Este documento resume brevemente la historia de la psicopatología desde la época prehistórica hasta el período clásico. Explica que en la época prehistórica no hay evidencia concluyente sobre cómo se entendían o trataban los trastornos mentales, y refuta el mito de que se practicaba la trepanación para "liberar demonios". En la época clásica, los griegos desarrollaron teorías sobre la psique y su relación con procesos fisiológicos, proponiendo que un "neuma" transportado
3. 28 / Manual de psicopatologia y trastornos psicológicos
de acontecimientos que permanecen y cambian, la
decisión de dónde trazar la línea entre los periodos
«históricos» y «contemporáneos» es inevitablemen
te arbitraria. Está claro también que, en el espacio
de un único capítulo, como éste, no se puede esperar
que hagamosjusticia a todos los importantes hechos
que ha producido la fábrica de la ciencia y la prác
tica psicopatológicas, tal como las contemplamos
hoy día. Teniendo en cuenta estas importantes limi
taciones, hemos considerado la terminación de la
II Guerra Mundial como la fecha final. La decisión
no es totalmente arbitraria. En el año 1952 tuvieron
lugar acontecimientos de los que puede decirse, con
justicia, que cambiaron el semblante de la psiquia
tría moderna. Esos hechos fueron la introducción
en la psiquiatría de nuevos —y otros redescubier
tos— fármacos psicoactivos, como la reserpina y la
clorpromazina; los descubrimientos neurológicos
que iniciaron el estudio de la biología de la concien
cia y que llevaron al estudio de los fenómenos cons
cientes sin las ambigüedades de las que el psicoaná
lisis los había rodeado, y el comienzo de la evaluación
empírica seria de la terapia psicoanalítica, que llevó,
finalmente, al decaimiento gradual de la influencia
psicoanalítica en la psiquiatría académica.
2. EL PROBLEMA DE LA DEFINICIÓN
A lo largo de los siglos, las contestaciones a la
pregunta «¿qué es la locura?» muestran cambios y
estabilidad. Hay categorías sobre la anormalidad
psicológica grave sobre las que ha habido un cierto
acuerdo general a lo largo de los siglos. Una es la del
«tonto natural» —la persona con retardo intelectual
desde el nacimiento o como resultado de un trauma
físico en la primera fase de la vida—. Las descrip
ciones históricas de «orate» o «loco» se refieren, a
menudo, a conductas notablemente desviadas —desa
liño extremo, juicio muy pobre, alucinaciones, ideas
delirantes extrañas, apatía o hilaridad extremas, con
ductas perturbadoras, suicidas y homicidas—, con
diciones que hoy día se denominarían «psicosis». La
melancolía o la depresión crónica, la manía, la pa
ranoia y los síndromes asociados a un daño en los
sistemas endocrino y nervioso central se encuentran
entre las primeras descripciones de la locura. Antes
del siglo xviii, lo que hasta hace poco conocíamos
como neurosis se consideraba probablemente un
ejemplo de infelicidad, excentricidad o conducta dis
paratada, más que una enfermedad o patología. Las
categorías diagnósticas del siglo xx incluyen conduc
tas que en los siglos pasados se contemplaban dentro
de la norma de la condición humana; las conductas
categorizadas hasta hace poco como neurosis y las
denominadas hoy día «abuso de sustancias psicoac-
tivas» y trastornos de la personalidad no atraían
mucho la atención. La gente con una inteligencia
normal que por necedad, orgullo, avaricia, engaño,
etc., se comportaba de manera desadaptativa no se
consideraba necesitada de terapia. Afrontaba' sus
propios problemas o buscaba consejo en la familia,
en los amigos o en los asesores religiosos.
3. LA ÉPOCA PREHISTÓRICA
De vez en cuando leemos historias de los su
puestos métodos de tratamiento empleados para
vérselas con la psicopatología en épocas neolíticas.
