Este documento discute los diferentes estilos de liderazgo que un entrenador puede adoptar para dirigir un equipo de fútbol de manera efectiva. Explica que el liderazgo se basa en la influencia más que en el poder, y que es importante variar entre estilos democrático, autocrático, persuasivo y permisivo dependiendo de la situación. También enfatiza la importancia de establecer una relación bidireccional con los jugadores, comprender sus objetivos y guiarlos de manera colectiva hacia el éxito.
1. JULIO TORRADO QUINTELA
Ldo. en Psicología por la Universidad de Santiago
Especialista en Psicología del deporte y actividad física.
Máster en preparación Psicológica para el deporte y la
actividad física. (U.S.C).
2. DIRIGIR UN EQUIPO
El equipo de fútbol es una estructura en la que hay un jefe, un
director, un líder formal establecido: el entrenador. Pero preguntémonos si
el entrenador es el líder real del grupo, el que maneja y dirige y el que
tiene el mando de la toma de decisiones. Preguntémonos si el entrenador
puede afirmar que los jugadores lo ven como el “guía” del grupo.
¿Qué es un líder?
Vayamos por partes.
El entrenador tiene poder,
porque su puesto se lo otorga,
pero ¿es el poder una
característica del líder? En
realidad, el liderazgo es un
ejercicio de influencia. Por lo
tanto, el primer matiz lo
encontramos en esta diferencia.
El liderazgo es influencia, no
poder. Tendrás poder por la
posición que tengas, ejercerás
influencia por cómo te
comportes desde esa posición.
Además, la influencia genera
una atribución de poder al que la
ejerce mientras que no se
cumple la inversa, el poder no
genera influencia.
Es decir, que si un entrenador, desde su posición, no trata de
gestionar correctamente al grupo, se encontrará con que este le dará la
espalda y no podrá influir sobre él; si, por el contrario, se preocupa de
tratar al grupo de la mejor manera posible y consigue ejercer esa ansiada
influencia sobre los jugadores, podrá saber que tiene poder sobre el
grupo. Como reza un principio de la antigua diplomacia italiana, hay que
conseguir que el jugador “se salga con la nuestra”.
3. Por otro lado, un líder lo es si tiene un grupo al cual liderar,
es una relación bidireccional. No existe liderazgo sin seguidores, no se
puede ejercer de guía de quien no quiere ser guiado. Esto no quiere
decir que el entrenador deba estar atado por los jugadores, en ningún
caso. Lo que quiere hacer entender es que los jugadores también tienen
que ser comprendidos y escuchados, porque de esa manera se
establecerá una relación. Sin esa relación, no hay liderazgo.
Con todo lo anterior
cumplido, tampoco se puede
asegurar un entrenador que
tenga el liderazgo de un equipo.
Como líder, debe llevar al grupo
a conseguir sus objetivos. Si un
líder no pelea por alcanzar lo
que el grupo espera, entonces
no habrá cumplido su función.
Los objetivos deben de ser comunes, para que los
jugadores tengan la convicción de que su entrenador les intentará
llevar al sitio donde ellos quieren ir. Si los jugadores perciben que los
objetivos sin diferentes, se sentirán desconectados del entrenador.
Ejercer influencia y no
poder, entender la relación
entrenador – jugadores desde los
dos puntos de vista y guiar al grupo
hacia sus objetivos. No son la
receta mágica pero son los puntos
de partida para ejercer como líder,
y no solamente como “el jefe”.
4. Estilos de dirección
Si recurrimos a las explicaciones simples sobre manejo de
grupos y liderazgo, escucharemos en muchos casos expresiones como:
“hay que saber cuando dar un grito y cuando no”, “hay que saber cambiar
de actitud en el momento adecuado” o las más metafóricas “usar el palo y
la zanahoria” o “dar una cal y otra de arena”. Lo que nos está diciendo el
saber popular, acertadamente, es que hay que saber variar de actitud y
comportamiento según la situación que se nos de. Dicho así queda muy
bonito, sin embargo no aporta mucho más. Es cierto que no podemos
establecer criterios infalibles ni explicaciones mágicas sobre cómo hacerlo,
pero podemos recurrir a los diversos estilos que puede adoptar un
entrenador con su grupo y establecer cuando sería más recomendable
utilizar cada uno de ellos.
