2. Si para Jung había algún principio fundamental que impregnaba la realidad
humana en su conjunto, hasta en sus más recónditas y menos reconocidas
facetas, era una tendencia intrínseca, espontánea, hacia la actualización de
las potencialidades latentes del organismo. En este sentido, de manera un
tanto poética, manifestaba que “en el adulto existe un niño, un niño eterno
que sigue formándose, que nunca estará terminado [...] Esta parte de la
personalidad humana es la que quisiera desarrollarse en su totalidad [...]”.
3. En la década de 1920 o 1930, Jung ya había
comenzado a pronunciarse sobre el hecho de
que el crecimiento psicológico del ser humano
no se detiene una vez llegada la adultez, sino
que prosigue hasta bien entrada la vejez.
Tendrían que pasar varias decenas de años hasta
que estas valiosas ideas penetraran en los
círculos más extensos de la psicología
académica y Jung fuera redescubierto como
pionero del campo actual del desarrollo adulto.
4. Jung definía lo que llamaba “el crecimiento de la
personalidad como sinónimo de un incremento de la auto-
consciencia” o de una “ampliación de la extensión de la
consciencia”; en suma, el “progresivo proceso de desarrollo
psíquico significa expansión de la consciencia” y la
consciencia se desarrolla “en forma de diferenciación de
ciertas funciones”. Es decir, para él, el desarrollo humano, en
esencia, puede ser definido como y equivale al desarrollo de
la consciencia humana.
“Entiendo por consciencia la referencia de los contenidos psíquicos al yo [...] en
la medida en que el yo tiene una sensación de esa referencia como tal [...] La
consciencia es la función o actividad que mantiene la relación de los contenidos
psíquicos con el yo”.
5. Jung pensaba, además, que la persona, en el transcurso
de su vida, se ve cada vez más directamente enfrentada a
la necesidad de diferenciar aquellos aspectos de su
psique que ha descuidado; en otras palabras, la necesidad
de corregir lo que él denominaba la unilateralidad de la
personalidad. Para dar cuenta de todas sus observaciones
y especulaciones fue necesaria la elaboración de dos
modelos complementarios, que se refieren a dos maneras
distintas de abordar y describir las complejas dinámicas
subjetivas e intersubjetivas que constituyen el desarrollo
psíquico.
6. El primero de estos dos modelos utiliza la ahora tan difundida
noción de que cada individuo recorre determinadas etapas o
estadios vitales que están ligados a características y tareas
distintivas. El modelo asume, así, un punto de vista cercano a
la experiencia concreta que las personas atraviesan en la
medida en la que crecen y acentúa las interacciones que se
producen entre el organismo humano y su entorno social,
cultural y material. Resulta curioso comprobar que el mismo
Jung contradecía sus propias consideraciones, hasta cierto
punto, cuando escribía que, en el fondo, “no existe un
desarrollo lineal [...] Un desarrollo uniforme se da, como
máximo, en un comienzo; más tarde, todo apunta al centro”.
7. El segundo modelo está basado en una perspectiva metapsicológica, tal
como la hemos definimos con anterioridad, y consiste en la articulación
de los descubrimientos que Jung hizo al explorar los fundamentos
transpersonales y los elementos estructurales de la consciencia como
secuencia típica del desarrollo −una empresa que pronto dio lugar a la
teoría de la individuación. En este sentido, esta aproximación comparte
con el primer modelo la noción de etapas del crecimiento psicológico
pero enfatiza más bien los procesos intrapsíquicos y psicodinámicos que
caracterizan a éste. Es en este contexto donde más relevancia
adquieren los diferentes constructos estructurales de la psicología
analítica −entre otros, los conceptos del inconsciente colectivo y los
arquetipos o de la consciencia y el ego−
8. Si el individuo es capaz de recrear el mundo dentro de su propia
consciencia, entonces, la totalidad del universo se ha enriquecido por la
existencia de su ego infinitesimal y el mundo de los arquetipos ha sido
modificado, aunque sea de manera muy ligera.
Nos resta añadir un breve comentario más a esta sección sobre algunas
de las generalidades relativas a las teorías evolutivas de la psicología
analítica. Es necesario señalar que, hasta cierto grado, Jung era
consciente de que sus reflexiones teóricas están expuestas a un
importante sesgo −su inevitable inmersión en y evidente surgimiento
desde la cultura europea− y que, en este sentido, dan cuenta
específicamente del desarrollo de los individuos que viven insertos en
las condiciones socioculturales occidentales
9. Existe una ambigüedad conceptual que atraviesa toda la
teoría jungiana: si el crecimiento psicológico está, en gran
parte, determinado por factores estructurales arquetípicos
compartidos por todos los seres humanos, ¿cómo podemos
explicar que individuos de diferentes trasfondos
socioculturales parecieran, al menos en términos
fenomenológicos, divergir en cuanto a las características
intrapsíquicas centrales que emergen durante el desarrollo de
la consciencia? Respuestas interesantes y coherentes a esta
interrogante no faltan; no obstante, me parece importante
que este asunto nos acompañe, aunque sea de manera tácita,
en nuestro recorrido por los modelos evolutivos de la
psicología analítica.