El documento describe cómo la familia ya no es el único agente de socialización debido a los cambios en la sociedad moderna. La tecnología y los medios de comunicación ahora juegan un papel importante en la formación de la identidad de una persona. Como resultado, las familias se sienten más vulnerables y carecen de un modelo claro para guiar a sus hijos, lo que a veces conduce a problemas como el consumo problemático de sustancias. El abordaje de estas situaciones debe diferenciar entre familias funcionales y disfuncionales.
1. ADICCIONES: CRÓNICAS FAMILIARES QUE LAS CONFIGURAN
AUTOR: ANDREA AGRELO1
“...el diagnóstico humano depende de la interacción humana y... debe percibirse en la
verdadera experiencia participativa. Sólo es posible decir qué clase de persona es la otra,
combinando la observación de sus hábitos comunicativos y la observación introspectiva
de qué clase de persona es uno mismo cuando trata con la otra.”
G. Bateson
Cuando uno trabaja con Adicciones, lo único seguro que va construyendo, son preguntas.
Es una problemática compleja y dinámica. Se va configurando a lo largo del tiempo y
es definible 100% desde y en el contexto socio histórico cultural donde se manifiesta.
Parto de concebir la familia como un sistema ya que tanto para comprenderla como para
abordarla, es necesaria una mirada interactiva. Y no solamente en la definición mutua
entre sus miembros, sino también desde la mirada de quien mira. Nos configuramos como
miembros del sistema al momento de interactuar con la familia, por ello es fundamental
ser conscientes del paradigma desde donde nos posicionamos.
Cada uno de los roles que allí se despliegan se definen en función de los otros roles.
Y no solamente se define su función, sino también el modo de llevarlo a cabo. Es decir,
para que haya un hijo desobediente, tiene que haber un padre que da una orden y no es
escuchado. Aquí se define mutuamente los roles de padre e hijo y de desobediente y
desobedecido o ignorado.
Pero, y por suerte, además de la reciprocidad entre sus componentes, un sistema
responde al contexto donde está inserto. Y es desde allí desde donde quiero plantear
esta crónica.
La persona es el producto de la interacción entre la familia y la cultura.
Que la familia es el agente socializador por excelencia, es un saber que todos repetimos,
pero como saber no ha permanecido inmutable, sino que lo de “excelencia” se ha ido
replanteando a lo largo del tiempo, la familia hoy, ya no tiene la casi exclusividad que
tenía en la conformación de la identidad de las personas. Esto es así, porque hace
1
Psicóloga. Magister en drogodependencia. Fundadora y miembro Consejo
de administración de “Cable a Tierra” http://cableatierra.org.ar/
Docente Titular de grado y posgrado cátedra Adicciones (UDA y UM) Jefa
de Departamento y Miembro titular del Consejo académico de la facultad
de Psicología, Universidad del Aconcagua(Mendoza Argentina)
Contacto: andreagrelo@gmail.com y http://problematicadeadicciones.blogspot.com/
2. unas décadas, el mandato cultural y el mandato familiar, coincidían y se potenciaban
entre sí.
Pero luego, a partir de la informatización, se instala lo que Manuel Castells llama “la
sociedad red” que constituye una cultura virtual. Y ese proceso de cambio, no fue
acompañado al mismo ritmo por la familia, que permaneció en una inercia “retro”
ante la vertiginosidad de los cambios.
Siguiendo la línea de Lipovetzky y su planteo de la caída de los grandes relatos. En la
modernidad, los relatos eran grandes, y eso contenía a la familia, era común escuchar
frases como: “las mujeres cuando son adultas deben estar casadas” “casarse es un
proyecto de vida” “una mujer maestra es una mujer respetada” “lo que dijo el médico es
sagrado” “ lo que dice el sacerdote también!” “estudiar para ser alguien” “si lo dijo papá es
así” etc etc
En ese tiempo por ejemplo, los uniformes no simbolizaban profesiones, ERAN
profesiones.