Puesto que no existen pruebas documentales, todos
los escritos sobre este tema son conjeturas basadas
en restos fragmentados y dispersos de huesos y he
rramientas. No sabemos nada sobre el modo en que
se contemplaba a los individuos desviados, ni si exis
tían conceptos de desviación que fuesen similares a
los nuestros. Podríamos señalar la ausencia de prue
bas y seguir adelante. Sin embargo, éste es el mo
mento adecuado de describir y acabar con uno de
los mitos populares que se ha creado sobre este pe
ríodo: el mito de la trepanación de los cráneos.
3.1. Mito de la trepanación de los cráneos
Los arqueólogos han descubierto muchos crá
neos en los que hay agujeros. Algunos son más o
menos redondos y tienen bordes alisados. Esta señal
de curación nos induce a concluir que la víctima
puede haber vivido durante cierto tiempo después
de serle practicado el agujero. A partir de estos he
chos, surgió un mito. Según este mito, las socieda
des anteriores a la escritura hacían un agujero en el
cráneo de una víctima de la enfermedad, física o
mental, para permitir que escapasen los demonios
responsables de la dolencia. El procedimiento qui
rúrgico de practicar un agujero en el cráneo se co
noce como trepanación y tiene una larga historia en
Ediciones Pirámide
5. 30 / Manual de psicopatologia y trastornos psicológicos
desarrollados en la época clásica de Grecia y Roma,
conceptos que habrían de dominar la teoría médica
hasta el comienzo del siglo xix. Las primeras for
mulaciones de estos conceptos se presentaron en un
conjunto de documentos médicos que se ha conser
vado del período 450 al 350 a. C. y que es conocido
colectivamente como el Corpus Hipocrático. Aun
que a veces se han atribuido exclusivamente al mé
dico Hipócrates, lo cierto es que pertenecen a varios
autores. Galeno (129-198 d. G), un médico griego
del siglo i que se encontraba en la corte del empera
dor romano Marco Aurelio, desarrolló aún más es
tas ideas en sus propios escritos. En conjunto han
formado la base de la escuela galenicohipocrática
del pensamiento médico.
El concepto central era la regulación de los pro
cesos corporales, que eran consecuencia de un equi
librio entre cuatro humores o fluidos, como la san
gre (sanguis), fabricada por el corazón, la bilis
amarilla (choler), producida por el hígado, la bi
lis negra (melancholer), creada por el bazo, y la fle
ma, debida al cerebro. La salud física y mental
dependía del mantenimiento de un equilibrio ade
cuado entre estos humores. Cada uno de ellos poseía
atributos asociados con los cuatro elementos básicos
de los que se pensaba estaba hecho el mundo, es
decir, el aire, el fuego, la tierra y el agua, respectiva
mente, y las características correspondientes de cá
lido y húmedo, caliente y seco, fría y seca y fría y
húmeda. El equilibrio entre estos humores era vul
nerable a cambios debidos a factores externos como
la alimentación, el clima, el envejecimiento, etc.,
pero cada individuo poseía su propio equilibrio in
dividual. Este equilibrio individual reflejaba el pre
dominio relativo de uno de los humores sobre los
otros tres; este predominio proporcionaba cuatro
tipos diferentes de temperamento, tomando cada
uno de ellos el nombre del humor predominante:
sanguíneo, colérico, melancólico yflemático.
La perturbación del equilibrio debido a factores
genéticos o a influencias externas, como una alimen
tación poco saludable, la polución del aire, la fatiga,
las penas, etc., conducía a la enfermedad. No se
otorgaba un significado especial a si estas influencias
eran lo que hoy día llamamos fisicobiológicas (p. ej.,
la alimentación) o psicológicas (p. ej., las penas). Al
examinar los síntomas, el médico podía inferir qué
componentes humorales se habían desequilibrado.
