Presentación del seminario: “Presentación del tercer volumen de la serie La cosmovisión de los grandes científicos, consagrado a la Ilustración”. Prof. D. Juan Arana Cañedo-Argüelles. Pamplona, 18 de marzo de 2022.
Juan Arana es catedrático de “Filosofía y Lógica y Filosofía de la Ciencia” en la Universidad de Sevilla; ha trabajado durante más de 30 años en el estudio de las relaciones entre diferentes ámbitos de la cultura moderna y contemporánea: filosofía, ciencia, religión y literatura. Ha publicado ya casi una veintena de monografías y un amplísimo número de artículos en revistas especializadas. Es también académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de Madrid.
Resumen del ponente: Durante el siglo XVIII la naciente ciencia alcanza la mayoría de edad. En toda Europa proliferan academias que por primera vez profesionalizan el estudio de la naturaleza. Incluso las universidades abandonan poco a poco sus reticencias. La física, la astronomía o la historia natural se ponen de moda: las clases ociosas de la sociedad las promocionan y cultivan como afición. Entre tanto, se inicia un proceso de secularización y los filósofos entran con frecuencia en conflicto con los teólogos. Los hombres de ciencia, que están en trance de lograr plena independencia, reivindican su autonomía y con frecuencia desconfían del radicalismo de los ideólogos, lo cual no significa que se muestren indiferentes a las grandes preguntas de la existencia. En este volumen se expone la cosmovisión sustentada por los más destacados investigadores de la época.
Piccato, P. - Historia mínima de la violencia en México [2022].pdf
La cosmovisión de los grandes científicos: la Ilustración
1. Presentación del libro:
La Cosmovisión de los
grandes científicos de
la Ilustración
Grupo Ciencia, Razón y Fe
(CRYF)
viernes día 18 de marzo a las
12.30h., en el aula M8 del
Edificio Amigos.
2. Rafael Andrés Alemañ Berenguer, Departamento de física, ingeniería de sistemas y teoría de la señal de la Universidad de Alicante
Manuel Alfonseca Moreno, Catedrático de lenguajes y sistemas informáticos en la Universidad Autónoma de Madrid
Juan Arana Cañedo-Argüelles, académico de número en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de Madrid
María Caballero Wangüemert, Catedrática de literatura hispanoamericana en la Universidad de Sevilla
Ignacio del Carril, Instituto de Ciencias Sagradas “San Miguel Arcángel” (Buenos Aires)
José Manuel Elena Ortega. Profesor titular de tecnología electrónica en la Universidad de Sevilla
Esteban Fernández-Hinojosa, Facultativo especialista de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario Virgen del
Rocío, de Sevilla
Jesús de Garay, Catedrático de filosofía en la Universidad de Sevilla
Karim Gherab Martín, Profesor de filosofía de la ciencia en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
Rubén Herce, Profesor de filosofía en la Universidad de Navarra
Daniel Heredia González, Departamento de filosofía, Universidad de Lisboa
Martín López Corredoira, Investigador titular en el Instituto de Astrofísica de Canarias
Felipe Maya, Facultad de ciencias exactas, Universidad de Málaga.
Juan Meléndez Sánchez, Profesor titular en el departamento de física de la Universidad Carlos III de Madrid
Javier Ordóñez, Catedrático de lógica y filosofía de la ciencia de la Universidad Autónoma de Madrid
Andrés Ortigosa, Departamento de filosofía y lógica de la Universidad de Sevilla
Juan José Padial, Profesor titular de filosofía en la Universidad de Málaga
Miguel Palomo, Departamento de Filosofía I de la Universidad Complutense de Madrid
María de Paz, Departamento de filosofía y Lógica de la Universidad de Sevilla
Moisés Pérez Marcos, Ian Ramsey Centre for Science and Religion de la Universidad de Oxford.
Francisco Rodríguez Valls, Profesor titular de antropología filosófica en la Universidad de Sevilla
Antonio Sánchez, Profesor de historia y filosofía de la ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid
Carmen Sánchez Ovcharov Decana de la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid
Francisco José Soler Gil, Profesor titular de filosofía en la Universidad de Sevilla
Pedro Jesús Teruel, Profesor titular de filosofía en la Universitat de València.
