2. Introducción
El riñón desempeña una función
homeostática clave en la regulación
estricta del volumen de líquido
extracelular, la presión arterial, el
transporte de solutos y las
concentraciones de electrólitos, el pH
y la excreción de metabolitos de
fármacos.
2
4. EVALUACIÓN CLÍNICA DE LA
FUNCIÓN RENAL
Tasa de filtración glomerular (TFG)
La TFG se considera la mejor medida de la función renal global, aunque puede ser normal en
algunas patologías renales. La TFG indica el volumen de plasma filtrado por unidad de
tiempo.
La TFG puede calcularse a partir de la diuresis cronometrada y las concentraciones de
creatinina urinaria y plasmática (aclaramiento de creatinina), o a partir del aclaramiento de una
sustancia exógena como la inulina.
TÍTULO DE LA PRESENTACIÓN 4
o Las cifras normales de TFG son de 125 a 140 ml/min y varían en función del sexo, el peso corporal
y la edad.
o La TFG disminuye aproximadamente en 1 ml/min por año a partir de los 30 años.
o Una TFG menor de 60 ml/min durante 3 meses o más es indicativa de IRC.
5. EVALUACIÓN CLÍNICA DE LA
FUNCIÓN RENAL
Existen diversas pruebas útiles para evaluar la función renal y diagnosticar su
alteración.
5
6. Creatinina sérica y aclaramiento de
creatinina
Creatinina
La creatinina, un marcador endógeno
de la filtración renal, es producida a
tasa relativamente constante por la
conversión hepática de la creatinina
de los músculos estriados.
La creatinina es filtrada libremente por
el riñón y no se reabsorbe. Por ello, el
aclaramiento de creatinina es la
medida más fiable de la TFG.
Valores
Mujeres 0,6 y 1,1 mg/dl
Hombres 0,8 y 1,3 mg/dl
Concentración
La concentración de creatinina suele
permanecer estable hasta que se ha
perdido alrededor del 40% de la
función renal.
Las cifras séricas de creatinina
también tardan tiempo en reflejar las
alteraciones agudas de la función
renal.
TÍTULO DE LA PRESENTACIÓN 6
7. Nitrógeno ureico en sangre
7
Las concentraciones de nitrógeno ureico en sangre (BUN) también tienden a variar de forma inversa
a la TFG. Sin embargo, la gran influencia de la ingesta dietética, las enfermedades concomitantes y
el volumen intravascular sobre las concentraciones de BUN hace que no resulte muy fiable como
indicador de la función renal.
Algunos factores que pueden aumentar el BUN:
• Dietas ricas en proteínas
• Hemorragias digestivas
• La deshidratación
• El aumento del catabolismo
8. Proteinuria
La tasa diaria normal de excreción de albúmina es inferior a 150 mg/ día.
Puede observarse proteinuria transitoria en caso de fiebre, insuficiencia cardíaca congestiva,
convulsiones, pancreatitis y ejercicio.
11/11/2023 TÍTULO DE LA PRESENTACIÓN 8
Cifras superiores a 300 mg/día se consideran elevadas y las superiores a 3.500 mg/día se
encuentran en el rango nefrótico.
La proteinuria grave puede causar hipoalbuminemia, que da lugar a una disminución de la
presión oncótica plasmática y a un aumento de las concentraciones de fármacos libres. El
grado de albuminuria se tiene en cuenta al estadificar la IRC.
Una proteinuria persistente generalmente indica la presencia de alguna nefropatía
relevante. La microalbuminuria es un signo temprano de nefropatía diabética.
9. EVALUACIÓN CLÍNICA DE LA FUNCIÓN
RENAL
.
.
.
.
9
Excreción fraccional
de sodio.
La excreción fraccional de sodio
(EFNa) mide el porcentaje del
sodio filtrado excretado con la
orina.
Es muy útil para diferenciar entre
causas prerrenales y renales.
• La EFNa menor del 1%
sugiere enfermedad
prerrenal.
• Una EFNa superior al 2% es
compatible con disfunción
tubular.
Capacidad de
concentración
urinaria.
La función tubular renal se suele
evaluar midiendo la capacidad
de concentración urinaria. Se
establece la presencia de una
tubulopatía al demostrar que los
riñones no producen orina
suficientemente concentrada en
presencia de un estímulo
fisiológico.
11. LESIÓN RENAL AGUDA (LRA)
La LRA se caracteriza por deterioro de la función renal en un período de horas o
días, con incapacidad renal para excretar productos de desecho nitrogenados y para
mantener la homeostasis hidroelectrolítica.
La hipotensión y la hipovolemia son los factores causantes más comunes. Las
nefrotoxinas también contribuyen en un porcentaje importante de los casos.
Etiología de la lesión renal aguda
La etiología de la LRA se divide clásicamente en causas prerrenales, intrarrenales (o
intrínsecas) y posrenales.
11
12. Diagnóstico de la lesión renal aguda
• Aumento de la concentración sérica de creatinina superior a
0,3 mg/dl en 48 h
• Aumento de al menos 1,5 veces de la creatinina basal en un
plazo de 7 días
• Disminución brusca de la diuresis a menos de 0,5 ml/kg/h o
500 ml/día
La LRA se subdivide, en función de la diuresis, en oligúrica y no
oligúrica.
.
El diagnóstico de LRA generalmente se realiza al identificar uno de
los siguientes hallazgos:
.
.
.
12
Los signos y síntomas de presentación de la LRA varían mucho según su
etiología.
