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Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
1 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 29 
EL LIBRO DE ROMANOS 
VERSÍCULO POR VERSÍCULO 
(Primera parte) 
Este es el primero de una serie de cuatro fascículos con notas 
para quienes han escuchado nuestros programas radiales de estudio 
de la epístola de Pablo a los romanos versículo por versículo. Si 
desea enseñar este profundo estudio de Romanos, para una mejor 
continuidad, le sugiero que se comunique con nosotros para recibir 
los cuatro fascículos que componen esta serie de estudios. 
Introducción a Romanos 
Un antiguo proverbio dice que, si le damos un pescado a un 
hombre, lo habremos alimentado por un día; pero si le enseñamos a 
pescar, lo habremos alimentado para toda su vida. Si yo le presento a 
usted, servido, el mensaje de la carta de Pablo a los romanos, lo 
habré alimentado por un día; pero si le enseño cómo estudiar esta 
inspirada carta, el Espíritu Santo puede alimentarlo para toda la vida. 
Por lo tanto, antes de comenzar un estudio profundo de esta carta, 
quisiera enseñarle algunos principios sobre cómo estudiar la Biblia 
en general, y esta carta en particular. 
Hay muchas formas diferentes de estudiar la Biblia. El 
enfoque preliminar de un estudio bíblico serio es hacer un estudio 
panorámico de los sesenta y seis libros que componen la Biblia. Si 
usted asiste a un seminario o instituto bíblico, su introducción a la 
Biblia probablemente sea un estudio panorámico del Antiguo y el
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
2 
Nuevo Testamento. Un estudio formal de la Biblia generalmente 
comienza con una visión “telescópica” de las Escrituras y continúa 
con un estudio “microscópico”, es decir, analítico, de cada uno de los 
libros de la Biblia. 
El Instituto Bíblico del Aire comienza con un estudio 
panorámico de toda la Biblia que tiene como fin darle a usted un 
panorama general y una presentación de toda la Palabra de Dios. 
Después, ofrecemos estudios del Evangelio de Juan en seis fascículos 
y de esta carta de Pablo a los romanos en cuatro fascículos, en los 
que se enseña la Biblia de a un libro por vez, versículo por versículo. 
Mi primer libro de estudio trata sobre el Evangelio de Juan 
porque el objetivo del apóstol Juan es que quienes lean su Evangelio 
crean y lleguen a la salvación (Juan 20:30, 31). Al presentar ese 
primer estudio por libros, mi oración es que quienes se sumen a ese 
estudio experimenten la salvación y lleguen a conocer y amar a su 
Salvador. 
Al continuar esa serie con un estudio sobre esta carta de 
Pablo a los creyentes de Roma, mi oración es que quienes han 
llegado a ser creyentes por medio de su estudio de Juan comprendan 
mejor su salvación y sepan cómo vivir como salvos. Esa era la carga 
y la oración del apóstol Pablo cuando escribió esta magnífica carta. 
En este fascículo, y en los tres que lo siguen, presento algunas 
notas para quienes escuchan nuestros programas de radio y quienes 
desean realizar o dirigir un estudio versículo por versículo de la carta 
del apóstol Pablo a los romanos. 
La importancia del estudio de las palabras 
Jeremías nos presenta una forma de estudiar la Biblia que es 
la opuesta del estudio panorámico, cuando escribe: “Fueron halladas 
tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por 
alegría de mi corazón” (Jeremías 15:16). A un estudio que abarca los 
sesenta y seis libros de la Biblia podríamos llamarlo “Una vista de la 
Biblia a vuelo de pájaro”, mientras que la versión de Jeremías del 
estudio bíblico podría llamarse “Una vista de la Biblia al nivel de un 
gusano”. Jeremías estudió la Palabra de Dios de una palabra por vez. 
Nos dice, de hecho, que “comió” la Palabra de Dios de a una palabra 
por vez, y que su corazón se regocijó al estudiarla de esa forma. La 
forma en que Jeremías encara la Palabra de Dios puede ser 
especialmente eficaz cuando estudiamos una carta profunda como 
Romanos, versículo por versículo. 
Cuando comemos, hacemos cuatro cosas: mordemos, 
masticamos, tragamos y luego digerimos lo que hemos tragado. 
Cuando nos preguntan: “¿Cómo se come un elefante?”, la respuesta 
tiene que ser: “¡De a un bocado por vez!”. ¿Cómo podemos estudiar 
un Libro inspirado como la Biblia, que es, en realidad, una biblioteca 
de sesenta y seis libros? La respuesta debe ser: “De a un ‘bocado’, es 
decir, de a un libro por vez”. 
Cuando aplicamos estas cuatro etapas del comer a nuestro 
estudio de un libro de la Biblia, como la carta de Pablo a los 
romanos, debemos comprender, primero, que no podemos comer
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
3 
todo el libro de un bocado. Algunas veces, tomaremos bocados tan 
pequeños que estudiaremos esta profunda carta de a una palabra por 
vez. Por ejemplo, en cierto sentido, todo el mensaje de esta carta a 
los romanos puede resumirse en una palabra: “justificados”. 
Algunas veces estudiaremos un versículo, un grupo de 
versículos o un capítulo. Cuando “mastiquemos” este libro, 
dividiremos un pasaje en trozos más pequeños que puedan ser 
“tragados”. Eso es lo que haremos al repasar, bosquejar, analizar y 
luego resumir pasajes de esta inspirada carta del apóstol Pablo. 
Cuando mordamos y mastiquemos un capítulo, versículo o 
palabra de esta carta de Pablo, la metáfora de “tragar” la Palabra 
estará relacionada con la siguiente pregunta y su respuesta: “¿Qué 
significa?”. 
Después de morder, masticar y tragar la Palabra de Dios, 
digerir representa la parte más importante del estudio bíblico: ¡la 
aplicación! Solo cuando digerimos la comida que hemos ingerido, 
ella nos da energía y mantiene la vida en nuestro cuerpo. De la 
misma manera, es cuando digerimos la verdad que encontramos en la 
Biblia que la Palabra de Dios se convierte en una fuerza espiritual en 
nuestra vida. 
Al leer la Biblia, observe que se le otorga un tremendo valor 
al asunto fundamental de aplicar a nuestras vidas la verdad que 
encontramos en la inspirada Palabra de Dios. Según Jesús, los 
profetas, los apóstoles y los demás autores del Nuevo Testamento, 
solo cuando obedecemos o aplicamos la verdad que encontramos en 
la Biblia se genera y se mantiene la energía y la vida espiritual en 
nuestra vida: “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y 
más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más 
profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y 
juzga los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12, 
NVI). 
Eso es lo que la Biblia dice de sí misma. La Palabra de Dios 
es un poder vivo y nos da vida espiritual cuando la obedecemos. La 
Palabra de Dios no es solamente un tema académico para ser 
estudiado. 
Capítulo 1 
Un panorama general de la carta de Pablo a los romanos 
Al acercarnos a las cartas de Pablo, debemos recordar 
nuevamente que los libros de la Biblia no están colocados en ella en 
el orden en que fueron escritos. Aunque esta es la primera carta de 
Pablo que encontramos en el canon bíblico, no fue la primera que él 
escribió a una de sus iglesias. La carta de Pablo a los romanos fue 
escrita cuando su ministerio estaba ya muy avanzado: en su tercer 
viaje misionero, mientras realizaba una breve visita a Corinto, 
después de tres años de ministrar en Éfeso. Esta carta fue escrita 
cuando el apóstol Pablo era maduro y experimentado, ya avanzado su
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
4 
ministerio. Quizá haya sido colocada primera entre las cartas de 
Pablo porque es su obra maestra. Algunos eruditos están convencidos 
de que este documento es la mayor obra maestra de todo el Nuevo 
Testamento. 
La mayoría de las cartas de Pablo están relacionadas de 
manera directa y específica con las personas a las que son dirigidas. 
Tratan, y muchas veces confrontan, problemas locales que existían 
en las iglesias y ciudades donde sus lectores vivían. Pero el contenido 
de esta carta es una declaración de la teología de la salvación, 
profunda, concisa, clara y muy amplia. Esta carta no es un simple 
folleto evangelístico, sino un tratado teológico profundo que, en 
realidad, es una detallada declaración de la teología de la iglesia 
neotestamentaria. 
Esta carta está bellamente organizada y planeada de manera 
tan obvia que muchos eruditos creen que estuvo madurando en el 
corazón del apóstol durante mucho tiempo. Probablemente él haya 
recibido el corazón de su contenido del Cristo resucitado en el 
desierto de Arabia (ver Gálatas 1:1 - 2:14). Sin embargo, es posible 
que haya reflexionado sobre ella durante un tiempo, como aquellos 
dos años que pasó en prisión en Cesarea, en Palestina, mientras el 
gobierno romano cambiaba de gobernador (Hechos 24:27). 
Quizá decidió dirigirla a los romanos a causa de su contenido 
universal y porque tendría amplia circulación en la capital del mundo 
romano de su época. 
Desde el primer capítulo al final, hay un tema, un argumento, 
en el sentido de un documento escrito con la explicación de un caso 
desde el punto de vista de un abogado. Toda esta carta se lee como 
un argumento legal de un abogado que ofrece, lógica y 
metódicamente, poderosos argumentos que convencerán a un tribunal 
de que crea las evidencias que presenta. Debemos leer esta carta de 
una vez y con profunda concentración para seguir el argumento de 
Pablo de principio a fin. 
Como he sugerido, esa palabra “justificados” resume y reduce 
el mensaje de toda esta magnífica carta a su esencia. Jesús nos dijo 
en su Parábola del Fariseo y el Publicano (Lucas 18) que cualquier 
hombre que ore diciendo: “Dios, ten misericordia de mí, que soy 
pecador”, puede regresar a su casa “justificado”. 
Esta palabra, que Jesús utilizó para referirse al estado de 
gracia del pecador que ha sido perdonado, puede parafrasearse de 
este modo: “Justo como si nunca hubiera pecado”. La palabra 
“justificado” significa que, gracias a Cristo, cuando un pecador 
confiesa que es pecador y pide la misericordia de Dios, no solo es 
disculpado o perdonado. A los ojos de Dios, es como si nunca 
hubiera pecado en lo más mínimo. Además de esta buena noticia, 
Dios declara que el pecador es justo, es decir, que está en lo que 
podríamos llamar “un estado de gracia”. 
Para ilustrar mejor la justificación, imagine que hay dos 
prisioneros en una cárcel de máxima seguridad. Al mismo tiempo, 
ambos han sido declarados culpables y sentenciados a pasar el resto
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
5 
de sus vidas en la prisión. Cuando han cumplido veinte años de su 
pena, uno de ellos es oficialmente indultado. Es liberado de la cárcel. 
Es un hombre libre, pero siempre tendrá que cargar con el estigma de 
su pasado. Siempre será considerado como un hombre que estuvo 
veinte años en la cárcel. Tal estigma puede llegar a limitar seriamente 
su vida y el lugar que pueda ocupar en la sociedad. Quizá le resulte 
difícil ser aceptado socialmente o encontrar trabajo durante el resto 
de su vida. 
Al otro criminal convicto le sucede algo totalmente diferente. 
En su lecho de muerte, un hombre confiesa el crimen por el cual este 
segundo prisionero fue condenado y ha pasado veinte años de su vida 
en prisión. Cuando las pruebas demuestran claramente que este 
hombre era inocente, ¿acaso lo indulta el gobierno que lo había 
encarcelado? ¿Cómo pueden perdonarlo por algo que no hizo? No; 
este hombre debe ser exonerado, es decir, declarado justo. En otras 
palabras, puede insistir en que se lo “justifique”, es decir, que se lo 
declare “justo como si nunca hubiera cometido ese crimen”. Él no 
cometió el crimen por el cual pasó veinte largos años sufriendo los 
horrores de la vida en la cárcel. 
En su carta a los romanos, Pablo nos dice algo similar, pero 
con una gran diferencia. ¡Pablo nos dice que Dios puede declarar 
justificado a un hombre que es verdaderamente culpable! Nuestro 
sistema legal no puede hacer eso. Únicamente Dios puede hacerlo, y 
solo puede hacerlo por lo que Jesucristo hizo por nosotros cuando 
murió en la cruz. Esta carta de Pablo a los romanos nos dice cómo 
Dios puede declarar a una persona inocente y justa como si nunca 
hubiera cometido ningún pecado, ¡aunque, en realidad, lo hizo! 
En su parábola, Jesús nos cuenta la buena noticia de que el 
milagro de la justificación puede ser experimentado por cualquier 
persona que haga una “oración de entrega”. (Cuando un pecador 
habla con Dios y confiesa que es un pecador que necesita salvación, 
coloca toda su fe en la obra completa de Jesucristo en la cruz y cree 
que el Hijo único de Dios resucitó de los muertos para el perdón 
completo de sus pecados, llamamos a esto “oración de entrega”). En 
la carta de Pablo a los romanos, el apóstol nos dice cómo Dios hace 
esto. ¿Cómo puede un Dios justo y santo tomar a pecadores como 
usted y yo y declararnos justos? La carta de Pablo a los creyentes de 
Roma es la respuesta más inspirada, más profunda, lógica, 
sistemática y completa a esta pregunta que nos plantea la Biblia. El 
mensaje de esta obra maestra de Pablo es un completo tratado 
teológico que nos dice de forma precisa cómo y qué tuvo que hacer 
Dios para declarar justos a pecadores culpables, y qué debemos hacer 
para aplicar esa declaración a nuestros pecados. 
El rey David es una gran ilustración de lo que significa ser 
justificado. Segunda de Samuel, un libro histórico del Antiguo 
Testamento, dedica más de diez capítulos a contarnos todos los 
sórdidos detalles del pecado de David (2 Samuel 11 - 18). Pero al 
leer las Crónicas del Antiguo Testamento, cuando el mismo período 
histórico es reflejado desde el punto de vista de Dios, ¡ni siquiera se 
menciona el pecado de David!
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
6 
El Salmo 51 registra la hermosa confesión del horrible 
pecado de David. El Salmo 32 detalla las bendiciones que David 
recibió porque confesó su pecado. Cuando Dios miró el pecado 
confesado de David, sin negar la horrible realidad de ese pecado, y 
cuando comparamos los libros de historia de Samuel con las 
Crónicas y los Salmos, nos damos cuenta de que, desde el punto de 
vista de Dios, ¡el pecado de David nunca sucedió! Esa es una 
hermosa ilustración del Antiguo Testamento sobre la justificación a 
la que Pablo dedica toda esta carta a los romanos. 
El Libro de Romanos y las Escrituras del Antiguo Testamento 
que ilustran el mensaje de este libro podrían comprenderse mejor si 
pensáramos en nuestra vida como la cinta de un casete. Imagine que 
toda su vida está grabada en un casete. Cuando usted peca, su pecado 
se graba en la cinta. Cuando Dios encuentra pecado en esa cinta, 
debido a la fe que usted puso en lo que Jesús hizo por usted en la 
cruz, Él corta el pecado de la cinta. Lo corta cuando comienza y 
hasta donde termina, y luego lo arroja a la basura y vuelve a unir la 
cinta. Cuando Dios proyecte la cinta de su vida, en el día del juicio, 
si usted ha confiado en Jesucristo para su salvación y se ha 
convertido en un seguidor de Jesucristo, ¡no habrá pecado en esa 
cinta! Usted no será meramente disculpado o indultado. No habrá 
pecado. En lo que a Dios respecta, su pecado nunca sucedió. Eso es 
lo que significa ser justificado. 
Masticar la Epístola de Pablo a los Romanos 
Al comenzar nuestro estudio de esta magnífica carta de Pablo, 
lo primero que debemos hacer es dividir los dieciséis capítulos de la 
carta en cuatro partes. 
¾ En los primeros cuatro capítulos, Pablo relaciona la 
justificación con el pecador. 
¾ En los siguientes cuatro capítulos (5 - 8), relaciona la 
justificación con la persona que ha sido justificada. 
¿Cómo vive una persona que ha sido declarada justa por 
Dios después de haber sido justificada? Obviamente, vive 
una vida justa. ¿Cómo halla la dinámica espiritual para 
vivir una vida justa? Ese es el tema del segundo grupo de 
cuatro capítulos de esta carta. 
¾ La tercera división de esta carta (9 - 11) es donde Pablo 
relaciona la justificación con el pueblo de Israel. Aquí 
están tres de los capítulos más profundos de toda la Biblia 
sobre el tema de la profecía bíblica. Pablo usa a Israel en 
estos capítulos como supremo ejemplo bíblico de lo que 
él llama “elección”, es decir, el hecho de que Dios elige a 
las personas para que sean salvas. 
Es en esta tercera sección de esta carta que estudiamos esa 
difícil enseñanza de la Biblia que también se llama “predestinación”. 
Una paradoja, en nuestro estudio de la Biblia, es algo que parece una 
contradicción, pero, tras un estudio cuidadoso y discernimiento 
espiritual, vemos que no existe tal contradicción. Hay momentos en
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
7 
que los límites de nuestra humanidad nos obligan a aceptar la 
realidad de que en esta vida, al menos, nunca resolveremos estas 
aparentes contradicciones que encontramos en la Biblia. Debemos 
comprender que los caminos y los pensamientos de Dios son tan 
diferentes de los nuestros como los cielos están elevados por encima 
de la tierra (Isaías 55:8, 9). La contradicción se resuelve, algunas 
veces, cuando comprendemos que no se trata de una situación 
exclusiva (“esto o aquello”) sino de una inclusiva (“esto y aquello”). 
En una de las enseñanzas paradójicas más grandes de la 
Palabra de Dios, en estos tres capítulos, Pablo también usa a Israel 
como supremo ejemplo bíblico de algo muy importante para Dios: el 
libre albedrío de los seres humanos. Nuestro Creador nos ha dotado 
de la libertad y la responsabilidad de tomar decisiones. Los judíos 
tomaron decisiones incorrectas cuando rechazaron al Mesías y 
eligieron no ser elegidos por Dios para la salvación y como vehículo 
de salvación para este mundo. Por lo tanto, Pablo usa a Israel en 
estos tres capítulos como ejemplo bíblico sobresaliente de la libertad 
y la responsabilidad que Dios nos ha dado de tomar decisiones, 
correctas o incorrectas. 
¾ Los últimos cuatro capítulos de esta carta son 
extremadamente prácticos. En todas las cartas de Pablo 
encontramos una división claramente definida entre la 
enseñanza y la aplicación. Una de sus cartas casi se divide 
de manera exacta, con aproximadamente tres capítulos de 
enseñanza y tres capítulos de aplicación. En esta carta, 
aproximadamente las tres cuartas partes de los capítulos 
son de enseñanza (1 - 11), y una cuarta parte se dedica a 
la aplicación (12 - 16). 
Esta carta es la obra maestra teológica del gran apóstol, y 
estos cuatro capítulos de aplicación son intensamente prácticos. 
Pablo demuestra, explica y aplica cómo las personas justificadas 
deben aplicar el evangelio de la justificación a sí mismas, a su 
compromiso con Dios, a la voluntad de Él para sus vidas, a su 
gobierno, unas a otras, y a un mundo perdido que necesita escuchar 
la buena noticia que Jesús proclama. 
Es cuando Pablo hace sus aplicaciones prácticas en esta carta, 
que trata y confronta los problemas locales que vivían los discípulos 
de Jesús en Roma. Cuando él escribió esta carta, nunca había estado 
en Roma. Pero hay un dicho que dice que “todos los caminos 
conducen a Roma”. En sus muchos viajes, Pablo conoció a muchos 
creyentes que viajaban a Roma y se convirtieron en parte de las 
muchas iglesias en las casas que había en Roma. También conoció a 
muchos creyentes que habían sido parte de esas comunidades 
espirituales. Por esto, Pablo estaba bien informado sobre los 
problemas que trata en los capítulos de aplicaciones de su carta. 
La importancia del Libro de Romanos 
Antes de comenzar nuestro estudio versículo por versículo de 
esta inspirada carta, debo dar algunos ejemplos de la influencia que 
este documento tuvo sobre las vidas de diferentes personas a lo largo
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
8 
de la historia de la iglesia. Ningún otro libro del Nuevo Testamento 
tuvo tal impacto en la historia de la iglesia como esta carta que Pablo 
escribió a los discípulos que estaban en Roma. 
Una de las personas más extraordinarias que se pueden 
encontrar en los libros de historia de la iglesia es un hombre llamado 
Agustín. Fue un gran líder de la iglesia en el norte de África. Agustín 
se convirtió de una terrible vida de pecado leyendo un versículo del 
Libro de Romanos. Como resultado de las oraciones de su devota 
madre, escuchó la voz de un niño que le decía que se levantara y 
leyera ese versículo. Cuando hizo lo que se le había indicado hacer, 
¡se convirtió milagrosamente! La historia de la iglesia recibió la 
tremenda influencia de la conversión de Agustín después de leer un 
versículo de esta inspirada carta de Pablo. 
Un hombre llamado Martín Lutero, monje católico, que vivió 
en el siglo XVI, sufría una agonía en su alma a causa de su salvación 
personal y su relación con Dios. Una mañana, mientras hacía sus 
devociones, experimentó una intervención divina. Estaba 
preparándose para enseñar las Escrituras en la Universidad de 
Wittenberg, en Alemania, una mañana, cuando el versículo 17 del 
primer capítulo de esta carta pareció saltar de la página hacia él. 
“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, 
como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Como Agustín, 
Lutero se convirtió gloriosamente y toda Europa sintió el impacto de 
lo que llamamos la Reforma, que fue resultado de su conversión. Ese 
versículo de esta carta no solo transformó la vida y la fe de aquel 
sacerdote católico, sino todo el continente europeo. 
Dos siglos después, un hombre llamado John Wesley explica 
que su corazón sintió una extraña tibieza en un lugar de Inglaterra 
llamado Aldersgate. Como Agustín y Lutero, Wesley se convirtió. 
Mientras una persona leía la introducción al comentario de Lutero 
sobre esta carta de Pablo a los romanos, ¡Dios, milagrosamente, 
convirtió a Juan Wesley! Lo que los que escriben la historia de la 
iglesia consideran “el Gran Avivamiento” cambió el curso de la 
historia de Inglaterra. Quienes escriben historia, tanto secular como 
de la iglesia, creen que la conversión de Wesley y el impacto que 
tuvo el Gran Avivamiento impidieron que Inglaterra sufriera una 
revolución como la sangrienta Revolución Francesa que fue parte tan 
triste de la historia de Francia. 
La historia del norte de África sintió un impacto tremendo 
porque Agustín leyó un versículo de esta carta. La historia del 
continente europeo cobró forma nueva cuando Martín Lutero leyó un 
versículo de esta inspirada carta. La historia de Inglaterra cambió 
cuando Dios cambió la vida de John Wesley mientras alguien leía la 
introducción a un comentario de esta carta de Pablo a los romanos. 
