y reino (soberanía),
Los ritos, no justifican a nadie.
Todas las personas que creen, sean
judías o gentiles son justificadas por
la fe como lo fue Abraham.
C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 81
para que todos los pueblos, naciones y lenguas
le sirvieran.
Su dominio es un dominio eterno
que nunca pasará,
y Su reino uno
que no será destruido.
Y la soberanía, el dominio y la grandeza de todos los
reinos debajo de todo el cielo serán entregados al
pueblo de los santos del Altísimo. Su reino será un
reino eterno, y todos los dominios le servirán y le
obedecerán.”
b. La naturaleza de la Ley, vv. 14-15
i. La dependencia en la Ley está en contra de la fe, v. 14
v. 14 Habiendo establecido que Abraham y toda su familia, sean judíos o gentiles, heredarán el
mundo por la fe, ahora Pablo prueba que la Ley no puede tener parte en esta herencia. Pablo dice que si
los herederos de la promesa la heredaran por medio de la Ley, entonces la fe es vana. ¿Por qué? Porque
todo lo relacionado con la Ley depende de la obediencia: “Haga esto”; “no haga aquello”; “si lo hace…”;
etc. Cuando alguien dice que la obediencia a la Ley es necesaria para la salvación, está introduciendo
obras, y las obras están en contra de la fe. En vez de aceptar la salvación y reposar en la obra consumada
de Cristo, están tratando de justificarse a sí mismos e insistiendo en que Dios acepte su criterio de justicia.
Cuando Dios manda a todos a poner sus ojos en Su Cordero para la salvación, es una presunción ominosa
pedir a Dios que mire tus buenas obras, tu propia
justicia. Si la promesa que Dios hizo, hubiera sido
dada por medio de la Ley, habría sido como destruir
con la mano izquierda lo que hace la derecha, porque
nadie puede guardar la Ley perfectamente.
ii. “La Ley produce ira”, v. 15
v. 15 La Ley sirve para mostrar nuestro pecado y nuestras debilidades. El enfoque de la Ley está en
el pecado; revelando su gravedad a la luz de la justicia divina (Ro. 3:19-20, NVI):
“Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a quienes están sujetos a ella, para
que todo el mundo se calle la boca y quede convicto delante de Dios. Por tanto, nadie será
justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la
ley cobramos conciencia del pecado.”
(Ro. 5:20): “La Ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero donde el pecado
abundó, sobreabundó la gracia,”
La Ley produce ira porque nadie puede guardarla sin quebrantarla, y la ira de Dios caerá sobre todos
los que la quebranten. La justicia tiene que venir por otro lado, donde no hay una ley que condene al
pecador. Obviamente, si no hay ley tampoco puede haber una transgresión, porque nadie puede romper
una ley que no existe (He. 7:18-19):
“Porque ciertamente, queda anulado el mandamiento anterior por
ser débil e inútil (pues la Ley nada hizo perfecto), y se introduce una
mejor esperanza, mediante la cual nos acercamos a Dios.”
Abraham recibió la promesa de ser heredero del
mundo siglos antes de la Ley. Él heredaría el
mundo a través de la familia universal de
creyentes, todos justificados por la fe.
El que depende de la Ley para su salvación está
rechazando la obra de Cristo; y demandando que Dios
tome en cuenta su propia justicia, la cual sería
imperfecta, porque nadie puede guardar la Ley sin fallar.
La persona que no guarda la
Ley sin fallar es condenada, y la
ira de Dios vendrá sobre ella.
82 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
4. Justificados por la fe más nada, vv. 16-25
v. 16 ¿Cuál es esta “mejor esperanza, mediante la cual nos acercamos a
Dios” (He. 7:19)? LA FE. La promesa de vida eterna “es por fe, para que esté
de acuerdo con la gracia”. La salvación y todas sus bendiciones no le cuestan
nada al pecador. Tampoco hay cosa alguna que el pecador pueda hacer para
conseguir la salvación. La Ley no puede salvar ni justificar al hombre, porque
depende del hombre, y el hombre siempre falla y quebranta la Ley. Por otra
parte, Dios nunca falla y lo que Él da es seguro. Es doblemente seguro porque
no depende de nuestra fidelidad, sino de la fidelidad de Dios. Dios salva y
justifica a personas que merecen el infierno.
Cuando son introducidas las obras del hombre —porque el hombre siempre dice: “Tengo que hacer
mi parte”— también se introduce la inseguridad, porque ningún hombre “tratando de hacer su parte”,
puede estar seguro si ha hecho lo necesario para su “parte” o no. En realidad el hombre nunca puede
hacer lo necesario porque la salvación no depende de él, sino de Dios. La fe no viene mezclada con las
promesas vanas e ilusorias de los hombres, los cuales imaginan contribuir en algo a su salvación. La
verdadera fe confía sólo en lo que Dios ha hecho.
La salvación es segura y firme porque su autor es Dios, el cual da la salvación y justifica por gracia
absoluta (Ro. 8:38-39):
“Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo
presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada
nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
No es firme y segura solamente para los judíos, es igualmente firme
y segura para los creyentes gentiles, los cuales también son descendientes
de Abraham por la fe. ¿Por qué Dios nos sigue amando? ¿Por nuestras
obras? ¿Por nuestra obediencia a la Ley? ¿Por nuestra fe? ¡No, sólo por
Su gracia! Yo no me encuentro seguro por haber agarrado a Dios, sino
porque Él me agarró a mí, y nunca me soltará.
a. El ejemplo de la fe de Abraham, vv. 17-22
v. 17 Abraham creyó en un “Dios que da vida a los muertos”
(NBLH), “y que habla de los acontecimientos futuros con tanta
certeza como si hubieran ocurrido ya” (BD). Dios no le dijo: “Te
haré padre de muchas gentes”, sino: “TE HE HECHO PADRE DE
MUCHAS NACIONES” Gn. 17:5b
. Dios miró a Abraham, pero no lo vio
como era, sino como el padre de una progenie innumerable, más en
número que las estrellas en el cielo. “Dios, que da vida a los
muertos y llama a las cosas que no son, como si fueran.” Dios lo
miró en gracia. ¿Cómo pudo Dios decir a un anciano de 100 años,
con una esposa de 90, que iba a tener un hijo? Imposible, pero para Dios no lo es. Dios tampoco nos ve
como somos. Nos ve por Su gracia como justos. El pudo resucitar nuestros cadáveres de la tumba del
pecado y los hace glorificarle habiéndonos justificado y puesto en el mismo nivel de justicia de Su Hijo.