13. ENFERMEDAD PRERRENAL
La LRA prerrenal se produce
cuando la perfusión renal es
insuficiente. Es la forma más
frecuente de LRA.
La hiperazoemia prerrenal es
rápidamente reversible si se
corrige la causa subyacente. La
LRA prerrenal prolongada es el
factor predisponente más
frecuente para la necrosis
tubular aguda (NTA) inducida por
14. ENFERMEDAD RENAL INTRÍNSECA
14
PATRON NEFRITICO
• El patrón nefrítico clásico
se observa en la
glomerulonefritis, donde la
inflamación glomerular
condiciona la filtración de
eritrocitos y leucocitos
hacia el túbulo, lo que se
traduce en un sedimento
urinario activo.
PATRON NEFROTICO
• Caracterizado por
proteinuria excesiva y
ausencia de elementos
celulares.
Las enfermedades renales intrínsecas causantes de
LRA se suelen clasificar en función de la
localización de la lesión primaria (glomérulo,
túbulos renales, intersticio o vasculatura renal).
Las glomerulopatías a menudo se clasifican:
15. ENFERMEDAD
POSRENAL
La enfermedad posrenal u
obstructiva es el mecanismo
menos frecuente y más
fácilmente reversible de LRA.
La lesión posrenal se produce
cuando se obstruyen las vías
de salida de la orina, debido
a hipertrofia prostática,
cálculos ureterales o una
compresión extrínseca por un
cáncer.
15
16. COMPLICACIONES DE LA LESIÓN
RENAL AGUDA
16
Están la confusión, la
asterixis, la somnolencia, las
convulsiones y la
polineuropatía. Estas
alteraciones parecen deberse
a la acumulación de proteínas
y aminoácidos en la sangre y
a la hipervolemia, y la diálisis
puede aliviar sus síntomas.
COMPLICACIONES
NEUROLÓGICAS
.
Están la hipertensión
sistémica, la insuficiencia
cardíaca congestiva y el
edema de pulmón, que
reflejan la retención de agua y
sal.
COMPLICACIONES
CARDIOVASCULARES
Y PULMONARES
.
Consisten en anemia,
disminución de la activación
de la vitamina D y
coagulopatía por la disfunción
plaquetaria inducida por la
uremia.
COMPLICACIONES
HEMATOLÓGICAS
.
Hiperpotasemia,
hiperfosfatemia, hipocalcemia,
hipermagnesemia,
hipoalbuminemia,
hiponatremia y acidosis
metabólica.
TRASTORNOS
METABÓLICOS
.
17. Tratamiento de la lesión renal
aguda
17
El tratamiento de la LRA tiene como objetivo limitar la progresión del daño renal y
corregir los trastornos hidroelectrolíticos y acidobásicos. Se debe evaluar la necesidad de
un tratamiento de sustitución renal (TSR) urgente.
Deben identificarse y eliminarse o revertirse las causas subyacentes siempre que sea
posible. En concreto, se deben corregir:
• La hipovolemia
• La hipotensión
• El bajo gasto cardíaco
• Tratar la sepsis y eliminar agresiones persistentes, como los fármacos nefrotóxicos.
• Debe alcanzarse una presión arterial media (PAM) de 65 mmHg
En general, para prevenir y tratar la LRA se recomiendan la rehidratación y el tratamiento
con vasopresores
18. Manejo de la anestesia de los
pacientes con lesión renal aguda
Los principios del manejo anestésico son los mismos del tratamiento de la LRA, es
decir, el mantenimiento de una presión arterial sistémica y un gasto cardíaco
adecuados, y la prevención de nuevas agresiones renales por hipovolemia,
hipoxia o exposición a nefrotóxicos.
Debe obtenerse una vía venosa periférica adecuada y a menudo es necesaria una
segunda vía i.v. de gran calibre.
Se recomienda la monitorización hemodinámica invasiva para controlar
estrechamente la presión arterial, mantener un gasto cardíaco adecuado, evitar la
vasoconstricción periférica excesiva y para facilitar las determinaciones
frecuentes de gasometría y electrólitos.
Debe vigilarse la hiperpotasemia y tratarla.
En pacientes de alto riesgo, puede estar indicada la diálisis preoperatoria.
19. Manejo de la anestesia de los
pacientes con lesión renal aguda
Si existe sospecha de disfunción plaquetaria, se puede administrar
desmopresina (DDAVP) previa a la intervención quirúrgica.
La corrección de la anemia hasta una hemoglobina de al menos 10 g/dl.
Es mejor evitar la morfina, la meperidina y el tramadol en pacientes con
TFG baja.
Evitar la succinilcolina cuando la concentración de potasio sea superior a
5,5 mEq/l.
Si es necesario bloqueo neuromuscular, el cisatracurio.
Deben evitarse los antibióticos nefrotóxicos conocidos o administrarse en
dosis menores.
21. INSUFICIENCIA RENAL
CRONICA.
La IRC es el deterioro progresivo e irreversible de la
función renal a consecuencia de una amplia variedad de
enfermedades. La IRC se define como una TFG
estimada menor de 60 ml/min durante más de 3 meses.
En la mayoría de los pacientes, independientemente de
la etiología, el descenso de la TFG por debajo de 25
ml/min progresa con el tiempo a insuficiencia renal
terminal (IRT)
22. DIAGNÓSTICO
22
Síntomas inespecíficos, como astenia, malestar general y
anorexia.
Son útiles la anamnesis cuidadosa y la evaluación de
laboratorio con creatinina sérica y sedimento urinario.
