1. Prohibido dejar sin recreo
Es una práctica habitual en algunos colegios que a los niños se les deje sin recreo o con menos
tiempo de recreo. Por no portarse bien. Por no haber terminado los deberes. O porque al profesor
no le ha dado tiempo de terminar las explicaciones de la clase.
¿Por qué es necesario el recreo para los niños?
El recreo es un componente esencial del desarrollo y la interacción social que los niños deben
recibir en la escuela.
El recreo ofrece a los niños una oportunidad única para que tengan un descanso en las demandas
académicas de la escuela y un foro para la expansión creativa, la participación y la actividad física.
¿Qué beneficios tiene el recreo para la salud de los niños?
El periodo de juego libre y no estructurado es esencial para la salud del niño. El recreo ofrece a los
niños beneficios mentales, físicos, emocionales y sociales. El tiempo que pasan los niños
interactuando en juegos no estructurados les permite desarrollar importantes habilidades sociales.
¿El recreo mejora el rendimiento intelectual y la conducta de los niños?
Para aprender bien, los niños necesitan de un periodo de actividad académica concentrada. Y tras
este, un descanso que les permita procesar la información.
El recreo es tan importante en la vida académica del escolar como las clases de matemáticas o de
lengua. El cerebro es capaz de mantener la concentración y atención una media de 45-60 minutos.
La pausa tras este periodo es necesaria para recargar energía. El recreo es fundamental para que
los alumnos obtengan resultados superiores en los exámenes, alcancen mayor nivel de
concentración y mejoren su conducta.
¿Qué tiempo mínimo es necesario de recreo?
Debe ser el suficiente para que el niño se relaje. No menos de 15 minutos en el niño de edad
escolar.
Los alumnos necesitan una pausa de 15 minutos cada tres cuartos de hora de clase. Así mejora su
nivel de conducta y rendimiento.
¿Debe ser abandonada en los colegios la práctica de castigar o disminuir el tiempo de
recreo?
Sí. Se debe conseguir que ningún niño se quede sin recreo. Jugar es esencial, no se puede
prohibir ni desestimar. Dejar sin recreo o disminuir el tiempo del mismo no debe ser una forma de
castigo. Las escuelas y los profesores deben buscar otros métodos de mejorar la conducta.
2. Si alguien puede pensar que prohibir el recreo es una forma de castigo que va a mejorar la
conducta del niño, nada más lejos de la realidad. Y nada más desconocedor del desarrollo infantil.
Y nada más irrespetuoso de la dignidad, la esencia y los derechos del niño.
¿Se deben buscar otros métodos de corregir la conducta de los niños?
A la hora de diseñar los sistemas, elegir la metodología y los recursos educativos no debemos
olvidar que un niño antes de nada es niño. Y que en sus primeros años de vida tiene mucha más
predominancia de energía impulsiva que capacidad para permanecer callado, escuchando y
desarrollando su capacidad mental como la haría un adolescente.
Ningún adulto podrá prever ni medir cuánto aprende un niño que juega. Y esa cantidad siempre
será superior a la que podríamos imaginar.
Tenemos que hallar el tiempo para que los niños sean niños.
3. “Mamá nos dejaron sin recreo”
La ignorancia y la violencia que existe detrás de una práctica que quita a los niños lo que
más necesitan: el descanso intelectual, para poder seguir con el trabajo que se les pide.
Resulta cada vez más frecuente en padres y docentes, pues se confunde la acción de instruir
con genuina educación.
Los ámbitos y roles que persiguen fines educativos han profundizado sus técnicas y prácticas
para instruir cada vez más y en disciplinas más variadas pero, aún demuestran no
poseer conocimiento, actitudes y metodologías para Educar en valores humanoselevados.
Sé que esta afirmación puede incomodar a muchos que, con la mejor intención, realizan su
tarea lo mejor que saben pero me permito compartir esto, no con el fin de enjuiciar, sino con la
intención de reflexionar, aprender y mejorar.
Me gustaría recordar que el origen más profundo de la palabra educar es “dar a luz”. La
verdadera educación se da cuando con las acciones, experiencias significativas, palabras,
gestos, estímulos, presencia; logramos que el Ser reconozca, manifieste y exprese su
naturaleza; que no es otra cosa que Amor en el estado más puro.
Para poder lograr esto, es necesario aprender a escuchar nuestro interior, reconocer su
naturaleza, sus necesidades más profundas e incorporar formas de relación interpersonal que
nos ayuden a respetarla y potenciarla.
Aprender a escuchar nuestro interior, conocer nuestra naturaleza y respetarla es lo que luego
nos permitirá reconocer nuestros dones y capacidades para poder instrumentarlos y ponerlos
al servicio de la comunidad a la que pertenecemos. Este proceso es la base para lograr la
autosatisfacción personal y, de este modo, compartir nuestra plenitud y felicidad con el
entorno.
