La crisis que comenzó en 2007 no es una crisis cíclica del sistema capitalista. Es un fenómeno completamente nuevo que nos conduce a un cambio de paradigma social. Nada volverá a ser como fue.
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NUNCA FUE UNA CRISIS
Francisco José Fernández-Cruz Sequera.
Enero 2019.
Publicado en: http://lagranpartida.blogspot.com.es
En 2008 el mundo se sorprendió con una de las mayores crisis de la
Historia, ante la que los Estado europeos, y más concretamente el español,
sólo supieron reaccionar aumentando la deuda pública, rebajando los
salarios y cercenando los derechos que los trabajadores habían alcanzado
durante los años dorados del S. XX, buscando la reducción del coste del
trabajo. La reacción ante el desastre sólo consiguió ganar tiempo, pero no
resolver las causas de la crisis sistémica del capitalismo financiero e
industrial. A pesar de la insistencia de las terminales mediáticas en que la
crisis forma parte del pasado, en realidad, no sólo no hemos superado la
crisis, sino que lo peor está aún por llegar.
La última crisis financiera ha representado una gran oportunidad para las
élites económicas, que han ganado billones de euros aumentando
exponencialmente la concentración de la riqueza, en un proceso aún
inconcluso, convirtiendo la crisis financiera de 2008, en una estrategia más
para su enriquecimiento ilimitado, más que en una consecuencia del ciclo
económico de crecimiento del capitalismo, tal y como solía ocurrir hasta
ahora. El capitalismo financiero, está sabiendo aprovechar los ciclos
económicos, para implementar modelos de recesión paulatina que van
afectando a corporaciones sistémicas que, en un momento determinado,
serán las que provoquen el Big Crash, tal y como ocurrió en 2008 con
Lehman Brothers. Un acontecimiento cuya proximidad muestran los
movimientos de los mercados de forma inequívoca de los últimos meses.
Las primas de riesgo de Italia y España, siguen inestables ante la
eventualidad de un aumento de los tipos de interés y las operaciones a
corto plazo de los bonos de deuda en los mercados; hay una ingente
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burbuja inmobiliaria producida a través de movimientos especulativos de
los grandes fondos buitre o como método de inversión de las grandes
fortunas, en algunos casos como sistema de blanqueo de capitales, que
huyen de la escasa rentabilidad del dinero, también existe una creciente
incertidumbre ante la inestabilidad creciente de los precios del petróleo por
la situación política de Oriente Medio. Mientras, los Estados Unidos suben
sus tipos de interés y la UE espera hacerlo a partir del segundo semestre
de este 2019. El comportamiento de los bonos del Estado de las principales
economías occidentales también muestra también cómo aumentan las
inversiones a corto plazo ya que tienen una mayor rentabilidad que en
largo, por lo que, en este año 2019, es probable que se genere una venta
masiva de productos a largo plazo que hará caer su precio. Un fenómeno
que se ha dado en las tres últimas recesiones de forma invariable.
En España la tendencia no es en absoluto positiva, mientras en Estados
Unidos había una tendencia alcista en los mercados a partir del año 2009,
el IBEX35 no ha sido partícipe de ese ciclo positivo en la misma magnitud.
Los productos financieros principales y con un mayor volumen de
comercialización son muy vulnerables, y generan problemas de
rentabilidad fallas estructurales profundas que debilitan a las grandes
empresas, poniendo en riesgo valores hasta ahora eran tradicionalmente
sólidos. Unos valores que están ya controlados por los gigantes financieros
internacionales, que son los que decidirán cuándo será el momento de
encender la mecha, según los intereses de sus principales clientes, y dejar
que la economía estalle y nos arrastre con ella.
En este escenario económico, millones de personas en todo el mundo
permanecen en la miseria extrema, sobra de todo, nunca se ha producido
tanto y tantas clases de bienes como en la actualidad, ni nunca ha habido
tanto dinero en circulación para poder adquirir esos bienes y servicios. Sin
embargo, la caída de las ventas es alarmante, y los productos se acumulan
sin vender en los almacenes, y todo ello por falta de demanda capaz de
absorber esa capacidad productiva, por lo que la única solución posible
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desde la lógica capitalista, es reducir la oferta con las implicaciones que
ello tiene. El capitalismo ha llegado así a un punto crítico de exceso de
producción respecto de la demanda existente, lo que necesariamente nos
conducirá, en poco tiempo, a una nueva fase de la recesión que empezó
en 2008, y que causará uno de los mayores desastres conocidos en la
economía mundial que terminará disolviendo la soberanía de los países y
transformará el capitalismo de forma hasta ahora desconocida, tal y como
demuestran numerosos datos:
1º) Se está produciendo una concentración de la renta, una brutal
acumulación de capital como nunca antes se había visto. En el mundo, la
fortuna de los milmillonarios aumentó en un 12% en el último año, 2.500
millones de dólares diarios, mientras que la riqueza de la mitad más pobre,
3.800 millones de personas, se redujo en un 11%. Un fenómeno que ocurre
también igualmente en España, la pobreza aumentó con el crack de 2008,
cuatro veces más de lo que se ha reducido con posterioridad, y en la
actualidad, no sólo somos el cuarto país más desigual de la UE, sino que,
tras Bulgaria somos el segundo país europeo en el que la distancia entre
ricos y personas empobrecidas ha aumentado más. Mientras que, en 2008,
el 10% de los hogares más ricos contaban con 9,7 veces más ingresos que
el 10% de los más pobres, en 2017 tienen 12,8 veces más. el crecimiento
económico ha beneficiado desproporcionadamente a las rentas altas.
