La ética y la educación tienen una simbiosis compleja en la sociedad moderna. La profesión docente juega un papel clave al formar ciudadanos éticos mediante relaciones entre profesores y estudiantes, pero la sociedad moderna también ha creado un yo frágil y fragmentado. Se necesita una educación basada en valores como el respeto por el otro para superar los desafíos de una sociedad global e interconectada.
1. LA ÉTICA Y LA EDUCACIÓN, SIMBIOSIS COMPLEJA EN LOS TIEMPOS
DE LA MODERNIDAD.
“Solamente se produce el aprendizaje si entre el docente
y el alumnado acontece una relación que les une, un
puente que les vincula” Vásquez Verdera y Escámez
Sánchez, 2010
Autor: Alexander de Jesús Ríos Ariz.
Estudiante de maestría en Educación con énfasis en Ambientes de Aprendizaje
mediados por TIC.
En la naturaleza son comunes las simbiosis, relaciones biológicas estrechas e
inquebrantables entre dos o más organismos, situación similar entre la ética y
la educación, ¿cómo se corresponden en un mundo de relaciones complejas y
cambiantes en esta sociedad de la información y el conocimiento?, para
abordar esta cuestión es importante saber ¿qué papel juega la profesión
docente en la educación y en la ética del cuidado?
Para Vásquez y Escámez (2010), la profesión docente, se refiere a una
actividad social institucionalizada que proporciona una serie de bienes o
servicios necesarios para la sociedad, definición más ligada a suplir las
necesidades de conocimiento de este mundo globalizado e interconectado, que
a la responsabilidad que tiene todo educador de formar un ciudadano de bien,
pensante, crítico y autocrítico de su relación con entorno y con el mismo. Que
le permitan mejorar sus condiciones de vida y dignificar la existencia de todas
las formas de vida de su entorno natural, es allí donde la ética del cuidado
entiende al ser humano como un conjunto de relaciones extrínsecas e
intrínsecas, como parte de un ecosistema, donde las relaciones de cada uno de
sus componentes no son verticales sino por el contrario horizontales.
Es de anotar, que el éxito de una educación de calidad, donde se fomenten los
valores de una ética de la civilidad, basados en la justicia, la libertad, la
igualdad, la solidaridad, la tolerancia, la convivencia y la resiliencia, está
supeditado en un alto porcentaje a la ética profesional del docente, a sus
relaciones interpersonales y a la credibilidad de este ante sus educandos,
originando en estos sinergias y enamoramiento hacia la necesidad de aprender
a conocer, aprender hacer, aprender a aprender, aprender a vivir y aprender a
ser; permitiendo así ver a la educación como un proyecto de vida,
transformadora de la sociedad y promotora del desarrollo moral de sus
ciudadanos. (Vásquez Verdera y Escámez Sánchez, 2010).
Esbozada la importancia de la ética profesional del docente, como pieza
fundamental formadora del Ser del Otro, por las relaciones extrínsecas e
intrínsecas forjadora del ser vigilante de la moral ciudadana y de los valores de
la ética civil en las sociedades, en ese sentido Magendzo, Abraham (2006),
desde una mirada ético-política de la educación nos dice:
La educación, desde esta mirada ético-política es, por definición, una
educación para la responsabilidad, es una educación para forjar
2. “vigilantes” alertas del Ser del Otro, precavidos, atentos del Otro.
Entonces la educación se introduce de lleno en el mundo de la
modernidad, no sólo de la modernización. Hace de los estudiantes
sujetos–ciudadanos empoderados para una ciudadanía activa,
interlocutantes con la diversidad social, cultural y política que se nos
impone en un mundo global que queremos y debemos “domesticar”.
Este es un imperativo ético que la educación no puede eludir.