Todas las denominaciones protestantes existen, en la actualidad, 
como resultado de la influencia de esta carta que estamos a punto de 
estudiar versículo por versículo. 
Si usted tiene en cuenta los incontables miles de personas que 
han sido cambiadas por la dinámica influencia de este libro, debe
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
9 
comenzar su estudio orando para que Dios cambie su vida a medida 
que usted lee y estudia la carta de Pablo a los romanos. Pida al 
Espíritu Santo que le dé una “extraña tibieza” a su corazón mientras 
estudie este libro conmigo. 
Un obrero de la Palabra de Dios 
Muchas personas creen que esta carta de Pablo es la más 
difícil de este gran apóstol. El apóstol Pablo dijo: “a todos me he 
hecho de todo” [1 Corintios 9:22]. En los primeros versículos de esta 
carta, escribe que se vio obligado a presentar el evangelio a los 
sabios y a los no sabios (1:14). Pablo explica a los corintios que el 
Espíritu Santo revela verdad espiritual a las personas espirituales, sin 
importar su nivel de educación. Sin embargo, en ese contexto, 
explica que él también habla sabiduría entre quienes son maduros (1 
Corintios 2:6). 
Eso es lo que hace Pablo al escribir esta carta. Si usted quiere 
comprender lo que Pablo ha escrito en ella, debe aprender a estudiar. 
Para comprender lo que quiero decir, reflexione sobre estas palabras 
que Pablo escribió a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a 
Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que 
usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). Este versículo suena 
casi como si Pablo, como Jeremías, le estuviera diciendo a Timoteo 
que comiera la Palabra de Dios: debe poder usar bien la Palabra bien 
para ser un obrero de ella. La palabra clave en este pasaje es 
“procura”. 
En mi primera clase de estudio del idioma griego, el profesor 
tenía una placa fijada en la pared sobre su escritorio con estas 
palabras grabadas. Comenzó su primera clase sobre el idioma griego 
señalándonos esa placa y explicando que la palabra “procurar” 
significa ‘afanarse, hacer un verdadero esfuerzo’. 
Me sorprende que haya personas que piensen que deben 
esforzarse para aprender álgebra, geometría, química, biología u otra 
ciencia, pero esperan abrir la Biblia y comprender una carta como 
esta de Pablo a los romanos sin estudiar. Es casi como si creyeran 
que pueden aprender la Biblia con solo ponerla bajo su almohada a la 
noche, y que de alguna manera, su cabeza absorberá la Palabra de 
Dios mientras duermen. Parece que no se dieran cuenta de que Dios 
no nos revela su Palabra por medio de alguna clase de magia 
espiritual. 
Para que la Palabra de Dios bendiga nuestros corazones y se 
convierta en un poder en nuestra vida, simplemente, debemos 
estudiarla. Esto se aplica especialmente al estudio profundo de 
Romanos que vamos a comenzar. Por lo tanto, pídale al Espíritu 
Santo que le revele el mensaje de esta profunda e inspirada epístola 
de Pablo, y también, esfuércese en el estudio de este libro que 
comenzaremos juntos. Dedíquele, al menos, tanta energía mental a 
este estudio como la que dedicaría a alguna materia de la 
Universidad o algo que estudia para ganarse la vida. Si usted estudia 
con diligencia estas palabras que Pablo ha escrito a los creyentes de
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
10 
Roma, comprenderá por qué algunos han dicho que es uno de los 
libros más importantes de la Biblia. 
Capítulo 2 
Le presento al apóstol Pablo 
(1:1-16) 
“Pablo, siervo [esclavo] de Jesucristo, llamado a ser apóstol, 
apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por 
sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor 
Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue 
declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por 
la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y 
el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por 
amor de su nombre; entre las cuales estáis también vosotros, 
llamados a ser de Jesucristo; a todos los que estáis en Roma, amados 
de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios 
nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1:1-7). 
Pablo les dice a los creyentes de Roma quién es él 
La primera palabra de esta carta es “Pablo”. En el primer 
siglo, las cartas se escribían en rollos. En esa época, cuando se 
escribía una carta, había que escribir primero el nombre del autor, 
para que quienes la recibieran no tuvieran que desenrollarla toda 
hasta el final para ver quién la había escrito. En su saludo, Pablo 
quiere decirles a estas personas algo sobre quién es él, qué es y en 
qué punto de su viaje de fe se encuentra. También les dice por qué es 
quien es, por qué es lo que es, y por qué está donde está. 
Pero, fundamentalmente, escribe para contarles Quién y qué 
es el Cristo resucitado y vivo, dónde está, y por qué; y después, les 
dice algo sobre quiénes y qué son ellos en Cristo, dónde están ellos 
en Cristo, y por qué. Al leer este saludo, si buscamos la aplicación 
personal y devocional, descubriremos mucha verdad sobre quién, 
qué, y por qué somos en Cristo. Toda esa profunda verdad se 
encuentra en los primeros siete versículos de esta carta, cuando Pablo 
saluda a los seguidores de Cristo en Roma. 
Para concentrarnos en la identidad espiritual personal de 
Pablo, de los creyentes romanos, y nuestra propia identidad, piense 
conmigo mientras estudiamos estos versículos más en detalle. 
“Pablo, siervo de Jesucristo”. La palabra que Pablo usa para decir 
“siervo” es, en griego, doulos, que simplemente, significa ‘esclavo’. 
Cuando Pablo escribió esta carta, más de la mitad de las personas que 
vivían en la ciudad de Roma eran esclavos. Muchos de los creyentes 
de Roma y de las otras ciudades donde Pablo estableció iglesias en el 
Nuevo Testamento eran esclavos. 
En la mayoría de nuestras culturas actuales, no tenemos 
esclavos, y ni siquiera nos damos cuenta de cómo era, realmente, la 
vida de un esclavo. Cuando Pablo escribió esta carta a los creyentes
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
11 
de la capital del Imperio Romano, todos los que vivían allí sabían lo 
que era un esclavo. Un esclavo era una cosa que era posesión de otro 
ser humano. El esclavo no tenía derechos. Lo que un esclavo 
pensaba, deseaba u opinaba no tenía ninguna importancia. Un 
esclavo tenía los mismos derechos que un animal. 
Si usted tiene un caballo, su caballo no tiene derechos. Usted 
no tiene en cuenta lo que ese caballo quiera hacer o no en un 
determinado momento. Cuando uno tiene un caballo, ese animal 
existe para su servicio. Cuando Pablo se presenta a los romanos y a 
nosotros diciendo: “Soy un siervo de Jesucristo”, eso es, 
precisamente, lo que significa la palabra “siervo”. 
Pablo escribió a los corintios que, aunque había nacido libre, 
había escogido deliberadamente convertirse en esclavo de cada ser 
humano que conociera. Así, iba a servir a esa persona como si fuera 
su esclavo, para que ella tuviera la oportunidad de creer el evangelio 
de Jesucristo y experimentar la salvación (Romanos 1:14; 1 Corintios 
9:19). 
Pablo, realmente, había nacido libre. No era esclavo. Era un 
ciudadano romano, lo cual era extraordinario para un judío que vivía 
bajo el gobierno romano. Había nacido libre y podía haber estado 
muy orgulloso de ello; pero les dice a los creyentes de Roma y 
Corinto, y nos dice a usted y a mí, que deliberadamente había elegido 
hacerse esclavo, no solo de Jesucristo, sino de todos aquellos cuyas 
vidas se cruzaran con la suya. 
También nos dice que es un apóstol. Literalmente, escribió 
que era “llamado a ser apóstol”. Cuando los apóstoles nombraron a 
un reemplazante para Judas, que había traicionado a Jesús, 
designaron a Matías (Hechos 1:16-26). Para mí, es obvio que el 
reemplazante que el Señor colocó en lugar de Judas fue el apóstol 
Pablo. El reemplazante designado por los apóstoles (Matías) no 
aparece nunca más en el Nuevo Testamento, pero Pablo escribió la 
mitad del Nuevo Testamento y llevó el evangelio a todo el mundo de 
su época. 
La palabra “llamado” es muy importante para Pablo. Él 
utilizó esta palabra para referirse a la experiencia de la salvación. 
Pablo les escribió a los corintios que, cuando somos salvos, somos 
llamados a tener comunión con Jesucristo (1 Corintios 1:9). Además, 
en su carta a los corintios, hizo otras referencias que nos demuestran 
que consideraba la experiencia de salvación como sinónima con el 
llamado de una persona (1 Corintios 1:24-31). 
¿Para qué Pablo es llamado a ser un apóstol? Él escribe: “para 
la obediencia a la fe” y “por amor de su nombre”. En el versículo 5, 
dice: “por quien [Cristo] recibimos la gracia y el apostolado para la 
obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre”. La 
expresión que usó Pablo, literalmente, fue “para una fe obediente”. 
En la actualidad, tenemos una idea muy superficial de lo que es la fe. 
Si investigamos la palabra griega que los autores del Nuevo 
Testamento usan cuando hablan de “creer”, como lo hemos hecho
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
12 
con la palabra “justificado”, descubriremos que creer significa tomar 
el compromiso de seguir y obedecer. 
En los primeros días de la Segunda Guerra Mundial, cuando 
los japoneses invadieron las islas de Filipinas, el director de una 
escuela cristiana estaba dirigiendo el culto en la capilla cuando unos 
soldados japoneses entraron en la escuela. Un oficial del ejército 
japonés ordenó al director que arrancara la bandera filipina y la 
bandera cristiana, las escupiera y las pisara. El humilde director 
estaba tan asustado que ni siquiera podía hablar, pero sacudió su 
cabeza de lado a lado y se negó a hacer lo que le ordenaban. El 
oficial japonés le puso una pistola en el estómago y le ordenó 
nuevamente que lo hiciera, a los gritos. Cuando el aterrado cristiano 
filipino se negó nuevamente, el militar le disparó en el estómago. 
Milagrosamente, el director sobrevivió y, después de la 
guerra, cuando fue liberado del campo de concentración, un reportero 
le preguntó: “¿Qué pensamiento le cruzó la mente para que decidiera 
aceptar que le dispararan antes que deshonrar esas banderas?”. El 
hombre respondió: “Se me ocurrió que llega un momento en la vida 
de toda persona en que debe demostrar con sus acciones lo que cree. 
Ese fue el momento para mí”. 
Según el Nuevo Testamento, no hay solo un momento en 
nuestra vida en que debemos demostrar lo que creemos. Para ser 
coherentes con el significado esencial de la palabra que se utiliza en 
el Nuevo Testamento para referirse a la fe, siempre debemos 
demostrar con nuestras acciones lo que creemos. Eso es, literalmente, 
lo que significa la palabra griega que se traduce como ‘creer’. 
Imagine que usted es un inválido, y que su casa se incendia. 
Cuando el bombero llega a rescatarlo, la única forma en que usted 
podría contribuir para ser salvado sería apoyar todo su peso sobre el 
que lo está sacando de esa casa en llamas. La palabra griega que se 
traduce como ‘creer’ tiene esa connotación. Cuando leemos: “Porque 
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, 
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida 
eterna” (Juan 3.16), la palabra griega que se traduce como ‘cree’ 
significa apoyar todo nuestro peso en Él, como alguien que está 
indefenso y debe ser sacado de una casa en llamas. El apóstol Juan 
no pensaba en un asentimiento intelectual cuando usó la palabra 
“cree”. 
Tengo una placa en la pared de mi estudio que dice: “Lo que 
realmente creemos, eso es lo que hacemos. Todo lo demás es 
palabrería religiosa”. Cuando el Verbo se hizo carne para que 
pudiéramos ver la verdad de Dios en carne humana, Jesús también 
nos estaba demostrando que la Palabra de Dios debe hacerse carne en 
su vida y en la mía. Una gran persona señaló que, cuando la Palabra 
de Dios habita en nuestra carne hoy, lamentablemente, con 
frecuencia se convierte en meras palabras. 
Jesús preguntó: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará 
fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Hay muy poca fe real hoy, porque no
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
13 
nos damos cuenta de que la palabra fe significa, literalmente: ‘un 
compromiso de confiar totalmente, que se expresa en obediencia’. 
¿Por qué es Pablo quien es, y lo que es? Su motivación para 
todo esto se encuentra en estas palabras: “por amor de su nombre”. 
El nombre de Dios representa la esencia de quién y qué es Dios. 
Cuando hacemos algo por amor al nombre de Dios, significa que 
estamos haciéndolo según todo lo que Dios es y lo que Él desea. 
También lo hacemos como expresión de agradecida adoración por 
todo lo que Dios es, lo que ha hecho y está haciendo en nuestras 
vidas y en nuestro mundo por medio de nosotros a medida que 
andamos con Él. 
¿Dónde es llamado a ser apóstol Pablo? Su respuesta es: ¡“en 
todas las naciones”! En esta carta veremos el corazón misionero del 
más grande misionero que haya conocido jamás la iglesia de 
Jesucristo. Esto se verá con especial claridad en el capítulo 15, 
cuando Pablo les dice a estos creyentes de Roma que desea 
anhelosamente que lo apoyen cuando él llegue a España con el 
evangelio de Jesucristo. 
En este saludo, Pablo también nos dice quién y qué es Cristo, 
por qué, y dónde está. En siete breves versículos, Pablo menciona a 
Jesús siete veces. 
¿Quién es Jesús? Antes que nada, es el que fue prometido por 
medio de los profetas en las Sagradas Escrituras. Pablo quiere que los 
romanos —y usted y yo— sepan que lo que él está a punto de 
presentar con tanta profundidad gracias a la inspiración del Espíritu 
Santo no es algo nuevo. La buena noticia que se expresa en esa 
palabra, “justificado”, no es algo que haya sido creado por su 
extraordinaria mente. 
Él podría haberles escrito a los romanos, como lo hizo con los 
gálatas, que recibió gran parte de la verdad que va a presentarles del 
Cristo resucitado en el desierto de Arabia (Gálatas 1:1 - 2:13). Dado 
que habla primero a los judíos, y teniendo en cuenta la mente romana 
gentil, escribe que este evangelio de salvación es algo que había sido 
perfilado proféticamente en el Antiguo Testamento durante miles de 
años. Pablo se dirige a sus lectores judíos presentando esta 
perspectiva del Antiguo Testamento, y desea que sus lectores gentiles 
sepan que esto es algo que Dios había planeado hacer desde siempre. 
Si usted estudia las Escrituras del Antiguo Testamento, 
descubrirá que todas hablan de Jesucristo. Si estudió el Evangelio de 
Lucas conmigo, recordará que, en el último capítulo de ese 
Evangelio, se nos dice que Jesús les abrió las Escrituras a los 
apóstoles, cuando les dijo algo acerca de ellas. Jesús les dijo a sus 
apóstoles que Moisés, los que escribieron los Salmos y los profetas, 
todos, habían escrito sobre Él. 
Cuando Jesús les explicó esto a los apóstoles acerca del 
Antiguo Testamento, leemos que “les abrió el entendimiento, para 
que comprendiesen las Escrituras” (Lucas 24:25-27, 44, 45). Los 
apóstoles comprendieron las Escrituras por primera vez en sus vidas 
cuando comprendieron lo que Pablo les dice a los creyentes romanos 
en este saludo: el Antiguo Testamento es, en realidad, el fundamento
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
14 
y el entorno histórico en el cual se puede comprender y probar el 
evangelio. Pablo va a explicar este evangelio de una manera 
extraordinaria, profunda, y al mismo tiempo, muy sencilla, en esta 
obra maestra entre todas sus epístolas. Pero, antes de hacerlo, señala 
que el evangelio está arraigado en el Antiguo Testamento. 
Pablo escribe también que Jesús “era del linaje de David 
según la carne, [que] fue declarado Hijo de Dios con poder” (3). En 
estas palabras, Pablo está declarando que Jesús era un ser humano. 
Cuando nos dice que Jesús fue declarado Hijo de Dios con poder, se 
refiere a la resurrección de Jesucristo, y declara que Jesucristo era 
más que un ser humano. 
Pablo les dice, después, a los romanos —y a usted y a mí— 
quiénes somos, cuando escribe: “a todos los que estáis en Roma, 
amados de Dios, llamados a ser santos” (7). Este gran apóstol se ha 
descrito a sí mismo como uno que es llamado a ser apóstol. Hemos 
visto que esta palabra, “llamado” es un concepto muy importante 
para Pablo. Ahora, él les informa a todos los que les escribe que todo 
creyente es llamado. Nosotros somos llamados a ser “santos”. Esta 
palabra es una de las formas favoritas de Pablo para referirse a los 
seguidores de Cristo. La palabra es, simplemente, una forma 
abreviada de decir que una persona es santificada. 
Hay una definición tradicional y una definición bíblica de lo 
que es un santo. La definición tradicional es que, cuando un 
extraordinario siervo del Señor ha cumplido ciertos criterios, es 
canonizado o declarado santo. Pero esa no es la definición bíblica de 
esta palabra. Según el Nuevo Testamento, todo creyente es un santo 
porque está santificado, es decir, apartado para Cristo y apartado del 
mundo. 
El énfasis de la Biblia no es que los creyentes son apartados 
del pecado, aunque son apartados para seguir a Cristo con el fin de 
que también se aparten del pecado. El énfasis principal es que 
quienes son santos, o santificados, están apartados para Cristo. 
Cuando el énfasis está puesto fundamentalmente en la separación del 
creyente del pecado, esa enseñanza de la santificación suele llevar a 
un grave legalismo, o reglas sobre lo que un creyente puede o no 
puede hacer cuando está santificado. 
Cuando la santificación llega de afuera hacia adentro, en 
lugar de adentro hacia fuera, la llamamos “legalismo”. La auténtica 
santificación brota de la gloriosa realidad de que un creyente es 
apartado para el Cristo resucitado y vivo que vive en él y al cual 
ofende el pecado, es decir, las cosas contrarias a su voluntad que el 
creyente hace. La santificación bíblica es lo que ocurre cuando los 
verdaderos seguidores de Cristo se apartan del pecado porque están 
apartados para Cristo. La santificación auténtica, bíblica, está basada 
en nuestra relación personal con Cristo, más que en reglas creadas 
por los hombres que gobiernen nuestra separación del pecado. 
Esta palabra, “santificado”, no implica que las personas 
santificadas no pecan. Pablo se refiere a los creyentes corintios como 
santificados y, a continuación, trata una larga lista de pecados que 
existían en la iglesia corintia. Eso nos demuestra que las personas
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
15 
santificadas no son sin pecado; son personas apartadas para Cristo y 
para seguir a Cristo. Cuando estén totalmente apartadas para Cristo, 
estarán totalmente apartadas del pecado. Esa es el obvio objetivo de 
esta enseñanza del Nuevo Testamento. Pero, mientras estemos en 
estos cuerpos humanos, libraremos la batalla por vivir vidas 
apartadas para Cristo y del pecado (7:14-8:2). 
Pablo continúa, entonces, su saludo, con una bendición que se 
encuentra, en alguna forma, en todas las cartas que escribe: “Gracia y 
paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1:7). 
El saludo continúa hasta el versículo 16, donde Pablo informa 
a estos santos de Roma que ha escuchado hablar de su fe en todo el 
mundo. Como ya he señalado, aunque nunca había estado en Roma, 
Pablo había conocido personas provenientes de Roma en ciudades de 
todo el Imperio Romano. 
En el versículo 9, escribe: “Porque testigo me es Dios, a 
quien sirvo en mi espíritu [con todo el corazón] en el evangelio de su 
Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis 
oraciones”. Hoy en día, es común que un creyente le diga a otro: 
“Oraré por ti todos los días”, pero ¿será lo suficientemente fiel como 
para recordar que debe orar por su hermano? Cuando Pablo escribe 
estas palabras, no está haciendo una promesa a la ligera, superficial. 
Observe que él escribe: “Testigo me es Dios [Dios sabe] de que sin 
cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones”. 
Al leer las inspiradas cartas de Pablo, marque todos los 
lugares en que él se compromete sinceramente a orar por un creyente 
o un grupo de creyentes. Entonces verá que Pablo tenía una larga 
lista de oración, y sin duda pasaba muchas horas orando. Si 
comprendiéramos el poder de la oración, nosotros también 
tendríamos una larga lista de oración y pasaríamos muchas horas, día 
y noche, orando y recibiendo respuestas a la oración como las que 
recibía con frecuencia este amado apóstol. 
Pablo escribe que ha orado fielmente por ellos, ha deseado 
conocerlos y, de hecho, ha tratado de visitarlos varias veces. Cada 
vez, hubo algún obstáculo que impidió la visita. El objetivo de su 
visita era impartirles algún don espiritual y que también ellos 
pudieran contribuir con grandes bendiciones a su propia vida 
espiritual (11, 12). Pablo sabía que el Cristo resucitado vive en los 
creyentes nacidos de nuevo, y que grandes bendiciones se transmiten 
entre ellos cuando se encuentran. 
Tres actitudes del apóstol Pablo (13-16) 
En la segunda parte de su saludo, Pablo comienza su 
inspirada, profunda y completa presentación del evangelio de 
salvación escribiendo sobre tres actitudes propias de él con respecto 
del evangelio. Escribe: “A griegos y a no griegos, a sabios y a no 
sabios soy deudor” (14). Está declarando que está en deuda con cada 
persona con la que se encuentra. 
En esa cultura, tener una deuda era un estigma. Tener una 
deuda era, también, un serio problema, porque podía llevar a la 
persona a la cárcel de deudores. Una deuda no era simplemente algo
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
16 
vergonzoso. Si una persona no podía pagar sus deudas, estar 
endeudada era un delito por el cual era enviada a la cárcel, con lo 
cual nunca podía llegar a pagar esa deuda. En el contexto de esa 
cultura, Pablo les dice a sus lectores que ha tomado la decisión 
deliberada de estar en deuda con todo ser humano que conozca, en el 
sentido de que servirá a esa persona de cualquier manera que deba 
servirla para tener el privilegio de presentarle el evangelio. 
Después, escribe: “Pronto estoy a anunciaros el evangelio 
también a vosotros que estáis en Roma” (15). La palabra “pronto”, en 
realidad, es “ansioso”, y Pablo explica por qué está ansioso por 
predicar el evangelio en Roma. Él había proclamado el evangelio con 
resultados sobrenaturales por todo el mundo en ciudades decadentes 
y moralmente corruptas, como Éfeso, Filipos y Corinto. Como 
resultado de su osada proclamación del evangelio, había plantado 
iglesias fuertes en esas ciudades. Por lo tanto, estaba ansioso por 
predicar el evangelio en Roma también, porque estaba convencido de 
que el Espíritu Santo convertiría a los pecadores de Roma, tal como 
ya lo había visto hacer ese milagro en otras paganas capitales de 
pecado del mundo. 
