2. Estamos en el
domingo anterior
a la Semana
Santa en que
debemos sentir
más en nuestra
vida la Pasión de
Jesús. Vivirla
con Jesús será
disponernos a
vivir la gloria.
3. Pensar en la
pasión de Jesús
debe ser motivo
para agradecerle
tanto que ha
sufrido, para que
nosotros
tengamos el valor
de salir del mal y
acercarnos a la
paz y al amor.
4. El evangelio de
este día se sitúa
en la entrada
triunfal de Jesús
en Jerusalén.
Dice así:
Juan 12, 20-33
5. En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había
algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de
Galilea, le rogaban: "Señor, quisiéramos ver a Jesús." Felipe fue a
decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo
del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se
ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este
mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que
me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me
sirva, el Padre lo premiará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora.
Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu
nombre." Entonces vino una voz del cielo: "Lo he glorificado y volveré
a glorificarlo." La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido
un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la
palabra y dijo: "Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros.
Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va
a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a
todos hacia mí." Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba
a morir.
6. Iban a ser las fiestas
de la Pascua, y con
ese motivo mucha
gente iba a
Jerusalén. No sólo
judíos. Allí había
unos griegos.
Podríamos
calificarlos quizá
con lo que hoy se
llama el “turismo
religioso”. Eran
personas que
buscaban el bien y
querían adorar a
Dios.
7. Ven a Jesús y su cortejo y quisieran tener una especie
de audiencia con Jesús. Para ello se lo dicen a Felipe y
Andrés, que están entre Jesús y la gente.
9. Hay también deseos muy
egoístas: el hecho de querer ver
a Jesús, como a nosotros nos
interesa, no lo que sea mejor
según la voluntad de Dios. Esto
es porque muchas veces nos
hacemos un dios a nuestra
medida.
10. Por eso en este día le
pidamos a Dios que
abra nuestros ojos,
queremos ver a
Cristo en estos
próximos días de la
Semana santa, pero
que los abra como Él
quiere, para que
cambie nuestro
corazón.
19. Y lo primero que les
dice Jesús, que nos lo
dice a todos es: “Ha
llegado la hora”. Esto
de la hora para la
glorificación de Jesús
es algo que le había
impresionado mucho
al evangelista san
Juan. Es quien nos
cuenta cómo Jesús le
dijo a su madre en las
bodas de Caná: “No
ha llegado mi hora”.
20. De una manera más solemne nos dirá el evangelista
que Jesús, antes de la última cena, sabía que había
llegado su hora “de pasar de este mundo al Padre”.
21. "Ha llegado
la hora de
que sea
glorificado el
Hijo del
hombre”. Su
muerte en
cruz será su
verdadera
glorificación.
Es lo que sería la verdadera glorificación. Ahora,
delante de aquellos griegos (Jesús una vez más escoge
a personas no judías para ideas grandes) dice:
22. Es una de las grandes enseñanzas de la pasión de Cristo.
Por eso, como humano que es, se siente angustiado.
Para llegar a
la gloria,
Jesús tiene
que pasar
por la
humillación
y el
sacrificio.
23. El evangelista san Juan,
a pesar de haber estado
muy cerca, es el único
de los 4 evangelistas
que no narra la angustia
de Jesús en Getsemaní.
Seguro que lo habría
contado mucho, quizá a
los otros evangelistas.
Ahora narra otra
angustia con motivo de
la visita de aquellos
griegos.
24. En esta vida envuelta en miserias espirituales por la
mala voluntad humana, propia o ajena, la glorificación
no puede venir sin sufrimiento. Y pone el ejemplo del
grano de trigo que tiene que morir para que dé fruto.
35. Aquí Jesús está hablando en
forma sapiencial, como en
otros lugares evangélicos,
diciendo algunas antinomias
o que parecen
contradicciones para
clarificar mejor la radicalidad
del evangelio. Por ejemplo: Si
el grano no muere, no da
fruto; pero si muere, sí da
fruto.
36. Y a continuación lo expresa de una manera más
concreta: “El que se ama a sí mismo se pierde, y el que
se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para
la vida eterna”. Podíamos decir que es como una
pedagogía oriental para comprender mejor la fe.
37. Es como la expresión en las bienaventuranzas: El que
es pobre es el rico, el que llora es feliz. Otras veces dirá:
el que quiera ser grande que se haga pequeño. O: el que
se ensalza será humillado y el que se humilla será
ensalzado.
O: el que
quiera ganar
el mundo,
se arruina y
el que
aprenda a
perder,
gana.
38. Todas estas, y otras
más, antinomias o
contradicciones
aparentes, se
comprenderán
perfectamente si las
meditamos poniendo
mucho amor a Jesús. Él
las fue expresando
sobre todo con la
realidad de su vida.
39. Estas palabras de hoy
muestran la
contradicción que hay
en el alma de Jesús
humano, cuando se va
acercando ya la hora
de la entrega. Es como
la hora de Getsemaní
adelantada. Por eso
dice: “Ahora mi alma
está agitada, y ¿qué
diré?: Padre, líbrame
de esta hora”.
