Los valores trascendentales sugeridos en el cantico de las criaturas (1)
1. LOS VALORES TRASCENDENTALESSUGERIDOSEN ELCANTICO DELAS
CRIATURAS.
Cuando nos adentramos en la biografía de Francisco de Asís, nos topamos con
una figura apasionante. Su vida, su interpretación del Evangelio, su comprensión
de los valores, su respuesta a Dios... hacen del pobre de Asís un genio humano,
evangélico y espiritual digno de ser admirado. No sin razón', exigentes jóvenes
desde el siglo XIII hasta nuestros días, siguen apasionadamente su ejemplo.
Aunque este hombre bienaventurado no había realizado grandes estudios
teológicos aprendió la sabiduría que viene de lo alto y fue ilustrado con la luz de
Ia eterna providencia a tal punto que su ingenio penetraba lo escondido de los
misterios donde la ciencia de los sabios no llega entrar. Con tal sabiduría y limpio
de toda malicia, tan solo con el manto agujereado que el hortelano del obispo le
regalo, se internó en el bosque Ileno de alegría, paz y mansedumbre cantando
a todo pulmón las divinas alabanzas al Señor y al final de su fascínate aventura,
de entrega total a Dios, morirá cantando las bienaventuranzas del Cantico de las
criaturas que le conducen en gozo celestial a los brazos del creador.
Según algunos biógrafos del Santo de Asís, el cantico al hermano sol sintetiza
los temas fundamentales de sus escritos y de su vida; pues, en este singular
poema se reflejan la profunda experiencia del espíritu humano en relación
dialógica con lo sagrado y que implica no solo una relación Dios y hombre, sino
también con todo lo creado. En esta doble dimensión radica Ia originalidad de la
experiencia religiosa de este genial hombre; por un lado, notamos en él una
profunda experiencia mística de lo sagrado y por otro, el amor a las criaturas en
las cuales logra mira el poder, la belleza y Ia bondad del altísimo. Es
impresiónate esta actitud cósmica, reflejada en el cantico, pues a través de ellas,
nos demuestra francisco que, el hombre puede tener un acercamiento espiritual
profundo al Creador.
Francisco tiene una clara conciencia de estar en el mundo y de vivir en una
naturaleza real, con los animales, con las cosas, con los otros y se relaciona con
ellos de una manera vital, afectiva y a través de esto establece una relación
privilegiada con el absoluto. Aquí podemos apreciar los valores que prevalecían
fundamentalmente en este hombre de Dios.
Ahora bien, el descubrir y vivir los valores está en manos del individuo. El hombre
tiene Ia capacidad de percibir sentimentalmente los valores, así como Ia voluntad
para vivirlos. Esta capacidad le permite desarrollar su percepción axiológica y
evolucionar en un ámbito valioso. De su voluntad, depende Ia vivencia de los
valores. Así lo percibe el Dr. Gastaldi cuando afirma: "Decir que el hombre tiene
voluntad, equivale afirmar e capaz de percibir los valores y hacerlos propios"1.
Ciertamente, Ia percepción interna es Ia que pone en contacto al hombre con el
mundo de los valores, y este percibir forma parte de la subjetividad del individuo.
2. Pero, ojo, subjetividad no implica que el individuo sea quien determine
simplemente que es o no valioso. Esto sería caer en un subjetivismo axiológico.
Cuando mencionamos la palabra subjetividad nos referimos a Ia acción del
sujeto en cuanto ser ontológico, es decir, a Ia psique humana que percibe, que
capta, en definitiva, que conoce. Lo que el hombre percibe es, sin embargo,
independiente de su ser. La validez de un acto forma parte del ámbito axiológico
y el hombre, como persona, se desarrollara desde este aspecto axiológico o
moralmente valioso, a medida que perciba y viva actos valiosos.
Justamente francisco logra sintetizar su ámbito axiológico en el cantico a las
creaturas al reconocer un valor residente en los objetos que lo une de manera
trascendental al valor fundente de todos los valores, y este es "Dios". Solo en el
encuentra Ia autentica realización y sentido pleno a su existencia.
Al ubicar en Ia cúspide de Ia jerarquía este valor absoluto, Francisco tuvo una
visión global de Ia vida, del mundo, del cosmos y del hombre centrada
absolutamente en el creador y coma podemos intuir, con claridad meridiana, se
introduce en Ia esfera de todos los valores que contribuyan a la plenificación de
su espíritu; pero no se encierra en su ser, sino que se lanza fuera de sí, en una
actitud plenamente humana de trascendencia, hacia las cosas, a los otros y
proyectado esencialmente al absolutamente Otro. Por ello, con sencillez y
alegría encarna en su vida los valores vitales, intelectuales, éticos, morales y
religiosos que lo introducen en Ia esfera de santidad, solo dada a hombres
excelsos como Francisco, como obra de Ia gracia.
1Gastaldi I., "El hombre un misterio" Ed. Don Bosco, 1990, pág. 135.
El cantico de las criaturas es un testimonio de una vivencia extraordinaria en el
cual nos devela Ia experiencia profunda que toca Ia ultima frontera del ser. En
francisco de Asís fue radical; pues, más allá de las otras esferas de valor, su
experiencia total se realiza en la esfera religiosa (encuentro con lo sagrado) lo
cual nos pone frente a un ámbito significativo e irreductible de Ia realidad
humana, una autentica experiencia con el Absoluto, horizonte último de Ia
autorrealización y fundamento de toda existencia. Francisco entra en contacto
con la base, última meta y el sentido más hondo de su propia realización. Entra
en contacto con Ia esfera de lo sagrado que aparece como tal, absoluto,
necesario, insoslayable, supremo valor... fundamento de su existencia y de todo
lo creado.
