Romanos 5, segunda parte

1. 5:12-21 / NO ESTAMOS EN ADÁN, SINO EN CRISTO 95
D. LA SEGURIDAD DE LA LIBERACIÓN DEL REINO DEL PECADO Y LA
MUERTE POR NO ESTAR EN ADÁN, SINO EN CRISTO, 5:12-21
Habiéndonos enseñado las bendiciones por haber sido justificados, ahora Pablo hace un contraste
entre lo que teníamos cuando estábamos EN ADÁN, y lo que tenemos por estar ahora EN CRISTO. Lo
que tenemos delante es un paralelismo entre Adán y Cristo. Adán es un “tipo” de Cristo. (Un “tipo” es
algo o alguien del A.T. que tiene una relación representativa con algo o alguien del N.T. El “tipo” fue
diseñado por Dios para ilustrar y enseñar una verdad en el N.T.) Usando nuestra relación con Adán como
ejemplo, Pablo nos enseña acerca de nuestra relación con Cristo a través de la justificación.
1. Por causa del pecado de Adán el reino de la muerte fue instituido,
vv. 12-14
v. 12 ¿Por qué nacieron Caín y Abel fuera del huerto? ¿Por qué
nacieron como pecadores que morirían? Por ser hijos de Adán, ¿verdad?
Esta es la misma razón por la cual nosotros también nacimos como
pecadores, y por la cual nuestros cuerpos mueren. Dios incluyó a todos los
descendientes de Adán con él en su pecado y en el castigo que le impuso.
Pecamos porque estábamos en el cuerpo de Adán de la misma manera como
Leví pagó el diezmo a Melquisedec por estar en el cuerpo de Abraham (He.
7:9-10):

2. 96 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
‘Y, por decirlo así, por medio de Abraham también Leví, que recibía diezmos, pagaba
diezmos, porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al
encuentro.’
Tal vez lo podemos comprender mejor pensando en una mujer embarazada y el niño que lleva en su
vientre. Mientras el niño está en el útero de su madre, tiene que ir dondequiera que ella vaya. Lo que le
afecte a ella, le afectara a él también. Ella tiene que tener cuidado especialmente en cuanto a cuáles
medicinas toma, porque éstas podrían hacerle daño al bebé. Si ella muere, el bebé también muere porque
antes del nacimiento son inseparables. Esto es semejante a la relación entre Adán y todos sus
descendientes. Aun antes de nuestro nacimiento estuvimos incluidos EN ADÁN. Todo lo que le ocurrió a
él, nos ocurrió también a nosotros. Todos nosotros fuimos incluidos en su transgresión. Adán actuó como
nuestro representante. Cuando él pecó y cayó, todos nosotros caímos con él. Como un feto en el útero de
su madre muere cuando ella muere, así nosotros morimos con Adán. Caín y Abel y todas las personas que
han nacido luego, nacieron espiritualmente muertas, separadas de Dios.
vv. 13-14 ¿Por qué murió Adán? Por haber infringido el
mandamiento de Dios de no comer del árbol de la ciencia del
bien y del mal. ¿Por qué Caín y los demás hijos de Adán
murieron? ¿Por haber cometido un pecado grave? No, ellos
murieron, y nosotros moriremos, por ser hijos de nuestro padre
Adán. No hay diferencia entre un Matusalén, quien vivió
novecientos sesenta y nueve años, y un recién nacido que muere
a los pocos minutos de haber nacido. Ambos mueren porque son
pecadores por naturaleza.
Posiblemente Pablo está considerando al judío en este
versículo, el cual ve e interpreta todo a través de su concepto de la Ley —muchas veces un concepto
erróneo (Ro. 3:20b
):
“Por medio de la ley viene el conocimiento del pecado”
Pero entre Adán y Moisés no había tal ley que pudiera
condenar a las personas. Sin embargo, todos murieron, con la
excepción de Enoc. La frase: “pero donde no hay ley, no se
inculpa de pecado” (RV60), no quiere decir que los pecadores
antes de la Ley no fueron juzgados como culpables delante de
Dios por su pecado, como los juicios del diluvio y la
destrucción de Sodoma y Gomorra claramente demuestran.
Aunque Dios no los tuvo por inocentes, y aun tuvo que
castigarles por su pecado, no fueron, sin embargo, transgresores
de la Ley, porque la Ley todavía no fue dada, como vemos en la
BD:
“Antes de la ley, los hombres pecaban; pero como no había ley, no se les podía declarar
culpables de haberla transgredido. Mas la gente continuó muriendo desde Adán hasta
Moisés, aunque su pecado no fue igual que el de Adán, que había transgredido una ley de
Dios que prohibía comer cierta fruta”.