La ecografía renal es útil para descartar causas
obstructivas y detectar poliquistosis renales. También es
útil para evaluar la vascularización renal y estimar la
afectación del parénquima mediante la determinación de la
ecogenicidad y el tamaño del riñón.
La tomografía computarizada (TC) sigue siendo el método de
referencia para el diagnóstico de nefrolitiasis.
Para el diagnóstico definitivo puede ser necesaria una
biopsia renal.
23. Las complicaciones de la
insuficiencia renal
La IRC va acompañada a
menudo de anemia, que
es la responsable de
muchos de los síntomas
(astenia, debilidad,
disminución de la
tolerancia al ejercicio)
característicos de lo que
tradicionalmente se
describió como «síndrome
urémico».
Los pacientes con IRC
tienen una mayor
tendencia a sangrar,
aunque el número de
plaquetas, el tiempo de
protrombina y el tiempo
de tromboplastina
plasmática sean
normales.
ANEMIA HEMORRAGIA
UREMICA
Síntomas leves (alteración del
pensamiento abstracto,
insomnio, irritabilidad).
Síntomas graves
(convulsiones, obnubilación,
encefalopatía urémica, coma).
Desarrollo de una
polineuropatía mixta sensitiva
y motora simétrica distal,
caracterizada por parestesias,
hiperestesias o debilidad distal
de los miembros inferiores.
MANIFESTACIONES
NEUROLOGICAS
23
28. Inducción de la anestesia
Secuencia de inducción rápida con succinilcolina (potasio
5,5 mg/dl).
Como alternativa se puede emplear un relajante muscular
no despolarizante de inicio de acción rápida, como el
rocuronio, aunque, al estar disminuida su eliminación,
tendrá un efecto notablemente prolongado.
29. Mantenimiento de la
anestesia
Seleccionar una técnica anestésica balanceada que emplea un anestésico
volátil, un relajante muscular y un opioide.
Se suele evitar el sevoflurano, porque existen dudas sobre la nefrotoxicidad
del fluoruro o la producción de compuesto A, aunque no hay pruebas
concluyentes de que los pacientes con enfermedades renales presenten un
mayor riesgo de disfunción renal tras su administración.
Otra opción es la anestesia intravenosa total.
30. Manejo de los líquidos y la
diuresis
La mayoría de los pacientes con IRC llegan al quirófano con el
volumen del líquido extracelular contraído. Los pacientes con
disfunción renal grave, pero que no requieren hemodiálisis, y
aquellos sin insuficiencia renal, pero sometidos a
intervenciones asociadas a una alta incidencia de insuficiencia
renal postoperatoria, pueden beneficiarse de la hidratación
preoperatoria con soluciones salinas equilibradas hasta
alcanzar la euvolemia.
31. En pacientes no anúricos, la presencia de diuresis resulta
tranquilizadora, pero se ha demostrado que no es un buen
factor predictivo de la creatinina postoperatoria. No se
recomienda estimular la diuresis con diuréticos osmóticos
(manitol) o tubulares (furosemida) sin una reposición
adecuada del volumen de líquido intravascular.
32. Colocación del paciente
Es importante prestar atención a la colocación del
paciente en la mesa de quirófano. El estado nutricional
deficiente hace que la piel de los pacientes con IRC sea
particularmente propensa a equimosis y erosiones, por lo
que es necesario un acolchado adicional para proteger los
nervios vulnerables alrededor del codo, las rodillas y los
tobillos.
33. Hemodiálisis perioperatoria
Someterse a diálisis dentro de las 24 h posteriores a una
intervención quirúrgica programada.
Lo ideal es que el paciente esté en su peso seco o muy
próximo a él en el momento de la intervención quirúrgica.
Evitar o minimizar el uso de heparina durante la
hemodiálisis preoperatoria.
34. Manejo
postoperatorio
Los pacientes con IRC presentan un
mayor riesgo de IAM perioperatorio; por
ello, se debe considerar:
• Monitorización continua del ECG
durante el período postoperatorio.
• Los pacientes de alto riesgo deben
ser monitorizados en una unidad de
cuidados intensivos.
• Prestar mucha atención al equilibrio
hidroelectrolítico.
• La hemodiálisis 24 h después de la
cirugía.
• Analgesia multimodal
35. TRASPLANTE RENAL
Donante vivo frente a los de donante fallecido.
Un riñón de un donante fallecido puede conservarse
mediante perfusión a bajas temperaturas hasta 48 h, lo
que convierte al trasplante en una intervención quirúrgica
semiprogramada.
36. Manejo de la anestesia
Antes de la intervención se administra a la mayoría de los pacientes un antimetabolito como el
micofenolato y un esteroide, además de una dosis de inducción de globulina antitimocítica
(timoglobulina).
Metilprednisolona en dosis de 7 mg/kg (dosis máxima de 500 mg) IV.
Inhibidor de la calcineurina, como el tacrolimús, a partir del primer día postoperatorio.
Paracetamol, corticoesteroides o antihistamínicos disminuye los efectos secundarios de la
administración de timoglobulina, que consisten en escalofríos, cefalea y dolor abdominal.
37. Cristaloides para mantener la presión arterial y la presión venosa
central adecuadas.
Se solía establecer como objetivo una presión arterial sistólica de 140
mmHg, una presión arterial media superior a 80 mmHg y una presión
venosa central de alrededor de 10. Últimamente se tiende a realizar
un manejo de líquidos más dirigido a objetivos.
