2. La Virgen del cuello largo (en italiano, La Madonna
dal Collo Lungo), también conocida con la Virgen y el
Niño con ángeles y san Jerónimo,1 es un cuadro del
pintor manierista Italiano Parmigianino. Está realizado
en oleo sobre lienzo. Mide 216 cm de alto y 132 cm de
ancho. Se calcula que fue pintado entre el año 1534 y
1540, encontrándose actualmente en la Galeria de los
Uffizi de Florencia, Italia. En el segundo escalón de la
columnata está inscrito «Fato praeventus F. Mazzoli
parmensis absolvere nequivit». Según el crítico Herbet
Horne: No hay excelente belleza sin algo extraño y
anormal en la forma.
3. La última cena, es la última gran obra del pintor italiano Tintoretto, con la que culmina su trayectoria
como pintor. Está realizada en oleo sobre lienzo Mide 365 cm de alto y 568 cm de ancho. Fue pintado
en los años 1592-1594, encontrándose en la Basílica de San Giorgio Maggiore de Venecia, Italia.
La Ultima Cena es un tema que el artista había trabajado en otras ocasiones, y es clásico en la pintura
religiosa catolica. Este cuadro, como la Recogida del maná (1594) y La deposición (1592-94), fueron
realizados para la iglesia y monasterio de San Giorgio Maggiore, en una pequeña isla de Venecia. Se
encuentra en un muro del presbiterio. En las manos de Tintoretto, la misma escena aparece
dramáticamente distorsionada, utilizando una muy original perspectiva oblicua. Las figuras humanas
parecen abrumadas por la aparición de seres fantásticos. La escena tiene lugar en una taberna
sombría y popular, donde las aureolas de los santos aportan una luz extraña que subraya detalles
incongruentes. Es una obra oscura, en la que destaca precisamente el tratamiento que hace de la luz.
Los rostros de los santos se distinguen gracias a la luz de sus propias aureolas. Hay dos puntos de luz
intensa: uno en alto, a la izquierda, y otra la intensa aureola de Jesucristo.
El tono es resueltamente barroco.
4. El descendimiento de la cruz, conocido en italiano como La
Deposizione o Trasporto di Cristo, es el cuadro más conocido del artista
italiano il Pontomo. Se trata de un óleo que se encuentra en la capilla
Capponi de la Iglesia Santa Felicita de Florencia, Italia. Tiene unas
dimensiones de 3,13 metros de alto por 1,92 m de ancho. Tardó tres años en
acabar este óvalo triste y tumultuoso de figuras, desde 1525 hasta 1528. Es
una de las creaciones del manierismo que marca las pautas para el futuro.
Se trata de un gran rretablo para la capilla Capponi, diseñada por
Brunelleschi. Se sitúa en el altar de la capilla. Muchos la consideran obra
maestra de il Pontormo.
La pintura plasma un momento que, tradicionalmente, se ha considerado que
es el de la deposición de la cruz, aunque no hay ningún signo externo que lo
evidencia: no hay referencias al Golgota, ni aparece la cruz. No puede ser un
entierro de Cristo, pues faltaría el sepulcro. Ni una Piedad, ya que no se
observa una relación inmediata entre la Virgen y Cristo.
Las figuras tienen formas duramente modeladas y están unidas por una línea
serpentinata. Destaca en Pontormo el colorido. Es el manierista de colores
más suaves, como el azul claro o el rosa pálido, pero los utiliza brillantes, en
contraste unos con otros: el rosa y el amarillo o amarillo anaranjado, el
naranja y el verde, los violetas muy claros sobre un fondo añil. Un contraste
particularmente insólito es el de la ropa de Juan, que se encuentra encima
de la Virgen: una túnica verde bronce destaca sobre una tela roja entre
bermellón y naranja pálido. Se nota la influencia de Rosso Fiorentino en este
colorido transparente y modulado.
Hacia Maria se dirige una mujer, vestida de color amarillo, transformado en
naranja y bermellón en las zonas de sombra. En primer plano se encuentra
Nicodemo, representado como un joven que sujeta los pies de Jesucristo.
Este personaje viste una túnica ceñida que, allí donde incide la luz, es de
color azul, y donde está en sombra el color es rosa. Por encima de todos se
encuentra una curiosísima figura con amplio vientre, como si estuviese
embarazada.
El espacio está aplanado y resulta inhóspito. Aquellos que bajan a Jesucristo
están aparentemente tan afectados como los plañideros. El centro de la
composición lo ocupa el brazo extendido de la Virgen, a modo de brazo de
cruz. Toda la escena está marcada por una luz fuerte que deslumbra a las
figuras y aclara los colores.
5. Las tres Gracias, La obra está tallada de una sola pieza de
marmol blanco. Los asistentes de Canova desbastaron el mármol hasta
perfilar las figuras, y dejaron a Canova terminar la talla final y dar forma a
la piedra para resaltar la piel suave de las Gracias. Esto fue una marca
registrada del artista, y la obra muestra una fuerte alianza al movimiento
Neo-Clásica del cual Canova es el máximo exponente en el campo de la
escultura. Las líneas son exquisitas, refinadas y elegantes.
Las tres diosas se muestran desnudas, juntas en un abrazo, sus cabezas
casi tocándose en lo que muchos han calificado como una obra de 'carga
erótica'. Están de pie, inclinadas hacia dentro; quizás discutiendo un
problema común, o simplemente disfrutando estando juntas. Sus estilos
de peinado son similares, con el cabello trenzado y sostenido en la parte
superior de sus cabezas en un nudo.