Héctor Velázquez. Profesor investigador y director del Centro sobre Sociedad Tecnológica y Futuro Humano de la Universidad Mayor
en Santiago de Chile.
José Domingo Vilaplana Guerrero, Departamento de Filosofía y Lógica, Universidad de Sevilla
3.
4.
5. MATEMÁTICAS
CAPÍTULO I. JEAN LE ROND, D'ALEMBERT, MATÉMÁTICO Y JEFE DEL PARTIDO FILOSÓFICO EN LA FRANCIA
ILUSTRADA, Juan Arana
CAPÍTULO II. JOHANNES BERNOULLI Y EL CARÁCTER HUMANO DE LA CIENCIA, Miguel Palomo
CAPÍTULO III. LEONHARD EULER, MATEMÁTICO EXCEPCIONAL Y CAMPEÓN DE LOS CREYENTES, Juan Arana
CAPÍTULO IV. LA MECÁNICA ANALÍTICA DE J. L. LAGRANGE: LAS MATEMÁTICAS COMO ARMA ANTI-METAFÍSICA,
Karim J. Gherab Martín
CAPÍTULO V. GIOVANNI GEROLAMO SACCHERI Y LAS GEOMETRÍAS NO EUCLIDIANAS. UN HOMBRE QUE MIRÓ A
LOS OJOS AL MINOTAURO Y VOLVIÓ DE REGRESO A SU CELDA, Felipe Maya Restrepo
FÍSICA Y ASTRONOMÍA
CAPÍTULO VI. LA FILOSOFÍA NATURAL DE ROGERIO BOSCOVICH. ¿PRECURSOR DE LA TEORÍA DEL TODO?,
Karim J. Gherab Martín, Carmen Sánchez Ovcharov
CAPÍTULO VII. ÉMILIE DU CHÂTELET, UNA MARQUESA ENTRE DOS MUNDOS, María de Paz
CAPÍTULO VIII. COULOMB, EL CÉLEBRE DESCONOCIDO, Juan Meléndez Sánchez
CAPÍTULO IX. WILLIAM HERSCHEL: EL DESCUBRIDOR DE URANO, Francisco José Soler Gil
CAPÍTULO X. JOHANN HEINRICH LAMBERT. CIENTÍFICO Y FILÓSOFO, Juan Arana
QUÍMICA
CAPÍTULO XI. HENRY CAVENDISH: UNA VIDA ENTRE LAS LUCES Y LAS SOMBRAS, Daniel Heredia
CAPÍTULO XII. ANTOINE LAURENT DE LAVOISIER, PADRE DE LA QUÍMICA MODERNA, Manuel Alfonseca
CAPÍTULO XIII. PRIESTLEY: MATERIALISTA Y CREYENTE, INCENDIARIO QUÍMICO DEL FUEGO, Martín López
Corredoira
CAPÍTULO XIV. JOSEPH LOUIS PROUST. UN FRANCÉS EN LA CORTE ESPAÑOLA, José Domingo Vilaplana Guerrero
CIENCIAS DE LA TIERRA
CAPÍTULO XV. EXPEDICIONES CIENTÍFICAS, GEODESIA, ASTRONOMÍA Y NATURALISMO EN CHARLES-MARIE DE
LA CONDAMINE, Antonio Sánchez
CAPÍTULO XVI. ALEXANDER VON HUMBOLDT: LA BÚSQUEDA INCANSABLE DE LA UNIDAD DE LA NATURALEZA,
Moisés Pérez Marcos
CAPÍTULO XVII. JORGE JUAN. EL TRIUNFO DE LA MECÁNICA NEWTONIANA Y LA COMPATIBILIDAD ENTRE
CIENCIA Y FE, Francisco José Soler Gil
CAPÍTULO XVIII. PIERRE-LOUIS MOREAU DE MAUPERTUIS, EL HOMBRE QUE ACHATÓ LA TIERRA, Juan Arana
6. INGENIERÍA E INVENCIÓN
CAPÍTULO XIX. JACQUES ALEXANDRE CÉSAR CHARLES, PRECURSOR DE LA AERONÁUTICA Y LA FOTOGRAFÍA,
Manuel Alfonseca
CAPÍTULO XX. BENJAMIN FRANKLIN: UN PURITANO ILUSTRADO, Moisés Pérez Marcos
CAPÍTULO XXI. RUMFORD, EL ARRIBISTA FILANTRÓPICO, Juan Meléndez
CAPÍTULO XXII. JAMES WATT, DEMIURGO, Javier Ordóñez
BIOLOGÍA E HISTORIA NATURAL