Por ejemplo, se creía que el neuma, combinado con
la flema producida por el cerebro, se almacenaba en
los ventrículos cerebrales; de este modo, la epilepsia
y otros trastornos convulsivos se atribuían al blo
queo del neuma por el exceso de flema. Otros pan
fletos médicos conjeturaban que la sangre, que es
caliente, si lo está en exceso, podía causar un sobreca
lentamiento del neuma, dando como consecuencia
síntomas caracterizados por la sobreexcitación. Ló
gicamente, el tratamiento del desequilibrio requería
que se redujese o se aumentase la cantidad de uno
o más humores. Cuando se diagnosticaban los des
equilibrios humorales particulares sobre la base de
los síntomas que estaban presentes, se tratában con
medidas físicas, como dietas, ejercicios, masajes, ex
tracción de sangre y drogas herbarias, que tenían
propiedades sedativas, estimulantes, purgativas o
eméticas. Los elementos terapéuticos de la escuela
de Hipócrates continuaron hasta el siglo xix, y hay
referencias del sangrado de los pacientes hasta bien
entrado ese siglo.
4.1. Platón y el dualismo psicofísico
Las teorías humorales entendían que tanto el
trastorno mental como la enfermedad física eran
consecuencia de las malformaciones del cuerpo cau
sadas por desequilibrios biológicos específicos. Las
teorías psicológicas que atribuían el trastorno men
tal a la incapacidad de emplear la razón para con
trolar la emoción, dominar los impulsos y regular
la conducta se remontan también a la Grecia clásica
y se basan en el dualismo psicofísico de la teoría de
Platón sobre la naturaleza humana. Platón describía
que los seres humanos poseían un principio inmor
tal del alma —la razón o el intelecto divinos—, se
parable del cuerpo mortal y que se alojaba en la
cabeza; los seres humanos poseían también, al igual
que todos los animales, un alma inferior y mortal.
Esta alma mortal se componía de dos partes; una,
cargada de coraje y pasión, que se alojaba en el pe
cho, cerca de la cabeza, de modo que podía estar
bajo las normas de la razón para ayudar a dominar
la parte más baja del alma mortal: los deseos ani
males necesarios para la alimentación y la reproduc
ción, que se encuentran «restringidos... a la parte
más baja, como los animales salvajes», por debajo
del diafragma, «y tienen que alimentarse si se quie
re que exista el hombre». Los niveles superiores del
O Ediciones Pirámide
8. Un esbozo de la historia de la psicopatologia / 33
pasar hambre y a quien de vez en cuando se le anun
ciaban supuestas herencias. Sugería que se animase
a los pacientes melancólicos para que se implicaran
en juegos y cuentos, especialmente aquellos que les
gustaban cuando estaban sanos, y recomendaba ala
bar su esfuerzo, si es que hacían alguno, y hacérselo
ver. Se podía reprender que la depresión de un pa
ciente no tuviera causa y se le podían plantear ra
zones para alegrarse.
Algunos de los tratamientos parecen curiosa
mente similares a los intentos actuales de entrenar
el centro de atención (p. ej., se debía presionar a los
pacientes para que recitasen algo que recordaran)
y a los métodos modernos del condicionamiento
aversivo: Celso recomendaba ciertas «torturas»,
pero aclaraba el objetivo terapéutico de éstas cuan
do seguía diciendo que el paciente se beneficiaría si
le fuerza por medio del temor a considerar lo que
está haciendo; posiblemente, se podría corregir al
paciente por medio del hambre, los grilletes y los
izotes, de modo que, poco a poco, se le forzase a
r.jar su atención y a aprender algo memorizándolo.
Para algunos pacientes, sufrir un terror súbito y
-gustarlos totalmente podría ser beneficioso, como
o puede ser cualquier cosa que agite el espíritu.
Cualquier cosa que se le haga al paciente, decía
Celso, debería guiarse por la naturaleza del caso in
dividual. Si el paciente tiene fiebre, entonces debería
tratarse la fiebre. Otros tratamientos generales inclu-
en sangrado, bañar la cabeza afeitada con aceite o
con agua a los que se les han aplicado hierbas «re
presivas», estimular el estornudo; supuestamente
o ‘os procedimientos tenían cierto efecto sobre los
humores. Advertía que todos los tratamientos se de-
rerían usar con precaución si el paciente está débil.
