Participación en panel sobre Innovación Educativa. IV Congreso Latinoamericano de Arte, Educación y Discurso. Universidad Nacional de San Luis. Argentina. 2017
Ozollo, F. Innovación y Educación: desde adentro y con el “otro”
1. IV Congreso Latinoamericano de Arte, Educación y Discurso
"El Centenario del Nacimiento del Poeta Antonio Esteban Agüero"
Dra. Fernanda Ozollo - Facultad de Educación - Universidad Nacional de Cuyo
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Panel: “Innovación, Educación y Sociedad”
Título: Innovación y Educación: desde adentro y con el “otro”
Autor: Dra. Fernanda Ozollo - Facultad de Educación – Universidad Nacional de Cuyo
ferozollo@gmail.com / fozollo@uncu.edu.ar
Resumen
Si bien, debemos reconocer que los modelos educativos, se han visto interpelados en
distintos momentos de la historia por diversos factores, siendo el económico uno de ellos, como
así también los sociales, pedagógicos, científicos y tecnológicos que impregnan a las
instituciones y a los propios actores respecto de una serie de interrogantes sobre qué, para qué,
cómo, a quienes de la educación.
Preguntarnos sobre la problemática de la innovación en educación sin lugar a dudas, nos
coloca en el interrogante que persiste a lo largo de la historia de la educación. Qué es innovar,
para qué, quiénes, cómo, dónde y cuándo; son las cuestiones que dan paso a diferentes
posicionamientos que van más allá del plano personal para preguntarnos ¿desde dónde hablamos
cuando hablamos de innovación en educación?
Podemos encontrar disrupción en el modelo educativo en el traspaso de la sociedad
agrícola a la sociedad industrial, sin embargo, el paso de este tipo de sociedad a la sociedad del
conocimiento (s. XX), debiera haber generado una nueva ruptura en los modelos educativos, lo
que sin lugar a dudas, mas allá de los esfuerzos políticos, pedagógicos y de las múltiples prácticas
por parte de docentes y estudiantes, aún estamos en la búsqueda de nuevos modelos pedagógicos.
En este marco, no son pocos los esfuerzos teóricos y las prácticas realizadas que han
desarrollado una serie de términos para lograr comprender la necesidad de innovación educativa a
partir del impacto de la cultura digital. De esta manera, desde hace tiempo venimos hablamos de
convergencias, pedagogías emergentes, ubicuidad, simultaneidad, generación ni ni, aprendizaje
sin costura, entornos personales de aprendizaje, aprendizaje rizomático, TIC-TAC-TEP, etc. Sin
embargo, volvemos a preguntarnos ¿qué implica innovar en educación? ¿Y porqué debiéramos
hacerlo?
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I. Innovación… ¡desde adentro para afuera!
Teniendo en cuenta a Fullan (1986), como uno de los expertos respecto del tema,
podemos advertir que hace mención a que la innovación educativa es uno de los temas de más
reciente actualidad y desarrollo en la teoría e investigación pedagógica. Dicho autor menciona
que es a partir de 1970 que surge una investigación sistemática sobre la naturaleza y procesos de
innovación educativa, y asegura que desde allí, ha ido profundizándose en la elaboración de una
teoría del cambio educativo, y se ofrecen diversas sugerencias y recomendaciones para la
planificación y desarrollo de la misma.
Comprendiendo que el mencionado autor realiza un profundo análisis y recomendaciones
en las que nos basaremos en algunos de los puntos, comprendemos en este trabajo que más allá
de lo indicado como proceso histórico de sistematización del campo, acordamos que a lo largo de
la historia de la educación, ha estado presente la idea de cambiar, transformar, modificar, crear en
educación, por lo que sostenemos que desde el inicio, tal vez con otros términos y sin la
configuración de un campo de estudio, la necesidad de ir revisando y reformulando los modelos
educativos a la luz de los cambios sociales y culturales, se encuentra presente.
Lo primero que quisiera proponer es volver sobre el término, ¿de qué hablamos cuando
decimos innovación?, habrá acuerdo en la etimología de la palabra y en su definición básica,
innovar es poder provocar un cambio, hacer algo nuevo o modificar algo ya existente.