CAPÍTULO XXIII. GEORGES-LOUIS LECLERC, CONDE DE BUFFON: SABIO EN PARÍS, PROPIETARIO EN
BORGOÑA, Francisco Rodríguez Valls
CAPÍTULO XXIV. JOHANN WOLFGANG VON GOETHE, ENTRE NATURALISMO Y PANTEÍSMO, Jesús de Garay
CAPÍTULO XXV. CARL VON LINNEO: COMPLETANDO EL ENCARGO DE ADÁN, Ignacio del Carril
CAPÍTULO XXVI. LA ILUSTRACIÖN EUROPEA EN COLOMBIA: JOSÉ CELESTINO MUTIS, María Caballero
CAPÍTULO XXVII. JOHN TURVERVILLE NEEDHAM, EL BIÓLOGO DÍSCOLO, Esteban Fernández Hinojosa
CAPÍTULO XXVIII. RENÉ ANTOINE FERCHAULT DE RÉAUMUR, EL HOMBRE MÁS CURIOSO DE SU SIGLO, Rubén
Herce
CAPÍTULO XXIX. LAZZARO SPALLANZANI: EL BIÓLOGO DE BIÓLOGOS, Héctor Velázquez
MEDICINA Y FISIOLOGÍA
CAPÍTULO XXX. XAVIER BICHAT, UNA VIDA BREVE, INTENSA Y FRUCTÍFERA, José Manuel Elena
CAPÍTULO XXXI. HERMAN BOERHAAVE: EL COMMUNIS EUROPAE PRAECEPTOR, Andrés Ortigosa
CAPÍTULO XXXII. LUIGI GALVANI Y EL AMANECER DE LA ELECTROFISIOLOGÍA, Rafael Alemañ
CAPÍTULO XXXIII. LA ANATOMIA ANIMATA DE ALBRECHT VON HALLER, Juan J. Padial
CAPÍTULO XXXIV. UNA HISTORIA ALEMANA. JOHANN AUGUST UNZER. DE LA METAFÍSICA A LA FISIOLOGÍA,
Pedro Jesús Teruel
11. Posición ante la religión de los grandes científicos investigados (34)
12. Posición ante la religión de los grandes científicos investigados (34)
13. Posición ante la religión de los grandes científicos investigados (34)
14. Posición ante la religión de los grandes científicos investigados (34)
15. Posición ante la religión de los grandes científicos investigados (34)
16. Posición ante la religión de los grandes científicos investigados (34)
17. Posición ante la religión de los grandes científicos investigados (34)
18. La anécdota
Euler-Diderot
«Durante el reinado de Catalina II Denis Diderot, filósofo y enciclopedista francés,
fue invitado a visitar la corte rusa. Reconocido ateo, divulgaba sus ideas entre la
juventud rusa. […] Se informó a Diderot que un sabio matemático, que resulto ser
Leonhard Euler, tenía una demostración algebraica de la existencia de Dios y que se
la expondría en presencia de la corte si estaba de acuerdo. A Diderot le pareció bien
la sugerencia. Una vez reunida la corte y ambos presentes Euler avanzó hacia
Diderot y en un tono grave y de convicción exclamo: “Señor, (a+bn)/n = x, por tanto
Dios existe; ¡responda Vd!» Diderot, para el que el álgebra era hebreo, estaba
avergonzado y desconcertado, mientras que la corte reía a su alrededor. Pidió
permiso, que le fue concedido, y volvió a Francia inmediatamente.» Dieudonné
Thiébault, Mes souvenirs de vingt ans de séjour a Berlin. Paris, Buisson,1804.
