Este documento discute los principios de una evaluación ética y efectiva del proceso de enseñanza-aprendizaje. Resalta que la evaluación debe ser integral al proceso, constante y formativa más que punitiva. También enfatiza que tanto maestros como alumnos deben compartir la responsabilidad en la evaluación a través de la autoevaluación, coevaluación y diálogo. El objetivo final es desarrollar un pensamiento autónomo y crítico en los estudiantes.