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Pedro Lasarte 
Boston University 
Defensas ante la piratería inglesa en las costas del Nuevo Mundo: del encomio imperial a 
la vituperación jocosa 
El estudio de la compleja interacción entre la producción literaria administrativa u 
oficial y la sátira en los virreinatos americanos puede, a mi parecer, dar frutos históricos, 
sociales y literarios de importancia e interés. Es un lugar común, y no sin cierto mérito, 
el polarizar ideológicamente, por un lado, ciertos géneros considerados oficiales, como, 
entre otros, memoriales, gacetas, teatro, o poesía épica; y por otro lado, el género satírico. 
Los primeros, en cierto sentido son vistos como portavoces de lo que se viene pensando 
como discurso imperial, mientras que el segundo se puede visualizar como subversivo, o, 
si se quiere, en última instancia, anti-imperial. Ahora, si bien tal polarización a grandes 
pinceladas puede dar una visión no equivocada en términos generales, hay que advertir 
que una aproximación más detenida a tal tajante oposición más bien nos lleva a visualizar 
fisuras y contradicciones. Menciono esto para dejar constancia de que si en este ensayo 
me aproximaré a textos que parecen ser tendenciosamente unívocos, aclaro--como he 
escrito en otro lugar--que al ver las obras o los poetas en su producción más total, éstos 
más bien se escapan de lo que aquí parecerá bastante unidimensional y tendencioso--ya 
defensor, ya subversivo--hacia el poder.1 Como bien ha sugerido María Soledad Barbón, 
para el caso de la sátira tal comprensión conlleva «residuos de una historiografía liberal, 
iniciada en la segunda mitad del siglo XIX, que tras un primer rechazo de la época 
1 Para el caso ver Lasarte, 2006, pp. 16-19 y pásssim.
colonial construyó un esquema teleológico de la literatura cuyo punto final es la 
independencia política»2. A continuación intentaré abordar este asunto, acercándome 
primero a un poema satírico de fines del siglo XVI, anónimo, aunque atribuido a Mateo 
Rosas de Oquendo, La victoria naval Peruntina; y luego, dos poemas de Juan del Valle y 
Caviedes, satírico virreinal peruano de las últimas décadas del siglo diecisiete.3 
El poema épico burlesco La victoria naval Peruntina es conocido, aunque poco, 
por su parodia de los elogios hechos por Pedro de Oña en su Arauco Domado a la 
participación de don Beltrán de Castro y de La Cueva en el combate naval que tuvo con 
el pirata Ricardo Aquines (Richard Hawkins) en las afueras del Callao hacia 1594. 
Precisamente, el 17 de mayo de ese año Don García Hurtado de Mendoza, Virrey del 
Perú, recibe noticia de la presencia del inglés y se encamina al puerto del Callao para 
preparar la defensa de las costas de la capital virreinal. Para el caso pone a su cuñado, 
don Beltrán de Castro y de la Cueva al mando de una flota de tres galeones y tres patajes 
para que salga a la caza del inglés. Después de doce días divisa su bandera en el puerto 
de Chincha, pero una inesperada tormenta le obliga a regresar al Callao. Luego de una 
rápida recuperación zarpa nuevamente, ahora al mando de sólo dos navíos, la Almiranta y 
la Galizabra, con los cuales logra darle alcance al inglés en las afueras de San Mateo, e 
inicia una batalla naval en la cual Hawkins resulta herido y llevado prisionero al puerto 
de Panamá. El 14 de septiembre, día de la «fiesta de la Cruz», llega la noticia a Lima y 
causa gran entusiasmo. Tal es así que en ese mismo año de 1594 se publica uno de los 
primeros incunables de la imprenta en Lima, una Relación por Pedro Valaguer de 
2 Barbón, 2006, p. 69. 
3 Para el caso del primero, desarrollo y amplío aquí una aproximación inicial 
publicada en Lasarte, 1992, y para el segundo, un apartado hallado en Lasarte, 2006, pp. 
86-98. 
2
3 
Salzedo, Correo Mayor del Perú, en la cual el triunfo de Beltrán de Castro recibe una 
hiperbólica celebración, sobre todo tratándose de la posible invasión de un hereje 
luterano--recordemos que la amenaza protestante ya era encarada fuertemente por la 
corona española--. Allí, es decir en la relación, leemos que el virrey Hurtado de 
Mendoza 
fue al monasterio de sant Agustín donde visitó el Sanctisimo sacramento [. . .] 
dando gracias por tan célebre, y importante victoria, y por mas regozijarla, 
anduvo por las calles, acompañado de sus criados, y de otros muchos caualleros, y 
vezinos, que acudieron con sus hachas encendidas, y el viernes siguiente [. . .] 
se hizo vna muy solemne y general procession . . . y el sábado se corrieron toros, 
[y] se van haziendo otras fiestas y regocijos4. 
Debemos reconocer que el acalorado júbilo que causó la derrota de Hawkins se daba no 
mucho tiempo después de la derrota de la llamada «armada invencible», en 1588 por los 
ingleses y también las múltiples incursiones de piratas, como las de Drake en 1579. El 
rey mismo, en carta congratulatoria a García Hurtado de Mendoza, la llama una 
importantísima derrota que pondrá fin a futuros intentos de piratería5. Cabe notar que la 
alabanza del evento hace escuela: la recuerda, por ejemplo, entre otros, Cristóbal Suárez 
de Figueroa en 1613, luego cruza el océano y es revisada por Lope de Vega en su 
comedia Arauco domado (c. 1618), y llega a ser exaltada aun en el siglo dieciocho por 
Luis Antonio Oviedo de Herrara, Conde de la Granja en su Vida de Santa Rosa de Lima6. 
4 Velager de Salcedo, Relación, f. 10v. 
5 Markham, The Hawkins' Voyages, p. 348. 
6 Suarez de Figueroa, Hechos de don García Hurtado de Mendoza, Lope de Vega, 
Arauco domado, y Oviedo y Herrera, Vida de Santa Rosa, donde leemos: «O Valeroso 
don Beltrán! ninguno / [. . .] te iguala de tu gente: / mírate Marte: admírate Neptuno
Pero lo que nos interesa aquí es el elogio de la musa épica. En el Arauco domado de 
Pedro de Oña (1596), leemos que don Beltrán de Castro es «luz resplandeciente de la 
Cueva; / Aquél que por blasón y gloria nueva / Merece en vida estatua de alabastro, / Y 
en muerte, si la muerte al fin le llama / altares consagrados a la Fama»7. Y sobre su 
participación en la batalla naval, escuchamos que «Solícito a su bando solicita, / Al falto 
ya de espíritu conhorta, / Al sin sazón colérico reporta, / Al que parece inhábil habilita; / 
[. . . ] / Y estando todo en todo lo que importa, / [. . .] / colma las medidas de su cargo»8. 
Ahora, a pesar de que la derrota de Hawkins sin duda fue un episodio importante, 
lo que deseo aquí es contrapuntear estos elogios con la sátira, elogios que sin duda 
exageraban el incidente, demostrando una actitud «monumentalizadora» del evento--por 
así decirlo--y algo que conllevaba un propósito ideológico deseoso de reforzar el poder, 
ya debilitado, de la corona virreinal y su dominancia marítima. El poema épico burlesco, 
La Peruntina, que sin duda circuló en forma manuscrita por esos momentos, habría hecho 
reír a más de un habitante del virreinato, a pesar de la aprensiones que podrían sentir ante 
la amenaza inglesa. No hay que olvidarse que ésta era real y causó estragos y muertes. 
Acerquémonos entonces a algunas instancias del diálogo paródico que este poema 
entabla con el Arauco domado y la ya vista exaltación de los hechos heroicos de Beltrán 
de Castro y de la Cueva. 
Primero habrá que ver el acercamiento jocoso de La Peruntina a varias de las 
convenciones literarias utilizadas por Oña. Lo primero que se nota al abrir un texto épico 
son los «preliminares», páginas introductorias que, además de las necesarias 
[. . .] Calderón, y Castilla, eterna fama / logran, matando ingleses a montones» (cap. X, 
pp. cvi-cix). 
7 Oña, Arauco domado, pp. 634-635. 
8 Oña, Arauco domado, pp. 681-682. 
4
aprobaciones, incluían varias composiciones en alabanza del autor. Para el caso del 
Arauco domado, Oña es elogiado por un número de representantes del sector letrado 
virreinal. A modo de ejemplo veamos una, del Doctor Jerónimo López Guarnido, 
«Catedrático de Prima de Leyes de la Universidad de Lima»: 
Vuestro talento oculto, en lo secreto 
Ha sido bien que en sí no se consuma 
Sino que en otro gran Pompeyo Numa 
Muestre (causando asombre) su consuelo 
[. . .] 
El censo os dan, que daros no se excusa, 
Porque en la perfección de la poesía, 
Oña divino, a todos váis sobrando9. 
Lo que se nota aquí es que estos textos introductorios tenían un importante valor oficial, 
y no es casualidad, por lo tanto, que se he hallen parodiados, de una manera interesante, 
en La Peruntina. Aunque a primera vista la disposición del poema carece de 
composiciones preliminares como las del Arauco domado, una lectura detenida de sus 
primeros setenta y ocho versos trasluce una intencionada parodia de tales elogios de 
autor. Allí un narrador anónimo le entrega al lector la figura del poeta que ha de cantar la 
derrota de Hawkins. Éste, sin embargo, a diferencia de lo dicho sobre Oña, es un hombre 
«ocioso, pobre y mal contento / . . . / un poco libre, algo impertinente»10 (vv. 1-4) ; y 
sobre su integridad moral leemos que «entre los cortesanos es pasante, / entre los 
9 Oña, Aruaco domado, p. 20. 
10 Cito de mi edición del poema, de próxima aparición y que se basa en el 
manuscrito 3912 de la Biblioteca Nacional de Madrid. 
