1. EL BRAILLE
Desde el presente en que te escribo, quiero que sepas que la comunicación con los
videntes ya está resuelta, mediante la escritura en los ordenadores. Decirte de ellos,
simplemente, que pintan perfectamente cada una de las letras, mediante la
pulsación del teclado. Pero la información para los ciegos, en cambio, puede ser
devuelta en forma de sonido o en tus queridos puntos, pero hasta ocho puntos. Los
ciegos de hoy eligen, sobre todo, el sonido, y, claro, se llenan de palabras. Y esto
es así por múltiples razones, pero especialmente las de índole económico: en toda
tu vida. Luis, no ganaste suficiente para comprar un dispositivo braille. Ahora los
ciegos ganan más, en esta Europa rica. Ya no se mueren de tuberculosis, pues
comen y duermen bien y usan lugares higiénicos. Si hubieras vivido en esta época,
no hubieses podido trabajar hasta curarte, pues la tuberculosis es enfermedad de
pobres y los ciegos de ahora han dejado de serlo. Quedan unos cuantos millones
que sí lo son, pero no nos acordamos de ellos.
Pero siguen existiendo los dos grupos de ciegos, los que buscan los puntos y los
que no quieren ni oír hablar de ellos, combatiéndose siempre como entonces. Los
que se disciplinan en los puntos y su información, o los que prefieren vivir una
información menos trabajosa, menos ortográfica, más sonora, sin darse cuenta de
que ambas son posturas que forman parte de una misma paradoja, aquélla que tú
querías resolver con el sistema de puntos y la radiografía.
Hoy, cuando ya se ha conseguido, incluso, que las cajas de los medicamentos que
te hubieran devuelto la salud, se hallen rotulados en tu sistema, o los productos
peligrosos, o estas escaleras con puertas y suelo liso y sin tropiezos, que llamamos
ascensores, que tengan en su botonadura el número de piso impreso en tu sistema,
hoy, Luis, he recibido la noticia, emanada desde los ciegos, de que tu sistema es
caduco y ya no está de moda, por caro y lento y voluminoso, y me ha parecido un
cuento inventado por Caín, algo similar a éste otro que quiero contarte, para aliviar
tu larga y fatigosa enfermedad de asceta que, por cierto, tan bien contara la vidente
Carmen Roig especialmente para adolescentes, aunque éstos por ahora la lean
cada vez menos. Y probablemente conseguirán salvar tu sistema, dándole uso en
la vida cotidiana, esos videntes que dictan leyes por las cuales es obligatorio que
existan señalizaciones braille en ascensores, medicamentos, alimentos, productos
peligrosos; que existan instrucciones en braille, normas de uso, mapas y planos.
Estamos inmersos en la dialéctica, y muchas veces las cosas no son lo que parecen.
Debe ser por eso que hoy, Luis, casi todos los ciegos ven muchísimo, y se arreglan
sin braille y sin bastón, y quieren convencernos a todos los demás de la bondad de