38. Cuando se retiran las pinzas de los vasos renales tras realizar
las anastomosis quirúrgicas, pasan a la circulación la solución de
preservación renal y la sangre venosa de los miembros
inferiores. Se han descrito paradas cardíacas después de
finalizar la anastomosis arterial y despinzar los vasos. La causa
más probable es una hiperpotasemia repentina. Tras el
despinzamiento también se puede producir hipotensión debido al
aumento súbito del espacio intravascular en hasta 300 ml y a la
liberación de sustancias químicas vasodilatadoras desde los
tejidos previamente isquémicos.
39. Complicaciones
postoperatorias
Rechazo inmunitario agudo.
Puede ser tan rápido que se observa una circulación
insuficiente casi inmediatamente después de establecido el
suministro de sangre al riñón. El único tratamiento para esta
reacción de rechazo agudo es extraer el riñón trasplantado,
sobre todo si el rechazo se acompaña de coagulación
intravascular diseminada.
40. Los signos tardíos de rechazo del injerto son fiebre, dolor en la
palpación local y deterioro de la diuresis. Puede ser útil el
tratamiento con corticoesteroides en dosis altas y concentrado
de globulinas antilinfocíticas. La NTA que puede producirse en
el riñón trasplantado por la isquemia prolongada suele
responder a la hemodiálisis. La toxicidad de la ciclosporina
también puede causar LRA. Para diferenciar entre las posibles
causas del deterioro funcional renal se realizan una ecografía y
una biopsia con aguja.
41. ENFERMEDADES QUE AFECTAN
A LA FUNCIÓN RENAL
Glomerulopatías
Síndrome
nefrótico
Glomerulonefritis
Síndrome de
Goodpasture
Nefritis
intersticial
Nefritis
hereditaria
42. OTRAS PATOLOGIAS
Poliquistosis renal
Síndromes de Bartter y Gitelman
Acidosis tubular renal
Síndrome de Fanconi
Nefrolitiasis
Nefropatía por ácido úrico
Hipertensión renal
Síndrome hepatorrenal
43.
44. Hiperplasia benigna de
próstata
Es un agrandamiento no maligno de la próstata
debido al crecimiento excesivo de los elementos
glandulares y estromales de la glándula. Los
síntomas se deben a la compresión del conducto
uretral y a la interrupción del flujo normal de orina.
La HBP es frecuente en todo el mundo en
hombres mayores de 40 años.
48. SÍNDROME
POST-RTUP
FisiopatologíaH
ipervolemia
• Intravascular: a través de los senos venosos
• Extravascular: a través de la cápsula
prostática
El líquido tiene dos rutas de
absorción:
• Aumento de peso 3.5 kg en 20 mins
Movimiento del volumen
intravascular
• Corresponde a un descenso de la
concentración sérica de sodio de 5 a 8
mmol/L
Paso de 1L de solución
irrigante a la circulación en
1 h
• 200ml/min
• Edema de pulmón
Hipertensión+Taquicardia
refleja
• Hiponatremia
• Endotoxinas que ocasionan acidosis
metabólica
Hipotensión
49. Dilución de
Na+ por el
líquido
absorbido
Pérdida de
Na+ en el
líquido de
lavado
intravesical
Difusión del
Na+ al
espacio
intersticial
SÍNDROME POST-RTUP
Fisiopatología-Hiponatremia
2-4h hasta
24h
postquirúrgic
o
Gradiente
osmótico
intra y extra
cerbral
Edema
Cerebral
50. SÍNDROME POST-RTUP
Fisiopatología-Hipotermia
La irrigación de la vejiga es una importante
fuente de pérdida de calor de
aproximadamente 1-2ºC siendo aún más
acusado en paciente ancianos,
probablemente en relación a cierto grado
de disautonomía.
Los pacientes pueden estar asintomáticos, con malestar general o muy afectados en caso de hiperazoemia y acidosis graves.
La hiperazoemia se define como la presencia en el suero de concentraciones anormalmente elevadas de productos nitrogenados, como BUN y creatinina, y es un rasgo característico de la LRA independientemente de su causa.
Un paciente hipovolémico con una lesión prerrenal puede presentar pérdida de peso reciente y signos de ortostatismo, mientras que un paciente cirrótico con lesión prerrenal puede presentar disnea y signos de sobrecarga de volumen en la exploración física.
Los pacientes de edad avanzada son especialmente susceptibles a la hiperazoemia prerrenal debido a su mayor riesgo de ingesta insuficiente de líquidos, mayor probabilidad de polifarmacia (incluidas posibles nefrotoxinas) y mayor incidencia de comorbilidades (entre ellas las alteraciones vasculorrenales).
Para manejar la anestesia de los pacientes con IRC es necesario
conocer los cambios patológicos que acompañan a la insuficiencia
renal, las enfermedades concomitantes y el impacto del deterioro
de la función renal sobre los fármacos (tabla 21.12). Dado el alto
riesgo que presenta esta población, la idoneidad de la cirugía programada
debe evaluarse junto con el resto del equipo quirúrgico.
Hay que optimizar los factores de riesgo modificables y desarrollar
un plan de manejo anestésico que minimice el riesgo de lesión renal
adicional. El abordaje general es similar al descrito previamente para
el paciente con LRA.
Si bien el riesgo está aumentado en todos
los pacientes con IRC, este riesgo es aún mayor en los que tienen
problemas para el suministro de oxígeno; en ausencia de pruebas
de ejercicio sofisticadas, este parámetro se puede estimar mediante
alguna evaluación preoperatoria que pueda estimar la capacidad
funcional. También se debe evaluar el índice de riesgo cardíaco
revisado (IRCR) de acuerdo con las recomendaciones del American
College of Cardiology y la American Heart Association. Si el IRCR
es mayor o igual a 2 en el contexto de menos de 4 equivalentes
metabólicos (MET), se debe considerar la realización de un estudio
cardiopulmonar adicional.
