El documento describe el período de silencio divino de 400 años entre el Antiguo y Nuevo Testamento, durante el cual no hubo profetas ni mensajes de Dios. También habla sobre cómo Lucas buscó entender el cumplimiento de las promesas de Dios a través de testigos oculares y su propia investigación diligente. Finalmente, resume brevemente la historia de Zacarías e Isabel para ilustrar estas ideas.
Este es el segundo libro de Urías Smith sobre Daniel y Apocalipsis. Este libro nos habla sobre las profecías del libro del Apocalipsis, capítulo a capítulo.
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Muchos se han preguntado ¿para que sirve la profecía? o ¿qué finalidad tiene para este tiempo?, durante este estudio vamos a conocer para quién es la profecía y cuál es el fin de estudiarla.
ROMPECABEZAS DE ECUACIONES DE PRIMER GRADO OLIMPIADA DE PARÍS 2024. Por JAVIE...JAVIER SOLIS NOYOLA
El Mtro. JAVIER SOLIS NOYOLA crea y desarrolla el “ROMPECABEZAS DE ECUACIONES DE 1ER. GRADO OLIMPIADA DE PARÍS 2024”. Esta actividad de aprendizaje propone retos de cálculo algebraico mediante ecuaciones de 1er. grado, y viso-espacialidad, lo cual dará la oportunidad de formar un rompecabezas. La intención didáctica de esta actividad de aprendizaje es, promover los pensamientos lógicos (convergente) y creativo (divergente o lateral), mediante modelos mentales de: atención, memoria, imaginación, percepción (Geométrica y conceptual), perspicacia, inferencia, viso-espacialidad. Esta actividad de aprendizaje es de enfoques lúdico y transversal, ya que integra diversas áreas del conocimiento, entre ellas: matemático, artístico, lenguaje, historia, y las neurociencias.
Presentación de la conferencia sobre la basílica de San Pedro en el Vaticano realizada en el Ateneo Cultural y Mercantil de Onda el jueves 2 de mayo de 2024.
Ponencia en I SEMINARIO SOBRE LA APLICABILIDAD DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR UNIVERSITARIA. 3 de junio de 2024. Facultad de Estudios Sociales y Trabajo, Universidad de Málaga.
La Unidad Eudista de Espiritualidad se complace en poner a su disposición el siguiente Triduo Eudista, que tiene como propósito ofrecer tres breves meditaciones sobre Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. En cada día encuentran una oración inicial, una meditación y una oración final.
Libro Complementario | Capitulo 1 | Para Dios no hay nada imposible | Escuela Sabática
1. 1
Para Dios
no hay nada imposible
V
oy a comenzar este capítulo haciendo uso de un oxímoron. Como
quizás algunos lectores no conozcan el significado de dicha figura re
tórica, vamos a incluir aquí la definición que ofrece el Diccionario de
la Real Academia de la Lengua Española de este inusual vocablo: «Combina
ción en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de
significado opuesto, que originan un nuevo sentido». He aquí mi oxímo
ron: «Hay ocasiones en que el silencio divino llega a ser estrepitosamente escan
daloso». ¿Lo entendió? ¿Ha escuchado alguna vez un silencio escandaloso? El
escándalo llega a su máxima expresión cuando dicho silencio se ha manteni
do inmutable a lo largo de cuattocientos años, tiempo suficiente para haber
se tomado irresistiblemente ruidoso.
Desde las últimas palabras regisuadas en el Antiguo Testamento hasta los
acontecimientos con los que Lucas da inicio a su Evangelio hay una brecha
temporal que abarca cuatto siglos. Durante ese lapso la voz de Dios brilló por
su ausencia. La Deidad pareció haber olvidado el idioma de los mortales. El
Cielo se tomó taciturno y sus integrantes se encenaron, como monjes sujetos
a un voto de silencio, pn una mudez cuatricentenaria. No hubo profetas; no
hubo mensajeros; no hubo videntes. Enttetanto, miemras persistía la afonía
divina, el pueblo de Dios, como si fuera un testigo de una cañera de relevos,
pasó del dominio persa al griego, y del griego al romano.