El Cantico es una expresión que brota desde el horizonte espiritual más profundo
de su yo en donde ve presente a Dios, no solo en su persona, sino en Ia creación
entera, por lo cual, es digno de alabanza y así se refiere a él con dulzura digna
de todo elogio:
"Altísimo, omnipotente, buen Señor, Tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor
y toda bendición…".
3. Al iniciar este primer fragmento vemos la grandeza del hombre que desde su
pequeñez es capaz de deleitarse en el Altísimo. Aquí Francisco revela la
autenticidad del hombre como un ser buscador del Omnipotente, adorador,
orante, el ser que supera a los demás en cuanto depositario de los valores, de lo
santo; ser que se trasciende a sí mismo en dirección hacia Dios y que frente a lo
santo se da cuenta que ha de anteponerle todos los valores. Toda su jerarquía
recibe su fundamentación del valor supremo y absoluto, de la persona Divina.
Esta originalidad del santo de Asís le permite integrar los valores inferiores y
superiores, pues, no es preciso renunciar a valores vitales para descansar
solamente en los espirituales. Basta solo que al realizar un valor inferior lo haga
en vista al valor superior, y dado que, en Ia cúspide de la pirámide están los
valores religiosos, obrar bien, alabar y dirigir su plegaria de manera original...
significa adorar a Dios de la manera más humildes y sencilla junto a todo lo
creado. Aquí adquiere pleno significado lo que a continuación se expresa.
"Loado, seas mi Señor, con todas las criaturas..."
El sol, Ia luna, las estrellas, el viento, el aire, el nublado, el sereno, el tiempo, el
agua, el fuego, la noche y la madre tierra tiene un valor esencial en cuanto tiene
su propia estimación y dignidad por su condición de ser cosas creadas y no
depende de la querencia individual de Francisco.
El reconoce en cada uno de estos elementos su majestuosidad y el valor esencial
por su belleza, su utilidad, su elegancia en la medida en que cada uno contiene
y posee su propio valor es importante y le da su valor al ente como tal. Vemos
aquí que cada elemento tiene su valides con independencia del interés o
sentimiento del autor; cada elemento tiene su cualidad residente en ella misma
pero, a su vez, su valor está ligado directamente at creador; por esto el hermano
sol, "es día y por el cual nos alumbras... de ti Altísimo Ileva significación", de igual
manera sucede con los demás elementos cósmicos. Cada uno de ellos
adquieren diferentes valores y muy dignos de ser estimados; pero como
podemos apreciar está supeditado a un valor superior, valor superior que explica
todos los darnas y les da sentido y plenitud.
La alabanza a Dios se traduce en amor infinito e inagotable at creador, y Dios,
como valor supremo, no se opone al valor de los bienes materiales, al de la
belleza, ni al de la fuerza, ni al de la humildad, ni al de la castidad que
simbólicamente le trasfiere al agua. Francisco sabe que Dios quiere que el
hombre cuente con los medios necesarios para su vida, cuide de su salud y de
la belleza de su alma.
Al finalizar Ia obra del Cantico de las criaturas Francisco se vuelve al hombre y
nos recuerda nuestras limitaciones humanas: el pecado, el sufrimiento y Ia
muerte son tres realidades que pueden darnos la idea que en ellos se esconden
valores negativos; sin embargo, ellas nos encaminan al encuentro del Dios
creador; por lo tanto, para Francisco son objetos de alabanza divinas.
El cantico termina con el mismo deseo ferviente que lo inicia con ese grito que
nace del fondo de su alma, "Load y bendecir a ml Señor y dadle gracias y servidle
4. con gran humildad". Dios es para Francisco valor absoluto, fuente última y
fundante de los valores. Solo en Dios, el Bien Supremo, se encuentra la felicidad
y la verdad del hombre creado y redimido por EL. El hombre a solas, sin Ia
iluminación de él, corre el riesgo de construir jerarquías erradas y desvirtuar todo
su accionar.
A MANERA DE CONCLUSION.
El cantico de las criaturas es la expresión de una riquísima experiencia de vida
en íntima comunión con Dios. Para el autor, Él se revela como Bien Supremo,
valor absoluto e integrador de todos los demás valores. En él radica Ia felicidad
y Ia realización plena del hombre.
Todos nos regimos por valores; es decir, por todo aquello que es apreciado como
un bien y que objetivamente lo es, para alcanzar nuestra felicidad. Los valores
personales son los que configuran el modo de ser, de vivir y de actuar de cada
uno de nosotros. Los valores son múltiples y afectan a diversas áreas de Ia
existencia humana y ante la variedad y multiplicidad de valores, es necesario
establecer un orden entre ellos y por consiguiente una jerarquía. Aquí podemos
imitar a Francisco y establecer nuestra autentica jerarquía de valores en el cual
Dios sea el centro, el fundamento y quien ocupe el primer puesto dentro de
nuestra vida. Sin este valor Supremo no existirá un fin absoluto más que aquel
que se proponga cada uno intentando trepar al aire sin un punto de apoyo que
nos "marquen el sendero de la ascensión a la que estamos llamados desde lo
más insondable de nuestro ser".2
2 LABAKE J., "El hombre, la libertad y los valores", Ed. Bonum, Buenos Aires,
1989, p