Si bien el riesgo está aumentado en todos
los pacientes con IRC, este riesgo es aún mayor en los que tienen
problemas para el suministro de oxígeno; en ausencia de pruebas
de ejercicio sofisticadas, este parámetro se puede estimar mediante
alguna evaluación preoperatoria que pueda estimar la capacidad
funcional. También se debe evaluar el índice de riesgo cardíaco
revisado (IRCR) de acuerdo con las recomendaciones del American
College of Cardiology y la American Heart Association. Si el IRCR
es mayor o igual a 2 en el contexto de menos de 4 equivalentes
metabólicos (MET), se debe considerar la realización de un estudio
cardiopulmonar adicional.
Los accesos vasculares y la monitorización invasiva de la presión
arterial deben adaptarse a las comorbilidades del paciente y al
grado de invasividad de la técnica prevista. El análisis morfológico
de la onda arterial puede predecir la respuesta a los líquidos en el
paciente paralizado con ventilación mecánica en ritmo sinusal.
En pacientes de alto riesgo pueden ser útiles los catéteres centrales
y/o arteriales pulmonares para estimar el volumen intravascular
y el gasto cardíaco, respectivamente. La ecocardiografía
transesofágica es un método alternativo para vigilar el estado
hemodinámico.
El acceso vascular puede complicarse por la necesidad de evitar
la extremidad con una fístula AV. Además, si es posible, debe evitarse
la venopunción en el brazo no dominante, así como en la parte
superior del brazo dominante, para preservar los vasos sanguíneos
para el futuro acceso de diálisis. Del mismo modo, debe evitarse la
canulación de las arterias radial y cubital, ya que a menudo se usan
en la creación de fístulas AV. Lo mismo puede decirse de la arteria
braquial e incluso de la axilar. El uso de las arterias femorales
conlleva el riesgo de infección de la vía, sobre todo por tratarse
de pacientes ya inmunodeprimidos. Estas consideraciones, por
supuesto, pierden relevancia cuando hay inestabilidad hemodinámica
o en casos de cirugía urgente. Otras opciones son las arterias
dorsal del pie o tibial posterior, que pueden resultar incómodas por
su ubicación o de difícil acceso por edema o por induración tisular.
Sea cual sea el sitio elegido, es importante tener en cuenta que ni
la presión arterial ni la gasometría arterial serán fiables si la cánula
se coloca en la misma extremidad que una fístula AV funcional o
parcialmente permeable.
Muchos pacientes con IRT responden a la inducción de la anestesia
como si estuvieran hipovolémicos. La probabilidad de hipotensión
aumenta cuando el paciente está urémico o recibe tratamiento
antihipertensivo. Los fármacos de inducción deben ajustarse según
la respuesta debido a sus efectos hemodinámicos y sobre el sistema
nervioso central, a menudo exagerados en esta población. En
particular, el tiopental presenta un mayor volumen de distribución
y una menor unión a proteínas en los pacientes con ERC; por ello,
se recomienda reducir la dosis.
La reducción de la actividad del sistema nervioso simpático altera
la vasoconstricción periférica compensatoria; por ello, pequeñas
disminuciones del volumen sanguíneo, la ventilación con presión
positiva, los cambios de posición bruscos o la depresión miocárdica
inducida por fármacos pueden provocar una disminución exagerada
de la presión arterial sistémica.
Es de esperar que exista labilidad hemodinámica. Siempre que
sea posible, debe existir disponibilidad inmediata de fármacos de
acción rápida para elevar y reducir la presión arterial y la frecuencia
cardíaca. Los anestésicos volátiles potentes pueden ser útiles para
controlar la hipertensión sistémica intraoperatoria y disminuir las
dosis de relajante muscular necesarias para una relajación quirúrgica
adecuada; sin embargo, los anestésicos volátiles también pueden
reducir el gasto cardíaco. Debe estar disponible un desfibrilador con
capacidad de estimulación cardíaca; los parches del desfibrilador
se pueden colocar antes del inicio de la intervención quirúrgica en
pacientes con alto riesgo de desarrollar arritmias potencialmente
mortales.
Los opioides son útiles, porque carecen de efectos cardiodepresores
relevantes y reducen la necesidad de anestésicos volátiles.
Tanto la morfina como la meperidina se metabolizan a compuestos
potencialmente neurotóxicos (morfina-3-glucurónido y normeperidina,
respectivamente) que se eliminan por el riñón. La morfina-
6-glucurónido, un metabolito de morfina más potente que su
compuesto original, también puede acumularse en los pacientes
con IRC, dando lugar a una profunda depresión respiratoria. La
hidromorfona también tiene un metabolito activo, hidromorfona-
3-glucurónido, que puede acumularse en los pacientes con IRC; sin
embargo, la hidromorfona se puede usar de manera segura bajo
control estricto y con una dosificación prudente. El alfentanilo, el
fentanilo, el remifentanilo y el sufentanilo carecen de metabolitos
activos. Sin embargo, la vida media de eliminación del fentanilo
puede alargarse en los pacientes con IRC. El remifentanilo se puede
usar de manera segura en pacientes con IRC, incluso en los que
reciben diálisis.
Los pacientes dependientes de la hemodiálisis requieren especial
atención con respecto al manejo perioperatorio de líquidos.