Esto nos lleva a su tercera actitud. Pablo proclama: “Porque 
no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para 
salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al 
griego” (16). 
Si usted ha venido estudiando el Nuevo Testamento conmigo, 
recordará que, si comparamos un pasaje del Libro de los Hechos con 
algunos versículos de la primera carta de Pablo a los corintios, nos 
enteramos de que, en la ciudad de Corinto, Pablo tuvo una 
experiencia que cambió completamente su filosofía para predicar el 
evangelio. Cuando estaba por comenzar a predicar el evangelio en la 
ciudad de Corinto, el Señor se le apareció. 
Palabras más, palabras menos, Dios le dijo a Pablo: “No 
tengas miedo, Pablo. Tengo muchas personas en esta ciudad. Tú solo 
proclama osadamente el evangelio, y descubrirás quiénes son” 
(Hechos 18:9, 10; 1 Corintios 2:1-5; 15:1-4). A partir de entonces, en 
su predicación evangelística, Pablo simplemente proclamó los dos 
hechos relativos a Jesús que componen el evangelio. También, con 
frecuencia, compartió lo que creer esos dos hechos del evangelio 
significaba para él cuando los aplicaba a su propia vida y su propia fe 
en Cristo. Después, confió en que el Espíritu Santo motivara a 
quienes escuchaban ese evangelio para que creyeran y 
experimentaran la salvación. 
Cuando este apóstol escribe sobre sus actitudes, les está 
diciendo a los creyentes de Roma quién es él. Es esclavo de 
Jesucristo y de toda persona que conozca en esta vida, porque tiene la 
magnífica obsesión de declarar el evangelio y llevar a la salvación a 
toda persona que se cruce en su camino. Está ansioso por predicar el 
evangelio en Roma, y no se avergüenza del evangelio, porque ha 
visto cómo la milagrosa gracia de Dios cambia las vidas cuando el 
evangelio es predicado y los pecadores lo creen.
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
17 
Capítulo 3 
El evangelio según Pablo 
(1:17-32) 
Las últimas palabras del saludo de Pablo inician el argumento 
sistemático de su obra maestra teológica. Aunque en nuestros 
programas de radio estudiamos estos versículos en gran detalle, en 
este fascículo simplemente los resumiré. Cuando Pablo declara que 
no se avergüenza del evangelio, a esta declaración le sigue la de que 
el evangelio revela dos grandes realidades con respecto a Dios: 
revela una justicia que es dada por Dios a usted y a mí, y que es 
adquirida por fe. El evangelio también revela la ira de Dios sobre los 
que no son justos (16-18). 
Como introducción a esta obra maestra teológica de Pablo, 
quisiera presentar un resumen de los primeros cuatro capítulos de la 
carta de Pablo a los romanos que aprendí de uno de mis eruditos 
bíblicos favoritos, el Dr. David Stuart Briscoe: 
“En los primeros cuatro capítulos de esta carta, Pablo nos 
dice qué es Dios: Dios es justo. Después, nos dice lo que Dios quiere 
que usted y yo seamos: Dios quiere que usted y yo seamos justos. A 
continuación, nos dice lo que Dios condena: Dios condena a todos 
los que no son justos. Finalmente, Pablo nos dice lo que Dios sabe: 
Dios sabe que, si nos basamos en nuestros propios esfuerzos, ni 
aunque pasáramos un millón de años intentándolo podríamos ser 
suficientemente justos como para salvarnos por nuestras buenas 
obras. Estas realidades acerca de Dios podrían ser llamadas ‘la mala 
noticia’. 
“Esto lleva a Pablo a la buena noticia, que es el corazón y el 
alma de esta magnífica carta, cuando nos dice lo que Dios ha hecho. 
Dios ha venido a este mundo en la Persona de su Hijo y ha ofrecido 
el único Sacrificio que puede salvarnos de nuestros pecados y hacer 
posible que usted y yo seamos declarados justos por Dios. Pablo nos 
dice, entonces, lo que Dios desea que usted y yo hagamos: Dios 
desea que usted y yo le creamos cuando nos dice en su Palabra lo que 
ha hecho para salvarnos de nuestros pecados y declararnos justos”. 
Esta primera parte de la completa y profunda explicación que 
Pablo hace del evangelio se resume en el primer versículo del quinto 
capítulo, cuando escribe: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz 
para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. 
Cuando Pablo escribe que la justicia de Dios se revela en el 
evangelio, agrega a esa afirmación el corazón de la profecía de 
Habacuc, cuando escribe: “Porque en el evangelio la justicia de Dios 
se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe 
vivirá” (1:17; Habacuc 2:4). Este es el versículo que Dios utilizó para 
conmover el corazón de Martín Lutero de modo que se convirtiera en 
la fuerza movilizadora de la Reforma protestante. En cierto sentido, 
toda denominación protestante debe su existencia a este versículo de 
la Biblia.
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
18 
Cuando Lutero leyó ese versículo, a los creyentes se les 
enseñaba una salvación que estaba basada en obras personales de 
justicia. Lutero buscaba esa clase de salvación con una maratón de 
obras farisaicas de autocastigo, como darse latigazos, y penitencias 
como subir escaleras de rodillas, pensando que así, de alguna 
manera, estaba ganando su salvación. Podemos imaginar cómo 
habrán saltado de la página las palabras, esa mañana: “Porque en el 
evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está 
escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Lutero escribió junto al 
versículo 17, en el margen de su Biblia en latín, la palabra latina 
“¡Sola!”. Así, comenzó a comprender que la salvación es por fe, 
solamente, y no por obras. 
Pablo se adentra ahora en su profunda y completa 
presentación del evangelio. Después de comenzar con la buena 
noticia sobre la justicia que es por fe, comparte la segunda realidad 
sobre Dios que se revela en el evangelio —que la ira de Dios se 
aplica a todos los que son injustos—, cuando escribe: “Porque la ira 
de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de 
los hombres que detienen con injusticia la verdad”. 
Después, pasa a su inspirado estudio del carácter de Dios y el 
carácter del hombre, como era y como es. En el Libro de Génesis 
encontramos un estudio muy similar de Dios y el hombre, como eran 
y como verdaderamente son. (La palabra “hombre” se utiliza en 
sentido genérico en la Biblia, y no se aplica solamente al sexo 
masculino con exclusión de las mujeres). 
Jesús nos demostró cómo interpretar pasajes como estos 
escritos por Pablo y Moisés. Cuando le preguntaron a Jesús sobre el 
matrimonio, Él dijo, palabras más, palabras menos: “Si ustedes 
quieren comprender el matrimonio como es en la actualidad, deben ir 
al principio y entender el matrimonio como fue diseñado por Dios” 
(ver Mateo 19:3-12). Aquí, Pablo nos habla de la caída de la familia 
humana en su estado anterior, porque quiere que comprendamos el 
carácter y el caos de la familia humana en su estado actual. 
Observe que, a partir del versículo 18, Pablo escribe un pasaje 
bíblico que, en realidad, no es muy agradable para estudiar. No es mi 
pasaje favorito de la Biblia. Toda la Escritura es inspirada, pero no 
toda es igualmente inspiradora. Aunque este no es el pasaje más 
inspirador que hay en la Biblia, es profundamente realista. Comienza 
diciéndonos que “la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda 
impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la 
verdad” (1:18). 
Observe que la ira de Dios se dirige hacia dos cosas: la 
impiedad de los hombres, y la injusticia de los hombres. Los eruditos 
más sabios nos dicen que esto tiene que ver con el hecho de que los 
Diez Mandamientos fueron dados en dos tablas. La primera tabla 
incluía cuatro mandamientos que rigen la relación del hombre con 
Dios. En la segunda tabla, había seis mandamientos que rigen la 
relación del hombre con los demás hombres. 
Estos eruditos creen que, dado que los primeros cuatro 
mandamientos le muestran al pueblo de Dios cómo ser piadoso,
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
19 
cuando Pablo se refiere a la “impiedad” de los hombres, está 
hablando de la violación de los primeros cuatro mandamientos. En 
otras palabras, cuando el hombre viola los primeros cuatro 
mandamientos, es culpable de impiedad: “No tendrás dioses ajenos 
delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que 
esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de 
la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy 
Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres 
sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me 
aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y 
guardan mis mandamientos. No tomarás el nombre de Jehová tu Dios 
en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su 
nombre en vano. Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis 
días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo 
para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu 
hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está 
dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la 
tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el 
séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” 
(Éxodo 20:3-11). 
Dado que los seis mandamientos de la segunda tabla rigen las 
relaciones entre el pueblo de Dios, cuando Pablo habla de 
“injusticia”, se refiere a la violación de esos seis mandamientos. 
Cuando el pueblo de Dios no hace lo correcto en sus relaciones, es 
culpable de injusticia: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus 
días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. No matarás. No 
cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso 
testimonio. No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la 
mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, 
ni cosa alguna de tu prójimo" (Éxodo 20:12-17). 
Cuando Pablo escribe que la respuesta de Dios a la impiedad 
y la injusticia es su ira, debemos preguntarnos: “¿Qué quieren decir 
Pablo, Moisés, los profetas y otros escritores de la Biblia cuando 
hacen referencia a la ira de Dios?”. Muchas personas creen que el 
concepto de la ira de Dios solo se encuentra en el Antiguo 
Testamento, que es prehistórica, primitiva, un concepto que las 
personas piadosas que han recibido la revelación ya no creen. 
¿Cuándo fue la última vez que usted escuchó un sermón acerca de la 
ira de Dios? Para formularlo de otra manera: ¿Alguna vez escuchó un 
sermón sobre la ira de Dios? 
El carácter del hombre 
Tres veces, en su descripción de cómo cayó el carácter del 
hombre, Pablo escribe que Dios “los entregó” (1:24, 26, 28). Esto no 
significa que Dios se haya dado por vencido con relación al hombre. 
Significa que Dios les permitió hacer lo que ellos deseaban hacer. 
Cada vez que esto sucede, tenemos las acusaciones de Dios contra el 
hombre, las respuestas de Dios hacia el hombre y las consecuencias 
morales que Dios permite que el hombre experimente. Este pasaje 
podría llamarse “Un estudio de la caída moral de la familia humana”.
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
20 
La primera acusación de Dios contra los hombres era, y es, 
que ellos “detienen con injusticia la verdad”. Esto es coherente con la 
definición de pecado que aprendemos de Jesús en el Evangelio de 
Juan. La definición es, concretamente: “Si no hay luz, no hay 
pecado”. 
Cuando Jesús dijo que Él era una clase de luz que daba vista a 
quienes sabían que estaban espiritualmente ciegos y revelaba la 
ceguera espiritual de quienes se jactaban de que podían ver, los 
fariseos le preguntaron si quería decir que ellos estaban 
espiritualmente ciegos. La respuesta del Señor fue: “Si ustedes fueran 
ciegos, no tendrían pecado. Pero ustedes dicen que ven. Por lo tanto, 
su pecado permanece”. En otra ocasión, Jesús dijo: “Si yo no hubiera 
venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no 
tienen excusa por su pecado” (ver Juan 9:40, 41; 15:22). 
Esta primera acusación de Dios contra el hombre, en su 
estado anterior y en su estado actual, se refiere a que el hombre, 
deliberadamente, detiene la luz, es decir, la verdad que Dios trata de 
revelarle. Dado que está completamente comprometido con su estilo 
pecaminoso de vida, rechaza la verdad sobre lo que es moralmente 
correcto, cuando Dios le revela la justicia. Según Pablo, el hombre 
puede ver la creación de Dios que lo rodea por todas partes y, por 
ello, debería adorarlo como Dios todopoderoso (Romanos 1:18-23). 
Esto es lo que los teólogos llaman “revelación natural”. Hay 
grandes desacuerdos entre los teólogos sobre si el hombre puede 
aprender de la creación de Dios lo suficiente como para ser salvo. 
Pablo no dice en este pasaje que el hombre pueda ser salvado por 
contemplar la creación. Pero yo creo que está enseñando que el 
primer paso en la larga pendiente hacia la depravación del hombre es 
rechazar, o detener deliberadamente, la luz que Dios está tratando de 
revelarle con respecto a una vida justa. 
Una segunda acusación que Dios hace al hombre era, y es, 
que cuando Dios se revela al hombre, este no le da la gloria que le 
corresponde como Dios, ni le da en su vida el lugar que merece. Este 
es otro lugar de la Biblia donde encontramos el principio de que Dios 
debe estar primero. Si Dios es algo para nosotros, debe ser todo; 
porque si no es todo, en realidad, no es nada para nosotros. La 
negativa del hombre a poner primero a Dios es el segundo paso hacia 
la depravación, según Pablo. 
La tercera acusación de Dios contra el hombre era, y es, que 
la humanidad no es agradecida. Esto realmente pone de relieve el 
pecado de la ingratitud. Después, Pablo presenta una larga serie de 
pecados relacionados con su estudio de la caída del carácter del 
hombre, en su estado anterior y en su estado actual, en todo este 
mundo. En 2 Timoteo, capítulo 3, Pablo escribe al joven pastor que 
la ingratitud es una señal de que estamos en los últimos tiempos (1- 
5). 
A medida que se desarrollan en el hombre estas 
consecuencias morales, leemos: “Y como ellos no aprobaron tener en 
cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer 
cosas que no convienen”. Después leemos que estas cosas que no
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
21 
convienen se definen, simplemente, como “toda injusticia”: “Estando 
atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, 
maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y 
malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, 
injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a 
los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin 
misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los 
que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, 
sino que también se complacen con los que las practican” (Romanos 
1:28-32). 
El carácter de Dios 
Cuando la Biblia habla de la ira de Dios, no se refiere a la 
emoción que experimentamos como seres humanos. La palabra “ira”, 
en hebreo, es muy interesante. Significa ‘cruzar al otro lado’. La 
palabra significa que la esencia del carácter y la naturaleza de Dios es 
el amor. Pero el amor no es el único atributo de Dios. Su carácter está 
compuesto por un amplio espectro de atributos. Uno de los atributos 
de Dios es la santidad, la que podríamos describir como justicia 
perfecta. El carácter de Dios es la esencia de la definición de lo que 
es correcto, justo o equitativo. Ahora bien, si Él es justo, esto 
significa que tiene que hacer algo con respecto de la impiedad y la 
injusticia. 
Si usted es fanático del fútbol, ¿qué pensaría de un árbitro que 
penalizara a un equipo por una falta y después, cuando un jugador 
del otro equipo cometiera la misma falta —y aun más 
violentamente—, se limitara a guiñarle un ojo, sonreír, y comentar: 
“Bueno, solo son muchachos”, sin cobrar la infracción? 
Piense en Dios como el Máximo Árbitro, el Árbitro perfecto 
y perfectamente justo. Dado que su carácter es la esencia de la 
justicia perfecta, no puede limitarse a guiñar un ojo ante la impiedad 
y la injusticia del hombre. Siempre debe responder al pecado 
castigándolo, como si fuera una infracción. Su carácter exige que 
responda de esa manera al pecado. Por eso, Pablo escribe aquí que la 
ira de Dios se revela contra estas cosas. 
Ahora bien, esto no significa que Dios observa la impiedad y 
la injusticia hasta que, finalmente, explota en un arranque de ira. 
Significa que, de manera coherente con su carácter justo y santo, 
cuando la impiedad y la injusticia del hombre han llegado a un cierto 
punto que exige una respuesta de ira, Él “cruza al otro lado” de su 
carácter, del amor a la ira. 
Y una vez que cruza al otro lado, aniquila por completo a los 
impíos e injustos, como en el ejemplo del diluvio y lo que los 
profetas como Joel y el apóstol Pedro presentan como el gran y 
terrible Día de Jehová (Joel 2:11, 31; 2 Pedro 3:10). Entonces, la ira 
de Dios puede ser definida como ‘la reacción aniquiladora de la 
justicia perfecta ante la injusticia’. Otra definición podría ser: ‘la 
reacción aniquiladora del amor perfecto ante aquello que amenaza a 
los objetos de su amor’.
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
22 
El amor de un padre terrenal puede convertirse en ira. Una 
niñita de siete años fue violada y asesinada. El padre de esa niña, un 
hombre tranquilo y cariñoso, estaba en la estación de policía cuando 
trajeron al hombre que había cometido esos crímenes terribles contra 
su preciosa hija. Fue necesario que todos los policías que estaban en 
la estación sujetaran al padre para impedirle que acabara con el 
hombre que había destruido al objeto de su amor. 
Aunque esto nos ayuda a comprender la ira de Dios, no es 
una metáfora precisa del carácter de Dios, porque este padre perdió el 
control y estaba lleno de ira. Como he señalado, Dios nunca pierde el 
control cuando “cruza” del amor a la ira. 
En el segundo capítulo de esta carta, Pablo escribe sobre la ira 
futura de Dios que se expresará en el juicio. En el capítulo 13, habla 
de la ira presente de Dios que se expresa, a través de los oficiales de 
justicia debidamente autorizados, contra quienes quebrantan las leyes 
de Dios. Tres veces, Pablo habla de estos magistrados como 
“servidores de Dios”. 
En la década de los cuarenta, muchas naciones se unieron 
para destruir a Adolf Hitler y su partido nazi, que estaba decidido a 
matar a todos los judíos que hubiera en la tierra. Si Hitler no hubiera 
sido destruido, posiblemente no quedaría ningún judío vivo en la 
actualidad. Durante esa década, muchos devotos creyentes que 
lucharon en esa guerra creían que eran la expresión de la ira de Dios 
contra un poder maligno que estaba matando sistemáticamente a diez 
millones de personas en sus campos de concentración. Su 
justificación bíblica para luchar en una guerra justa era que eran parte 
de un oficial de justicia colectivo que expresaba la ira de Dios contra 
un poder maligno que amenazaba no solo a los judíos, sino a 
millones de otras personas que habían sido consideradas menos que 
humanas por los nazis. 
Capítulo 4 
El juicio de Dios 
(2:1-29) 
Cuando Pablo, finalmente, llegó a Roma en sus viajes 
misioneros, después de un peligroso viaje por mar, fue encarcelado, 
pero bien tratado por sus captores romanos. Se le permitía recibir 
visitas, y los primeros que él quiso ver fueron los líderes judíos de la 
ciudad de Roma. Razonó con ellos basándose en las Escrituras sobre 
cosas relativas a Jesús y al reino de Dios (Hechos 28:17-31). 
Cuando escribe el segundo capítulo de su carta a los romanos, 
parece que aún estuviera hablándoles a esos judíos que fueron los 
primeros en visitarlo cuando llegó a la ciudad de Roma. En este 
fascículo, le daré un resumen de esta descripción del juicio futuro de 
Dios que Pablo presenta en este capítulo. 
En el primer capítulo, Pablo presenta el juicio actual de Dios, 
que recae en forma de la expresión presente de la ira de Dios hacia el
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
23 
carácter y las acciones impías e injustas del hombre. En este segundo 
capítulo, Pablo predice el juicio futuro de Dios, que revelará la 
expresión futura de la ira de Dios contra el carácter impío e injusto 
del hombre. 
La respuesta de un Dios santo al carácter pecaminoso del 
hombre debe terminar, en última instancia, en juicio. Esto siempre ha 
sido así. En la Biblia, observe que Dios, finalmente, juzga el carácter 
pecaminoso del hombre. En el Libro de Génesis, leemos acerca del 
juicio de Dios sobre Sodoma y Gomorra, y el juicio del terrible 
diluvio en la época de Noé (Génesis 19:24-29; 6-9). 
El escritor del Libro de Hebreos escribió: “Y de la manera 
que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y 
después de esto el juicio…” (Hebreos 9:27). En este segundo 
capítulo, Pablo nos da un resumen realista de lo que Dios ha 
establecido sobre la muerte y el juicio para todos. Pablo concuerda 
con el autor del Libro de Hebreos. Habrá un juicio de Dios en el 
futuro, una vez que hayamos cumplido nuestra cita con la muerte. 
La Biblia enseña en toda su extensión que, simplemente, el 
juicio futuro debe producirse. Salomón, como gran pensador que era, 
razonó hasta llegar a la conclusión de que la única forma en que 
podemos resolver la dura realidad de las injusticias que vemos en 
nuestra vida es que debe haber un juicio (Eclesiastés 3:16, 17, 12:13, 
14). Según Pablo y muchos otros escritores del Antiguo y el Nuevo 
Testamento, es absolutamente seguro que habrá un juicio futuro. 
Pablo escribe que este juicio de Dios será “según verdad” 
(Romanos 2:2). En este capítulo, recuerde que él les habla primero a 
los judíos, y después a los griegos —o gentiles— y, por aplicación, 
nos habla a usted y a mí. Todos tenemos tendencia a juzgar a los 
demás, especialmente a los otros creyentes. Pero Pablo atraviesa este 
patrón de juicio horizontal y establece claramente que el juicio de 
Dios que vendrá, estará basado en la verdad de lo que Dios sabe de 
cada uno de nosotros. Mientras está dejando en claro este punto, 
agrega el hecho de que el juicio de Dios es ineludible para todo ser 
humano (3). 
Después, enseña que el juicio de Dios será acumulativo. 
Según Pablo, estamos acumulando los juicios de Dios sobre nuestros 
pecados, que deberemos enfrentar y que serán tenidos en cuenta en el 
juicio. En este contexto, enseña que Dios soporta o tolera nuestros 
muchos pecados porque es paciente y es su designio que su bondad 
hacia nosotros nos lleve al arrepentimiento (4, 5). 
Pedro enseña esta misma verdad en su segunda carta y agrega 
la idea de que Dios no desea que ninguno perezca, sino que todos 
lleguen al arrepentimiento y la salvación (2 Pedro 3:9). Estos dos 
grandes líderes de la iglesia del Nuevo Testamento están de acuerdo 
en que el juicio de Dios es según verdad, ineludible y acumulativo. 
Pablo escribe, después, que el juicio de Dios será un juicio 
justo (5). Cuando seamos juzgados, el asunto será no lo que hemos 
profesado, sino cómo nos hemos desempeñado en nuestra vida. El 
juicio de Dios será según lo que hayamos hecho o no hayamos hecho
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
24 
para Dios y para Cristo (6). Y enseña esta misma verdad sobre el 
juicio en sus cartas a los corintios (2 Corintios 5:10). 