5
académicos novicio, / y entre los letrados mete su cuchara, / y no hay cosa de que no sepa 
un poco, / y todo junto viene a ser nonada» (vv. 13-17) . Por otro lado es importante 
notar también que la individualidad y privilegio de la voz poética, o épica, sufre una 
desarticulación, presentándose como voz popular normalmente excluida del habla oficial. 
En referencia al entusiasmo ante la derrota de Hawkins, el narrador de La Peruntina se 
presenta como testigo de «las fiestas, procesiones, luminarias, / parabienes, 
congratulaciones, / relaciones impresas» (vv. 39-41) . Él habría compartido con el pueblo 
un descontento ante los favores otorgados por la corona a raíz del triunfo naval: 
«encomiendas de repartimientos / a títulos de premios de guerra, / recibimientos de los 
capitanes / en forma de triunfal y aclamaciones / . . . / pareciéndoles para sólo un huevo / 
mucho cacarear de gallinas / y chico el santo para tanta fiesta» (vv. 47-54). Y de 
inmediato, a diferencia del poema épico inspirado por las musas, el narrador nos dice que 
él va a cantar más bien «llevado por las olas de la gente / y convencido de la 
muchedumbre» (vv. 56-57) . Hay que anotar aquí que, curiosamente, la historia parece 
quizás respaldar esta postura jocosa y paródica de La Peruntina. Como nos informa 
Ramiro Flores Guzmán, aunque más bien en relación a Francis Drake, «algunos 
individuos invocaron el apoyo de los piratas, pues se encontraban descontentos o 
enojados por haber sido postergados en el disfrute de prebendas»11. 
Ahora, las referencias paródicas a la alabanza de la batalla contra Hawkins en Oña 
son múltiples, pero aquí escojo sólo un par a modo de ejemplo. En el canto XVII del 
Arauco domado la salida de Beltrán de Castro del puerto del Callao es enaltecida por la 
musa poética al recurrir al conocido tópico del amanecer mitológico: 
Más ya que sobre el campo cristalino 
11 Flores Guzmán, 2005, p. 39. 
6
el padre de Faetón su luz dilata, 
Haciendo de las ondas fina plata, 
Y al arenoso, de oro fino, 
Veréis con un tropel tan repentino 
Que el ánimo y sentidos arrebata12. 
El amanecer no sólo sirve para enaltecer la empresa de Don Beltrán, sino a la vez para 
augurar el bien por venir: «¡Oh descuidado apóstata Richarte / Procúrate volver a quien 
te envía, / O toma, si pudieres otro rumbo, / Porque tu perdición está en un tumbo!»13. 
La Peruntina, al acercarse a ese mismo momento de la batalla naval, es decir la salida de 
Beltrán de las costas del Perú, en recuerdo de Oña, también acude a un amanecer 
mitológico, pero, claro, paródico y burlesco: 
[. . .] en sabiendo 
el alto presidente del Parnaso 
la turbación confusa y sincopada 
en que se halla, con la nueva horrenda, 
el reino que produce las riquezas, 
levantóse el cabello desgreñado, 
bostezando, y fregándose los ojos, 
y estando rascando no sé dónde, 
soltóse uno sin maldito el hueso. 
[. . . ] 
12 Oña, Arauco domado, p. 640. 
13 Oña, Arauco domado, p. 640. 
7
Oyéndolo la noche tenebrosa 
[. . .] 
tapóse las narices con la mano 
diciendo «pape ése la virreina». 
Despachó luego Apolo su lucero 
[. . .] 
que con centelleantes ojos vivos 
de la altura del cielo columbrase 
si parecían ingleses por la tierra. (vv. 369-387) 
Paso ahora a una segunda instancia paródica. El poema de Oña, típica y 
tópicamente acude a una profecía sobrenatural--o Providencial--sobre el triunfo de 
Beltrán de Castro sobre Hawkins. En el canto XVI cuenta la indígena Quidora un sueño 
enigmático, en el cual a Hawkins se le presenta como un «drago diabólico»: 
Por una gruta negra y espantosa 
Adonde luz escasa parecía, 
Un drago forcísimo salía 
Lanzándose en el mar con sed rabiosa; 
[. . .] 
Mas cuando se tornaba ya gozoso 
El drago con el hurto y presa nueva 
Salió tras él bramando de una cueva 
Un bravo león de cuello vedijoso 
8
[. . .] 
Hasta que ya, cogiéndolo en sus brazos , 
Al ávido dragón hacía pedazos14. 
Y es este vaticinio que le permite a Oña dar un salto temporal para confirmar con su 
canto la grandeza de la batalla naval: «yo que mientras todos han hablado / He solo sus 
razones atendido, / Por las de la zagala he colegido / Que lo que entonces fue 
profetizado / Es lo que agora acaba de cumplirse, / Si pudo bien tan grande predecirse»15. 
Lo que vemos, entonces, es que Oña inscribe el evento dentro de la conocida 
interpretación providencial de la historia, visión que estaría del lado de la conquista, 
justificando y alentándola. Hay que ver que la Providencia también le sirve a Oña para 
explicar el fallido primer intento de Beltrán de Castro. Nos dice que «vino la tormenta / 
Por especial favor del alto cielo / Para que don Beltrán acá en el suelo / Su mérito 
aumentase, si se aumenta; / Pues no fuera el vencer de tanta cuenta / Sino cubrir su lustre, 
al menos, del que digo, / Rendir con tal ventaja al enemigo»16. Es decir, muy 
curiosamente, Dios intervino para que el triunfo español no pareciese poca cosa por la 
desventaja de números. El segundo encuentro, en el cual capturan a Hawkins, sería mas 
parejo y, por lo tanto, el triunfo español más digno de ser cantado y alabado. Esto no se 
le escapa a La Peruntina ya que la Providencia es también parodiada jocosamente. La 
supuesta intervención divina para nivelar el combate es rebajada cómicamente. Allí 
hallamos a un cobarde y codicioso Beltrán de Castro quien, durante la batalla, llevado por 
el miedo, acude a Dios para pedirle que intervenga en su favor: «Vesme Señor aquí a tus 
14 Oña, Arauco domado, pp. 114-116. 
15 Oña, Arauco domado, p. 618. 
16 Oña, Arauco domado, pp. 661-662. 
9
10 
pies rendido / y aun a los de este inglés si tu no ayudas. / Yo conozco señor, y lo confieso 
/ que soy un tonto y mísero gallego» (vv. 533-536). Esta confesión de su cobardía y 
necesidad, invirtiendo el elogio de Oña, es respondida por la Providencia: «Dí mísero 
gallego de qué temes / de qué tiemblas y andas sin aliento / estando en un navío que 
pudiera / a dos ingleses abordar seguro. / Averguénzate puerco, y considera / la ventaja 
que tienes de tu parte: / tú tienes dos navíos contra uno» (vv. 595-601). Vemos, 
entonces, que La Peruntina, en su diálogo con Oña y con otros textos de carácter 
exaltadores del evento y así defensores del llamado proceso imperial y su poderío, rebaja 
jocosamente la voz de la autoridad, reflejando quizás, lo que habrían sido no pocas 
opiniones por parte de un lector limense crítico de la actitud propagandista de la corona.17 
Doy ahora un salto, de bastantes décadas, para acercarme a otro momento en que 
la sátira se encara cómicamente con la realidad virreinal en torno a la amenaza inglesa, en 
este caso a través de la poesía satírica de Juan del Valle y Caviedes. Flores Guzmán nos 
recuerda que «a partir de la década de 1670, bucaneros y filibusteros de varias 
nacionalidades hacen su aparición en el Mar del Sur. Sus intenciones eran simplemente 
el robo y el pillaje a gran escala [. . .] [y conjetura] que esta época puede ser considerada 
como la más violenta en la larga serie de incursiones piratas durante la Colonia»18. Como 
he intentado mostrar en otro lugar, la sátira de Valle y Caviedes, por lo general sobre 
17 Ahora, aunque no se ciña directamente con lo que aquí presento, por curiosidad 
no puedo dejar de lado un breve excurso interesante, excurso que nos remite al evento 
visto desde la perspectiva inglesa. En referencia a la tomenta que inicialmente obliga a 
Beltrán a regresar al puerto del Callao, en su diario, Hawkins, cuyo único navío se salva 
de ser atacado por los que componían la flota española registra que ésta, es decir la 
tormenta, habría sido un acto providencial a su favor: «The admirall of the Spaniards 
snapt his maine mast asunder, as so began to lagge a stern, and with his other shippes 
[. . .] the hand of God helping and delivering us», Markham, The Hawkins' Voyages, p. 
257. Curiosamente, Dios es, entonces, una entidad "transatlántica." 
18 Flores García, p. 43.
médicos, se halla entrelazada con la crítica jocosa del discurso oficial o autorizado, algo 
que sin duda nos recordará lo ya visto con La Peruntina19. Me traslado entonces a las 
últimas décadas del siglo XVII, época en que, como nos recuerda José Luis Romero, los 
memoriales de carácter oficial eran documentos de suma importancia y éstos circulaban-- 
nos dice-- en una urbe o «ciudad hidalga» con un complejo mundo burocrático de 
«intrigas y falsificaciones»20. Hay que notar que los memoriales burlescos de Valle y 
Caviedes por lo general entrelazan dos voces: la del narrador del poema y la del sujeto al 
cual se le atribuye haber escrito el documento. La expresión crítica se entrega así en una 
suerte de tercera persona. Las burlas ironizan la importancia del memorial, entregándolo 
en un lenguaje callejero y popular que invierte su carácter letrado. Uno de estos poemas, 
que quiero ver aquí, es el «Memorial que le da la muerte al virrey en tiempo que se 
arbitrara si se enviarían navíos con gente de guerra para pelear con el enemigo inglés o si 
se haría muralla para resguardar la ciudad de Lima»21, poema que conlleva una burla del 
arbitrista, figura satirizada en la época y, curiosamente, ejercicio burocrático en el cual 
participó el mismo poeta Valle y Caviedes22. 
