1. La mentira
El del apellido de palo le decían. En ese entorno mafioso del cual fue líder otrora. Y le decían ¡qué
buen hombre es usted! Hasta los presidentes le decían eso. Pero, también, se lo decían los
poderdantes del Imperio. Y los reyes y reinas. Del llamado Reino Unido”. De la rancia España. Y casi
todos los gendarmes de la Unión Europea. Y, él, se la creyó. Más o menos justificaba su condición
de famoso; en eso que llaman la “experiencia en la lucha contra el crimen organizado y la subversión”.
Protegiendo a los “ciudadanos y ciudadanas de bien”. Él y sus mentores, lo dicen así: Somos más de
cuarenta y siete millones de buenos, buenos. Claro que, según la proyección, a partir del censo de
2005, en este país vivimos cuarenta y seis millones y pucho de personas. Es obvio que no dan las
cuentas. Y, si así fuese, parece que los “del otro lado de los buenos y las buenas”, podrían ser tres o
cuatro personas. Siguen sin cuadrar las cuentas.
Pues sí que estuvo “pacificando” por todo el país. “Un organizador impecable”, le añadieron a sus
virtudes. “Un custodio impoluto”. “Que no se le marea a nadie”. Y, sus tropas, por ahí. Matando.
Delinquiendo en todo el país. Cómplices de cuanto negocio redondo se atravesara. Y, él, diciendo:
“…son ovejas negras (pobrecitas las ovejas, tener que ver con los racistas). Los buenos y buenas
policías son el 99.99999999%”. A mí, tampoco aquí, me dan las cuentas.
Pero lo cierto es que el símil de palito siguió en lo suyo. Recibiendo homenajes por doquier. Y la
gente fue creyendo eso de que el muy buen soldado y humanista. Y hacedor de milagros y conjuros
contra los aviesos enemigos de la Patria. Se dimensionó en el Continente. Y se convirtió en referente
e ícono. Y hasta lo postularon como fórmula del caudillo de caudillos. Y le rindieron pleitesía. Y se lo
siguieron creyendo tanto eso. Que hasta se creyeron también eso de que había que exportarlo. Con
sus enseñanzas y todo. Para que todos los policías del mundo y los gobernantes aprovecharan su
talento.
Y, además, lo colocaron como columnista del pasquín de los Santos y de los españoles. Y le metieron
en la cabeza que era lo máximo a la enésima potencia. Y lo llevaron a sesiones de la opereta en la
Habana. Y López Calderón le rogó para que se fuera a vivir allá y a convertir en muy buenos y
humanos a los policías mejicanos. Y lo ratificó Peña Nieto.
Y se cosecharon muy buenos frutos. Los policías del Estado de Guerrero desaparecieron, torturaron
y mataron a cuarenta y tres estudiantes. Las investigaciones y denuncias hablan de que,
prácticamente, toda la policía mejicana actúa en contubernio con las mafias de narcotraficantes y
secuestradores y asesinos. De algo sirvió, pues, la asesoría del “mejor policía del mundo”. El más
“humano”, El más “inteligente”. El más “tenaz defensor de las patrias (la suya y la de los otros que
se creyeron el cuento). Como decían las abuelas “Hágale pues mijo”