En este contexto, Pablo está de acuerdo con su Señor y 
Salvador en que lo que se hace es más importante que lo que se 
profesa. Jesús declaró vez tras vez que el valor de que lo que 
hacemos, más que lo que profesamos, es lo que le interesa a Dios 
(Mateo 7:24-27; Lucas 6:46). Cuando Jesús limpió drásticamente el 
templo, respondió al cuestionamiento de los líderes religiosos de que 
demostrara su autoridad para hacer tales cosas con una parábola que 
demostraba que tenía autoridad para una acción tan severa: “Un 
hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve 
hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero 
después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma 
manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de 
los dos hizo la voluntad de su padre?” (Mateo 21:28-31). 
La dura realidad que enseña esta parábola es que ambos hijos 
profesaron una cosa e hicieron totalmente lo opuesto. Por lo tanto, lo 
que ellos habían profesado tenía muy poco valor. Fue lo que hicieron 
lo que realmente importó. Jesús estaba enseñando que, 
humanamente, lo único que podía demostrar su autoridad eran sus 
milagros, sus obras. También enseñó que sus obras declaraban que Él 
estaba en la viña de su Padre, y las obras de aquellos con quienes 
hablaba demostraban que ellos no estaban en esa viña, aunque 
profesaran estar allí. 
Si bien el mensaje central de esta carta a los romanos es que 
no somos justificados por nuestras buenas obras, sino por la obra 
terminada de Cristo en la cruz por nosotros, en este capítulo, Pablo 
está de acuerdo con Jesús y con Santiago: las buenas obras 
ciertamente dan validez a la fe por medio de la cual Dios nos declara 
justos (Santiago 2:21-24). 
De forma coherente con tal enseñanza, Pablo escribe que el 
juicio de Dios será imparcial (11). Los judíos a los que Pablo les 
habla en todo este capítulo creían que ellos no tenían necesidad de 
ser salvos porque habían nacido judíos. Ahora, Pablo completa esta 
enseñanza de que seremos juzgados por nuestras obras y no por 
nuestra profesión de fe declarando enfáticamente que profesar ser 
judío no será suficiente cuando nos enfrentemos con Dios como 
nuestro Juez. 
Como aplicación personal, esta enseñanza estaría destinada a 
quienes creen que son salvos porque nacieron en una familia 
cristiana, tienen padres piadosos y fueron bautizados cuando niños. 
También estaría destinada a las personas “buenas”, que han vivido y 
viven una vida moral y tienen mayor integridad que muchos que 
profesan ser discípulos de Jesucristo. Si usted entra en esta categoría, 
como les dice Pablo a los judíos, tenga en cuenta que le está 
hablando a usted, si usted está confiando en su herencia de piedad o 
en su integridad moral para su salvación. 
A esto le sigue una gran enseñanza en la que Pablo desafía a 
los que son judíos simplemente por nacimiento a ser, por obras, todo
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
25 
lo que un judío dice ser porque lo profesa. Los judíos estaban 
orgullosos del milagro de que Dios les había dado su ley y de que 
eran el pueblo elegido por Dios para enseñar su ley a los demás. 
Consideraban que los gentiles eran “perros”, porque, comparado con 
un judío, un gentil tenía la vida o la conciencia espiritual que podría 
tener un perro. Consideraban que quienes no tenían la ley de Dios 
eran “bebés”, mientras que ellos eran sus “padres” espiritualmente 
hablando. Las demás personas estaban en oscuridad, mientras que 
ellos eran guías de los ciegos espirituales. 
Pero Pablo los desafía, sin contemplaciones, a poner por obra 
lo que profesan. Como maestros de la ley de Dios, ¿obedecen ellos la 
ley? Entonces cita varios de los Diez Mandamientos. ¿Roban ellos, 
mientras les enseñan a los demás que no deben robar? ¿Roban de los 
templos?, les pregunta específicamente. 
Dado que, después de la cautividad, los judíos tenían una 
tremenda obsesión por abandonar la adoración de ídolos, no sentían 
ninguna culpa con relación a su costumbre de robar ídolos de los 
templos paganos. Estos ídolos estaban hechos de oro, plata y piedras 
preciosas, por lo que generalmente podían venderse por grandes 
sumas de dinero. Los judíos se justificaban pensando que, dado que 
Dios odia a los ídolos, lo que ellos hacían, en realidad, no era robo. 
La capacidad del ser humano —especialmente, del ser 
humano religioso— de justificar su comportamiento pecaminoso es 
casi infinita. Pablo concluye su condena a los judíos con la 
declaración de que el nombre de Dios era blasfemado entre los 
gentiles a causa de la forma en que sus obras pervertían lo que ellos 
profesaban con su boca. Apliquemos esto a nuestra vida. Si usted 
está confiando en la herencia de piedad que ha recibido, que, en 
realidad, podría ser la profesión de la fe de sus padres, quisiera 
preguntarle: ¿estará pervirtiendo con sus obras la profesión de fe que 
hace con su boca? 
Pablo enseña que el juicio de Dios será por la ley para 
quienes han recibido la ley de Dios (12-15). Y concuerda con 
profetas como Amós, que enseñó que mayores privilegios y ventajas 
espirituales significan mayor responsabilidad espiritual delante de 
Dios (Amós 5:21-27). Como judíos, ellos estaban muy orgullosos del 
milagro de que les hubiera sido dada la ley de Dios. Pablo señala 
enfáticamente que, para quienes han recibido la ley de Dios, el juicio 
de Dios será por la ley de Dios. 
Después, agrega la observación de que el juicio de Dios será 
por medio de Jesucristo. Esto concuerda con las afirmaciones de 
Cristo en el sentido de que el Padre le ha confiado la responsabilidad 
de todo juicio a su Hijo (Juan 5:22). Aunque algunos tratan de 
desacreditar a Pablo diciendo que contradice las enseñanzas de Jesús, 
lo cierto es que Pablo, vez tras vez, hace afirmaciones paralelas a las 
de Cristo y las confirma. Hay momentos en que complementa las 
enseñanzas de su Señor, en la medida que le es dada revelación, 
como en su enseñanza sobre el matrimonio y lo que llamamos el 
arrebatamiento de la iglesia, que será parte del retorno de Jesús (1 
Corintios 7; 1 Tesalonicenses 4:13-18).
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
26 
Pero, cuando habla de un tema sobre el cual ha enseñado 
Jesús, siempre sigue la misma línea que el Señor. Un buen ejemplo 
de esto es el capítulo que dedica a los corintios en respuesta a sus 
preguntas sobre el matrimonio (1 Corintios 7). 
Después, escribe sobre el judío exterior y el judío interior. 
Dado que la circuncisión era la forma en que un hombre profesaba 
externamente la realidad interior de que era judío, Pablo trata el 
problema de que muchos judíos habían cumplido el rito de la 
circuncisión sin que existiera la realidad interior que se profesaba 
externamente por medio de esa circuncisión. A ellos les prescribe lo 
que llama “un corazón circuncidado”. 
La circuncisión era, en realidad, una profesión de 
santificación, de ser apartado para Dios y para vivir una vida santa. 
Cuando Pablo exhortó a estos judíos a circuncidar sus corazones, los 
exhortó a apartarse para Dios y para vivir una vida santa en sus 
corazones, donde residen la voluntad, las decisiones y los motivos 
que dan origen a sus decisiones. 
Pablo pone fin a esta dimensión de su enseñanza sobre el 
juicio concentrándose en lo que significa validar su profesión de que 
son judíos con obras auténticas que demuestren delante de Dios y los 
hombres lo que verdaderamente significa ser judíos. 
En este contexto, Pablo expresa un principio que debe de 
haber aprendido del Cristo resucitado; sin duda no lo aprendió como 
fariseo de fariseos. También expresa este principio en su segunda 
carta a los corintios, en la que lo llama “el espíritu de la ley”, en 
contraste con “la letra de la ley” (2 Corintios 3:6). Podríamos decir 
que, en este capítulo, Pablo describe el espíritu de lo que significa ser 
un auténtico judío. 
Hay aquí una aplicación personal específica para los 
creyentes de Roma que no eran judíos, y para usted y para mí. El 
bautismo es la expresión exterior de la realidad interior de que 
creemos en el evangelio y nos identificamos con Cristo en su muerte 
y su resurrección. El bautismo, como fue prescripto por Jesús en su 
Gran Comisión, es el anuncio público de una decisión privada. 
Cuando un hombre y una mujer deciden, en privado, casarse, 
su boda es un anuncio público de la decisión que ya han tomado en 
privado. Cuando confiamos en Jesucristo como nuestro Salvador y 
decidimos entregar nuestro corazón a Él para que sea nuestro Señor, 
es una decisión privada. Nuestro bautismo es el anuncio público de 
esa decisión personal y privada. Pero, así como estos judíos 
realizaban el rito de la circuncisión sin vivir la realidad que 
representaba ese símbolo, es posible que nosotros realicemos hoy el 
rito del bautismo sin tener interiormente la realidad que este debe 
representar. 
Pablo hace énfasis en la dura realidad de que el juicio de Dios 
nos hará responsables por la realidad interior, del corazón, de lo que 
profesamos exteriormente. Comienza este tema de ser un auténtico 
judío enseñando que el juicio de Dios revelará los secretos (motivos) 
de los corazones de quienes son juzgados (2:16). Este apóstol les 
escribió a los corintios que solo cuando Dios exponga los motivos
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
27 
secretos que hay detrás de nuestras obras recibiremos alabanza, o no, 
en el juicio (1 Corintios 4:3-5). 
David y Jeremías nos informan y nos desafían con relación a 
los motivos de nuestro corazón. Jeremías declara que nuestro corazón 
es perverso y, sobre todo, engañoso. Y pregunta, a continuación: 
“¿quién [...] conocerá [los motivos secretos del corazón?]”. Después, 
responde su propia pregunta diciéndonos que solo Dios conoce el 
corazón (Jeremías 17:9, 10). 
David demuestra su extraordinario discernimiento y sabiduría 
al pedirle a Dios que le muestre los pensamientos que no deberían 
estar en su mente y los motivos que no deberían estar en su corazón, 
para que pueda confesarlos y abandonarlos, porque quiere andar en el 
camino eterno (Salmos 139:23, 24). 
En este capítulo, Pablo escribe sobre el juicio futuro de Dios 
con el cual nos enfrentaremos cuando los secretos (motivos) de 
nuestro corazón sean revelados. La aplicación personal de esta 
dimensión del juicio por venir es que deberíamos aprender de Pablo, 
Jeremías y David a escudriñar los motivos de nuestro corazón ahora, 
y no esperar hasta que nos sean revelados en el juicio. Después, 
como David, deberíamos confesarlos, arrepentirnos y apartarnos de 
esos pensamientos y motivaciones que no deberían estar en nuestro 
corazón ni en nuestra mente, porque queremos andar en el camino 
eterno. 
Las aplicaciones prácticas y devocionales de este capítulo 
también están relacionadas con el tema de lo que se dice y lo que se 
hace. Cuando consideramos la realidad de que debemos morir y 
luego, ser juzgados, ¿estamos confiando en el hecho de que somos 
miembros de una iglesia o denominación en particular? ¿Estamos 
confiando en nuestra integridad moral o en nuestras obras para 
justificarnos? Hay millones de personas que creen que, si hay un 
juicio, no tendrán problema, porque son buenas personas y nunca le 
hicieron mal a nadie. ¿Es usted una de esas personas? ¿Estamos 
haciendo lo mismo que los judíos a los que Pablo dedicó este 
segundo capítulo? 
Pablo nos ha dicho, en este capítulo, en qué no debemos 
confiar para nuestra salvación. En la continuación de su obra maestra 
teológica, sabremos precisamente en qué debemos confiar para 
nuestra salvación, mientras avanzamos hacia la muerte y el juicio 
inevitables. 
Capítulo 5 
Justificados por fe 
Después de haberse dirigido específicamente a los judíos y 
haberlos desafiado en el segundo capítulo, Pablo comienza el tercer 
capítulo preguntando si hay alguna ventaja en ser judío. Y responde 
su propia pregunta presentando las ventajas de ser judío. La primera 
que presenta es que Dios dio su ley, o su Palabra, a los judíos.
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
28 
Todos los hombres están bajo la ley 
Según Pablo, aunque los judíos no han obedecido la Palabra 
de Dios, su desobediencia simplemente demuestra la verdad 
proclamada por la ley de Dios: que somos pecadores. Él expresa esta 
verdad al escribir: “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (4). 
Como señaló en el segundo capítulo, la conciencia de los gentiles 
muestra que Dios ha plantado su ley aun en los corazones de aquellos 
que no son judíos (2:15). Y continúa declarando que todos los 
hombres, judíos o gentiles, están bajo la ley de Dios. 
Una de las funciones de la ley de Dios es revelar la dura 
realidad de que todos somos pecadores. Santiago usa la elocuente 
metáfora de que la Palabra de Dios es como un espejo en el que 
debemos mirarnos cada día, porque revela nuestras imperfecciones 
(Santiago 1:23, 24). El hecho de que los judíos, a quienes se les había 
dado la Palabra de Dios, no la habían obedecido, de ninguna manera 
invalida la Palabra, sino confirma, simplemente, su propósito, que es 
convencer a todos los hombres de la innegable realidad de que son 
pecadores. 
Pablo declara, a continuación, que todos los hombres están 
bajo lo que él luego llamará la ley del pecado (7:23). Y cita el 
Antiguo Testamento para reafirmar su declaración de que todos 
somos pecadores (Salmos 14:1-3; 53:1-3). Dado que el pecado del 
hombre demuestra y valida la verdad de la Palabra de Dios, Pablo 
reprende a quienes dicen que él enseña que debemos pecar para que 
el bien abunde, es decir, que validamos la Palabra de Dios cuando 
pecamos. Naturalmente, él niega enfáticamente esa acusación. 
Según Pablo, el propósito de la ley nunca fue salvarnos. El 
propósito de la ley de Dios fue y es revelar el pecado y mostrarnos 
que necesitamos la salvación, que necesitamos un Salvador. Ninguno 
de nosotros puede vivir a la altura de las normas perfectas 
establecidas por Dios. En ese sentido, no quebrantamos la ley de 
Dios, sino la ley de Dios nos quebranta a nosotros. 
A un capellán de una cárcel muy grande se le permitió 
hablarles a los delincuentes convictos que estaban por entrar a esa 
cárcel. Cerca de las puertas de la cárcel había dos enormes muros de 
piedra con los Diez Mandamientos y algunas de las leyes del estado 
que esos prisioneros habían quebrantado. Antes de hablarles a los 
prisioneros, el capellán se acercó a uno de ellos, que había leído 
algunas de las leyes del estado y estaba leyendo con gran atención los 
Diez Mandamientos. El capellán le preguntó al prisionero: “¿Cuál de 
estos mandamientos quebraste, hijo mío?”. Y el prisionero respondió: 
“Yo no quebré estos mandamientos, señor. ¡Ellos me quebraron a 
mí!”. 
En este tercer capítulo, Pablo escribe que nunca estaremos 
justificados a los ojos de Dios por no hacer el mal, o por las buenas 
obras que hacemos al obedecer la ley de Dios. Dios no nos dio la ley 
con ese propósito. Dios nos dio la ley para revelar el pecado. Según 
Pablo, el propósito de la ley de Dios es que “toda boca se cierre y 
todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (19). ¿Le ha cerrado ya
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
29 
la boca la Palabra de Dios a usted, o aún está hablando, confiando en 
su propia justicia y poniendo excusas para sus fallas morales y 
espirituales? 
Todos los inspirados pensamientos que Pablo ha escrito en 
esta profunda obra maestra teológica hasta ahora son como un 
maravilloso engarce para esta joya, que es uno de los pasajes más 
importantes de todos los escritos de Pablo: “Pero ahora, aparte de la 
ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por 
los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para 
todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos 
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados 
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo 
Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su 
sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, 
en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en 
este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al 
que es de la fe de Jesús” (3:21-26). 
En este pasaje, que es el corazón y el alma de esta declaración 
teológica de Pablo sobre la justificación, el apóstol nos da la Buena 
Noticia antes de darnos la mala noticia. La Buena Noticia que 
proclama esta carta es que hay una justicia que ha sido revelada por 
Dios, que no consiste simplemente en obedecer su ley. Esta justicia 
es adquirida por la fe en Jesucristo y no depende de las obras de 
justicia de parte del hombre. Puede ser recibida por todos los que 
confían en la obra de Jesucristo sobre la cruz para su salvación. 
Ahora, Pablo repite, para mayor énfasis, la misma verdad que 
declaró en el versículo 17 del capítulo 1, cuando nos dijo que hay una 
justicia que se revela en el evangelio que él está obligado y ansioso 
de predicar en Roma, y del cual no se avergüenza (1:16, 17). 
Recuerde que, en esos versículos, él escribió que esta justicia se 
adquiere solo por fe y no por obras de la persona que confía en que 
Dios la declare justa. 
Todos los hombres están bajo pecado 
Pablo continúa presentando la mala noticia, cuando concluye: 
“Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están 
destituidos de la gloria de Dios” (3:22, 23). Los idiomas en que la 
Biblia fue escrita originalmente tienen varias palabras que se 
traducen como ‘pecado’. Estas palabras, según el caso, nos remiten a 
una flecha que no da en el blanco, al concepto de pisar fuera de un 
límite, o de romper una regla. 
Cuando Pablo escribe que todos hemos pecado, la palabra que 
usa para decir “pecado” es la que hace referencia a una flecha que no 
llega a alcanzar el blanco. Coherente con lo que ya ha escrito, Pablo 
dice que todos somos pecadores porque no llegamos a la medida de 
las normas que Dios ha establecido para nosotros en su inspirada 
Palabra. 
En la Biblia, la norma marcada por Dios es que todo 
pensamiento, palabra y obra del pueblo de Dios debe dar gloria a 
Dios. Cuando no llegamos a cumplir con esa norma, somos
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
30 
pecadores. Esta es, simplemente, una manera diferente de decir que 
debemos guardar el Gran Mandamiento, que es amar a Dios con toda 
nuestra mente, todas nuestras fuerzas y todo nuestro corazón, todo el 
día, cada día que vivamos (1 Corintios 10:31; Mateo 22:35-40; 
Deuteronomio 6:5). 
Esta es mi metáfora preferida para el concepto de pecado en 
la Biblia. Durante muchas décadas de trabajar como pastor, he 
encontrado dos clases de personas que necesitan escuchar esta 
definición bíblica del pecado. Están quienes se ofenden cuando yo 
predico y enseño que son pecadores. Creen que los pecadores son los 
que roban bancos, cometen adulterio o asesinan a alguien. Dado que 
ellos no han hecho ninguna de estas cosas terribles, se sienten 
conmocionados cuando yo les digo que son pecadores. 
El problema es la definición que ellos tienen de pecado. 
Cuando comprenden la definición que Dios da del pecado —el 
concepto de que somos pecadores porque no llegamos a alcanzar la 
medida de la norma que Dios ha establecido para su pueblo—, 
entonces se dan cuenta de que son pecadores, aunque no hagan esas 
cosas que ellos relacionan con los pecadores. Son pecadores porque 
no llegan a hacer lo que fueron creados para hacer: glorificar a Dios 
en cada pensamiento, palabra y obra de su vida, todo el día, todos los 
días. 
La otra persona que necesita escuchar esta definición es la 
que cree haber experimentado lo que considera que es la 
santificación. Para ella, santificación significa que nunca pecará o 
que nunca volverá a pecar porque ha tenido una experiencia llamada 
“santificación” (1 Juan 1:8-10). El problema de esta persona está en 
su definición de santificación. Como ya he señalado en mi 
comentario sobre el saludo con el que Pablo inicia esta carta, Pablo 
llama “santos” a los corintios, y después desgrana la larga lista de 
pecados que había en esa iglesia. Esto nos enseña que ser 
santificados no significa estar en un estado de perfección sin pecado. 
El otro problema que tiene esta persona es su definición de 
pecado. Debe comprender que pecar es no llegar a la medida que 
Dios y Jesús marcaron cuando enseñaron que debemos ser perfectos 
(Mateo 5:48; Génesis 17:1). Si esta persona dice que ya no peca, o 
que no pecará más, probablemente esté definiendo el pecado como 
robo, adulterio, asesinato o algo peor. Cuando acepte la definición de 
pecado que Pablo presenta en este pasaje, se dará cuenta de que decir 
que no ha pecado es lo mismo que decir que es perfecta. 
Cuando Jesús cumplió la ley de Dios enseñando el espíritu de 
aquellas leyes de Moisés en aquel monte de Galilea, elevó tanto la 
medida de la ley de Dios que ella nos quebranta a cada uno de 
nosotros y nos cierra la boca, excepto para orar con arrepentimiento y 
rogar la misericordia de Dios (Mateo 5:17-48). La buena noticia es 
que, cuando lo hacemos, dice Jesús, podemos regresar a nuestra casa 
justificados, es decir, declarados justos por Dios (Lucas 18:10-14).
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
31 
Todos los hombres pueden ser justificados por fe 
Pablo retorna rápidamente a la buena noticia, que es el énfasis 
y el propósito de esta inspirada declaración de la teología de la 
iglesia del Nuevo Testamento. Cuando estudiamos estos primeros 
cuatro capítulos en detalle, nos damos cuenta de que Pablo está 
presentando un plan de Dios por medio del cual Él puede declarar 
justos, como si nunca hubieran pecado, a los pecadores. 
Dios es el Autor de ese plan. Esto se ve claramente en todo lo 
que Pablo escribe en estos primeros cuatro capítulos. En el capítulo 
8, Pablo declara directamente que “Dios es el que justifica” (8:33). El 
sacrificio de Jesucristo, como Cordero de Dios, es el fundamento de 
este plan (3:25; 4:25). La resurrección de Jesucristo es la garantía de 
que Aquel que murió en esa cruz era el Cordero de Dios que murió 
por los pecados del mundo (4:25). 
La fe es el principio por el cual aplicamos el milagro de la 
justificación a nuestros pecados personales (3:28, 30). La fe es una 
dimensión tan importante de nuestra justificación que Pablo dedica la 
mayor parte del cuarto capítulo de esta carta al ejemplo de Abraham, 
el padre de la fe. Cuando Dios quiere comunicar una gran idea, 
envuelve esa idea en una persona. Dios considera que la fe es un 
concepto muy importante; por lo tanto, dedica doce capítulos del 
Libro de Génesis a contarnos la historia de Abraham, porque él fue 
una definición viva de la fe. 
En el Nuevo Testamento, cuando los inspirados escritores 
quieren hablarnos de la fe, antes de haber escrito dos frases, casi 
siempre escriben el nombre Abraham. Este personaje del Antiguo 
Testamento es mencionado en el Nuevo más que cualquier otro del 
Antiguo Testamento. 