(Magendzo K, 2006)
Es claro para Magendzo, una educación basada en el ser ético y moral por
excelencia, con una formación axiológica mediante el empoderamiento
ciudadano tendiente al respeto del Ser del Otro, como punto de partida para la
sana convivencia, el ser como un conjunto de interacciones y emociones, no
como un ser aislado e individual. Todo esto es consecuencia de un mundo
moderno (para muchos es un mundo postmodernista) y globalizado,
caracterizado por la sociedad del conocimiento y la información, donde han
surgido nuevas formas de relaciones sociales mediadas por las tecnologías y
las redes sociales.
Si el modernismo, regido por la sociedad del conocimiento y la información han
masificado las comunicaciones y han forjado una civilización mediadas por las
TIC denominada nativos digitales, donde todo está a la vuelta de un click,
acabando distancia y fusionando culturas, es bueno preguntar ¿Por qué se ha
incrementado la atomización de la sociedad modernizante?, algo contradictorio
en un mundo globalizado. Magendzo K, 2006, encuentra un punto de quiebre y
argumenta:
…..la radical fragmentación de la sociedad modernizante en, donde
‘cada grupo ha llegado a hablar un curioso lenguaje privado, cada
profesión ha desarrollado su propio código de ideología o modo de
hablar particular, y finalmente cada individuo ha llegado a ser una
especie de isla lingüística, separada de todas las demás.
Antony Giddens en su obra Modernidad e identidad del Yo, aclara también este
aislamiento y va más allá, argumento que todo esto es producto esta sociedad
cambiante de la identidad del yo contemporáneo como es la Confianza, la
hiperrealidad, estilos de vida, la intimidad, las relaciones puras, el compromiso,
e aislamiento existencial, insignificancia personal, el narcisismo, autenticidad
como partes fundamentales a la hora de consolidar y formar la personalidad del
Yo contemporáneo, capaz de superar y vencer todos los riesgo que se
presentan en esta sociedad cambiante y carente de valores éticos y morales.
El yo de la sociedad moderna es frágil, quebradizo, fracturado,
fragmentado; esta concepción es, probablemente, el punto de vista más
descollante de los debates actuales acerca del yo y la modernidad.
Algunos de esos análisis están vinculados teóricamente al
postestructuralismo: el yo se contextualiza y dispersa al igual que el
mundo social. (Giddens, 1991, p,.215).
Magendzo, K, 2006, también nos habla de esta fragilidad del yo
contemporáneo, influenciado en muchos casos en el egoísmo e individualismo
3. propio del ser humano, pero utiliza el término “fragilidad del Nosotros”
propuesto Norbert Lechner:
Deseo adelantar y decir que esta fragilidad del “Nosotros” resulta
de la incapacidad de reconocer al Ser del Otro como un legítimo Otro.
Somos más bien ciudadanos en la desconfianza, inclusive en la
mezquindad, en ceguedad e invisibilidad del Ser del Otro. Vivimos como
ciudadanos atemorizados, el miedo al Ser del Otro, el miedo a la
invasión de los Otros en lo mío.
Concluyendo, en término del Ser del Otro, como un todo, pero ha la vez
influenciado por relaciones internas y externas complejas de esta sociedad,
regidas por la educación, la ética y la moral ciudadana, cada vez más en
declive producto de esta sociedad modernista carente de valores e
interconectada por las TIC, pero en muchos casos desconectada de la realidad
y las necesidades del Ser del Otro, como dice Magendzo:
El camino por recorrer es largo. La pregunta es cómo se convierte este
discurso en una práctica educativa consistente, en especial ahora que
existe una marcada tendencia hacia la individualización y la
competitividad, a veces descarnada. Este es el reto que nos queda por
delante: convertir el verbo en acción.
REFERENCIA.
Giddens, A. (1991). Modernidad e identidad del Yo. Barcelona, España:
Ediciones Península.
Magendzo K, A. (2006). El Ser del Otro:un sustento éstico-político para la
educación. Polis: Revista Latinoamericana Nº 15, s/d.
Vásquez Verdera, V., y Escámez Sánchez, J. (2010). La profesión docente y la
ética del cuidado. Revista Electrónica de Investigación Educativa
[Número Especial], 1-18.