Hector Marin Rebollo, texto leido en su jubilacion
1. Héctor Marín Rebollo
“Después de escalar una montaña muy alta,
descubrimos que hay muchas montañas por escalar”
Nelson Mandela
Maestro José Regino López Acosta
Maestro Fernando Bastida Ocampo
Maestro Maximino Ortiz Jiménez
Respetables Directoras y Directores de las Escuelas Normales
Compañeras, compañeros, amigos, amigas y familiares que nos honran con su
asistencia:
Hago público mi reconocimiento este día saturado de emociones, a las instituciones
educativas que contribuyeron a mi formación, a mis maestros, ex alumnos y
compañeros que me dieron la oportunidad durante más de cuarenta años, de laborar en
el ejercicio de la educación, que ha sido una de mis ocupaciones y de mis pasiones,
regidas siempre por la reflexión, la ética y el compromiso.
Si me permite su paciencia, gesto que agradezco, y con el riesgo de parecer reiterativo
al comentar datos que son de todos conocidos, debo decir que el ser humano es el
producto elaborado de la naturaleza primero, y de la sociedad en perpetuo cambio;
género homo que se desprendió, por necesidad evolutiva, de un tronco común y de otras
especies afines, y gracias al trabajo superó las etapas primigenias que lo identificaban
con lo que Linneo calificó como el Reino animal y empezó gradualmente a crear las
herramientas, los signos, los símbolos, a entender los datos empíricos y a crear la
abstracción hasta que, como afirmó el ilustre pensador de Estagira, llegó a ser un Zoon
politikon.
Ese ser que no se diferencia de otros seres superiores únicamente por su posición erecta
al caminar, ni porque sólo inventa herramientas, ni siquiera por su capacidad de asociar
ideas para llegar al pensamiento, sino básicamente por su cualidad de crear, ha sido
capaz de imaginar y concebir desde las técnicas rupestres hasta las complicadas
máquinas de la época contemporánea con altos niveles de complejidad, o que, como el
telescopio Hubble, nos ayuda a explicarnos el Universo.
El homo erectus, el homo hábilis, el homo faber, el homo sapiens-sapiens han sido sólo
etapas sucesivas para llegar al homo- creador, que ha ideado desde el pasado remoto la
filosofía, el arte, la ciencia, la técnica y la forma de comunicarse, y en los albores del
siglo XXI las nanociencias, la nanotecnología, la robótica, la cibernética, las
neurociencias y en particular, aportaciones trascendentes como la del científico Francis
Collins, estudioso del genoma humano que servirá para el bienestar humano, o de Craig
Venter quien, apenas el 20 de mayo de 2010, anunció en la revista Science, que ha
creado una bacteria, que es vida, en tubos de ensayo y desata un debate de repercusiones
colosales y trascendentales, porque rompe paradigmas incólumes durante siglos.
Hablemos, con su anuencia, de la reflexión. “Aprender sin reflexionar es malgastar la
energía” afirmaba el maestro Confucio. Digo esto con toda mala fe, porque hay
intelectuales que afirman que si una cita no la expresó ayer Habermas, Kuhn, Popper,
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2. Edgar Morin o Perrenaud, no sirve. Algunos maestros influidos por el afán metafísico
de eliminar el pasado, exigen que si las fuentes documentales son anteriores a diez años,
no se aceptan. Y muchas veces los textos están plagados de citas, a veces inútiles.
Hace unos días la Escuela Normal Superior del Estado de México cumplió el
aniversario número 43 de su fundación. El magisterio y la sociedad reconocen su obra.
En ese marco institucional, y con la voluntad de las autoridades educativas de la
Subsecretaría de Educación Básica y Normal, de la Dirección General de Educación
Normal y Desarrollo Docente, del Departamento de Educación Normal y la
participación de mis amigos y amigas, familiares y algunos de mis queridos maestros, se
celebra este evento que, inmerecidamente para el que habla, está orientado, como dice la
invitación, a reconocer.
