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1
Título: La deriva de Borges hacia Cervantes
Nombre: José Antonio Santiago Sánchez
Dirección: Avda. Rey Juan Carlos I, 23, 5ºB, 28915 Leganés (Madrid)
Núm. teléfono: 655723433
Correo eletrónico: litodav@gmail.com
Titulación académica: Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense (Madrid)
Institución académica actual: IES Juan de Padilla (Toledo)
Resumen: Partiendo de las tradicionales dicotomías literarias, se analizan las causas del
devenir literario de Borges, el cual habría ido evolucionando de su adscripción juvenil por la
perfección estética de Quevedo a una mayor admiración por la obra literaria -menos formal,
aunque más sencilla y cercana- del Quijote y Cervantes en las etapas de madurez y vejez del
escritor argentino.
Palabras clave: Borges, Quevedo, Cervantes, Quijote.
Abstract: Due to traditional literary dichotomies, the literary evolution of Borges seems to
have evolved from his youth secondments aesthetic perfection for Quevedo to a later and
greater admiration for literary-less formally -though simpler- Quixote and Cervantes writing
mode in the stages of maturity and old age of Argentine writer.
Keywords: Borges, Quevedo, Cervantes, don Quixote.
2
Lápida que recuerda el lugar donde estaba la imprenta de Juande la Cuesta, lugar de impresión de la Segunda Parte
del Ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha en marzode 1615 sita en la madrileña calle de San Eugenio.
1.-
A lolargo de la dilatada vida literaria de Borges, según ha sido analizado por diversos
especialistas, es pertinente discernir, entre otras, una constante ambivalencia, cimbreada
paulatinamente de un polo a otro, entre dos autores que podrían considerarse como los
paradigmas antagónicos de dos modos estéticos, dos modos de vida: Cervantes y Quevedo.
La dialéctica sin fin en la que todos parecemos fundamentar las más de las veces
nuestrasideas,actitudes,modelos,etc.,enel ríode nuestrodesarrollotemporalparece tomar
en esta nueva dicotomía un ejemplo más: los hombres nos debatimos a lo largo de nuestra
vidaentre numerososparesde polos encuyoshorizontes,al mododel Yin y el Yang tendemos
de modo fluctuante aordenarla prosa de nuestra vida. Entre culterano o conceptista, gatos o
perros,cervezaovino,carne o pescado,tendemosa colocar los horizontes paradigmáticos en
cuyo interregno situamos nuestro aquí y ahora casi con la misma necesidad con la que
precisamos medir el tiempo con las estaciones, los ciclos de la luna, los meses, los días y las
horas.
Desde su incipiente carrera literaria, el joven Borges convoca a Quevedo como un
temarecurrente ensusescritos,considerándoloun modelo de escritura. Algunos achacan esa
inicial admiración borgiana por el autor de El Buscón y su perfección estética como una
orgullosareivindicaciónde supropialiteratura del comienzo.Asíloseñalael autorde El Oro de
los Tigres enun texto temprano:«comolaotra, la historiade laliteraturaabundaen enigmas.
Ninguno me ha inquietado tanto, y me inquieta, como la extraña gloria parcial que le ha
tocado en suerte a Quevedo»1
. Dicha inquietud se identifica con la crítica de la que la propia
1 J. L. Borges: «Menoscabo y grandeza de Quevedo», en Revista de Occidente, 17 octubre-diciembre
(1924) pp. 249-255,Madrid,Recogido posteriormente en Inquisiciones. Buenos Aires: Proa,1925.
3
obra borgianaha sidosiempre víctima, el antisentimentalismo, el lado profusamente estético
de Quevedo coincidía con la imagen que Borges arrastraba: la de un escritor «de estilo»,
acusado de fabricar una literatura fría y deshumanizada, pero no obstante «perfecto en las
metáforas,enlasantítesis,enla adjetivación; es decir, en aquellas disciplinas de la literatura
cuya felicidad o malandanza es discernible por la inteligencia»2
.
Borgesinsiste ensu Quevedo de 19483
sobre la «gloriaparcial» del escritor madrileño,
mientras que un año antes, en 1947 su Nota sobre el Quijote4
habla de la «paradójica gloria»
de Cervantes, al que, sin embargo, apunta el tanto de haber creado, como el resto de los
grandes escritores de la Literatura, un verdadero arquetipo literario como don Quijote, algo
que no puede ser atribuible en la obra de Quevedo.
El escritor argentino achacaba por aquellos primeros años, y en más de una ocasión a
Cervantes su rudeza estilística, su falta de cuidado sintáctico, su carácter excesivamente
precipitado y espontáneo. «No hay una de sus frases revisadas - señala Borges- que no sea
corregible;cualquierhombre de letraspuede señalarloserrores;lasobservacionessonlógicas,
el texto original acaso no lo es; sin embargo, así incriminado, el texto es eficacísimo, aunque
no sepamosporqué»5
.Enotro lugar habla de la «prosa de sobremesa, prosa conversada y no
declamada,eslade Cervantesyotra no le hace falta»6
. Y en su ya citada Nota sobre el Quijote
afirma de la inmortal obra cervantina:
Los ministros dela letra lo exaltan; en su discurso negligente ven (han resuelto ver) un dechado
del estilo español y un confuso museo de arcaísmos, de idiotismos y de refranes. Nada los
regocija como simular que este libro (cuya universalidad no se cansan de publicar) es una
especie de secreto español,negado a las naciones dela tierra pero accesible a un grupo selecto
de aldeanos.7
Ciertacrítica ha señaladolafama que Borges diagnostica al Quijote como el arquetipo
peyorativode laespañolidad que el mismo Quevedo denunciara en ocasiones respecto a sus
paisanos:impacienciaprorrumpidaenlasformasque sinembargo,sonensufundamento,una
falta de carácter activo y emprendedor; modorra a la hora de pensar ideas abstractas,
incapacidad de construir una filosofía o ciencia… 8
Comose ve, la caricatura abunda en pos de la sempiterna «Leyenda Negra», fundada
sobre todo,por losinglesesenel siglo XVI. No se olvide que la lengua inicial de Borges fue el
inglés y que su predilección por la cultura anglosajona de las islas nunca fue disimulada.
2 Op. cít. p. 42.
3 J. L. Borges. «Quevedo». En Otras inquisiciones. Buenos Aires: Sur, 1952, pp. 38-44.
4 J. L. Borges. «Nota sobre el Quijote»,en Realidad, 5, septiembre-octubre (1947) Buenos Aires, pp. 234-
236. (Recogido en Textos recobrados 1931-1955,Buenos Aires: Emecé, 2001)
5 J. L. Borges, “Nota preliminar”a Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, Buenos Aires: Emecé, 1946.
6 J. L. Borges, “La supersticiosaética del lector”(1930), en Discusión. Buenos Aires : M. Gleizer Editor,
1932,p. 46.
7 J. L. Borges. Nota sobre el Quijote. Op. cít. p. 234.
8 David Huerta: «La querella hispánica deBorges». En Letras Libres, 8, 1999,pp. 50-53.
http://www.letraslibres.com/revista/convivio/la-querella-hispanica-de-borges
4
Durante años Borgesse afana envindicarla«noblezaestoica» que Borgesadmirade Quevedo
frente al «fatigoso refranero de Sancho».9
2.-
Esta querellaentre QuevedoyCervantes que tanto pareció significar en la trayectoria
critica de Borges se encuentra en la misma línea que las que se apuntaban respecto a la
célebre polémica entre culteranismo y conceptismo, pero también, entre dos inveteradas
formasde crítica literaria:unadirigidahaciael análisispuramente formal y técnico, que suele
tomar un sesgomás«progresista» onuevo,frentea otra, la que George Steiner adscribe a los
«viejoscríticos» realizada más como «una deuda de amor» hacia las grandes obras y autores,
así como la interpretaciónde la literatura como «heroicos esfuerzos del espíritu humano por
imponer un orden y una interpretación al caos de la experiencia»10
.
Steinerrealizaestaconsideraciónapartirde un estudiobasadoen lacontraposiciónde
otros dos grandes autores: Tolstoi y Dostoievski. Dicha nueva toma de postura entre los dos
grandestitanesde laliteraturarusabienpodría ponerse enparalelo, mutatismutandis a estos
dos tipos de crítica, así como a la que Borges estableciera entre Quevedo y Cervantes.
Mientrasque Tolstoi representael símbolodel gran hacedor épico, el constructor de Historia,
Dostoievski sería el indagador lúcido y torturado de las conductas humanas más próximas
tanto a lo angelical como a lo demoníaco.
Se trata de una dicotomíaque,si biennodejade ser trivial,ejemplifica asimismo toda
una modalidad vital, y no solo literaria. La misma que, por qué no, Rafael en la época
renacentista establece en su famoso fresco La Escuela de Atenas, entre Platón y Aristóteles.
Ambos en el centro de la composición, rodeados de otros personajes de la Historia de la
Filosofíay la Ciencia, cada uno de ellos señala con el dedo a una dirección distinta: Platón, el
filósofo de las ideas inmutables más allá del río del tiempo, el esteta y el matemático.
Aristóteles, el pensador del tiempo y el cambio, el observador científico de la vida del aquí y
ahora. El «ser» frente al «estar».
9 J. L. Borges: «Nota de un mal lector». En Ciclón, 1 (1956), La Habana.
10 G. Steiner: Tolstoi o Dostoievski. México D. F.: Era, 1968,p. 16.
5
3.-
Lo cierto,decimos, esque laadmiraciónde Borges por Quevedo, del que llegó a decir
enya célebre sentenciaque era«menosunhombre que una dilatada y compleja literatura»11
fue constante. Sin embargo, es de destacar que dicha admiración, que parece afirmarse en
relación inversamente proporcional a su aparente desdeño de Cervantes y sobre todo del
Quijote,comienzaatornarse ambivalente enlaevolución literaria y vital del escritor, hasta el
puntode confesar,ya al final de su vida, que su preferencia por Quevedo había sido errónea.
Es natural,por lo dicho anteriormente, la también permanente presencia del Quijote
en Borges a lo largo de toda su trayectoria. En los ensayos, en las ficciones, en los
experimentos críticos, en la poesía, en las prosas breves de la última etapa se evidencia
inequívocamente su admiración por la novela de Cervantes. Su preferencia se inclina por la
Segunda Parte, publicada -como se sabe- en marzo de 1615 en la imprenta de Juan de la
Cuesta,enMadrid,hoy calle de sanEugenio,no muy lejos de donde se supone que su cuerpo
se encuentraenterrado,enel conventode lasTrinitariasDescalzas. Lo que Borges pondera de
estasegundaentregasobre el hidalgo manchego es que, a diferencia de la primera, plena en
desventuras y golpes, el ambiente de la segunda es sentimental y psicológico.
Otra razón que admira Borges de esa segunda parte, cuyo Quincentenario
conmemoramos este año, es el modo de referir el relato de la primera parte, publicado en
1605, dentrode la segunda,enlaque se hacen varias alusiones. Puesto que los protagonistas
han leído la primera parte, estos se convierten a su vez en lectores, al igual que lo somos
nosotros, de la anterior entrega. La publicación del apócrifo de Alonso Fernández de
AvellanedaSegundo tomo delingenioso hidalgo don Quijotedela Mancha,en1614 de enorme
éxito, fue decisivaparaque Cervantescontraatacarade un modoprodigioso:introduciendoen
el propioartificioyfantasíade la historiadel caballeroandante lapropianovelade Avellaneda,
11 J. L. Borges. «Quevedo». En Otras inquisiciones. Op. cít.p. 51.
6
así como la primera parte original del propio Cervantes. La historia de don Quijote se
homologa, y a la vez se justifica así, con todas las novelas de caballerías cuya neurótica y
desmedida lectura enloquecieron al hidalgo. De este modo, el lector de la segunda parte se
iguala en su condición con los protagonistas, lectores también, destruyendo la separación
entre el mundo del lector y el mundo del libro por mor del artificio mismo de ambos en el
espejodel espejode lasdiversasnovelas:lade Avenalledapor un lado y la de la primera parte
por otro.Así, la literaturafagocitaodestruye supropioarte convirtiéndolo en un texto dentro
del texto. La propia novela del aprovechado Avellaneda queda neutralizada al haber sido
convertida, como la propia entrega anterior del Quijote, en dos farsas caballerescas como lo
son todaslasdemásnovelasde caballerías que alimentan la propia y grandiosa locura de don
Quijote, una farsa de farsas.
El juego de confusión que coloca textos «reales» como artificios en el propio texto
invierte, confundiendo, dos nuevos polos: lo objetivo y lo subjetivo se ha encontrado de
manerarepetitivaalolargode lahistorialiteraria: Hamlet,el Ramayana, Las mil y una noches
o Impromptu de Versalles. Este modo clásico (y ya incluso excesivamente analizado por las
corrientespos-estructuralistas del siglo XX) de refutar y a la vez justificar el texto a través de
otro textoesutilizadoenotravueltade tuercapor Cervantes enel famosoepisodiodel retablo
de maese Pedro, capítulos 25 y 26 de la segunda parte y musicada por Manuel de Falla en
1924.
Allí, el hidalgomanchego presenciajuntoa su inseparable Sancho una representación
enla que Melisendra, esposa de don Gayferos se encuentra cautiva por el rey moro Marsilio.
Don Quijote, como espectador exigente, no se deja engañar por las incongruencias de la
narración, como cuando el rey Marsilio manda tocar las campanas de todas las mezquitas al
ver regresar a su hija Melisendra. Don Quijote prorrumpe que «entre moros no se usan
campanas, sino atabales, y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías; y esto de
sonar campanas en Sansueña sin duda que es un gran disparate»12
Sin embargo, justamente
esa exigencia de verdad en la obra contemplada, es decir, esa confusión de ámbitos reales y
artísticos le obliga a don Quijote, en su condición de desfacedor de entuertos, a socorrer a
Melisendra. Por ello, ante el asombro de Maese Pedro y el resto de los espectadores, el
caballero andante destroza todo el entramado teatral para salvar a la doncella en apuros,
negando su carácter artístico, es decir, artificial, en definitiva, su «mentira».
Al convertir la historia en un narración dentro de otra narración o al introducir la
propia primera parte del libro dentro de la segunda, al jugar mediante los apócrifos con la
propia autoría introduciendo a «personajes» que se convierten en las «personas» que han
escritoo contadola historiacomoCide Hamete Benengeli o el propio Avellaneda, Cervantes,
como donQuijote,invierte lasdimensionesde loartificial y lo real y justifica el artificio desde
el artificiomismo,unsueñodentrode otro sueño que nos fascina. De esta fascinación ante la
obra cervantinanosseñalael propioBorges: «Creo haber dado con la causa: tales inversiones
12 Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. II. Madrid, Cátedra,
1995, p.47.
7
nos sugierenque si loscaracteresde unaficciónpuedenserlectoresoespectadores,nosotros,
sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios»13
.
Del mismomodo,E.T.A Hoffmann,ensurelato Kreisleriana afirmaque hay que romper
la ilusión de acercar el teatro al espectador y hacer que se implique14
. Hoffmann pone un
ejemplo:enel momento de mayor emoción, dejar caer el telón, soslayar su «gravedad» para
mostrar de modoabruptoque todoesuna farsa.Se trata de hacer caer loslímites,desmitificar
la «obra» estéticaparaasí acentuar lasposiciones yala vez,confundirlas.Al hacerlo, la propia
literatura, como la propia vida de los personajes y lectores, se metajustifican en la propia
historia.Todo,incluidanuestrapropiahistoriade lectoresquijotescos, nuestra propia historia
vital, es una novela. All the world´s a stage.
4.-
Tal vezpor ello,Borges reniegue de un «estilo» cervantino, pues lo que consigue con
Cervantesesjustamenteunarenuenciaatodotipode estetizacióncríticadel Quijote, antítesis
de la obra maestraperfecta,peroconvertidaasuvez enseñerade laLiteratura Universal. Así,
ya en los años 20, Borges sostiene: «no creo demasiado en las obras maestras»15
y de hecho,
estaconsideraciónjuvenilse iráfortaleciendo ytendráulterioresconsecuencias en una nueva
concepción de la literatura que asoma en la crítica de Borges. Ya en La supersticiosa ética del
lector16
de 1931, sostiene:
La página de perfección, la página dela que ninguna palabra puede ser alterada sin daño, es la
más precaria detodas. La mutación del idioma borra las significaciones laterales y los matices:
la página sedicente perfecta es la que consta de esos delicados valores y la que con facilidad
mayor se desgasta. Inversamente, la página que tiene vocación de inmortalidad, puede
atravesar el fuego inquisitorial de las enemistades, de las erratas, de las versiones
aproximativas,delas distraídaslecturas,delas incomprensiones,sin dejar el alma en la prueba .
De este modo,Borges,que nuncadejóde admirara Quevedo,muestra una progresiva
convicción que no sólo detecta en el hecho propio del Quijote, sino de la tradición literaria
universal:lasobrasclásicasnohan sidosiempre aquellasque poseen el mayor lujo verbal o la
mayor perfeccióntécnica.Porello,loscríticosde laobra borgianacoincidenen señalar que en
su etapade plenamadurezliteraria,Borgeshabíasuperadoyasu inicial fervorporlosdestellos
verbales,sospechando de losexperimentos literarios como el Finnegan’s Wake de Joyce o de
lasSoledades de Góngora,en losque vislumbracadavezcon más certidumbre una meritoria y
revolucionaria genialidad lingüística y estilística, pero destinada a convertirse en juegos
13 J. L. Borges: «Magias parciales del Quijote».En Otras inquisiciones. Op. cít., p. 47.
14 E.T.A Hoffmann: Cuentos I. Madrid:Alianza,2005,p. 85 y ss.
15 J. L. Borges: «Examen de un soneto de Góngora», en El tamaño de mi esperanza.Buenos Aires: Proa,
1926,pp. 129-130.
16 . L. Borges, “La supersticiosaética del lector”.Op. cít. 48 .
8
destinados a la discusión de los historiadores de la literatura o en meras piezas de museo, y
ellocontrastado porla escasezde lectores de dichas obras. Así lo señala Borges en el prólogo
de su poemario El otro, el mismo, de 1964, en el que también confiesa: «es curiosa la suerte
del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede
lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modesta y secreta
complejidad»17
.
En una entrevista realizada por Joaquín Soler Serrano, director y presentador del
conocido programa literario A Fondo de TVE, tras la concesión del Premio Cervantes a Jorge
LuisBorges ex aequo con GerardoDiego en1980, el escritorargentino, a los 79 años, confiesa:
Yo he admirado mucho a Quevedo, y lo admiro, pero en cambio, Cervantes y Alonso Quijano,
que quiso ser don Quijote, y lo fue alguna vez, éstos son amigos personales míos. Es otra cosa,
es una relación de amistad que no se establece nunca con Quevedo. Nadie se siente amigo de
Quevedo, pero usted puede admirarlo18.
En dicha entrevista19
, Borges se enternece ante el pasaje del último capítulo de la
SegundaParte del Quijote en el que nuestro hidalgo pone fin a sus aventuras caballerescas y
vuelve asucordura en el últimoinstante. De hecho,el propioBorgesse decide por la segunda
parte también por ese juego de espejos, ausente en la primera, según el cual el propio don
Quijote obliga a los demás personajes a introducirse en su serio y valiente juego de locura,
como el cura o el bachiller Sansón Carrasco y a convertirse en otros personajes de su mundo
delirante. Una vez que todos ellos han sido arrastrados al mundo quijotesco, don Quijote
vuelve a la cordura. En ese momento, el ya nunca más don Quijote, vuelve a ser el Alonso
Quijanoconel que comienzalahistoriaal modoen que lo estableciera el motto de Guillaume
de Machaut: ma fin est mon commencement.
Allí, en su lecho de muerte, Alonso Quijano propone su testamento, por el cual
Cervantesse introduce ensupropianovelaenun guiñoque pone enbocadel hidalgo,referido
al que dicenque compusolasegundaparte de sus desventuras, autor que no menciona, pues
AlonsoQuijano nosabe de sunombre,y le pide le perdone porhaberle dadoocasiónaescribir
semejantes fantasías
Ítem, suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les trujere a conocer al
autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de
las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente
ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes
disparates como en ella escribe, porque parto desta vida con escrúpulo de haberle dado motivo
para escribirlos. 20
17 Prólogo a «El otro, el mismo». En Obra poética 1923-1964.Buenos Aires: Emecé, 1964
18 J. Soler Serrano: Entrevista a Borges en El Mundo: 13 de Febrero de 2001.
19 http://www.rtve.es/alacarta/videos/a-fondo/entrevista-jorge-luis-borges-fondo-1980/1058440/
20 Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. II. Op. cít. p. 576
9
El propioCervantesse hace unsueñoescondido. Y mira a su figura con el compasivo y
humilde cariñoconel que se mira a sí mismo como autor que se hace personaje.Ese Cervantes
que, en el capítulo 6 de la primera parte, introduce su Galatea entre los que no superan el
«donoso escrutinio» de la hoguera y del cual el cura se dice amigo: «muchos años ha que es
grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos»21
.
Pero es sobre todo digna de emoción para Borges la manera como Cervantes narra el
último suspiro del protagonista:
En fin llegó el último día de don Quijote, después de recibidos todos los sacramentos y después
de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías. Hallóse el
escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún
caballero andante hubiese muerto en su lecho, tan sosegadamente y tan cristiano como don
Quijote; el cual,entre compasiones y lágrimasdelos que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero
decir que se murió22. (La cursiva es nuestra)
Esa última coda, innecesaria, desdramatizadora, pero por la que Cervantes no quiere
terminaral modo «literario» osolemne:«entregó su alma al espíritu». Prefiere, sin embargo,
que nos despidamos de uno de los grandes símbolos de la cultura occidental aportándonos
una coletilla que más parece de una conversación mundana entre amigos, un no saber qué
decir y decir lo de siempre: se murió. No quiere Cervantes aplausos finales tras la
representación, sino dejar caer el telón no más. No se aplaude al ángel, al milagro o a la
horizonte durante una puesta de sol. Solo se aplaude el arte.
5.-
Todoslos discípulosde Sócratesesperabanque,alamuerte del gransabio,susúltimas
palabrasfueranunresumende suadmiradavida filosófica. Tendemos a solemnizar la vida en
sus últimosmomentos,en convertirlaenarte de aplauso,enartificioque,de algúnmodo,solo
pretende en buena y natural intención concretar toda una admiración o amor en una última
palabracomo enun último suspiro. Sin embargo, el modo por el que Sócrates se despide del
mundoante sus acólitosresultaaúnmás emocionado, porque la ejemplaridad de Sócrates se
demuestraen suspostrimerías,tal y como la describe el famoso pasaje de Platón,23
al rogar a
lossuyosque se acuerden de pagarle el gallo que a un tal Esculapio el sabio le había dejado a
deber.Entonces,tranquiloporlaconfianzaque sabe obtendráde susamigosenlapromesa de
pagarlo, Sócrates muere plácidamente. Su muerte, a través de estas últimas palabras, se ha
convertido en una de las más admiradas, emotivas y ejemplares de las conocidas por los
grandes hombres que han poblado la Historia.
21 Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. I. Madrid:Cátedra, 1995, p.
137.
22 Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. II. Op. cít. p. 577.
23 Platón,Fedón 118c.
10
Asimismo Cervantes suelta espontáneamente esa aclaración, tal vez porque esta él
mismo conmovido por la muerte de su amigo caballero una vez que volvió a ser hidalgo.
Porque noes el momentode vanidades literarias para construir metáforas, sino de prestar el
último adiós a su querido personaje, Cervantes, como don Quijote desmonta el final del
espectáculo de maese Pedro, más preocupado, por salvar a la dama Melisendra, que por
embelesos artísticos que nunca llegó a creerse. Y tal vez, dado que no encuentra (pues acaso
no quiera encontrarlos) tropos literarios para describir esa conmoción, Cervantes, «más
versadoendesdichasque en versos»,másatentoala vidaenla que consiste por igual batallar
como escribir–ypor supuesto morir- se deja llevar y nos conmueve a su vez: «dio su espíritu,
quiero decir que se murió».
De este modo,Borgesparece ahoravolversobre suspasos iniciales yreconsiderar que
la «gran literatura» de Quevedo puede llevar al lector a una «superstición»24
, es decir, una
devocióndesmedidaporlaliteratura,hastaconvertirlaenunasuerte de «Idea» porcumpliren
la vida.Y sinembargo, ¿noha sidoel propioBorgesvíctimade ese «peligro»,de esa«ceguera»
como la que él mismo sufrió físicamente, al haberse convertido –no más- que en una gran
literatura? Tal vez el escritor argentino, el más atento y convencido lector de la literatura en
español del siglo XX, se identificara por ello, fatalmente, con el propio Alonso Quijano,
convertido en una víctima de las novelas de caballeras, como Borges de la literatura. Por ello
mismo,Borgeslamentaraensusúltimosaños ser más quevedesco que cervantino, modo con
el que finalmenteaél le hubieragustadoadscribirse. Tal vez, incluso, por qué no, Borges, que
no pudotrascendersu«quijanismo»,envidiara el «quijotismo» que, a causa de esa literatura
que amó, le hizo salir al mundo para combatir con su espada las injusticias.
Aristótelesnosdice que el filósofosiempre gustó de los mitos, y aún más en su vejez.
Puesel ancianoesdoblemente niño. Así ese «quijanismo» de Alonso Quijano, hidalgo de los
de lanza en astillero, rocín flaco, y galgo corredor se sustancializa, al final de su vida y de la
obra cervantinaque este añoconmemoramos,ensuúltima hora como Borges lo hiciera en su
vejez,al darse cuentade que Cervantesera,másque una gran literatura a laque nunca se deja
de admirar -ysobre todo graciasa ella- unamigoal que quererensusúltimashoras,un cuento
en cuya fantasía los niños queremos que solo nuestros protectores nos cuenten y en el cual
nos envolvemos tranquilos y seguros antes de nuestra partida hacia el justo sueño, quiero
decir, hacia la muerte, vaya.
24 J. L. Borges, “La supersticiosaética del lector”. Op. cít., pp. 47-48.
11
Bibliografía:
Borges, J. L.: «Menoscabo y grandeza de Quevedo», en Revista de Occidente, 17 octubre-
diciembre (1924) pp. 249-255, Madrid. Recogido posteriormente en Inquisiciones. Buenos
Aires: Proa, 1925.
«Examen de un soneto de Góngora». En El tamaño de mi esperanza. Buenos
Aires: Proa, 1926.
(1932): “La supersticiosa ética del lector”. En Discusión. Buenos Aires: M.
Gleizer Editor.
(1946): “Nota preliminar” a Miguel de Cervantes. En Novelas ejemplares,
Buenos Aires: Emecé.
«Nota sobre el Quijote». En Realidad, 5, septiembre-octubre (1947) Buenos
Aires, pp. 234-236. Recogido en Textos recobrados 1931-1955, Buenos Aires: Emecé,
2001.
(1952): «Quevedo». En Otras inquisiciones. Buenos Aires: Sur, pp. 38-44.
«Nota de un mal lector». En Ciclón, 1 (1956), La Habana.
(1968): Prólogo a «El otro, el mismo». En Obra poética 1923-1964. Buenos
Aires: Emecé
Cervantes, Miguel de (1995): El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, I y II.
Madrid, Cátedra.
Hoffmann, E.T.A (2005): Cuentos I. Madrid: Alianza.
Huerta, D.: «La querella hispánica de Borges». En Letras Libres, 8, 1999, pp. 50-53.
http://www.letraslibres.com/revista/convivio/la-querella-hispanica-de-borges
Steiner, G. (1968): Tolstoi o Dostoievski. México D. F.: Era.

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  • 1. 1 Título: La deriva de Borges hacia Cervantes Nombre: José Antonio Santiago Sánchez Dirección: Avda. Rey Juan Carlos I, 23, 5ºB, 28915 Leganés (Madrid) Núm. teléfono: 655723433 Correo eletrónico: litodav@gmail.com Titulación académica: Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense (Madrid) Institución académica actual: IES Juan de Padilla (Toledo) Resumen: Partiendo de las tradicionales dicotomías literarias, se analizan las causas del devenir literario de Borges, el cual habría ido evolucionando de su adscripción juvenil por la perfección estética de Quevedo a una mayor admiración por la obra literaria -menos formal, aunque más sencilla y cercana- del Quijote y Cervantes en las etapas de madurez y vejez del escritor argentino. Palabras clave: Borges, Quevedo, Cervantes, Quijote. Abstract: Due to traditional literary dichotomies, the literary evolution of Borges seems to have evolved from his youth secondments aesthetic perfection for Quevedo to a later and greater admiration for literary-less formally -though simpler- Quixote and Cervantes writing mode in the stages of maturity and old age of Argentine writer. Keywords: Borges, Quevedo, Cervantes, don Quixote.
  • 2. 2 Lápida que recuerda el lugar donde estaba la imprenta de Juande la Cuesta, lugar de impresión de la Segunda Parte del Ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha en marzode 1615 sita en la madrileña calle de San Eugenio. 1.- A lolargo de la dilatada vida literaria de Borges, según ha sido analizado por diversos especialistas, es pertinente discernir, entre otras, una constante ambivalencia, cimbreada paulatinamente de un polo a otro, entre dos autores que podrían considerarse como los paradigmas antagónicos de dos modos estéticos, dos modos de vida: Cervantes y Quevedo. La dialéctica sin fin en la que todos parecemos fundamentar las más de las veces nuestrasideas,actitudes,modelos,etc.,enel ríode nuestrodesarrollotemporalparece tomar en esta nueva dicotomía un ejemplo más: los hombres nos debatimos a lo largo de nuestra vidaentre numerososparesde polos encuyoshorizontes,al mododel Yin y el Yang tendemos de modo fluctuante aordenarla prosa de nuestra vida. Entre culterano o conceptista, gatos o perros,cervezaovino,carne o pescado,tendemosa colocar los horizontes paradigmáticos en cuyo interregno situamos nuestro aquí y ahora casi con la misma necesidad con la que precisamos medir el tiempo con las estaciones, los ciclos de la luna, los meses, los días y las horas. Desde su incipiente carrera literaria, el joven Borges convoca a Quevedo como un temarecurrente ensusescritos,considerándoloun modelo de escritura. Algunos achacan esa inicial admiración borgiana por el autor de El Buscón y su perfección estética como una orgullosareivindicaciónde supropialiteratura del comienzo.Asíloseñalael autorde El Oro de los Tigres enun texto temprano:«comolaotra, la historiade laliteraturaabundaen enigmas. Ninguno me ha inquietado tanto, y me inquieta, como la extraña gloria parcial que le ha tocado en suerte a Quevedo»1 . Dicha inquietud se identifica con la crítica de la que la propia 1 J. L. Borges: «Menoscabo y grandeza de Quevedo», en Revista de Occidente, 17 octubre-diciembre (1924) pp. 249-255,Madrid,Recogido posteriormente en Inquisiciones. Buenos Aires: Proa,1925.
  • 3. 3 obra borgianaha sidosiempre víctima, el antisentimentalismo, el lado profusamente estético de Quevedo coincidía con la imagen que Borges arrastraba: la de un escritor «de estilo», acusado de fabricar una literatura fría y deshumanizada, pero no obstante «perfecto en las metáforas,enlasantítesis,enla adjetivación; es decir, en aquellas disciplinas de la literatura cuya felicidad o malandanza es discernible por la inteligencia»2 . Borgesinsiste ensu Quevedo de 19483 sobre la «gloriaparcial» del escritor madrileño, mientras que un año antes, en 1947 su Nota sobre el Quijote4 habla de la «paradójica gloria» de Cervantes, al que, sin embargo, apunta el tanto de haber creado, como el resto de los grandes escritores de la Literatura, un verdadero arquetipo literario como don Quijote, algo que no puede ser atribuible en la obra de Quevedo. El escritor argentino achacaba por aquellos primeros años, y en más de una ocasión a Cervantes su rudeza estilística, su falta de cuidado sintáctico, su carácter excesivamente precipitado y espontáneo. «No hay una de sus frases revisadas - señala Borges- que no sea corregible;cualquierhombre de letraspuede señalarloserrores;lasobservacionessonlógicas, el texto original acaso no lo es; sin embargo, así incriminado, el texto es eficacísimo, aunque no sepamosporqué»5 .Enotro lugar habla de la «prosa de sobremesa, prosa conversada y no declamada,eslade Cervantesyotra no le hace falta»6 . Y en su ya citada Nota sobre el Quijote afirma de la inmortal obra cervantina: Los ministros dela letra lo exaltan; en su discurso negligente ven (han resuelto ver) un dechado del estilo español y un confuso museo de arcaísmos, de idiotismos y de refranes. Nada los regocija como simular que este libro (cuya universalidad no se cansan de publicar) es una especie de secreto español,negado a las naciones dela tierra pero accesible a un grupo selecto de aldeanos.7 Ciertacrítica ha señaladolafama que Borges diagnostica al Quijote como el arquetipo peyorativode laespañolidad que el mismo Quevedo denunciara en ocasiones respecto a sus paisanos:impacienciaprorrumpidaenlasformasque sinembargo,sonensufundamento,una falta de carácter activo y emprendedor; modorra a la hora de pensar ideas abstractas, incapacidad de construir una filosofía o ciencia… 8 Comose ve, la caricatura abunda en pos de la sempiterna «Leyenda Negra», fundada sobre todo,por losinglesesenel siglo XVI. No se olvide que la lengua inicial de Borges fue el inglés y que su predilección por la cultura anglosajona de las islas nunca fue disimulada. 2 Op. cít. p. 42. 3 J. L. Borges. «Quevedo». En Otras inquisiciones. Buenos Aires: Sur, 1952, pp. 38-44. 4 J. L. Borges. «Nota sobre el Quijote»,en Realidad, 5, septiembre-octubre (1947) Buenos Aires, pp. 234- 236. (Recogido en Textos recobrados 1931-1955,Buenos Aires: Emecé, 2001) 5 J. L. Borges, “Nota preliminar”a Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, Buenos Aires: Emecé, 1946. 6 J. L. Borges, “La supersticiosaética del lector”(1930), en Discusión. Buenos Aires : M. Gleizer Editor, 1932,p. 46. 7 J. L. Borges. Nota sobre el Quijote. Op. cít. p. 234. 8 David Huerta: «La querella hispánica deBorges». En Letras Libres, 8, 1999,pp. 50-53. http://www.letraslibres.com/revista/convivio/la-querella-hispanica-de-borges
  • 4. 4 Durante años Borgesse afana envindicarla«noblezaestoica» que Borgesadmirade Quevedo frente al «fatigoso refranero de Sancho».9 2.- Esta querellaentre QuevedoyCervantes que tanto pareció significar en la trayectoria critica de Borges se encuentra en la misma línea que las que se apuntaban respecto a la célebre polémica entre culteranismo y conceptismo, pero también, entre dos inveteradas formasde crítica literaria:unadirigidahaciael análisispuramente formal y técnico, que suele tomar un sesgomás«progresista» onuevo,frentea otra, la que George Steiner adscribe a los «viejoscríticos» realizada más como «una deuda de amor» hacia las grandes obras y autores, así como la interpretaciónde la literatura como «heroicos esfuerzos del espíritu humano por imponer un orden y una interpretación al caos de la experiencia»10 . Steinerrealizaestaconsideraciónapartirde un estudiobasadoen lacontraposiciónde otros dos grandes autores: Tolstoi y Dostoievski. Dicha nueva toma de postura entre los dos grandestitanesde laliteraturarusabienpodría ponerse enparalelo, mutatismutandis a estos dos tipos de crítica, así como a la que Borges estableciera entre Quevedo y Cervantes. Mientrasque Tolstoi representael símbolodel gran hacedor épico, el constructor de Historia, Dostoievski sería el indagador lúcido y torturado de las conductas humanas más próximas tanto a lo angelical como a lo demoníaco. Se trata de una dicotomíaque,si biennodejade ser trivial,ejemplifica asimismo toda una modalidad vital, y no solo literaria. La misma que, por qué no, Rafael en la época renacentista establece en su famoso fresco La Escuela de Atenas, entre Platón y Aristóteles. Ambos en el centro de la composición, rodeados de otros personajes de la Historia de la Filosofíay la Ciencia, cada uno de ellos señala con el dedo a una dirección distinta: Platón, el filósofo de las ideas inmutables más allá del río del tiempo, el esteta y el matemático. Aristóteles, el pensador del tiempo y el cambio, el observador científico de la vida del aquí y ahora. El «ser» frente al «estar». 9 J. L. Borges: «Nota de un mal lector». En Ciclón, 1 (1956), La Habana. 10 G. Steiner: Tolstoi o Dostoievski. México D. F.: Era, 1968,p. 16.
  • 5. 5 3.- Lo cierto,decimos, esque laadmiraciónde Borges por Quevedo, del que llegó a decir enya célebre sentenciaque era«menosunhombre que una dilatada y compleja literatura»11 fue constante. Sin embargo, es de destacar que dicha admiración, que parece afirmarse en relación inversamente proporcional a su aparente desdeño de Cervantes y sobre todo del Quijote,comienzaatornarse ambivalente enlaevolución literaria y vital del escritor, hasta el puntode confesar,ya al final de su vida, que su preferencia por Quevedo había sido errónea. Es natural,por lo dicho anteriormente, la también permanente presencia del Quijote en Borges a lo largo de toda su trayectoria. En los ensayos, en las ficciones, en los experimentos críticos, en la poesía, en las prosas breves de la última etapa se evidencia inequívocamente su admiración por la novela de Cervantes. Su preferencia se inclina por la Segunda Parte, publicada -como se sabe- en marzo de 1615 en la imprenta de Juan de la Cuesta,enMadrid,hoy calle de sanEugenio,no muy lejos de donde se supone que su cuerpo se encuentraenterrado,enel conventode lasTrinitariasDescalzas. Lo que Borges pondera de estasegundaentregasobre el hidalgo manchego es que, a diferencia de la primera, plena en desventuras y golpes, el ambiente de la segunda es sentimental y psicológico. Otra razón que admira Borges de esa segunda parte, cuyo Quincentenario conmemoramos este año, es el modo de referir el relato de la primera parte, publicado en 1605, dentrode la segunda,enlaque se hacen varias alusiones. Puesto que los protagonistas han leído la primera parte, estos se convierten a su vez en lectores, al igual que lo somos nosotros, de la anterior entrega. La publicación del apócrifo de Alonso Fernández de AvellanedaSegundo tomo delingenioso hidalgo don Quijotedela Mancha,en1614 de enorme éxito, fue decisivaparaque Cervantescontraatacarade un modoprodigioso:introduciendoen el propioartificioyfantasíade la historiadel caballeroandante lapropianovelade Avellaneda, 11 J. L. Borges. «Quevedo». En Otras inquisiciones. Op. cít.p. 51.
  • 6. 6 así como la primera parte original del propio Cervantes. La historia de don Quijote se homologa, y a la vez se justifica así, con todas las novelas de caballerías cuya neurótica y desmedida lectura enloquecieron al hidalgo. De este modo, el lector de la segunda parte se iguala en su condición con los protagonistas, lectores también, destruyendo la separación entre el mundo del lector y el mundo del libro por mor del artificio mismo de ambos en el espejodel espejode lasdiversasnovelas:lade Avenalledapor un lado y la de la primera parte por otro.Así, la literaturafagocitaodestruye supropioarte convirtiéndolo en un texto dentro del texto. La propia novela del aprovechado Avellaneda queda neutralizada al haber sido convertida, como la propia entrega anterior del Quijote, en dos farsas caballerescas como lo son todaslasdemásnovelasde caballerías que alimentan la propia y grandiosa locura de don Quijote, una farsa de farsas. El juego de confusión que coloca textos «reales» como artificios en el propio texto invierte, confundiendo, dos nuevos polos: lo objetivo y lo subjetivo se ha encontrado de manerarepetitivaalolargode lahistorialiteraria: Hamlet,el Ramayana, Las mil y una noches o Impromptu de Versalles. Este modo clásico (y ya incluso excesivamente analizado por las corrientespos-estructuralistas del siglo XX) de refutar y a la vez justificar el texto a través de otro textoesutilizadoenotravueltade tuercapor Cervantes enel famosoepisodiodel retablo de maese Pedro, capítulos 25 y 26 de la segunda parte y musicada por Manuel de Falla en 1924. Allí, el hidalgomanchego presenciajuntoa su inseparable Sancho una representación enla que Melisendra, esposa de don Gayferos se encuentra cautiva por el rey moro Marsilio. Don Quijote, como espectador exigente, no se deja engañar por las incongruencias de la narración, como cuando el rey Marsilio manda tocar las campanas de todas las mezquitas al ver regresar a su hija Melisendra. Don Quijote prorrumpe que «entre moros no se usan campanas, sino atabales, y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías; y esto de sonar campanas en Sansueña sin duda que es un gran disparate»12 Sin embargo, justamente esa exigencia de verdad en la obra contemplada, es decir, esa confusión de ámbitos reales y artísticos le obliga a don Quijote, en su condición de desfacedor de entuertos, a socorrer a Melisendra. Por ello, ante el asombro de Maese Pedro y el resto de los espectadores, el caballero andante destroza todo el entramado teatral para salvar a la doncella en apuros, negando su carácter artístico, es decir, artificial, en definitiva, su «mentira». Al convertir la historia en un narración dentro de otra narración o al introducir la propia primera parte del libro dentro de la segunda, al jugar mediante los apócrifos con la propia autoría introduciendo a «personajes» que se convierten en las «personas» que han escritoo contadola historiacomoCide Hamete Benengeli o el propio Avellaneda, Cervantes, como donQuijote,invierte lasdimensionesde loartificial y lo real y justifica el artificio desde el artificiomismo,unsueñodentrode otro sueño que nos fascina. De esta fascinación ante la obra cervantinanosseñalael propioBorges: «Creo haber dado con la causa: tales inversiones 12 Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. II. Madrid, Cátedra, 1995, p.47.
  • 7. 7 nos sugierenque si loscaracteresde unaficciónpuedenserlectoresoespectadores,nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios»13 . Del mismomodo,E.T.A Hoffmann,ensurelato Kreisleriana afirmaque hay que romper la ilusión de acercar el teatro al espectador y hacer que se implique14 . Hoffmann pone un ejemplo:enel momento de mayor emoción, dejar caer el telón, soslayar su «gravedad» para mostrar de modoabruptoque todoesuna farsa.Se trata de hacer caer loslímites,desmitificar la «obra» estéticaparaasí acentuar lasposiciones yala vez,confundirlas.Al hacerlo, la propia literatura, como la propia vida de los personajes y lectores, se metajustifican en la propia historia.Todo,incluidanuestrapropiahistoriade lectoresquijotescos, nuestra propia historia vital, es una novela. All the world´s a stage. 4.- Tal vezpor ello,Borges reniegue de un «estilo» cervantino, pues lo que consigue con Cervantesesjustamenteunarenuenciaatodotipode estetizacióncríticadel Quijote, antítesis de la obra maestraperfecta,peroconvertidaasuvez enseñerade laLiteratura Universal. Así, ya en los años 20, Borges sostiene: «no creo demasiado en las obras maestras»15 y de hecho, estaconsideraciónjuvenilse iráfortaleciendo ytendráulterioresconsecuencias en una nueva concepción de la literatura que asoma en la crítica de Borges. Ya en La supersticiosa ética del lector16 de 1931, sostiene: La página de perfección, la página dela que ninguna palabra puede ser alterada sin daño, es la más precaria detodas. La mutación del idioma borra las significaciones laterales y los matices: la página sedicente perfecta es la que consta de esos delicados valores y la que con facilidad mayor se desgasta. Inversamente, la página que tiene vocación de inmortalidad, puede atravesar el fuego inquisitorial de las enemistades, de las erratas, de las versiones aproximativas,delas distraídaslecturas,delas incomprensiones,sin dejar el alma en la prueba . De este modo,Borges,que nuncadejóde admirara Quevedo,muestra una progresiva convicción que no sólo detecta en el hecho propio del Quijote, sino de la tradición literaria universal:lasobrasclásicasnohan sidosiempre aquellasque poseen el mayor lujo verbal o la mayor perfeccióntécnica.Porello,loscríticosde laobra borgianacoincidenen señalar que en su etapade plenamadurezliteraria,Borgeshabíasuperadoyasu inicial fervorporlosdestellos verbales,sospechando de losexperimentos literarios como el Finnegan’s Wake de Joyce o de lasSoledades de Góngora,en losque vislumbracadavezcon más certidumbre una meritoria y revolucionaria genialidad lingüística y estilística, pero destinada a convertirse en juegos 13 J. L. Borges: «Magias parciales del Quijote».En Otras inquisiciones. Op. cít., p. 47. 14 E.T.A Hoffmann: Cuentos I. Madrid:Alianza,2005,p. 85 y ss. 15 J. L. Borges: «Examen de un soneto de Góngora», en El tamaño de mi esperanza.Buenos Aires: Proa, 1926,pp. 129-130. 16 . L. Borges, “La supersticiosaética del lector”.Op. cít. 48 .
  • 8. 8 destinados a la discusión de los historiadores de la literatura o en meras piezas de museo, y ellocontrastado porla escasezde lectores de dichas obras. Así lo señala Borges en el prólogo de su poemario El otro, el mismo, de 1964, en el que también confiesa: «es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modesta y secreta complejidad»17 . En una entrevista realizada por Joaquín Soler Serrano, director y presentador del conocido programa literario A Fondo de TVE, tras la concesión del Premio Cervantes a Jorge LuisBorges ex aequo con GerardoDiego en1980, el escritorargentino, a los 79 años, confiesa: Yo he admirado mucho a Quevedo, y lo admiro, pero en cambio, Cervantes y Alonso Quijano, que quiso ser don Quijote, y lo fue alguna vez, éstos son amigos personales míos. Es otra cosa, es una relación de amistad que no se establece nunca con Quevedo. Nadie se siente amigo de Quevedo, pero usted puede admirarlo18. En dicha entrevista19 , Borges se enternece ante el pasaje del último capítulo de la SegundaParte del Quijote en el que nuestro hidalgo pone fin a sus aventuras caballerescas y vuelve asucordura en el últimoinstante. De hecho,el propioBorgesse decide por la segunda parte también por ese juego de espejos, ausente en la primera, según el cual el propio don Quijote obliga a los demás personajes a introducirse en su serio y valiente juego de locura, como el cura o el bachiller Sansón Carrasco y a convertirse en otros personajes de su mundo delirante. Una vez que todos ellos han sido arrastrados al mundo quijotesco, don Quijote vuelve a la cordura. En ese momento, el ya nunca más don Quijote, vuelve a ser el Alonso Quijanoconel que comienzalahistoriaal modoen que lo estableciera el motto de Guillaume de Machaut: ma fin est mon commencement. Allí, en su lecho de muerte, Alonso Quijano propone su testamento, por el cual Cervantesse introduce ensupropianovelaenun guiñoque pone enbocadel hidalgo,referido al que dicenque compusolasegundaparte de sus desventuras, autor que no menciona, pues AlonsoQuijano nosabe de sunombre,y le pide le perdone porhaberle dadoocasiónaescribir semejantes fantasías Ítem, suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les trujere a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe, porque parto desta vida con escrúpulo de haberle dado motivo para escribirlos. 20 17 Prólogo a «El otro, el mismo». En Obra poética 1923-1964.Buenos Aires: Emecé, 1964 18 J. Soler Serrano: Entrevista a Borges en El Mundo: 13 de Febrero de 2001. 19 http://www.rtve.es/alacarta/videos/a-fondo/entrevista-jorge-luis-borges-fondo-1980/1058440/ 20 Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. II. Op. cít. p. 576