¡Esta es GRACIA INFINITA! Nuestro Padre quien puede ver de un solo vistazo desde el principio
hasta el fin, pudo nombrar esas estrellas, que Abraham contemplaba, con el nombre tuyo y el mío (Hch.
15:17-18):
“ ‘PARA QUE EL RESTO DE LOS HOMBRES BUSQUE AL SEÑOR Am. 9:12b
,
Y TODOS LOS GENTILES QUE SON LLAMADOS POR MI NOMBRE Dt.28:10
,’
La verdadera fe confía solamente
en lo que Dios ha hecho. Mi
salvación es segura y firme
porque Él es el Autor de ella.
C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 83
DICE EL SEÑOR, QUE HACE SABER TODO ESTO DESDE TIEMPOS ANTIGUOS Is. 45:21b
.”
v. 18 “Cuando ya no había esperanza, Abraham creyó y tuvo esperanza” (DHH). ¿Había una
razón lógica por la cual Abraham pudiera guardar la esperanza de tener un hijo por medio de Sara?
Ninguna. Pero Abraham creyó lo que Dios le dijo, Dios hizo lo imposible y Abraham llegó a ser el padre
de muchas naciones. Puede ser que nos parezca una imposibilidad que Dios salve a personas tan corruptas
como nosotros y nos considere tan justos como lo es Jesús, pero es la verdad, y Dios, quien no miente, lo
ha dicho (1 Ts. 5:23-24):
“Y que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu, alma y
cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el
que los llama, el cual también lo hará.”
v. 19 “No se debilitó en la fe al considerar su cuerpo” (RV60). Abraham creyó en Dios cuando
todas las circunstancias gritaban: ¡IMPOSIBLE! Si Dios pudo usar a un hombre de 100 años y a su
esposa de 90 para ser progenitores de un pueblo más numeroso que las estrellas del cielo, entonces,
también me puede usar a mí de una manera grande a pesar de ser débil e insignificante.
v. 20 “No titubeó con incredulidad”. En el griego “titubeó” es “diakrino”,
que quiere decir, “juzgar entre dos” o, “vacilar entre dos opiniones o decisiones”.
Abraham no vacilaba por causa de incredulidad, “sino que se fortaleció en su fe y
dio gloria a Dios” (NVI). Abraham dio gracias a Dios por lo que Él le había
prometido, como si ya estuviera en su mano. La incredulidad ve algo en la mano de
Dios y dice: “Yo lo quiero”, mientras que la fe lo ve y dice: “Lo tendré”, y luego lo
consigue (Stg.1:6-8, BD):
“Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar,
agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que
va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que
hace.”
v. 21 “Plenamente convencido” Abraham creyó que Dios era poderoso para
hacer todo lo que Él le había prometido. ¿Qué tipo de Dios tienes tú? ¿Es pequeño,
de poco poder, o es grande en poder sin límite como el Dios de Abraham? Dios ha
prometido salvarnos; ya nos ha declarado justos y nos trata como tales. ¿Será que no
tiene el poder para mantenernos salvos por toda la eternidad? (He. 7:25, RV95):
“Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos.”
(Jud. 24, NVI): “¡Al único Dios, nuestro Salvador, que puede guardarlos para que no caigan,
y establecerlos sin tacha y con gran alegría ante su gloriosa presencia,”
v. 22 “Su fe le fue contada por justicia” Véase también vv. 3 y 9. La fe de Abraham no fue un
hecho meritorio, sino una actitud: creyó lo que Dios dijo. Dios tuvo por justo a Abraham no porque fuera
justo o santo, sino porque Él había determinado salvar y justificar a todo aquel que creyera el mensaje
acerca de Su Hijo y Su obra redentora. Abraham no merecía su justificación, porque fue algo que Dios
hizo en pura gracia. Dios le pudo aceptar como justo con base en el sacrificio de Cristo, el Cordero
prometido, en lo cual Abraham creyó de antemano (Gn. 22:7-8, NVI):
“Isaac le dijo a Abraham: ‘¡Padre!’
‘Dime, hijo mío.’
‘Aquí tenemos el fuego y la leña’ —continuó Isaac—; ‘pero, ¿dónde está el cordero para el
holocausto?’
84 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
‘El cordero, hijo mío, lo proveerá
Dios’ —le respondió Abraham. Y
siguieron caminando juntos.”
b. La aplicación del ejemplo de la fe de Abraham, vv. 23-25
vv. 23-24 ¿Qué consiguió Abraham por sus obras? Nada. ¿Cómo fue justificado? Por la fe.
¿Cómo consiguió su heredad? Por la fe. ¿Cómo obtuvo su posteridad? Por la fe. Abraham no recibió
nada por medio de las obras, la circuncisión o la Ley. Sin embargo, los judíos miraron atrás a Abraham y
dijeron: “Andamos en sus pisadas”, mientras que trataban de guardar la Ley. La salvación no viene por la
Ley.
Durante toda la historia de la humanidad Dios ha salvado a los hombres de la misma manera —POR
LA FE. Los creyentes del A.T. miraron hacia adelante, al Cordero prometido, mientras que nosotros
miramos hacia atrás al Cordero de Dios que vino para quitar el pecado del mundo por medio del sacrificio
de Sí mismo. Ellos creyeron el mensaje de Dios acerca del Salvador
que vendría y nosotros hemos creído en el Salvador que vino. Ellos
fueron salvos por la fe, y nosotros también hemos sido salvos por la
fe. Ellos fueron justificados por la fe, y nosotros también hemos sido
justificados por la fe. No hay diferencia alguna.
v. 25 La justificación no es para todas las personas en el mundo. Dios únicamente justifica a
aquellos que creen que Cristo resucitó. Su resurrección fue el sello que Dios puso a Su obra consumada
en la cruz. Si Jesús no hubiera resucitado, Su muerte no nos hubiera servido para nada (1 Co. 15:13-20):
“Y si no hay resurrección de muertos, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; y si Cristo no
ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también la fe de ustedes. Aún
más, somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos testificado contra Dios que Él
resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los
muertos no resucitan, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado,
la fe de ustedes es falsa; todavía están en sus pecados. Entonces también los que han dormido
(han muerto) en Cristo están perdidos. Si hemos esperado en Cristo para esta vida
La fe que Abraham tenía en Dios, a pesar de la imposibilidad de que él
y Sara tuvieran un hijo biológico, nos sirve de ejemplo para que creamos
que Él ha hecho lo imposible al justificar a pecadores como nosotros.