Tomando la definición de Juan Escudero (PASCUAL, 1988: 86) señala que:
“Innovación educativa significa una batalla a la realidad tal cual es, a lo
mecánico, rutinario y usual, a la fuerza de los hechos y al peso de la inercia. Supone,
pues, una apuesta por lo colectivamente construido como deseable, por la imaginación
creadora, por la transformación de lo existente. Reclama, en suma, la apertura de una
rendija utópica en el seno de un sistema que, como el educativo, disfruta de un exceso de
tradición, perpetuación y conservación del pasado. (…) innovación equivale, ha de
equivaler, a un determinado clima en todo el sistema educativo que, desde la
Administración a los profesores y alumnos, propicie la disposición a indagar, descubrir,
reflexionar, criticar… cambiar.”
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Escudero concluye afirmando que hablar de innovación educativa “significa referirse a
proyectos de transformación de nuestras ideas y prácticas educativas en una dirección social e
ideológicamente legitimada, y que esa transformación merece ser analizada a la luz de criterios
de calidad y justicia y libertad social”.
Desde esta concepción, es necesario advertir algunos términos que estarían otorgando un
sentido particular al significante innovar, veamos algunos de ellos:
Es una batalla a la realidad: al presentar la palabra batalla, podríamos advertir que no es
fácil, que es de confrontación y que se busca una ruptura con aquello con lo que se “lucha”
Es una apuesta por lo colectivamente deseable: nos situamos aquí en la necesidad de
comprender que las innovaciones deberán ir de la mano a los deseos de un colectivo y que desde
esta construcción se arriesga, se apuesta.
Es una rendija utópica: demuestra que las innovaciones es un mínimo espacio de
imaginación posible, de sueños, de creación para dar esa batalla.
Es transformar nuestras ideas y prácticas: la relación de la transformación con la
innovación aparece en una vertiente intra subjetiva. No hay posibilidad de innovación, si no se
puede transformar las propias ideas y prácticas.
Posee una dirección social e ideológica: surge de la legitimidad colectiva, otorgada por la
demanda y la realidad social. La direccionalidad de la innovación siempre posee un sustrato
político.
Es desde esta definición, que nos situamos para concluir en un primer momento que
habría una tensión compleja y dinámica en el campo de estudio de la innovación educativa. Por
un lado, aquella que sitúa la relación entre los procesos de innovación externos e internos; por
otro lado, la tensión entre micro innovaciones y políticas de innovación; por último el problema
de la reducción de la innovación educativa vinculada solamente al desarrollo tecnológico.
Hacer referencia a la innovación como “hacer algo nuevo desde adentro” implica
comprender que no hay proceso de innovación efectiva si no hay, en primer lugar una necesidad
sentida a ser transformada, necesidad que debe hacerse consciente en el sentir de los propios
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sujetos que forman parte de esa situación, ya sea porque ellos mismos la viven o porque tienen
conciencia de la necesidad de otros y la llegan a pensar como propia.
No menos importante es, cuando la necesidad de transformación o innovación surge desde
los ámbitos políticos, económicos, culturales, científicos o tecnológicos; que advirtiendo la
necesidad desde diferentes esferas promueven estos procesos pero que si no logran penetrar en el
espacio subjetivo de los actores podrán quedar como meros enunciados formales que sólo
impactan en los sectores que los propugnan. Por otro lado, está la realización de las experiencias
o proyectos particulares, que sin desmerecerlos, registran sólo el impacto fragmentado y parcial
por parte de algunos actores educativos pero que no se legitiman como procesos de
transformación educativa.
Afirmar que la innovación es algo más que un cúmulo de experiencias aisladas y que la
mera ordenación administrativa del cambio, significa abogar por una visión de la innovación
suficientemente compleja y rica como para no ser reductible a ninguna de las dos modalidades
anteriores. Y esto, pese a que, como apuntaré, una dinámica seria de innovación resulta
impensable sin apelar a experiencias concretas y compromisos personales y a un marco
administrativo idóneo y facilitador. (Fullan, 1986).
En este sentido, se rescatan algunas características respecto a la naturaleza de la
innovación en educación:
a) La innovación es un proceso de definición, construcción y participación social
La innovación en educación ha de ser pensada bajo categorías sociales, políticas,
ideológicas, culturales...
