LOS SIGUIENTES ARTÍCULOS CONFORMAN UN RESUMEN BÁSICO DEL CONTENIDO DE LA METODOLOGÍA FLEDO, CREADA PARA PROMOVER LA APLICACIÓN DE LA LÚDICA AL DESARROLLO HUMANO, A TRAVÉS DE ACCIONES EDUCATIVAS PARA LA OBTENCIÓN DEL PLACER MEDIANTE EL EJERCICIO DE LA LIBERTAD.
1. JUEGO Y DESARROLLO HUMANO: ¿BIENESTAR O BIENSER…?
Pedro Fulleda Bandera
Hoy la Humanidad entra en el Tercer Milenio de nuestra era con una realidad
caracterizada por las desigualdades sociales, que actúan como detonadores de
la violencia. Todos quienes deseamos mirar al porvenir con las expectativas del
desarrollo humano comprendemos la necesidad de una transformación en el
terreno de las ideas, que asegure la vigencia de los más altos valores morales,
como la honestidad, la solidaridad y la aceptación de diferencias en las relaciones
interpersonales, con preponderancia del bien-ser sobre el bien-estar.
Tal proceso de transformación tiene un esencial carácter cultural, como campo de
expresión de las ideas y de las formas de comunicación entre los seres humanos.
Lo que confiere auténtica riqueza cultural a una sociedad es la variedad de
códigos de comunicación que utilicen sus miembros. Las tradiciones y la actividad
creativa en el campo de la Lúdica forman parte importante de estos lenguajes, y
por tanto del desarrollo cultural de los pueblos. Entre las condiciones del
desarrollo de una comunidad la promoción de recursos educativos y culturales
ocupa lugar destacado por tres propósitos, esenciales en los procesos de
transformación social:
Potenciar la identidad, para que sus miembros se reconozcan mutuamente y
desarrollen los sentimientos de pertenencia a la misma.
Potenciar la solidaridad, por la dimensión colectiva que propician las
acciones de cooperación.
Potenciar la participación, al percibirla como un peldaño hacia las
responsabilidades en las diversas esferas de la vida social.
Cuando una comunidad debe hallar soluciones a sus propias interpretaciones del
futuro y recabar nuevos recursos para hacer frente a crisis de
reacondicionamiento social, ha de recurrir a un .análisis de sus potencialidades
culturales y determinar en ellas la vigencia de los recursos de identidad,
solidaridad y participación, en un ejercicio de reafirmación de lo autóctono
frente a las pretensiones de penetración y de dominación provenientes de culturas
2. ajenas, sobre todo cuando estas, basadas en el individualismo, la competición
irracional y violenta, el afán consumista y la discriminación de diverso tipo, puedan
resultarle marcadamente agresivas.
El juego, como singular manifestación cultural de los pueblos, es parte
importantísima de tal propósito de reafirmación, como recurso vital para el
desarrollo integral del ser humano desde la infancia y a todo lo largo de su
existencia. Es base del desarrollo individual en que se sustenta el desarrollo
social, bajo el principio del ser para hacer. Esta expresión resume ambas
vertientes de la necesidad vital en los seres humanos: el desarrollo para la
subsistencia y la subsistencia para el desarrollo, en la fórmula: ser para hacer/
hacer para ser. Ella se deforma cuando, en el contexto de la sociedad de
consumo, se impone un nuevo término que la convierte en una tríada de
enajenación: ser para hacer - hacer para estar (o tener) - estar para ser.
Así, el empeño de la subsistencia -el hacer- se encamina hacia una artificial
"necesidad de consumo por el bien-estar", en lugar de a la necesidad de
desarrollo, al bien-ser, implantándose entonces el ejercicio del poder mediante la
riqueza, y el estar (con la equivalencia de "posición derivada del tener") se
convierte en expresión de la condición humana: "como estés, así serás”, o lo que
es igual: "cuánto tienes, tanto vales".
La infancia es uno de los sectores más vulnerables de la sociedad ante tales
amenazas de deshumanización, por cuanto tanto el juego como los juguetes que
lo estimulan y condicionan se han convertido en recursos de dominación, desde
que adquirieron la categoría de mercancías. La necesidad lúdica de la infancia no
ha escapado al afán de la sociedad de consumo de mercantilizarlo absolutamente
todo, por lo que la industria juguetera ocupa un lugar de privilegio en el mercado
de artículos vinculados al ocio y a la educación.
Juguetes tecnológicos altamente sofisticados -y por tanto muy atractivos al afán
indagador infantil-, que estimulan en los niños y niñas marcadas tendencias
consumistas, y en consecuencia actitudes discriminatorias basadas en el poder
adquisitivo familiar, atentan contra los recursos de identidad, solidaridad y
participación social que garantizan el desarrollo cultural en virtud de las
3. tradiciones, los conceptos y los principios más valiosos de cada nacionalidad. Es
preciso aclarar que al confrontar juegos y juguetes tradicionales con los
tecnológicos no se trata de negar el papel de estos últimos como recursos lúdicos
a tono con el desarrollo de la civilización. El juego tiene entre sus misiones
preparar a los pequeños para la vida, y aquellos privados de la posibilidad de jugar
con juguetes tecnológicamente desarrollados tendrán más limitaciones como
adultos en el mundo cibernético del Tercer Milenio.
De lo que se trata es de combatir la alienación que, en virtud de una desenfrenada
competición por el consumo, provocan determinados tipos de juguetes
concebidos para potenciar más los aspectos formales que los contenidos
provechosos. Tampoco se trata de intentar imponer, en las condiciones del
desarrollo psicosocial de la infancia en el siglo XXI, formas de jugar que
caracterizaron a tiempos pasados. El "rescate de juegos tradicionales", más que
para su puesta en práctica con una intención que satisfaga lo puramente
etnológico e historiográfico, debe potenciar la necesidad de rescatar la tradición
de jugar, aquella que antaño reunía a abuelos, padres e hijos en torno a la mesa
familiar para dedicarse a juegos de sociedad, contribuyendo al diálogo y al mejor
entendimiento intergeneracional.
Por tanto, ¿para qué se juega? Porque es la mejor vía para llegar a ser seres
humanos y no piezas en una maquinaria de sistemas de poder enajenantes. El
ser humano disfruta de la etapa no adulta más prolongada entre todas las
especies, pues gracias a ese período natural de preparación para la vida puede
alcanzar su capacidad intelectual el nivel que le situó en la cúspide de la
Naturaleza. Más que jugar porque se es niño, se es niño porque se juega, lo
cual significa que aquel desprovisto de la posibilidad de jugar no sólo lo será
también de su infancia, sino además de su futura condición de hombre cabal, por
haber sido frustrada la satisfacción plena de su necesidad de desarrollo. Si
aspiramos a una Humanidad mejor, formada por hombres y mujeres que hoy son
niños y niñas, debemos asegurarles que se formen adecuadamente, del modo
que sólo la actividad lúdica puede lograr, a fin de alcanzar, con cada generación,
un escalón superior en el perfeccionamiento de la condición humana.