Recomendaba el masaje, pero añadía que éste debe
rá emplearse con moderación con aquellos pacien
tes que están excesivamente alegres. La alimentación
e-simportante: si es demasiado copiosa, no es buena,
no se debería permitir al paciente que comiera
:emasiado deprisa, ya que ello podría derivar en
:e?ilidad; a aquellos que no quieren comer se les
r_ede inducir a hacerlo colocándoles en sofás entre
::ros comensales. Es importante asegurarse de que
- persona loca duerme bien, ya que durmiendo bien
-_chos sujetos se recuperan. Puesto que a muchas
personas dementes les resulta difícil dormir, se les
r_ede provocar el sueño por medio del extracto de
;i adormidera, pero se tiene que tener cuidado con
el consumo de las drogas, ya que podría desembocar
en la letargía de los pacientes. Se ayuda también a
conciliar el sueño por medio del sonido del agua
cayendo o meciéndose después de haber cenado, es
pecialmente en una hamaca colgada. Para algunos
pacientes, la música, los cimbales y los ruidos son
útiles para desvanecer los pensamientos melancó
licos.
5. LA LEY Y LA PSICOPATOLOGÍA
La conducta de los sujetos mentalmente enfer
mos ha planteado problemas no sólo para la medi
cina, sino también para la ley. A lo largo de los si
glos, los conceptos de «incompetencia» mental se
han entremezclado con los de enfermedad. Como
los temas básicos han permanecido constantes y las
respuestas sociales a ellos no han variado notable
mente con el tiempo, es conveniente tratarlos con
juntamente.
La psicopatología ha tenido, a menudo, como
consecuencia un comportamiento ilegal. Si exami
namos las medidas legales establecidas para tratar
a los sujetos mentalmente enfermos, podemos con
templar algo de las teorías psicológicas de la época.
Se creía, en general, que el intelecto racional era la
capacidad del alma que permitía a una persona co
nocer la diferencia entre lo correcto y lo equivocado,
entre el bien y el mal, hacer juicios y escoger cómo
actuar basándose en consideraciones racionales. Se
suponía que la capacidad racional se encontraba in-
fradesarrollada en los niños pequeños y disminuida
o enferma en los sujetos mentalmente enfermos; por
ello, puesto que no eran capaces de tomar decisiones
libremente, los niños y los locos no podían conside
rarse responsables de sus acciones. Desde los tiem
pos bíblicos, la ley ha tendido a considerar a los
locos personas sin responsabilidad y que requieren
protección, porque son incapaces de protegerse a sí
mismos. En la ley romana, el loco y el inmaduro no
podían adquirir posesiones, no podían consentir y
disentir legalmente, puesto que, se suponía, les fal
taba la capacidad para saber lo que estaban hacien
do; sin este conocimiento, no podía haber intención
y, por consiguiente, tampoco culpa. Los locos y los
niños eran incapaces legalmente de intenciones ma
liciosas y, por tanto, no se podía plantear contra
ellos actuaciones por daños.
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9. 34 / Manual de psicopatologia y trastornos psicológicos
Una piedra angular de la ley occidental es el con
cepto de responsabilidad. La noción que subyace a
las leyes y que define la culpabilidad por actuaciones
criminales como un asunto relativo a si el individuo
tiene una mente sana se basa en la doctrina de san
Agustín sobre el «libre albedrío», una doctrina im
popular en estos momentos en la psicología cientí
fica. Debido a que los humanos tienen libertad para
escoger, cuando eligen lo que está equivocado están
cometiendo un pecado. Sin embargo, puesto que la
voluntad está gobernada por el intelecto racional, el
individuo sin un intelecto racional no es libre para
actuar de forma responsable. Sólo las personas que
quieren actuar como lo hacen —es decir, que actúan
con una intención— pueden considerarse responsa
bles por las consecuencias de sus acciones.
Este concepto proporcionó más tarde la base
para la regla de McNaughten, creada en Inglaterra
para manejar las disposiciones legales de los crimi
nales declarados locos. Si una persona comete un
crimen mientras está loco, se considera que no es
responsable de él porque carece de la facultad racio
nal de saber la diferencia entre lo correcto y lo equi
vocado; aunque tienen que ser confinados, se les
debería tratar por su locura y no castigarles por el
crimen, de la misma forma que ocurriría si una per
sona sana hubiera cometido el mismo acto.
