1. SISTEMAS ECONOMICOS: POCAS NOVEDADES.
Manfred Nolte
La vigencia del materialismo histórico de herencia hegeliana, esto es, la
interpretación dialéctica de la historia como flujo de intereses contrapuestos se
extiende en alguna manera hasta nuestros días. Puede uno no ser marxista pero
no puede uno despojarse del todo de la exégesis marxiana de los
acontecimientos que nos rodean. Busca el individuo afanosamente su propio
bien y como los recursos son escasos surge la disputa no siempre razonada y
conforme a presuntas normas morales. Acarrea esta disputa desmanes y
violaciones y en ocasiones la guerra y la muerte. Aunque todo deba situarse en
un contexto.
Años antes, el fundador de la economía moderna había exhibido la cara positiva
de lo que Karl Marx interpretaría después como la violencia intrínseca del
sistema. Adam Smith situaba el motor de la economía en los provechos
confrontados de los seres humanos y aclaraba cínicamente que cuando el
charcutero sonreía al cliente lo hacía para obtener su compra y su dinero,
dejándole sin cuidado otras consideraciones filantrópicas pero que, no obstante,
era este amor propio la base del progreso de las sociedades.
Sea como fuere, las relaciones de producción a lo largo de la historia se han
reducido a un número exiguo -dos con variantes- que harían sobrar dedos a una
mano. Aun cuando su implementación y defensa ha tenido repercusiones de
muy diversa índole, ningún sistema económico es perfecto, si bien no pueden
equipararse en términos de eficiencia.
Con todas sus evoluciones, el capitalismo se ha demostrado como el único
sistema capaz de asignar eficientemente los recursos productivos, aunque el
liberalismo a ultranza y la mano invisible que guía los mercados sea una reliquia
del pasado y la intervención de los estados en la tutela del sistema sea en
2. nuestros días decisoria. Por el contrario, solo un ignorante puede asumir que la
asignación de millones de recursos en cada instante del proceso económico
pueda acometerse por una legión de funcionarios instalados en los despachos de
sus ministerios y obtener una eficiencia apreciable en el encaje de ofertas y
demandas. En ese sentido, las economías de plan central, de las que solamente
quedan tristes vestigios en nuestra sociedad actual, representan el más
estrepitoso de los fracasos.
Puntualmente, movimientos como el cooperativismo ingles de 1840 y
posteriores han supuesto una dulcificación ideológica del capitalismo, pero
asume sus principales postulados y es solo una iniciativa de menor tamaño.
Bajo el nombre de ‘Economía del bien común’ (EBC) han surgido en la última
década algunas propuestas con el ánimo de constituirse en contrapunto a la
economía de mercado. Dos respetados economistas, Christian Felber y Jean
Tirole priorizan valores como la cooperación y solidaridad frente al afán de
lucro y la competencia. El beneficio empresarial se sustituye por el beneficio
común y el PIB por el Producto del bien común. Las empresas adscritas a la
EBC tendrán impuestos reducidos, aranceles ventajosos, créditos baratos, y
privilegios en las compras públicas y en el acceso a programas de investigación.
Los salarios máximos estarán limitados a 20 veces los mínimos, ninguna
propiedad excederá de un determinado techo, y las herencias serán socializadas
engrosando una ‘dote democrática’ para futuras generaciones. El horario de
trabajo retribuido se verá reducido escalonadamente hacia las 30 horas
semanales y cada décimo año el trabajador disfrutará un año sabático que será
financiado a través de un salario mínimo incondicional. La propiedad de las
grandes corporaciones pasará a sus empleados y en lo político se erigirán
parlamentos económicos con prelación sobre los gobiernos, dictaminando sobre
la categoría y alcance de los bienes democráticos entre los que destaca un banco
democrático controlado de forma asamblearia. El Estado se financiará gratis
recurriendo al Banco Central. Los tipos de interés serán irrelevantes. A nivel
local diversas monedas regionales convivirán con la moneda nacional. En todas
las instancias la democracia representativa será completada por la democracia
participativa asamblearia. Un cuento de hadas para soñar.
Recientemente se halla muy en boga la economía colaborativa divulgado por
Lisa Gansky, Rachel Bootsman y Roo Rogers en 2010. El llamado ‘modelo de
plataforma’ se desarrolla de forma vertiginosa. Los ejemplos más destacados
son sobradamente conocidos. Uber, el mayor grupo taxista del mundo carece de
taxis en propiedad, al igual que Airbnb quien tampoco tiene apartamentos en su
balance y se ha convertido en el mayor grupo de alojamiento del planeta.
Alibaba, el gran retail chino carece de stock propio y gestiona el de terceros.
Algo similar ocurre con Facebook, Blablacar, o Wallapop, que presentan
crecimientos exponenciales apenas sin empleados. Sin olvidar las finanzas
colaborativas o crowdfunding. Pero como todo acontecimiento explosivo
presenta fisuras sociales que los reguladores deben abordar de inmediato y en
todo caso se trata de un movimiento que se sitúa en las antípodas de la
planificación central.
Aunque a diario se publiquen decenas de artículos y libros sobre las carencias
del capitalismo, este sobrevive, si bien es verdad, que con la creciente tutela del
3. Estado. El principal objetivo de este debe ser preservar la competencia y lograr
que opere de la mejor forma posible, evitando situaciones dominantes de
mercado o inequidades manifiestas. Pero de momento no hay alternativas.
24.07.21