El documento explica que los economistas no pueden predecir o dar opiniones sobre todos los fenómenos económicos complejos, sino que se centran en los conceptos fundamentales como la escasez, el valor y los mercados. Los economistas usan estos conceptos para analizar temas como los mercados bursátiles, divisas o balanzas fiscales, reconociendo las limitaciones de la economía como ciencia. Otros que opinan sobre temas económicos a menudo llegan a conclusiones erróneas porque carecen de la formación en los fundamentos de la economía.
Revista Estudiantil de la Carrera de Contaduría Pública de la Universidad May...
Los fundamentos de la economía y sus límites
1. LO QUE LOS ECONOMISTAS PUEDEN SABER.
Manfred Nolte
Pasa con alguna frecuencia. En ciertas celebraciones familiares a las que
concurren parientes que se ven tan solo en contadas ocasiones. También sucede
en la barra de la cafetería si alguien te presenta cortésmente a un desconocido.
O en tu propia casa, al coger el ascensor o cruzarte en el vestíbulo con ese vecino
comunicativo de siempre. Al identificarte como ‘economista’ surge la pregunta o
sugerencia inevitable: ¿qué pasa con la bolsa? O ¿por qué no hablas de los
problemas de los autónomos? Y, alternativamente, ¿qué opinas de las balanzas
fiscales?
Por fortuna o por desgracia, sin embargo, los economistas, no estamos
preparados en primera instancia a responder de todo el abanico de fenómenos
acompañados de creencias o ‘animal spirits’ (espíritus animales),
manifestaciones complejas como la evolución de la bolsa, el curso del dólar, o
los azarosos problemas que acosan la vida de los trabajadores autónomos.
Como tal afirmación puede sorprender a quien la escuche, debo apresurarme a
subrayar lo de ‘primera instancia’ y a matizar que por ‘economista’ quiere
entenderse aquí a quien se ocupa de los grandes agregados económicos, desde
un plano genérico, esto es desde un punto de vista teórico, modélico, envolvente
y al mismo tiempo simplificador. Y que esta tesis se defiende por su carácter
pedagógico, o esclarecedor.
Esa es la economía de sus primeros padres y fundadores, los clásicos, los Smith,
Ricardo, Malthus y otros, una rama de la filosofía, que el paso del tiempo ha
conducido a una relativa dimensión empírica, en la medida de lo posible,
basándose en la cada vez mayor disposición de datos comprobables. Un simple
modelo económico, como el keynesiano que postula que el consumo depende
de la renta disponible de las familias (entre otras variables) reproduce una
‘identificación causal’ en la que se basa el legado relativo y la validez –o
invalidez- de la economía. Mantenerse en ese nivel del discurso económico
general ya procura suficientes dificultades. Las complejas estructuras diarias
son incógnitas añadidas no siempre susceptibles de resolverse por un
economista. ¿Es entonces nuestro ‘economista’ un ser melifluo a quien tienen
2. sin cuidado las cuitas y problemas de pie a tierra, los de pisar barro y
embadurnarse las manos con frecuencia más que probable?
No precisamente. Lo que se quiere postular aquí es que constituyendo el ámbito
de lo económico la práctica totalidad del espectro de actividades sociales, no le
es posible al economista opinar sobre todos sus problemas, menos osar por
plantear soluciones y menos aún predecir los sucesos futuros. Alguno pensará
que si los economistas no pueden realizar previsiones carecen de utilidad, pero
tal opinión sería tan ridícula como asumir que los médicos son banales por no
haber previsto el SIDA o el mal de la vaca loca.
El economista se pertrecha en sus fundamentos. Lo cual significa, sin desdecirse
ni incurrir en contradicción, que cabe enjuiciar el equilibrio de los mercados
bursátiles, el de los mercados de divisas, o el mercado de trabajo por cuenta
propia pero siempre en segunda instancia. En todos esos tópicos o temas de
análisis, se esconden unos conceptos troncales que los inspiran y los subyacen.
A partir de ellos, el economista –estudiando la información existente sobre el
tema- elevará su opinión sobre el mismo con mejor o peor fortuna.
Los más básicos de los referidos ‘fundamentales’ de la economía son los
concepto de escasez, valor y mercado. Tirando de estos hilos pueden
desmadejarse la totalidad de ovillos que constituyen el cuerpo de la economía
agregada o global.
Empecemos con la escasez. Dedicar recursos a un proyecto, por ejemplo la
prevención de la malaria, significa que otros proyectos valiosos, como la cura
del cáncer, tienen necesariamente que limitarse, porque los recursos
económicos son escasos. A esta selección que implica costes de alternativas
desechadas se le llama coste de oportunidad y es el corazón de la economía.
Cada beneficio debe contrastarse con sus costes correspondientes. De ahí que la
eficiencia en la administración de los recursos limitados constituya el primer
objetivo del quehacer económico.
¿Cómo seleccionar proyectos antes de convertirlos en procesos eficientes? O lo
que es equivalente: ¿cómo se determina el valor económico de los bienes? ¿Por
qué un mero bien decorativo como un diamante es tan apreciado, mientras que
el agua esencial para la vida humana es casi gratuita? Los filósofos medievales
aventuraron la teoría del justiprecio, según el cual el valor es una propiedad
inherente al objeto. Teoría insatisfactoria que deja sin explicar de donde
procede ese valor inherente y las oscilaciones del precio del objeto a través de
las culturas y del tiempo. Carlos Marx fijó el valor de una cosa en la cantidad de
trabajo incorporada a la misma, lo cual conduciría a la extraña conclusión de
que la extracción de una muela en 60 minutos sería 60 veces mas valiosa que la
realizada en un solo minuto.
En la actualidad los economistas creemos que el valor no es inherente a nada ni
está determinado por un único factor sino por la interacción de las fuerzas
impersonales de algo que llamamos ‘mercado’, y que es nuestro tercer
‘fundamental’. En circunstancias normales la oferta de un bien es creciente con
su precio e, inversamente, la demanda aumenta más cuanto más se reduce este.
En algún momento y circunstancia el equilibrio se producirá, si no hay
3. externalidades negativas ni posiciones dominantes de mercado, algo que debe
preservar el Estado. El mercado determina el precio y valor de las cosas.
Estos ejemplos y muchos más, son algunos de los principios básicos que habitan
en la cámara acorazada del economista. Seguidamente, ilustrándose en el tema
si así es requerido, inicia cuantos excursos sean necesarios a la realidad para
interpretarla: la bolsa, el dólar, o las balanzas fiscales, consciente de que la suya
es una ciencia modesta que aspira a acercarse al mundo real, siempre con
cautelas pero igualmente con convicciones y evidencias.
Existe, sin embargo, una retahíla de comensales, tertulianos y opinadores que
acuden a la convocatoria de los medios tirando de parafernalia digital y con los
apuntes aceptablemente preparados. Pontifican sobre temas económicos, pero
no son economistas y expresan en muchas de las ocasiones diagnósticos
equivocados y soluciones ilusorias. Porque están informados, pero no formados.
Carecen de los cimientos que solo pueden otorgar los fundamentos económicos:
como los descritos y otros muchos más. De ahí el efecto corrosivo y
desorientador de sus aseveraciones.