La realidad actual se ha relativizado y NADA DETERMINA NADA EN SÍ O POR SÍ
MISMO. La lectura de la realidad se ha complejizado y para hacer una afirmación lo
mejor es empezar diciendo: “ y, depende…” porque para comprender se debe intentar
incluir la mayor cantidad de variables posibles, ante la situación a analizar.
Y esto en el seno de la familia también se fue gestando el cambio… aquella imagen del
padre súper héroe… pasó también a relativizarse y a cuestionarse, al igual que todos
los roles en la sociedad: la maestra, el anciano, el sacerdote, etc.
Es posible decir que hay un mayor grado de libertad y espontaneidad en una sociedad
que hoy puede ir estableciendo constructos con mayor complejidad.
Pero visto desde el seno de la familia, la sensación es de absoluta y aterradora
desprotección.
Esta situación ha sido representada a través de una metáfora de navegación, por el
sociólogo David Riesman. Él plantea que algunas décadas atrás, las familias
“programaban” legitimadas desde la construcción cultural, el rumbo de lo que
querían para sus hijos, establecían las coordenadas como con un giroscopio, y vivían.
El giroscopio les garantizaba llegar a destino y estabilizar en el caso de ser necesario, el
rumbo previsto.
Las coordenadas estaban establecidas y consensuadas por el contexto, y si bien,
habían variantes, también eran predecibles, y aun las situaciones no deseadas tenían sus
parámetros para condenarlas y también el protocolo de acción: hasta lo “malo e
inesperado” estaba previsto con el giroscopio.
Autor: Andrea Agrelo. Magister en Drogodependencia
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3. Los hijos de la familia moderna internalizaban las pautas dadas por los otros
significativos y podían dirigirse casi sin temor a equivocar el rumbo, con un
comportamiento autónomo, dirigido por sí mismo, a partir de la incorporación casi
giroscópica de un proyecto de vida.
En la sociedad actual, esos otros significativos, ya no son al menos con exclusividad la
familia, el vecino o el compañero de trabajo. El límite entre lo familiar y lo desconocido
se hace cada vez más difuso. Surge lo que Riesman denomina: El individuo dirigido
por otros, para él, lo desconocido se vuelve paradójicamente familiar, está como en su
casa, en todas partes y su casa ya no es el nido, sino un lugar de paso, es capaz de
intimar rápidamente con personas con las que se relaciona en forma eventual y / o
esporádica.
Surgen entonces nuevas pautas en las relaciones cotidianas, en las que la
expansión tecnológica cumple un papel importante, pues se convierte en
componente decisivo de los modos de vinculación.
Actualmente, en lugar del sólido Giroscopio interior producto de la temprana
internalización de los principios y normas morales impuestas por la familia, los padres
de la moderna sociedad de consumo intentan dotar a sus hijos de algo así como
una antena movible y superficial para captar las señales provenientes del exterior,
una especie de radar capaz de registrar las reacciones de los demás para utilizarlas
como criterios normativos.
La velocidad y naturaleza del cambio destituyó el modelo del giroscopio, generando una
sensación de vacío, ante la ausencia de modelos y parámetros claros y precisos para
valorar los aspectos de la vida humana. Y así la familia se desborda, sin entender que el
nuevo modelo implica que no hay UN modelo. Ante esta situación de
hipervulnerabilidad del agente socializador por excelencia, otras instituciones
comienzan a tomar mayor relevancia en este proceso, y el auge de los medios
masivos de comunicación y la tecnología, se implicaron como agentes
socializadores nivelados con el sistema familiar, y por momentos hasta superados.
Por eso hoy, un niño mendocino tiene acento mexicano, y usa términos venezolanos o
norteamericanos. Del mismo modo, un adolescente recibe una fuerte influencia de los
mensajes continuos de la lógica consumista, desde donde el consumo es un
imperativo para la pertenencia, y desde allí la experimentación y, en algunos casos,
el desarrollo de una adicción.
Entonces, respecto al consumo problemático de sustancias, hace unas décadas atrás,
las familias que consultaban eran en un alto porcentaje, familias disfuncionales.
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4. Entendiéndolas como sistemas que no cuentan con los recursos necesarios para
promover el desarrollo saludable de sus miembros.