No se podrá pensar en ningún tipo de innovación en educación desvinculada de las
tensiones y contradicciones del mismo sistema social, de su historia y cultura. El proyecto de
cambio educativo ha de ser ampliamente debatido y avalado por todo el cuerpo social, y no
relegado a las decisiones coyunturales de la clase política o la clase de los expertos y
especialistas. Desde el mismo presupuesto, finalmente, innovar en educación requiere una
fundamentación reflexiva, crítica y deliberada sobre qué cambiar, en qué dirección, cómo hacerlo
y con qué política de recursos. (Fullan, 1986)
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b) La innovación educativa merece ser pensada como una tensión utópica en el sistema
educativo, en las escuelas, en los actores educativos, en la comunidad.
Al hablar de utopías, debemos hacer referencia a los sueños, esperanzas, imaginación y
por lo tanto creación. Es provocar la realización de aquellos sueños desde las diferentes esferas,
tanto en lo global (Estado) como en lo micro (institución – aula) y en todos sus actores. En este
sentido, una innovación ha de suponer un contexto, un espacio, para el aprendizaje y desarrollo
de capacidades nuevas en los centros escolares, en los profesores, en los alumnos, y qué duda
cabe, en la misma Administración, en los expertos, en el personal de apoyo. Pero al mismo
tiempo el reconocimiento y valoración de las capacidades que ya se poseen. (Fullan)
c) La innovación educativa no puede agotarse en meras enunciaciones de principios, en
estéticas relaciones de buenas intenciones
Muchas veces se planifican procesos de innovación como potentes enunciaciones, buenas
intenciones e incluso como respuesta a necesidades concretas de cambio, sin embargo, se deberá
tener en cuenta, que no hay posibilidad de la concreción de estos procesos si no se cuenta con
variables que lo hagan efectivo. En este sentido se puede mencionar, el presupuesto necesario, la
asignación de tiempo y espacios, el seguimiento y evaluación continua y la necesidad de reajustes
periódicos que hagan factible la dinámica del proceso.
d) Innovar en educación requiere articular debidamente tanto factores externos como
necesidades internas, donde sean estas últimas las que demanden las primeras.
Un proceso de innovación requiere necesariamente dos vertientes, por un lado el respeto a
las necesidades internas de una persona, un grupo, una comunidad; y por otro las posibilidades
desde las organizaciones que propongan los factores y condiciones necesarias para satisfacer
dicha necesidad. Los individuos y los grupos deben encontrar el significado de lo que desean
transformar encontrar la manera de hacerlo. Muchas veces desentrañar los significados tanto
particulares como generales, genera un debate adicional, la propia problematización de las
identidades y constitución de la subjetividad. Articular debidamente lo interno y lo externo, es un
mecanismo dialéctico de negociación de significados y significantes que tensiona al propio
proceso de la innovación en su devenir.
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“Descuidar la fenomenología del cambio, es decir, cómo la gente experimenta el cambio
de manera diferente a cómo ha sido planificado, está en el corazón del espectacular fracaso de la
mayoría de las reformas sociales” (Fullan, 1991: 4). Tanto el individuo como el grupo inmersos
en una organización y una sociedad que están aprendiendo, luchan con el dilema de establecer un
cambio en la vida de sus alumnos así como en las suyas propias, y hacerlo, además, bajo
condiciones de fragmentación y estrés. Por lo tanto será necesario trabajar en el desarrollo de una
capacidad de aprendizaje tanto interna como externa, con el fin de crear patrones coherentes en el
individuo y el grupo.
La “no neutralidad” en la innovación
De la misma manera que en otros campos, dentro de la definición, diagramación,
implementación y evaluación de todo proceso de innovación, se realiza desde un enfoque que lo
orienta, para ello, tomaremos el aporte de Carr y Kemmis (1986) donde analizan las
implicaciones de tres grandes orientaciones epistemológicas y prácticas en educación: la
orientación técnica, la práctica y la crítica. En este trabajo se mencionan, sólo a modo de reiterar
la no neutralidad y transparentando que en el mismo momento que estamos aludiendo a la
innovación, ya estamos posicionados en alguna de estas tradiciones y que las mismas sirven para
analizar y reflexionar tanto sobre las teorías como las prácticas.
Técnica: un criterio de eficacia y funcionalidad debe hacernos pensar y debatir sobre
si nuestros proyectos de cambio son o no eficaces para el logro de los propósitos
perseguidos, y si conectan o no con necesidades y demandas del sistema social sin
cuestionarlo en profundidad.