¿Por qué insiste tanto Pablo en establecer el alcance de nuestra participación en el pecado y castigo
de Adán? Porque Adán fue un tipo, una figura o ejemplo de Cristo. Todas las personas que han nacido
o nazcan en este mundo ya han participado en la transgresión de Adán. Todos nacimos espiritualmente
muertos, separados de Dios, como lo estaba Adán después de su pecado. Toda persona que nace, nace
estando EN ADÁN. Todos los que han creído en la obra consumada de Cristo, han nacido de nuevo y

3. 5:12-21 / NO ESTAMOS EN ADÁN, SINO EN CRISTO 97
ahora están EN CRISTO. De la misma manera que
todas las personas participaron en la transgresión y
condenación de Adán, así todos los que han creído
en Jesús participan en Su justicia y gloria eterna.
Esto es lo que Pablo desarrolla en los siguientes
versículos.
2. El contraste entre la transgresión de Adán y el regalo de Jesucristo, v. 15
v. 15 ¡El contraste en este versículo es muchísimo mayor
que el contraste entre el día y la noche! Hay una gran diferencia
entre los efectos de la transgresión de Adán y el regalo o dádiva
de Jesucristo. ¿Cuántas personas murieron como resultado de la
transgresión de Adán? Con la excepción de Enoc y Elías todas las
personas que han vivido han muerto. El mal que hizo Adán afectó
a todos los hombres. El bien que hizo Cristo tiene potencialmente
el mismo alcance, pero para bendición.
¡La gracia de Dios es sin límite! Dios ha hecho por medio
de Jesucristo todo lo necesario para que todos los seres humanos
sean salvos sin costo alguno. Sólo hay que apropiarse de este
regalo divino por medio de la fe. Por eso el Señor nos ha
mandado a todo el mundo, para predicar el Evangelio a todas las
personas, rogándoles en nombre de Cristo que se reconcilien con
Dios.
EN ADÁN recibimos lo que merecemos, la
muerte física y espiritual. EN CRISTO nosotros
que merecemos la muerte, recibimos como regalo
sin ningún mérito nuestro, lo que no merecemos, la
misma justicia de Dios.
3. El contraste entre la condenación por Adán, y la justificación por Jesucristo, v. 16
v. 16 Aquí tenemos un contraste de cantidad, porque por un solo pecado de un solo hombre Dios
juzgó a toda la humanidad, y la condenó, mientras que Cristo vino por causa de muchas transgresiones
cometidas por muchos seres humanos, todos los cuales, por la fe en Su obra, pueden ser justificados por
Dios y galardonados con la vida eterna.
Podemos imaginar a un hombre caminando en un bosque muy grande. Mientras camina,
descuidadamente deja caer un cigarrillo al suelo. El sigue su caminata y vuelve a su casa tranquilamente,
mientras tanto, el cigarrillo que dejó caer prende fuego a una hoja seca. Esta hoja prende otra, y en poco
tiempo hay muchas hojas que van quemándose progresivamente. A medida que va aumentando el calor,
el fuego consume aun los arbustos, y luego las ramas más bajas de los árboles grandes, hasta que, por fin,
tiene lugar un pavoroso incendio y todo el bosque se convierte en una gran conflagración. Pero,
supongamos que viene otro hombre, quien a pesar de la violencia del incendio, lo apaga hasta la última
chispita. El bien que hace el segundo hombre sobrepasa inmensurablemente el mal que hizo el primero.
¡Cuánto más lo que ha hecho Cristo!
El pecado ha ardido en este mundo desde Adán, y aún sigue ardiendo, porque todas las personas,
menos Jesús, han pecado por su propia cuenta. Pero cuando una persona cree en la obra de Cristo, esa
persona llega a ser semejante a Sadrac, Mesac y Abed-nego, los cuales “ni aun olor del fuego había
El pecado de Adán abrió la puerta al pecado para
todos sus descendentes. Toda la humanidad nace con
una naturaleza pecaminosa, espiritualmente muertos, y
por ser pecadores todos mueren también físicamente.
A consecuencia del pecado de Adán todos mueren, pero
por el sacrificio de Jesucristo la salvación está disponible
como regalo a todo aquel que la acepte por fe.

