1) Flavio Josefo señala que los judíos daban gran importancia al entierro de los muertos, por lo que incluso los criminales crucificados eran descendidos de la cruz y recibían sepultura antes del atardecer.
2) El viernes en que murió Jesús era la víspera de la Pascua judía, por lo que era necesario que los tres condenados a muerte murieran y fueran enterrados antes del atardecer.
3) Por esto, Pilatos accedió a la petición de las autoridades judías de romper
Crucifixión y muerte de Jesús según los evangelios
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3. Flavio Josefo remarca que “los judíos dan tanta importancia al dar
sepultura a los muertos que incluso los criminales crucificados son
descolgados de la cruz y reciben sepultura antes de la puesta del sol”
(Guerra 4, 317).
Si, además, el día siguiente de la crucifixión es día de reposo (una
fiesta o sábado), resulta evidente que los crucificados deben ser
retirados de las cruces: para ello había que acelerar su muerte –si se
presentaba el caso- y había que enterrarlos antes que se pusiera el sol
y empezará el día festivo. En el caso de Jesús y los otros dos
condenados, aquel viernes era la vigilia de la fiesta judía más
importante, la Pascua, y por tanto, era necesario que muriesen y
recibieran sepultura antes de terminar el día.
Esta es la razón por la que, según Juan 19, 31, Pilatos accede a la
petición que le presentan las autoridades judías: da la orden de que
se provoque la muerte de los tres crucificados y autoriza a que se les
pueda dar sepultura inmediatamente.
4. El golpe de gracia era el sistema habitual, el que consistía en romper
los huesos de las piernas de los que estaban colgando en la cruz, aún
vivos, con un golpe seco, de modo que las piernas se partían, el cuerpo
se desplomaba hacia adelante y se producía una muerte rápida por
asfixia. Era el llamado crurifragiun, mencionado, entre otros por Plauto
(Poenulus 886), que se aplicó a los dos hombre crucificados con Jesús.
Sin embargo, con Jesús no fue necesario: contra todo pronóstico,
sobre todo de Pilatos (Mc 15,44), la agonía de Jesús fue breve. Por eso,
cuando los soldados que han de romper las piernas a los tres
crucificados llegan junto a la cruz de Jesús, se dan cuenta de que ya
está muerto. Uno de ellos le clava la lanza en el costado, asegurándose
de esta forma que Jesús está muerto. El orificio que abre la lanza es
tan grande que pasaría una mano por él (Juan 20,25). Y de la herida
sale “sangre y agua”. Es la hora en que se sacrificaban los cordero
pascuales. Estaba escrito que no se les debía partir ningún hueso (EX
12, 46). Jesús aparece aquí como el verdadero Cordero pascual que
es puro y perfecto.
5. Por agua hay que entender cualquier fluido corporal que tenga
una apariencia similar a un líquido acuoso (¿la pleura? ¿el
líquido pericardíaco?). El hecho de que salga “sangre” del
costado de la herida provocada por la lanzada indica que no
hace mucho tiempo que Jesús murió (su cuerpo está en
posición vertical y hay vasos sanguíneos en los que la sangre
aún no ha coagulado). A diferencia de los otros dos crucificados,
cuyos cuerpos se han inclinado hacia delante después de que
les rompieran las piernas, el cuerpo de Jesús sigue erguido y
rígido en la cruz.
En cuanto a los seguidores de Jesús –amigos y parientes- que
han seguido en silencio y a una cierta distancia los
acontecimientos del Gólgota, después de la muerte de aquel se
retiran o se quedan allí desolados, o intentan garantizarle una
sepultura digna.
6. El episodio de la lanzada sólo se narra en el evangelio de Juan y
así nos dice lo siguiente: “Él que lo vio lo atestigua y su
testimonio es válido, y el sabe que dice la verdad, para que
también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se
cumpliera la Escritura: ´No se le quebrara hueso alguno. Y
también otra Escritura dice: ´Mirarán al que traspasaron´
(Zacarías 12, 10)”. En los otros tres evangelio sinópticos las
intervenciones de los soldados se limitan a las palabras del
centurión, el oficial responsable de la ejecución de Jesús que
habla como un cristiano convencido, confesando su fe:
“Verdaderamente este hombre era hijo de Dios” (Marcos 15,39).
O como hablaría un observador imparcial y temeroso, que dejara
constancia de lo que ha ocurrido: Jesús tiene un poder propio
como Hijo de Dios (Mt 27,54). O como se expresaría un
observador entusiasta, que diera gloria a Dios y reconociera la
inocencia –y, por tanto, la injusticia- en aquella condena (Lucas
23,47).
7. El día declina, y pronto empezará la cena pascual de aquel año.
Es probable que el pequeño grupo mengüe aún más y quede
reducido a unas pocas personas. Los que sí han desaparecido
por completo son los curiosos, decepcionados porque no han
visto llegar a Elías para salvar al rabino galileo.
Tampoco están los dirigentes judíos que han promovido la
muerte de Jesús y que ahora no querrían quedar impuros por
el contacto con un cadáver, algo que les habría impedido
celebrar la Pascua aquella noche.
Alguien se ocupa de que los dos hombres crucificados con
Jesús reciban sepultura. Del cuerpo de Jesús, se ocupa José de
Arimatea. La escuadra de soldados, cumpliendo órdenes,
vuelve al pretorio.