A raíz de los cambios de los que hemos hablado, hoy la familia que consulta por
problemas con el consumo, son tanto funcionales como disfuncionales. Y el abordaje
debe diferenciar entre uno y otro.
A la familia funcional, el problema le molesta, necesita entenderlo y solucionarlo. Por eso
consulta rápidamente a profesionales especializados o de su confianza.
La intervención tanto preventiva como asistencial en la familia funcional es directa y
específica. El sistema reconoce su falencia y registra la necesidad de aprender para
solucionar. Aquí es fundamental una orientación competente y, en muchos casos la
derivación a terapia familiar ya que se considera que la inclusión en tratamientos con
personas con adicciones avanzadas puede ser contraproducente en cuanto
estigmatización de la conducta.
Pero en muchos casos, el consumo problemático detectado, implica un alto riesgo y
requiere de un abordaje especializado donde se comprenda la dimensión del problema.
El criterio de inclusión de un sistema funcional o no en una institución
especializada, está dado más que por el grado de consumo (que en general suele
ser de abuso pero no de dependencia) por el nivel de riesgo.
La respuesta ante el tratamiento suele ser favorable. El grado de participación en el
proceso es alto. Por lo que es pronóstico es muy bueno. Lo importante aquí, es que la
institución cuente con estrategias para favorecer la adherencia y mantener un nivel de
satisfacción positivo en el paciente y su familia.
En cambio, el sistema familiar disfuncional, aprende a vivir con el problema y se
estructura y define en torno a él. Al negar o proyectar a otros la responsabilidad de su
problema, no registra la necesidad de consultar. Sí de cambiar, pero sus miembros
perciben que no depende de ellos. Por eso la consulta es tardía, y la intervención requiere
particularidades diferenciales.
En ambos casos, la problemática adictiva es “escurridiza” y necesita respuestas
precisas y diseñadas con objetivos claros y evaluables, desde el inicio hasta el
final del tratamiento. Si esto no se comprende así, es probable que familias con
recursos interrumpan el tratamiento y la problemática se termine haciendo crónica
por una respuesta inadecuada por parte del sistema de atención.
Aquí no se trata de conciencia de enfermedad o no, sino de generar un espacio
terapéutico en donde es posible construir motivación desde la intervención del
profesional. No colocando la responsabilidad de la permanencia en el paciente
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5. solamente sino en el sistema terapéutico en su totalidad. Esto implica profesionales
formados desde un modelo de intervención estratégico.
Ahora bien, para intervenir en adicciones, es fundamental comprender que el nivel de
riesgo es alto, por eso es que la intervención debe hacerse en dos niveles simultáneos
UN NIVEL OPERATIVO ATENUANTE cuyo propósito: es fundamentalmente
disminuir el riesgo. La interconsulta con el área social y/o legal, la participación en
grupos socio educativos, son ejemplos de este nivel de intervención.
Las familias complejas, generalmente consultan porque ha ocurrido algo que ha
impactado profundamente sobre el sistema: accidentes, sobre dosis, intentos de suicidio,
allanamientos, detención, etc. Esa situación provoca en el sistema una especie de “portal
temporal”, un hándicap en el que el sistema es vulnerable y abierto a la intervención.
Están en una especie de shock que ha producido el evento impactante, y el terapeuta
adquiere un alto nivel de maniobrabilidad, por lo que es fundamental aprovechar ese
momento para intervenir con directivas precisas que erradiquen o disminuyan el nivel de
daño que se está provocando en el sistema. Es un tiempo corto, ya que el sistema
tiende rápidamente a configurarse como antes del evento. Esas intervenciones
generalmente deben ser planteadas interdisciplinariamente para adquirir mayor
efectividad, e incluso es frecuente la intervención o al menos la mención de la posibilidad,
de lo judicial en situaciones de abandono grave, o maltrato, abuso, etc.
En las familias con recursos suficientes y disponibilidad para el cambio, la
intervención tiene que ver con el consejo breve, directo y preciso en relación a la
conducta que se evidencia como de mayor riesgo.