Sorprendentemente la palabra reconocer es un palíndromo. Al recurrir al auxilio de la
semiología vemos que ésta proviene del griego palin cuyo significado es de nuevo y de
dromos que se traduce como pista de carrera. Reconocer, que se lee igual de izquierda
a derecha y viceversa, implica entonces, en su acepción original, hacer un nuevo
recorrido.
Es lo que se hace en apariencia, cuando revivimos una historia o cuando volvemos
nuestra capacidad de abstracción hacia la dimensión unilineal que es el tiempo. Por eso
en la profundidad de su origen el reconocimiento es repasar, volver a ver, es dar la
vuelta de nueva cuenta a un hecho, a un fenómeno o a un acontecimiento.
Pero la historia y la vida no se desarrollan en círculos cerrados; son dialécticas. Los
palíndromos no implican, de manera alguna, círculos cerrados. No son la repetición
incesante de lo mismo, sino etapas terminadas de un inacabable proceso dialéctico. Ya
en el pasado remoto Heráclito intuyó que todo transcurre y que nada permanece. Y en el
imponente Siglo XIX que fue escenario del impresionante florecimiento de las ciencias
naturales y de la filosofía, el genio de Hegel observó lo siguiente:
Por la costumbre sabemos que A es A y no puede ser no A al mismo tiempo. El filósofo
alemán afirmó que al formularse el principio de identidad, (A es A), hay implícita una
contradicción, pues A debe ser +A ó –A, con lo que ya se incluye el tercer término o
tercero excluido, es decir, que una cosa es ella misma y no es ella misma en el mismo
instante, pues en realidad A cambia y se transforma en otra cosa.
Había descubierto, en ese esquema tan sencillo, el idealismo dialéctico y el principio de
la contradicción que es el motor del movimiento y la transformación en las ciencias
exactas, naturales, sociales y del pensamiento que posteriormente con Marx y Engels se
enriquecerían, porque Hegel sólo los aplicaba al pensamiento, a las ideas, y nunca aceptó
que esa fórmula se aplicara a la realidad social. Surgía con estos dos filósofos otra veta
inagotable del pensamiento que en el siglo XXI va a dar muchas batallas en busca de la
verdad: el materialismo dialéctico.
Es en este punto donde se fija el pólemos, el debate, porque algunas capillas de
apologistas de las ciencias formales y naturales que defienden para sí la exclusividad de
la ciencia y del método científico, afirman desdeñosamente que no existen las ciencias
sociales. Si según ellos no existen las ciencias sociales, las de la educación son una
entelequia y una inútil abstracción. En todo caso para ellos, la educación es un hacer
empírico sin el respaldo de una teoría consistente.
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3. Pero he aquí que para quienes conocen y no se encierran en el dogma, sino aceptan la
apertura de ideas, las ciencias sociales encontraron su base científica en el siguiente
descubrimiento enunciado en la Contribución a la Crítica de la Economía Política de
Marx:
“El modo de producción de la vida material condiciona el
proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la
conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el
contrario, el ser social es lo que determina su conciencia…”
Cuando cambia la base económica se va transformando todo el conjunto de ideas
jurídicas, políticas, educativas, morales, filosóficas. Ese sencillo descubrimiento, tan
genial o más que el de Hegel, convirtió a las disciplinas sociales en ciencias. A partir de
allí, quienes nieguen la existencia de las ciencias sociales, y por ello de las ciencias de la
educación, merecen todo nuestro respeto como dogmáticos del Siglo XIII.
Se educa científicamente y también empíricamente. El ejercicio de la educación es una
tarea apasionante, incluso si se hace artesanalmente. La realidad es que así lo hemos
hecho por mucho tiempo. Por eso hasta nosotros nos permitimos el sarcasmo del
autoflagelo al repetir que si hoy Comenio entrara a una sala de clases diría simplemente:
“Bien. Sigamos trabajando”. No es tan simple.