Antes de meternos en desmenuzar cada uno de ellos, es
importante tener claro un concepto. Ninguno es eficaz siempre, ninguno es
la panacea. Solamente combinándolos a lo largo de una temporada
conseguiremos el objetivo, ninguno de ellos es bueno siempre y todos
tienen su momento.
Fundamentalmente hay 4 estilos de dirección de un grupo: estilo
democrático, autocrático, persuasivo y permisivo. En los cursos de
entrenadores siempre hablan de ello, y es verdad que podemos
diferenciarlos, pero ¿cuándo usar cada uno? ¿Por qué?
• Estilo democrático
Se caracteriza por preguntar y escuchar las opiniones del
grupo. Tratar de ponerse en el lugar del otro y tomar la decisión que más
convenga a todos. El entrenador es el que recoge toda la información y
decide consultando su postura con los demás.
A pesar de que parece el más indicado, al menos visto desde
fuera, y que responde a lo que diríamos que es el entrenador ideal (según
los jugadores, claro), hay que tener claro cuando utilizarlo.
5. Es importante que el grupo tenga capacidad de opinar,
fundamentos y conocimientos, además de madurez. No tiene sentido
ponerse a discutir con infantiles acerca de temas puramente tácticos, así
como tampoco parece natural que un equipo tenga mucho más que
aportar al calentamiento previo a la competición más allá de lo que el
preparador físico indique. Por supuesto, hay que utilizar este estilo si
creemos en la capacidad del grupo, porque de no ser así no le haremos
caso y caeremos en el error de permitir opinar pero no hacer caso, que
puede causar muchas sensaciones negativas en los jugadores.
Además es
importante señalar que este
estilo se puede aplicar en
épocas tranquilas (inicios de
temporada, buena racha de
resultados, parón de la
competición…), pero en
situaciones de alta tensión
quizá sea mejor adoptar
otras maneras.
6. • Estilo autocrático
El que toma decisiones unilateralmente. El entrenador es el que
está obligado a tomar decisiones y no hay cabida para consultar al grupo en
ciertos casos. No tiene que ser negativo hacerlo así si es necesario.
Este estilo ha de emplearse en temas en los que el entrenador
decide que su opinión es la que tiene que valer, y es el que tiene toda la
información (recuerda: no pedir opinión al grupo si no tiene toda la
información necesaria). Es un estilo a adoptar, sobre todo, en situaciones
de mucha tensión. Si el equipo pasa por una situación crítica (mala racha
de resultados, proximidad del descenso…) el entrenador tiene que asumir
el mando, es su función y tiene que estar dispuesto a hacerla. Si el grupo
participa de las decisiones, habrá dudas y vacilaciones, y en situaciones
límite no se puede pensar, hay que actuar. Cuando un barco se hunde
nadie se pone a preguntar en qué bote irá más cómodo. Hay un protocolo y
nadie piensa, el capitán ordena: las mujeres y los niños por su lado, los
marineros a su trabajo, y los de la radio a pedir ayuda. Y nadie se para a
consultar.
También se puede utilizar
este estilo para absorber
responsabilidades y girar los focos
hacia uno mismo. Interesante que se
use para descargar a los jugadores
ante partidos importantes, o librarlos
de las miradas de la prensa ante un
mal resultado. El portugués Mourinho
es un buen ejemplo de este último
caso, ya que suele conseguir que la
atención se centre en él y liberar así a
sus jugadores.
Hay que marcar algún límite del estilo, y ese tiene que estar en la
dependencia del entrenador que tenga el grupo. Si utilizamos
constantemente este procedimiento, podemos crear una necesidad del grupo
de sentirse siempre cubierto. Los jugadores también tienen que saber
participar y no pueden acomodarse bajo un entrenador demasiado directivo.
7. • Estilo Persuasivo
Es el que más recurre a la influencia sobre los jugadores.
Entrenador de mucha conversación, que da mucho “mimo” al grupo, que
se para mucho y atiende a todas las necesidades mientras va dejando
caer su punto de vista. Cuando el jugador se da cuenta, lo hemos
“convencido para la causa”. Es un estilo más diplomático, más sutil.
Esta forma de
funcionar necesita de mucha
paciencia y calma. Según la
estructura del cuerpo técnico,
muchas veces el segundo
entrenador es el que toma esta
función mientras que el primero se
mantiene más distante. Un
entrenador que parece responder
a este perfil es el de Jorge
Valdano, con una actitud muy
cercana, a veces casi paternal,
hacia sus jugadores.
Este estilo es necesario en situaciones que ofrecen poca
motivación (inmediatamente después de perder un objetivo, en
pretemporadas…), donde se necesita evitar las tensiones y el jugador
necesita de una atención diferente. También es un estilo que unos
jugadores demandan más que otros. Estos jugadores, más especiales, y
que a todos se nos vienen a la cabeza ejemplos, necesitan que se esté
más encima de ellos, preguntarles cosas sobre su vida y atenderlos de
manera más cercana. Cuando es difícil llegar a estos jugadores y al grupo,
este estilo se antoja como necesario.
Si bien este método de funcionamiento sirve para “enganchar”
a los jugadores, no es tan exitoso a la hora de tomar decisiones. Así pues,
debiera ser usado para alcanzar nuevas situaciones en las que habrá que
cambiar de estilo para continuar el trabajo. Para ello es importante que,
por el camino, a pesar de esta relación más cercana que se puede
establecer, no se sobrepase nunca la barrera entrenador-jugador. Esta
relación puede ser muy estrecha, pero nunca será jugador – jugador, y no
debe serlo.
8. • Estilo Permisivo
Permite al grupo tomar decisiones libremente, deja hacer las
cosas y no se inmiscuye. Libera al grupo del ojo controlador del entrenador y
éste solo ejerce las funciones estrictamente necesarias.
Es un estilo apropiado para las situaciones con poca tensión
(concentraciones, pretemporadas…) o después de haber pasado una fase de
mucha exigencia y presión. Después de una elevada exigencia psicológica
hay un bajón muy grande e ineludible. Esa fase debe de servir para que
todos “suelten” y cojan fuerzas. Como se puede comprobar fácilmente, los
equipos que vienen de disputar alguna final, o de alcanzar un título, rara vez
ganan el siguiente partido. En muchos casos se alude a la condición física,
que es un dato fundamental pero que también serviría como tal en cualquier
otra serie de partidos, sin embargo en estas situaciones hay un bajón de
tensión psicológica enorme. En estas situaciones, el grupo debe de sentir
libertad y permisividad. Es recomendable combinarlo mucho cuando se
pasen por situaciones donde el entrenador se comporte de manera
autoritaria, son complementarios. Después de ser autoritario un tiempo,
conviene liberar de esta manera.
El límite se
encuentra, obviamente, en la
madurez del grupo como tal. No
se puede permitir que la libertad
se convierta en “hacer lo que me
de la gana” porque hay que
cumplir unos mínimos, y no se
puede escapar el control del
grupo. Además hay que tener en
cuenta que la vuelta a la
normalidad debe de hacerse de
manera paulatina y progresiva,
no de forma cortante ya que
sería demasiado difícil.
9. Como ya hemos dicho, ningún estilo es efectivo 100%, y es el
manejo de cada uno de ellos en las situaciones apropiadas el que nos
ofrecerá la posibilidad de liderar al grupo. El entrenador debe saber “leer” lo
que el grupo le está demandando.
Combinar todo lo aquí contado es reunir al líder ideal y éste, por
mucho que nos esforcemos, no existe. No hay nadie que siempre consiga
dar al grupo lo que el grupo necesita y de la manera correcta. Sin embargo,
ese debe de ser el fin de todo entrenador, para poder generar en el grupo la
idea de que él es un líder y no un jefe. Por encima de todo estará que los
jugadores sientan que ese es “su” líder y que crean en él, y eso no lo otorga
sólo el saber de fútbol sino la manera de gestionar lo que sabe y que el
equipo saque partido de ello.
“Si quieres construir un barco, no empieces
por cortar la madera y repartir el trabajo, sino
que has de saber evocar en los hombres el
anhelo del mar libre y abierto.”
A. de Saint Exupèry