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En defensa (de oficio) del acusado.
Manfred Nolte
Sostenía Karl Popper que toda verdad es provisional. Algo que, mucho antes,
G.W.F.Hegel había aclarado en su célebre sentencia „la verdad es la totalidad‟.
Solamente escudado en un marco de tolerancia como el que ofrecen las frases
precedentes me cabe ejercer de abogado de oficio –ninguna letrado de prestigio
se prestaría a hacerlo- en un expediente tan poco proclive a la indulgencia
popular como es el resaltar los méritos y virtudes de la canciller Ángela Merkel,
llamada, según todos los sondeos, a reeditar este domingo su tercer mandato al
frente del gobierno federal.
¿Qué puede aducirse en turno de defensa ante una opinión pública indignada
que ha encasillado a la mandataria teutona como la principal causante de los
males que aquejan a los países periféricos, entre los que se encuentra España?
¿Cómo invocar facciones amables en ese Mazinger sin alma que desoye
cualquier lamento ajeno y es insensible a iniciativas que no figuren previamente
en su hoja de ruta esculpida en granito? ¿No han descalificado ya las plumas
más autorizadas ese talante hierático y despreciativo que reputa ser el único y
último tenedor de las recetas del éxito, a su vez innegociables e indiscutibles? Y
finalmente, ¿No ha dictado la sociedad soberana su veredicto popular, juzgando
a sus súbditos de narcisos, insolidarios, dominantes, obsesos de la austeridad,
despiadados, oportunistas y antieuropeos? ¿No se les ha comparado incluso con
los nazis?
Menos comentados y conocidos resultan aquellos aspectos que suavizan el
rostro del reo germano o que al menos muestran la presunta racionalidad de su
conducta y prestan su comprensión al itinerario político abordado por la cuarta
economía del mundo. Este defensor no es ciego a las imputaciones del fiscal,
pero fiel a la división del trabajo debe aprestarse a poner en el asador legal toda
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la carne de hechos ciertos y probados para asegurar el equilibrio del juicio
entablado.
Convendrá alertar de inicio de la existencia de varias Alemanias. No pueden
incluirse en saco común los antieuropeístas radicales de „Alternativa para
Alemania‟, y los obsesos de la ortodoxia como Hans-Werner Sinn, Presidente
del IFO de Investigación económica o el guardián del Bundesbank Hans
Weideman con el talante más conciliador de la Canciller y de su lugarteniente
Schäuble. A todos tiene que templar el gobierno en ejercicio y muy en particular
a su electorado. La mayoría de los alemanes no cree en la Unión Europea y uno
de cada dos desearía que Bruselas devolviese el poder a los países miembros y
está muy generalizado el sentimiento de que los países periféricos no están a la
altura de las circunstancias exigidas por sus planes de rescate, cuando no los
tachan de ineficientes y perezosos. El Gobierno alemán es mas europeísta que el
votante medio y entre sus pares ha liderado iniciativas integradoras como la
implantación de un presupuesto central para atender las necesidades de países
en crisis de la Eurozona, con escaso eco colectivo, o la reciente introducción de
un impuesto sobre las transacciones financieras junto a 10 países más por el
procedimiento de cooperación reforzada.
Pero es que además -obras son amores- Alemania es el primer financiador del
presupuesto comunitario y primer contribuyente neto a los fondos
estructurales, de los que España ha sido y sigue siendo benefactor privilegiado.
En el marco financiero de la UE aprobado para los próximos siete años
Alemania continuará aportando al presupuesto europeo a razón de 11.500
millones de euros anuales. También es el primer prestamista (28%) de la
Eurozona a través del Fondo de rescate europeo, el MEDE, y en cada uno de los
programas específicos de financiación „a la carta‟ que se aprueban desde las
Instituciones europeas. En total Alemania ha asumido garantías por importe de
unos 300.000 millones de euros que fueron aprobadas por el Bundestag por
mayoría arrolladora. De la reciente línea de rescate a la banca española, el país
teutón responde de un 28% de su totalidad siguiéndole Francia(20%) e
Italia(18%). Agregaremos su posición de finaciador neto en el Eurosistema
(Target 2), –un segundo rescate general en opinión de Hans Werner Sinn- con
unas posiciones acreedoras respecto de la banca de la zona euro del orden de
750.000 millones de euros.
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Y en lo conceptual,¿cómo renunciar a una estela de éxito tras un ejercicio de
austeridad sin precedentes sufrido en propias carnes con la reunificación
alemana?¿Es delito predicar con el ejemplo? Tras la caída del muro en 1989
Alemania se convirtió en la enferma europea, carente de competitividad y
condenada al declive. Los ciclos del reajuste de la zona oriental y la adopción del
euro a un tipo de cambio muy alto arrastraron al país al desempleo llegando a
los 5MM de parados en enero de 2005, al mismo tiempo que las finanzas
públicas se deterioraban, la inversión desaparecía y los políticos estaban
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abocados al inmovilismo. La primera tanda de ajustes en 2003 reforzó los
incentivos al empleo, adelgazó el sector público, rescató el equilibrio de la
seguridad social mientras empresas y sindicatos buscaban un modelo laboral
más flexible. Ya en 2010, una segunda ola de gasto controlado se centró en la
investigación y desarrollo, y el legendario sistema de educación dual que ha
conducido al país a registrar la tasa más baja de desempleo juvenil en Europa, el
8 por ciento.
Lo anterior hunde sus raíces en un ideario liberal –„ordoliberal‟ que en modo
alguno excluye la solidaridad. En el manifiesto electoral publicado por la CDU
para las elecciones del domingo, puede leerse que “Alemania se compromete a
la solidaridad con sus vecinos europeos. Pero no es un simple camino de ida.
Quienquiera que necesite ayuda deberá contribuir con sus propios esfuerzos a
resolver los problemas. No deseamos países en la zona euro que incremente su
deuda a expensas de sus vecinos evitando reformas incómodas.”
Alemania acoge a 9,8 millones de emigrantes, el segundo país del mundo
después de los Estados Unidos. Y en Alemania los políticos son obligados a
dimitir por hacer cortapegas en sus tesis doctorales, mientras varios países
periféricos se ven anegados por una ola de corrupción generalizada de su clase
política.
Dicho lo cual, y una vez superados los comicios, el consenso general es que
Ángela Merkel asumirá sus retos de liderazgo en Europa y abordará los grandes
temas de las reformas institucionales en debate, redefiniendo posiblemente su
posición entre austeridad y crecimiento. Deseamos vivamente que sea
recordada como la gran líder de la prosperidad europea y no como la garante del
peculio particular de sus votantes.