1. 1
Capitalismo inclusivo.
Manfred Nolte
Los apóstoles del capitalismo, sistema al que cabe atribuir méritos indiscutibles
en el progreso y bienestar de los pueblos en los últimos cien años, alardeaban
hasta fecha bien reciente de su credo fundamentalista. Lo hacían con
naturalidad y sin recato, como quien posee por don revelado la fórmula del bien
opuesta a la receta del mal. La información que proporciona el sistema de
precios es óptima, la asignación de los recursos realizada por un sistema de
oferta y demanda no admite parangón, la información de los intervinientes es la
correcta y promueve conductas eficientes y basta con que ‘Papá Estado’
mantenga alejadas sus torpes zarpas paternalistas para que en el recinto del
mercado se genere de forma armoniosa y suficiente el producto que precisa
diariamente para su sustento la sociedad.
Estas posiciones se matizan desde la banda moderada que, adhiriéndose a las
virtudes del sistema, se somete a la evidente necesidad de una enérgica
intervención estatal, hasta el polo puesto, donde los libertarios abogaban por
una economía en la que la competencia pública debiera restringirse en exclusiva
a las funciones de defensa, administración de la justicia y poco más. Sanidad,
Educación y Protección social debieran, según este ala ultraliberal, ser
abordados por la iniciativa privada y cualquier subida de impuestos constituiría
una injerencia despótica. En Estados Unidos, en particular, aceptar que el
capitalismo no es bueno para todos es una píldora difícil de tragar para el
‘establishment’ plutócrata. Ser rico significa ser eficaz y la acumulación de
riqueza resulta una virtud cívica. Hijos de la meritocracia se consideran ‘hechos
a sí mismos’ (‘self-made’) y gozan –en particular en Silicon Valley- del aprecio
2. 2
general. 1
Pero desde las propias filas libertarias se empieza a aceptar la evidencia de que
el capitalismo no funciona adecuadamente para las clases medias y que
funciona mal o muy al para las más despojadas. Y se interrogan, en
consecuencia, acerca de las medidas a adoptar. Entiéndase bien. No hablamos
de los críticos radicales ni de los movimientos antisistema. Tampoco de la
posición jurídica de Naciones Unidas. Ni siquiera de la doctrina que en materia
social ha defendido desde hace una centuria la Sociedad eclesial cristiana
rejuvenecida desde meses atrás con el mensaje purificador de su Líder
Francisco. Hablamos desde dentro del sistema mismo, desde la aparente
conciencia de sus mayores beneficiarios y en casos especiales de sus propulsores
institucionales, como es el caso del Fondo Monetario Internacional.
Teóricos adscritos al discurso neoliberal, en particular de la escuela austriaca, y
los grandes plutócratas beneficiarios navegaron al unísono desde los años 70 del
siglo pasado tejiendo un entorno de desregulación. El rasgo más sobresaliente
de los últimos 25 años es la globalización. Una globalización avivada en el fuego
de la revolución digital que ha creado una economía más integrada que nunca
pero con tremendas asimetrías. Las mercancías y sobre todo los capitales han
traspasado fronteras sin activar a su estela la libre circulación de los
trabajadores. Y la pretendida integración de la renta y la riqueza ha mostrado
discrepancias acumulativas y escandalosas. El consumo de los 1200 millones
más desfavorecidos del planeta se cifra en el 1% del total mientras que los 1000
millones más desarrollados acumulan el 72%. Las 85 mayores fortunas del
planeta acumulan idéntica fortuna que los 3.500 millones de ciudadanos de
menor renta. Una de cada 8 personas de nuestro planeta se acuesta con hambre
cada noche mientras se censan 1.400 millones de obesos.
Lo que resulta novedoso es que hoy, 30 años más tarde, en algunos santuarios
de los plutócratas se producen discursos que resultarían familiares en los
movimientos antisistema y que encajarían perfectamente en los mítines del
Foro Social Mundial, en Zuccotti Park, San Pablo en Londres o Puerta del Sol.
Billonarios como Georges Soros o Warren Buffet, se describen a sí mismos como
‘traidores de clase’ y han instando al Gobierno a subir los impuestos de los
super-ricos. Cristina Lagarde da vuelta a la chaqueta institucional del FMI con
un nuevo ‘empoderamiento’ en su reciente discurso en la London School of
Economics o en su intervención central en un sorprendente evento celebrado en
Londres a finales de Mayo, en un seminario titulado ‘Capitalismo inclusivo’.
Este último ha congregado a inversores internacionales que controlan 30
billones de dólares en activos, un tercio del global planetario. Un escrito de
convocatoria del asombroso acto pretende según sus anfitriones discutir “la
amenaza del capitalismo sobre el capitalismo”.2
1 En 1982, el 40% de los incluidos en Forbes 400 eran hombres hechos a si mismos, lo que
significa que poseían su riqueza como consecuencia de los negocios creados y no a causa de
herencias, según las investigaciones de los profesores Steven Kaplan and Joshua Rauh. En 2011,
el porcentaje de ricos hechos a sí mismos ascendía al 69%.
2 http://www.project-syndicate.org/commentary/paul-polman-and-lynn-forester-de-
rothschild-call-on-companies-and-governments-to-unite-in-the-search-for-an-inclusive-and-
sustainable-economy
3. 3
Aunque la mano de mercado ha guiado a la economía mundial a una
prosperidad sin precedentes, en la convocatoria citada se señalan crecientes
disfuncionalidades del modelo que contribuyen a aumentar las disparidades
entre pobres y ricos al tiempo que muestran un desprecio intolerable hacia el
capital medioambiental. De no controlarse estos costes el apoyo al capitalismo
puede ahuyentarse hasta desaparecer alejando la esperanza del crecimiento y la
prosperidad. Los líderes del acto reconocen que “es momento de considerar un
capitalismo consciente, un capitalismo moral, un capitalismo inclusivo”.
En el suntuoso acto londinense, la directora del FMI, Cristina Lagarde se refirió3
a la premonición de Marx de que el capitalismo porta la semilla de su
autodestrucción y citó al Papa Francisco en su alusión a la desigualdad creciente
como la raíz del mal social. Abogó por una fiscalidad más progresiva y recordó
que recientes estudios del Instituto4 que dirige habían desmontado el discurso
de los perjuicios asociados a las políticas redistributivas y que son justamente
las desigualdades injustas y excesivas las que han probado ser económicamente
ineficientes. Efectivamente, como ha señalado Marc Thoma5 la economía no nos
dice cual debería ser la distribución de la renta. Ello implica un juicio de valor y
los juicios pueden discrepar acerca de lo que es justo y equitativo. Pero la
economía puede predecir las consecuencias de la redistribución y las evidencias
apuntan a que una modesta redistribución acelera el crecimiento.
En su consecuencia, los Gobiernos y las Instituciones Multilaterales deben
apropiarse de este discurso y traducirlo a la práctica. Ya. Como nos recuerda
Mahatma Gandhi: “El futuro depende de lo que hagamos hoy”.
16.06.14.
3 http://www.imf.org/external/spanish/np/speeches/2014/052714s.htm
4 http://www.imf.org/external/pubs/ft/sdn/2014/sdn1402.pdf
5 http://www.cbsnews.com/news/why-income-redistribution-doesnt-hurt-growth/