4. 98 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
quedado en ellos”, porque fueron librados del fuego por el Hijo de Dios (Dn. 3:25, 27-28). A la persona
que ha sido librada del fuego de pecado, ni siquiera le queda el olor del fuego, porque es considerada justa
por Dios, como si nunca hubiera cometido un solo pecado, tan justo como lo es Jesús, el cual no conoció
el pecado.
¡Es incomprensible! Un solo pecado
resultó en el juicio y la condenación de toda la
raza humana de todos los siglos, pero
muchísimos pecados han sido cometidos por
cada uno de aquellos quienes por la fe son
justificados.
4. El contraste entre la seguridad del reino de la muerte y el reino en vida de los creyentes, v. 17
v. 17 La muerte empezó su reino despótico por causa de la transgresión de un solo hombre, Adán, y
ha reinado como un tirano desde entonces. ¿Quién es el rey en el reino de la muerte? —La muerte
misma, y toda la humanidad son sus tristes súbditos miserables. También por un solo hombre, Jesucristo,
empezó un reino de vida. ¿Quiénes son los reyes en este reino de vida? —“Los que reciben la
abundancia de la gracia y del don de la justicia”.
Hasta ahora hemos hablado del alcance universal de los efectos de la transgresión de Adán, y el
potencial alcance universal de la obra de Cristo, pero en este versículo el alcance real de la obra de Cristo
se limita a los que por la fe reconocen su pecaminosidad y “reciben la abundante provisión divina de la
gracia y del regalo de la justicia” (NVI). Aunque la provisión por la cual todas las personas pueden ser
salvas ha sido hecha, únicamente aquellas que se apropien de esta provisión lo serán.
La muerte hace a todas las personas sus oprimidos vasallos, ¡pero la vida que es por la fe en el Señor
Jesucristo hace a todos los creyentes sus reyes! ¿Desde cuándo comenzamos a reinar? Ya no somos
súbditos de la muerte, porque Cristo nos libró de ese imperio (He. 2:14-15, NVI):
“Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana
para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—,
y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la
vida.”
Dios nos trasladó al reino de Su Hijo (Col. 1:13):
“Porque Él nos libró del dominio (de la autoridad) de las tinieblas y nos trasladó al reino de
Su Hijo amado,”
¡Nuestro reino ha principiado ya!
“Sería muy del agrado de Satanás que tú no pudieras oír las noticias de que, creyente, te sostienes en
la abundancia de la gracia de Dios, que has recibido el don de justicia en Cristo, y que has de reinar como
rey en vida ahora y para siempre, por el Uno, Jesucristo. ¡Quiera Dios despertarnos a los hechos! Satanás
está mortalmente celoso de la Iglesia de Dios... sabe que la Iglesia compartirá el trono de Cristo y que
pronto reinará con Él en gloria indescriptible. Por consiguiente, te cegará, si puede, para que no veas tu
puesto o condición actual de poder real de vida en Cristo. Será causa de profunda pesadumbre para
muchos cristianos en la venida de Cristo, el que sus vidas sobre la tierra se hayan caracterizado por la
duda, la derrota y el abatimiento, en vez de haberlo sido por un victorioso reinado en vida, en Cristo”
(Newell).
Cuando realmente lleguemos al punto de reconocer lo que tenemos EN CRISTO, y nuestra posición
inmerecida delante de Dios como receptores de la abundancia de todos Sus favores, que incluyen además
Todos los descendientes de Adán nacieron y nacerán
pecadores, ya que él desobedeció el mandato de Dios. En
contraste, todos los que creen en Jesús reciben el regalo de
la justicia de Él a pesar de haber pecado incontables veces.

5. 5:12-21 / NO ESTAMOS EN ADÁN, SINO EN CRISTO 99
Su regalo de la justificación, reconoceremos que de verdad ya estamos reinando en esta vida. ¡Somos
príncipes del Rey de reyes!
A pesar de todo lo que el hombre ha hecho para disfrazar la muerte y hacerla menos traumática para
los que están muriendo y para los que lloran, la muerte es una realidad que todas las personas tienen que
enfrentar. No hay nada más seguro en esta vida que la muerte. ¡Espera, un momento! Pablo dice aquí
que hay algo que sí es más seguro: el reino en vida de los que reciben la abundancia de la gracia y el don
de justicia. En medio de la inseguridad de esta vida, los creyentes pueden disfrutar como reyes las
ilimitadas bendiciones de pertenecer a Cristo y estar EN ÉL. Pero no sólo esto, sino que tenemos una
esperanza MUCHO MÁS SEGURA que la muerte física: ¡La esperanza de que reinaremos con Cristo
por toda la eternidad! (Ap. 22:5):
“Y ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de
lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los
iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos.”