Sin embargo el reto para hoy y para el docente del futuro, es basar la educación en la
ciencia. Ya no puede ser posible que mientras las ciencias naturales y las formales
avanzan, en la educación pública y privada muchos espacios sean ocupados por visiones
anticientíficas, dogmáticas y empírico-artesanales o las difundidas por la televisión
comercial.
La educación es un ejercicio con propósito y con objetivos definidos por el Estado
nacional de cada país y de cada sistema social. Todo Estado del signo que sea:
(capitalista, comunista, socialista o fascista), se sustenta en sus proyectos económico,
social y educativo.
Hablando de nuestro país, el maestro mexicano de todos los niveles ha de orientar su
formación y su labor en el aula con el fin superior de desarrollar integral y
armónicamente todas las facultades del ser humano, ahora denominadas competencias;
que sea una persona moralmente formada con hábitos de honestidad, respetuoso de la
vida y de la dignidad de todos los seres humanos, solidaridad, colaboración,
decididamente proclive a la verdad y a la tolerancia.
Los y las docentes mexicanos han de formarse en la idea de que la justicia sea uno de
sus valores más elevados; que sus alumnos sean individuos cívicamente formados para
comprender y practicar la libertad; que practique y predique la igualdad y eduque
alumnos capaces de exigirla y que en su vida escolar y social la democracia sea un valor
imprescindible, que si no se tiene, se debe combatir por conquistarla. Nunca esas
demandas han sido regalos de nadie. Se ha luchado por ellas, inclusive con altas cuotas
de sangre.
Es tarea del maestro atender la educación intelectual, la instrucción; pero ésta por sí sola
de nada sirve si no se acompaña de educación moral, de la educación política, de la
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4. educación tecnológica, de la educación física y de la educación artística, reflejo sensible
del mundo para la recreación y la transformación.
Con la venia de ustedes quisiera expresar dos palabras sobre la ética. No pretendo
abordarla desde las alturas filosóficas y las teorías. Vamos a verla desde la práctica
cotidiana del sencillo maestro de grupo que es un trabajador de la cultura.
Siempre me he preguntado ¿Qué significa ser buen maestro? Para que esta reunión no
resulte tan áspera recogemos la afirmación de que la educación consiste en que los
alumnos no se den cuenta de que están aprendiendo hasta que es demasiado tarde. Allí
está la habilidad y el tacto, el estilo y las estrategias del docente.
Un buen maestro, es el docente que ama a los niños, a sus alumnos porque ve en ellos a
personas que continuarán construyendo la nación, la cultura, la ciencia, el saber popular.
Pero los ama con ese cariño profundo de quien conoce el alma infantil y con la certeza
de que ellos se están formando como seres humanos completos.
Un buen maestro es aquel que conoce, y con profundidad, la ciencia en la que se basa la
materia o asignatura que imparte; aquel que vive pendiente de sus avances, de sus
nuevos descubrimientos, de las investigaciones en torno a esa ciencia. Es aquel que sabe
mucho más de lo que marca el programa. Se puede parafrasear a Vasia Sujomlinsky:
para brindar una gota de conocimiento, el maestro debe ser un océano de saber. Y
detrás de los conocimientos está siempre la actitud, la moral y la ética profesional del
docente, además de toda su carga ideológica.
¿A quién deben ver los alumnos cuando miran a su maestro? A un hombre o una mujer
conocedores, inteligentes, sabios, pensantes y que también enseñen a pensar, reflexivos,
amantes de su materia y de la verdad. El alumno que ve en su maestro sólo a un
enseñante, le reconoce. Pero si en él ve a un educador será su modelo. Todos debemos
aspirar a ser educadores y no simples trasmisores de datos, pues decía Turgot, no
obstante su tendencia fisiocrática, el principio de la educación es predicar con el
ejemplo.