Ese período de silencio divino no congeló la sensibilidad espiritual de
los descendientes de Abraham ni su deseo de sentir en sus corazones el
palpitar de la palabra divina. Dichos años dieron paso a una época en la
2. 6 • Lucas: El Evangelio de la gracia
que la actividad religiosa y escrituraria estuvieron en pleno apogeo. En este
tiempo salieron a la luz los libros apócrifos, las añadiduras a Ester y a Daniel,
los deuterocanónicos, la traducción del Antiguo Testamento al griego y los
expertos rabinos inventaron todo tipo de regulaciones religiosas y civiles.
Esta actividad literaria parece haberles servido como una vía de escape para
aminorar y suplir la ausencia de una voz autorizada, que le explicara con
propiedad qué esperaba el Señor de cada integrante del pueblo escogido.
Con independencia de todas esas fuentes literarias, que no eran más que el
resultado de la inventiva y la imaginación humanas, la mayor parte de los judíos
reconocían que la revelación divina había llegado a su final con la promesa regis
trada en los últimos pasajes del libro de Malaquías: «Yo os envío al profeta Elias
antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él harávolver el corazón de los
padres hada los hijos, y el corazón de los hijos hádalos padres» (Mal. 4:5, 6). No
deja de ser significativo que las últimas palabras pronundadas por Dios antes de
adentrarse en su silendo, contengan una maravillosa promesa. Tal promesa ha
bría de mantener la luz de la verdad encendida durante esos cuatrodentos años
de oscuridad, y ataviaría la cámara del alma de quienes pudieran escuchary sentir
la inconfundible voz del Creador en medio de aquel insoportable silendo.
La era del cumplimiento de las promesas
En ese sentido cabe preguntamos, ¿por qué el último libro del Antiguo
Testamento termina con una promesa? Creo que la razón radica en que no
hay palabras más apetecibles para el oído humano que una fragante promesa
divina. Pedro dice que «Dios nos ha entregado sus predosas y magníficas pro
mesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupdón que hay en el mun
do debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina»
(2 Ped. 1: 4, NVI). Y Elena G. de White agrega que «en toda la extensión de
nuestro sendero Diog siembra las flores de sus promesas para iluminar y em
bellecer nuestro viaje» (Fragantes promesas, p. 16).
Por eso no deja de maravillarme que Lucas inide su libro didendo que Dios
ha empezado a dar cumplimiento a la promesa hecha en Malaquías. El comien
zo del tercer Evangdio constituye una transidón entre la era de promesas delAnti
guo Testamento y la era de cumplimiento a la que dará inido la llegada del Se
ñor.1 Hasta ese momento, la fe en la palabras proféticas dependía de creer, de
3. 1. Para Dios no hay nada imposible * 7
confiar, sin pruebas concretas, en la fiabilidad de las promesas divinas; pero
ahora el cumplimiento de las promesas ha llegado a ser una realidad tangible
para todos. Dios ha manifestado su misericordia al consumar lo que había pro
metido, a pesar de que la mayor parte de su pueblo había ignorado los antiguos
oráculos proféticos.
No hay que ser un experto en teología bíblica para percibir que el Evangelio
de Lucas está repleto de alusiones al cumplimiento de las promesas del Antiguo
Testamento. De hecho, en su elegante prólogo el evangelista pone sobre el tape
te que uno de los objetivos clave de su obra es presentar «un relato de las cosas
que se han cumplido entre nosotros» (Luc 1:1, NVI). El verbo griego pleroforeo, que
ha sido traducido como «cumplido» en este pasaje, indica que algo ha llegado
a su clímax. En la época del Nuevo Testamento esta palabra se usaba para lle
nar lo que estabavado, completar lo que estaba inconduso, llevar algo a su pleni
tud.2 Lucas va a describimos la manera en la que Dios llenó el vado de su pue
blo y consumó sus promesas en la persona y obra de Cristo (ver Luc. 1: 20, 57;
2: 6, 21-22; 4: 21; 9: 31; 21: 22, 24; 24: 44-47). Al usar el verbo «cumplir» en voz
pasiva, nuestro autor se propone poner de manifiesto que, aunque el cumpli
miento de tales promesas ocurren «entre nosotros», Dios es el agente dinámico,
el responsable de poner en marcha el cumplimiento de lo que él mismo había
prometido.3
Testigos y ministros
Por supuesto, este «cumplimiento» no está sujeto a la interpretadón antoja
diza del evangelista. Lucas, como buen historiador, dará cuenta de lo que apren
dió de aquellos que «vieron con sus propios ojos», «los testigos oculares» (DHH),
los que desde primera fila contemplaron —por medio de las palabras y acdones
de Cristo— el cumplimiento de las promesas bíblicas. La frase de Lucas 1: 2,
«vieron con sus propios ojos», en griego es una sola palabra: autopiar, de ella de
riva nuestro vocablo «autopsia».4 En el Nuevo Testamento, Lucas es el único es
critor que la utiliza; quizá porque dicha expresión formaba parte del tecnidsmo
médico del siglo I.5 Su obra está fundamentada en la mejor de las evidendas
forenses: los testigos oculares, aquellos que estuvieron directamente relaciona
dos con los acontedmientos que narra en su Evangelio.6 Él conodó personal
mente a los que oyeron los discursos y presendaron los milagros del Salvador,
4. 8 • Lucas: El Evangelio de la gracia
los que le acompañaron no solo durante su transfiguración en el monte, sino
también mientras agonizaba en el Getsemaní. Al pasar tiempo con ellos, Lucas
tuvo acceso a la información más fidedigna respecto a la vida y obra de Jesús.