¡Ciertamente hemos recibido MUCHO MÁS por Jesucristo!
5. La conclusión del contraste entre Adán y Cristo, vv. 18-19
a. La transgresión de Adán contrastada con un acto justo de Cristo, v. 18
v. 18 Pablo resume el contraste que ha hecho entre Adán y Cristo volviendo a hablar sobre los
resultados de lo que hizo Adán y los resultados de lo que hizo Cristo. ¿Cuál fue el resultado de la
transgresión de Adán? La condenación de todos los hombres. ¿En qué consiste esta condenación? Todas
las personas que han venido a este mundo son condenadas al castigo eterno en el infierno por ser
pecadoras.
¿Cuál fue el resultado del acto de justicia de Cristo en la Cruz? —
“resultó la justificación de vida para todos los hombres”. Entonces, ¿todos
los hombres han sido justificados? Únicamente
los que “reciben la abundancia de la gracia y del
don de la justicia” son justificados. ¿Por qué
dice, entonces, que la justificación vino a todos los
hombres? Porque Cristo ha hecho la provisión por
la cual todos los hombres pueden ser salvos y
justificados si creen que la obra redentora de
Cristo fue por ellos. La oferta de la justificación está disponible para todos,
pero los únicos que son justificados son aquellos que se apropian de la oferta
por la fe.
¿Cuántas veces pecó Adán para que todos sus
descendientes fueran condenados? Una sola vez. ¿Cuántos
actos de justicia tuvo que hacer Jesús para que las personas
pudieran ser justificadas? Un solo acto de justicia —cuando
murió por los pecadores en la cruz.
b. La desobediencia de Adán contrastada con la obediencia de Cristo, v. 19
v. 19 Adán desobedeció el mandato divino y como consecuencia todas las personas, todos sus
descendientes, fueron constituidos pecadores. La palabra “constituir”, “kathistemi” en el griego, no es la
palabra “hacer” sino una palabra que significa: “establecer o señalar a alguien, constituirlo en una
Debido a la transgresión de Adán la
muerte ha reinado como un tirano, pero
por la fe en Cristo los creyentes reinan
ahora como príncipes del Rey de reyes.
Todas las personas fueron condenadas por la
transgresión de Adán sin quererlo, pero por
un solo acto de justicia de Cristo, todas
pueden ser justificadas si creen en ese acto.

6. 100 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
posición. En este sentido se traduce mayormente como ‘poner’, al señalar a alguien a una posición de
autoridad, p.ej., a un siervo sobre una casa (Mt. 24:45, 47, NVI):
‘…a quien su señor ha dejado encargado de los sirvientes… lo pondrá a cargo de todos sus
bienes.’
“A un juez (Lc. 12:14, NVI):
‘¿quién me nombró a mí juez o árbitro entre ustedes?’
“A un gobernador (Hch. 7:10):
‘…lo puso por gobernador sobre Egipto…’ ” (Vine).
Como resultado de la desobediencia de Adán él llegó a tener una naturaleza pecaminosa. Por eso,
sus hijos nacieron con una naturaleza pecaminosa, y los hijos de sus hijos también. Toda la raza humana
fue puesta en la posición de pecadora, como un acto judicial de Dios, por estar EN ADÁN cuando él
pecó.
El sacrificio que Cristo hizo de Sí mismo se llama “la obediencia de uno” (Fil. 2:8):
“Y al manifestarse como hombre,
se humilló a sí mismo
y se hizo obediente hasta la muerte,
¡y muerte de cruz!”
Por medio de este acto de obediencia todos los que están EN CRISTO fueron puestos en la
posición de justos, también como un acto judicial de Dios. Los “muchos” que “fueron constituidos
pecadores” son todas las personas que han nacido, todas las cuales estaban EN ADÁN, mientras que los
“muchos” que “serán constituidos justos” no son toda la humanidad, sino todos los que están EN
CRISTO, “los que reciben... del don de la justicia” (v. 17).
La obra de Dios no se limita a la mera declaración de los creyentes
como justos, sino que “serán constituidos justos” de una forma tan real
como han sido “constituidos pecadores”. No estamos únicamente en
una posición de pecadores delante de Dios, SOMOS pecadores en la
práctica. De la misma manera, no estamos únicamente en la posición de
justos delante de Dios, sino que algún día, cuando estemos con Él en el
Cielo, ¡SEREMOS en la práctica tan justos como lo es Jesús!