Por esas épocas, sobre todo para el contexto peninsular, la proliferación de los 
proyectos de estos personajes, a ratos absurdos, era señal de la crisis por la cual pasaba el 
imperio español. En el poema de Valle y Caviedes la voz del arbitrista llega de 
ultratumba, algo que no sólo se mofa de su ineficacia, sino que también alude serio-cómicamente 
a la debilidad e ineficacia del poderío militar español y sus colonias ante la 
amenaza inglesa. Rubén Vargas Ugarte nos recuerda que la población de Lima se hallaba 
19 Ver Lasarte, 2006. 
20 Romero, 1976, p. 70. 
21 Valle y Caviedes, Obra completa, pp. 304-307 
22 Ver Valle y Caviedes, Obra completa, pp. 35-36. 
11
en estado de pánico ante la posible invasión de piratas, entre ellos Eduardo Davis, quien, 
hacia 1683, había entrado al Mar del Sur. De hecho, una escuadra española se enfrentó, 
triunfantemente, con los corsarios el 11 de julio de 1685, pero, y cito a Vargas Ugarte, 
«por diferencias entre los jefes y disputas que no tenían razón de ser, estando ya casi 
rendido el enemigo, éste pudo emprender la fuga, valiéndose de la mayor ligereza de sus 
barcos»23. Señala luego que en su relación oficial el virrey llega a reconocer que «fue un 
contratiempo serio el no haber destruido a los piratas, teniéndolos a la mano y dejándolos 
partir sin pérdida de un solo navío», pero no indica claramente la responsabilidad del 
suceso, atribuyéndolo más bien a «cambios imprevistos del tiempo»24. El miedo que 
sentía la población limeña se oye, por ejemplo, en las palabras de un «buen cura», quien 
repite una creencia que si las cosas seguían como estaban, «nombrarían Virrey y 
agasajarían a todos los indios y negros y en poco tiempo sería todo este Reino del Perú de 
Inglaterra»25. El cura expresa sus temores precisamente en un memorial al virrey: 
No lo dudo, Señor, ni por acá se duda; si V.M. no se sirve embiar algunos navíos 
armados, porque el pavor que ha permitido Dios se infunda en los españoles es de 
calidad que, a la voz de que viene el inglés, raro es el que no tiembla, pues con 
aver sabido, sin admitir duda, que la gente que tiene no llega 200 hombres y que, 
dada la primera encarga, si los acometen, no tienen resistencia, no se an atrevido, 
huyendo vilmente [. . .] ¿Pues si con un número tan corto a hecho tales 
destrozos, que se podrá recelar si vienen muchos?26. 
23 Vargas Ugarte, 1954, p. 396. 
24 Vargas Ugarte, 1954, pp. 396-397. 
25 Vargas Ugarte, 1954, p. 398. 
26 Vargas Ugarte, 1954, p. 398. 
12
13 
Guillermo Lohmann Villena, por su lado, nos muestra que la preocupación ante un 
posible avance inglés era compartida por todos, y que se había llegado a un acuerdo que 
amurallar la ciudad era quizás el medio más viable de defensa. «Era convicción general 
—nos dice—que constituía imprudencia temeraria arriesgar la suerte de la capital del 
Virreinato, con todas sus riquezas y su significado político, al albur de un choque 
armado. Sin reparar ni en desembolsos ni en las exacciones que hubiesen de asumir, 
todos se decidían por una obra de esa índole, y hasta en los sermones se exhortaba a las 
autoridades civiles a llevar a la práctica sin tardanza y a los fieles a cooperar 
económicamente sin regateos»27. Dice también Lohmann que «los vecinos, acobardados, 
estaban llanos a abrir sus bolsas»28. Y añade que el virrey, Duque de la Palata, «requirió 
en los primeros días de noviembre [de 1683] el parecer de los jefes de alta graduación 
más experimentados que tenía a su lado. En esa junta de guerra, los pronunciamientos 
favorables a la muralla constituyeron la mayoría absoluta, aunque cada diciente expuso 
27 Lohmann Villena, 1964, pp. 181-182. 
28Lohmann Villena, 1964, p. 183. Elliott, 1990, p. 41, también tiene unas palabras 
importantes al respecto: «la tarea de defender las Indias de ataques enemigos había 
recaído tradicionalmente en los encomenderos, de quienes se esperaba que tomaran las 
armas cuando se divisara una flota en señal de guerra. Pero, como la misma encomienda 
perdió su eficacia institucional, los encomenderos dejaron de ser una fuerza de defensa 
eficiente y hacia el siglo XVII la corona encontró más ventajoso apropiarse de una parte 
de las rentas de sus encomiendas para mantener un cuerpo de hombres pagados. Aunque 
de España se traían soldados para servir en las guardias virreinales y para las 
guarniciones de las fortificaciones costeras, las irregularidades y la falta de idoneidad de 
estas tropas hicieron que los destacamentos tendieran a estar incompletos y los colonos 
tomaron conciencia de que, en caso de peligro, había poca esperanza de salvación, a 
menos que se salvasen ellos mismos. Las milicias urbanas y las levas voluntarias 
jugaron, por tanto, un papel cada vez más importante en la defensa de las Indias 
conforme avanzaba el siglo XVII. El virreinato del Perú, por ejemplo, respondió al 
ataque del capitán Morgan al istmo de Panamá en 1668-70 con una movilización general. 
El fracaso del esquema de Olivares de una Unión de Armas por toda la monarquía había 
conducido a los colonos de las Indias a desarrollar sus propios mecanismos de defensa».
matices personales»29. 
Tanto el temor de los pobladores de la capital virreinal como las complejas 
andanzas burocráticas sobre el mejor procedimiento para combatir al enemigo fueron sin 
duda munición muy apropiada para la burla de Valle y Caviedes. Jocosamente, con su 
«memorial» parece unirse—paródicamente--al grupo de expertos consultados, aunque, en 
contra del consenso, prefiere el encuentro militar sobre la fortificación. La muerte, como 
arbitrista, ofrece su opinión para enfrentarse al peligro inglés: sugiere que sí se debe 
enviar una flota a guerrear con los piratas, pero esa flota, alegórica y jocosamente, 
debería componerse de los médicos de Lima, algo que al satírico le permite pasar revista 
a muchos de sus blancos favoritos. Se le avisa al «Excelentísimo Duque» que la 
sugerencia de la Muerte para «tan apretado caso», es que embarque 
a todos los boticarios. 
Médicos y curanderos, 
barberos y cirujanos, 
sin reservar a ninguno30. 
Tales arbitrios de la sabia Muerte, que en cierto sentido se burlan del pánico de los 
limeños, sugieren un escuadrón alegórico; es decir un escuadrón de «matasanos» 
peligroso. ¡Qué mejor arma contra los piratas que los médicos de Lima! Se acude, por 
ejemplo, al doctor Francisco del Barco--de apellido muy apropiado--como una de las 
posibles soluciones: 
29 Lohmann Villena, 1964, p. 183. 
30 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 304. 
14
¿Soldados son menester? 
¿A dónde está un doctor Barco 
que puede abordar a un 
bajel de vidas cargado?31. 
El lector coetáneo a Valle y Caviedes sonreiría aquí no sólo por reconocer el juego 
burlesco con el nombre del médico--Barco--sino también por estar al tanto de las 
discusiones y política, no solo sobre el peligro pirata, sino también sobre la asignación, 
poco transparente, de algunos médicos a puestos oficiales. A continuación, la Muerte 
también arbitra que el virrey ha de hacer uso de otro médico, Vázquez, como arma 
ofensiva. Allí se hace alarde de una burlesca y escatológica referencia que recuerda los 
ataques comúnmente dirigidos al hereje inglés como sodomita; pero ahora, inversamente, 
la burla se dirige al médico virreinal. Se trata de Vázquez, un «campeón moderno», nos 
dice, porque habría de ser un gran defensor ante la amenaza pirata ya que 
[. . .] con jeringas y caldos, 
por la retaguardia birla 
escuadrones de hombres sanos32. 
Luego, el final del texto burlesco de Valle y Caviedes hace suya una imagen que 
recuerda una suerte de «nave de los locos» en la cual se embarcan, o se destierran, todos 
los artificios usados por los médicos, los cuales son metaforizados como armas bélicas 
31 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 305. 
32 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 305. 
15
para combatir contra el inglés: 
En fin, de todas aquestas 
naves cargadas de emplastos, 
de tientas, de postemeros, 
de polvos confeccionados. 
De diagridios, mechoacanes, 
y todos cuantos petardos 
y bombardas, las recetas 
nos muestran en sacatrapos, 
ballestas, machetes, flechas, 
tridentes, lanzas y garfios33. 
16 
Y la petición, ante el peligro, es inmediata: «que luego, sin dilatarlo, / mande que salgan 
al mar / los campeones señalados»34. El poema, entonces, reitera su burla de la medicina, 
pero también pone en tela de juicio los intentos, dificultades y discusiones ante el deseo 
de combatir contra los piratas35. 
33 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 306. 
34 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 307. 
