Los sistemas de evaluación actuales se centran demasiado en los resultados académicos de los estudiantes y no consideran suficientemente su bienestar emocional. Las evaluaciones frecuentes y difíciles pueden causar estrés e incluso afectar la salud de los niños. En lugar de enfocarse en "pillar" las deficiencias de los estudiantes, la evaluación debería concebirse como una oportunidad de enseñanza y aprendizaje, y evitar dañarlos emocionalmente.