La ausencia de función renal reduce el margen de seguridad entre
la administración insuficiente y excesiva de líquidos. En el caso
de las intervenciones no invasivas, solo es necesario reponer las
pérdidas de agua insensibles. La escasa diuresis se puede reemplazar
con cloruro sódico al 0,45%. La cirugía torácica o abdominal
puede asociarse a pérdida de un volumen sustancial de
líquido intravascular hacia el espacio intersticial. Esta pérdida se
repone mejor con soluciones salinas equilibradas o con coloides.
Está indicada la transfusión de sangre cuando se debe aumentar
la capacidad de transporte de oxígeno o cuando la pérdida de
sangre es excesiva.
Las fístulas deben protegerse a toda costa y estar bien acolchadas
para evitar lesiones por presión. Los manguitos de presión
arterial no deben aplicarse al brazo de la fístula. Si es posible, el
brazo de la fístula no se debe doblar y debe colocarse de modo que
se pueda vigilar periódicamente el frémito de la fístula durante la
intervención quirúrgica.
Los pacientes en diálisis peritoneal
sometidos a cirugía abdominal generalmente reciben una sesión
de hemodiálisis en el postoperatorio inmediato. No es necesaria la
hemodiálisis urgente cuando un paciente en diálisis reciba medios
de contraste radiológico, ni siquiera para la prevención empírica de
la hipervolemia.
En caso de retraso del despertar, se debe sospechar
alguna alteración farmacológica, por ejemplo, una respuesta exagerada
a los opioides.
Los candidatos a trasplante renal se seleccionan entre pacientes
con IRT incluidos en programas establecidos de TSR. Los que
reciben un trasplante sobreviven a los que permanecen en la lista
de trasplantes en unos 4 años. La muerte entre los pacientes trasplantados
se debe, sobre todo, a enfermedades cardiovasculares
o infecciones.
Se intenta que exista compatibilidad
de HLA y de grupos sanguíneos ABO entre el donante y el receptor.
Paradójicamente, se ha observado que la presencia de ciertos HLA
frecuentes compartidos en la sangre administrada a un posible
receptor de trasplante induce tolerancia a los antígenos del donante,
lo que mejora la supervivencia del injerto. El riñón del donante
se coloca en la parte inferior del abdomen y recibe su suministro
vascular de los vasos ilíacos. El uréter se anastomosa directamente
a la vejiga.
Las consideraciones perioperatorias para el trasplante renal son similares a las de cualquier otra intervención quirúrgica en un paciente con IRT. Antes de la intervención se administra a la mayoría de los pacientes un antimetabolito como el micofenolato y un esteroide, además de una dosis de inducción de globulina antitimocítica (timoglobulina). En general, se administra metilprednisolona en dosis de 7 mg/kg (dosis máxima de 500 mg) por vía intravenosa en el quirófano, seguida de una dosis decreciente de prednisona oral. También se suele instaurar tratamiento de mantenimiento con un inhibidor de la calcineurina, como el tacrolimús, a partir del primer día postoperatorio. La premedicación con paracetamol, corticoesteroides o antihistamínicos disminuye los efectos secundarios de la administración de timoglobulina, que consisten en escalofríos, cefalea y dolor abdominal.
Aunque tanto la anestesia neuroaxial como la general se han
empleado con éxito en el trasplante renal, la anestesia general es
más frecuente. El bloqueo del sistema nervioso simpático periférico
producido por la anestesia neuroaxial puede complicar el
control de la presión arterial sistémica, sobre todo si se tiene en
cuenta el volumen de líquido intravascular impredecible de estos
pacientes. La anestesia regional, en especial la epidural, es controvertida
en caso de alteraciones de la coagulación. La anestesia
general establece una vía aérea segura y facilita la ventilación
controlada, ya que la mecánica respiratoria puede verse alterada
por la retracción quirúrgica en el área del diafragma. La función
renal posterior al trasplante no se ve influenciada de manera
predecible por la elección del anestésico volátil. Es preferible
usar atracurio o cisatracurio para el bloqueo neuromuscular, ya
que su eliminación del plasma no depende de un solo órgano.
Sin embargo, un riñón recién trasplantado debería ser capaz de
eliminar los bloqueantes neuromusculares y los fármacos anticolinesterásicos
utilizados para revertirlos a un ritmo comparable
al de los pacientes normales.
Tradicionalmente se ha empleado dopamina
en dosis bajas para mantener la presión arterial en pacientes con
insuficiencia renal y todavía aparece así en algunos protocolos
institucionales de trasplante renal; sin embargo, la mayoría de los
estudios no respaldan su uso. La dobutamina es un inótropo más
adecuado. Aunque los vasopresores teóricamente pueden afectar
a la función del injerto, pueden resultar útiles en pacientes que no
respondan a la sueroterapia; en estos casos, la noradrenalina es la
mejor opción. Las vías arteriales solo se usan si está indicado debido
a la presencia de otras comorbilidades o para guiar el manejo
de los líquidos.
A menudo se administra manitol para facilitar la formación de
orina en el riñón recién trasplantado y reducir el riesgo de NTA (NECROSIS TUBULAR AGUDA). El
manitol es un diurético osmótico que facilita la producción de orina
al disminuir el exceso de líquido tisular e intravascular. Además, el manitol aumenta el flujo sanguíneo renal a través de la liberación
local de prostaglandinas.
Tras la intervención quirúrgica
se instaura tratamiento inmunosupresor, por lo general con
una combinación de inhibidores de la calcineurina, corticoesteroides
y fármacos antiproliferativos. También pueden aparecer hematomas
en el injerto después de la operación, que puede causar obstrucción
vascular o ureteral.