19. Contraposición de los científicos dieciochescos con la filosofía de su siglo
(particularmente con el deísmo y teísmo ilustrados, el racionalismo wolffiano
y el escepticismo humeano/kantiano )
a) El caso Christian Wolff / Leonhard Euler
20. “Este problema ha sido la señal de una guerra filosófica, que ha hecho entrar en liza a
diversos combatientes. (...). El primero es el Sr. Euler, matemático famoso de esta
misma Academia (...). Su objetivo se reduce a dos puntos capitales: el primero es
desterrar de la filosofía las mónadas o seres simples; el segundo consiste en establecer
la fuerza de inercia, con la que pretende explicar todos los cambios que se producen en
el mundo corpóreo; de suerte que se puede decir que, destruyendo por un lado, por el
otro se propone construir.” (Journal de Sçavants, Noviembre 1745, p. 656).
“Hubo un tiempo en el que la discusión sobre las mónadas era tan viva y tan general,
que se hablaba de ellas con mucho calor en todas las reuniones, incluso en los
cuerpos de guardia. En la corte casi no había ninguna dama que no se declarase en
pro o en contra de las mónadas. En fin, en todas partes las conversaciones recaían
sobre las mónadas, y no se hablaba más que de ellas.
“La Academia Real de Berlín se hizo eco de estas discusiones; y como tiene la
costumbre de proponer todos los años una cuestión, (...) eligió para el año 1746 la
cuestión sobre las mónadas” Euler, Lettres à une princesse d’Allemagne, LXXV.
21. “En una ocasión aconteció aquí un sonoro ejemplo sobre ello, en tiempos del
difunto rey, cuando el Señor Wolff enseñaba en Halle la teoría de la armonía
preestablecida. El rey quiso informarse sobre esta doctrina, que entonces metía
mucho ruido, y un cortesano respondió a Su Majestad que todos los soldados, según
esta doctrina, no eran más que puras máquinas; y cuando algunos desertaban, era
por una consecuencia necesaria de su estructura, y por tanto era un error castigarlos,
como se cometería al querer castigar a una máquina por producir tal o cual
movimiento. El rey se enfadó tanto con este relato, que mando expulsar a Wolff de
Halle, bajo pena de ser ahorcado, si se le encontraba después de veinticuatro horas.
Este filósofo se refugió entonces en Marburgo, donde yo le traté poco tiempo
después.” Euler, Lettres à une princesse d’Allemagne, LVXXXIV.
“A pesar de este razonamiento, los partidarios de la teoría de la armonía
preestablecida se encontrarán siempre en apuros para mantener la libertad de las
resoluciones del alma. Pues, según ellos, también se asemeja a una máquina,
aunque de naturaleza totalmente diferente a la del cuerpo; las representaciones y
resoluciones de ella son ocasionadas por las que le preceden, y éstas por las
anteriores, etc..., de manera que se siguen con tanta necesidad como los
movimientos de una máquina.” (LXXXIV, OO III, 11, p. 190).
22. b) El caso Federico II de Prusia / Leonhard Euler
23. “Si madame du Châtelet es una mujer que se avenga a tratos, le propongo que me
preste su Voltaire. Tenemos aquí un gran cíclope geómetra que le daremos en prenda
por el bel esprit, pero que se decida pronto” Carta de Frédéric II a Voltaire del 29.11.1748,
The complete works of Voltaire, ed. Besterman, Genève, Inst. Voltaire, vol. 94, 1970, D 3814, p. 368.
“Ya me decía yo que tu entrevista con el Señor Euler no te iba a edificar [...] Hay
entre los sabios calculadores potentes, comentadores, traductores, compiladores, que
tienen su utilidad en la República de las Ciencias, pero que son todo menos brillantes.
Se los utiliza como las columnas dóricas en la arquitectura. Pertenecen al basamento
que sostiene a todo el edificio y a las columnas corintias que constituyen su
ornamento” Carta de Federico II al príncipe Auguste Guillaume del 31.10.1746. Correspondance de
Frédéric II avec son frère Auguste Guillaume, Leipzig, s.d., p. 95.
“Aquí se sigue teniendo la impresión de que la academia local se transformará en una
Académie françoise” Carta de Euler a Goldbach del 1.10.1763, Fuss, Correspondance..., I, p. 667.
“El Sr. Euler, que ama con locura la Osa mayor y la Osa menor, se ha aproximado al
norte para observarlas más a sus anchas. Un navío que llevaba sus equis, íes griegas
y zetas ha naufragado; todo se ha perdido y es una pena, porque hubiera habido para
llenar seis volúmenes in-folio de memorias cifradas de punta a cabo, y Europa se
verá privada probablemente de la agradable diversión que le hubiera proporcionado
esta lectura” Carta de Federico II a d'Alembert del 26.7.1766, Oeuvres posthumes de Frédéric II,
Berlin, Voss & Decker, 1788, vol. 11, p. 16.
25. “Estos filósofos son bien malvados: todos los días me convenzo de
ello. Veo las maniobras de Voltaire contra Maupertuis; las de
Maupertuis contra Voltaire y contra mí; el fasto arrogante de
d'Alembert, de Buffon y de Diderot. ¿Para qué sirve entonces la
filosofía? Para envanecernos, decía el apóstol. No ha cambiado
después de diecisiete siglos” Albrect von Haller, citado por Louis Figuier,
Vies des Savants illustres du dix-huitième siècle, Paris, 1870, p. 286.
“Creo que ha quedado suficientemente demostrado que esta nueva
sabiduría es la ruina de la vida social. No da como objeto a cada
hombre más que su felicidad particular, y una felicidad puramente
sensual. Pone en oposición perpetua las fuerzas de todos los
hombres, y de ello tiene que resultar un estado de guerra y
enemistad universal, consecuencia que Hobbes ha reconocido
sinceramente, y que no puede acabar más que cuando la religión
venga a devolver la paz” Haller, Discours sur l'irreligion, p. 31.
27. Pero, lo que hay de más grave en esta actitud hostil
de Diderot, es el propio Réaumur quien nos lo
enseña con serena filosofía en su carta a Albert de
Haller. “Tengo grabadas más de ciento cincuenta
láminas en folio, que son agradables dibujos, y
tengo muchas otras que sólo están dibujadas. Pude
haber hecho resonar al mundo literario con mis
gritos por el robo que me hicieron de las primeras
y dar los pasos para lograr que me hicieran
justicia. La infidelidad y negligencia de mis
grabadores, varios de los cuales están muertos, ha
facilitado que personas poco sensibles al proceso
de recopilación de pruebas de estas planchas las
hayan hecho regrabar para incluirlas en el
diccionario enciclopédico”. Réaumur prefirió
aparentar ignorarlo: “La paz del alma me parece
preferible a todo y es el bien más propio de una
edad avanzada. Sólo conozco una más preciosa y a
la que no dejaré de aspirar, es la de ser amado y
estimado por aquellos a quienes amo y estimo”. El
documento es condenatorio para el director., de la
Encyclopédie…” Jean Torlais, Un esprit
encyclopédique en dehors de l'Encyclopedie:
Réaumur, Paris, Blanchard, 1961, pp. 254-5.
29. “El traductor consideró necesario
adjuntar algunas notas para aclarar y
confirmar el texto del autor; a veces
incluso se permitió oponerse a él con
comentarios contrarios a sus
sentimientos, cuando pensaba que no
estaban suficientemente fundados”
Pierre Naville, D'Holbach et la philosophie
scientifique au XVIIIe siècle, Paris, Gallimard,
1967, p. 199.
