Robert Owen prestó atención a las necesidades de los 500 niños que vivían y trabajaban en las fábricas, abriendo la primera escuela para niños pequeños en Gran Bretaña en 1816. Creía que la educación debía ser un derecho para todos los niños, especialmente los pobres, y que los primeros años son cruciales para enseñar nociones de bien y mal. Abogó por tratar a los niños con bondad y por una educación basada en actividades divertidas más que en la lectura, reconociendo que cada niño tiene aptitudes diferentes.