El documento discute cuatro perspectivas sobre cómo la cultura visual debe abordarse en la educación: proselitista, analítica, de satisfacción y autoreflexiva. Concluye que la mejor perspectiva es entender la cultura visual como experiencias cotidianas del estudiante que no deben ser pedagogizadas, sino que deben analizarse críticamente para aumentar el conocimiento, las actitudes y las habilidades de los estudiantes. Los maestros deben mantener la mente abierta hacia la cultura visual y enseñar a los estudiantes a analizar