Durante el último año, el 1% más rico de España acaparó 12 de cada 100
euros creados; mientras que el 50% más pobre se repartió 9 de cada 100.
Y si se analiza todo el período desde el inicio del crecimiento económico
posterior al crack de 2008, el 1% más rico tiene el 24,42 de cada 100 euros
de riqueza, mientras que el 50% más pobre se tiene que repartir 7 euros de
cada 100. Por lo que, si añadimos a la destrucción de clase media por el
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crecimiento desigual que genera la llamada Cuarta Revolución Industrial,
la eventualidad de un nuevo crack financiero, el escenario se torna mucho
más duro para la casi extinta clase media, puesto que debería enfrentar
estos eventos desde una situación de absoluta desprotección. Mientras que
en la anterior recesión se partía de una base de prosperidad en los países
de la UE, ahora se parte una situación de pérdidas de derechos laborales
y salariales que tendría como consecuencia una de las mayores masacres
sociales de la historia de la humanidad, que los Estados no podrán evitar,
dada la pérdida de su capacidad de maniobra como resultado de las
políticas de gasto y rescates bancarios, que han dado lugar a la mayor
deuda pública conocida.
2º) La deuda sigue siendo el gran problema del capitalismo financiero, que,
pese a las políticas de los gobiernos dirigidas a salvarlo de su propia
burbuja de deuda, quebrando los Estados para ello, sigue sin resolverse.
Ya no serán las hipotecas subprime el iceberg del Titanic financiero, como
sucedió en 2008, pero ahora pueden serlo los préstamos con garantías
empresariales, o los activos tóxicos sobrevalorados respecto de su valor
real de mercado que continúan en los balances de los bancos, o la quiebra
de los Estados incapaces de devolver la deuda pública acumulada en el
proceso de encaje del crack de 2008;
3º) La guerra comercial y de divisas que mantiene Estados Unidos con
China, Rusia y otras economías emergentes del mundo, está poniendo en
peligro el equilibrio del comercio internacional, con consecuencias
imprevisibles dentro del proceso de desdolarización que inevitablemente se
producirá, conforme los nuevos actores económicos mundiales reclamen
su puesto en el escenario internacional. China no será un eterno rehén de
la divisa estadounidense. Y el unilateralismo de EE.UU. está alejando a
esta nación de sus socios europeos. Precisamente, la Unión Europea ha
anunciado que tiene la intención de revisar sus balanzas comerciales
respecto a Norteamérica.
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El capitalismo financiero e industrial mundial, ha iniciado un proceso de
reestructuración, de cambio a un nuevo paradigma, que se ha iniciado con
una fuerte contracción económica, una concentración de capital y un
drástico descenso de la producción, que está generando más desempleo,
más desigualdad y más pobreza, alejándose cada vez más de cualquier
idea de estabilidad económica.
En unos cuantos años el mundo no será como el que hoy conocemos y el
capitalismo habrá mutado, nuevamente, hacia algo que nadie, ni siquiera
los expertos economistas más avezados, puede anticipar. Pero lo que sí
podemos hacer es tratar de vislumbrar a través de la bruma que oculta el
futuro, las primeras luces del destino.
La concentración de capitales discurrirá en paralelo a la concentración de
poder real económico y político.
En lo económico, estos últimos doscientos años de capitalismo, terminarán
en un Big Crash sin precedentes a corto o medio plazo, que forzará la
conformación de una geografía política basada en las nuevas realidades
económicas emergentes del crack. el enorme poder acumulado por las
corporaciones transnacionales, borrará las fronteras entre los tipos de
empresas, todas podrán hacer de todo, serán productoras y financieras, las
diferencias entre el capitalismo financiero y el industrial se irán difuminando.
Y, con la excepción de capotar depósitos, cualquier corporación podrá
hacer todo lo que ahora mismo hace un banco o una industria, sea
manufacturera o logística. Este nuevo escenario nos sitúa ante una realidad
ignota formada a voluntad de corporaciones transnacionales de tamaño
nunca antes visto, presentes en cien o doscientos países, con permanente
tendencia a concentrarse para maximizar las ventajas de la reducción de
costes y aumento de beneficios, al tiempo que diversifican su actividad,
actuando como bancos prestando servicios bancarios, pero sin ser bancos;
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En lo político, y como consecuencia de lo anterior Las grandes
corporaciones transnacionales alcanzarán una hegemonía indiscutible
sobre los Estados, que verán diluirse su soberanía quedando ésta reducida
a una cuestión retórica para consumo doméstico. La decadencia del poder
legislativo y ejecutivo de los Estados frente a las corporaciones,
reposicionará a éstas como actores políticos dotados de algo parecido a la
soberanía política, y a lo que no puedo evitar resistirme a llamar así,
precisamente por el fin público que siempre hemos supuesto a este
concepto.
Finalmente, la geografía política deberá adaptarse a la económica, los
Estados dejarán de ser considerados como conceptos que encierran una
realidad económica homogénea dentro de sus fronteras, y serán las
fronteras de los Estados las que se adaptarán a las nuevas realidades
económicas. La UE ya recogió este concepto a principios de los años 80
con la Europa de las dos velocidades. Es decir, que la idea de una Europa
unida no es económicamente sostenible. Y no solo a nivel europeo
nacional, sino dentro de cada vieja nación Estado tampoco lo es a nivel
regional, la economía de la mitad norte de España o de Italia, no se parecen
en nada a la del sur de sus respectivos países.
Las corporaciones habrán iniciado el camino de la sustitución de los
Estados, aunque este proceso aún precisará de tiempo. Nos encontramos
ante la crisis definitiva, la que cambie definitivamente las reglas de la vida,
para someter todo lo existente a la única realidad: la del omnímodo poder
del dinero.