La gracia de Dios es el origen de nuestra declaración como 
justos por parte de Dios (3:24). La gloriosa verdad de que la gracia 
de Dios es el origen de nuestra justificación también se ilustra en la 
vida de Abraham. Cuando leemos que Abraham creyó a Dios y le fue 
contado por justicia, Pablo explica que esta palabra significa que la 
justicia le fue dada, y no ganada ni merecida de ninguna forma por 
Abraham. 
Más tarde, en el quinto capítulo, Pablo usará a Jacob como 
ejemplo de gracia. La gracia es la obra de Dios en nosotros y por 
nosotros, sin intervención o ayuda de nuestra parte. La misericordia 
de Dios es la que no permite que recibamos lo que merecemos, 
mientras que la gracia de Dios derrama abundantemente sobre 
nosotros la salvación y toda clase de bendiciones que no merecemos 
ni jamás podríamos lograr por nuestros propios esfuerzos. Pablo 
escribe aquí que no encontraremos el origen de nuestra salvación en 
ninguna obra ni valor nuestro, sino, simplemente, en la gracia de 
Dios. 
Las obras son la evidencia que confirma la verdadera fe (2:6- 
10). Según Santiago, la fe que nos salva siempre obra (Santiago 2:14- 
26). Alguien ha dicho: “La fe sola puede salvarnos, pero la fe que 
salva nunca está sola”. Somos salvos por una fe que siempre va 
acompañada y es confirmada por las buenas obras. Aunque el
Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 
32 
argumento principal de esta carta es que somos justificados por fe y 
no por obras, observe que el énfasis, en esta y en todas las inspiradas 
cartas de Pablo, está puesto en el importante lugar que ocupan las 
obras en el recorrido de fe de un creyente (2:6-10). 
Según Pablo, los pecadores nunca son salvos por sus buenas 
obras, pero sí son salvos para buenas obras (Efesios 2:8-10). Hay un 
énfasis muy marcado, en todos los escritos de Pablo, en el concepto 
de que no somos salvos, ni podemos mantener nuestra salvación, por 
medio de las buenas obras. Este es también el enfoque principal y el 
tema de esta carta, y de su carta a los gálatas. 
En resumen 
Dios es el Autor de un plan por medio del cual puede declarar 
a los pecadores justos, como si nunca hubieran pecado. La cruz de 
Jesucristo es la base de este plan. La resurrección de Jesucristo es la 
garantía de que Jesús era el Hijo unigénito de Dios, que sufrió y 
murió en la cruz para redimirnos. La gracia de Dios es el origen del 
plan de Dios de sacrificar a su Hijo para nuestra salvación. La fe es el 
principio por el cual aplicamos personalmente este maravilloso plan 
de justificación a nuestros pecados y a nuestra salvación. Las obras 
no nos salvan, pero son la confirmación de la fe auténtica que sí nos 
salva. 
Después de presentar el corazón de este plan en el tercer 
capítulo, Pablo pregunta: “¿Dónde, pues, está la jactancia?”. Aún le 
está hablando a un judío imaginario que está orgulloso del hecho de 
que Dios le haya dado la ley y de que él está cumpliendo esa ley. 
Como orgulloso fariseo que era, Pablo, en otro tiempo, también había 
sido culpable de esta clase de orgullo y autojustificación (Filipenses 
3:4-9). 
Como la de Jesús, gran parte de la enseñanza de Pablo, aquí, 
está dirigida a los líderes religiosos del pueblo judío. Su respuesta a 
su propia pregunta es que, cuando comprendemos el plan de Dios 
para declararnos justos, no hay absolutamente ninguna razón para 
jactarnos. Por eso, el apóstol escribe a los gálatas: “Lejos esté de mí 
gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 
6:14). 
Como ex rabí que es, concluye su tercer capítulo formulando 
y respondiendo preguntas, una vez más: “¿Es Dios solo Dios de los 
judíos? ¿No lo es, también, de los gentiles?”. Y llega a la conclusión 
de que lo que él llama “la ley de la fe” es el plan de Dios para 
justificarnos a usted y a mí, a judíos, a gentiles y a cada persona que 
vive en este mundo. 
Su concepto final es que la justificación por la fe no invalida 
la ley de Dios. La ley de la fe por medio de la cual Dios justifica a 
judíos y gentiles confirma la ley de Dios. Sus últimas afirmaciones 
sobre la ley son un eco de las palabras de su Señor, que nos dijo en 
aquel monte de Galilea que Él no había venido para invalidar a la ley 
ni a los profetas, sino para cumplir la esencia de lo que la ley y los 
profetas nos enseñan (Mateo 5:17).
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  • 1. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 29 EL LIBRO DE ROMANOS VERSÍCULO POR VERSÍCULO (Primera parte) Este es el primero de una serie de cuatro fascículos con notas para quienes han escuchado nuestros programas radiales de estudio de la epístola de Pablo a los romanos versículo por versículo. Si desea enseñar este profundo estudio de Romanos, para una mejor continuidad, le sugiero que se comunique con nosotros para recibir los cuatro fascículos que componen esta serie de estudios. Introducción a Romanos Un antiguo proverbio dice que, si le damos un pescado a un hombre, lo habremos alimentado por un día; pero si le enseñamos a pescar, lo habremos alimentado para toda su vida. Si yo le presento a usted, servido, el mensaje de la carta de Pablo a los romanos, lo habré alimentado por un día; pero si le enseño cómo estudiar esta inspirada carta, el Espíritu Santo puede alimentarlo para toda la vida. Por lo tanto, antes de comenzar un estudio profundo de esta carta, quisiera enseñarle algunos principios sobre cómo estudiar la Biblia en general, y esta carta en particular. Hay muchas formas diferentes de estudiar la Biblia. El enfoque preliminar de un estudio bíblico serio es hacer un estudio panorámico de los sesenta y seis libros que componen la Biblia. Si usted asiste a un seminario o instituto bíblico, su introducción a la Biblia probablemente sea un estudio panorámico del Antiguo y el
  • 2. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 2 Nuevo Testamento. Un estudio formal de la Biblia generalmente comienza con una visión “telescópica” de las Escrituras y continúa con un estudio “microscópico”, es decir, analítico, de cada uno de los libros de la Biblia. El Instituto Bíblico del Aire comienza con un estudio panorámico de toda la Biblia que tiene como fin darle a usted un panorama general y una presentación de toda la Palabra de Dios. Después, ofrecemos estudios del Evangelio de Juan en seis fascículos y de esta carta de Pablo a los romanos en cuatro fascículos, en los que se enseña la Biblia de a un libro por vez, versículo por versículo. Mi primer libro de estudio trata sobre el Evangelio de Juan porque el objetivo del apóstol Juan es que quienes lean su Evangelio crean y lleguen a la salvación (Juan 20:30, 31). Al presentar ese primer estudio por libros, mi oración es que quienes se sumen a ese estudio experimenten la salvación y lleguen a conocer y amar a su Salvador. Al continuar esa serie con un estudio sobre esta carta de Pablo a los creyentes de Roma, mi oración es que quienes han llegado a ser creyentes por medio de su estudio de Juan comprendan mejor su salvación y sepan cómo vivir como salvos. Esa era la carga y la oración del apóstol Pablo cuando escribió esta magnífica carta. En este fascículo, y en los tres que lo siguen, presento algunas notas para quienes escuchan nuestros programas de radio y quienes desean realizar o dirigir un estudio versículo por versículo de la carta del apóstol Pablo a los romanos. La importancia del estudio de las palabras Jeremías nos presenta una forma de estudiar la Biblia que es la opuesta del estudio panorámico, cuando escribe: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (Jeremías 15:16). A un estudio que abarca los sesenta y seis libros de la Biblia podríamos llamarlo “Una vista de la Biblia a vuelo de pájaro”, mientras que la versión de Jeremías del estudio bíblico podría llamarse “Una vista de la Biblia al nivel de un gusano”. Jeremías estudió la Palabra de Dios de una palabra por vez. Nos dice, de hecho, que “comió” la Palabra de Dios de a una palabra por vez, y que su corazón se regocijó al estudiarla de esa forma. La forma en que Jeremías encara la Palabra de Dios puede ser especialmente eficaz cuando estudiamos una carta profunda como Romanos, versículo por versículo. Cuando comemos, hacemos cuatro cosas: mordemos, masticamos, tragamos y luego digerimos lo que hemos tragado. Cuando nos preguntan: “¿Cómo se come un elefante?”, la respuesta tiene que ser: “¡De a un bocado por vez!”. ¿Cómo podemos estudiar un Libro inspirado como la Biblia, que es, en realidad, una biblioteca de sesenta y seis libros? La respuesta debe ser: “De a un ‘bocado’, es decir, de a un libro por vez”. Cuando aplicamos estas cuatro etapas del comer a nuestro estudio de un libro de la Biblia, como la carta de Pablo a los romanos, debemos comprender, primero, que no podemos comer
  • 3. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 3 todo el libro de un bocado. Algunas veces, tomaremos bocados tan pequeños que estudiaremos esta profunda carta de a una palabra por vez. Por ejemplo, en cierto sentido, todo el mensaje de esta carta a los romanos puede resumirse en una palabra: “justificados”. Algunas veces estudiaremos un versículo, un grupo de versículos o un capítulo. Cuando “mastiquemos” este libro, dividiremos un pasaje en trozos más pequeños que puedan ser “tragados”. Eso es lo que haremos al repasar, bosquejar, analizar y luego resumir pasajes de esta inspirada carta del apóstol Pablo. Cuando mordamos y mastiquemos un capítulo, versículo o palabra de esta carta de Pablo, la metáfora de “tragar” la Palabra estará relacionada con la siguiente pregunta y su respuesta: “¿Qué significa?”. Después de morder, masticar y tragar la Palabra de Dios, digerir representa la parte más importante del estudio bíblico: ¡la aplicación! Solo cuando digerimos la comida que hemos ingerido, ella nos da energía y mantiene la vida en nuestro cuerpo. De la misma manera, es cuando digerimos la verdad que encontramos en la Biblia que la Palabra de Dios se convierte en una fuerza espiritual en nuestra vida. Al leer la Biblia, observe que se le otorga un tremendo valor al asunto fundamental de aplicar a nuestras vidas la verdad que encontramos en la inspirada Palabra de Dios. Según Jesús, los profetas, los apóstoles y los demás autores del Nuevo Testamento, solo cuando obedecemos o aplicamos la verdad que encontramos en la Biblia se genera y se mantiene la energía y la vida espiritual en nuestra vida: “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12, NVI). Eso es lo que la Biblia dice de sí misma. La Palabra de Dios es un poder vivo y nos da vida espiritual cuando la obedecemos. La Palabra de Dios no es solamente un tema académico para ser estudiado. Capítulo 1 Un panorama general de la carta de Pablo a los romanos Al acercarnos a las cartas de Pablo, debemos recordar nuevamente que los libros de la Biblia no están colocados en ella en el orden en que fueron escritos. Aunque esta es la primera carta de Pablo que encontramos en el canon bíblico, no fue la primera que él escribió a una de sus iglesias. La carta de Pablo a los romanos fue escrita cuando su ministerio estaba ya muy avanzado: en su tercer viaje misionero, mientras realizaba una breve visita a Corinto, después de tres años de ministrar en Éfeso. Esta carta fue escrita cuando el apóstol Pablo era maduro y experimentado, ya avanzado su
  • 4. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 4 ministerio. Quizá haya sido colocada primera entre las cartas de Pablo porque es su obra maestra. Algunos eruditos están convencidos de que este documento es la mayor obra maestra de todo el Nuevo Testamento. La mayoría de las cartas de Pablo están relacionadas de manera directa y específica con las personas a las que son dirigidas. Tratan, y muchas veces confrontan, problemas locales que existían en las iglesias y ciudades donde sus lectores vivían. Pero el contenido de esta carta es una declaración de la teología de la salvación, profunda, concisa, clara y muy amplia. Esta carta no es un simple folleto evangelístico, sino un tratado teológico profundo que, en realidad, es una detallada declaración de la teología de la iglesia neotestamentaria. Esta carta está bellamente organizada y planeada de manera tan obvia que muchos eruditos creen que estuvo madurando en el corazón del apóstol durante mucho tiempo. Probablemente él haya recibido el corazón de su contenido del Cristo resucitado en el desierto de Arabia (ver Gálatas 1:1 - 2:14). Sin embargo, es posible que haya reflexionado sobre ella durante un tiempo, como aquellos dos años que pasó en prisión en Cesarea, en Palestina, mientras el gobierno romano cambiaba de gobernador (Hechos 24:27). Quizá decidió dirigirla a los romanos a causa de su contenido universal y porque tendría amplia circulación en la capital del mundo romano de su época. Desde el primer capítulo al final, hay un tema, un argumento, en el sentido de un documento escrito con la explicación de un caso desde el punto de vista de un abogado. Toda esta carta se lee como un argumento legal de un abogado que ofrece, lógica y metódicamente, poderosos argumentos que convencerán a un tribunal de que crea las evidencias que presenta. Debemos leer esta carta de una vez y con profunda concentración para seguir el argumento de Pablo de principio a fin. Como he sugerido, esa palabra “justificados” resume y reduce el mensaje de toda esta magnífica carta a su esencia. Jesús nos dijo en su Parábola del Fariseo y el Publicano (Lucas 18) que cualquier hombre que ore diciendo: “Dios, ten misericordia de mí, que soy pecador”, puede regresar a su casa “justificado”. Esta palabra, que Jesús utilizó para referirse al estado de gracia del pecador que ha sido perdonado, puede parafrasearse de este modo: “Justo como si nunca hubiera pecado”. La palabra “justificado” significa que, gracias a Cristo, cuando un pecador confiesa que es pecador y pide la misericordia de Dios, no solo es disculpado o perdonado. A los ojos de Dios, es como si nunca hubiera pecado en lo más mínimo. Además de esta buena noticia, Dios declara que el pecador es justo, es decir, que está en lo que podríamos llamar “un estado de gracia”. Para ilustrar mejor la justificación, imagine que hay dos prisioneros en una cárcel de máxima seguridad. Al mismo tiempo, ambos han sido declarados culpables y sentenciados a pasar el resto
  • 5. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 5 de sus vidas en la prisión. Cuando han cumplido veinte años de su pena, uno de ellos es oficialmente indultado. Es liberado de la cárcel. Es un hombre libre, pero siempre tendrá que cargar con el estigma de su pasado. Siempre será considerado como un hombre que estuvo veinte años en la cárcel. Tal estigma puede llegar a limitar seriamente su vida y el lugar que pueda ocupar en la sociedad. Quizá le resulte difícil ser aceptado socialmente o encontrar trabajo durante el resto de su vida. Al otro criminal convicto le sucede algo totalmente diferente. En su lecho de muerte, un hombre confiesa el crimen por el cual este segundo prisionero fue condenado y ha pasado veinte años de su vida en prisión. Cuando las pruebas demuestran claramente que este hombre era inocente, ¿acaso lo indulta el gobierno que lo había encarcelado? ¿Cómo pueden perdonarlo por algo que no hizo? No; este hombre debe ser exonerado, es decir, declarado justo. En otras palabras, puede insistir en que se lo “justifique”, es decir, que se lo declare “justo como si nunca hubiera cometido ese crimen”. Él no cometió el crimen por el cual pasó veinte largos años sufriendo los horrores de la vida en la cárcel. En su carta a los romanos, Pablo nos dice algo similar, pero con una gran diferencia. ¡Pablo nos dice que Dios puede declarar justificado a un hombre que es verdaderamente culpable! Nuestro sistema legal no puede hacer eso. Únicamente Dios puede hacerlo, y solo puede hacerlo por lo que Jesucristo hizo por nosotros cuando murió en la cruz. Esta carta de Pablo a los romanos nos dice cómo Dios puede declarar a una persona inocente y justa como si nunca hubiera cometido ningún pecado, ¡aunque, en realidad, lo hizo! En su parábola, Jesús nos cuenta la buena noticia de que el milagro de la justificación puede ser experimentado por cualquier persona que haga una “oración de entrega”. (Cuando un pecador habla con Dios y confiesa que es un pecador que necesita salvación, coloca toda su fe en la obra completa de Jesucristo en la cruz y cree que el Hijo único de Dios resucitó de los muertos para el perdón completo de sus pecados, llamamos a esto “oración de entrega”). En la carta de Pablo a los romanos, el apóstol nos dice cómo Dios hace esto. ¿Cómo puede un Dios justo y santo tomar a pecadores como usted y yo y declararnos justos? La carta de Pablo a los creyentes de Roma es la respuesta más inspirada, más profunda, lógica, sistemática y completa a esta pregunta que nos plantea la Biblia. El mensaje de esta obra maestra de Pablo es un completo tratado teológico que nos dice de forma precisa cómo y qué tuvo que hacer Dios para declarar justos a pecadores culpables, y qué debemos hacer para aplicar esa declaración a nuestros pecados. El rey David es una gran ilustración de lo que significa ser justificado. Segunda de Samuel, un libro histórico del Antiguo Testamento, dedica más de diez capítulos a contarnos todos los sórdidos detalles del pecado de David (2 Samuel 11 - 18). Pero al leer las Crónicas del Antiguo Testamento, cuando el mismo período histórico es reflejado desde el punto de vista de Dios, ¡ni siquiera se menciona el pecado de David!