Es una práctica muy frecuente en los ámbitos y roles que persiguen el propósito de “educar”,
usar recursos que, lejos de conseguir esto, generan en los niños actitudes que luego el mismo
sistema padece.
4. Una de esas prácticas es dejar a los niños sin descanso, sin recreo, buscando con esto que
los mismos obedezcan más las consignas de: permanecer más concentrados, más atentos,
más quietos, más callados, más pasivos, más receptivos y más obedientes frente a las
órdenes del afuera.
Las preguntas que me hago habitualmente frente a esta realidad son: ¿Los docentes y
directivos que utilizan y defienden esta modalidad, serán del todo conscientes de las
conductas que están causando en los niños cuando los castigan? ¿Aún creerán que el castigo
es un método educativo? ¿Están en condiciones de reconocer cuáles son los motivos más
profundos por los cuales, a veces resulta una tarea muy difícil de cumplir para un niño lo que
ellos piden y cómo lo piden?
Para niños pequeños, estar en actividad intelectual por períodos largos que, a veces alcanzan
las dos o tres horas, es una meta que les exige no escuchar su naturaleza, su interior y sus
necesidades más profundas.
La exigencia es tan alta y tan deshumanizada que parece que, a la hora de diseñar los
sistemas, elegir la metodología y los recursos educativos, nos hemos olvidado que un niño es,
antes que nada, un niño y que; en sus primeros años de vida tiene mucha más predominancia
de energía impulsiva que capacidad para permanecer callado, sentado, escuchando y
desarrollando su capacidad mental como podría hacerlo un adolescente
El impulso vital y la innata curiosidad de un niño es la principal materia prima para descubrir
,apropiarse y conocer el mundo; sólo que él, puede hacerlo con mayor fluidez, placer, alegría y
facilidad a partir de la exploración activa, haciendo, creando, armando, desarmando,
inventando, construyendo, diseñando, cuestionando, probando, jugando, etc. Tener
información o desarrollar habilidades intelectuales no es sinónimo de aprender a aprender.
Esta cultura ha sobredimensionado y sobrevalorado la formación intelectual imponiendo a los
niños ir en contra de su naturaleza y, a partir de esto, generamos desarmonías y maltrato.
Frente a esta realidad, los niños responden buscando recuperar la armonía perdida y lo hacen
como pueden. Algunos con actitudes de rebeldía, otros cuestionado la autoridad por la
falta de confianza que le genera el adulto que tiene la tarea de cuidar y guiar,
otros rechazando el aprendizaje, otros con desmotivación y apatía y, cuando esto no
alcanza para ser ESCUCHADOS, empiezan a presentar desequilibrios físicos y más
tarde estados emocionales graves que van desde la tristeza aguda hasta el deseo de no
vivir.
5. Cuando un sistema está diseñado faltando el respeto por la naturaleza más profunda de un
niño, este sistema lastima, independientemente de la meta que persiga. Genera desarmonía
porque su forma contiene implícitamente altísimos grados de VIOLENCIA ESTRUCTURAL.
Me toca a diario escuchar la otra cara de la moneda, la que expresan los niños en el
consultorio, voces de impotencia, cansancio, enojo y furia, ganas de no vivir, desmotivación
generalizada, apatía, depresión, tristeza y cada vez, a más corta edad. Y avanzada la
adolescencia buscan silenciar este dolor y este estado interior con el alcohol, las drogas, el
sexo o la exigencia de ser “los mejores en aquello que elijan”.
Los niños piden a gritos que dejemos de maltratarlos exigiéndoles antes de tiempo
acomodarse a un sistema de vida por demás estructurado que los obliga a incorporar recursos
que sólo son funcionales a un sistema capitalista cada vez más deshumanizado que lastima a
adultos y niños y que, para sostenerlo, el Hombre está pagando costos muy altos (pérdida del
disfrute por lo que se hace, pérdida de sentido, anestesia emocional, adicciones a
estimulantes, antidepresivos, drogas que posibiliten conciliar el sueño, etc.).Dejar a un niño sin
recreo no es otra cosa que usar un método de castigo aceptado por gran parte de la sociedad
que busca silenciar su voz. Un niño que está diciendo como puede y como le sale (distracción,
risas, un movimiento, o una reacción impulsiva): “Ya no puedo seguir haciendo lo que me
piden” y esto debe ser escuchado, primero por las madres y luego por la sociedad. Si no nos
atrevemos a escucharlos y a decodificar lo que nos están queriendo decir, no pidamos luego
que ellos nos escuchen y respeten porque, sólo obtiene respeto aquel que es capaz de
ganarlo genuinamente porque ha aprendido a respetar; de lo contrario, sólo obtendremos de
ellos sumisión, sometimiento y cuando no aguanten más rebeldía y furia. Los castigos sirven
para sostener la cultura del miedo que está muy lejos de educar para la libertad y el amor que
como Hombres nos merecemos y necesitamos.