En la primera época de la historia de las leyes
inglesas el loco o el niño que producían un daño
estaban sujetos a la acción civil por esos daños, ya
que inicialmente la intención no se consideraba per
tinente para ser juzgado ante la ley. Más tarde, in
fluidos por la ley romana, esto se modificó; se supu
so que los niños carecían de la capacidad moral,
intelectual y racional para ejercitar la voluntad —es
decir, no habían alcanzado «la edad de la razón»—
y no podían considerarse legalmente responsables.
Consecuentemente, a los individuos que eran inca
paces de desarrollarse intelectualmente («los retar
dados de nacimiento») no se les podía acusar de
«intentar» perpetrar crímenes y, por consiguiente, a
los ojos de la ley continuaban siendo niños sin el
estatus de responsabilidad legal. Los locos, aunque
una vez tuvieran una mente sana, habían perdido la
capacidad para tomar decisiones racionales o para
controlar sus impulsos y se consideraba igualmente
que no tenían responsabilidad legal.
Neugebauer (1978) revisó ampliamente la legis
lación promulgada en la Inglaterra medieval que
intentaba proteger a las personas, la propiedad y los
derechos civiles de los sujetos mentalmente enfer
mos. Se hacía una distinción entre personas que su
frían una subnormalidad congènita y se suponían
incurables («locos de nacimiento») y aquellos que.
habiendo sido una vez normales, se habían trastor
nado mentalmente (non compos mentis); aunque los
primeros se suponían incurables, se consideraba que
la recuperación era posible en los últimos. La Pre
rogative Regis, que data del siglo xm, designaba al
rey como custodio de las tierras que pertenecían a
los «locos de nacimiento», y cualquier beneficio que
se obtuviera de ellas se debía rendir en último tér
mino a sus verdaderos herederos; las tierras de las
personas consideradas non compos mentis no sólo se
debían preservar, sino que se les tenían que devolver
si recuperaban la cordura. Los individuos de los que
se sospechaba, por alguien de su familia o de la co
munidad, que estaban mentalmente incapacitados
eran examinados por un jurado compuesto por 12
o más personas. El juicio de incapacidad mental se
basaba en métodos de investigación de sentido
común, familiares hoy día para nosotros; se ha
cían preguntas para determinar si esos individuos
se orientaban temporal y geográficamente («¿quién
eres?, ¿dónde estás?»), para comprobar si su memo
ria estaba deteriorada y para determinar si eran ca
paces de realizar tareas intelectuales simples —un
método precursor de la moderna entrevista psiquiá
trica—. Neugebauer cita ejemplos de esos exámenes,
de la anormalidad mental atribuida a causas orgá
nicas (p. ej., un caso en 1291, que se atribuyó a un
golpe en la cabeza, y otro en 1940, debido a la fiebre)
y a causas psicológicas (un caso en 1366, que se atri
buyó al temor al padre).
6. DE LA EDAD MEDIA AL SIGLO XVIII
6.1. El tratamiento de los sujetos
mentalmente enfermos
Zilboorg (1935), en una declaración particular
mente absurda pero ampliamente citada, alegó que
Europa Occidental durante el milenio cristiano
—los mil años desde la caída del Imperio Romano
hasta el siglo xv— parecía un «verdadero asilo de
locos» (daba a entender que era el resultado de la
superstición religiosa que sustituyó al naturalismo
Ediciones Pirámide
17. 42 / Manual de psicopatologia y trastornos psicológicos
locura se debe no necesariamente a lesiones cerebra
les específicas sino a una degeneración hereditaria
que tiene como consecuencia un difuso desequili
brio patológico funcional del sistema nervioso que
no es detectable por la autopsia era suficientemente
ambigua y general para explicar la frecuencia de la
locura y su resistencia a la curación, lo que propor
cionaba una base para que los psiquiatras reivin
dicasen una causa somática para la enfermedad
mental.