  • 6. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 6 El Salmo 51 registra la hermosa confesión del horrible pecado de David. El Salmo 32 detalla las bendiciones que David recibió porque confesó su pecado. Cuando Dios miró el pecado confesado de David, sin negar la horrible realidad de ese pecado, y cuando comparamos los libros de historia de Samuel con las Crónicas y los Salmos, nos damos cuenta de que, desde el punto de vista de Dios, ¡el pecado de David nunca sucedió! Esa es una hermosa ilustración del Antiguo Testamento sobre la justificación a la que Pablo dedica toda esta carta a los romanos. El Libro de Romanos y las Escrituras del Antiguo Testamento que ilustran el mensaje de este libro podrían comprenderse mejor si pensáramos en nuestra vida como la cinta de un casete. Imagine que toda su vida está grabada en un casete. Cuando usted peca, su pecado se graba en la cinta. Cuando Dios encuentra pecado en esa cinta, debido a la fe que usted puso en lo que Jesús hizo por usted en la cruz, Él corta el pecado de la cinta. Lo corta cuando comienza y hasta donde termina, y luego lo arroja a la basura y vuelve a unir la cinta. Cuando Dios proyecte la cinta de su vida, en el día del juicio, si usted ha confiado en Jesucristo para su salvación y se ha convertido en un seguidor de Jesucristo, ¡no habrá pecado en esa cinta! Usted no será meramente disculpado o indultado. No habrá pecado. En lo que a Dios respecta, su pecado nunca sucedió. Eso es lo que significa ser justificado. Masticar la Epístola de Pablo a los Romanos Al comenzar nuestro estudio de esta magnífica carta de Pablo, lo primero que debemos hacer es dividir los dieciséis capítulos de la carta en cuatro partes. ¾ En los primeros cuatro capítulos, Pablo relaciona la justificación con el pecador. ¾ En los siguientes cuatro capítulos (5 - 8), relaciona la justificación con la persona que ha sido justificada. ¿Cómo vive una persona que ha sido declarada justa por Dios después de haber sido justificada? Obviamente, vive una vida justa. ¿Cómo halla la dinámica espiritual para vivir una vida justa? Ese es el tema del segundo grupo de cuatro capítulos de esta carta. ¾ La tercera división de esta carta (9 - 11) es donde Pablo relaciona la justificación con el pueblo de Israel. Aquí están tres de los capítulos más profundos de toda la Biblia sobre el tema de la profecía bíblica. Pablo usa a Israel en estos capítulos como supremo ejemplo bíblico de lo que él llama “elección”, es decir, el hecho de que Dios elige a las personas para que sean salvas. Es en esta tercera sección de esta carta que estudiamos esa difícil enseñanza de la Biblia que también se llama “predestinación”. Una paradoja, en nuestro estudio de la Biblia, es algo que parece una contradicción, pero, tras un estudio cuidadoso y discernimiento espiritual, vemos que no existe tal contradicción. Hay momentos en
  • 7. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 7 que los límites de nuestra humanidad nos obligan a aceptar la realidad de que en esta vida, al menos, nunca resolveremos estas aparentes contradicciones que encontramos en la Biblia. Debemos comprender que los caminos y los pensamientos de Dios son tan diferentes de los nuestros como los cielos están elevados por encima de la tierra (Isaías 55:8, 9). La contradicción se resuelve, algunas veces, cuando comprendemos que no se trata de una situación exclusiva (“esto o aquello”) sino de una inclusiva (“esto y aquello”). En una de las enseñanzas paradójicas más grandes de la Palabra de Dios, en estos tres capítulos, Pablo también usa a Israel como supremo ejemplo bíblico de algo muy importante para Dios: el libre albedrío de los seres humanos. Nuestro Creador nos ha dotado de la libertad y la responsabilidad de tomar decisiones. Los judíos tomaron decisiones incorrectas cuando rechazaron al Mesías y eligieron no ser elegidos por Dios para la salvación y como vehículo de salvación para este mundo. Por lo tanto, Pablo usa a Israel en estos tres capítulos como ejemplo bíblico sobresaliente de la libertad y la responsabilidad que Dios nos ha dado de tomar decisiones, correctas o incorrectas. ¾ Los últimos cuatro capítulos de esta carta son extremadamente prácticos. En todas las cartas de Pablo encontramos una división claramente definida entre la enseñanza y la aplicación. Una de sus cartas casi se divide de manera exacta, con aproximadamente tres capítulos de enseñanza y tres capítulos de aplicación. En esta carta, aproximadamente las tres cuartas partes de los capítulos son de enseñanza (1 - 11), y una cuarta parte se dedica a la aplicación (12 - 16). Esta carta es la obra maestra teológica del gran apóstol, y estos cuatro capítulos de aplicación son intensamente prácticos. Pablo demuestra, explica y aplica cómo las personas justificadas deben aplicar el evangelio de la justificación a sí mismas, a su compromiso con Dios, a la voluntad de Él para sus vidas, a su gobierno, unas a otras, y a un mundo perdido que necesita escuchar la buena noticia que Jesús proclama. Es cuando Pablo hace sus aplicaciones prácticas en esta carta, que trata y confronta los problemas locales que vivían los discípulos de Jesús en Roma. Cuando él escribió esta carta, nunca había estado en Roma. Pero hay un dicho que dice que “todos los caminos conducen a Roma”. En sus muchos viajes, Pablo conoció a muchos creyentes que viajaban a Roma y se convirtieron en parte de las muchas iglesias en las casas que había en Roma. También conoció a muchos creyentes que habían sido parte de esas comunidades espirituales. Por esto, Pablo estaba bien informado sobre los problemas que trata en los capítulos de aplicaciones de su carta. La importancia del Libro de Romanos Antes de comenzar nuestro estudio versículo por versículo de esta inspirada carta, debo dar algunos ejemplos de la influencia que este documento tuvo sobre las vidas de diferentes personas a lo largo
  • 8. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 8 de la historia de la iglesia. Ningún otro libro del Nuevo Testamento tuvo tal impacto en la historia de la iglesia como esta carta que Pablo escribió a los discípulos que estaban en Roma. Una de las personas más extraordinarias que se pueden encontrar en los libros de historia de la iglesia es un hombre llamado Agustín. Fue un gran líder de la iglesia en el norte de África. Agustín se convirtió de una terrible vida de pecado leyendo un versículo del Libro de Romanos. Como resultado de las oraciones de su devota madre, escuchó la voz de un niño que le decía que se levantara y leyera ese versículo. Cuando hizo lo que se le había indicado hacer, ¡se convirtió milagrosamente! La historia de la iglesia recibió la tremenda influencia de la conversión de Agustín después de leer un versículo de esta inspirada carta de Pablo. Un hombre llamado Martín Lutero, monje católico, que vivió en el siglo XVI, sufría una agonía en su alma a causa de su salvación personal y su relación con Dios. Una mañana, mientras hacía sus devociones, experimentó una intervención divina. Estaba preparándose para enseñar las Escrituras en la Universidad de Wittenberg, en Alemania, una mañana, cuando el versículo 17 del primer capítulo de esta carta pareció saltar de la página hacia él. “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Como Agustín, Lutero se convirtió gloriosamente y toda Europa sintió el impacto de lo que llamamos la Reforma, que fue resultado de su conversión. Ese versículo de esta carta no solo transformó la vida y la fe de aquel sacerdote católico, sino todo el continente europeo. Dos siglos después, un hombre llamado John Wesley explica que su corazón sintió una extraña tibieza en un lugar de Inglaterra llamado Aldersgate. Como Agustín y Lutero, Wesley se convirtió. Mientras una persona leía la introducción al comentario de Lutero sobre esta carta de Pablo a los romanos, ¡Dios, milagrosamente, convirtió a Juan Wesley! Lo que los que escriben la historia de la iglesia consideran “el Gran Avivamiento” cambió el curso de la historia de Inglaterra. Quienes escriben historia, tanto secular como de la iglesia, creen que la conversión de Wesley y el impacto que tuvo el Gran Avivamiento impidieron que Inglaterra sufriera una revolución como la sangrienta Revolución Francesa que fue parte tan triste de la historia de Francia. La historia del norte de África sintió un impacto tremendo porque Agustín leyó un versículo de esta carta. La historia del continente europeo cobró forma nueva cuando Martín Lutero leyó un versículo de esta inspirada carta. La historia de Inglaterra cambió cuando Dios cambió la vida de John Wesley mientras alguien leía la introducción a un comentario de esta carta de Pablo a los romanos. Todas las denominaciones protestantes existen, en la actualidad, como resultado de la influencia de esta carta que estamos a punto de estudiar versículo por versículo. Si usted tiene en cuenta los incontables miles de personas que han sido cambiadas por la dinámica influencia de este libro, debe
  • 9. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 9 comenzar su estudio orando para que Dios cambie su vida a medida que usted lee y estudia la carta de Pablo a los romanos. Pida al Espíritu Santo que le dé una “extraña tibieza” a su corazón mientras estudie este libro conmigo. Un obrero de la Palabra de Dios Muchas personas creen que esta carta de Pablo es la más difícil de este gran apóstol. El apóstol Pablo dijo: “a todos me he hecho de todo” [1 Corintios 9:22]. En los primeros versículos de esta carta, escribe que se vio obligado a presentar el evangelio a los sabios y a los no sabios (1:14). Pablo explica a los corintios que el Espíritu Santo revela verdad espiritual a las personas espirituales, sin importar su nivel de educación. Sin embargo, en ese contexto, explica que él también habla sabiduría entre quienes son maduros (1 Corintios 2:6). Eso es lo que hace Pablo al escribir esta carta. Si usted quiere comprender lo que Pablo ha escrito en ella, debe aprender a estudiar. Para comprender lo que quiero decir, reflexione sobre estas palabras que Pablo escribió a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). Este versículo suena casi como si Pablo, como Jeremías, le estuviera diciendo a Timoteo que comiera la Palabra de Dios: debe poder usar bien la Palabra bien para ser un obrero de ella. La palabra clave en este pasaje es “procura”. En mi primera clase de estudio del idioma griego, el profesor tenía una placa fijada en la pared sobre su escritorio con estas palabras grabadas. Comenzó su primera clase sobre el idioma griego señalándonos esa placa y explicando que la palabra “procurar” significa ‘afanarse, hacer un verdadero esfuerzo’. Me sorprende que haya personas que piensen que deben esforzarse para aprender álgebra, geometría, química, biología u otra ciencia, pero esperan abrir la Biblia y comprender una carta como esta de Pablo a los romanos sin estudiar. Es casi como si creyeran que pueden aprender la Biblia con solo ponerla bajo su almohada a la noche, y que de alguna manera, su cabeza absorberá la Palabra de Dios mientras duermen. Parece que no se dieran cuenta de que Dios no nos revela su Palabra por medio de alguna clase de magia espiritual. Para que la Palabra de Dios bendiga nuestros corazones y se convierta en un poder en nuestra vida, simplemente, debemos estudiarla. Esto se aplica especialmente al estudio profundo de Romanos que vamos a comenzar. Por lo tanto, pídale al Espíritu Santo que le revele el mensaje de esta profunda e inspirada epístola de Pablo, y también, esfuércese en el estudio de este libro que comenzaremos juntos. Dedíquele, al menos, tanta energía mental a este estudio como la que dedicaría a alguna materia de la Universidad o algo que estudia para ganarse la vida. Si usted estudia con diligencia estas palabras que Pablo ha escrito a los creyentes de
  • 10. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 10 Roma, comprenderá por qué algunos han dicho que es uno de los libros más importantes de la Biblia. Capítulo 2 Le presento al apóstol Pablo (1:1-16) “Pablo, siervo [esclavo] de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre; entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo; a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1:1-7). Pablo les dice a los creyentes de Roma quién es él La primera palabra de esta carta es “Pablo”. En el primer siglo, las cartas se escribían en rollos. En esa época, cuando se escribía una carta, había que escribir primero el nombre del autor, para que quienes la recibieran no tuvieran que desenrollarla toda hasta el final para ver quién la había escrito. En su saludo, Pablo quiere decirles a estas personas algo sobre quién es él, qué es y en qué punto de su viaje de fe se encuentra. También les dice por qué es quien es, por qué es lo que es, y por qué está donde está. Pero, fundamentalmente, escribe para contarles Quién y qué es el Cristo resucitado y vivo, dónde está, y por qué; y después, les dice algo sobre quiénes y qué son ellos en Cristo, dónde están ellos en Cristo, y por qué. Al leer este saludo, si buscamos la aplicación personal y devocional, descubriremos mucha verdad sobre quién, qué, y por qué somos en Cristo. Toda esa profunda verdad se encuentra en los primeros siete versículos de esta carta, cuando Pablo saluda a los seguidores de Cristo en Roma. Para concentrarnos en la identidad espiritual personal de Pablo, de los creyentes romanos, y nuestra propia identidad, piense conmigo mientras estudiamos estos versículos más en detalle. “Pablo, siervo de Jesucristo”. La palabra que Pablo usa para decir “siervo” es, en griego, doulos, que simplemente, significa ‘esclavo’. Cuando Pablo escribió esta carta, más de la mitad de las personas que vivían en la ciudad de Roma eran esclavos. Muchos de los creyentes de Roma y de las otras ciudades donde Pablo estableció iglesias en el Nuevo Testamento eran esclavos. En la mayoría de nuestras culturas actuales, no tenemos esclavos, y ni siquiera nos damos cuenta de cómo era, realmente, la vida de un esclavo. Cuando Pablo escribió esta carta a los creyentes
  • 11. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 11 de la capital del Imperio Romano, todos los que vivían allí sabían lo que era un esclavo. Un esclavo era una cosa que era posesión de otro ser humano. El esclavo no tenía derechos. Lo que un esclavo pensaba, deseaba u opinaba no tenía ninguna importancia. Un esclavo tenía los mismos derechos que un animal. Si usted tiene un caballo, su caballo no tiene derechos. Usted no tiene en cuenta lo que ese caballo quiera hacer o no en un determinado momento. Cuando uno tiene un caballo, ese animal existe para su servicio. Cuando Pablo se presenta a los romanos y a nosotros diciendo: “Soy un siervo de Jesucristo”, eso es, precisamente, lo que significa la palabra “siervo”. Pablo escribió a los corintios que, aunque había nacido libre, había escogido deliberadamente convertirse en esclavo de cada ser humano que conociera. Así, iba a servir a esa persona como si fuera su esclavo, para que ella tuviera la oportunidad de creer el evangelio de Jesucristo y experimentar la salvación (Romanos 1:14; 1 Corintios 9:19). Pablo, realmente, había nacido libre. No era esclavo. Era un ciudadano romano, lo cual era extraordinario para un judío que vivía bajo el gobierno romano. Había nacido libre y podía haber estado muy orgulloso de ello; pero les dice a los creyentes de Roma y Corinto, y nos dice a usted y a mí, que deliberadamente había elegido hacerse esclavo, no solo de Jesucristo, sino de todos aquellos cuyas vidas se cruzaran con la suya. También nos dice que es un apóstol. Literalmente, escribió que era “llamado a ser apóstol”. Cuando los apóstoles nombraron a un reemplazante para Judas, que había traicionado a Jesús, designaron a Matías (Hechos 1:16-26). Para mí, es obvio que el reemplazante que el Señor colocó en lugar de Judas fue el apóstol Pablo. El reemplazante designado por los apóstoles (Matías) no aparece nunca más en el Nuevo Testamento, pero Pablo escribió la mitad del Nuevo Testamento y llevó el evangelio a todo el mundo de su época. La palabra “llamado” es muy importante para Pablo. Él utilizó esta palabra para referirse a la experiencia de la salvación. Pablo les escribió a los corintios que, cuando somos salvos, somos llamados a tener comunión con Jesucristo (1 Corintios 1:9). Además, en su carta a los corintios, hizo otras referencias que nos demuestran que consideraba la experiencia de salvación como sinónima con el llamado de una persona (1 Corintios 1:24-31). ¿Para qué Pablo es llamado a ser un apóstol? Él escribe: “para la obediencia a la fe” y “por amor de su nombre”. En el versículo 5, dice: “por quien [Cristo] recibimos la gracia y el apostolado para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre”. La expresión que usó Pablo, literalmente, fue “para una fe obediente”. En la actualidad, tenemos una idea muy superficial de lo que es la fe. Si investigamos la palabra griega que los autores del Nuevo Testamento usan cuando hablan de “creer”, como lo hemos hecho
  • 12. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 12 con la palabra “justificado”, descubriremos que creer significa tomar el compromiso de seguir y obedecer. En los primeros días de la Segunda Guerra Mundial, cuando los japoneses invadieron las islas de Filipinas, el director de una escuela cristiana estaba dirigiendo el culto en la capilla cuando unos soldados japoneses entraron en la escuela. Un oficial del ejército japonés ordenó al director que arrancara la bandera filipina y la bandera cristiana, las escupiera y las pisara. El humilde director estaba tan asustado que ni siquiera podía hablar, pero sacudió su cabeza de lado a lado y se negó a hacer lo que le ordenaban. El oficial japonés le puso una pistola en el estómago y le ordenó nuevamente que lo hiciera, a los gritos. Cuando el aterrado cristiano filipino se negó nuevamente, el militar le disparó en el estómago. Milagrosamente, el director sobrevivió y, después de la guerra, cuando fue liberado del campo de concentración, un reportero le preguntó: “¿Qué pensamiento le cruzó la mente para que decidiera aceptar que le dispararan antes que deshonrar esas banderas?”. El hombre respondió: “Se me ocurrió que llega un momento en la vida de toda persona en que debe demostrar con sus acciones lo que cree. Ese fue el momento para mí”. Según el Nuevo Testamento, no hay solo un momento en nuestra vida en que debemos demostrar lo que creemos. Para ser coherentes con el significado esencial de la palabra que se utiliza en el Nuevo Testamento para referirse a la fe, siempre debemos demostrar con nuestras acciones lo que creemos. Eso es, literalmente, lo que significa la palabra griega que se traduce como ‘creer’. Imagine que usted es un inválido, y que su casa se incendia. Cuando el bombero llega a rescatarlo, la única forma en que usted podría contribuir para ser salvado sería apoyar todo su peso sobre el que lo está sacando de esa casa en llamas. La palabra griega que se traduce como ‘creer’ tiene esa connotación. Cuando leemos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16), la palabra griega que se traduce como ‘cree’ significa apoyar todo nuestro peso en Él, como alguien que está indefenso y debe ser sacado de una casa en llamas. El apóstol Juan no pensaba en un asentimiento intelectual cuando usó la palabra “cree”. Tengo una placa en la pared de mi estudio que dice: “Lo que realmente creemos, eso es lo que hacemos. Todo lo demás es palabrería religiosa”. Cuando el Verbo se hizo carne para que pudiéramos ver la verdad de Dios en carne humana, Jesús también nos estaba demostrando que la Palabra de Dios debe hacerse carne en su vida y en la mía. Una gran persona señaló que, cuando la Palabra de Dios habita en nuestra carne hoy, lamentablemente, con frecuencia se convierte en meras palabras. Jesús preguntó: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Hay muy poca fe real hoy, porque no
  • 13. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 13 nos damos cuenta de que la palabra fe significa, literalmente: ‘un compromiso de confiar totalmente, que se expresa en obediencia’. ¿Por qué es Pablo quien es, y lo que es? Su motivación para todo esto se encuentra en estas palabras: “por amor de su nombre”. El nombre de Dios representa la esencia de quién y qué es Dios. Cuando hacemos algo por amor al nombre de Dios, significa que estamos haciéndolo según todo lo que Dios es y lo que Él desea. También lo hacemos como expresión de agradecida adoración por todo lo que Dios es, lo que ha hecho y está haciendo en nuestras vidas y en nuestro mundo por medio de nosotros a medida que andamos con Él. ¿Dónde es llamado a ser apóstol Pablo? Su respuesta es: ¡“en todas las naciones”! En esta carta veremos el corazón misionero del más grande misionero que haya conocido jamás la iglesia de Jesucristo. Esto se verá con especial claridad en el capítulo 15, cuando Pablo les dice a estos creyentes de Roma que desea anhelosamente que lo apoyen cuando él llegue a España con el evangelio de Jesucristo. En este saludo, Pablo también nos dice quién y qué es Cristo, por qué, y dónde está. En siete breves versículos, Pablo menciona a Jesús siete veces. ¿Quién es Jesús? Antes que nada, es el que fue prometido por medio de los profetas en las Sagradas Escrituras. Pablo quiere que los romanos —y usted y yo— sepan que lo que él está a punto de presentar con tanta profundidad gracias a la inspiración del Espíritu Santo no es algo nuevo. La buena noticia que se expresa en esa palabra, “justificado”, no es algo que haya sido creado por su extraordinaria mente. Él podría haberles escrito a los romanos, como lo hizo con los gálatas, que recibió gran parte de la verdad que va a presentarles del Cristo resucitado en el desierto de Arabia (Gálatas 1:1 - 2:13). Dado que habla primero a los judíos, y teniendo en cuenta la mente romana gentil, escribe que este evangelio de salvación es algo que había sido perfilado proféticamente en el Antiguo Testamento durante miles de años. Pablo se dirige a sus lectores judíos presentando esta perspectiva del Antiguo Testamento, y desea que sus lectores gentiles sepan que esto es algo que Dios había planeado hacer desde siempre. Si usted estudia las Escrituras del Antiguo Testamento, descubrirá que todas hablan de Jesucristo. Si estudió el Evangelio de Lucas conmigo, recordará que, en el último capítulo de ese Evangelio, se nos dice que Jesús les abrió las Escrituras a los apóstoles, cuando les dijo algo acerca de ellas. Jesús les dijo a sus apóstoles que Moisés, los que escribieron los Salmos y los profetas, todos, habían escrito sobre Él. Cuando Jesús les explicó esto a los apóstoles acerca del Antiguo Testamento, leemos que “les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (Lucas 24:25-27, 44, 45). Los apóstoles comprendieron las Escrituras por primera vez en sus vidas cuando comprendieron lo que Pablo les dice a los creyentes romanos en este saludo: el Antiguo Testamento es, en realidad, el fundamento
  • 14. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 14 y el entorno histórico en el cual se puede comprender y probar el evangelio. Pablo va a explicar este evangelio de una manera extraordinaria, profunda, y al mismo tiempo, muy sencilla, en esta obra maestra entre todas sus epístolas. Pero, antes de hacerlo, señala que el evangelio está arraigado en el Antiguo Testamento. Pablo escribe también que Jesús “era del linaje de David según la carne, [que] fue declarado Hijo de Dios con poder” (3). En estas palabras, Pablo está declarando que Jesús era un ser humano. Cuando nos dice que Jesús fue declarado Hijo de Dios con poder, se refiere a la resurrección de Jesucristo, y declara que Jesucristo era más que un ser humano. Pablo les dice, después, a los romanos —y a usted y a mí— quiénes somos, cuando escribe: “a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos” (7). Este gran apóstol se ha descrito a sí mismo como uno que es llamado a ser apóstol. Hemos visto que esta palabra, “llamado” es un concepto muy importante para Pablo. Ahora, él les informa a todos los que les escribe que todo creyente es llamado. Nosotros somos llamados a ser “santos”. Esta palabra es una de las formas favoritas de Pablo para referirse a los seguidores de Cristo. La palabra es, simplemente, una forma abreviada de decir que una persona es santificada. Hay una definición tradicional y una definición bíblica de lo que es un santo. La definición tradicional es que, cuando un extraordinario siervo del Señor ha cumplido ciertos criterios, es canonizado o declarado santo. Pero esa no es la definición bíblica de esta palabra. Según el Nuevo Testamento, todo creyente es un santo porque está santificado, es decir, apartado para Cristo y apartado del mundo. El énfasis de la Biblia no es que los creyentes son apartados del pecado, aunque son apartados para seguir a Cristo con el fin de que también se aparten del pecado. El énfasis principal es que quienes son santos, o santificados, están apartados para Cristo. Cuando el énfasis está puesto fundamentalmente en la separación del creyente del pecado, esa enseñanza de la santificación suele llevar a un grave legalismo, o reglas sobre lo que un creyente puede o no puede hacer cuando está santificado. Cuando la santificación llega de afuera hacia adentro, en lugar de adentro hacia fuera, la llamamos “legalismo”. La auténtica santificación brota de la gloriosa realidad de que un creyente es apartado para el Cristo resucitado y vivo que vive en él y al cual ofende el pecado, es decir, las cosas contrarias a su voluntad que el creyente hace. La santificación bíblica es lo que ocurre cuando los verdaderos seguidores de Cristo se apartan del pecado porque están apartados para Cristo. La santificación auténtica, bíblica, está basada en nuestra relación personal con Cristo, más que en reglas creadas por los hombres que gobiernen nuestra separación del pecado. Esta palabra, “santificado”, no implica que las personas santificadas no pecan. Pablo se refiere a los creyentes corintios como santificados y, a continuación, trata una larga lista de pecados que existían en la iglesia corintia. Eso nos demuestra que las personas
  • 15. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 15 santificadas no son sin pecado; son personas apartadas para Cristo y para seguir a Cristo. Cuando estén totalmente apartadas para Cristo, estarán totalmente apartadas del pecado. Esa es el obvio objetivo de esta enseñanza del Nuevo Testamento. Pero, mientras estemos en estos cuerpos humanos, libraremos la batalla por vivir vidas apartadas para Cristo y del pecado (7:14-8:2). Pablo continúa, entonces, su saludo, con una bendición que se encuentra, en alguna forma, en todas las cartas que escribe: “Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1:7). El saludo continúa hasta el versículo 16, donde Pablo informa a estos santos de Roma que ha escuchado hablar de su fe en todo el mundo. Como ya he señalado, aunque nunca había estado en Roma, Pablo había conocido personas provenientes de Roma en ciudades de todo el Imperio Romano. En el versículo 9, escribe: “Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu [con todo el corazón] en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones”. Hoy en día, es común que un creyente le diga a otro: “Oraré por ti todos los días”, pero ¿será lo suficientemente fiel como para recordar que debe orar por su hermano? Cuando Pablo escribe estas palabras, no está haciendo una promesa a la ligera, superficial. Observe que él escribe: “Testigo me es Dios [Dios sabe] de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones”. Al leer las inspiradas cartas de Pablo, marque todos los lugares en que él se compromete sinceramente a orar por un creyente o un grupo de creyentes. Entonces verá que Pablo tenía una larga lista de oración, y sin duda pasaba muchas horas orando. Si comprendiéramos el poder de la oración, nosotros también tendríamos una larga lista de oración y pasaríamos muchas horas, día y noche, orando y recibiendo respuestas a la oración como las que recibía con frecuencia este amado apóstol. Pablo escribe que ha orado fielmente por ellos, ha deseado conocerlos y, de hecho, ha tratado de visitarlos varias veces. Cada vez, hubo algún obstáculo que impidió la visita. El objetivo de su visita era impartirles algún don espiritual y que también ellos pudieran contribuir con grandes bendiciones a su propia vida espiritual (11, 12). Pablo sabía que el Cristo resucitado vive en los creyentes nacidos de nuevo, y que grandes bendiciones se transmiten entre ellos cuando se encuentran. Tres actitudes del apóstol Pablo (13-16) En la segunda parte de su saludo, Pablo comienza su inspirada, profunda y completa presentación del evangelio de salvación escribiendo sobre tres actitudes propias de él con respecto del evangelio. Escribe: “A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor” (14). Está declarando que está en deuda con cada persona con la que se encuentra. En esa cultura, tener una deuda era un estigma. Tener una deuda era, también, un serio problema, porque podía llevar a la persona a la cárcel de deudores. Una deuda no era simplemente algo
  • 16. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 16 vergonzoso. Si una persona no podía pagar sus deudas, estar endeudada era un delito por el cual era enviada a la cárcel, con lo cual nunca podía llegar a pagar esa deuda. En el contexto de esa cultura, Pablo les dice a sus lectores que ha tomado la decisión deliberada de estar en deuda con todo ser humano que conozca, en el sentido de que servirá a esa persona de cualquier manera que deba servirla para tener el privilegio de presentarle el evangelio. Después, escribe: “Pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma” (15). La palabra “pronto”, en realidad, es “ansioso”, y Pablo explica por qué está ansioso por predicar el evangelio en Roma. Él había proclamado el evangelio con resultados sobrenaturales por todo el mundo en ciudades decadentes y moralmente corruptas, como Éfeso, Filipos y Corinto. Como resultado de su osada proclamación del evangelio, había plantado iglesias fuertes en esas ciudades. Por lo tanto, estaba ansioso por predicar el evangelio en Roma también, porque estaba convencido de que el Espíritu Santo convertiría a los pecadores de Roma, tal como ya lo había visto hacer ese milagro en otras paganas capitales de pecado del mundo. Esto nos lleva a su tercera actitud. Pablo proclama: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (16). Si usted ha venido estudiando el Nuevo Testamento conmigo, recordará que, si comparamos un pasaje del Libro de los Hechos con algunos versículos de la primera carta de Pablo a los corintios, nos enteramos de que, en la ciudad de Corinto, Pablo tuvo una experiencia que cambió completamente su filosofía para predicar el evangelio. Cuando estaba por comenzar a predicar el evangelio en la ciudad de Corinto, el Señor se le apareció. Palabras más, palabras menos, Dios le dijo a Pablo: “No tengas miedo, Pablo. Tengo muchas personas en esta ciudad. Tú solo proclama osadamente el evangelio, y descubrirás quiénes son” (Hechos 18:9, 10; 1 Corintios 2:1-5; 15:1-4). A partir de entonces, en su predicación evangelística, Pablo simplemente proclamó los dos hechos relativos a Jesús que componen el evangelio. También, con frecuencia, compartió lo que creer esos dos hechos del evangelio significaba para él cuando los aplicaba a su propia vida y su propia fe en Cristo. Después, confió en que el Espíritu Santo motivara a quienes escuchaban ese evangelio para que creyeran y experimentaran la salvación. Cuando este apóstol escribe sobre sus actitudes, les está diciendo a los creyentes de Roma quién es él. Es esclavo de Jesucristo y de toda persona que conozca en esta vida, porque tiene la magnífica obsesión de declarar el evangelio y llevar a la salvación a toda persona que se cruce en su camino. Está ansioso por predicar el evangelio en Roma, y no se avergüenza del evangelio, porque ha visto cómo la milagrosa gracia de Dios cambia las vidas cuando el evangelio es predicado y los pecadores lo creen.