Un buen maestro no puede ignorar la teoría científica de la educación, los principios de
la ciencia de la educación y la política educativa. El niño al aprender, realiza procesos
complejísimos estudiados por la pedagogía, la psicología, la neurofisiología, la
bioquímica y la neurobiología. Hay en ese proceso fenómenos complejos y el docente
debe estudiarlos para saber qué hacer en cada caso, porque cada niño, cada alumno, es
diferente. En respaldo de este conjunto de complejidades el maestro debe manejar una
ética profesional que nada debe tener de compleja sino clara, diáfana, evidente.
¿Qué ocurre en el cerebro del niño cuando aprende? ¿Cómo se dan las conexiones en
sus neuronas en el proceso del aprendizaje? ¿Qué relación tiene la sociedad con el
aprendizaje? ¿El niño sólo aprende con el cerebro? ¿Cuándo se inicia y cómo se
manifiesta la abstracción en el escolar y cómo se apoya en el conocimiento y el
aprendizaje sensorial? Estas son preguntas que nos hacemos los profesionales de la
docencia…
Y todavía hay ignorantes atrevidos que dicen que cualquiera puede ser maestro o
aquellos que expresan frases tan socorridas como: “estudia, aunque sea para maestro de
escuela”
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5. En fin, un buen maestro es aquel que tiene excelentes hábitos definidos como modos
especiales de proceder, adquiridos por imitación de modelos, pero que se racionalizan.
Es aquel que sigue una rigurosa disciplina personal en cuanto a puntualidad, trabajo,
dedicación, honradez, incorruptibilidad, firmeza, voluntad. Sus hábitos de pulcritud,
respeto a los demás, a su trabajo, a su institución, a su profesión, hablan del respeto a sí
mismo. Nadie puede dar lo que no tiene. Maestro es quien ayuda con la experiencia a
identificar cuáles son los puentes que hay que cruzar y cuáles son los que debemos
destruir.
Finalmente siento la obligación de hablar acerca del compromiso del docente. Saber
con claridad a qué causa sirve la acción volitiva que desempeñamos en la educación y
empeñar la vida en ese compromiso.
Hay fines superiores de la educación que nada tienen que ver con programas y planes
coyunturales como la ACE. Hay compromisos con esta nación que formaron
insurgentes, liberales y revolucionarios en dos siglos de combates y que heredarán
nuestros hijos y nietos en condiciones que no son las mejores. Hay compromisos con la
patria que no debe seguir siendo dilapidada y ensangrentada por gobiernos torpes en una
guerra sin estrategia que ya ha causado la muerte de inocentes, niños y adolescentes.
El maestro de escuela, desde el Jardín de niños hasta el posgrado universitario,
tecnológico o normalista tiene una misión, la más alta de todas y la más noble de cuantas
existan: formar un nuevo tipo de mexicanos… Si el maestro sólo enseña sin opinión,
mecánicamente y sin criterio, si no es capaz de emocionarse y emocionar a sus alumnos
con su labor, está perdiendo lamentablemente el tiempo, porque no es capaz de sembrar
nada.
Recuerdo aquí palabras del maestro Lombardo: “El maestro que no vibra ante la vida,
que no sufre con sus semejantes, que no comparte con ellos sus demandas, no es un
educador sino un simulador”
Al agradecer a todos ustedes, autoridades, maestros, ex alumnos y familiares este
inmerecido acto, porque sólo he cumplido con mi deber, recuerdo a Martín Luther King
cuando dijo: “no puedo estar en medio de tanta maldad y no asumir una posición”, y la
célebre parábola del obispo anglicano Desmond Tutu de Sudáfrica, palabras que suenan
tan actuales hoy, ante los atropellos del neoliberalismo, como hace dos días en Cananea:
“Ellos llegaron y sólo traían la Biblia. Nosotros teníamos la tierra. Cerramos los ojos
para orar y al abrirlos, ellos tenían la tierra y nosotros sólo la Biblia en las manos”
Toluca, Méx., 10 de junio de 2010
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