La salvación y la justificación siempre
han sido por medio de la fe: —en el
A.T., en el Salvador que vendría, y en
el N.T., en el Salvador que vino ya.
C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 85
solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima. Mas ahora Cristo ha
resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron (murieron).”
Sin la resurrección Dios no nos hubiera podido justificar. Por Su muerte
Cristo pagó nuestra deuda. Por Su resurrección efectúo la absolución de toda pena
que había contra nosotros. Estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero,
ahora, por la fe en Cristo hemos sido resucitados espiritualmente y compartimos la
misma vida de resurrección que tiene Jesús. ¡Posicionalmente estamos en Cristo
resucitado!
davidchrisbrown@gmail.com
De no haber
resucitado Jesús, no
hubiéramos sido
salvos ni justificados.
86 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA

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  • 1. C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 73 B. ABRAHAM Y DAVID FUERON JUSTIFICADOS POR LA FE MÁS NADA, c. 4 Pablo sigue reconociendo la dificultad que los judíos tendrían para aceptar la enseñanza sobre la justificación y se dirige a ellos en este capítulo. Abraham y David fueron considerados como los hombres más grandes en la historia de la nación. Pablo los toma como ejemplo para ilustrar que Dios siempre ha justificado y siempre justificará a los hombres de la misma manera —por la fe. Por medio de Abraham nació la nación de Israel (Gn. 15:3-6, 18): “Dijo además Abram: ‘No me has dado descendencia, y uno nacido en mi casa es mi heredero.’ Pero la palabra del SEÑOR vino a él, diciendo: ‘Tu heredero no será éste, sino uno que saldrá de tus entrañas, él será tu heredero.’ El SEÑOR lo llevó fuera, y le dijo: ‘Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas.’ Y añadió: ‘Así será tu descendencia.’ Y Abram creyó en el SEÑOR, y Él se lo reconoció por justicia… En aquel día el SEÑOR hizo un pacto con Abram, diciendo: ‘A tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates:’ ” Por medio de David, el Mesías (2 S. 7:12-16): “Cuando tus días se cumplan y reposes con tus padres, levantaré a tu descendiente después de ti, el cual saldrá de tus entrañas, y estableceré su reino. Él edificará casa a Mi nombre, y Yo estableceré el trono de su reino para siempre. Yo seré padre para él y él será hijo para Mí. Cuando cometa iniquidad, lo castigaré con vara de hombres y con azotes de hijos de hombres, pero Mi misericordia no se apartará de él, como la aparté de Saúl a quien quité de delante de ti. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre delante de Mí; tu trono será establecido para siempre.” Es difícil entender que los más grandes santos se encuentran exactamente en la misma posición que el santo más débil delante de Dios. ¡Cuánto más difícil fue para el judío comprender que Abraham y un pecador común, tenían que ser justificados de la misma manera! 1. Justificados por la fe sin obras, vv. 1-8 a. Abraham no fue justificado por sus obras, vv. 1-5 vv. 1-2, NVI: “Entonces, [en consideración de la enseñanza sobre la justificación en el c. 3], ¿qué diremos que descubrió nuestro antepasado Abraham respecto a este asunto? Si, en efecto, Abraham fue justificado por las obras, tenía de qué jactarse; pero no delante de Dios”. Los rabinos enseñaban que Abraham tenía un exceso de méritos que había acumulado por sus muchas buenas obras. Este mérito excedente estaba a la disposición de su descendencia. Pablo usó esta idea para abrir su argumento acerca de la justificación por la fe sin obras. ¿Abraham había hecho muchas buenas obras? Indudablemente. ¿Abraham podía jactarse de las buenas obras que había hecho? Delante de los hombres, sí, pero nunca delante de Dios. ¿Por qué no podía jactarse Abraham delante de Dios? Porque Abraham, a pesar de sus muchas buenas obras, era un pecador. Las cosas que los hombres consideran como actos de justicia —aun ésos que son hechos por los grandes héroes espirituales— son una abominación cuando son comparadas con la justicia divina (Is. 64:6, DHH): “ Todos nosotros somos como un hombre impuro; todas nuestras buenas obras son como un trapo sucio; No importa lo que fueron, lo que son o van a ser, todos los que creen son justificados por igual.
  • 2. 74 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA todos hemos caído como hojas marchitas, y nuestros crímenes nos arrastran como el viento.” v. 3 Pablo, no queriendo apoyarse en argumentos humanos, guía a sus lectores a la última autoridad, la Palabra de Dios: “¿Qué dice la Escritura?” Dios llamó a Abraham y le mandó salir de su tierra natal a una tierra que le iba a dar. Aunque Abraham era un pecador creyó lo que Dios le había dicho. Creyó las buenas nuevas acerca del descendiente suyo que sería el Salvador para todas las naciones. Puso su fe y confianza en la Palabra de Dios. Sabía que Dios no miente. ¿Cómo trató Dios a Abraham desde el momento que creyó en Su promesa acerca del Salvador? A pesar de ser pecador, le trató como si fuera perfectamente justo. Dios aceptó a Abraham como justo, no por sus buenas obras, sino por creer en la Palabra de Dios. Su fe no fue un hecho meritorio, sino una actitud. Abraham no ganó su justificación por lo que hacía. No la merecía. Fue un regalo de Dios. v. 4, NVI: “Ahora bien, cuando alguien trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un favor sino como una deuda.” Cuando tú haces algún trabajo, ¿cómo consideras tu sueldo? ¿Lo ves como un favor que el patrón te hace? De ninguna manera. El patrón te debe el sueldo como el justo pago por tu trabajo. No es un regalo, es una obligación que él tiene contigo. En todo el mundo las personas creen que Dios les aceptará por lo que hacen. Esto no podría estar más lejos de la verdad. La salvación y la justificación son regalos. No pueden ser ganadas ni compradas (Ef. 2:8-9): “Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (2 Ti. 1:9): “Él nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según Su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad,” (Tit. 3:5): “Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo,” Los que insistan en hacerse aceptos con Dios por medio de sus propios esfuerzos y buenas obras serán juzgados según esas obras (Ap. 20:12): “También vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y los libros (rollos) fueron abiertos. Otro libro fue abierto, que es el Libro de la Vida, y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros, según sus obras.” Recibirán el pago que merecen: la muerte (Ro. 6:23): “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” v. 5, DHH: “En cambio, si alguno cree en Dios, que hace justo al pecador, Dios le tiene en cuenta su fe para reconocerlo como justo, aunque no haya hecho nada que merezca su favor.” Abraham hizo muchas buenas obras, las cuales no lo justificaron, porque continuaba siendo un pecador; pero Dios lo declaró justo por creer lo que Él le dijo acerca del Salvador que vendría. Los que rehúsan aceptar el regalo de Dios y tratan de agradarle y justificarse por sus buenas obras, serán juzgados y condenados según esas obras.