  • 17. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 17 Capítulo 3 El evangelio según Pablo (1:17-32) Las últimas palabras del saludo de Pablo inician el argumento sistemático de su obra maestra teológica. Aunque en nuestros programas de radio estudiamos estos versículos en gran detalle, en este fascículo simplemente los resumiré. Cuando Pablo declara que no se avergüenza del evangelio, a esta declaración le sigue la de que el evangelio revela dos grandes realidades con respecto a Dios: revela una justicia que es dada por Dios a usted y a mí, y que es adquirida por fe. El evangelio también revela la ira de Dios sobre los que no son justos (16-18). Como introducción a esta obra maestra teológica de Pablo, quisiera presentar un resumen de los primeros cuatro capítulos de la carta de Pablo a los romanos que aprendí de uno de mis eruditos bíblicos favoritos, el Dr. David Stuart Briscoe: “En los primeros cuatro capítulos de esta carta, Pablo nos dice qué es Dios: Dios es justo. Después, nos dice lo que Dios quiere que usted y yo seamos: Dios quiere que usted y yo seamos justos. A continuación, nos dice lo que Dios condena: Dios condena a todos los que no son justos. Finalmente, Pablo nos dice lo que Dios sabe: Dios sabe que, si nos basamos en nuestros propios esfuerzos, ni aunque pasáramos un millón de años intentándolo podríamos ser suficientemente justos como para salvarnos por nuestras buenas obras. Estas realidades acerca de Dios podrían ser llamadas ‘la mala noticia’. “Esto lleva a Pablo a la buena noticia, que es el corazón y el alma de esta magnífica carta, cuando nos dice lo que Dios ha hecho. Dios ha venido a este mundo en la Persona de su Hijo y ha ofrecido el único Sacrificio que puede salvarnos de nuestros pecados y hacer posible que usted y yo seamos declarados justos por Dios. Pablo nos dice, entonces, lo que Dios desea que usted y yo hagamos: Dios desea que usted y yo le creamos cuando nos dice en su Palabra lo que ha hecho para salvarnos de nuestros pecados y declararnos justos”. Esta primera parte de la completa y profunda explicación que Pablo hace del evangelio se resume en el primer versículo del quinto capítulo, cuando escribe: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Cuando Pablo escribe que la justicia de Dios se revela en el evangelio, agrega a esa afirmación el corazón de la profecía de Habacuc, cuando escribe: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (1:17; Habacuc 2:4). Este es el versículo que Dios utilizó para conmover el corazón de Martín Lutero de modo que se convirtiera en la fuerza movilizadora de la Reforma protestante. En cierto sentido, toda denominación protestante debe su existencia a este versículo de la Biblia.
  • 18. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 18 Cuando Lutero leyó ese versículo, a los creyentes se les enseñaba una salvación que estaba basada en obras personales de justicia. Lutero buscaba esa clase de salvación con una maratón de obras farisaicas de autocastigo, como darse latigazos, y penitencias como subir escaleras de rodillas, pensando que así, de alguna manera, estaba ganando su salvación. Podemos imaginar cómo habrán saltado de la página las palabras, esa mañana: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Lutero escribió junto al versículo 17, en el margen de su Biblia en latín, la palabra latina “¡Sola!”. Así, comenzó a comprender que la salvación es por fe, solamente, y no por obras. Pablo se adentra ahora en su profunda y completa presentación del evangelio. Después de comenzar con la buena noticia sobre la justicia que es por fe, comparte la segunda realidad sobre Dios que se revela en el evangelio —que la ira de Dios se aplica a todos los que son injustos—, cuando escribe: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Después, pasa a su inspirado estudio del carácter de Dios y el carácter del hombre, como era y como es. En el Libro de Génesis encontramos un estudio muy similar de Dios y el hombre, como eran y como verdaderamente son. (La palabra “hombre” se utiliza en sentido genérico en la Biblia, y no se aplica solamente al sexo masculino con exclusión de las mujeres). Jesús nos demostró cómo interpretar pasajes como estos escritos por Pablo y Moisés. Cuando le preguntaron a Jesús sobre el matrimonio, Él dijo, palabras más, palabras menos: “Si ustedes quieren comprender el matrimonio como es en la actualidad, deben ir al principio y entender el matrimonio como fue diseñado por Dios” (ver Mateo 19:3-12). Aquí, Pablo nos habla de la caída de la familia humana en su estado anterior, porque quiere que comprendamos el carácter y el caos de la familia humana en su estado actual. Observe que, a partir del versículo 18, Pablo escribe un pasaje bíblico que, en realidad, no es muy agradable para estudiar. No es mi pasaje favorito de la Biblia. Toda la Escritura es inspirada, pero no toda es igualmente inspiradora. Aunque este no es el pasaje más inspirador que hay en la Biblia, es profundamente realista. Comienza diciéndonos que “la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (1:18). Observe que la ira de Dios se dirige hacia dos cosas: la impiedad de los hombres, y la injusticia de los hombres. Los eruditos más sabios nos dicen que esto tiene que ver con el hecho de que los Diez Mandamientos fueron dados en dos tablas. La primera tabla incluía cuatro mandamientos que rigen la relación del hombre con Dios. En la segunda tabla, había seis mandamientos que rigen la relación del hombre con los demás hombres. Estos eruditos creen que, dado que los primeros cuatro mandamientos le muestran al pueblo de Dios cómo ser piadoso,
  • 19. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 19 cuando Pablo se refiere a la “impiedad” de los hombres, está hablando de la violación de los primeros cuatro mandamientos. En otras palabras, cuando el hombre viola los primeros cuatro mandamientos, es culpable de impiedad: “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos. No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20:3-11). Dado que los seis mandamientos de la segunda tabla rigen las relaciones entre el pueblo de Dios, cuando Pablo habla de “injusticia”, se refiere a la violación de esos seis mandamientos. Cuando el pueblo de Dios no hace lo correcto en sus relaciones, es culpable de injusticia: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo" (Éxodo 20:12-17). Cuando Pablo escribe que la respuesta de Dios a la impiedad y la injusticia es su ira, debemos preguntarnos: “¿Qué quieren decir Pablo, Moisés, los profetas y otros escritores de la Biblia cuando hacen referencia a la ira de Dios?”. Muchas personas creen que el concepto de la ira de Dios solo se encuentra en el Antiguo Testamento, que es prehistórica, primitiva, un concepto que las personas piadosas que han recibido la revelación ya no creen. ¿Cuándo fue la última vez que usted escuchó un sermón acerca de la ira de Dios? Para formularlo de otra manera: ¿Alguna vez escuchó un sermón sobre la ira de Dios? El carácter del hombre Tres veces, en su descripción de cómo cayó el carácter del hombre, Pablo escribe que Dios “los entregó” (1:24, 26, 28). Esto no significa que Dios se haya dado por vencido con relación al hombre. Significa que Dios les permitió hacer lo que ellos deseaban hacer. Cada vez que esto sucede, tenemos las acusaciones de Dios contra el hombre, las respuestas de Dios hacia el hombre y las consecuencias morales que Dios permite que el hombre experimente. Este pasaje podría llamarse “Un estudio de la caída moral de la familia humana”.
  • 20. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 20 La primera acusación de Dios contra los hombres era, y es, que ellos “detienen con injusticia la verdad”. Esto es coherente con la definición de pecado que aprendemos de Jesús en el Evangelio de Juan. La definición es, concretamente: “Si no hay luz, no hay pecado”. Cuando Jesús dijo que Él era una clase de luz que daba vista a quienes sabían que estaban espiritualmente ciegos y revelaba la ceguera espiritual de quienes se jactaban de que podían ver, los fariseos le preguntaron si quería decir que ellos estaban espiritualmente ciegos. La respuesta del Señor fue: “Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado. Pero ustedes dicen que ven. Por lo tanto, su pecado permanece”. En otra ocasión, Jesús dijo: “Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado” (ver Juan 9:40, 41; 15:22). Esta primera acusación de Dios contra el hombre, en su estado anterior y en su estado actual, se refiere a que el hombre, deliberadamente, detiene la luz, es decir, la verdad que Dios trata de revelarle. Dado que está completamente comprometido con su estilo pecaminoso de vida, rechaza la verdad sobre lo que es moralmente correcto, cuando Dios le revela la justicia. Según Pablo, el hombre puede ver la creación de Dios que lo rodea por todas partes y, por ello, debería adorarlo como Dios todopoderoso (Romanos 1:18-23). Esto es lo que los teólogos llaman “revelación natural”. Hay grandes desacuerdos entre los teólogos sobre si el hombre puede aprender de la creación de Dios lo suficiente como para ser salvo. Pablo no dice en este pasaje que el hombre pueda ser salvado por contemplar la creación. Pero yo creo que está enseñando que el primer paso en la larga pendiente hacia la depravación del hombre es rechazar, o detener deliberadamente, la luz que Dios está tratando de revelarle con respecto a una vida justa. Una segunda acusación que Dios hace al hombre era, y es, que cuando Dios se revela al hombre, este no le da la gloria que le corresponde como Dios, ni le da en su vida el lugar que merece. Este es otro lugar de la Biblia donde encontramos el principio de que Dios debe estar primero. Si Dios es algo para nosotros, debe ser todo; porque si no es todo, en realidad, no es nada para nosotros. La negativa del hombre a poner primero a Dios es el segundo paso hacia la depravación, según Pablo. La tercera acusación de Dios contra el hombre era, y es, que la humanidad no es agradecida. Esto realmente pone de relieve el pecado de la ingratitud. Después, Pablo presenta una larga serie de pecados relacionados con su estudio de la caída del carácter del hombre, en su estado anterior y en su estado actual, en todo este mundo. En 2 Timoteo, capítulo 3, Pablo escribe al joven pastor que la ingratitud es una señal de que estamos en los últimos tiempos (1- 5). A medida que se desarrollan en el hombre estas consecuencias morales, leemos: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen”. Después leemos que estas cosas que no
  • 21. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 21 convienen se definen, simplemente, como “toda injusticia”: “Estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Romanos 1:28-32). El carácter de Dios Cuando la Biblia habla de la ira de Dios, no se refiere a la emoción que experimentamos como seres humanos. La palabra “ira”, en hebreo, es muy interesante. Significa ‘cruzar al otro lado’. La palabra significa que la esencia del carácter y la naturaleza de Dios es el amor. Pero el amor no es el único atributo de Dios. Su carácter está compuesto por un amplio espectro de atributos. Uno de los atributos de Dios es la santidad, la que podríamos describir como justicia perfecta. El carácter de Dios es la esencia de la definición de lo que es correcto, justo o equitativo. Ahora bien, si Él es justo, esto significa que tiene que hacer algo con respecto de la impiedad y la injusticia. Si usted es fanático del fútbol, ¿qué pensaría de un árbitro que penalizara a un equipo por una falta y después, cuando un jugador del otro equipo cometiera la misma falta —y aun más violentamente—, se limitara a guiñarle un ojo, sonreír, y comentar: “Bueno, solo son muchachos”, sin cobrar la infracción? Piense en Dios como el Máximo Árbitro, el Árbitro perfecto y perfectamente justo. Dado que su carácter es la esencia de la justicia perfecta, no puede limitarse a guiñar un ojo ante la impiedad y la injusticia del hombre. Siempre debe responder al pecado castigándolo, como si fuera una infracción. Su carácter exige que responda de esa manera al pecado. Por eso, Pablo escribe aquí que la ira de Dios se revela contra estas cosas. Ahora bien, esto no significa que Dios observa la impiedad y la injusticia hasta que, finalmente, explota en un arranque de ira. Significa que, de manera coherente con su carácter justo y santo, cuando la impiedad y la injusticia del hombre han llegado a un cierto punto que exige una respuesta de ira, Él “cruza al otro lado” de su carácter, del amor a la ira. Y una vez que cruza al otro lado, aniquila por completo a los impíos e injustos, como en el ejemplo del diluvio y lo que los profetas como Joel y el apóstol Pedro presentan como el gran y terrible Día de Jehová (Joel 2:11, 31; 2 Pedro 3:10). Entonces, la ira de Dios puede ser definida como ‘la reacción aniquiladora de la justicia perfecta ante la injusticia’. Otra definición podría ser: ‘la reacción aniquiladora del amor perfecto ante aquello que amenaza a los objetos de su amor’.
  • 22. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 22 El amor de un padre terrenal puede convertirse en ira. Una niñita de siete años fue violada y asesinada. El padre de esa niña, un hombre tranquilo y cariñoso, estaba en la estación de policía cuando trajeron al hombre que había cometido esos crímenes terribles contra su preciosa hija. Fue necesario que todos los policías que estaban en la estación sujetaran al padre para impedirle que acabara con el hombre que había destruido al objeto de su amor. Aunque esto nos ayuda a comprender la ira de Dios, no es una metáfora precisa del carácter de Dios, porque este padre perdió el control y estaba lleno de ira. Como he señalado, Dios nunca pierde el control cuando “cruza” del amor a la ira. En el segundo capítulo de esta carta, Pablo escribe sobre la ira futura de Dios que se expresará en el juicio. En el capítulo 13, habla de la ira presente de Dios que se expresa, a través de los oficiales de justicia debidamente autorizados, contra quienes quebrantan las leyes de Dios. Tres veces, Pablo habla de estos magistrados como “servidores de Dios”. En la década de los cuarenta, muchas naciones se unieron para destruir a Adolf Hitler y su partido nazi, que estaba decidido a matar a todos los judíos que hubiera en la tierra. Si Hitler no hubiera sido destruido, posiblemente no quedaría ningún judío vivo en la actualidad. Durante esa década, muchos devotos creyentes que lucharon en esa guerra creían que eran la expresión de la ira de Dios contra un poder maligno que estaba matando sistemáticamente a diez millones de personas en sus campos de concentración. Su justificación bíblica para luchar en una guerra justa era que eran parte de un oficial de justicia colectivo que expresaba la ira de Dios contra un poder maligno que amenazaba no solo a los judíos, sino a millones de otras personas que habían sido consideradas menos que humanas por los nazis. Capítulo 4 El juicio de Dios (2:1-29) Cuando Pablo, finalmente, llegó a Roma en sus viajes misioneros, después de un peligroso viaje por mar, fue encarcelado, pero bien tratado por sus captores romanos. Se le permitía recibir visitas, y los primeros que él quiso ver fueron los líderes judíos de la ciudad de Roma. Razonó con ellos basándose en las Escrituras sobre cosas relativas a Jesús y al reino de Dios (Hechos 28:17-31). Cuando escribe el segundo capítulo de su carta a los romanos, parece que aún estuviera hablándoles a esos judíos que fueron los primeros en visitarlo cuando llegó a la ciudad de Roma. En este fascículo, le daré un resumen de esta descripción del juicio futuro de Dios que Pablo presenta en este capítulo. En el primer capítulo, Pablo presenta el juicio actual de Dios, que recae en forma de la expresión presente de la ira de Dios hacia el
  • 23. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 23 carácter y las acciones impías e injustas del hombre. En este segundo capítulo, Pablo predice el juicio futuro de Dios, que revelará la expresión futura de la ira de Dios contra el carácter impío e injusto del hombre. La respuesta de un Dios santo al carácter pecaminoso del hombre debe terminar, en última instancia, en juicio. Esto siempre ha sido así. En la Biblia, observe que Dios, finalmente, juzga el carácter pecaminoso del hombre. En el Libro de Génesis, leemos acerca del juicio de Dios sobre Sodoma y Gomorra, y el juicio del terrible diluvio en la época de Noé (Génesis 19:24-29; 6-9). El escritor del Libro de Hebreos escribió: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio…” (Hebreos 9:27). En este segundo capítulo, Pablo nos da un resumen realista de lo que Dios ha establecido sobre la muerte y el juicio para todos. Pablo concuerda con el autor del Libro de Hebreos. Habrá un juicio de Dios en el futuro, una vez que hayamos cumplido nuestra cita con la muerte. La Biblia enseña en toda su extensión que, simplemente, el juicio futuro debe producirse. Salomón, como gran pensador que era, razonó hasta llegar a la conclusión de que la única forma en que podemos resolver la dura realidad de las injusticias que vemos en nuestra vida es que debe haber un juicio (Eclesiastés 3:16, 17, 12:13, 14). Según Pablo y muchos otros escritores del Antiguo y el Nuevo Testamento, es absolutamente seguro que habrá un juicio futuro. Pablo escribe que este juicio de Dios será “según verdad” (Romanos 2:2). En este capítulo, recuerde que él les habla primero a los judíos, y después a los griegos —o gentiles— y, por aplicación, nos habla a usted y a mí. Todos tenemos tendencia a juzgar a los demás, especialmente a los otros creyentes. Pero Pablo atraviesa este patrón de juicio horizontal y establece claramente que el juicio de Dios que vendrá, estará basado en la verdad de lo que Dios sabe de cada uno de nosotros. Mientras está dejando en claro este punto, agrega el hecho de que el juicio de Dios es ineludible para todo ser humano (3). Después, enseña que el juicio de Dios será acumulativo. Según Pablo, estamos acumulando los juicios de Dios sobre nuestros pecados, que deberemos enfrentar y que serán tenidos en cuenta en el juicio. En este contexto, enseña que Dios soporta o tolera nuestros muchos pecados porque es paciente y es su designio que su bondad hacia nosotros nos lleve al arrepentimiento (4, 5). Pedro enseña esta misma verdad en su segunda carta y agrega la idea de que Dios no desea que ninguno perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento y la salvación (2 Pedro 3:9). Estos dos grandes líderes de la iglesia del Nuevo Testamento están de acuerdo en que el juicio de Dios es según verdad, ineludible y acumulativo. Pablo escribe, después, que el juicio de Dios será un juicio justo (5). Cuando seamos juzgados, el asunto será no lo que hemos profesado, sino cómo nos hemos desempeñado en nuestra vida. El juicio de Dios será según lo que hayamos hecho o no hayamos hecho
  • 24. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 24 para Dios y para Cristo (6). Y enseña esta misma verdad sobre el juicio en sus cartas a los corintios (2 Corintios 5:10). En este contexto, Pablo está de acuerdo con su Señor y Salvador en que lo que se hace es más importante que lo que se profesa. Jesús declaró vez tras vez que el valor de que lo que hacemos, más que lo que profesamos, es lo que le interesa a Dios (Mateo 7:24-27; Lucas 6:46). Cuando Jesús limpió drásticamente el templo, respondió al cuestionamiento de los líderes religiosos de que demostrara su autoridad para hacer tales cosas con una parábola que demostraba que tenía autoridad para una acción tan severa: “Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?” (Mateo 21:28-31). La dura realidad que enseña esta parábola es que ambos hijos profesaron una cosa e hicieron totalmente lo opuesto. Por lo tanto, lo que ellos habían profesado tenía muy poco valor. Fue lo que hicieron lo que realmente importó. Jesús estaba enseñando que, humanamente, lo único que podía demostrar su autoridad eran sus milagros, sus obras. También enseñó que sus obras declaraban que Él estaba en la viña de su Padre, y las obras de aquellos con quienes hablaba demostraban que ellos no estaban en esa viña, aunque profesaran estar allí. Si bien el mensaje central de esta carta a los romanos es que no somos justificados por nuestras buenas obras, sino por la obra terminada de Cristo en la cruz por nosotros, en este capítulo, Pablo está de acuerdo con Jesús y con Santiago: las buenas obras ciertamente dan validez a la fe por medio de la cual Dios nos declara justos (Santiago 2:21-24). De forma coherente con tal enseñanza, Pablo escribe que el juicio de Dios será imparcial (11). Los judíos a los que Pablo les habla en todo este capítulo creían que ellos no tenían necesidad de ser salvos porque habían nacido judíos. Ahora, Pablo completa esta enseñanza de que seremos juzgados por nuestras obras y no por nuestra profesión de fe declarando enfáticamente que profesar ser judío no será suficiente cuando nos enfrentemos con Dios como nuestro Juez. Como aplicación personal, esta enseñanza estaría destinada a quienes creen que son salvos porque nacieron en una familia cristiana, tienen padres piadosos y fueron bautizados cuando niños. También estaría destinada a las personas “buenas”, que han vivido y viven una vida moral y tienen mayor integridad que muchos que profesan ser discípulos de Jesucristo. Si usted entra en esta categoría, como les dice Pablo a los judíos, tenga en cuenta que le está hablando a usted, si usted está confiando en su herencia de piedad o en su integridad moral para su salvación. A esto le sigue una gran enseñanza en la que Pablo desafía a los que son judíos simplemente por nacimiento a ser, por obras, todo
  • 25. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 25 lo que un judío dice ser porque lo profesa. Los judíos estaban orgullosos del milagro de que Dios les había dado su ley y de que eran el pueblo elegido por Dios para enseñar su ley a los demás. Consideraban que los gentiles eran “perros”, porque, comparado con un judío, un gentil tenía la vida o la conciencia espiritual que podría tener un perro. Consideraban que quienes no tenían la ley de Dios eran “bebés”, mientras que ellos eran sus “padres” espiritualmente hablando. Las demás personas estaban en oscuridad, mientras que ellos eran guías de los ciegos espirituales. Pero Pablo los desafía, sin contemplaciones, a poner por obra lo que profesan. Como maestros de la ley de Dios, ¿obedecen ellos la ley? Entonces cita varios de los Diez Mandamientos. ¿Roban ellos, mientras les enseñan a los demás que no deben robar? ¿Roban de los templos?, les pregunta específicamente. Dado que, después de la cautividad, los judíos tenían una tremenda obsesión por abandonar la adoración de ídolos, no sentían ninguna culpa con relación a su costumbre de robar ídolos de los templos paganos. Estos ídolos estaban hechos de oro, plata y piedras preciosas, por lo que generalmente podían venderse por grandes sumas de dinero. Los judíos se justificaban pensando que, dado que Dios odia a los ídolos, lo que ellos hacían, en realidad, no era robo. La capacidad del ser humano —especialmente, del ser humano religioso— de justificar su comportamiento pecaminoso es casi infinita. Pablo concluye su condena a los judíos con la declaración de que el nombre de Dios era blasfemado entre los gentiles a causa de la forma en que sus obras pervertían lo que ellos profesaban con su boca. Apliquemos esto a nuestra vida. Si usted está confiando en la herencia de piedad que ha recibido, que, en realidad, podría ser la profesión de la fe de sus padres, quisiera preguntarle: ¿estará pervirtiendo con sus obras la profesión de fe que hace con su boca? Pablo enseña que el juicio de Dios será por la ley para quienes han recibido la ley de Dios (12-15). Y concuerda con profetas como Amós, que enseñó que mayores privilegios y ventajas espirituales significan mayor responsabilidad espiritual delante de Dios (Amós 5:21-27). Como judíos, ellos estaban muy orgullosos del milagro de que les hubiera sido dada la ley de Dios. Pablo señala enfáticamente que, para quienes han recibido la ley de Dios, el juicio de Dios será por la ley de Dios. Después, agrega la observación de que el juicio de Dios será por medio de Jesucristo. Esto concuerda con las afirmaciones de Cristo en el sentido de que el Padre le ha confiado la responsabilidad de todo juicio a su Hijo (Juan 5:22). Aunque algunos tratan de desacreditar a Pablo diciendo que contradice las enseñanzas de Jesús, lo cierto es que Pablo, vez tras vez, hace afirmaciones paralelas a las de Cristo y las confirma. Hay momentos en que complementa las enseñanzas de su Señor, en la medida que le es dada revelación, como en su enseñanza sobre el matrimonio y lo que llamamos el arrebatamiento de la iglesia, que será parte del retorno de Jesús (1 Corintios 7; 1 Tesalonicenses 4:13-18).