La fiabilidad de estos «testigos» radicaba en que llegaron a ser «ministros
de la palabra». El vocablo «ministros», en griego yperetes, tiene un trasfondo
bastante interesante, y vale la pena que le dediquemos un par de líneas. En
el mundo de Lucas, yperetes se usaba para hacer referencia a Hermes, el men
sajero de los dioses, cuya función se limitaba «a ejecutar la voluntad de Zeus».7
En el ámbito militar el yperetes era el encargado de satisfacer las necesidades
de los soldados. Los médicos como Lucas también tenían sus yperetes, sus
siervos, que eran los responsables de cumplir sus instrucciones. Por tanto,
«un ministro/yperetes» era un mensajero que estaba supeditado a la volun
tad de un superior.
Lucas declara que él recibió información de los que fueron «ministros
de la palabra». Ellos no eran los dueños del mensaje, sino los mensajeros.
Para Lucas, los «testigos» son confiables porque ellos eran «esclavos», «sier
vos», «de la palabra» que enseñaban. Estos testigos «no se pusieron sobre la
palabra, usándola meramente como un instrumento para su propio servicio,
sino por debajo de ella, haciéndose siervos de ella».8
A diferencia de otros esclavos, el yperetes podía redamar su libertad cuan
do quisiera. Su sujeción no era impuesta, sino voluntaria. Los discípulos fue
ron «esdavos» de la «palabra» porque el amor de Dios los llevó a tomar esa
decisión. Pedro y Juan dijeron: «No podemos dejar de decir lo que hemos
visto y oído» (Hech. 4: 20). ¿Los habían obligado a ser «esclavos de la pala
bra»? Por supuesto que no. Un destacado comentarista bíblico lo expresa
de esta manera: «Ellos fueron cautivados por lo que había sucedido, y se
comprometieron a dar a conocer estas cosas».9 ¿No le parece necesario que
cada uno de nosotros también se convierta en un siervo, en un esclavo de
la palabra divina?
La experienda de Lutero cuando tuvo que comparecer ante la Dieta de
Worms constituye un ejemplo dásico de lo que significa ser «un ministro/ype-
retes» de la palabra. Ante los prinapales dignatarios de la corona alemana, y del
propio emperador Carlos 1de España y V de Alemania, y frente a los más ver
sados exponentes de la doctrina papal, el célebre reformador puso de manifies
to su sujedón exdusiva e incondicional a la verdad bíblica al dedarar: «No
puedo ni quiero reuactarme a menos que se me pruebe, por el testimonio de
5. 1. Para Dios no hay nada imposible • 9
la Escritura o por medio de la razón, que estoy equivocado; no puedo confiar
ni en las decisiones de los concilios ni en las de los papas, porque está bien
claro que ellos no solo se han equivocado sino que se han contradicho entre sí.
Mi conciencia está sujeta a la Palabra de Dios y no es honrado ni seguro obrar
en contra de mi propia conciencia. ¡Qué Dios me ayude! Amén».