35 Ahora bien, por relación metonímica la expulsión de los instrumentos curativos 
de los médicos es simultáneamente una expulsión de ellos. Esto es sátira burlesca, 
tópica, pero hay que ver que muchos de los médicos que menciona este poema 
pertenecen a una clase privilegiada de fuertes vínculos con el virrey y su corte, mientras 
que otros se hallan en el extremo opuesto, entre las llamadas «esferas bajas». Hay en la 
lista médicos o cirujanos de cámara de virreyes (Francisco del Barco, Francisco de 
Vargas Machuca, José de Rivilla, Francisco Bermejo y Roldán), Protomédicos de Lima 
(Bermejo, del Barco), Catedráticos de Primas de Medicina de la Universidad de San 
Marcos (Bermejo, del Barco, Juan de Llanos), Catedráticos de Víspera y profesores de 
medicina (José de Avendaño, Melchor Vázquez), pero también—en el otro extremo de la 
jerarquía medicinal—cirujanos (los dos Utrillas: Pedro el viejo y el cachorro), ambos
17 
Cabría ahora, según nuestra lectura de este memorial burlesco, sugerir un diálogo 
con otro poema de Valle y Caviedes, un romance que jocosamente regresa sobre la 
preocupación que se tenía ante la amenaza del «inglés». En cierto momento de este otro 
poema presenciamos un interrogatorio burlesco de connotaciones inquisitoriales. Leemos 
una serie de preguntas que el Protomédico de Lima, el Dr. Francisco Bermejo, le hace a 
un «inglés» que desea ser aceptado en la profesión médica. El lector de la época sin 
duda se reiría mucho de este examen ya que fue un requerimiento para ser aceptado como 
médico creado a instancias del mismo Bermejo. Éste lo había exigido en un memorial a 
la corona, acudiendo al hecho, algo olvidado, que así se estipulaba en la Recopilación de 
Leyes de las Indias36. Ahora, este «inglés»--nombre ya genérico para pirata, en parte en 
relación a la xenofobia «luterana»-- al ser interrogado, nos enteramos, es en verdad un 
verdugo, equívoco que da lugar a un número de yuxtaposiciones que desarrollan una 
dilogía con que se elabora otra burla común de la medicina en el poema, la de 
médico=verdugo37. 
En cierto momento del intercambio entre Bermejo y el inglés, el primero 
interroga: 
satirizados por Valle y Caviedes en muchas ocasiones por ser «pardos». El poema, 
entonces, abraza la tradición satírica, pero la hace dialogar con su contexto virreinal ya 
que se enfoca en dos grupos de médicos que habrían suscitado más de una preocupación. 
Por un lado, el aislar a los médicos de alta posición alude a las complejas y a veces poco 
nobles negociaciones que se llevaban acabo para alcanzar esos puestos. Por otro lado, al 
desplazar la mirada satírica al extremo opuesto, al del cirujano, recoge las preocupaciones 
que se sentían ante la movilidad social o profesional de las «castas oscuras». Sobre esto 
ver Lasarte, 2006. 
36 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 837. 
37 García Cáceres, 1999, p. 62, sugiere que "inglés" fue el apodo de un "temido 
verdugo de la Inquisición", pero no nos da la documentación que apoye su conjetura. Por 
otro lado habría que ver que la inquisición sí procesaba a los ingleses, como lo señala 
Hampe, 1998, p. 120, hecho que aquí recibiría una inversión jocosa.
Decidme: ¿qué son azotes? 
Y el [Inglés] respondió: Señor mío, 
los que se dan con la penca. 
Y el Proto respondió: Amigo, 
ventosa y fricaciones, 
decid. Muy a los principios 
estáis en el Verdugado, 
y os he de privar de oficio. 
Mas, decid: ¿qué es degollar? 
Y el verdugo, ya mohíno, 
le respondió: Es el cortar 
la cabeza con cuchillo. 
De medio a medio lo erráis, 
porque aquí habéis respondido 
por la cabeza, lo que 
son sangrías del tobillo38. 
Las preguntas y respuestas llevadas a cabo entre Bermejo y el inglés, el examen, resulta 
ser demasiado difícil para el postulante: el cruce de códigos con que juega la sátira está 
fuera de su alcance. El inglés no entiende, por ejemplo, que el «empalar» es «dar 
jeringas» o que el «descuartizar» es «operar». Así, pues, ante su incompetencia, exclama 
Bermejo: «Pero basta ya de examen, / porque en lo que aquí os he oído, / conozco que no 
valéis / para ser médico, un higo»39. El inglés, entonces, desaprueba el examen. 
38 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 380. 
39 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 382. 
18
19 
El fragmento de ese poema, además de reírse de la medicina ridiculiza, en parte, 
la supuesta ferocidad bélica del pirata o corsario, pero a la vez alude a un reconocimiento 
de la distancia que existía entre las instituciones de poder y la realidad virreinal. Que el 
inglés--hereje--sea procesado o interrogado por el protomedicato y no por la inquisición 
implica una mofa de las instituciones virreinales, las cuales se hallan confusas e 
invertidas, incompetencia a la cual también se alude por la imposibilidad de 
comunicación que existe entre el interrogador y el interrogado. Es Bermejo el que 
desconoce la realidad ya que las respuestas del inglés son acertadas: los azotes sí se dan 
con una penca. Las preguntas de Bermejo son metafóricas, y las respuestas del inglés 
literales. El que no comprende o entiende la realidad es más bien el médico. Tal falta de 
comprensión entre los dos irradia una serie de posibles significados que podrían recaer no 
sólo sobre la desafortunada eficacia de la institución, y la amenaza pirata, sino también, 
posiblemente, sobre la población extranjera que existía en Lima, población que se 
pensaba, muchas veces, como peligro «hereje»40. Finalmente, hay que ver que la cómica 
incomprensión entre el inglés y su interrogador se basa en la metáfora reversible, la de 
médico como verdugo, algo que nos obliga a regresar sobre una constante meditación 
autoreflexiva de Valle y Caviedes sobre la problemática, tan barroca, del lenguaje como 
vehículo deficiente para la certidumbre o fijación de la verdad y el conocimiento. 
Hemos visto en este breve ensayo que las sátiras virreinales, en cierto sentido crónicas no 
40 Según Pérez Villanueva y Escanell Bonet, 1984-2000, I, p. 924, entre 1570 y 
15800 un 17.30 por ciento de los procesados por la Inquisición eran extranjeros, número 
que adquiere una «proporción elevadísima en relación con los demás grupos 
numéricamente muy superiores». Aunque estas fechas son anteriores al período de Valle 
y Caviedes, podemos conjeturar que la situación no habría cambiado mucho, sobre todo 
al ver que entre 1650 y 1699 el porcentaje de extranjeros procesados en el Tribunal de 
Cartagena de Indias fue de un 12.02, Pérez Villanueva y Escanell Bonet, 1984-2000, II, 
p. 863. Ver también Hampe, 1998, p. 120.
20 
oficiales de sus contextos, estaban muy conscientes de la amenaza inglesa, y como toda 
buena sátira logran expresar una visión quizás mucho mas fiel de las contradicciones y 
complejidades socio políticas que circundaban las amenazas de los piratas en el virreinato 
del Perú. 
Bibliografía 
Barbón, María Soledad, «Las palanganas reciben al virrey: sátira y panegírico en Lima 
durante la época colonial tardía», Dieciocho, 1, 29, 2006, pp. 69-83. 
Eliott, J.H., «España y América en los siglos XVI y XVII», en Historia de América Latina, 
ed. Leslie Bethell, trad. Antonio Acosta, Barcelona, Editorial Crítica, 1990, vol. 1, 
pp. 3-44. 
Flores Guzmán, Ramiro, «El enemigo frente a las costas. Temores y reacciones frente a 
la amenaza pirata, 1570-1720», en El miedo en el Perú. Siglos XVI al XX, ed. 
Claudia Rosas Laro, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2005, pp. 33- 
50. 
García Cáceres, Uriel, Juan del Valle y Caviedes: cronista de la medicina, Lima, 
Universidad Peruana Cayetano Heredia, 1999. 
Hampe Martínez, Teodoro, Santo Oficio e historia colonial, Lima, Congreso del Perú, 
1998. 
Lasarte, Pedro, Lima satirizada (1598-1698): Mateo Rosas de Oquendo y Juan del Valle 
y Caviedes, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2006. 
---. «Sátira, parodia e historia en la Peruntina de Mateo Rosas de Oquendo," Colonial 
Latin American Review, 1, 1992, pp. 147-160. 
Lohmann Villena, Guillermo, Las defensas militares de Lima y Callao, Sevilla, Escuela 
de estudios latinoamericanos, 1964. 
Markham, Clements R., The Hawkins' Voyages, London, Hakluyt Society, 1878. 
Oña, Pedro de, Arauco domado [1596], ed. J.T. Medina, Santiago, Imprenta 
Universitaria, 1917. 
Oviedo de Herrara, Antonio de, Vida de Santa Rosa de Santa Maria. Natural de Lima y 
patrona del Perú. Poema Heroico, Madrid, Juan García Infanzón, 1711. 
Pérez Villanueva, Joaquín y Bartolomé Escanell Bonet, Historia de la inquisición en 
España y América, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1984-2000, 3 vols. 
La batalla naval Peruntina, Ms. 3912, Biblioteca Nacional de Madrid, s/f. 
Romero, José Luis, Latinoamerica: La ciudad y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI, 1976. 
Suárez de Figueroa, Cristóbal, Hechos de don García Hurtado de Mendoza, Madrid, 
Imprenta Real, 1613. 
Valle y Caviedes, J. del, Obra completa de Juan del Valle y Caviedes, ed. M.L. 
Cáceres, L.J. Cisneros, y G. Lohmann Villena, Lima, Banco de Crédito del Perú, 
1990. 
Vargas Ugarte, Rubén. Virrreinato. Siglo XVII, Buenos Aires, Studium, 1954. 
