1. TECNICA N°81 TODO CONFLUYE EN TU SER.
Tercera técnica: Igual que, subjetivamente, las letras se unen formando palabras, e igual que, objetivamente,
los círculos se unen formando mundos, y los mundos formando principios, descubre al fin que éstos confluyen
en nuestro ser.
Esa también es una técnica imaginativa. El ego siempre tiene miedo: miedo de ser vulnerable, abierto, miedo de
que algo pueda entrar y destruirte. Así que el ego crea una fortificación en torno a sí; empiezas a vivir en una
prisión amurallada. No hay que permitir que nada entre en ti. Tienes miedo -si entra algo y te molesta, ¿qué vas,
a hacer?-, así que es mejor no dejar que entre nada. Toda la comunicación cesa. Incluso con los que
amas o piensas que amas no hay comunicación.
Observa a un matrimonio hablando. No están hablándose el uno al otro; no hay comunicación. Más bien se
están evitando mutuamente mediante las palabras. Están hablando para poder evitar la comunicación. En
silencio se volverán vulnerables, en silencio estarán más cerca, porque en silencio el ego, el muro, no
estará ahí. De modo que el marido y la mujer nunca estarán en silencio. Hablarán de esto o de lo otro para
llenar el tiempo, y para no estar abiertos el uno al otro. Tenemos tanto miedo al otro...
He oído acerca de Mulla Nasruddin que un día, justo cuando estaba saliendo de casa, le dijo su mujer:
«Nasruddin, ¿has olvidado qué día es hoy?». Nasruddin lo sabía: era el veinticinco aniversario de su boda; así
que dijo: «Lo se, lo se muy bien». La esposa insistió: «Entonces, ¿cómo vamos a celebrarlo?». De modo que
Nasruddin dijo: «No lo se, cariño». Y entonces se rascó la cabeza, perplejo, y dijo: «¿Qué tal si guardamos
dos minutos de silencio para celebrarlo?».
No puedes permanecer en silencio con alguien; te empiezas a sentir inquieto. En silencio, el otro entra en ti.
Estás abierto, tus puertas están abiertas, tus ventanas están abiertas. Tienes miedo. Sigues hablando,
sigues creando tretas para permanecer cerrado.
El ego es una cerca, es una prisión, y aceptamos la prisión porque nos sentimos muy inseguros. La prisión te
da una cierta sensación de seguridad: estás protegido, resguardado. Para hacer esta técnica, esta tercera
técnica, lo primero y lo más básico es: ten muy claro que la vida es inseguridad. No hay manera de hacerla
segura. Nada de lo que hagas ayudará. Sólo puedes crear una ficción de seguridad: la vida sigue siendo
insegura. Es su naturaleza misma, porque la muerte está involucrada en ella, de modo que ¿cómo va a ser
segura la vida?
Y piensa un momento: si la vida es realmente segura, ya estará muerta. Una vida absolutamente, totalmente
segura, no puede estar viva, porque se ha perdido la aventura misma. Si estás protegido de todos los peligros,
estarás muerto. En el ser mismo de la vida hay aventura, peligro, inseguridad. Está involucrada la muerte.
Te amo... He entrado en un camino peligroso. Ya nada puede ser seguro, pero ahora intentaré hacerlo todo
seguro. En aras del mañana, mataré todo lo que está vivo, porque sólo entonces puedo sentirme seguro
también mañana.
El amor es transformado en matrimonio: el matrimonio es una seguridad. El amor es inseguro: al
momento siguiente todo puede cambiar. Y has invertido tanto, y al momento siguiente la amada
te deja, o el amigo te deja y te quedas en un vacío. El amor es inseguro. No puedes fijar el futuro, no
puedes predecirlo. De modo que matamos el amor y encontramos un sucedáneo seguro: eso es el matrimonio.
Con el matrimonio puedes estar seguro; es predecible. La mujer seguirá siendo tu mujer al día siguiente; el
marido seguirá siendo tu marido también en el futuro..., pero sólo porque lo has afianzado. Y ahora no hay
peligro. Está muerto. Ahora la relación está muerta, porque sólo las cosas muertas pueden ser permanentes;
las cosas vivas están destinadas a ser cambiantes. El cambio es la cualidad misma de la vida, y en el
cambio está la inseguridad.
Los que quieran entrar en ámbitos más profundos de la vida deben estar dispuestos a sentirse inseguros,
deben estar dispuestos a estar en peligro, deben estar dispuestos a entrar en lo desconocido, y no deben tratar
de fijar el futuro en modo alguno. El esfuerzo mismo lo matará todo. Y recuerda esto también: esa inseguridad
no sólo está viva; es bella. La seguridad es sosa, fea. La inseguridad está llena de vida y es hermosa.
