1. UNIVERSIDAD TÉCNICA DE MANABÍ
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD
CARRERA DE LABORATORIO CLÍNICO
TEMA:
Autoinmunidad y enfermedades autoinmunitarias
ASIGNATURA:
INMUNOLOGIA
DOCENTE:
DR. Cañarte Alcivar Jorge Alberto
ESTUDIANTE:
CONSTANTE PARRAGA CRISTOPHER STEEVEN
NIVEL:
CUARTO
SEPTIEMBRE 2018 – FEBRERO 2019
Autoinmunidad y enfermedades autoinmunitarias
2. Una de las características centrales del sistema inmunitario es la capacidad para establecer
una respuesta inflamatoria contra elementos ajenos al tiempo que se evita el daño a los
tejidos propios. Aunque el reconocimiento de lo propio tiene una función importante en
la formación de recursos de los receptores inmunitarios en los linfocitos T y B, así como
en la eliminación de detritos apoptósicos de los tejidos de todo el organismo, en general
se impide la generación de respuestas inmunitarias dañinas contra autoantígenos. La
característica esencial de este tipo de enfermedades es que la lesión hística se debe a una
reacción inmunitaria del organismo con sus propios tejidos. Por otra parte,
la autoinmunidadsignifica simplemente la presencia de autoanticuerpos o de linfocitos T
que reaccionan contra los autoantígenos y no implica necesariamente que la aparición de
autorreactividad tenga consecuencias patológicas.
La autoinmunidad está presente en todas las personas; no obstante, las enfermedades
autoinmunitarias surgen sólo en individuos en los que la transgresión de uno o más de los
mecanismos básicos que regulan la tolerancia inmunitaria culmina en autorreactividad y
con ello, daño hístico.
La autoinmunidad se observa en personas normales y con mayor frecuencia en aquéllas
de edad avanzada sanas. Durante toda la vida, existen autoanticuerpos con reactividad
múltiple que reconocen muchos antígenos del hospedador. La expresión de estos
anticuerpos aumenta después de algunos fenómenos desencadenantes. Por lo general, se
trata de isótopos de la cadena pesada de IgM y están codificados por genes de la región
variable de la inmunoglobulina de la línea germinal sin mutaciones. Cuando un fenómeno
desencadenante induce la autoinmunidad, como una infección o el daño de tejidos por
traumatismo o isquemia, la autorreactividad casi siempre es limitada. Sin embargo,
cuando persiste la autoinmunidad mencionada pueden surgir alteraciones en la forma de
cuadros patológicos. Incluso en presencia de enfermedad orgánica, puede ser difícil
determinar si el daño está mediado por la autorreactividad. Después de un fenómeno
activador, el surgimiento de autorreactividad puede ser consecuencia de un proceso
patológico continuo; es posible que esta respuesta no sea patógena o que contribuya a la
inflamación y el daño hísticos. Las personas con enfermedades autoinmunitarias pueden
tener innumerables autoanticuerpos; algunos de ellos (o tal vez ninguno) pueden ser
patógenos. Los pacientes de esclerosis sistémicas pueden tener una gran variedad de
anticuerpos antinucleares que son importantes en la clasificación de la enfermedad, pero
que no son claramente patógenos; los enfermos de pénfigo también pueden tener
3. innumerables autoanticuerpos, y de ellos solamente uno (contra la desmogleína) sería
patógeno.
MECANISMO DE AUTOINMUNIDAD
En el año 1900, Ehrlich propuso por primera vez la existencia de mecanismos que evitan
la generación de autorreactividad y desde entonces los conceptos sobre la naturaleza de
esta inhibición han ido evolucionando de manera paralela a la adquisición de
conocimientos sobre el sistema inmunitario. La teoría de la selección clonal de Burnet
señalaba que la interacción de las células linfoides con sus antígenos específicos durante
la vida fetal o posnatal temprana conduciría a la eliminación de dichos “clones
prohibidos”. Sin embargo, esta idea se hizo insostenible cuando se demostró que era
posible inducir enfermedades autoinmunitarias en animales de experimentación mediante
simples procedimientos de inmunización, que era fácil demostrar la presencia de células
unidas con autoantígenos en la circulación de personas sanas y que era frecuente el
surgimiento de fenómenos autoinmunitarios autolimitados después del daño hístico por
infección o traumatismo. Estas observaciones indicaban que los clones de células capaces
de responder a los autoantígenos estaban presentes en los recursos de las células reactivas
a los antígenos en los adultos normales y sugerían que había mecanismos añadidos a la
deleción clonal que evitan la activación de tales células.