Vega Carpio, Felix Lope de, Arauco domado [c. 1618], ed. Antonio de Lezama, Santiago
de Chile, Zig-Zag, 1953. 
21 
Valaguer de Salzedo, Pedro, Relación de lo sucedido desde diez y siete de mayo de mil y 
quinientos y noventa y cuatro años, que don García Hurtado de Mendoza, 
Marqués de Cañete, Visorey y Capitán General en estos reinos y provincias del 
Perú, Tierra Firme y Chile, por el rey nuestro Seños tuvo aviso de aver 
desembocado por el estrecho, y entrando en esta mar del Sur, Richarte Aquines, 
de nación inglés, pirata, con un navío. Hasta dos de julio de la visitación de 
nuestra señora, que don Beltrán de Castro y de la Cueva, que fue por General de 
la Real Armada le desbarató, venció. y rindió, y de las prevenciones de mar y 
tierra, que para ello se hicieron, Ms. 3287 de la Biblioteca Nacional de Madrid, 
s/f.

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Defensas ante la piratería inglesa en las costas del Nuevo Mundo: del encomio imperial a la vituperación jocosa - Pedro Lasarte

  • 1. Pedro Lasarte Boston University Defensas ante la piratería inglesa en las costas del Nuevo Mundo: del encomio imperial a la vituperación jocosa El estudio de la compleja interacción entre la producción literaria administrativa u oficial y la sátira en los virreinatos americanos puede, a mi parecer, dar frutos históricos, sociales y literarios de importancia e interés. Es un lugar común, y no sin cierto mérito, el polarizar ideológicamente, por un lado, ciertos géneros considerados oficiales, como, entre otros, memoriales, gacetas, teatro, o poesía épica; y por otro lado, el género satírico. Los primeros, en cierto sentido son vistos como portavoces de lo que se viene pensando como discurso imperial, mientras que el segundo se puede visualizar como subversivo, o, si se quiere, en última instancia, anti-imperial. Ahora, si bien tal polarización a grandes pinceladas puede dar una visión no equivocada en términos generales, hay que advertir que una aproximación más detenida a tal tajante oposición más bien nos lleva a visualizar fisuras y contradicciones. Menciono esto para dejar constancia de que si en este ensayo me aproximaré a textos que parecen ser tendenciosamente unívocos, aclaro--como he escrito en otro lugar--que al ver las obras o los poetas en su producción más total, éstos más bien se escapan de lo que aquí parecerá bastante unidimensional y tendencioso--ya defensor, ya subversivo--hacia el poder.1 Como bien ha sugerido María Soledad Barbón, para el caso de la sátira tal comprensión conlleva «residuos de una historiografía liberal, iniciada en la segunda mitad del siglo XIX, que tras un primer rechazo de la época 1 Para el caso ver Lasarte, 2006, pp. 16-19 y pásssim.
  • 2. colonial construyó un esquema teleológico de la literatura cuyo punto final es la independencia política»2. A continuación intentaré abordar este asunto, acercándome primero a un poema satírico de fines del siglo XVI, anónimo, aunque atribuido a Mateo Rosas de Oquendo, La victoria naval Peruntina; y luego, dos poemas de Juan del Valle y Caviedes, satírico virreinal peruano de las últimas décadas del siglo diecisiete.3 El poema épico burlesco La victoria naval Peruntina es conocido, aunque poco, por su parodia de los elogios hechos por Pedro de Oña en su Arauco Domado a la participación de don Beltrán de Castro y de La Cueva en el combate naval que tuvo con el pirata Ricardo Aquines (Richard Hawkins) en las afueras del Callao hacia 1594. Precisamente, el 17 de mayo de ese año Don García Hurtado de Mendoza, Virrey del Perú, recibe noticia de la presencia del inglés y se encamina al puerto del Callao para preparar la defensa de las costas de la capital virreinal. Para el caso pone a su cuñado, don Beltrán de Castro y de la Cueva al mando de una flota de tres galeones y tres patajes para que salga a la caza del inglés. Después de doce días divisa su bandera en el puerto de Chincha, pero una inesperada tormenta le obliga a regresar al Callao. Luego de una rápida recuperación zarpa nuevamente, ahora al mando de sólo dos navíos, la Almiranta y la Galizabra, con los cuales logra darle alcance al inglés en las afueras de San Mateo, e inicia una batalla naval en la cual Hawkins resulta herido y llevado prisionero al puerto de Panamá. El 14 de septiembre, día de la «fiesta de la Cruz», llega la noticia a Lima y causa gran entusiasmo. Tal es así que en ese mismo año de 1594 se publica uno de los primeros incunables de la imprenta en Lima, una Relación por Pedro Valaguer de 2 Barbón, 2006, p. 69. 3 Para el caso del primero, desarrollo y amplío aquí una aproximación inicial publicada en Lasarte, 1992, y para el segundo, un apartado hallado en Lasarte, 2006, pp. 86-98. 2
  • 3. 3 Salzedo, Correo Mayor del Perú, en la cual el triunfo de Beltrán de Castro recibe una hiperbólica celebración, sobre todo tratándose de la posible invasión de un hereje luterano--recordemos que la amenaza protestante ya era encarada fuertemente por la corona española--. Allí, es decir en la relación, leemos que el virrey Hurtado de Mendoza fue al monasterio de sant Agustín donde visitó el Sanctisimo sacramento [. . .] dando gracias por tan célebre, y importante victoria, y por mas regozijarla, anduvo por las calles, acompañado de sus criados, y de otros muchos caualleros, y vezinos, que acudieron con sus hachas encendidas, y el viernes siguiente [. . .] se hizo vna muy solemne y general procession . . . y el sábado se corrieron toros, [y] se van haziendo otras fiestas y regocijos4. Debemos reconocer que el acalorado júbilo que causó la derrota de Hawkins se daba no mucho tiempo después de la derrota de la llamada «armada invencible», en 1588 por los ingleses y también las múltiples incursiones de piratas, como las de Drake en 1579. El rey mismo, en carta congratulatoria a García Hurtado de Mendoza, la llama una importantísima derrota que pondrá fin a futuros intentos de piratería5. Cabe notar que la alabanza del evento hace escuela: la recuerda, por ejemplo, entre otros, Cristóbal Suárez de Figueroa en 1613, luego cruza el océano y es revisada por Lope de Vega en su comedia Arauco domado (c. 1618), y llega a ser exaltada aun en el siglo dieciocho por Luis Antonio Oviedo de Herrara, Conde de la Granja en su Vida de Santa Rosa de Lima6. 4 Velager de Salcedo, Relación, f. 10v. 5 Markham, The Hawkins' Voyages, p. 348. 6 Suarez de Figueroa, Hechos de don García Hurtado de Mendoza, Lope de Vega, Arauco domado, y Oviedo y Herrera, Vida de Santa Rosa, donde leemos: «O Valeroso don Beltrán! ninguno / [. . .] te iguala de tu gente: / mírate Marte: admírate Neptuno
  • 4. Pero lo que nos interesa aquí es el elogio de la musa épica. En el Arauco domado de Pedro de Oña (1596), leemos que don Beltrán de Castro es «luz resplandeciente de la Cueva; / Aquél que por blasón y gloria nueva / Merece en vida estatua de alabastro, / Y en muerte, si la muerte al fin le llama / altares consagrados a la Fama»7. Y sobre su participación en la batalla naval, escuchamos que «Solícito a su bando solicita, / Al falto ya de espíritu conhorta, / Al sin sazón colérico reporta, / Al que parece inhábil habilita; / [. . . ] / Y estando todo en todo lo que importa, / [. . .] / colma las medidas de su cargo»8. Ahora, a pesar de que la derrota de Hawkins sin duda fue un episodio importante, lo que deseo aquí es contrapuntear estos elogios con la sátira, elogios que sin duda exageraban el incidente, demostrando una actitud «monumentalizadora» del evento--por así decirlo--y algo que conllevaba un propósito ideológico deseoso de reforzar el poder, ya debilitado, de la corona virreinal y su dominancia marítima. El poema épico burlesco, La Peruntina, que sin duda circuló en forma manuscrita por esos momentos, habría hecho reír a más de un habitante del virreinato, a pesar de la aprensiones que podrían sentir ante la amenaza inglesa. No hay que olvidarse que ésta era real y causó estragos y muertes. Acerquémonos entonces a algunas instancias del diálogo paródico que este poema entabla con el Arauco domado y la ya vista exaltación de los hechos heroicos de Beltrán de Castro y de la Cueva. Primero habrá que ver el acercamiento jocoso de La Peruntina a varias de las convenciones literarias utilizadas por Oña. Lo primero que se nota al abrir un texto épico son los «preliminares», páginas introductorias que, además de las necesarias [. . .] Calderón, y Castilla, eterna fama / logran, matando ingleses a montones» (cap. X, pp. cvi-cix). 7 Oña, Arauco domado, pp. 634-635. 8 Oña, Arauco domado, pp. 681-682. 4