El estilo es elegante y sugiere refinamiento y clase; hay una belleza
delicada en ellas que es común en la escultura de Canova. Los
historiadores del arte han comentado en el equilibrio pacífico que parece
existir entre las cabezas de las tres Gracias. A diferencia de las
composiciones habituales de las tres Gracias, que derivan de la antigüedad
(donde las figuras externas están colocadas hacia el espectador y la figura
central se acerca a sus amigas con su espalda en el espectador) las figuras
de Canova están de lado a lado, enfrentándose.
Las tres figuras de las mujeres se convierten en una por el abrazo, unido
no sólo por sus manos, sino también por el velo que se enrosca en las tres.
La unidad de las Gracias es uno de los temas principales de la obra. En la
primera versión de la obra encargada por Josefina, las Gracias están de pie
en un altar de sacrificios adornado con tres coronas de flores y guirnaldas
simbolizando sus vínculos frágiles y cercanos.
6. El rapto de las sabinas responde todo él a la forma
serpentinata que ya había utilizado Miguel Ángel, pero
Giambologna rechaza el punto de vista único y el grupo
incita a multitud de perspectivas. No existe un delante y un
detrás sino una multiplicidad de puntos de vista, de tal
manera que el grupo gira como una espiral. Esta
multiplicidad, insistimos, viene impuesta por la misma
escultura: el movimiento de las figuras que se retuercen y
prolongan en su contraposición no atiende ya a la
perspectiva frontal típica del Renacimiento, visión estática y
serena sustituida, aquí, por un enérgico dinamismo.
Giambologna introduce así una creciente intranquilidad en
el espectador que, en relación con las pautas clasicistas,
puede resultar como así fue para los hombres de la época,
de ahí su enorme éxito enigmática. La imagen constituye un
problema casi imposible de resolver: dónde termina una
figura y empieza otra, cuál es el juego de cortes,
paralelismos y contraposiciones, son cosa sobre las que el
espectador nunca tomará una decisión definitiva.
7. Hércules y el centauro Neso, es una gran obra
del escultor Juan de Bolonia, que se encuentra en
Florencia.
Giambologna es el nombre italianizado de Jean
Boulogne (Douai 1529 - Florencia 1608) fue un
escultor de origen flamenco que llegó a Roma hacia el
1550. Se consideraba profundamente italiano por
espíritu y educación, fue capaz de aceptar la lección
de Miguel Ángel y encontrar la medida del manierismo.
Este grupo escultórico fue colocado en primer lugar, en
1599, en la esquina dei Carnesecchi en Florencia,
luego se trasladó al lado sur de la galería de los Uffizi,
y más tarde se colocó en la plaza que está cerca del
Ponte Vecchio, en la margen izquierda del Arno, desde
1812, se encuentra su sede permanente en la Loggia
dei Lanzi en la Piazza della Signoria.
La escultura se caracteriza por una gran fuerza
plástica expresada por la fuerte torsión, casi elástica,
del cuerpo del centauro Neso, doblado por la fuerza de
Hércules.
8. Villa Farnesina de Roma, construida por
Baldassarre Peruzzi alrededor de 1509. Presenta una
planta en «u», con dos alas que encierran una parte
mediana en la que, en el piso inferior, se abre un
pórtico constituido por cinco arcos de medio punto. La
articulación de la fachada, adornada con lesenas y
almohadillado angular, es todavía clásica, pero el friso
ricamente decorado, que corre hasta la parte más alta
del edificio, evidencia ya un cambio de gusto. Además,
en una sala del piso superior, el mismo Peruzzi pintó
algunas columnatas y paisajes, con el fin de dilatar el
espacio arquitectónico.
9. Palacio Massimo alle Colonne,
construido en 1532. La estructura se
inserta en una planta de terreno de
dimensiones irregulares, con forma de «L».
La fachada es curvilínea y presenta un
pórtico arquitrabado con columnas
libremente espaciadas, cuya profundidad
contrasta con el registro superior del frente;
insólitas son las cornisas que decoran las
ventanas de los pisos superiores, pegadas
a una pared adornada con almohadillado
plano. Inédita es también la conformación
de los pórticos del patio: están formados
por dos logias sobrepuestas, cerradas al
techo por un tercer piso abierto por
ventanas rectangulares tan largas como la
columnata inferior. Todas estas soluciones,
en parte influídas por las irregularidades
del terreno, muestran un prevalecer de la
excepción sobre la norma y ponen al
Palacio Massimo entre las más
interesantes realizaciones de la
arquitectura manierista
10. Palacio Canossa, construido en
Verona alrededor de 1530, donde los
elementos rústicos y los de artificio
alcanzan una mayor integración. Otra
obra del arquitecto es el Palacio
Bevilacqua, caracterizado por un
paramento rústico en el primer piso y
por grandes aperturas al arco en el
registro superior, que se alternan con
ventanas de dimensiones menores
contenidas en el espacio del
intercolumnio.
11. Palacio del Té en Mantua, edificado por
Giulio Romano entre 1525 y 1534. El
palacio es un edificio de planta cuadrada,
con un patio cuadrado en el centro; la
entrada principal se resolvió con una logia,
donde se repiten arcos de medio punto y
serlianas. El frente da a un jardín
delimitado, al lado opuesto, por una gran
exedra semicircular. Estos elementos parten
del código clásico, pero el carácter rústico
del edificio (el orden y almohadillado no
están ya en dos pisos distintos, sino que se
unen en un solo elemento en las fachadas
laterales) acerca la obra a los cánones de la
arquitectura manierista. Además, Giulio
Romano aplicó las serlianas también en la
profundidad del pórtico, transformando las
aperturas bidimensionales en elementos
espaciales.