7.4.3. La eugenesia y la eutanasia
Había algunas personas que consideraban al
loco, al criminal y al incapacitado de por vida como
problemas sociales, y su misma existencia planteaba
una carga y una amenaza para la persona sana. Si
el origen de estos problemas era hereditario y no
existía una curación segura, el problema iría inevi
tablemente de mal en peor. Además, la salud de la
«raza» sería socavada. Desde aquí estamos a un
paso de la conclusión de que se debe evitar la repro
ducción del inútil si se quiere mantener sana la
«raza». Parecen posibles tres métodos de preven
ción: la encarcelación, la esterilización y la euta
nasia. La hospitalización, que se había utilizado
durante siglos para proteger a los sujetos mental
mente enfermos y a la sociedad de las formas más
perturbadoras de conducta psicopatológica, limita
ba al mismo tiempo la reproducción de sus miem
bros. Sin embargo, los defensores extremistas de la
eugenesia señalaban que esto no era eficaz, porque
el paciente a menudo no entraba en un asilo u hos
pital hasta la edad adulta y no permanecía necesa
riamente allí durante el período reproductivo.
Presionadas por los entusiastas eugénicos, algu
nas autoridades empezaron con la esterilización.
Así, en 1911 se promulgó una ley en el estado de
Nueva Jersey que estipulaba la esterilización de una
gran variedad de individuos, incluyendo los sujetos
mentalmente retardados, los mentalmente enfermos,
los criminales, los borrachos, los drogadictos, los
epilépticos, los sifilíticos y otras «personas enfermas
y degeneradas» (Chorover, 1979). Muchos otros es
tados y naciones aprobaron leyes similares.
Finalmente, se asistió al que debe ser el capítulo
más negro de la historia de la psicopatología, es de
cir, la aplicación masiva del asesinato como una so
lución a la «pesada carga» de los sujetos mental
mente enfermos. En 1939, las autoridades alemanas
nazis, con el apoyo entusiasta de una serie de impor
tantes miembros de la profesión psiquiátrica, dise
ñaron un programa para el asesinato en masa de
personas que eran consideradas «pacientes que no
merecen vivir» o «comedores inútiles» y para la es
terilización de individuos sospechosos de portar ge
nes defectuosos.
7.5. El psicoanálisis
Sigmund Freud comenzó su carrera médica in
teresándose por la neurología y dejó su supuesta
carrera como investigador para dedicarse a la prác
tica privada de la psiquiatría. Parece que Freud si
guió inicialmente las prácticas contemporáneas, em
pleando fármacos y tratamientos eléctricos para el
tratamiento de los pacientes neuróticos. Su entusias
mo por la cocaína derivó en consecuencias desastro
sas. Intentó también con la hipnosis, pero informó
de que era poco eficaz como tratamiento. No está
claro si esto se debía a la falta de habilidad de Freud
como hipnotizador o a la misma ineficacia básica de
la hipnosis. Sin embargo, a partir de estos antece
dentes, Freud desarrolló su propio modelo de neu
rosis, expandiéndolo en su momento para incluir la
psicosis, el desarrollo de la personalidad normal, el
surgimiento de la civilización y los orígenes del arte
y la literatura.
Las ideas freudianas calaron en la conciencia
popular mucho antes de que tuvieran un impacto
importante en los psicopatólogos. En 1932, un es
critor comentó, refiriéndose al impacto de Freud en
Estados Unidos, que «el medio por el que las ideas
de Freud prendieron en el país, y alteraron sus mo
delos, se componía principalmente de [...] novelistas,
dramaturgos, poetas, críticos, profesores de univer
sidad [...] Por los años de 1920 había más de 200
libros que trataban sobre el freudianismo» (Sullivan,
1932, pp. 165, 174).
Al final de la II Guerra Mundial, el psicoanálisis
había adquirido una hegemonía virtual en el entre
namiento y práctica psiquiátricos en los Estados
Unidos. Un psiquiatra joven en la fase de entrena
miento escogería las ideas freudianas y sufriría un
análisis personal, por la cuenta que le traía, si es que
esperaba realizar una carrera personal satisfactoria
en la psiquiatría académica. Se percibía a la psico-
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