Práctica: un criterio centrado en la práctica educativa de los centros, profesores y
alumnos, articula una reflexión en torno al grado en que los proyectos de innovación
posibilitan prácticas y experiencias educativas de calidad, humana y profesionalmente
hablando, para los agentes implicados.
Crítica: no podríamos dejar de analizar, revisar y valorar los planes y acciones de
transformación a la luz de criterios sociales e ideológicos, ¿propician o no los
proyectos de innovación, acciones encaminadas al logro de una mayor igualdad,
libertad y justicia social?
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De esta manera se puede advertir que los dos primeros enfoques, se orientan más hacia
una modificación en las metodologías y métodos (el cómo), mientras que en la visión crítica los
procesos de innovación estarían más orientados a la finalidad misma (el para qué). Podríamos
decir que en definitiva desde una mirada crítica (que no desconoce los otros criterios) la
innovación educativa hace referencia a propuestas o proyectos educativos de transformación
tanto a nivel intra subjetivo como intersubjetivo, que va desde el cuestionamiento de nuestras
propias matrices para comprender y accionar con la de otros, es un procesos de reflexión e
intervención que posee una direccionalidad política e ideológica y que debe ser legitimada por la
comunidad en donde se desarrolla. Transformación que debe ser analizada y valorada en función
de criterios de eficacia, calidad, inclusión, justicia y libertad social.
Sin embargo, una vez que hemos podido desambiguar el término de innovación, sería
importante dejar abierta una nueva pregunta, ¿innovar es transformar? En este marco, tomamos la
palabra de Carmen Álvarez Álvarez (2015):
“Hoy día, el concepto de innovación educativa…está siendo superado
por el de transformación educativa, porque su potencial va más allá de
la puesta en marcha de algunas buenas prácticas por parte de las escuelas
y además logra la transformación social... al tratarse del modelo más
actual, relevante, inclusor y eficaz. La transformación implica un diálogo
igualitario entre todas las personas de la comunidad, generando acciones
solidarias que permitan alcanzar los retos comunes acordados
dialógicamente por todos y todas, tratando de acabar con la exclusión
educativa y social de estudiantes, familias, centros y contextos”
Esta disrupción dentro del texto, se coloca con el ánimo de seguirnos cuestionando acerca
de la innovación y/o transformación, aunque no es menester en este trabajo ahondar en este
asunto, tomando una posición respecto que hay innovaciones educativas que se podrán considerar
verdaderas transformaciones educativas desde la tradición crítica y otras que no. No obstante en
el caso que nos compete, no haremos la distinción en el resto del documento, y se hablará de
innovación y de transformación de manera indistinta.
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II. Educación, nuevas narrativas y corporeidades. Los retos desde lo popular y lo
digital
Ahora bien, tal vez, luego de haber hablado sobre innovación educativa, muchos de
nosotros nos volvemos a preguntar, ¿Es necesario Innovar en Educación?, y así seguirían ¿Por
qué?, ¿Para qué?, ¿Cómo? etc. Comprendiendo que toda innovación debe surgir de una demanda,
entonces arriesguemos cuáles son los problemas en el campo de la educación que identificamos
en esta reflexión.
Sin pretender realizar un exhaustivo análisis de la problemática, solo nos remitiremos a
nombrar alguna de las tensiones reconocidas en el ámbito educativo y situándonos en un
contexto histórico, político y social determinado.
Inclusión – Exclusión
Diversidad – Uniformidad
Hegemonía – Contrahegemonía
Global –Local
Dentro de cada una de estas tensiones, cabe destacar que una de las tensiones más
necesaria a resolver se sitúa en la confrontación entre inclusión – exclusión. Inclusión educativa,
que en términos generales, se la comprende desde la discapacidad o desde la inclusión digital.
En este trabajo tomaremos la palabra inclusión desde una concepción más amplia, y
consideramos, una de las problemáticas más profundas en el plano educativo. Inclusión indica la
necesaria problematización de nuestros sistemas sociales (y por tanto educativos) fragmentados,
donde la secuencia de la inclusión empieza por los social para luego decantar en lo educativo y
también en lo socio digital y educativo.
No es finalidad de este trabajo abarcar todo este universo, por lo que trataremos sobre la
necesidad de innovar o transformar para la inclusión socio digital y educativo. En este sentido,
estamos presenciando una nueva concepción del tiempo, del espacio, de las corporalidades y por
tanto de las formas de conocer, de interactuar y de relacionarse consigo mismo, con el otro y con
el mundo.