40. Y aquí
expresaría
desde el fondo
de su alma lo
que de una
manera más
externa expresó
en Getsemaní:
“Padre, no se
haga como yo
quiero sino
como Tu
quieres”.
45. Es el misterio de la “noche oscura” en el proceso de la
vida espiritual. A veces cuanto más uno cree estar lejos
de Dios, está más cerca. Lo importante es saberse
abandonar en las manos de Dios, porque Él no nos
abandona.
Hebreos 5,7-9
Algo de
esto dice
la 2ª
lectura de
hoy.
46. Cristo, en los días de su vida mortal, a
gritos y con lágrimas, presentó oraciones
y súplicas al que podía salvarlo de la
muerte, cuando en su angustia fue
escuchado. Él, a pesar de ser Hijo,
aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado
a la consumación, se ha convertido para
todos los que le obedecen en autor de
salvación eterna.
47. Es, como diría Jesús en Getsemaní, “la hora y el poder
de las tinieblas”. Jesús amonesta a los que quieran se-
guirle: “donde esté yo, allí también estará mi servidor”.
Y les da
bastante de
esta agonía
para que
vayan
purificán-
dose.
48. Hay veces que
parece que nada
tiene sentido, que
todo lo que uno
ha hecho no sirve
para nada, que no
se encuentran
respuestas a los
porqués de la
vida. Y viene la
duda, el vacío, la
tristeza. Hoy nos
enseña Jesús que
a veces hay que
saber gritar.
54. Jesús se abandona en
las manos de su Padre
y realiza la obra
maravillosa de la
redención. En
realidad, cuando uno
invoca a ese Padre,
sabe que no nos
abandona, aunque no
le sienta cerca. Pero,
si Dios lo permite, es
que todo puede
cambiar de sentido.
55. Dice el evangelio que vino una voz del cielo. En
Getsemaní vino un ángel que le confortaba. Aquí
se oye una voz, que unos dicen ser un trueno y
otros la voz de un ángel. El hecho es que Jesús
se siente confortado y convencido.
56. Y viene la
glorificación. Como el
grano de trigo,
después de la muerte
viene la fecundación y
la glorificación. Esa
gloria es fruto del
amor del Padre, que
nunca le puede faltar.
57. Tampoco a nosotros nos falta el amor de Dios Padre.
Nunca nos falta en las pequeñas cosas de cada día,
porque ha querido hacer una nueva alianza por medio
de Jesucristo.
58. La primera lectura
nos habla de Dios
misericordioso,
lleno de amor, que
baja hasta
nosotros, porque
quiere hacer un
pacto. Como lo hizo
con su pueblo,
según nos cuenta
el profeta Jeremías,
cuando Dios le dijo:
“Yo seré tu Dios y
tu serás mi
pueblo”.
Jeremías 31,31-34
59. "Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré
con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza
nueva. No como la alianza que hice con sus padres,
cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto:
ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor
-oráculo del Señor-. Sino que así será la alianza que
haré con ellos, después de aquellos días -oráculo del
Señor-: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus
corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y
no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su
hermano, diciendo: "Reconoce al Señor." Porque
todos me conocerán, desde el pequeño al grande
-oráculo del Señor-, cuando perdone sus crímenes y
no recuerde sus pecados."
60. El hecho es que
muchas veces
no
perseveramos
en la alianza con
Dios, como
aquel pueblo en
gran parte no
perseveraba.
Por eso hoy la Iglesia nos pone como salmo
responsorial el salmo “miserere” para que de corazón le
podamos decir:
67. Hoy al contemplar a Jesús que sufre, pero que es
escuchado en su angustia, debemos sacar varias
lecciones: 1) Dios siempre está ahí con nosotros. No
se ausenta, sino que nos acompaña.
68. 2) La cruz entra en los planes de Dios. El sufrimiento
nunca es inútil. Nuestra vida tiene sentido.
No es
para
guardarla
sino para
darla.
70. 4) Debemos
abrirnos a la
esperanza. La
muerte no es el
final, es un paso y
termina en la
Pascua.
Recordemos lo que
nos dice hoy
Jesús: “Cuando yo
sea elevado sobre
la tierra atraeré a
todos hacia mí."
71. 5) Aprender las
lecciones que trae el
sufrimiento.
Recordemos lo que
nos dice la 2ª lectura:
“Él, a pesar de ser
Hijo, aprendió,
sufriendo, a
obedecer”. Sufriendo
aprendió a obedecer
y obedeciendo
aprendió a sufrir. Esa
obediencia no debe
ser por temor u
obligación, sino por
amor.
72. Terminamos diciendo que cuando el sufrimiento se lleva
con amor, entonces no es estéril sino que engendra
vida. Y esa vida tiene una luz especial. Cuando se une a
los sufrimientos de Cristo, también es redentor: para
nosotros y para los demás. En fin: que cambia de color.
73. Cuando llame a tus puertas el dolor
y te invada la tristeza y la opresión,
Au
to
má
ti
co