6. ¿Cuál fue el papel de la Ley en todo esto? vv. 20-21
v. 20 Todo esto es demasiado para el judío contrincante, porque no puede ver dónde cabe la Ley en
toda la operación de librarnos de nuestra relación con Adán y colocarnos EN CRISTO. Pablo le dice que
Dios dio la Ley “para que el pecado abundase”. Esto no quiere decir que la Ley produjo más pecado,
sino que por medio de ella no tendríamos duda alguna en cuanto a nuestra pecaminosidad. La Ley expone
claramente la terrible rebelión y la absoluta pecaminosidad de todas
las personas. Sin embargo, aun cuando todo nuestro pecado se veía
en su abominable e inmensa realidad, y cuando nosotros éramos
enemigos de Dios, totalmente incapaces de remediar nuestra
situación, Dios mandó al Señor Jesús para que muriera por nosotros,
llevando el castigo de nuestro pecado. ¡El amor y la gracia de
Dios fue MUCHO MAYOR que la totalidad de los pecados y
rebelión de toda la humanidad!
Todos los que estaban EN ADÁN
cuando el pecó fueron puestos
en la posición de pecadores,
mientras que todos los que están
EN CRISTO han sido puestos en
la posición de justos.

7. 5:12-21 / NO ESTAMOS EN ADÁN, SINO EN CRISTO 101
v. 21 Cuando estábamos EN ADÁN, “el pecado” reinó sobre
nosotros. “El pecado” en este caso no es un acto pecaminoso, sino
la raíz de los pecados, nuestra naturaleza pecaminosa. La naturaleza
pecaminosa nos gobernaba como un rey despótico o un tirano.
Éramos como los israelitas en Egipto, los esclavos del Faraón, el
maligno rey egipcio. Ellos nacieron en la esclavitud porque sus
padres eran esclavos. El Faraón quería mantenerles en esclavitud
hasta la muerte. No podían escapar. Pero Dios usó a Moisés para
librarles de Egipto y de su esclavitud al Faraón. Dios abrió el mar y
los israelitas pasaron al otro lado sobre tierra seca. Pero cuando el
ejército egipcio los persiguió el mar volvió a su lugar, ahogándolo. Por la mañana los israelitas vieron los
cadáveres de los egipcios a la orilla del mar. Dios les había librado de su esclavitud por medio de Moisés.
Como los israelitas, nosotros también nacimos en esclavitud. Nacimos como esclavos del pecado—
nuestra naturaleza pecaminosa—, y a la muerte porque nuestro “primer representante” y padre, Adán, era
también un esclavo de su naturaleza pecaminosa y de la muerte. Por medio de nuestro “nuevo
Representante” hemos sido salvos de esa esclavitud. Por la fe hemos nacido de nuevo y estamos
actualmente EN CRISTO. Así como Moisés libró a los israelitas de su esclavitud, así también, el Señor
Jesús nos ha librado de la esclavitud de nuestra naturaleza pecaminosa y de la muerte. La gracia de Dios
—Su favor inmerecido— reina sobre nosotros ahora, y nos ha cubierto con la justicia de Cristo mismo.
No hay duda alguna en cuanto a nuestra identificación con Adán. Sabemos por experiencia que
recibimos de él nuestra naturaleza pecaminosa. Nacimos separados de Dios al igual que Adán después de
haber pecado. Somos sujetos a la muerte, y es cierto que algún día moriremos. Sin la obra de Cristo
seríamos condenados al infierno eterno. Estamos seguros de estas cosas.
Nuestra historia no termina allí porque
hemos creído en el Señor Jesús. Ya no
estamos EN ADÁN, sino EN CRISTO.
Somos receptores de Su gracia y hemos
sido justificados por la fe. Reinamos en
vida abundante como reyes ahora mismo, y
durante toda la eternidad reinaremos con
Cristo compartiendo con Él toda Su
indescriptible gloria. Ya no somos
esclavos, sino hijos de Dios, príncipes del
Rey de reyes. Si las cosas que
heredamos por estar EN ADÁN son
seguras, ¡MUCHO MÁS seguros son
todos nuestros privilegios y bendiciones por estar EN CRISTO!
davidchrisbrown@gmail.com
La Ley sirve para mostrar cuán terrible son nuestros pecados. Aunque tenemos muchos pecados en nuestra cuenta, la gracia
de Dios es mucho más grande, haciéndonos Sus hijos y justificándonos para que reinemos ahora como príncipes del Rey de
reyes.

8. 102 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA