1. HUERTAS Y ARBOLEDAS, VERDURAS, FRUTAS Y
FRUTOS EN VALLADOLID.
ANASTASIO ROJO VEGA.
Más documentos en: www.anastasiorojo.com
Cuando uno de los más famosos viajeros que ha tenido
Valladolid, el portugués Tomé Pinheiro da Veiga1, divisó por primera
vez la ciudad a comienzos del siglo XVII, la halló engastada en un
ameno paisaje de huertas y arboledas que seguían las orillas de sus dos
ríos, el rio mayor Pisuerga y los dos brazos del menor Esgueva: "Va muy
recogido [el Pisuerga] y acantilado, y por no llevar arena ninguna, parece
oscuro y cubierto; mas, por razón de algunos azudes que tiene para
aceñas, hace unas tablas como estanques hermosísimos, cuanto los ojos
se pueden extender por entre las riberas llenas de arboleda de chopos,
álamos, olmos y árboles semejantes, fresquísimos y espesos, sin
intermisión ninguna, que es la más hermosa vista y que mejor me
pareció, que todo lo que hasta hoy vi, y mucho más con las quintas
[riberas] y huertas que por el rio arriba y abajo más de una legua2 le van
adornando, de lo que la gente se sabe aprovechar, y ordinariamente están
abiertas a quien quiere holgar, que son todos los castellanos"3.
En el siglo de oro nadie que se considerase en algo dejaba de
tener una ribera, que era una huerta cercada situada a la orilla del rio y
que servía tanto para el esparcimiento de los dueños y de sus amigos
como para producción de flores, frutas y hortalizas. La ribera, lugar
sombreado por los árboles, era el lugar típico para pasar placenteramente
los días de Verano.
Riberas y huertas ocupaban en su totalidad los terrenos bajos del
valle próximos a la ciudad4. Las huertas eran el lugar de trabajo de los
hortelanos, puro lugar de producción y no de disfrute, y se organizaban
en tablas, o piezas de tierra cuadrangulares alrededor de una noria5. Los
1. Fastiginia. Vida cotidiana en la Corte de Valladolid, Valladolid,
Ambito 1989.
2. Unos cinco o seis kilómetros.
3. Ibidem, p. 289.
4. Véase el grabado del libro Civitatis Orbis Terrarum de Braun y
Hogenberg, Colonia 1593, utilizado para la cubierta de Valladolid
corazón del mundo hispánico, Historia de Valladolid, III, Valladolid,
Ateneo 1981.
5. Para dar fe de ello las norias abundan en el semi-imaginario
grabado citado en la nota anterior.
2. inventarios de huertas que aparecen en los protocolos del Archivo
Histórico Provincial de Valladolid6 son una buena fuente para conocer
qué especies hortenses eran plantadas y consumidas por nuestros
antepasados. Las anotamos a continuación por orden alfabético
añadiendo un número (N) que significa el número de huertas en que están
representadas. (N) nos marca, además, su presencia más o menos
frecuente en las mesas del siglo de oro.
ESPECIE N
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Acelgas 6
ajos 16
alcacer 13
arbejones 4
avelumbre 1
berzas comunes 17
berza albar 5
berza murciana 1
berza verdina o verdenal 2
borrajas 1
bretones 2
calabazas 4
calabazas redondas 1
cañamones 1
cardos 19
cardos de san Andrés 1
cebollas 14
cebollas menudas 1
cebollas tempranas 4
cebollinos 17
cebollones 14
culantro 5
6. A.H.P.V., protocolos, huertas de: Calvo, Juan (año 1577), leg. 71,
s.f.; Fontecha, Ana (1560) leg. 56, fo. 1.606; Fuensaldaña, Pedro de
(1560), leg. 56, fo. 412; García de Mena, Alonso (1587), leg. 602, s.f.;
Herrera, Juan de (1576), leg. 70, fo. 375; Martín, Andrés (1572), leg.
67, fo. 59; Martín, Luís (1558), leg. 54, fo. 633; Martín, Pedro (1560),
leg. 56, fo. 719; Montoya, Juan (1581), leg. 387, fo. 55; Moral, Julián
del (1592), leg. 426, fo. 482; Muñoz, Santiago (1585), leg. 401, fo.
1.020; Negrillos, Cristóbal de (1569), leg. 63, fo. 1.471; Nicolás,
Cristóbal de (1581), leg. 387, fo. 52; Nicolás, Pedro de (1558), leg.
54, fo. 633; Pérez, Bartolomé (1560), leg. 56, fo. 802; Pérez, Juan
(1579), leg. 606, s.f.; Pesquera, Juan de (1564), leg. 60, fo.734;
Pesquera, Sebastián de (1560), leg. 56, fo. 51; Recellado, Pedro (1572),
leg. 67, fo. 670; Revilla, Rodrigo (1560), leg. 56, fo. 927; Segura,
Lope de, morisco (1595), leg. 503, fo. 259; Serna, Antonio de la (1576),
leg. 70, fo. 637; Siruendo, Cristóbal (1598), leg. 445, 23 Mayo; Sotelo,
Anronia (1586), leg. 644, fo. 387; Trigueros, Andrés de (1573), leg. 68,
fo. 1.225; Trigueros, Francisco de (1558), leg. 54, fo. 370.