UN NIVEL ESTRUCTURAL cuyo propósito es fundamentalmente modificar las
condiciones del sistema que mantienen la problemática adictiva. La psicoterapia, el
control clínico y psiquiátrico, son ejemplos de este nivel.
Es un proceso cuya duración e intensidad si es ambulatorio o residencial, va a depender
del tiempo que lleva la familia, estructurada con el problema y también de la flexibilidad
del sistema.
Hoy, las intervenciones tanto preventivas como asistenciales deben ser coherentes con
las diferentes configuraciones que ha adoptado la problemática.
Cuando las creencias sociales compartidas, constituían grandes relatos, y los
comportamientos sociales estaban estipulados desde un amplio consenso, lo que
determinaba el riesgo, era lo diferente: otra vestimenta, otros amigos, otros lugares,
otro vocabulario, eran indicadores de que algo “raro” estaba sucediendo. Así se planteaba
desde los abordajes preventivos.
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6. Pero hoy, no sólo el riesgo es difuso, sino también los indicadores son difusos y
relativos a cada situación y contexto.
Esto implica comprender que:
No hay un perfil de adicto identificable
Es frecuente que el consumo de sustancias surja dentro del mismo grupo de
amigos con los que se ha movido siempre.
El cambio en la vestimenta y en el lenguaje responde más bien a una realidad
adolescente. Los códigos que antes eran exclusivos de quienes consumían,
hoy se han extendido y naturalizado como modo de comunicación
Las conductas identificables específicamente relacionadas con la
problemática indican un estado más avanzado del problema o bien, un
estado reciente, pero más que indicar lo posible, denuncian la existencia del
problema: desaparición de objetos de valor, interrupción de las actividades
recreativas o educativas que se llevaban a cabo hasta el momento, mentiras
frecuentes, irritabilidad, ansiedad, etc.
Por ende, ante esta realidad, el adolescente de hoy, debe ser capaz de convivir con esta
realidad y detectar en cada situación los riesgos particulares.
Ahora, pedirle a una familia que adopte un modelo de “radar” implica, básicamente,
la transmisión de estrategias de AUTOCUIDADO y de COMUNICACIÓN
SALUDABLE. Dos elementos fundamentales para que la familia de hoy pueda ser
un factor protector en relación al consumo.
La familia debe tener conceptos claros y posturas claras relativas al cuidado de sí mismo
y del entorno. Ese es el genérico universal: EL CUIDADO. Más allá de cómo y dónde es
el QUÉ. CUIDARSE Y CUIDAR A OTROS.
El mensaje debe ser claro: que no haya adicción (consumo ocasional, experimental,
esporádico) no significa que no haya riesgo.
La familia debe poder ayudar a que sus miembros internalicen, el constructo del
cuidado de sí y de los demás. A eso se debe apuntar en el abordaje preventivo.
Entonces, el riesgo de hoy, es difuso, no tiene nombres fijos y rígidos, sino genéricos y
dinámicos.
Los profesionales de la salud tenemos que ser capaces de entregar a las familias
herramientas para que puedan ayudar a cuidar a sus hijos y a su ambiente, lo que va a
generar que internalicen el autocuidado naturalmente.
Autor: Andrea Agrelo. Magister en Drogodependencia
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7. Desde los controles pediátricos, las vacunas, la medicación con un uso responsable,
hasta la asistencia a las reuniones escolares, incluyendo el no tirar basura en la calle, son
conductas básicas de cuidado de sí y del otro que el niño debe aprender desde temprana
edad, básicamente con el ejemplo.
Frente a paradigmas desde donde se plantea el respeto por las decisiones
personales, se producen mensajes confusos y ambiguos respecto al abordaje
preventivo y asistencial de las adicciones.
No demonizar las sustancias, no implica subestimarlas. Ni un extremo ni otro.
A la ambigüedad y relativismo radical del modelo social actual, hay que responder
con coherencia y consistencia, considerando la salud como un derecho social
básico.
Autor: Andrea Agrelo. Magister en Drogodependencia
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