  • 5. aprobaciones, incluían varias composiciones en alabanza del autor. Para el caso del Arauco domado, Oña es elogiado por un número de representantes del sector letrado virreinal. A modo de ejemplo veamos una, del Doctor Jerónimo López Guarnido, «Catedrático de Prima de Leyes de la Universidad de Lima»: Vuestro talento oculto, en lo secreto Ha sido bien que en sí no se consuma Sino que en otro gran Pompeyo Numa Muestre (causando asombre) su consuelo [. . .] El censo os dan, que daros no se excusa, Porque en la perfección de la poesía, Oña divino, a todos váis sobrando9. Lo que se nota aquí es que estos textos introductorios tenían un importante valor oficial, y no es casualidad, por lo tanto, que se he hallen parodiados, de una manera interesante, en La Peruntina. Aunque a primera vista la disposición del poema carece de composiciones preliminares como las del Arauco domado, una lectura detenida de sus primeros setenta y ocho versos trasluce una intencionada parodia de tales elogios de autor. Allí un narrador anónimo le entrega al lector la figura del poeta que ha de cantar la derrota de Hawkins. Éste, sin embargo, a diferencia de lo dicho sobre Oña, es un hombre «ocioso, pobre y mal contento / . . . / un poco libre, algo impertinente»10 (vv. 1-4) ; y sobre su integridad moral leemos que «entre los cortesanos es pasante, / entre los 9 Oña, Aruaco domado, p. 20. 10 Cito de mi edición del poema, de próxima aparición y que se basa en el manuscrito 3912 de la Biblioteca Nacional de Madrid. 5
  • 6. académicos novicio, / y entre los letrados mete su cuchara, / y no hay cosa de que no sepa un poco, / y todo junto viene a ser nonada» (vv. 13-17) . Por otro lado es importante notar también que la individualidad y privilegio de la voz poética, o épica, sufre una desarticulación, presentándose como voz popular normalmente excluida del habla oficial. En referencia al entusiasmo ante la derrota de Hawkins, el narrador de La Peruntina se presenta como testigo de «las fiestas, procesiones, luminarias, / parabienes, congratulaciones, / relaciones impresas» (vv. 39-41) . Él habría compartido con el pueblo un descontento ante los favores otorgados por la corona a raíz del triunfo naval: «encomiendas de repartimientos / a títulos de premios de guerra, / recibimientos de los capitanes / en forma de triunfal y aclamaciones / . . . / pareciéndoles para sólo un huevo / mucho cacarear de gallinas / y chico el santo para tanta fiesta» (vv. 47-54). Y de inmediato, a diferencia del poema épico inspirado por las musas, el narrador nos dice que él va a cantar más bien «llevado por las olas de la gente / y convencido de la muchedumbre» (vv. 56-57) . Hay que anotar aquí que, curiosamente, la historia parece quizás respaldar esta postura jocosa y paródica de La Peruntina. Como nos informa Ramiro Flores Guzmán, aunque más bien en relación a Francis Drake, «algunos individuos invocaron el apoyo de los piratas, pues se encontraban descontentos o enojados por haber sido postergados en el disfrute de prebendas»11. Ahora, las referencias paródicas a la alabanza de la batalla contra Hawkins en Oña son múltiples, pero aquí escojo sólo un par a modo de ejemplo. En el canto XVII del Arauco domado la salida de Beltrán de Castro del puerto del Callao es enaltecida por la musa poética al recurrir al conocido tópico del amanecer mitológico: Más ya que sobre el campo cristalino 11 Flores Guzmán, 2005, p. 39. 6
  • 7. el padre de Faetón su luz dilata, Haciendo de las ondas fina plata, Y al arenoso, de oro fino, Veréis con un tropel tan repentino Que el ánimo y sentidos arrebata12. El amanecer no sólo sirve para enaltecer la empresa de Don Beltrán, sino a la vez para augurar el bien por venir: «¡Oh descuidado apóstata Richarte / Procúrate volver a quien te envía, / O toma, si pudieres otro rumbo, / Porque tu perdición está en un tumbo!»13. La Peruntina, al acercarse a ese mismo momento de la batalla naval, es decir la salida de Beltrán de las costas del Perú, en recuerdo de Oña, también acude a un amanecer mitológico, pero, claro, paródico y burlesco: [. . .] en sabiendo el alto presidente del Parnaso la turbación confusa y sincopada en que se halla, con la nueva horrenda, el reino que produce las riquezas, levantóse el cabello desgreñado, bostezando, y fregándose los ojos, y estando rascando no sé dónde, soltóse uno sin maldito el hueso. [. . . ] 12 Oña, Arauco domado, p. 640. 13 Oña, Arauco domado, p. 640. 7
  • 8. Oyéndolo la noche tenebrosa [. . .] tapóse las narices con la mano diciendo «pape ése la virreina». Despachó luego Apolo su lucero [. . .] que con centelleantes ojos vivos de la altura del cielo columbrase si parecían ingleses por la tierra. (vv. 369-387) Paso ahora a una segunda instancia paródica. El poema de Oña, típica y tópicamente acude a una profecía sobrenatural--o Providencial--sobre el triunfo de Beltrán de Castro sobre Hawkins. En el canto XVI cuenta la indígena Quidora un sueño enigmático, en el cual a Hawkins se le presenta como un «drago diabólico»: Por una gruta negra y espantosa Adonde luz escasa parecía, Un drago forcísimo salía Lanzándose en el mar con sed rabiosa; [. . .] Mas cuando se tornaba ya gozoso El drago con el hurto y presa nueva Salió tras él bramando de una cueva Un bravo león de cuello vedijoso 8
  • 9. [. . .] Hasta que ya, cogiéndolo en sus brazos , Al ávido dragón hacía pedazos14. Y es este vaticinio que le permite a Oña dar un salto temporal para confirmar con su canto la grandeza de la batalla naval: «yo que mientras todos han hablado / He solo sus razones atendido, / Por las de la zagala he colegido / Que lo que entonces fue profetizado / Es lo que agora acaba de cumplirse, / Si pudo bien tan grande predecirse»15. Lo que vemos, entonces, es que Oña inscribe el evento dentro de la conocida interpretación providencial de la historia, visión que estaría del lado de la conquista, justificando y alentándola. Hay que ver que la Providencia también le sirve a Oña para explicar el fallido primer intento de Beltrán de Castro. Nos dice que «vino la tormenta / Por especial favor del alto cielo / Para que don Beltrán acá en el suelo / Su mérito aumentase, si se aumenta; / Pues no fuera el vencer de tanta cuenta / Sino cubrir su lustre, al menos, del que digo, / Rendir con tal ventaja al enemigo»16. Es decir, muy curiosamente, Dios intervino para que el triunfo español no pareciese poca cosa por la desventaja de números. El segundo encuentro, en el cual capturan a Hawkins, sería mas parejo y, por lo tanto, el triunfo español más digno de ser cantado y alabado. Esto no se le escapa a La Peruntina ya que la Providencia es también parodiada jocosamente. La supuesta intervención divina para nivelar el combate es rebajada cómicamente. Allí hallamos a un cobarde y codicioso Beltrán de Castro quien, durante la batalla, llevado por el miedo, acude a Dios para pedirle que intervenga en su favor: «Vesme Señor aquí a tus 14 Oña, Arauco domado, pp. 114-116. 15 Oña, Arauco domado, p. 618. 16 Oña, Arauco domado, pp. 661-662. 9
  • 10. 10 pies rendido / y aun a los de este inglés si tu no ayudas. / Yo conozco señor, y lo confieso / que soy un tonto y mísero gallego» (vv. 533-536). Esta confesión de su cobardía y necesidad, invirtiendo el elogio de Oña, es respondida por la Providencia: «Dí mísero gallego de qué temes / de qué tiemblas y andas sin aliento / estando en un navío que pudiera / a dos ingleses abordar seguro. / Averguénzate puerco, y considera / la ventaja que tienes de tu parte: / tú tienes dos navíos contra uno» (vv. 595-601). Vemos, entonces, que La Peruntina, en su diálogo con Oña y con otros textos de carácter exaltadores del evento y así defensores del llamado proceso imperial y su poderío, rebaja jocosamente la voz de la autoridad, reflejando quizás, lo que habrían sido no pocas opiniones por parte de un lector limense crítico de la actitud propagandista de la corona.17 Doy ahora un salto, de bastantes décadas, para acercarme a otro momento en que la sátira se encara cómicamente con la realidad virreinal en torno a la amenaza inglesa, en este caso a través de la poesía satírica de Juan del Valle y Caviedes. Flores Guzmán nos recuerda que «a partir de la década de 1670, bucaneros y filibusteros de varias nacionalidades hacen su aparición en el Mar del Sur. Sus intenciones eran simplemente el robo y el pillaje a gran escala [. . .] [y conjetura] que esta época puede ser considerada como la más violenta en la larga serie de incursiones piratas durante la Colonia»18. Como he intentado mostrar en otro lugar, la sátira de Valle y Caviedes, por lo general sobre 17 Ahora, aunque no se ciña directamente con lo que aquí presento, por curiosidad no puedo dejar de lado un breve excurso interesante, excurso que nos remite al evento visto desde la perspectiva inglesa. En referencia a la tomenta que inicialmente obliga a Beltrán a regresar al puerto del Callao, en su diario, Hawkins, cuyo único navío se salva de ser atacado por los que componían la flota española registra que ésta, es decir la tormenta, habría sido un acto providencial a su favor: «The admirall of the Spaniards snapt his maine mast asunder, as so began to lagge a stern, and with his other shippes [. . .] the hand of God helping and delivering us», Markham, The Hawkins' Voyages, p. 257. Curiosamente, Dios es, entonces, una entidad "transatlántica." 18 Flores García, p. 43.