  • 3. C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 75 Por un lado tenemos a los que se afanan por establecer su propia justicia, y por el otro, a los que reconocen su propia debilidad, y saben que nunca pueden llegar a ser aceptos por Dios por medio de lo que hacen, pero han creído en la Palabra de Dios y confían en que Él les justificará por la fe en Cristo y Su obra. Los judíos se creían “piadosos”, y por lo tanto, agradables a Dios. Hoy en día hay muchas personas que piensan lo mismo. Creen que Dios se agrada con su religiosidad y sus obras de caridad, pero cuando alguien les dice que son pecadores, y que sólo por la sangre de Cristo pueden ser salvos, se sienten ofendidos, dando así a conocer que no son nada más que unos inconversos religiosos. Éstos serán juzgados conforme a sus buenas obras y serán condenados. “Aquel que justifica al impío.” El impío está “sin reverencia hacia Dios, actuando en rebelión contra las demandas de Dios” (Vine). Él no hace obra buena alguna; no tiene nada para mostrar a los demás ni en qué jactarse; espiritualmente es un fracaso. Pero cuando éste abandona toda su esperanza en lo que él puede hacer, y “cree en Aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia”. ¿A quién justifica Dios? ¿A los piadosos? ¿Sobre qué base? ¿En base a su piedad? Esto dejaría sin efecto la sangre de Cristo, la única base por la cual Dios puede justificar al hombre. Tampoco podemos decir que Dios generalmente justifica a los piadosos, pero sólo de vez en cuando a un impío, porque Él no hace esta clase de distinción. Para Dios no hay distinción entre un malvado y un caballero, ni entre una señora de virtud y una prostituta. Antes de ser salvos todos éramos pecadores, todos totalmente depravados, todos desprovistos de mérito personal alguno. Todos éramos impíos, necesitados de la salvación y la justificación que Dios regala a los que creen. b. David tampoco fue justificado por sus obras, vv. 6-8 v. 6 Aunque David fue muy estimado por los judíos, todos sabían que no era perfecto. El relato de su adulterio con Betsabé y el consecuente asesinato de su esposo, Urías, está bien documentado en la Biblia. Estos pecados fueron como una mancha negra en la vida del hombre del cual Dios dijo (Hch. 13:22b ): “HE HALLADO A DAVID, hijo de Isaí, UN HOMBRE CONFORME A MI CORAZÓN, 1 S. 13:14 que hará toda Mi voluntad.” Después de que el profeta Natán llegó ante David para reprenderle por su pecado, David escribió el Salmo 51, expresando su arrepentimiento y pidiendo el perdón de Dios. Ya habiendo experimentado el maravilloso e inmerecido perdón de Dios, escribió el Salmo 32, animando a otros a buscar al Señor quien trata al pecador con misericordia y gracia. Pablo cita de los primeros dos versículos de este salmo tres aspectos de la bienaventuranza de los perdonados y justificados: i. “CUYAS INIQUIDADES HAN SIDO PERDONADAS”, v. 7ª v. 7ª El perdón divino es mucho más que la mera remisión del castigo. El perdón de Dios está bien ilustrado en la parábola del hijo pródigo. Cuando el hijo reconoció su pecado y volvió a su padre y le pidió perdón, ¿qué hizo su padre? Le abrazó, le besó, mandó a sus siervos traer la mejor ropa y vestirle. Fue recibido con mucho amor en el seno de su padre y del hogar. Su padre rehusó tratarle como un siervo y le restauró a su posición de hijo a pesar de que no la merecía (Lc. 15:20-24): ‘Levantándose, fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó. Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo Las únicas personas que Dios justifica son a los impíos que reconocen que están desprovistos de mérito personal alguno delante de Él.
  • 4. 76 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA a sus siervos: “Pronto; traigan la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y sandalias en los pies. Traigan el becerro engordado, mátenlo, y comamos y regocijémonos; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron a regocijarse.’ David se regocijaba porque había sido recibido de nuevo al seno del Padre y tenía otra vez una dulce comunión con Él (Sal. 32:1-5): “¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto! ¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el SEÑOR no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño! Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día. Porque día y noche Tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano. (Selah) Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad. Dije: ‘Confesaré mis transgresiones al SEÑOR’; y Tú perdonaste la culpa de mi pecado. (Selah)” De igual manera, si nosotros pecamos tampoco podremos tener paz hasta que hayamos sido restaurados por medio de la confesión de nuestro pecado (1 Jn. 1:9): “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad (iniquidad).” ii. “CUYOS PECADOS HAN SIDO CUBIERTOS”, v. 7b v. 7b Antes de Cristo los pecados fueron solamente “cubiertos” (expiados), como una medida temporal hasta que Cristo se presentara “una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (He. 9:26, RV60). Entonces, si David podía regocijarse al saber que sus pecados habían sido “cubiertos” de la vista de Dios por su misericordia (aunque no eran removidos), ¡cuánto más deberíamos regocijarnos al saber que Cristo vino para “quitar” nuestros pecados para siempre y tratarnos como si nunca hubiéramos pecado! iii. “CUYO PECADO EL SEÑOR NO TOMARÁ EN CUENTA”, v. 8 v. 8 David tenía que soportar las consecuencias de su pecado, pero no le fue tomado en cuenta. Dios lo borró de su cuenta. ¿Cómo puede Dios borrar de la cuenta de alguien pecados tan graves como los que cometió David? Dios pudo borrar estos pecados de la cuenta de David y justificarlo porque él había creído en la Palabra de Dios, y en que Dios proveería a través de un descendiente suyo, un Salvador, quien quitaría sus pecados. Esto lo hizo el Señor Jesús con Su sacrificio de propiciación como lo vimos en 3:25. Cuando reconocemos que hemos pecado y lo confesamos a Dios, Él nos perdona de tal manera que no sólo quita el pecado, sino que también nos restaura a la plena comunión con Él. El Señor no cubrió nuestros pecados —los quitó para siempre. Dios pudo borrar de la cuenta de David sus pecados tan terribles porque él creía en la promesa del Salvador.
