2. Álvaro Sánchez Acebedo
Las diez razones por las que España no es competitiva
1- Escasa inversión en I+D+i. España no puede vivir sólo del turismo, la gastronomía, las
importantes hazañas deportivas que hemos logrado o el sector servicios. En primer lugar porque es
insuficiente: todo el mercado laboral cualificado que genera España no puede estar únicamente
enfocado a esos sectores; y, en segundo lugar, porque para sostener todo eso se necesita un tejido
industrial nacional.
2- Insuficiente colaboración entre empresas y universidades, que es en donde se deben encontrar los
centros de investigación. En la comarca del Alto Deva (Guipúzcoa) tenemos un gran ejemplo: la
Corporación Mondragón, conocido como el “Silicon Valley” español. El mayor grupo cooperativo
del mundo, con 256 empresas, y que cuenta con su propia universidad.
3- Sin apenas I+D+i propio, no tenemos una industria 100% española, casi toda está en manos de
grupos o multinacionales extranjeras. No somos auto-suficientes en tejido industrial.
4- La pérdida de confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades. Tenemos que tener una
actitud de país desarrollado pero con mentalidad de estar en vías de desarrollo, para avanzar con
ilusión y con amor a nuestro trabajo a través del esfuerzo. No nos dejemos guiar por el
conformismo y por el deseo de ganar una gran fortuna de la noche a la mañana con nuestra
actividad empresarial.
5- Tenemos una forma de comunicar pésima e insuficiente. Nos tenemos que querer más a nosotros
mismos y descubrir lo que somos capaces de hacer. Hay que estar convencidos, tener una seguridad
y confianza plena en que podemos sacar adelante lo que desempeñamos en el día a día (corto
plazo), para tener una proyección a medio y largo plazo.
6- No nos sabemos vender, que es muy diferente de promocionar. Hemos reducido el significado de
lo que es España al nivel de la “marca España”. España es mucho más.
7- La falta de previsión en las empresas. Los consejos de administración tienen la obligación de
“blindar” financieramente sus compañías para mitigar las consecuencias que se pueden derivar de
un terremoto económico. Esto se hace simplemente dotando de liquidez de tesorería a las empresas
y evitando, en la medida de lo posible, los excesivos endeudamientos financieros. A las empresas no
deberían preocuparles los endeudamientos financieros crónicos que son consecuencia de las
dificultades de tesorería. Lo que verdaderamente les debiera preocupar son las dificultades crónicas
de tesorería que son causa de los endeudamientos financieros.
8- Las envidias profesionales que hay dentro de las organizaciones de las empresas, tanto de capital
español como de las multinacionales: falta de madurez para generar confianza a través de la
generosidad de compartir el talento, los conocimientos y la creatividad.
9- El sistema “ordeno y mando” es obsoleto. Cada uno en su puesto de trabajo sabe mejorar su
labor, es una responsabilidad innata al puesto de trabajo que ocupa, si no ¿por qué ocupa ese
puesto? Debemos poner en conocimiento de los mandos superiores las buenas ideas elaboradas y
trabajadas a través del ingenio, así como el interés por desarrollarlas, para estudiar la viabilidad de
su puesta en práctica. Lo más seguro es que se traduzca en un importante ahorro en centenares de
miles o de millones de euros para la empresa.
10- Todo el mundo es importante, dentro y fuera de la empresa. Nunca hay que infravalorar a nadie.
La confianza y la seguridad en uno mismo son mecanismos de defensa natural dentro de la
profesión, innatos a la persona, que le otorgan un valor muy importante. Un valor añadido que está
3. Álvaro Sánchez Acebedo
en alza cada vez más. Ante un mercado más dinámico y globalizado, las empresas tratan de buscar
respuestas en las personas que forman parte de su organización.
Pero hay solución a todo esto. La economía española está formada por personas altamente
cualificadas y profesionales de todos los ámbitos y ramas del saber. Para hacer cosas extraordinarias
se necesitan únicamente personas normales pero, eso sí, con una determinación fuera de lo común.
Hace falta recuperar los valores éticos y morales que una vez nos inculcaron: honestidad,
generosidad, entrega, esfuerzo, amor propio al trabajo que desempeñamos, libertad, creatividad,
sensatez, honradez, dignidad, sentido común, valentía, respeto, integridad, servicio, excelencia,
responsabilidad, sacrificio y humildad. Estos valores no requieren de fórmulas complejas sino que
son la conexión de las relaciones humanas en el verdadero mundo de los negocios y de la economía.
Hagamos de nuestra humildad y generosidad nuestras mejores consejeras para que no nos salpique
el potente ácido destructivo de la arrogancia, que junto con la envidia, la prepotencia, la avaricia y
la codicia presentes actualmente en el ámbito profesional español nos dan la puntilla para perder
nuestra verdadera identidad. El mayor esfuerzo es la auto-exigencia y la auto-disciplina, los valores
más rigurosos que existen y que se pueden imponer una persona, por la sencilla razón de que no se
puede engañar ni mentir así misma: se da de bruces con la realidad de la vida a no ser que quiera
quedar en ridículo, no sólo frente a los demás, sino frente a sí misma.
El primer síntoma de que una empresa o un país va en la dirección correcta, y que hace cosas
audaces y nuevas a través de la innovación de los profesionales que la componen, es que transmite a
la sociedad en la que vive en particular, y al mundo en general, que ha encontrado la verdadera
felicidad con el trabajo que desarrolla y desempeña.
Si protegemos y nos preocupamos por el bienestar de nuestro ambiente familiar, de nuestros seres
queridos, del hogar donde vivimos, de dar una educación a nuestros hijos, de pagar las facturas y de
llevar un correcto control de gestión de la economía familiar; ¿por qué no hacerlo con nuestras
empresas, el control de su gestión, los profesionales que trabajan en ellas y nuestra economía
nacional?
Álvaro Sánchez Acebedo
Artículo publicado en la revista “Nuevas Tendencias” en su número 89 del Instituto
Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra - marzo 2013. Página 80.