Tras el trasplante renal son frecuentes las infecciones oportunistas
secundarias a la inmunosupresión crónica. La supervivencia a
largo plazo es especialmente baja en los pacientes positivos para el
antígeno de superficie de la hepatitis B. La frecuencia de neoplasias
malignas es de 30 a 100 veces mayor en los receptores de trasplantes
que en la población general, probablemente a consecuencia de la
inmunosupresión. El linfoma de células grandes es una complicación
bien conocida del trasplante y se da casi exclusivamente en pacientes
con infección por el virus de Epstein-Barr.
Diversos procesos patológicos pueden afectar de modo preferente a
los riñones o junto con disfunciones de otros sistemas de órganos. El
conocimiento de la patología y las características de estas enfermedades
es importante para el manejo perioperatorio de los pacientes
que las padecen.
Síndrome nefrótico
El síndrome nefrótico se define por la excreción urinaria de proteínas
superior a 3,5 g/día y la presencia de edemas periféricos. Las enfermedades
que con mayor frecuencia se manifiestan con un síndrome
nefrótico en adultos son la nefropatía diabética, la nefropatía membranosa,
la glomeruloesclerosis focal y segmentaria, y la amiloidosis.
Glomerulonefritis
Las glomerulonefritis agudas suelen deberse al depósito de inmunocomplejos
en los glomérulos. La fuente de antígenos puede ser
exógena (infección postestreptocócica) o endógena (nefritis lúpica).
Otras enfermedades que se presentan con este patrón nefrítico son
la nefropatía por IgA y la endocarditis. Las manifestaciones clínicas
de las glomerulopatías consisten en hematuria, hipertensión, edema
y aumento de la creatinina sérica.
Síndrome de Goodpasture
El síndrome de Goodpasture es una enfermedad autoinmunitaria
poco frecuente que se manifiesta por una glomerulonefritis
rápidamente progresiva asociada a hemorragia pulmonar. Es más
frecuente en varones jóvenes
Nefritis intersticial
La nefritis intersticial aguda es una lesión renal caracterizada por
un infiltrado intersticial inflamatorio, con síntomas de presentación
variables y piuria, hematuria y cilindros leucocíticos. Se asocia a
fármacos (sobre todo antibióticos) en más de las tres cuartas partes
de los casos. Otras posibles causas son enfermedades autoinmunitarias
(lupus eritematoso sistémico), enfermedades infiltrativas
(sarcoidosis) e infecciones
Nefritis hereditaria
La nefritis hereditaria (síndrome de Alport) suele acompañarse
de hipoacusia y anomalías oculares. Es más frecuente en varones
que en mujeres. En las mujeres, la enfermedad suele ser leve, pero,
en los varones, los síntomas son más intensos y progresivos. El
tratamiento farmacológico no ha tenido éxito, aunque la reducción
de la presión intraglomerular con inhibidores de la ECA o ARA
puede retardar la progresión de la lesión renal.
Los tratamientos mínimamente invasivos más utilizados en la
HBP son la termoterapia transuretral con microondas (TTUM) y
la ablación transuretral con aguja (TUNA). Estas técnicas se basan
en la generación de calor para causar la necrosis del tejido y la disminución
del tamaño prostático.
La mayoría de los tratamientos quirúrgicos son transuretrales
y emplean diversos métodos para eliminar el tejido prostático. La
resección transuretral de la próstata (RTUP) con energía de cauterización
se ha considerado la técnica de referencia durante muchos
años, aunque otras modalidades, como la fotovaporización selectiva
y la enucleación con láser, están ganando adeptos. Estas alternativas
tienden a asociarse a menos pérdida de sangre, menor necesidad de
irrigación, estancias hospitalarias más cortas y menor duración de
catéteres urinarios tras la intervención.
En general, el síndrome post-RTU se define como el descenso de la concentración plasmática de sodio por debajo de 125 mmol/l junto con manifestaciaones cardiovasculares y neurológicas, aunque, eventualmente, puede ocurrir con concentraciones de sodio por encima de 125 mmol/l. En base a esta definición, este síndrome aparece en torno al 0.5-10.5% de las RTU.
– Prolongación del tiempo operatorio (>90 min).– Utilización de soluciones de irrigación hipotónicas.– Irrigación continua a través de cistotomía suprapúbica en pacientes ancianos.– Volumen prostático mayor de 45cc: La medición ecográfica del tamaño prostático nos sirve para seleccionar a aquellos pacientes con mayor riesgo de desarrollar un síndrome post-RTU. Una próstata de gran tamaño se relaciona con un mayor tiempo quirúrgico y, por tanto, en mayor riesgo de desarrollo de síndrome post- RTU.
Los fluidos de irrigación son esenciales en cualquier procedimiento endourológico. Un fluido de irrigación ideal debe de ser isotónico, no hemolítico, no tóxico y eléctricamente neutro.
Sin embargo, es tóxico en concentraciones altas, teniendo efectos neurológicos y cardiológicos.
El valor normal de la glicina sérica está en torno 13-17 mg/dl. La glicina que se absorbe en la circulación es potencialmente cardiotóxica. In vitro se ha observado que produce daño directo en los miocardiocitos. Clínicamente, la glicina 1.5% se ha asociado a descenso o inversión de la onda T en el ECG en las 24 h siguientes a las cirugía, sobre todo cuando el tiempo quirúrgico excede de 1 h.