Puedes sentirte seguro si cierras tus puertas y ventanas, y todo. No entra ni luz ni aire; no entra nadie.
Estás seguro en cierto modo, pero no estás viviendo; ya has entrado en tu tumba.
2. Esta técnica es posible si eres vulnerable, si estás abierto, si no tienes miedo, porque consiste en permitir
que entre en ti todo el universo.
Igual que, subjetivamente, las letras se unen formando palabras e igual que, objetivamente, los círculos se unen
formando mundos, y los mundos formando principios, descubre al fin que éstos confluyen en nuestro ser.
Todo confluyendo en tu ser... Estoy bajo el cielo abierto, y toda la existencia, de todas partes, de cada esquina y
rincón, está confluyendo en mí; el ego no puede existir. En esa abertura en la que la existencia entera está
confluyendo en ti, no puedes existir como un «yo». Existirás como un espacio abierto, pero no como un
«yo» cristalizado.
Para hacer esta técnica, empieza con un pequeño paso. Simplemente siéntate bajo un árbol. La brisa está
soplando y las hojas del árbol están susurrando. El viento te toca, se mueve a tu alrededor, pasa. Pero no dejes
que simplemente pase; deja que entre en ti y pase por ti. Cierra los ojos, y cuando esté pasando por el árbol y
se produzca el murmullo de las hojas, siente que tú también eres como un árbol, abierto, y que el viento está
soplando a través de ti; no junto a ti, sino a través de ti.
El murmullo del árbol entrará en ti, y sentirás que el aire está pasando por cada poro de tu cuerpo. Está
pasando realmente a través de ti. No es sólo una imaginación, sino también un hecho; lo has olvidado. No estás
respirando sólo por la nariz; estás respirando por todo el cuerpo, por cada uno de sus poros, por millones de
poros. Si se te permite respirar por la nariz, pero cierran, pintan, todos los poros de tu cuerpo, morirás en menos
de tres horas. No puedes vivir respirando tan sólo por la nariz. Cada célula de tu cuerpo es un organismo vivo, y
cada una de ellas está respirando. El aire está pasando realmente por él, pero has perdido el contacto. Así que
siéntate bajo un árbol y siente.
Al principio parecerá imaginación, pero pronto se transformará en una realidad. Es una realidad que el aire está
pasando a través de ti. Entonces siéntate bajo un sol naciente, y no sientas sólo que los rayos del sol te están
tocando, sino que están entrando en ti, y pasando a través de ti, de modo que te vuelves vulnerable, empiezas
a sentirte alerta.
Y esto se puede hacer con todo. Por ejemplo, estoy hablando aquí y tú me estás oyendo. Puedes oír con los
oídos, o puedes oír con todo el cuerpo. Puedes probarlo aquí mismo, con sólo un cambio de énfasis: no estás
oyendo mis palabras sólo con los oídos; me estás oyendo con todo tu cuerpo. Y cuando oyes realmente, y
cuando escuchas realmente, es todo el cuerpo el que escucha. No es sólo una parte, no es una energía
fragmentada la que escucha, sino todo tú. La totalidad de tu cuerpo está involucrada en escuchar. Entonces mis
palabras están pasando a través de ti: estás bebiéndolas por cada una de las células, por cada poro. Están
siendo absorbidas por todas partes.
Puedes hacer esto: vete a sentarte en un templo. Habrá muchos devotos yendo y viniendo y la campana del
templo sonará una y otra vez. Simplemente escucha con todo tu cuerpo. La campana está sonando y todo el
templo está hirviente; el sonido está reflejándose en todos los muros. Para hacer que se refleje, para sentir que
el sonido está confluyendo en ti, creamos una forma redonda, para que el sonido sea devuelto de todas partes.
Confluye en ti de todas partes, y puedes escucharlo con todo el cuerpo: cada poro, cada célula, escuchando,
bebiendo, absorbiéndolo; y está pasando a través de ti. Te has vuelto poroso; la puerta está abierta en todas
partes.
Ya no eres una barrera para nada: el aire, o las palabras, o el sonido, o los rayos, o cualquier cosa. No eres una
barrera; no te resistes a nada.