  • 26. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 26 Pero, cuando habla de un tema sobre el cual ha enseñado Jesús, siempre sigue la misma línea que el Señor. Un buen ejemplo de esto es el capítulo que dedica a los corintios en respuesta a sus preguntas sobre el matrimonio (1 Corintios 7). Después, escribe sobre el judío exterior y el judío interior. Dado que la circuncisión era la forma en que un hombre profesaba externamente la realidad interior de que era judío, Pablo trata el problema de que muchos judíos habían cumplido el rito de la circuncisión sin que existiera la realidad interior que se profesaba externamente por medio de esa circuncisión. A ellos les prescribe lo que llama “un corazón circuncidado”. La circuncisión era, en realidad, una profesión de santificación, de ser apartado para Dios y para vivir una vida santa. Cuando Pablo exhortó a estos judíos a circuncidar sus corazones, los exhortó a apartarse para Dios y para vivir una vida santa en sus corazones, donde residen la voluntad, las decisiones y los motivos que dan origen a sus decisiones. Pablo pone fin a esta dimensión de su enseñanza sobre el juicio concentrándose en lo que significa validar su profesión de que son judíos con obras auténticas que demuestren delante de Dios y los hombres lo que verdaderamente significa ser judíos. En este contexto, Pablo expresa un principio que debe de haber aprendido del Cristo resucitado; sin duda no lo aprendió como fariseo de fariseos. También expresa este principio en su segunda carta a los corintios, en la que lo llama “el espíritu de la ley”, en contraste con “la letra de la ley” (2 Corintios 3:6). Podríamos decir que, en este capítulo, Pablo describe el espíritu de lo que significa ser un auténtico judío. Hay aquí una aplicación personal específica para los creyentes de Roma que no eran judíos, y para usted y para mí. El bautismo es la expresión exterior de la realidad interior de que creemos en el evangelio y nos identificamos con Cristo en su muerte y su resurrección. El bautismo, como fue prescripto por Jesús en su Gran Comisión, es el anuncio público de una decisión privada. Cuando un hombre y una mujer deciden, en privado, casarse, su boda es un anuncio público de la decisión que ya han tomado en privado. Cuando confiamos en Jesucristo como nuestro Salvador y decidimos entregar nuestro corazón a Él para que sea nuestro Señor, es una decisión privada. Nuestro bautismo es el anuncio público de esa decisión personal y privada. Pero, así como estos judíos realizaban el rito de la circuncisión sin vivir la realidad que representaba ese símbolo, es posible que nosotros realicemos hoy el rito del bautismo sin tener interiormente la realidad que este debe representar. Pablo hace énfasis en la dura realidad de que el juicio de Dios nos hará responsables por la realidad interior, del corazón, de lo que profesamos exteriormente. Comienza este tema de ser un auténtico judío enseñando que el juicio de Dios revelará los secretos (motivos) de los corazones de quienes son juzgados (2:16). Este apóstol les escribió a los corintios que solo cuando Dios exponga los motivos
  • 27. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 27 secretos que hay detrás de nuestras obras recibiremos alabanza, o no, en el juicio (1 Corintios 4:3-5). David y Jeremías nos informan y nos desafían con relación a los motivos de nuestro corazón. Jeremías declara que nuestro corazón es perverso y, sobre todo, engañoso. Y pregunta, a continuación: “¿quién [...] conocerá [los motivos secretos del corazón?]”. Después, responde su propia pregunta diciéndonos que solo Dios conoce el corazón (Jeremías 17:9, 10). David demuestra su extraordinario discernimiento y sabiduría al pedirle a Dios que le muestre los pensamientos que no deberían estar en su mente y los motivos que no deberían estar en su corazón, para que pueda confesarlos y abandonarlos, porque quiere andar en el camino eterno (Salmos 139:23, 24). En este capítulo, Pablo escribe sobre el juicio futuro de Dios con el cual nos enfrentaremos cuando los secretos (motivos) de nuestro corazón sean revelados. La aplicación personal de esta dimensión del juicio por venir es que deberíamos aprender de Pablo, Jeremías y David a escudriñar los motivos de nuestro corazón ahora, y no esperar hasta que nos sean revelados en el juicio. Después, como David, deberíamos confesarlos, arrepentirnos y apartarnos de esos pensamientos y motivaciones que no deberían estar en nuestro corazón ni en nuestra mente, porque queremos andar en el camino eterno. Las aplicaciones prácticas y devocionales de este capítulo también están relacionadas con el tema de lo que se dice y lo que se hace. Cuando consideramos la realidad de que debemos morir y luego, ser juzgados, ¿estamos confiando en el hecho de que somos miembros de una iglesia o denominación en particular? ¿Estamos confiando en nuestra integridad moral o en nuestras obras para justificarnos? Hay millones de personas que creen que, si hay un juicio, no tendrán problema, porque son buenas personas y nunca le hicieron mal a nadie. ¿Es usted una de esas personas? ¿Estamos haciendo lo mismo que los judíos a los que Pablo dedicó este segundo capítulo? Pablo nos ha dicho, en este capítulo, en qué no debemos confiar para nuestra salvación. En la continuación de su obra maestra teológica, sabremos precisamente en qué debemos confiar para nuestra salvación, mientras avanzamos hacia la muerte y el juicio inevitables. Capítulo 5 Justificados por fe Después de haberse dirigido específicamente a los judíos y haberlos desafiado en el segundo capítulo, Pablo comienza el tercer capítulo preguntando si hay alguna ventaja en ser judío. Y responde su propia pregunta presentando las ventajas de ser judío. La primera que presenta es que Dios dio su ley, o su Palabra, a los judíos.
  • 28. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 28 Todos los hombres están bajo la ley Según Pablo, aunque los judíos no han obedecido la Palabra de Dios, su desobediencia simplemente demuestra la verdad proclamada por la ley de Dios: que somos pecadores. Él expresa esta verdad al escribir: “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (4). Como señaló en el segundo capítulo, la conciencia de los gentiles muestra que Dios ha plantado su ley aun en los corazones de aquellos que no son judíos (2:15). Y continúa declarando que todos los hombres, judíos o gentiles, están bajo la ley de Dios. Una de las funciones de la ley de Dios es revelar la dura realidad de que todos somos pecadores. Santiago usa la elocuente metáfora de que la Palabra de Dios es como un espejo en el que debemos mirarnos cada día, porque revela nuestras imperfecciones (Santiago 1:23, 24). El hecho de que los judíos, a quienes se les había dado la Palabra de Dios, no la habían obedecido, de ninguna manera invalida la Palabra, sino confirma, simplemente, su propósito, que es convencer a todos los hombres de la innegable realidad de que son pecadores. Pablo declara, a continuación, que todos los hombres están bajo lo que él luego llamará la ley del pecado (7:23). Y cita el Antiguo Testamento para reafirmar su declaración de que todos somos pecadores (Salmos 14:1-3; 53:1-3). Dado que el pecado del hombre demuestra y valida la verdad de la Palabra de Dios, Pablo reprende a quienes dicen que él enseña que debemos pecar para que el bien abunde, es decir, que validamos la Palabra de Dios cuando pecamos. Naturalmente, él niega enfáticamente esa acusación. Según Pablo, el propósito de la ley nunca fue salvarnos. El propósito de la ley de Dios fue y es revelar el pecado y mostrarnos que necesitamos la salvación, que necesitamos un Salvador. Ninguno de nosotros puede vivir a la altura de las normas perfectas establecidas por Dios. En ese sentido, no quebrantamos la ley de Dios, sino la ley de Dios nos quebranta a nosotros. A un capellán de una cárcel muy grande se le permitió hablarles a los delincuentes convictos que estaban por entrar a esa cárcel. Cerca de las puertas de la cárcel había dos enormes muros de piedra con los Diez Mandamientos y algunas de las leyes del estado que esos prisioneros habían quebrantado. Antes de hablarles a los prisioneros, el capellán se acercó a uno de ellos, que había leído algunas de las leyes del estado y estaba leyendo con gran atención los Diez Mandamientos. El capellán le preguntó al prisionero: “¿Cuál de estos mandamientos quebraste, hijo mío?”. Y el prisionero respondió: “Yo no quebré estos mandamientos, señor. ¡Ellos me quebraron a mí!”. En este tercer capítulo, Pablo escribe que nunca estaremos justificados a los ojos de Dios por no hacer el mal, o por las buenas obras que hacemos al obedecer la ley de Dios. Dios no nos dio la ley con ese propósito. Dios nos dio la ley para revelar el pecado. Según Pablo, el propósito de la ley de Dios es que “toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (19). ¿Le ha cerrado ya
  • 29. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 29 la boca la Palabra de Dios a usted, o aún está hablando, confiando en su propia justicia y poniendo excusas para sus fallas morales y espirituales? Todos los inspirados pensamientos que Pablo ha escrito en esta profunda obra maestra teológica hasta ahora son como un maravilloso engarce para esta joya, que es uno de los pasajes más importantes de todos los escritos de Pablo: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (3:21-26). En este pasaje, que es el corazón y el alma de esta declaración teológica de Pablo sobre la justificación, el apóstol nos da la Buena Noticia antes de darnos la mala noticia. La Buena Noticia que proclama esta carta es que hay una justicia que ha sido revelada por Dios, que no consiste simplemente en obedecer su ley. Esta justicia es adquirida por la fe en Jesucristo y no depende de las obras de justicia de parte del hombre. Puede ser recibida por todos los que confían en la obra de Jesucristo sobre la cruz para su salvación. Ahora, Pablo repite, para mayor énfasis, la misma verdad que declaró en el versículo 17 del capítulo 1, cuando nos dijo que hay una justicia que se revela en el evangelio que él está obligado y ansioso de predicar en Roma, y del cual no se avergüenza (1:16, 17). Recuerde que, en esos versículos, él escribió que esta justicia se adquiere solo por fe y no por obras de la persona que confía en que Dios la declare justa. Todos los hombres están bajo pecado Pablo continúa presentando la mala noticia, cuando concluye: “Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (3:22, 23). Los idiomas en que la Biblia fue escrita originalmente tienen varias palabras que se traducen como ‘pecado’. Estas palabras, según el caso, nos remiten a una flecha que no da en el blanco, al concepto de pisar fuera de un límite, o de romper una regla. Cuando Pablo escribe que todos hemos pecado, la palabra que usa para decir “pecado” es la que hace referencia a una flecha que no llega a alcanzar el blanco. Coherente con lo que ya ha escrito, Pablo dice que todos somos pecadores porque no llegamos a la medida de las normas que Dios ha establecido para nosotros en su inspirada Palabra. En la Biblia, la norma marcada por Dios es que todo pensamiento, palabra y obra del pueblo de Dios debe dar gloria a Dios. Cuando no llegamos a cumplir con esa norma, somos
  • 30. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 30 pecadores. Esta es, simplemente, una manera diferente de decir que debemos guardar el Gran Mandamiento, que es amar a Dios con toda nuestra mente, todas nuestras fuerzas y todo nuestro corazón, todo el día, cada día que vivamos (1 Corintios 10:31; Mateo 22:35-40; Deuteronomio 6:5). Esta es mi metáfora preferida para el concepto de pecado en la Biblia. Durante muchas décadas de trabajar como pastor, he encontrado dos clases de personas que necesitan escuchar esta definición bíblica del pecado. Están quienes se ofenden cuando yo predico y enseño que son pecadores. Creen que los pecadores son los que roban bancos, cometen adulterio o asesinan a alguien. Dado que ellos no han hecho ninguna de estas cosas terribles, se sienten conmocionados cuando yo les digo que son pecadores. El problema es la definición que ellos tienen de pecado. Cuando comprenden la definición que Dios da del pecado —el concepto de que somos pecadores porque no llegamos a alcanzar la medida de la norma que Dios ha establecido para su pueblo—, entonces se dan cuenta de que son pecadores, aunque no hagan esas cosas que ellos relacionan con los pecadores. Son pecadores porque no llegan a hacer lo que fueron creados para hacer: glorificar a Dios en cada pensamiento, palabra y obra de su vida, todo el día, todos los días. La otra persona que necesita escuchar esta definición es la que cree haber experimentado lo que considera que es la santificación. Para ella, santificación significa que nunca pecará o que nunca volverá a pecar porque ha tenido una experiencia llamada “santificación” (1 Juan 1:8-10). El problema de esta persona está en su definición de santificación. Como ya he señalado en mi comentario sobre el saludo con el que Pablo inicia esta carta, Pablo llama “santos” a los corintios, y después desgrana la larga lista de pecados que había en esa iglesia. Esto nos enseña que ser santificados no significa estar en un estado de perfección sin pecado. El otro problema que tiene esta persona es su definición de pecado. Debe comprender que pecar es no llegar a la medida que Dios y Jesús marcaron cuando enseñaron que debemos ser perfectos (Mateo 5:48; Génesis 17:1). Si esta persona dice que ya no peca, o que no pecará más, probablemente esté definiendo el pecado como robo, adulterio, asesinato o algo peor. Cuando acepte la definición de pecado que Pablo presenta en este pasaje, se dará cuenta de que decir que no ha pecado es lo mismo que decir que es perfecta. Cuando Jesús cumplió la ley de Dios enseñando el espíritu de aquellas leyes de Moisés en aquel monte de Galilea, elevó tanto la medida de la ley de Dios que ella nos quebranta a cada uno de nosotros y nos cierra la boca, excepto para orar con arrepentimiento y rogar la misericordia de Dios (Mateo 5:17-48). La buena noticia es que, cuando lo hacemos, dice Jesús, podemos regresar a nuestra casa justificados, es decir, declarados justos por Dios (Lucas 18:10-14).
  • 31. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 31 Todos los hombres pueden ser justificados por fe Pablo retorna rápidamente a la buena noticia, que es el énfasis y el propósito de esta inspirada declaración de la teología de la iglesia del Nuevo Testamento. Cuando estudiamos estos primeros cuatro capítulos en detalle, nos damos cuenta de que Pablo está presentando un plan de Dios por medio del cual Él puede declarar justos, como si nunca hubieran pecado, a los pecadores. Dios es el Autor de ese plan. Esto se ve claramente en todo lo que Pablo escribe en estos primeros cuatro capítulos. En el capítulo 8, Pablo declara directamente que “Dios es el que justifica” (8:33). El sacrificio de Jesucristo, como Cordero de Dios, es el fundamento de este plan (3:25; 4:25). La resurrección de Jesucristo es la garantía de que Aquel que murió en esa cruz era el Cordero de Dios que murió por los pecados del mundo (4:25). La fe es el principio por el cual aplicamos el milagro de la justificación a nuestros pecados personales (3:28, 30). La fe es una dimensión tan importante de nuestra justificación que Pablo dedica la mayor parte del cuarto capítulo de esta carta al ejemplo de Abraham, el padre de la fe. Cuando Dios quiere comunicar una gran idea, envuelve esa idea en una persona. Dios considera que la fe es un concepto muy importante; por lo tanto, dedica doce capítulos del Libro de Génesis a contarnos la historia de Abraham, porque él fue una definición viva de la fe. En el Nuevo Testamento, cuando los inspirados escritores quieren hablarnos de la fe, antes de haber escrito dos frases, casi siempre escriben el nombre Abraham. Este personaje del Antiguo Testamento es mencionado en el Nuevo más que cualquier otro del Antiguo Testamento. La gracia de Dios es el origen de nuestra declaración como justos por parte de Dios (3:24). La gloriosa verdad de que la gracia de Dios es el origen de nuestra justificación también se ilustra en la vida de Abraham. Cuando leemos que Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia, Pablo explica que esta palabra significa que la justicia le fue dada, y no ganada ni merecida de ninguna forma por Abraham. Más tarde, en el quinto capítulo, Pablo usará a Jacob como ejemplo de gracia. La gracia es la obra de Dios en nosotros y por nosotros, sin intervención o ayuda de nuestra parte. La misericordia de Dios es la que no permite que recibamos lo que merecemos, mientras que la gracia de Dios derrama abundantemente sobre nosotros la salvación y toda clase de bendiciones que no merecemos ni jamás podríamos lograr por nuestros propios esfuerzos. Pablo escribe aquí que no encontraremos el origen de nuestra salvación en ninguna obra ni valor nuestro, sino, simplemente, en la gracia de Dios. Las obras son la evidencia que confirma la verdadera fe (2:6- 10). Según Santiago, la fe que nos salva siempre obra (Santiago 2:14- 26). Alguien ha dicho: “La fe sola puede salvarnos, pero la fe que salva nunca está sola”. Somos salvos por una fe que siempre va acompañada y es confirmada por las buenas obras. Aunque el
  • 32. Fascículo 29: El Libro de Romanos, versículo por versículo 32 argumento principal de esta carta es que somos justificados por fe y no por obras, observe que el énfasis, en esta y en todas las inspiradas cartas de Pablo, está puesto en el importante lugar que ocupan las obras en el recorrido de fe de un creyente (2:6-10). Según Pablo, los pecadores nunca son salvos por sus buenas obras, pero sí son salvos para buenas obras (Efesios 2:8-10). Hay un énfasis muy marcado, en todos los escritos de Pablo, en el concepto de que no somos salvos, ni podemos mantener nuestra salvación, por medio de las buenas obras. Este es también el enfoque principal y el tema de esta carta, y de su carta a los gálatas. En resumen Dios es el Autor de un plan por medio del cual puede declarar a los pecadores justos, como si nunca hubieran pecado. La cruz de Jesucristo es la base de este plan. La resurrección de Jesucristo es la garantía de que Jesús era el Hijo unigénito de Dios, que sufrió y murió en la cruz para redimirnos. La gracia de Dios es el origen del plan de Dios de sacrificar a su Hijo para nuestra salvación. La fe es el principio por el cual aplicamos personalmente este maravilloso plan de justificación a nuestros pecados y a nuestra salvación. Las obras no nos salvan, pero son la confirmación de la fe auténtica que sí nos salva. Después de presentar el corazón de este plan en el tercer capítulo, Pablo pregunta: “¿Dónde, pues, está la jactancia?”. Aún le está hablando a un judío imaginario que está orgulloso del hecho de que Dios le haya dado la ley y de que él está cumpliendo esa ley. Como orgulloso fariseo que era, Pablo, en otro tiempo, también había sido culpable de esta clase de orgullo y autojustificación (Filipenses 3:4-9). Como la de Jesús, gran parte de la enseñanza de Pablo, aquí, está dirigida a los líderes religiosos del pueblo judío. Su respuesta a su propia pregunta es que, cuando comprendemos el plan de Dios para declararnos justos, no hay absolutamente ninguna razón para jactarnos. Por eso, el apóstol escribe a los gálatas: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 6:14). Como ex rabí que es, concluye su tercer capítulo formulando y respondiendo preguntas, una vez más: “¿Es Dios solo Dios de los judíos? ¿No lo es, también, de los gentiles?”. Y llega a la conclusión de que lo que él llama “la ley de la fe” es el plan de Dios para justificarnos a usted y a mí, a judíos, a gentiles y a cada persona que vive en este mundo. Su concepto final es que la justificación por la fe no invalida la ley de Dios. La ley de la fe por medio de la cual Dios justifica a judíos y gentiles confirma la ley de Dios. Sus últimas afirmaciones sobre la ley son un eco de las palabras de su Señor, que nos dijo en aquel monte de Galilea que Él no había venido para invalidar a la ley ni a los profetas, sino para cumplir la esencia de lo que la ley y los profetas nos enseñan (Mateo 5:17).