Hoy día, se piensa que hay tres procesos generales implicados en la conservación de la
insensibilidad selectiva a los autoantígenos
1) el secuestro de los autoantígenos, lo cual los tornó inaccesibles al sistema inmunitario
2) la insensibilidad específica (tolerancia o anergia) de los linfocitos T o B pertinentes
3) la limitación de la reactividad potencial por mecanismos reguladores. Los trastornos
de estos procesos normales pueden predisponer al desarrollo de autoinmunidad.
En general, estas respuestas alteradas requieren un desencadenante exógeno, como la
infección bacteriana o viral o el tabaquismo y necesitan la presencia de anomalías
endógenas en las células del sistema inmunitario. Los superantígenos microbianos, como
la proteína A estafilocócica y las enterotoxinas estafilocócicas, son sustancias que pueden
estimular una gama variada de linfocitos T y B según interacciones específicas con
familias seleccionadas de receptores autoinmunitarios, con independencia de su
especificidad antigénica. La autoinmunidad podría aparecer si los linfocitos T o B
4. reactivos frente a los autoantígenos expresan dichos receptores. Por otra parte, el
mimetismo molecular o reactividad cruzada entre un producto microbiano y un
autoantígeno puede desencadenar la activación de linfocitos autorreactivos. Uno de los
mejores ejemplos de autorreactividad y enfermedad autoinmunitaria por mimetismo
molecular es la fiebre reumática, en la cual los anticuerpos contra la proteína M de los
estreptococos muestran una reactividad cruzada con la miosina, la laminina y otras
proteínas de la matriz. El depósito de estos autoanticuerpos en el corazón inicia una
respuesta inflamatoria, mientras que la penetración de los anticuerpos al cerebro produce
corea de Sydenham. Hay informes de mimetismo molecular entre las proteínas
microbianas y los tejidos del hospedador en la diabetes mellitus tipo 1, artritis reumatoide
y esclerosis múltiple. Se supone que los agentes infecciosos tienen la capacidad de rebasar
la autotolerancia porque poseen perfiles moleculares propios de
patógenos (PAMP, pathogen-associated molecular patterns); tales moléculas (como la
endotoxina bacteriana, RNA o DNA) generan efectos similares a los de coadyuvantes en
el sistema inmunitario, al interactuar con los receptores similares a Toll (TLR, Toll-like
receptors), y otros receptores de reconocimiento de perfiles(PRR, pattern recognition
receptors) que incrementan la inmunogenicidad y la capacidad inmunoestimulante del
material microbiano. Los coadyuvantes activan las células dendríticas por medio de TLR,
que a su vez inducen la activación de linfocitos que estaban inactivos y que reconocen a
los antígenos microbianos y a los autoantígenos. De forma semejante, el daño celular y
tisular por la liberación de perfiles moleculares propios de daño (DAMP, damage-
associated molecular patterns) que incluyen nucleosomas de DNA y RNA y otros restos
tisulares, pueden activar células de los sistemas inflamatorios e inmunitario, al participar
en el mismo conjunto y disposición de PRR
5. ENFERMEDAD AUTOINMUNITARIA
Para clasificar una enfermedad como autoinmunitaria, es necesario comprobar que la
respuesta inmunitaria contra un autoantígeno provoca el trastorno observado. Al principio
se consideró que la posibilidad de detectar anticuerpos contra el tejido afectado en el suero
de los pacientes con diversos padecimientos, era un indicio de que estos últimos tenían
una base autoinmunitaria. Sin embargo, tales autoanticuerpos también se observan
cuando hay una lesión hística debida a un traumatismo o una infección y su aparición es
consecutiva al daño hístico. Por lo expuesto, es necesario demostrar que la autoinmunidad
es un cuadro patógeno antes de calificar como autoinmunitaria a una enfermedad.
Para confirmar la capacidad patógena de los autoanticuerpos es posible transferir
enfermedades a animales de experimentación por la administración de autoanticuerpos
de un paciente humano, con la aparición ulterior de alteraciones (patologías) en el
receptor, semejantes a las observadas en el humano; dicha situación ha sido corroborada,
por ejemplo, en la enfermedad de Graves.
Algunos padecimientos autoinmunitarios pueden transmitirse de la madre al feto y se
observan en los recién nacidos de mujeres enfermas. En el recién nacido, los síntomas
suelen desaparecer a medida que disminuye la concentración de los anticuerpos maternos.
Sin embargo, una excepción es el bloqueo cardiaco congénito, en el cual existe daño al
sistema de conducción del corazón después de la transferencia intrauterina del anticuerpo
anti-Ro de la madre al feto. Esto puede causar una malformación permanente en el
desarrollo del corazón.