  • 5. C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 77 2. Justificados por la fe sin ritos, vv. 9-12 v. 9 David había hablado de la bienaventuranza del hombre perdonado y justificado. Pablo sabía que el judío no tendría objeción alguna a esto mientras que el bienaventurado fuera un judío. Entonces, le hace otra pregunta: “¿Es, pues, esta bendición sólo para los circuncisos, o también para los incircuncisos?” Aunque en muchas partes las palabras “circuncisión” e “incircuncisión” son sinónimos de “judío” y “gentil” respectivamente, en este caso Pablo se está refiriendo al hecho de que el judío es circuncidado y el gentil no lo es. Abraham, quien fue justificado por la fe, recibió la señal de la circuncisión, y David y los demás judíos, descendientes de Abraham, también fueron circuncidados como lo fue él. “Seguramente la circuncisión tuvo algo que ver con su justificación y con la justificación de nosotros”, pensaba el judío. v. 10 La creencia de que la circuncisión era necesaria para la salvación era muy común entre las iglesias primitivas (Hch. 15:1-2, 5-11): “Algunos que llegaron de Judea enseñaban a los hermanos: ‘Si no se circuncidan conforme al rito de Moisés, no pueden ser salvos.’ Como Pablo y Bernabé tuvieran gran disensión y debate con ellos, los hermanos determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y a los ancianos para tratar esta cuestión… Pero algunos de la secta de los Fariseos que habían creído, se levantaron diciendo: ‘Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la Ley de Moisés.’ “Entonces los apóstoles y los ancianos se reunieron para considerar este asunto. Después de mucho debate, Pedro se levantó y les dijo: ‘Hermanos, ustedes saben que en los primeros días Dios escogió de entre ustedes que por mi boca los Gentiles oyeran la palabra del evangelio y creyeran. Dios, que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, al igual que a nosotros; y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora pues, ¿por qué tientan a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres (antepasados) ni nosotros hemos podido llevar? Creemos más bien que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos también lo son.’ ” (1 Co. 7:18-19): “¿Fue llamado alguno ya circuncidado? Quédese circuncidado. ¿Fue llamado alguien estando incircuncidado? No se circuncide. La circuncisión nada es, y nada es la incircuncisión, sino el guardar los mandamientos de Dios.” (Gá. 5:1-6): “Para libertad fue que Cristo nos hizo libres. Por tanto, permanezcan firmes, y no se sometan otra vez al yugo de esclavitud. Miren, yo, Pablo, os digo que si se dejan circuncidar, Cristo de nada les aprovechará. Otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la Ley. De Cristo se han separado, ustedes que procuran ser justificados por la Ley; de la gracia han caído. Pues nosotros, por medio del Espíritu, esperamos por la fe la esperanza de justicia. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión significan nada, sino la fe que obra por amor.” (Gá. 6:12-15): “Los que desean agradar en la carne tratan de obligaros a que se circunciden, simplemente para no ser perseguidos a causa de la cruz de Cristo. Porque ni aun los mismos que son circuncidados guardan la Ley, pero ellos desean hacerlos circuncidar para gloriarse en la carne de ustedes. Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro
  • 6. 78 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA Señor Jesucristo, por el cual el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo. Porque ni la circuncisión es nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.” Pablo pregunta al judío: “¿Cuándo fue justificado Abraham? —‘¿siendo circunciso o incircunciso?’ Probablemente el judío contestaría: “Siendo circunciso”, pero Pablo le demuestra que esto era una imposibilidad. Abraham fue justificado al creer en la Palabra de Dios en cuanto a que le daría un hijo biológico y su subsiguiente descendencia (Gn. 15:5-6, 18): “El SEÑOR lo llevó fuera, y le dijo: ‘Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas.’ Y añadió: ‘Así será tu descendencia.’ Y Abram creyó en el SEÑOR, y Él se lo reconoció por justicia… En aquel día el SEÑOR hizo un pacto con Abram, diciendo: ‘A tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Río Eufrates:’” No mucho tiempo después de su justificación Sara le entregó su esclava, Agar, a Abraham para que él tuviera un hijo por medio de ella (Gn. 16:2-3): “Entonces Sarai dijo a Abram: ‘Mira, el SEÑOR me ha impedido tener hijos. Llégate, te ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos.’ Y Abram escuchó la voz de Sarai. Después de diez años de habitar Abram en la tierra de Canaán, Sarai, mujer de Abram, tomó a su sierva Agar la Egipcia, y se la dio a su marido Abram por mujer.” Añadiendo esos 10 años a los 75 que tenía cuando salió de Harán, Abraham tenía 85 años cuando tomó a Agar como mujer (Gn. 12:4b , 5b ): “Abram tenía setenta y cinco años cuando partió de Harán… y a la tierra de Canaán llegaron.” Agar concibió y le dio a Abraham un hijo, a quien él llamó, Ismael (Gn. 16:16): “Abram tenía ochenta y seis años cuando Agar le dio a luz a Ismael.” Dios dio la señal de la circuncisión a Abraham cuando tenía 99 años, 14 años después de tomar a Agar como mujer (Gn. 17:1-10, 24-25): “Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el SEÑOR se le apareció, y le dijo: ‘Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de Mí, y sé perfecto. Yo estableceré Mi pacto contigo, y te multiplicaré en gran manera.’ Entonces Abram se postró sobre su rostro y Dios habló con él: ‘En cuanto a Mí, ahora Mi pacto es contigo, y serás padre de multitud de naciones. Y no serás llamado más Abram (Padre Enaltecido); sino que tu nombre será Abraham (Padre de Multitud); porque Yo te haré padre de multitud de naciones. Te haré fecundo en gran manera, y de ti haré naciones, y de ti saldrán reyes. Estableceré Mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti, por todas sus generaciones, por pacto eterno, de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como posesión perpetua; y Yo seré su Dios.’