El 0.5% de los pacientes desarrollan infarto agudo de miocardio durante la RTU cuando la absorción sobrepasa los 500ml. Ésta puede ser una de las razones de la alta mortalidad a largo plazo tras la RTU frente a la prostatectomía abierta.
La glicina, además, es un inhibidor de la neurotransmisión desde la retina al córtex cerebral. Se produce una prolongación de los potenciales visuales evocados y deterioro de la visión que puede terminar en ceguera.
La glicina es metabolizada en el riñón y en el cerebro por vía oxidativa obteniéndose amonio, CO2 y serina (principal metabolito de la glicina). La encefalopatía hiperamoninémica se produce como consecuencia de la formación de ácido glioxicólico, oxalato y amonio. La concentración plasmática de amonio por encima de 100 µmol/l (el rango normal es 10-35) está asociada con el desarrollo de clínica neurológica.
Además, los metabolanteriormente citados pueden provocar el desarrollo de una hipocalcemia y una acidosis metabólica.En el estudio de un único centro de Yousef et itos al de 2010, la hiponatremia afectó con la misma frecuencia tanto a los pacientes aleatorizados al brazo de solución irrigante con glucosa como a los de glicina, sin embargo, apareció la clínica del síndrome post-RTU en 17 de 120 de los pacientes (14%) aleatorizados al brazo de la glicina.
Los fluidos que pueden ser utilizados durante la RTU son agua estéril, glicina 1.5%, glucosa, sorbitol, manitol 3% y urea.
El más utilizado, con diferencia, es la glicina debido a que no altera la óptica.
La absorción de pequeños volúmenes a través de los sinusoides prostáticos ocurre en casi todas las RTU.
El paso de 1 l de solución irrigante a la circulación en 1 h corresponde a un descenso de la concentración sérica de sodio de 5 a 8 mmol/l.
Tanto la hipotensión como la hipertensión pueden ocurrir durante el síndrome post-RTU.
La hipertensión, generalmente transitoria, y la consiguiente taquicardia refleja se explican por la rápida expansión de volumen que puede alcanzar los 200ml/min.
Los pacientes con deterioro de la función ventricular izquierda pueden desarrollar edema de pulmón debido a esta sobrecarga.
La hipertensión, ausente si sangrado profuso, puede seguirse de un período prolongado de hipotensión, bien por la hiponatremia que se produce debido al paso de estos fluidos a la sangre, bien por la producción de endotoxinas que ocasionan acidosis metabólica.
Los síntomas de la hiponatremia se relacionan con la severidad y la velocidad con la que cae la concentración plasmática de sodio.
La hiponatremia suele aparecer de forma más pronunciada a las 2-4h postquirúrgicas, pero puede ocurrir hasta 24h postquirúrgicas. Este descenso genera un gradiente osmótico entre el espacio intra y extracelular cerebral resultando en la salida de líquido del compartimento intra al extracelular lo que conlleva la aparición de edema cerebral, aumento de la presión intracraneal y clínica neurológica.
A pesar de que la prevención del síndrome post-RTU es lo más importante, cuando se produce, una temprana identificación de los síntomas es esencial para evitar el desarrollo de manifestaciones clínicas severas.
Si se detecta durante la cirugía, los puntos sangrantes deben de ser coagulados inmediatamente y la cirugía debe interrumpirse tan pronto como sea posible. Se requiere soporte respiratorio con oxígeno suplementario pudiendo llegar a ser necesario la intubación y ventilación mecánica junto con fármacos anticomiciales.
Si aparecen bradicardia e hipotensión, éstas pueden manejarse con drogas vasoactivas y calcio.
En caso de síntomas neurológicos moderados en un paciente hemodinámicamente estable y función renal con una hiponatremia entre 120-125 mmol/l, a menudo se requiere una vigilancia estrecha y monitorización durante 24 h en la unidad de Reanimación debido a que, conforme la glicina es captada por las células musculares (proceso que requiere unas horas), los niveles plasmáticos de sodio vuelven a la normalidad espontáneamente.
Sin embargo, si estamos ante un cuadro con hiponatremia severa (sodio <120 mmol/l) debe tratarse con suero salino hipertónico al 3% (contiene una concentración de sodio de 513 mmol). Si no se administra tan pronto como se sospeche el cuadro, el paciente puede presentar daño cerebral permanente. La complicación más temida de una rápida corrección de la hiponatremia es la mielinolisis central pontina. Para evitarla, el ritmo de infusión del suero debe de ser aquel que permita que la concentración plasmática de sodio se incremente al ritmo de 1mmol/l/h llegando hasta 12 mmol/l en 24 h.
Desgraciadamente, no hay un consenso establecido sobre la pauta de tratamiento óptimo aceptándose no exceder de 0.5-1 mmol/l/h pudiendo acelerar este ritmo de infusión durante las primeras horas y disminuyendo cuando el sodio haya ascendido lo suficiente como para que cedan los síntomas más graves. El cálculo de la velocidad de reposición se realiza atendiendo a la fórmula de Adrogué.
En caso de pacientes hipotensos con bradicardia refleja, insuficiencia renal y alteración neurológicas severas con hiperamoninemia, pueden plantearse la instauración de terapias de reemplazo renal.
Tanto los diuréticos de asa, como la furosemida, y el manitol se pueden utilizar. Sin embargo, la furosemida es de elección el manejo precoz puesto que induce a una pérdida masiva de sodio urinario lo que permite un mejor manejo en caso de edema agudo de pulmón. Sin embargo, no se recomienda si inestabilidad hemodinámica. El manitol lo evitaremos en paciente con sobrecarga hídrica ya que empeora el cuadro.