El movimiento humanístico-existencial surgió en Estados Unidos en los años 1960 como una tercera fuerza que buscaba abrir la vida interior del hombre, liberar sus potencialidades y lograr la máxima autorrealización. Este enfoque confía en la persona y promueve el desarrollo positivo a través de la autodirección, el cambio permanente, la aceptación del otro y la fe en las propias capacidades.