  • 11. médicos, se halla entrelazada con la crítica jocosa del discurso oficial o autorizado, algo que sin duda nos recordará lo ya visto con La Peruntina19. Me traslado entonces a las últimas décadas del siglo XVII, época en que, como nos recuerda José Luis Romero, los memoriales de carácter oficial eran documentos de suma importancia y éstos circulaban-- nos dice-- en una urbe o «ciudad hidalga» con un complejo mundo burocrático de «intrigas y falsificaciones»20. Hay que notar que los memoriales burlescos de Valle y Caviedes por lo general entrelazan dos voces: la del narrador del poema y la del sujeto al cual se le atribuye haber escrito el documento. La expresión crítica se entrega así en una suerte de tercera persona. Las burlas ironizan la importancia del memorial, entregándolo en un lenguaje callejero y popular que invierte su carácter letrado. Uno de estos poemas, que quiero ver aquí, es el «Memorial que le da la muerte al virrey en tiempo que se arbitrara si se enviarían navíos con gente de guerra para pelear con el enemigo inglés o si se haría muralla para resguardar la ciudad de Lima»21, poema que conlleva una burla del arbitrista, figura satirizada en la época y, curiosamente, ejercicio burocrático en el cual participó el mismo poeta Valle y Caviedes22. Por esas épocas, sobre todo para el contexto peninsular, la proliferación de los proyectos de estos personajes, a ratos absurdos, era señal de la crisis por la cual pasaba el imperio español. En el poema de Valle y Caviedes la voz del arbitrista llega de ultratumba, algo que no sólo se mofa de su ineficacia, sino que también alude serio-cómicamente a la debilidad e ineficacia del poderío militar español y sus colonias ante la amenaza inglesa. Rubén Vargas Ugarte nos recuerda que la población de Lima se hallaba 19 Ver Lasarte, 2006. 20 Romero, 1976, p. 70. 21 Valle y Caviedes, Obra completa, pp. 304-307 22 Ver Valle y Caviedes, Obra completa, pp. 35-36. 11
  • 12. en estado de pánico ante la posible invasión de piratas, entre ellos Eduardo Davis, quien, hacia 1683, había entrado al Mar del Sur. De hecho, una escuadra española se enfrentó, triunfantemente, con los corsarios el 11 de julio de 1685, pero, y cito a Vargas Ugarte, «por diferencias entre los jefes y disputas que no tenían razón de ser, estando ya casi rendido el enemigo, éste pudo emprender la fuga, valiéndose de la mayor ligereza de sus barcos»23. Señala luego que en su relación oficial el virrey llega a reconocer que «fue un contratiempo serio el no haber destruido a los piratas, teniéndolos a la mano y dejándolos partir sin pérdida de un solo navío», pero no indica claramente la responsabilidad del suceso, atribuyéndolo más bien a «cambios imprevistos del tiempo»24. El miedo que sentía la población limeña se oye, por ejemplo, en las palabras de un «buen cura», quien repite una creencia que si las cosas seguían como estaban, «nombrarían Virrey y agasajarían a todos los indios y negros y en poco tiempo sería todo este Reino del Perú de Inglaterra»25. El cura expresa sus temores precisamente en un memorial al virrey: No lo dudo, Señor, ni por acá se duda; si V.M. no se sirve embiar algunos navíos armados, porque el pavor que ha permitido Dios se infunda en los españoles es de calidad que, a la voz de que viene el inglés, raro es el que no tiembla, pues con aver sabido, sin admitir duda, que la gente que tiene no llega 200 hombres y que, dada la primera encarga, si los acometen, no tienen resistencia, no se an atrevido, huyendo vilmente [. . .] ¿Pues si con un número tan corto a hecho tales destrozos, que se podrá recelar si vienen muchos?26. 23 Vargas Ugarte, 1954, p. 396. 24 Vargas Ugarte, 1954, pp. 396-397. 25 Vargas Ugarte, 1954, p. 398. 26 Vargas Ugarte, 1954, p. 398. 12
  • 13. 13 Guillermo Lohmann Villena, por su lado, nos muestra que la preocupación ante un posible avance inglés era compartida por todos, y que se había llegado a un acuerdo que amurallar la ciudad era quizás el medio más viable de defensa. «Era convicción general —nos dice—que constituía imprudencia temeraria arriesgar la suerte de la capital del Virreinato, con todas sus riquezas y su significado político, al albur de un choque armado. Sin reparar ni en desembolsos ni en las exacciones que hubiesen de asumir, todos se decidían por una obra de esa índole, y hasta en los sermones se exhortaba a las autoridades civiles a llevar a la práctica sin tardanza y a los fieles a cooperar económicamente sin regateos»27. Dice también Lohmann que «los vecinos, acobardados, estaban llanos a abrir sus bolsas»28. Y añade que el virrey, Duque de la Palata, «requirió en los primeros días de noviembre [de 1683] el parecer de los jefes de alta graduación más experimentados que tenía a su lado. En esa junta de guerra, los pronunciamientos favorables a la muralla constituyeron la mayoría absoluta, aunque cada diciente expuso 27 Lohmann Villena, 1964, pp. 181-182. 28Lohmann Villena, 1964, p. 183. Elliott, 1990, p. 41, también tiene unas palabras importantes al respecto: «la tarea de defender las Indias de ataques enemigos había recaído tradicionalmente en los encomenderos, de quienes se esperaba que tomaran las armas cuando se divisara una flota en señal de guerra. Pero, como la misma encomienda perdió su eficacia institucional, los encomenderos dejaron de ser una fuerza de defensa eficiente y hacia el siglo XVII la corona encontró más ventajoso apropiarse de una parte de las rentas de sus encomiendas para mantener un cuerpo de hombres pagados. Aunque de España se traían soldados para servir en las guardias virreinales y para las guarniciones de las fortificaciones costeras, las irregularidades y la falta de idoneidad de estas tropas hicieron que los destacamentos tendieran a estar incompletos y los colonos tomaron conciencia de que, en caso de peligro, había poca esperanza de salvación, a menos que se salvasen ellos mismos. Las milicias urbanas y las levas voluntarias jugaron, por tanto, un papel cada vez más importante en la defensa de las Indias conforme avanzaba el siglo XVII. El virreinato del Perú, por ejemplo, respondió al ataque del capitán Morgan al istmo de Panamá en 1668-70 con una movilización general. El fracaso del esquema de Olivares de una Unión de Armas por toda la monarquía había conducido a los colonos de las Indias a desarrollar sus propios mecanismos de defensa».
  • 14. matices personales»29. Tanto el temor de los pobladores de la capital virreinal como las complejas andanzas burocráticas sobre el mejor procedimiento para combatir al enemigo fueron sin duda munición muy apropiada para la burla de Valle y Caviedes. Jocosamente, con su «memorial» parece unirse—paródicamente--al grupo de expertos consultados, aunque, en contra del consenso, prefiere el encuentro militar sobre la fortificación. La muerte, como arbitrista, ofrece su opinión para enfrentarse al peligro inglés: sugiere que sí se debe enviar una flota a guerrear con los piratas, pero esa flota, alegórica y jocosamente, debería componerse de los médicos de Lima, algo que al satírico le permite pasar revista a muchos de sus blancos favoritos. Se le avisa al «Excelentísimo Duque» que la sugerencia de la Muerte para «tan apretado caso», es que embarque a todos los boticarios. Médicos y curanderos, barberos y cirujanos, sin reservar a ninguno30. Tales arbitrios de la sabia Muerte, que en cierto sentido se burlan del pánico de los limeños, sugieren un escuadrón alegórico; es decir un escuadrón de «matasanos» peligroso. ¡Qué mejor arma contra los piratas que los médicos de Lima! Se acude, por ejemplo, al doctor Francisco del Barco--de apellido muy apropiado--como una de las posibles soluciones: 29 Lohmann Villena, 1964, p. 183. 30 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 304. 14
  • 15. ¿Soldados son menester? ¿A dónde está un doctor Barco que puede abordar a un bajel de vidas cargado?31. El lector coetáneo a Valle y Caviedes sonreiría aquí no sólo por reconocer el juego burlesco con el nombre del médico--Barco--sino también por estar al tanto de las discusiones y política, no solo sobre el peligro pirata, sino también sobre la asignación, poco transparente, de algunos médicos a puestos oficiales. A continuación, la Muerte también arbitra que el virrey ha de hacer uso de otro médico, Vázquez, como arma ofensiva. Allí se hace alarde de una burlesca y escatológica referencia que recuerda los ataques comúnmente dirigidos al hereje inglés como sodomita; pero ahora, inversamente, la burla se dirige al médico virreinal. Se trata de Vázquez, un «campeón moderno», nos dice, porque habría de ser un gran defensor ante la amenaza pirata ya que [. . .] con jeringas y caldos, por la retaguardia birla escuadrones de hombres sanos32. Luego, el final del texto burlesco de Valle y Caviedes hace suya una imagen que recuerda una suerte de «nave de los locos» en la cual se embarcan, o se destierran, todos los artificios usados por los médicos, los cuales son metaforizados como armas bélicas 31 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 305. 32 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 305. 15
  • 16. para combatir contra el inglés: En fin, de todas aquestas naves cargadas de emplastos, de tientas, de postemeros, de polvos confeccionados. De diagridios, mechoacanes, y todos cuantos petardos y bombardas, las recetas nos muestran en sacatrapos, ballestas, machetes, flechas, tridentes, lanzas y garfios33. 16 Y la petición, ante el peligro, es inmediata: «que luego, sin dilatarlo, / mande que salgan al mar / los campeones señalados»34. El poema, entonces, reitera su burla de la medicina, pero también pone en tela de juicio los intentos, dificultades y discusiones ante el deseo de combatir contra los piratas35. 33 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 306. 34 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 307. 35 Ahora bien, por relación metonímica la expulsión de los instrumentos curativos de los médicos es simultáneamente una expulsión de ellos. Esto es sátira burlesca, tópica, pero hay que ver que muchos de los médicos que menciona este poema pertenecen a una clase privilegiada de fuertes vínculos con el virrey y su corte, mientras que otros se hallan en el extremo opuesto, entre las llamadas «esferas bajas». Hay en la lista médicos o cirujanos de cámara de virreyes (Francisco del Barco, Francisco de Vargas Machuca, José de Rivilla, Francisco Bermejo y Roldán), Protomédicos de Lima (Bermejo, del Barco), Catedráticos de Primas de Medicina de la Universidad de San Marcos (Bermejo, del Barco, Juan de Llanos), Catedráticos de Víspera y profesores de medicina (José de Avendaño, Melchor Vázquez), pero también—en el otro extremo de la jerarquía medicinal—cirujanos (los dos Utrillas: Pedro el viejo y el cachorro), ambos
  • 17. 17 Cabría ahora, según nuestra lectura de este memorial burlesco, sugerir un diálogo con otro poema de Valle y Caviedes, un romance que jocosamente regresa sobre la preocupación que se tenía ante la amenaza del «inglés». En cierto momento de este otro poema presenciamos un interrogatorio burlesco de connotaciones inquisitoriales. Leemos una serie de preguntas que el Protomédico de Lima, el Dr. Francisco Bermejo, le hace a un «inglés» que desea ser aceptado en la profesión médica. El lector de la época sin duda se reiría mucho de este examen ya que fue un requerimiento para ser aceptado como médico creado a instancias del mismo Bermejo. Éste lo había exigido en un memorial a la corona, acudiendo al hecho, algo olvidado, que así se estipulaba en la Recopilación de Leyes de las Indias36. Ahora, este «inglés»--nombre ya genérico para pirata, en parte en relación a la xenofobia «luterana»-- al ser interrogado, nos enteramos, es en verdad un verdugo, equívoco que da lugar a un número de yuxtaposiciones que desarrollan una dilogía con que se elabora otra burla común de la medicina en el poema, la de médico=verdugo37. En cierto momento del intercambio entre Bermejo y el inglés, el primero interroga: satirizados por Valle y Caviedes en muchas ocasiones por ser «pardos». El poema, entonces, abraza la tradición satírica, pero la hace dialogar con su contexto virreinal ya que se enfoca en dos grupos de médicos que habrían suscitado más de una preocupación. Por un lado, el aislar a los médicos de alta posición alude a las complejas y a veces poco nobles negociaciones que se llevaban acabo para alcanzar esos puestos. Por otro lado, al desplazar la mirada satírica al extremo opuesto, al del cirujano, recoge las preocupaciones que se sentían ante la movilidad social o profesional de las «castas oscuras». Sobre esto ver Lasarte, 2006. 36 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 837. 37 García Cáceres, 1999, p. 62, sugiere que "inglés" fue el apodo de un "temido verdugo de la Inquisición", pero no nos da la documentación que apoye su conjetura. Por otro lado habría que ver que la inquisición sí procesaba a los ingleses, como lo señala Hampe, 1998, p. 120, hecho que aquí recibiría una inversión jocosa.