31. Charles Bonnet, destacado hombre de ciencia y
filósofo al tiempo que ferviente devoto publicó en
1762 un libro titulado Consideraciones sobre los
cuerpos orgánicos. Sorprendentemente la obra,
que se había impreso en Holanda, fue prohibida en
Francia por la censura. A demanda del autor, el
mismo Malhesherbes que con tanta consideración
trataba a los enciclopedistas comunicó que “la
delicadeza de las materias tratadas en una obra de
metafísica puede hacer peligrosa la lectura para el
público”. Siete años después el sabio suizo entregó
a la imprenta su Palingenesia filosófica, añadiendo
como apéndice unas Investigaciones sobre las
pruebas del cristianismo, y de nuevo vio como se
prohibía su difusión en Francia. Bonnet no dejó de
llamar la atención sobre el hecho de que al mismo
tiempo se permitía la libre distribución de las
obras de Voltaire. El libro tuvo que circular
clandestinamente, lo que no le impidió tener un
gran éxito. Véase Raymond Savioz, Mémoires
autobiographiques de Charles Bonnet de Genève, Paris, Vrin,
1948, p. 24.
33. “Esforzándose en conciliar las razones favorables a la
atracción con las que le parecían contrarias, y a la vez
su amor a la verdad con su fidelidad a la teoría de
Newton, llegó a la conclusión de que ‘hay atracción
en la naturaleza, pero siguiendo una ley distinta de
la establecida por Newton’”
Pierre Brunet, La vie et l’oeuvre de Clairaut, Paris, PUF, 1952,82.
«Justo la misma ley que rige a los planetas, en la medida que
corren alrededor del Sol, se encuentra también en los sistemas
pequeños, es decir, en los que integran lunas en movimiento en
torno a sus planetas principales. Sus períodos de rotación son
igualmente proporcionales a las distancias, y determinan justo la
misma proporción para la fuerza de atracción respecto a los
planetas que aquella a que estos están sometidos con respecto al
Sol. Todo esto está establecido incontrovertiblemente para
siempre por la geometría más infalible a través de
observaciones indiscutibles»
Kant, Historia general de la naturaleza y teoría del cielo, 1755
34. “Sé perfectamente bien que la voluntad, en
general, desea el bien y evita el mal; pero
también vi que todo esto presupone que
primero se debe saber claramente lo que es
verdaderamente bueno y lo que es
verdaderamente malo, para que no podamos
tomar los bienes aparentes por verdaderos y
que no nos dejemos cegar por Satanás, por
el mundo y por nuestras propias pasiones,
por lo que no dejé de estudiar las
enseñanzas morales de las Sagradas
Escrituras. Más tarde llegué a la lectura del
libro de Puffendorff sobre los deberes del
hombre y del ciudadano, además de otras
éticas filosóficas, y tuve la oportunidad de
percibir muy claramente la ventaja de la
ética bíblica sobre las demás y dedicarme a
ella con mayor empeño” J. H. Lambert,
Briefwechsel, Berlin, 1781-1787, vol. 2, p. 9.
J. H. Lambert
35. 4. Progresistas y
conservadores
Euler: “Defensa de la
revelación divina contra las
objeciones de los libertirnos”
Maupertuis: “Examen filosófico de la
prueba de la existencia de Dios”
44. Friedrich von Grimm
«No se concibe cómo el movimiento solo, sin ninguna
inteligencia, ha podido producir lo que existe. Nadie lo
concibe, pero es un hecho; también es un hecho que
situando una inteligencia eterna en el origen de ese
movimiento no explicais nada y añadís a una cosa
inexplicable mil dificultades que la convierten además en
absurda. [...] La existencia del reloj prueba la existencia
del relojero, un cuadro indica un pintor, una casa anuncia
un arquitecto: son argumento de enorme fuerza para los
niños. El filósofo haría como ellos si, admitiéndolos, no se
encontrara inmerso en un mar de dificultades
interminables; prefiere creer que la inteligencia pueda ser
efecto del movimiento de la materia que atribuirla a un
obrero omnipotente que no hace nada y cuya voluntad no
puede impedir que lo que es no sea, ni cambiar nada a su
manera de ser; a un ser soberanamente inteligente y que,
desde que suponéis en él una cualidad moral, pueden con
justicia serle reprochadas todas su producciones, en las
que la suma de inconvenientes supera infinitamente las
ventajas...»