  • 7. C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 79 Dijo además Dios a Abraham: ‘Tú, pues, guardarás Mi pacto, tú y tu descendencia después de ti, por sus generaciones. Este es Mi pacto con ustedes y tu descendencia después de ti y que ustedes guardarán: Todo varón de entre ustedes será circuncidado’… Abraham tenía noventa y nueve años cuando fue circuncidado, y su hijo Ismael tenía trece años cuando fue circuncidado.” Entonces, hubo por lo menos 14 años entre su justificación y su circuncisión. v. 11a ¿La relación de Abraham con su Dios cambió a causa de la circuncisión? No, porque la circuncisión fue dada como una señal o sello de su justificación que había ocurrido mucho antes y no fue de manera alguna un acto meritorio. El sello que nosotros tenemos no consiste en una pequeña cirugía, sino en que el Espíritu de Dios habita en nosotros, como garantía de nuestra salvación (Ef. 1:13-14): “En Él también ustedes, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de su salvación, y habiendo creído, fueron sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria.” (Ro. 8:16): “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios,” (1 Jn. 4:13, DHH): “La prueba de que nosotros vivimos en Dios y de que él vive en nosotros, es que nos ha dado su Espíritu.” v. 11b Abraham es padre aun de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que a éstos también les sea imputada la justicia. Con Dios no hay acepción de personas porque Él ha declarado justos a todos los creyentes sin tomar en cuenta su raza o cultura. Todos igualmente están vestidos con la justicia de Cristo (Gá. 3:26-29, NVI): “Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Y si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa.” v. 12, DHH: “Y Abraham es también el padre de quienes, además de estar circuncidados, siguen el ejemplo de aquella fe que él ya tenía cuando aún no estaba circuncidado.” Es el padre espiritual del Israel creyente, de los que son israelitas verdaderos por la fe (Ro. 2:28-29): “Porque no es Judío el que lo es exteriormente, ni la circuncisión es la externa, en la carne. Pues es Judío el que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón, por el Espíritu, no por la letra; la alabanza del cual no procede de los hombres, sino de Dios.” Antes de ser judío Abraham era un gentil. Creyó antes de ser circuncidado, y su fe le fue contada por justicia. El judío pensaba que el gentil tenía que entrar por la misma puerta por la cual él había entrado. Pensaba que para ser justificado el gentil tendría que ser circuncidado. Pablo le explica al judío que está bastante equivocado, porque en realidad es el judío quien tiene que entrar por la misma puerta por la cual los gentiles están entrando y no a la inversa. Abraham fue justificado por la fe. Los gentiles también fueron justificados por la fe y llegaron a ser hijos espirituales de Abraham. Los judíos, quienes son hijos biológicos de Abraham, pensaban que la circuncisión les podía justificar. ¿El ser circuncidado puede justificar al judío? De ninguna manera. ¿Qué tiene que hacer para llegar a ser no solamente un hijo biológico de Abraham, sino también un hijo espiritual? CREER (Ro. 9:6b -8): “…no todos los descendientes de Israel son Israel; ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que POR ISAAC SERÁ LLAMADA TU DESCENDENCIA Gn. 21:12b . Esto es, no son los hijos Abraham no fue justificado por haberse circuncidado, sino por creer en la Palabra de Dios acerca del Salvador —Quien sería de su descendencia— unos 14 años o más antes de circuncidarse.
  • 8. 80 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes.” Pablo toma al judío por la mano y le guía a dejar las ordenanzas que no pueden dar vida, y aceptar la fe que Abraham ejercitaba antes de ser circuncidado. Nosotros tampoco debemos colocar nuestra confianza en los ritos como el bautismo y la cena del Señor, porque por muy buenos que éstos sean, no pueden salvar a nadie ni contribuir a su justificación. 3. Justificados por la fe sin la Ley, vv. 13-15 El judío todavía está tratando de justificarse a sí mismo, y está convencido de que debe tener una ventaja sobre el gentil en cuanto a la justificación, entonces, pregunta: “¿Cuál es el papel de la Ley en cuanto a la justificación?” Pablo utiliza dos argumentos para mostrar que la Ley nunca tuvo, ni nunca podrá tener papel alguno en la justificación de una persona: a. La promesa de la herencia, v. 13 v. 13 La promesa dada a Abraham en Gn.12:1-3 precedió a la Ley por varios siglos: “Y el SEÑOR dijo a Abram: ‘Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.’ Entonces la promesa no pudo estar basada en la Ley porque ésta todavía no había sido dada (Gá. 3:17, NVI): “Lo que quiero decir es esto: La ley, que vino cuatrocientos treinta años después, no anula el pacto que Dios había ratificado previamente; de haber sido así, quedaría sin efecto la promesa.” ¿Cómo llegaría Abraham a ser el heredero del mundo? A través de la justificación por fe. ¿Por medio de quién son justificadas las personas que creen? Por medio del Señor Jesús. ¿De cuál “simiente” procede el Señor Jesús? De Abraham. Hombres, mujeres y niños de todas las naciones han creído en el Señor Jesús, la simiente de Abraham, y han sido justificados por la fe. Por la fe llegaron a ser hijos espirituales de Abraham, el padre de la fe. La familia de la fe de Abraham crece todos los días con cada nuevo creyente que es añadido a ella. Es una familia que abarca a todas las naciones, tribus y lenguas del mundo. A través de esta familia Abraham ha heredado el mundo. Esta familia de la fe es la que también heredará el mundo durante el milenio (Dn. 7:14, 27): “Y Le fue dado dominio, gloria y reino (soberanía), Los ritos, no justifican a nadie. Todas las personas que creen, sean judías o gentiles son justificadas por la fe como lo fue Abraham.
