El documento discute cómo la creatividad es una parte fundamental de la inteligencia humana, pero que el sistema educativo actual mata la creatividad de los estudiantes. Señala que los niños son altamente creativos e innovadores por naturaleza, pero que la educación formal los entrena para no arriesgarse si no conocen la respuesta o para no cantar o bailar mientras estudian. Concluye que para fomentar la creatividad, los sistemas educativos no deben castigar el error.