  • 18. Decidme: ¿qué son azotes? Y el [Inglés] respondió: Señor mío, los que se dan con la penca. Y el Proto respondió: Amigo, ventosa y fricaciones, decid. Muy a los principios estáis en el Verdugado, y os he de privar de oficio. Mas, decid: ¿qué es degollar? Y el verdugo, ya mohíno, le respondió: Es el cortar la cabeza con cuchillo. De medio a medio lo erráis, porque aquí habéis respondido por la cabeza, lo que son sangrías del tobillo38. Las preguntas y respuestas llevadas a cabo entre Bermejo y el inglés, el examen, resulta ser demasiado difícil para el postulante: el cruce de códigos con que juega la sátira está fuera de su alcance. El inglés no entiende, por ejemplo, que el «empalar» es «dar jeringas» o que el «descuartizar» es «operar». Así, pues, ante su incompetencia, exclama Bermejo: «Pero basta ya de examen, / porque en lo que aquí os he oído, / conozco que no valéis / para ser médico, un higo»39. El inglés, entonces, desaprueba el examen. 38 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 380. 39 Valle y Caviedes, Obra completa, p. 382. 18
  • 19. 19 El fragmento de ese poema, además de reírse de la medicina ridiculiza, en parte, la supuesta ferocidad bélica del pirata o corsario, pero a la vez alude a un reconocimiento de la distancia que existía entre las instituciones de poder y la realidad virreinal. Que el inglés--hereje--sea procesado o interrogado por el protomedicato y no por la inquisición implica una mofa de las instituciones virreinales, las cuales se hallan confusas e invertidas, incompetencia a la cual también se alude por la imposibilidad de comunicación que existe entre el interrogador y el interrogado. Es Bermejo el que desconoce la realidad ya que las respuestas del inglés son acertadas: los azotes sí se dan con una penca. Las preguntas de Bermejo son metafóricas, y las respuestas del inglés literales. El que no comprende o entiende la realidad es más bien el médico. Tal falta de comprensión entre los dos irradia una serie de posibles significados que podrían recaer no sólo sobre la desafortunada eficacia de la institución, y la amenaza pirata, sino también, posiblemente, sobre la población extranjera que existía en Lima, población que se pensaba, muchas veces, como peligro «hereje»40. Finalmente, hay que ver que la cómica incomprensión entre el inglés y su interrogador se basa en la metáfora reversible, la de médico como verdugo, algo que nos obliga a regresar sobre una constante meditación autoreflexiva de Valle y Caviedes sobre la problemática, tan barroca, del lenguaje como vehículo deficiente para la certidumbre o fijación de la verdad y el conocimiento. Hemos visto en este breve ensayo que las sátiras virreinales, en cierto sentido crónicas no 40 Según Pérez Villanueva y Escanell Bonet, 1984-2000, I, p. 924, entre 1570 y 15800 un 17.30 por ciento de los procesados por la Inquisición eran extranjeros, número que adquiere una «proporción elevadísima en relación con los demás grupos numéricamente muy superiores». Aunque estas fechas son anteriores al período de Valle y Caviedes, podemos conjeturar que la situación no habría cambiado mucho, sobre todo al ver que entre 1650 y 1699 el porcentaje de extranjeros procesados en el Tribunal de Cartagena de Indias fue de un 12.02, Pérez Villanueva y Escanell Bonet, 1984-2000, II, p. 863. Ver también Hampe, 1998, p. 120.
  • 20. 20 oficiales de sus contextos, estaban muy conscientes de la amenaza inglesa, y como toda buena sátira logran expresar una visión quizás mucho mas fiel de las contradicciones y complejidades socio políticas que circundaban las amenazas de los piratas en el virreinato del Perú. Bibliografía Barbón, María Soledad, «Las palanganas reciben al virrey: sátira y panegírico en Lima durante la época colonial tardía», Dieciocho, 1, 29, 2006, pp. 69-83. Eliott, J.H., «España y América en los siglos XVI y XVII», en Historia de América Latina, ed. Leslie Bethell, trad. Antonio Acosta, Barcelona, Editorial Crítica, 1990, vol. 1, pp. 3-44. Flores Guzmán, Ramiro, «El enemigo frente a las costas. Temores y reacciones frente a la amenaza pirata, 1570-1720», en El miedo en el Perú. Siglos XVI al XX, ed. Claudia Rosas Laro, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2005, pp. 33- 50. García Cáceres, Uriel, Juan del Valle y Caviedes: cronista de la medicina, Lima, Universidad Peruana Cayetano Heredia, 1999. Hampe Martínez, Teodoro, Santo Oficio e historia colonial, Lima, Congreso del Perú, 1998. Lasarte, Pedro, Lima satirizada (1598-1698): Mateo Rosas de Oquendo y Juan del Valle y Caviedes, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2006. ---. «Sátira, parodia e historia en la Peruntina de Mateo Rosas de Oquendo," Colonial Latin American Review, 1, 1992, pp. 147-160. Lohmann Villena, Guillermo, Las defensas militares de Lima y Callao, Sevilla, Escuela de estudios latinoamericanos, 1964. Markham, Clements R., The Hawkins' Voyages, London, Hakluyt Society, 1878. Oña, Pedro de, Arauco domado [1596], ed. J.T. Medina, Santiago, Imprenta Universitaria, 1917. Oviedo de Herrara, Antonio de, Vida de Santa Rosa de Santa Maria. Natural de Lima y patrona del Perú. Poema Heroico, Madrid, Juan García Infanzón, 1711. Pérez Villanueva, Joaquín y Bartolomé Escanell Bonet, Historia de la inquisición en España y América, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1984-2000, 3 vols. La batalla naval Peruntina, Ms. 3912, Biblioteca Nacional de Madrid, s/f. Romero, José Luis, Latinoamerica: La ciudad y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI, 1976. Suárez de Figueroa, Cristóbal, Hechos de don García Hurtado de Mendoza, Madrid, Imprenta Real, 1613. Valle y Caviedes, J. del, Obra completa de Juan del Valle y Caviedes, ed. M.L. Cáceres, L.J. Cisneros, y G. Lohmann Villena, Lima, Banco de Crédito del Perú, 1990. Vargas Ugarte, Rubén. Virrreinato. Siglo XVII, Buenos Aires, Studium, 1954. Vega Carpio, Felix Lope de, Arauco domado [c. 1618], ed. Antonio de Lezama, Santiago
  • 21. de Chile, Zig-Zag, 1953. 21 Valaguer de Salzedo, Pedro, Relación de lo sucedido desde diez y siete de mayo de mil y quinientos y noventa y cuatro años, que don García Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, Visorey y Capitán General en estos reinos y provincias del Perú, Tierra Firme y Chile, por el rey nuestro Seños tuvo aviso de aver desembocado por el estrecho, y entrando en esta mar del Sur, Richarte Aquines, de nación inglés, pirata, con un navío. Hasta dos de julio de la visitación de nuestra señora, que don Beltrán de Castro y de la Cueva, que fue por General de la Real Armada le desbarató, venció. y rindió, y de las prevenciones de mar y tierra, que para ello se hicieron, Ms. 3287 de la Biblioteca Nacional de Madrid, s/f.