  • 9. C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 81 para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su dominio es un dominio eterno que nunca pasará, y Su reino uno que no será destruido. Y la soberanía, el dominio y la grandeza de todos los reinos debajo de todo el cielo serán entregados al pueblo de los santos del Altísimo. Su reino será un reino eterno, y todos los dominios le servirán y le obedecerán.” b. La naturaleza de la Ley, vv. 14-15 i. La dependencia en la Ley está en contra de la fe, v. 14 v. 14 Habiendo establecido que Abraham y toda su familia, sean judíos o gentiles, heredarán el mundo por la fe, ahora Pablo prueba que la Ley no puede tener parte en esta herencia. Pablo dice que si los herederos de la promesa la heredaran por medio de la Ley, entonces la fe es vana. ¿Por qué? Porque todo lo relacionado con la Ley depende de la obediencia: “Haga esto”; “no haga aquello”; “si lo hace…”; etc. Cuando alguien dice que la obediencia a la Ley es necesaria para la salvación, está introduciendo obras, y las obras están en contra de la fe. En vez de aceptar la salvación y reposar en la obra consumada de Cristo, están tratando de justificarse a sí mismos e insistiendo en que Dios acepte su criterio de justicia. Cuando Dios manda a todos a poner sus ojos en Su Cordero para la salvación, es una presunción ominosa pedir a Dios que mire tus buenas obras, tu propia justicia. Si la promesa que Dios hizo, hubiera sido dada por medio de la Ley, habría sido como destruir con la mano izquierda lo que hace la derecha, porque nadie puede guardar la Ley perfectamente. ii. “La Ley produce ira”, v. 15 v. 15 La Ley sirve para mostrar nuestro pecado y nuestras debilidades. El enfoque de la Ley está en el pecado; revelando su gravedad a la luz de la justicia divina (Ro. 3:19-20, NVI): “Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a quienes están sujetos a ella, para que todo el mundo se calle la boca y quede convicto delante de Dios. Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado.” (Ro. 5:20): “La Ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia,” La Ley produce ira porque nadie puede guardarla sin quebrantarla, y la ira de Dios caerá sobre todos los que la quebranten. La justicia tiene que venir por otro lado, donde no hay una ley que condene al pecador. Obviamente, si no hay ley tampoco puede haber una transgresión, porque nadie puede romper una ley que no existe (He. 7:18-19): “Porque ciertamente, queda anulado el mandamiento anterior por ser débil e inútil (pues la Ley nada hizo perfecto), y se introduce una mejor esperanza, mediante la cual nos acercamos a Dios.” Abraham recibió la promesa de ser heredero del mundo siglos antes de la Ley. Él heredaría el mundo a través de la familia universal de creyentes, todos justificados por la fe. El que depende de la Ley para su salvación está rechazando la obra de Cristo; y demandando que Dios tome en cuenta su propia justicia, la cual sería imperfecta, porque nadie puede guardar la Ley sin fallar. La persona que no guarda la Ley sin fallar es condenada, y la ira de Dios vendrá sobre ella.
  • 10. 82 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA 4. Justificados por la fe más nada, vv. 16-25 v. 16 ¿Cuál es esta “mejor esperanza, mediante la cual nos acercamos a Dios” (He. 7:19)? LA FE. La promesa de vida eterna “es por fe, para que esté de acuerdo con la gracia”. La salvación y todas sus bendiciones no le cuestan nada al pecador. Tampoco hay cosa alguna que el pecador pueda hacer para conseguir la salvación. La Ley no puede salvar ni justificar al hombre, porque depende del hombre, y el hombre siempre falla y quebranta la Ley. Por otra parte, Dios nunca falla y lo que Él da es seguro. Es doblemente seguro porque no depende de nuestra fidelidad, sino de la fidelidad de Dios. Dios salva y justifica a personas que merecen el infierno. Cuando son introducidas las obras del hombre —porque el hombre siempre dice: “Tengo que hacer mi parte”— también se introduce la inseguridad, porque ningún hombre “tratando de hacer su parte”, puede estar seguro si ha hecho lo necesario para su “parte” o no. En realidad el hombre nunca puede hacer lo necesario porque la salvación no depende de él, sino de Dios. La fe no viene mezclada con las promesas vanas e ilusorias de los hombres, los cuales imaginan contribuir en algo a su salvación. La verdadera fe confía sólo en lo que Dios ha hecho. La salvación es segura y firme porque su autor es Dios, el cual da la salvación y justifica por gracia absoluta (Ro. 8:38-39): “Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” No es firme y segura solamente para los judíos, es igualmente firme y segura para los creyentes gentiles, los cuales también son descendientes de Abraham por la fe. ¿Por qué Dios nos sigue amando? ¿Por nuestras obras? ¿Por nuestra obediencia a la Ley? ¿Por nuestra fe? ¡No, sólo por Su gracia! Yo no me encuentro seguro por haber agarrado a Dios, sino porque Él me agarró a mí, y nunca me soltará. a. El ejemplo de la fe de Abraham, vv. 17-22 v. 17 Abraham creyó en un “Dios que da vida a los muertos” (NBLH), “y que habla de los acontecimientos futuros con tanta certeza como si hubieran ocurrido ya” (BD). Dios no le dijo: “Te haré padre de muchas gentes”, sino: “TE HE HECHO PADRE DE MUCHAS NACIONES” Gn. 17:5b . Dios miró a Abraham, pero no lo vio como era, sino como el padre de una progenie innumerable, más en número que las estrellas en el cielo. “Dios, que da vida a los muertos y llama a las cosas que no son, como si fueran.” Dios lo miró en gracia. ¿Cómo pudo Dios decir a un anciano de 100 años, con una esposa de 90, que iba a tener un hijo? Imposible, pero para Dios no lo es. Dios tampoco nos ve como somos. Nos ve por Su gracia como justos. El pudo resucitar nuestros cadáveres de la tumba del pecado y los hace glorificarle habiéndonos justificado y puesto en el mismo nivel de justicia de Su Hijo. ¡Esta es GRACIA INFINITA! Nuestro Padre quien puede ver de un solo vistazo desde el principio hasta el fin, pudo nombrar esas estrellas, que Abraham contemplaba, con el nombre tuyo y el mío (Hch. 15:17-18): “ ‘PARA QUE EL RESTO DE LOS HOMBRES BUSQUE AL SEÑOR Am. 9:12b , Y TODOS LOS GENTILES QUE SON LLAMADOS POR MI NOMBRE Dt.28:10 ,’ La verdadera fe confía solamente en lo que Dios ha hecho. Mi salvación es segura y firme porque Él es el Autor de ella.