Las credenciales de Lucas: vio, oyó e investigó
Lucas no solo se limitó a escuchar y aceptar las memorias de quienes co
nocieron personalmente a Jesús. El autor del tercer Evangelio dice que él in
vestigó por sí mismo «con diligencia todas las cosas desde su origen». No se
limitó a lo que le contaron, a la experiencia que otros tuvieron con la «pala
bra», sino que procuró tener su propio encuentro con el Maestro. Y no hay
duda de que se empleó a fondo con el fin de poner en nuestras manos el
resultado final de sus investigaciones.
En la armonía de los Evangelios que aparece en el tomo 5 del Comentario bí
blico adventista se presentan 179 sucesos de la vida de Cristo. De ellos, 118 cones-
ponden al tercer Evangelio; de los cuales 43 son exclusivos de Lucas. «Lucas pre
senta 26 de las 40 parábolas y 20 de los 35 milagros. Desde un punto de vista
histórico, Lucas es más completo que los otros tres Evangelios».10 ¡El hombre
investigó arduamente antes de sentarse a redactar su libro!
Para escribir su Evangelio, Lucas sevalió de tres fuentes principales de inves
tigación: 1) Los testigos oculares: no hay nada más impactante que contemplar lo
que el evangelio ha hecho en la vida de hombres y mujeres que, por la obra trans
formadora del Espíritu del Señor, experimentaron un cambio de vida. 2) Los
que enseñaron la palabra: gente bondadosa y amable que consagró su vida a la
tarea de transmitir al mundo el evangelio de salvación. 3) Su propia experiencia
con el mensaje: él vio lo que Dios realizó en otros, escuchó lo que el Señor le dijo
por medio de otros, pero procuró por sí mismo, diligentemente, llegar a tener
una experiencia personal con la vida y obra del Señor.
Por supuesto, ninguno de estos medios excluye al otro, porque todos en
algún momento han sido utilizados por Dios para impresionar a miles de
hombres y mujeres. Hemos visto la obra maravillosa que Jesús ha llevado a
cabo en la gente que nos rodea; hemos recibido instrucción valiosa por her
manos capacitados, que se han dejado usar por el Espíritu Santo. En cambio,
6. 1 0 • Lucas: El Evangelio de la gracia
la tercera depende de nosotros: procurar, individualmente, con diligencia,
estudiar la Palabra con el expreso propósito de llegar a conocer la voluntad
de Dios para nuestra vida. Quizá si nos adentramos un poquito en la histo
ria de Zacarías y la de María podríamos conocer un poco más de lo que
venimos hablando.
Para Dios no hay nada imposible:
el sacerdote incrédulo
Aunque —según escribió Flavio Josefo— para un israelita «la posición de
la dignidad sacerdotal es la prueba de noble origen»,11Zacarías era un senci
llo sacerdote de campo que no pertenecía a la aristocracia sacerdotal de Jeru-
salén, ya que vivía en «la montaña» (Luc. 1: 39). Sin embargo, a diferencia
de muchos de sus colegas en el sagrado ministerio, Zacarías era considerado
un varón irreprensible en todos los mandamientos y justo delante del Señor.
Estas características también adornaban la vida de su esposa, Elisabet, que
también era de estirpe sacerdotal. Aunque Zacarías era sacerdote, estar casa
do con la hija de un sacerdote conllevaba una doble honra para cualquier
descendiente de Aarón.
En los tiempos del Nuevo Testamento había unos veinte mil sacerdotes,
agrupados en las veinticuatro órdenes que David había establecido para
regular el servicio en el templo. Laorden deAbías era la octava (ver 1 Ctón. 24:10).
Estos sacerdotes ministraban una o dos veces al año; sin embargo, tener el pri
vilegio de ministrar en el interior del santuario era un acontecimiento que ocu
rría una vez en la vida. ¡Y Zacarías tuvo el privilegio de ser escogido para entrar
y ofrecer el rito del incienso!