Cuando llegues a sentir que ya no te resistes, que no estás luchando, de pronto tomarás consciencia de que el
ego no está ahí, porque el ego sólo puede existir cuando luchas. Es una resistencia. Cuando dices «no», el ego
llega a la existencia; cuando dices «sí», no hay ego. De modo que llamo astik, un verdadero teísta, al hombre
que ha dicho «sí» a toda la existencia; no hay ningún «no» en él, ninguna resistencia. Lo acepta todo, deja
que todo suceda. Incluso si llega la muerte, él no cerrará su puerta. Las puertas permanecerán abiertas.
Esta abertura hay que conseguirla; sólo entonces puedes hacer esta técnica, porque esta técnica dice que todo
el universo está cayendo, confluyendo en ti sin resistencia, acogiéndolo, permitiendo que confluya.
3. Simplemente desaparecerás, te volverás un espacio, espacio infinito, porque este universo infinito no
puede confluir en una cosa tan estrecha y atómica como el ego. Sólo puede confluir cuando te has
vuelto infinito como él, cuando tú mismo te has vuelto un espacio infinito. Pero esto sucede. Poco a
poco tienes que volverte más y más sensible, y tienes que tomar consciencia de tus resistencias.
Tenemos muchas resistencias. Si te toco, puedes sentir que te estás resistiendo al contacto, estás creando una
barrera, para que mi calor no pueda entrar en ti, mi contacto no pueda entrar en ti. No nos permitimos tocarnos.
Si alguien te toca, te pones alerta, y el otro dice: «Perdona.» Hay resistencia por todas partes. Si te miro, te
resistes, porque la mirada puede entrar en ti, puede penetrar hondo, puede removerte, y entonces ¿qué harás?
Y esto no es sólo con los extraños.
No hay necesidad ni siquiera con los extraños, porque nadie es un extraño y todo el mundo es un extraño.
¿Cómo va eliminarse esa extrañeza con sólo vivir bajo el mismo techo? ¿Conoces a tu padre, que te ha hecho
nacer? Es un extraño. ¿Conoces a tu madre? Sigue siendo una extraña. De modo que todo el mundo es un
extraño, o nadie es un extraño. Pero tenemos miedo y creamos barreras por todas partes. Estas
barreras nos hacen insensibles; entonces nada puede entrar en nosotros.
La gente viene a decirme: «Nadie ama. Nadie me ama.» Y toco a ese hombre y siento que tiene miedo incluso
al contacto. Hay un apartamiento sutil. Tomo su mano en la mía y él se retira. No está en la mano; sólo hay una
cosa muerta en la mía: él se ha retirado. Y dice: «Nadie me ama.» ¿Cómo va a amarte alguien? E incluso si el
mundo entero te ama, no lo notarás, porque estás cerrado. El amor no puede entrar en ti; no hay entrada, no
hay puerta. Y estás sufriendo en tu propia prisión.
Si hay ego, estás cerrado: al amor, a la meditación, a Dios. Así que primero intenta ser más sensible, más
vulnerable, abierto, dejando que te sucedan las cosas. Sólo entonces puede suceder lo
divino, porque eso es lo último que sucede. Si no puedes permitir que te sucedan las cosas corrientes, ¿cómo
vas a permitir lo supremo? Porque cuando te suceda lo supremo, tú ya no estarás ahí. Simplemente no
estarás.
Kabir ha dicho: «Cuando te buscaba, no estabas. Y ahora que tú estás, ¿dónde está ese buscador, Kabir? Ya
no está. Así que ¿qué tipo de encuentro es éste?» Kabir se pregunta: «¿Qué tipo de encuentro es éste?
Cuando estaba yo, no estaba lo divino. Ahora está lo divino, pero no yo. Así que ¿qué tipo de encuentro es
éste?».
Pero, en realidad, éste es el único encuentro, porque dos no pueden, encontrarse. Normalmente
pensamos que se necesitan dos para un encuentro: ¿cómo va a haber un encuentro si sólo hay uno? De
modo que la lógica ordinaria dice que para un encuentro son necesarios al menos dos; el otro es necesario.
Pero para un encuentro real, para un encuentro que llamamos amor, para un encuentro que llamamos
oración, para un encuentro que llamamos samadhi, éxtasis, es necesario uno. Cuando está el buscador,
no está lo buscado; y cuando ha llegado lo buscado, el buscador ha desaparecido.
¿Por qué es esto así? Porque el ego es la barrera. Cuando sientes que estás, estás tanto que nada puede
entrar en ti. Estás lleno de tu propio yo. Cuando no estás, entonces todo puede pasar por ti. Te has vuelto
tan inmenso que incluso lo divino puede pasar por ti, porque estás listo. De modo que todo el arte de la
religión es cómo no estar, cómo disolverse, cómo entregarse, cómo volverse un espacio abierto.