  • 9. 9 El propioCervantesse hace unsueñoescondido. Y mira a su figura con el compasivo y humilde cariñoconel que se mira a sí mismo como autor que se hace personaje.Ese Cervantes que, en el capítulo 6 de la primera parte, introduce su Galatea entre los que no superan el «donoso escrutinio» de la hoguera y del cual el cura se dice amigo: «muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos»21 . Pero es sobre todo digna de emoción para Borges la manera como Cervantes narra el último suspiro del protagonista: En fin llegó el último día de don Quijote, después de recibidos todos los sacramentos y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías. Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho, tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual,entre compasiones y lágrimasdelos que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió22. (La cursiva es nuestra) Esa última coda, innecesaria, desdramatizadora, pero por la que Cervantes no quiere terminaral modo «literario» osolemne:«entregó su alma al espíritu». Prefiere, sin embargo, que nos despidamos de uno de los grandes símbolos de la cultura occidental aportándonos una coletilla que más parece de una conversación mundana entre amigos, un no saber qué decir y decir lo de siempre: se murió. No quiere Cervantes aplausos finales tras la representación, sino dejar caer el telón no más. No se aplaude al ángel, al milagro o a la horizonte durante una puesta de sol. Solo se aplaude el arte. 5.- Todoslos discípulosde Sócratesesperabanque,alamuerte del gransabio,susúltimas palabrasfueranunresumende suadmiradavida filosófica. Tendemos a solemnizar la vida en sus últimosmomentos,en convertirlaenarte de aplauso,enartificioque,de algúnmodo,solo pretende en buena y natural intención concretar toda una admiración o amor en una última palabracomo enun último suspiro. Sin embargo, el modo por el que Sócrates se despide del mundoante sus acólitosresultaaúnmás emocionado, porque la ejemplaridad de Sócrates se demuestraen suspostrimerías,tal y como la describe el famoso pasaje de Platón,23 al rogar a lossuyosque se acuerden de pagarle el gallo que a un tal Esculapio el sabio le había dejado a deber.Entonces,tranquiloporlaconfianzaque sabe obtendráde susamigosenlapromesa de pagarlo, Sócrates muere plácidamente. Su muerte, a través de estas últimas palabras, se ha convertido en una de las más admiradas, emotivas y ejemplares de las conocidas por los grandes hombres que han poblado la Historia. 21 Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. I. Madrid:Cátedra, 1995, p. 137. 22 Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, vol. II. Op. cít. p. 577. 23 Platón,Fedón 118c.
  • 10. 10 Asimismo Cervantes suelta espontáneamente esa aclaración, tal vez porque esta él mismo conmovido por la muerte de su amigo caballero una vez que volvió a ser hidalgo. Porque noes el momentode vanidades literarias para construir metáforas, sino de prestar el último adiós a su querido personaje, Cervantes, como don Quijote desmonta el final del espectáculo de maese Pedro, más preocupado, por salvar a la dama Melisendra, que por embelesos artísticos que nunca llegó a creerse. Y tal vez, dado que no encuentra (pues acaso no quiera encontrarlos) tropos literarios para describir esa conmoción, Cervantes, «más versadoendesdichasque en versos»,másatentoala vidaenla que consiste por igual batallar como escribir–ypor supuesto morir- se deja llevar y nos conmueve a su vez: «dio su espíritu, quiero decir que se murió». De este modo,Borgesparece ahoravolversobre suspasos iniciales yreconsiderar que la «gran literatura» de Quevedo puede llevar al lector a una «superstición»24 , es decir, una devocióndesmedidaporlaliteratura,hastaconvertirlaenunasuerte de «Idea» porcumpliren la vida.Y sinembargo, ¿noha sidoel propioBorgesvíctimade ese «peligro»,de esa«ceguera» como la que él mismo sufrió físicamente, al haberse convertido –no más- que en una gran literatura? Tal vez el escritor argentino, el más atento y convencido lector de la literatura en español del siglo XX, se identificara por ello, fatalmente, con el propio Alonso Quijano, convertido en una víctima de las novelas de caballeras, como Borges de la literatura. Por ello mismo,Borgeslamentaraensusúltimosaños ser más quevedesco que cervantino, modo con el que finalmenteaél le hubieragustadoadscribirse. Tal vez, incluso, por qué no, Borges, que no pudotrascendersu«quijanismo»,envidiara el «quijotismo» que, a causa de esa literatura que amó, le hizo salir al mundo para combatir con su espada las injusticias. Aristótelesnosdice que el filósofosiempre gustó de los mitos, y aún más en su vejez. Puesel ancianoesdoblemente niño. Así ese «quijanismo» de Alonso Quijano, hidalgo de los de lanza en astillero, rocín flaco, y galgo corredor se sustancializa, al final de su vida y de la obra cervantinaque este añoconmemoramos,ensuúltima hora como Borges lo hiciera en su vejez,al darse cuentade que Cervantesera,másque una gran literatura a laque nunca se deja de admirar -ysobre todo graciasa ella- unamigoal que quererensusúltimashoras,un cuento en cuya fantasía los niños queremos que solo nuestros protectores nos cuenten y en el cual nos envolvemos tranquilos y seguros antes de nuestra partida hacia el justo sueño, quiero decir, hacia la muerte, vaya. 24 J. L. Borges, “La supersticiosaética del lector”. Op. cít., pp. 47-48.
  • 11. 11 Bibliografía: Borges, J. L.: «Menoscabo y grandeza de Quevedo», en Revista de Occidente, 17 octubre- diciembre (1924) pp. 249-255, Madrid. Recogido posteriormente en Inquisiciones. Buenos Aires: Proa, 1925. «Examen de un soneto de Góngora». En El tamaño de mi esperanza. Buenos Aires: Proa, 1926. (1932): “La supersticiosa ética del lector”. En Discusión. Buenos Aires: M. Gleizer Editor. (1946): “Nota preliminar” a Miguel de Cervantes. En Novelas ejemplares, Buenos Aires: Emecé. «Nota sobre el Quijote». En Realidad, 5, septiembre-octubre (1947) Buenos Aires, pp. 234-236. Recogido en Textos recobrados 1931-1955, Buenos Aires: Emecé, 2001. (1952): «Quevedo». En Otras inquisiciones. Buenos Aires: Sur, pp. 38-44. «Nota de un mal lector». En Ciclón, 1 (1956), La Habana. (1968): Prólogo a «El otro, el mismo». En Obra poética 1923-1964. Buenos Aires: Emecé Cervantes, Miguel de (1995): El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, I y II. Madrid, Cátedra. Hoffmann, E.T.A (2005): Cuentos I. Madrid: Alianza. Huerta, D.: «La querella hispánica de Borges». En Letras Libres, 8, 1999, pp. 50-53. http://www.letraslibres.com/revista/convivio/la-querella-hispanica-de-borges Steiner, G. (1968): Tolstoi o Dostoievski. México D. F.: Era.