  • 11. C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 83 DICE EL SEÑOR, QUE HACE SABER TODO ESTO DESDE TIEMPOS ANTIGUOS Is. 45:21b .” v. 18 “Cuando ya no había esperanza, Abraham creyó y tuvo esperanza” (DHH). ¿Había una razón lógica por la cual Abraham pudiera guardar la esperanza de tener un hijo por medio de Sara? Ninguna. Pero Abraham creyó lo que Dios le dijo, Dios hizo lo imposible y Abraham llegó a ser el padre de muchas naciones. Puede ser que nos parezca una imposibilidad que Dios salve a personas tan corruptas como nosotros y nos considere tan justos como lo es Jesús, pero es la verdad, y Dios, quien no miente, lo ha dicho (1 Ts. 5:23-24): “Y que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que los llama, el cual también lo hará.” v. 19 “No se debilitó en la fe al considerar su cuerpo” (RV60). Abraham creyó en Dios cuando todas las circunstancias gritaban: ¡IMPOSIBLE! Si Dios pudo usar a un hombre de 100 años y a su esposa de 90 para ser progenitores de un pueblo más numeroso que las estrellas del cielo, entonces, también me puede usar a mí de una manera grande a pesar de ser débil e insignificante. v. 20 “No titubeó con incredulidad”. En el griego “titubeó” es “diakrino”, que quiere decir, “juzgar entre dos” o, “vacilar entre dos opiniones o decisiones”. Abraham no vacilaba por causa de incredulidad, “sino que se fortaleció en su fe y dio gloria a Dios” (NVI). Abraham dio gracias a Dios por lo que Él le había prometido, como si ya estuviera en su mano. La incredulidad ve algo en la mano de Dios y dice: “Yo lo quiero”, mientras que la fe lo ve y dice: “Lo tendré”, y luego lo consigue (Stg.1:6-8, BD): “Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace.” v. 21 “Plenamente convencido” Abraham creyó que Dios era poderoso para hacer todo lo que Él le había prometido. ¿Qué tipo de Dios tienes tú? ¿Es pequeño, de poco poder, o es grande en poder sin límite como el Dios de Abraham? Dios ha prometido salvarnos; ya nos ha declarado justos y nos trata como tales. ¿Será que no tiene el poder para mantenernos salvos por toda la eternidad? (He. 7:25, RV95): “Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” (Jud. 24, NVI): “¡Al único Dios, nuestro Salvador, que puede guardarlos para que no caigan, y establecerlos sin tacha y con gran alegría ante su gloriosa presencia,” v. 22 “Su fe le fue contada por justicia” Véase también vv. 3 y 9. La fe de Abraham no fue un hecho meritorio, sino una actitud: creyó lo que Dios dijo. Dios tuvo por justo a Abraham no porque fuera justo o santo, sino porque Él había determinado salvar y justificar a todo aquel que creyera el mensaje acerca de Su Hijo y Su obra redentora. Abraham no merecía su justificación, porque fue algo que Dios hizo en pura gracia. Dios le pudo aceptar como justo con base en el sacrificio de Cristo, el Cordero prometido, en lo cual Abraham creyó de antemano (Gn. 22:7-8, NVI): “Isaac le dijo a Abraham: ‘¡Padre!’ ‘Dime, hijo mío.’ ‘Aquí tenemos el fuego y la leña’ —continuó Isaac—; ‘pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?’
  • 12. 84 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA ‘El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios’ —le respondió Abraham. Y siguieron caminando juntos.” b. La aplicación del ejemplo de la fe de Abraham, vv. 23-25 vv. 23-24 ¿Qué consiguió Abraham por sus obras? Nada. ¿Cómo fue justificado? Por la fe. ¿Cómo consiguió su heredad? Por la fe. ¿Cómo obtuvo su posteridad? Por la fe. Abraham no recibió nada por medio de las obras, la circuncisión o la Ley. Sin embargo, los judíos miraron atrás a Abraham y dijeron: “Andamos en sus pisadas”, mientras que trataban de guardar la Ley. La salvación no viene por la Ley. Durante toda la historia de la humanidad Dios ha salvado a los hombres de la misma manera —POR LA FE. Los creyentes del A.T. miraron hacia adelante, al Cordero prometido, mientras que nosotros miramos hacia atrás al Cordero de Dios que vino para quitar el pecado del mundo por medio del sacrificio de Sí mismo. Ellos creyeron el mensaje de Dios acerca del Salvador que vendría y nosotros hemos creído en el Salvador que vino. Ellos fueron salvos por la fe, y nosotros también hemos sido salvos por la fe. Ellos fueron justificados por la fe, y nosotros también hemos sido justificados por la fe. No hay diferencia alguna. v. 25 La justificación no es para todas las personas en el mundo. Dios únicamente justifica a aquellos que creen que Cristo resucitó. Su resurrección fue el sello que Dios puso a Su obra consumada en la cruz. Si Jesús no hubiera resucitado, Su muerte no nos hubiera servido para nada (1 Co. 15:13-20): “Y si no hay resurrección de muertos, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también la fe de ustedes. Aún más, somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos testificado contra Dios que Él resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es falsa; todavía están en sus pecados. Entonces también los que han dormido (han muerto) en Cristo están perdidos. Si hemos esperado en Cristo para esta vida La fe que Abraham tenía en Dios, a pesar de la imposibilidad de que él y Sara tuvieran un hijo biológico, nos sirve de ejemplo para que creamos que Él ha hecho lo imposible al justificar a pecadores como nosotros. La salvación y la justificación siempre han sido por medio de la fe: —en el A.T., en el Salvador que vendría, y en el N.T., en el Salvador que vino ya.
  • 13. C. 4 / JUSTIFICACIÓN POR LA FE MÁS NADA 85 solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima. Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron (murieron).” Sin la resurrección Dios no nos hubiera podido justificar. Por Su muerte Cristo pagó nuestra deuda. Por Su resurrección efectúo la absolución de toda pena que había contra nosotros. Estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero, ahora, por la fe en Cristo hemos sido resucitados espiritualmente y compartimos la misma vida de resurrección que tiene Jesús. ¡Posicionalmente estamos en Cristo resucitado! davidchrisbrown@gmail.com De no haber resucitado Jesús, no hubiéramos sido salvos ni justificados.
  • 14. 86 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA