El documento discute la importancia de la alfabetización en el siglo 21, la cual requiere habilidades para usar tecnología como herramientas de aprendizaje y comunicación. Además, demanda la capacidad de interpretar y analizar críticamente la información en pantallas en lugar de ser solo receptores pasivos. La educación mediática puede converger diferentes modos de alfabetización mientras reconoce que la tecnología puede revolucionar la enseñanza aprendizaje.

1. LA ALFABETIZACIÓN EN EL SIGLO XXI
La alfabetización de nuestros medios trasciende el escribir y leer desde lo fonológico.
Y más bien demanda unas habilidades que ponen a prueba nuestra habilidad para hacer
de los artefactos herramientas de aprendizaje y comunicación.
Ahora bien, el reto de ser un receptor pasivo de lo que las imágenes y los textos en las
pantallas de uno u otro dispositivo nos muestra, está en la posibilidad humana de
interpretarla, comprenderla y analizarla críticamente, haciéndose presentes aspectos
como la digiculturalidad y el situarse como sujeto que no sólo recibe información, sino que
construye conocimiento.
Es así como estamos hablando de que la formación de estudiantes ciudadanos del siglo
xxi equivale a propender por un ser humano que más allá de recibir la imagen, sea capaz
de analizar su contenido y comprender los valores que esta le representa (alfabetización
audiovisual). Así como hacer uso de la información y analizar su pertinencia como
conocimiento y la ética (alfabetización informacional y tecnológica).
Es por ello, que la educación mediática se postula como un camino donde es posible
converger todos estos modos de alfabetización y la cultura, pues no podemos desconocer
que ambos son parte de una globalidad que nos toca y demanda ser competentes, pero
también críticos y éticos a la hora de definir los aportes que estos modos de
alfabetización nos ofrecen; trascendiendo la visión que se tiene de éstos como espacios
para el ocio y el entretenimiento por el lado de jóvenes, niños y padres de familia y como
un posible elemento que desplace la escuela, sin reconocer que existen otros espacios de
aprendizaje que invitan a los maestros a comprender que los artefactos se convierten en
herramientas de aprendizaje que revolucionan no sólo las relaciones docente-estudiante,
sino los procesos enseñanza-aprendizaje.