3. chirivías 20
escarolas 17
espinacas 16
habas 16
hierbabuena 13
lechugas 16
lechugas blancas 2
lechugas castellanas 1
lechugas negras 1
lechugas romanas 1
llantas 16
llantas verdenales 1
mastuerzo 2
melones 5
murcianos 16
murcianos de Burgos 2
murcianos de la tierra 2
nabos 17
nabos tempranos 1
pepinos 7
peregil 20
porrino 12
puerros 19
rábanos 10
repollos murcianos 1
zanahorias 23
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Como puede verse, dominaban los productos susceptibles de
acompañar a la olla de vaca y carnero que consituía la comida más
común de la época - antecedente del cocido - y la región murciana era la
"huerta" por excelencia en la mente de los hortelanos vallisoletanos. Un
producto, que no identificamos, llevaba incluso el nombre de "murciano".
Es posible que parte de estas especies fueran introducidas por moriscos,
como el repollo "murciano" que unicamente cultivaba el morisco Lope de
Segura en 15957.
7. Hizo testamento el 11 de Mayo de 1595 y se procedió al inventario
de sus bienes el 15 de Mayo del mismo mes. A.H.P.V., protocolos, leg.
503, fo. 270 y 274.
4. Las riberas de los elegantes eran lugares más de capricho que de
producción, aunque ésta no se descuidaba. En ellas se mimaban árboles
frutales y de sombra, parrales y flores. Podemos aproximarnos a ellas
gracias a los contratos que los propietarios hacían con cachicanes para
que las cuidasen y tuviesen siempre a punto8.
Los árboles de sombra ya han sido señalados por Pinheiro:
chopos, álamos y olmos, juntamente con tarays. Los frutales nombrados
en los documentos son almendros, cermeños almizcleños, ciruelas
normales, bravas, de monje, regañadas y de San Miguel; higueras,
manzanas normales, camuesas, enanas y de Nájera; membrillos, morales,
nísperos, nogales, peras normales, palazuelas, pintas, de rey, romanas,
tempranas y tardías; y peros de invierno.
Las uvas de las parras de las riberas eran de clase delicada y
escogida, diferente de la de los majuelos ordinarios. Eran de las que
entonces se entendían como uvas "de mesa": albillo, moscatel, moscatel
barbado, y verdejo, que todavía hoy se cultivan en la comarca.
Las flores eran un privilegio de los afortunados. Aparte de las
mantenidas en tiesto9, como los claveles, en las riberas había alhelíes,
claveles, madreselvas y rosas castellanas, damascenas, mosquetas y
blancas. La rosa castellana era una producción característica de la zona y
uno de los productos más utilizados en la medicina de la época. El jugo
extraído de pétalos machacados se usaba en las enfermedades de los ojos,
el cocimiento de rosas secas se aplicaba en las sienes con una pluma en
los dolores de cabeza, y también en los de ojos, oidos, encías, sieso,
intestino recto y matriz; las hojas majadas se aplicaban en forma de
emplasto al vientre en dolores de diafragma, estómago y fuego de San
Antón; la infusión de cabezuelas restriñía diarreas y cortaba el escupir
sangre - hempotisis -, era base de los medicamentos cordiales, llamados
así por fortalecer al corazón; del jarabe de encarnadas, del de nueve
infusiones, de las pastillas de rosa, del agua rosada utlizada en cosmética,
del aceite rosado, de la miel rosada, del vinagre rosado ... Una de las
bebidas más apreciadas del siglo XVII era la confeccionada con agua,
azúcar rosada y nieve.
Es por ello por lo que algunas riberas, las menos, se dedicaron
integramente a la producción de la que hoy conocemos como rosa de cien
hojas. Un documento de 1592 presenta a Alonso Pérez10 y a otros
hortelanos comprometiéndose a servir al boticario Juan de Frías
8. A.H.P.V., protocolos, de Alonso de Bolaños (1530), leg. 34, fo.
447; Armijo de Sosa (1548), leg. 220, fo. 110; Alonso López de Calatayud
(1550), leg. 122, fo. 1.543; Jerónimo de Reinoso (1557), leg. 138, leg.
150v; Pedro Hernández de Villarroel (1560), leg. 273, fo. 452; Huerta
del Palacio en Tudela de Duero (1561), leg. 57, fo. 861; Marqués de
Tábara (1568), Alvaro de Luna (1568), leg. 365, fo. 304; leg. 365, fo.
268; Cristóbal Boniseni (1579), leg. 382, fo. 227; Periáñez del Corral
(1585), leg. 618, fo. 171; Cristóbal Boniseni (1592), leg. 850, fo. 340;
Granja de los Santos (1599), leg. 804, fo. 76v.