En la mayor parte de las situaciones, no se han descrito los factores esenciales que
determinan cuándo el surgimiento de autoinmunidad genera la aparición de una
enfermedad autoinmunitaria. La conexión entre la autoinmunidad y el surgimiento de una
entidad patológica puede vincularse con la especificidad fina de los anticuerpos o de los
linfocitos T o con sus capacidades como efectores específicos. Son muchos los casos en
los que no se han establecido los mecanismos del potencial patógeno de los
autoanticuerpos. En algunas enfermedades autoinmunitarias, la producción sesgada de
citocinas por parte de los linfocitos T colaboradores (TH, helper T) puede tener su lugar
en la patogenia. Al respecto, los linfocitos T pueden diferenciarse en células efectoras
especializadas que producen sobre todo interferón γ (TH1), IL-4 (TH2), IL-17 (TH17) o
que ayudan a los linfocitos B (linfocito T cooperador folicular [TFH, T follicular helper]) .
Los linfocitos TH1 facilitan la activación de macrófagos y la inmunidad típica mediada
por células, mientras que los linfocitos TH2 parecen tener funciones reguladoras,
participan en la resolución de las respuestas inmunitarias normales y en el surgimiento de
reacciones ante diversos parásitos; los linfocitos TH17 producen varias citocinas
inflamatorias, incluidas IL-17 e IL-22 y los linfocitos TFH ayudan a los linfocitos B
mediante la producción constitutiva de IL-21. En varias enfermedades autoinmunitarias,
como artritis reumatoide, esclerosis múltiple, diabetes mellitus tipo 1 y enfermedad de
Crohn, parece que hay una tendencia de diferenciación hacia los linfocitos TH1, con daño
orgánico resultante. Los estudios sugieren una diferenciación intensificada de linfocitos
TH17 en los modelos animales de artritis inflamatoria y de artritis reumatoide, mientras
que el aumento en la diferenciación a linfocitos TFH se observa en los modelos animales
de lupus eritematoso sistémico (SLE).
TRATAMIENTO: ENFERMEDADES AUTOINMUNITARIAS
6. El tratamiento de las enfermedades autoinmunitarias se orienta a suprimir la inducción de
la autoinmunidad, restaurar los mecanismos reguladores normales o a inhibir los
mecanismos efectores. Para disminuir el número o la función de células autorreactoras a
menudo se utilizan tratamientos inmunodepresores o de ablación. En años recientes, se
ha demostrado la eficacia del bloqueo de citocinas para evitar la activación inmunitaria
en algunas enfermedades, o para inhibir los mecanismos efectores inflamatorios extensos
que caracterizan a tales cuadros. También se han creado nuevos tratamientos orientados
a células linfoides de manera más específica, al bloquear la señal coestimulante necesaria
para activar los linfocitos T o B, al bloquear la capacidad migratoria de ambas células o
eliminar las células efectoras de esa categoría. Se ha demostrado la eficacia de tales
tratamientos en algunas enfermedades como en el SLE (belimumab), artritis reumatoide
(neutralización de TNF; bloqueo del receptor de IL-6; competencia por CD28,
agotamiento de linfocitos T, competencia por IL-1), psoriasis (depleción de IL-12-23;
neutralización de TNF), y enteropatía inflamatoria (neutralización de TNF o de IL-12).
Un progreso importante en la inhibición de los mecanismos efectores ha sido la
introducción del bloqueo de citocinas que al parecer limita el daño de órganos en algunas
enfermedades, como artritis reumatoide, enteropatía inflamatoria, psoriasis y
espondiloartritis. En fecha reciente se han introducido en el tratamiento de humanos
moléculas pequeñas que bloquean las vías de señalización de citocinas.
En fecha reciente se aprobaron agentes biológicos que ejercen su acción en la activación
del linfocito T (CTLA-4Ig) o que producen agotamiento de linfocitos B (anticuerpo anti-
CD20), para el tratamiento de la artritis reumatoide. En las enfermedades
autoinmunitarias, los tratamientos que previenen el daño orgánico o protegen la función
de los órganos destinatarios siguen siendo una medida terapéutica importante.
BIBLIOGRAFIA
https://psicologiaymente.com/clinica/tipos-de-enfermedades-autoinmunes
https://harrisonmedicina.mhmedical.com/content.aspx?bookid=1717§ionid=114936
313#1137941490
https://espanol.womenshealth.gov/a-z-topics/autoimmune-diseases