Pero —siempre hay un pero—, el irreprensible sacerdote tenía una «pe
queña mancha» en su ministerio: no tenía hijos. En principio, la «culpa» no
era de él. El problema radicaba"en qué su mujer era estéril. No obstante, ahora
se agregaba el hecho de que ambos eran «de edad avanzada» (Luc. 1: 7). La
esterilidad era la razón por la que la pareja no había tenido hijos; la «edad
avanzada» explicaba por qué ya no se podía esperar que los tuvieran.12
No obstante, hasta en esta supuesta desgracia se percibe el lugar especial
que ocupan Zacarías y su esposa en el plan divino. La presentación que hace
Lucas de ellos sigue el patrón de los grandes héroes espirituales del Antiguo
7. 1. Para Dios no hay nada imposible * 1 1
Testamento. Abraham también fue justo y guardó los mandamientos de Dios
(Gén. 17: 1; 26: 5) y, siendo de edad avanzada, tampoco tenía hijos (Gen. 18:
11). Tanto Isaac y Rebeca como Jacob y Raquel atravesaron la amarga expe
riencia de la esterilidad (Gén. 25: 21; 29: 31); lo mismo que Manoa y su es
posa; y Elcanay Ana (Jue. 13: 2; 1 Sam. 1: 5).
Según la tradición rabínica siete tipos de personas se hallaban fuera del
alcance de la gracia divina, y la lista la encabezaba el «judío que no tiene espo
sa, o un judío que tiene esposa pero que no tiene ningún hijo».13 De acuerdo
con la teología de la época, Zacarías quedaba fuera del cielo. El asunto se tor
na más complejo porque en Éxodo 23: 26 y Deuteronomio 7: 14 Dios había
prometido que en Israel no habría ni hombres ni mujeres estériles. ¿Por qué si
Zacarías y Elisabet eran «justos» tenían que llevar sobre sí la vergüenza que
implicaba no tener hijos? Esta es una pregunta cuya respuesta no es simple.
Sin embargo, siendo que dicha condición no era consecuencia del pecado de
ellos, podemos suponer que, como Abraham y Sara, ellos son los representan
tes del pueblo de Dios. Su esterilidad no es resultado de su pecado, sino del
pecado del pueblo. «La desgracia de Elisabet es sintomática de la esterilidad
espiritual de Israel».14 Por ello, el cambio que Dios concretaría en la vida de
esta pareja tendría que operar una transformación radical en el devenir espiri
tual de toda la nación. Dios no solo ofreció solución al problema de aquellos
piadosos ancianos, sino que a través de ellos iba a pintar un cuadro de espe
ranza para toda la nación. Por lo menos esa era la intención divina.
Cuando Zacarías se hallaba ministrando en el templo, «mientras toda la
multitud del pueblo estaba fuera orando», un ángel del Señor se le apareció
y le dijo: «Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída y tu mujer Elisabet
dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan» (Luc. 1: 10, 13). «Tu ora
ción ha sido oída». ¿Qué oración? Es evidente, por la respuesta del ángel, que
Zacarías en ese momento estaba pidiendo encarecidamente que Dios le con
cediera el privilegio de tener un hijo y le quitara el deshonor que conllevaba
no tener descendientes. ¿Cuántos años había estado orando por ello? No lo
sabemos. Lo importante aquí es que el Señor escuchó el clamor de su siervo.
El hijo de Zacarías, según Lucas 1: 16, 17, vendría para dar cumplimien
to a la promesa hecha en Malaquías 4: 5, 6. Dios no solo le está dando un
descendiente al sacerdote, sino que además está trayendo al precursor del Me
sías; está cumpliendo lo que le había prometido a toda la nación. La espera de
Zacarías y Elisabet formaba parte del plan divino para ellos y para todo el
8. 1 2 • Lucas: El Evangelio de la gracia
pueblo escogido. Zacarías simplemente quería un hijo, pero Dios le regaló algo
mucho más grande: le dio al mayor de los profetas (Luc. 7: 28). La experiencia
de este sacerdote constituye un ejemplo contundente de lo dicho por el Señor:
«Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos
que los cielos sobre la tierra!» (Isa. 55: 9, NVI). Elena G. de White va en la mis
ma dirección al escribir: «El ideal de Dios para sus hijos es más elevado que
todo pensamiento humano» (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 71). ¡El plan de
Dios era mucho mayor que el de Zacarías! ¿Verdad que valió la pena esperar?
El Señor volvió a ejecutar lo que parecía imposible para el ser humano,
puesto que con Zacarías y Elisabet se repitió el milagro hecho a Abraham y
Sara: concebir en la vejez. No obstante, a diferencia de Abraham, que creyó
en la palabra del Señor, Zacarías puso de manifiesto sus dudas: «¿Cómo
puedo estar seguro de esto? Porque yo soy muy anciano y mi esposa tam
bién» (Luc. 1:18, DHH). Imagine el cuadro. Zacarías está orando para que
Dios le dé un hijo; el Señor escucha su plegaria y le concede la petición;
pero el sacerdote «irreprensible», cuando recibe la respuesta divina, expresa
que él no cree que eso sea posible, en tanto que demanda una señal divina.
¿Lo puede usted creer? Zacarías ora; pero no tiene fe en que su oración será
respondida, porque le resulta inverosímil imaginar a su esposa, anciana y enca
necida, llevando un hijo en su arrugado vientre.
Me alegra saber que el Dios de lo imposible puede continuar impulsan
do los designios de su voluntad a pesar de nuestras dudas. Una de las cosas
imposibles que Dios es capaz de llevar a cabo, es la de ayudar a creer al que
no cree sin obligarlo a que crea. Y para ayudar a creer al sacerdote; Dios le con
cedió la señal que pidió y lo dejó mudo. En esa condición, Zacarías perdió
el privilegio de pararse ante el pueblo y pronunciar la bendición sacerdotal
de Números 6 a todos los presentes.15
Para Dios no hay nada imposible:
la muchacha que creyó
Del ámbito sacerdotal Lucas pasa al extremo opuesto. El Dios que habló
en el imponente templo también puede hablar en la pequeña, insignifican
te y árida aldea de Nazaret. En los tiempos de Jesús, dicho lugar ni siquiera
llegaba a cien habitantes. Lo que ocurrió allí constituye un testimonio con
9. 1. Para Dios no hay nada imposible * 1 3
tundente de que el Dios que es capaz de entablar comunicación con un en
cumbrado sacerdote, también lo puede hacer con una sencilla adolescente
judía. Él no hace acepción de personas, siempre está presto para dialogar con
todos, con independencia de cuál sea nuestro sexo o estatus social. Con Za
carías y Elisabet, Dios volvió a repetir lo que había hecho con Abraham y
Sara; pero ahora haría algo mucho más grande, algo sin precedentes en la
historia humana: ¡haría que una mujer concibiera un hijo sin tener relacio
nes sexuales con un hombre!
Y la elegida para tal milagro fue María, una joven campesina de Nazaret.
En su conversación con María, dos veces el ángel le aseguró que ella contaba
con el favor de la gracia divina (Luc. 1: 28, 30). Si bien es cierto que María era
una mujer de fe, su elección como madre del Mesías no radicó en sus virtudes
espirituales, sino en la insondable misericordia de Dios. Su elección fue un
acto de gracia. Y fue la manifestación de la bondad divina lo que la capacitó
para que pudiera creer y aceptar lo que el Señor esperaba de ella.
Aunque María no estaba casada con José, el «desposamiento» implicaba
un compromiso de tanta seriedad, que para deshacerse de él había que re
currir al divorcio. Y quedar embarazada de «otro» que no fuera José suponía
una afrenta indescriptible tanto para ella como para su futuro esposo. En una
sociedad como la mediterránea en la que el honor lo era todo, habría que
pensárselo dos veces antes de aceptar tener un hijo en las condiciones en
que el ángel se lo ofreció a María. Las palabras del ser celestial no podían ser
más claras: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su
nombre Jesús» (Luc. 1: 31).
A diferencia de Zacarías, María no pone en dudas estas palabras, aunque
sí demanda una explicación: «¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con
ningún hombre?» (Luc. 1: 34, DHH). Su preocupación no es cuál será la reac
ción de José. Ni siquiera cómo le iba a explicar a sus padres que había con
cebido un hijo cuyo padre no era su prometido. A María le inquieta saber
cómo Dios llevaría a cabo lo que nunca nadie había hecho.
El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va
a nacer será llamado Hijo de Dios. [... ] Pues nada hay imposible para Dios»
(Luc. 1: 35, 37). Jesús sería engendrado por el Espíritu Santo. ¿Cómo pudo
suceder eso? No lo sé y no creo que haya alguien que lo sepa. Pablo, co
mentando este asunto, se limitó a decir: «Indiscutiblemente, grande es el
10. 1 4 • Lucas: El Evangelio de la gracia
misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne» (1 Tim. 3: 16). Pero
no se agobie, en la eternidad tendremos tiempo para dedicar varias decenas
de miles de años para recibir por lo menos nociones básicas respecto a cómo
Dios pudo encamarse dentro del cuerpecito de María.
Así que mejor hablemos de algo que sí puede ser entendido aquí y ahora.
En aquella cultura —y en la nuestra también— una de las funciones funda
mentales del esposo consistía en proteger a su mujer. Si María no tenía espo
so, ¿quién la protegería durante el crítico período de su embarazo? Esta debe
de haber sido una de sus inquietudes más acuciantes. Sin embargo, ella no
tenía de qué preocuparse, porque el mismo Espíritu Santo sería el responsa
ble de llevar a cabo esta función protectora. Por ello el Espíritu la «cubriría».
En la versión griega del Antiguo Testamento el verbo «cubrir», episkiazo, se usa
en un sentido metafórico para aludir a la protección divina (Sal. 91: 4; 140:
7).16Todo estaría bien porque Dios estaría con ella, él sería su protector.
Con semejante garantía casi podemos oír la trémula voz de María di
ciendo: «Aquí está la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu pala
bra» (Luc. 1: 38). El resto de la historia usted lo conoce. Dios hizo lo que a
los ojos humanos era imposible: que el Hijo de Dios fuera concebido en el
vientre de una jovencita.
El gozo de un nuevo comienzo
Para Lucas, las experiencias de Zacarías y María constituyen el punto de
partida de un nuevo comienzo en las relaciones de Dios con los seres huma
nos. El Señor estaba listo para dar inicio a una nueva etapa en la vida espiri
tual de su pueblo. En esa etapa hay esperanza para el sacerdote, hay esperan
za para el pecador. Todos pueden experimentar la cercanía de la presencia
divina. Tanto el que duda como el que cree tienen la posibilidad de ser al
canzados por el cielo.
Hemos de admirar a María. Es la madre del Mesías, del esperado heredero
del Uono de David. No vemos en su accionar ninguna pretensión de grande
za. Más bien compuso un salmo para dejar bien claro que la gloria es de
Dios. Su única contribución fue reconocer su bajeza: «Engrandece mi alma al
Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la
bajeza de su sierva» (Luc. 1: 46-48). Por medio de una humilde muchacha,
11. 1. Para Dios no hay nada imposible * 1 5
Dios pudo socorrer «a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia»
(Luc. 1: 54). María supo de inmediato que gozar de esa misericordia no
sería una bendición exclusiva de ella, pues «su misericordia —la de Dios— es
de generación en generación» (Luc. 1: 50).
Dios le dio todo a María. María le dio todo a Dios.
Hemos de admirar a Zacarías. Probablemente, nos parecemos a él más de
lo que quisiéramos. Somos conocidos por la profesión nominal de nuestra
fe, aunque en realidad hemos de preguntamos si de verdad creemos. Vivimos
batallando con la duda. Nos encanta que Dios nos dé señales que nos hagan
creer, ¿y qué hemos ganado con ello? Zacarías tuvo que combatir cuerpo a
cuerpo con el peor de nuestros demonios: la incredulidad. La experiencia de
este sacerdote, que era un personaje irreprensible, ha de animamos cuando
la incertidumbre gana terreno en nuestra experiencia espiritual. Dios está
presto para ayudamos a creer confiadamente en su Palabra.
Cuando finalmente pudo ver la obra de Dios —como María—, Zacarías
también abrió sus labios para alabarlo efusivamente. Su canto es magistral.
Canta por la salvación. El Señor «nos levantó un poderoso salvador»; «se acor
dó de su pacto»; su hijo vendría a «dar conocimiento de salvación»; a presentar
«la entrañable misericordia de nuestro Dios» (Luc. 1: 69, 72, 77, 78).
Dios cumplió las promesas que les hizo a María, a Zacarías y a su pueblo.
¿Acaso no cumplirá las que nos ha hecho a nosotros? Las promesas divinas
están listas para llenar de gozo, paz y sosiego nuestra ajetreada vida si tan
solo decidimos redamar su cumplimiento. Quizá nuestro mayor problema
sea que no creemos que Dios hará lo que para nosotros resulta imposible.
Solemos olvidar que Dios es todopoderoso y, por ende, es capaz de hacer
que, sin violentar nuestra voluntad, nosotros podamos creer en él confiada
mente, como lo hizo María. No lo olvide, para Dios no hay nada imposible;
él puede ayudamos a obtener la victoria sobre nuestras dudas espirituales.
Reflexionemos en esta impresionante declaración: «Todo lo que desee
mos cuando oramos, si creemos que lo vamos a recibir, lo tendremos. Esta
fe atraviesa la nube más oscura, y derrama rayos de luz y esperanza sobre el
alma doblegada y desanimada. La ausencia de esta fe y de esta confianza
produce perplejidad, temores angustiosos y sospechas de males. Dios hará
grandes cosas por su pueblo cuando ponga toda su confianza en él» (Testi
monios para la iglesia, t. 2, p. 127).
12. 1 6 • Lucas: El Evangelio de la gracia
Dios quiere iniciar una nueva etapa en la vida de sus hijos. Él anhela co
menzar la era del cumplimiento de sus promesas. Quiere poner fin al pálido
silencio que ha arropado nuestras vidas. ¿Estamos listos para ver lo que Dios
hará en nosotros y a través de nosotros? El mensaje central del primer capítu
lo de Lucas lo podemos resumir en estas palabras de Pablo: «Todas las pro
mesas que ha hecho Dios son "sí" en Cristo» (2 Cor. 1: 20, NV1). Acudamos
a él y procuremos el cumplimiento de lo que generosamente él mismo nos
ha prometido. Y no olvidemos esto: para Dios no hay nada imposible.
R eferen cias:
1 Mark L Strauss, The D avidic M essiah in Luke-Acts: The Promise and Its Fulfillment in Lukan Christology, Journal
for the Study o f the New Testament: Supplement Series (Sheffield: Sheffield Academic, 1995), p. 86.
2 Para más detalles ver a G. Delling, «Pleroo» en Theological Dictionary o f the New Testament, Gerhard Kittel y
Gerhard Friedrich, eds. (Gran Rapids, Michigan: William B. Eerdmans Publishing Company, 1968), L VI,
pp. 283-311; J. H. Moulton y G. Milligan, Vocabulary o f the Greek Testament (Peabody, Massachusetts, Hen-
drickson Publishers, 1930), p. 519.
3LukeTímothy Johnson, The Gospel ofLuke, Sacra Pagina Series (Collegeville, Minnesota: The Liturgical Press,
1991), vol. 3, p. 27.
4Joan Coromines, Breve diccionario etim ológico de la lengua castellana (Madrid: Editorial Gredos, 2008), p. 54.
5Archibald Thomas Robertson, Imágenes verbales en el Nuevo Testamento (Barcelona: CLIE, 1989), L 2, p. 23.
6 Earle E. Bilis, The Gospel ofL uke (Grand Rapids, Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1966),
p. 65.
7 K. H. Rengstorf,«yperetes», en Theological D ictionary o fth e N ew Testament, Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich,
eds. (Grand Rapids, Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 2006), t VIII, p. 530.
8William Hendriksen, El Evangelio según San Lucas (Grand Rapids, Michigan: Libros Desafio, 2002), p. 70.
9 John Nolland, Luke 1-9:20, Word Biblical Commentary (Nashville: Thomas Nelson, 2000), vol. 35a, p. 6.
10Frands D. Nichol, ed. Com entario bíblico adventista (Buenos Aires: ACES, 1995), L 5, pp. 181, 182.
11Citado por Joachim Jeremías, Jerusalén en los tiem pos de Jesús (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1980),
pp. 167, 168.
12Leopold Sabourin, El Evangelio de Lucas (Valencia: EDICEP, 2000), p. 61.
13William Barclay, Comentario al Nuevo Testamento: 17 tomos en 1 (Barcelona: CLIE, 2006), p. 294.
14David E. Garland, Luke, Zondervan Exegetical Commentary on the New Testament (Gran Rapids: Michi
gan: Zondervan, 2011), p. 65.
15Bruce J. Malina y Richard L. Rohrbaugh, Los evangelios sinópticos y la cultura m editerránea del siglo /, (Navarra:
Editorial Verbo Divino, 2002), p. 221.
161. Howard Marshall, Commentary on Luke, New International Greek Testament Commentary (Grand Ra
pids, Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1978), pp. 70, 71.