9. En un trabajo que estamos preparando hablaremos de las aficiones y
entretenimientos de los vallisoletanos del siglo de oro.
10. Testamento en A.H.P.V., protocolos, leg. 423, fo. 1.616.
5. quinientas libras - 250 kilogramos aproximadamente - de rosas
castellanas, abiertas y cerradas, cultivadas en la ribera de don Galván de
Boniseni11, al precio de diez maravedís la libra.
El arrendamiento de la ribera de don Galván puede servir como
modelo del contrato de cachicán de una quinta de recreo. El apirante de
1592 debía comprometerse a no cortar rosas, a no tomar melones ni
alcaceres - cebada verde que se reservaba para dar de comer a las
monturas de las casas ricas -, a regar los frutales una vez por semana y a
proceder a su injerto sin descorcharlos ni despuntarlos. Fabio Nelli de
Espinosa, el banquero que poseía por entonces dicha ribera12, obligó al
hortelano a que le diese seis cestos de guindas - dos de ellos de garrafales
-, cuatro de endrinas, seis de ciruelas regañadas, cuatro de san Miguel,
dos cargas de camuesas, cuatro cestos de peros de invierno y seis de uva
moscatel y verdejo. La presencia de endrinos parece hablar a favor de un
clima más húmedo que el actual, ya que hoy hay que ir a buscarlas
bastantes kilómetros hacia el Norte13.
Aparte de endrinos, algún historiador dice que en el Valladolid de
antaño existían otras clases de árboles inusuales hoy en día, como los
naranjos del alcazarejo real - hoy San Benito - en el siglo XIV14. Es
difícil creerlo.
Sí se intentó insistentemente el cultivo de los olivos, incluso
puede que en algún momento diesen provecho: en 1582 el tratante
vallisoletano Alonso de la Parra compró al mantequero Jácome de Ozca
cincuenta y ocho arrobas de aceitunas de Tordesillas a nueve reales y
medio la arroba15. Lamentablemente no se indica si se trata de aceitunas
nacidas o simplemente adobadas en la villa castellana. Es segura la
existencia de olivos en las posesiones de don Pedro Gutiérrez de
Villarroel, señor de Villaviudas, Hornillos y Reinoso16 en 1560; y los
vió en pleno siglo XVIII Antonio Ponz "con la circusntancia de que
algunos, aún sin cultivar, ni inteligencia en su poda, dan buen fruto. En la
de los PP. Dominicos se ha plantado un olivar, que ya produce con
utilidad, y en los terrenos de los Carmelitas calzados acaban de plantar
otro ... El Conde de Mora tiene en Tordesillas, distante cinco leguas de
aquí, un olivar antiguo, y modernamente ha hecho plantar otro el Conde
11. A.H.P.V., protocolos, leg. 850, fo. 340.
12. Don Galván fue un mercader genovés o florentino que ya había
muerto en 1535 (A.H.P.V., protocolos, leg. 7.847, fo. 77). La ribera
conservó su nombre pese a pasar de unas manos a otras.
13. Hasta hace pocos años existió un helecho que crecía en un rincón
entre las piedras altas del claustro de la Antigua. Fue arrancado en una
"limpieza" similar a la que se hizo en la Catedral, sin tener en cuenta
que quizás se estaban arrancando verdaderos "fósiles" de otra época.
14. QUADRADO, J.M. y F.J. PARCERISA, Recuerdos y bellezas de España.
Valladolid, ed. facsimil, Valladolid 1990, 70.
15. A.H.P.V., protocolos, leg. 518, s.f.
16. A.H.P.V., protocolos, leg. 273, fo. 452.
6. de Polentinos"17.
Los intentos, a cargo de nobleza y clero, proseguían todavía en el
siglo XIX, pues en 1861 los olivos mantenían su presencia en la ribera de
los Menores y en la huerta de los Filipinos, aunque según Pastor y López
"no todos los años dan fruto"18. Este catedrático de Historia Natural de
la Universidad de Valladolid se planteaba problemas más profundos en
relación con los olivos vallisoletanos. Se preguntaba, en la línea de
párrafos anteriores, si el clima de Valladolid había sido siempre el mismo
o había conocido tiempos más bonancibles. Dado que existía al lado
mismo de la ciudad un pago llamado "olivar de Rubín", enfrente de
Zaratán, donde el Jefe de Arbolado del Ayuntamiento don Juan Manso
creía haber hallado las ruinas de un antiguo molino de aceite, concluyó:
"debemos creer que el clima de Valladolid ha cambiado algún tanto en
una centuria"19.
17. Viage de España, ed. 1972, 135-6.
18. Pascual Pastor y López, Topografía físico-médica de Valladolid,
Valladolid, Santarén 1861; ed. J. Riera, Valladolid 1985, p. 3-4.
19. PASTOR y LOPEZ, P., Topografía, 168-9.