1. La herencia económica de Chávez.
Manfred Nolte
Habría que ser ciego o partidista para descalificar de un plumazo la gestión
económica desplegada por Hugo Chávez durante sus 14 años de mandato. Como
en cualquier otro ámbito, los grises tienen derecho a prevalecer sobre los
blancos y los negros. Sin saber asignar cada uno de estos colores al podio del
éxito o a la cuneta de los fracasos, es patente que Chávez deja un legado
económico paradójico y complicado.
La riada humana que ha acompañado el féretro del desaparecido gobernante es
reflejo de la incontenida frustración de sus leales, los más desesperanzados, por
los que aquél manifestaba una declarada pasión. Después de todo, Chávez fue el
primer presidente venezolano que les prestaba atención instaurando una
descomunal batería de esquemas de corte social, erigiendo un proyecto nuevo y
fresco sobre las cenizas de las elites corrompidas y desbancando el inmovilismo
de Cristiano-demócratas y Social-demócratas que se habían alternado en el
poder durante décadas.
Sus famosas ‘misiones’ se convirtieron en la columna vertebral económica. A
través de 34 iniciativas de este tipo inyectó en el sistema más de 400.000
millones de dólares fundamentalmente en proyectos de educación, salud, y
ayuda internacional, la mayoría de ellos sin otra contrapartida que la devoción
vitalicia. De esta manera, durante su mandato, Chávez reduciría el número de
víctimas de la pobreza de la mitad de la población al 28%, situando el paro en la
cifra modélica del 8%, según fuentes oficiales.
Este será, casi con total certeza, el legado económico principal del líder
venezolano. Como lo representará posiblemente su enconamiento visceral con
el neoliberalismo, artífice en su opinión de la inaceptable distribución de la
riqueza del país, así como de la inicua explotación de los recursos por parte de
las empresas transnacionales.
Claro que Chávez reescribió la Constitución, recompuso el Parlamento y
monopolizó el poder político del país. Confió a sus incondicionales las riendas
administrativas y de gobierno y alentó un ejercito intimidatorio de milicianos,
no sin antes persuadirles de que en su ausencia, Venezuela se precipitaría
irremisiblemente en una guerra civil. Populista endógeno, antiimperialista
visceral y bolivariano líder de bolivarianos, Chávez ejercía de teólogo de la
liberación: “Ser rico es malo. Es inhumano”, profería.
Pero , sin temor a equivocarnos, Chávez no supo advertir la ladina y gigantesca
trampa económica que tras la nacionalización del sector petrolero le esperaba a
Venezuela al convertirse en uno de los mayores productores de crudo del
mundo. Las rentas de exportación del oro negro llegaron a constituir hasta el
80% de sus ingresos fiscales.
Lo que en principio aparentaba ser un seguro de supervivencia acarrearía dos
gravísimas consecuencias: de una parte, la profusión de fondos públicos
ralentizaba hasta la molicie la acometida de grandes obras de infraestructura o
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2. proyectos empresariales de nuevo cuño, que compensasen la fragilidad de una
única fuente de ingresos. Pero quizá la más decisiva es la ausencia de un sistema
fiscal medianamente homologable a estándares occidentales, lo que conlleva no
solo agudos problemas de diversificación recaudatoria sino un conjunto de
carencias de Gobernanza. Chávez no lo necesitaba, pero tampoco lo intuyó como
garantía del futuro. Quedaban de esta manera orillados todos los beneficios de
un sistema fiscal consistente, que contribuyera a la creación de ‘Estado’, tejiera
una administración tributaria, iniciara una relación administración-
administrado con la consiguiente rendición de cuentas y sembrara la semilla de
un sistema recaudatorio predecible, justo, eficiente, y democrático.
Chávez deja un país sin modernizar y sin pilares democráticos de gobernanza,
con una estructura de ingresos fiscales monolítica, un abultado déficit fiscal,
una inflación del 26%, y en la senda de sucesivas devaluaciones del bolívar.
Catorce años de Gobierno han producido un progreso limitado. Sus éxitos
relativos se comparan mal con vecinos como Chile, Colombia, Perú, Méjico o
Brasil. Venezuela sigue computando como uno de los países con mayor índice
de criminalidad del planeta. Mas de 1000 expropiaciones han creado un clima
de inseguridad jurídica para futuros inversores y ‘Petróleos de Venezuela’, la
joya de la corona, está mal gestionada y produce un 25% menos que en la época
anterior a Chávez.
Sus sucesores reciben una herencia conflictiva.
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Manfred Nolte es profesor de ‘Deusto Business School’ de la Universidad de
Deusto.
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