Habitamos un escenario de ruptura de escenarios, de nuevos mundos que se conforman de
posibilidades, en muchos casos virtuales, mostrándolas como factibles de ser vividas y
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consumidas por todos y para todos. En este escenario, las diferencias se disimulan y las
necesidades de igualdad no existirían (todos somos iguales antes la red), las verdades las
consumimos a través de medios (en su mayoría, redes) y el trabajo académico es devaluado día a
día y sólo algunos pocos “son para ello” más allá que en el imaginario y en los procesos de
movilidad social se reconocen y se establecen como parámetros de éxito y buena posición socio
económica.
Dicho esto sintéticamente, podremos afirmar que si la cultura digital impregna no sólo
nuestra vida, sino los propios mecanismos de significación del mundo, una de las esferas más
importantes donde habrá que “echar mano” a la hora de pensar en transformaciones educativas
serán las prácticas educativas en los escenarios digitales para fines ulteriores al mero consumo de
información, redes e interacciones.
Aceptando que los nexos y distancias entre las dinámicas de la cultura popular (digital) y
la académica se agudizan en el sentido “sin sentido” nos pone, desde hace un tiempo, a gestiones,
instituciones, familias y docentes en una encrucijada que se reduce, muchas veces al pensamiento
“Algo tenemos que hacer… ¿pero qué?” por otro lado, en el convencimiento que “esto hay que
hacerlo porque es parte de la realidad” nos disfrazamos detrás del antifaz de innovadores sin
preguntarnos muchas veces para qué. Pareciera ser que la cultura digital es un mandato divino del
que no podemos escapar ni interpelar y ni siquiera dudar.
Por otro lado, asumir la cultura digital y sus implicancias indica que analicemos a esta
como los nuevos espacios individuales y sociales en los que ocurre nuestra vida y por tanto
nuestras significaciones. En este sentido, el acceso a los medios digitales, puede ser tratado como
un servicio o como un derecho de todo ser humano para ser parte, como ciudadano pleno, de la
sociedad; contradicción que caracteriza a la propia concepción de educación a lo largo de la
historia.
De esta manera nos encontramos frente a un emergente que presenta dos dimensiones
interrelacionadas; por un lado la necesidad que sentimos las generaciones anteriores (docentes,
autoridades, organizaciones, instituciones, estado) de “innovar con respecto a las tecnologías
digitales en educación” sin preguntarnos para qué, qué y porqué; y por otro lado, el
convencimiento que la falta de inclusión digital genera mayor brecha social entre los sectores que
poseen acceso y los que no.
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Estas dinámicas se agudizan a diario dentro y afuera de las aulas, pues diversas causas han
producido gruesas tensiones en torno a elementos como el conocimiento, la convivencia, lo
tecnológico, la familia, los medios de comunicación, el estudiante y el maestro; es pertinente
afirmar que quienes componen dicha estructura social se caracterizan por ser niños y jóvenes
permeados por fenómenos avasalladores como la publicidad, los medios de comunicación y todo
lo relacionado con la era digital.
Silvia Bacher (2009) plantea en su obra la visión de estudiantes y docentes quienes se han
convencido presuntamente de la inutilidad de la escuela, pues existe una dura confrontación entre
cultura juvenil y cultura letrada, y en ese sentido los principios actuales (éticos, sociales,
económicos) a seguir se hacen más líquidos e irrelevantes, como diría Bauman (2005).
En consecuencia, la escuela tradicional parece romperse en mil pedazos, sus rutinas, su
didáctica, la manera de acercarse a la realidad temporal y es ahí donde se afirma que los faros
juveniles (Merino Fernández, J. V)1
se han disuelto y las preguntas que los contienen, también.
En esas disyuntivas podemos visualizar algunas características:
a) En las instituciones educativas, las tecnologías digitales se alejan del uso pedagógico,
es necesario que se exhiban los “aparatos” como sinónimo de innovación.
b) No todos los sectores sociales poseen acceso a la tecnología profundizando las brechas
sociales y educativas.
c) La necesidad de instituir el derecho a la información y a los medios de producción
cultural como derecho humano y que la educación en la información se reconozca no
sólo en sus aspectos técnicos sino, y sobre todo, políticos.
d) Los medios manipulan aspectos de la realidad como el referido, se hace urgente que el
Estado defina límites en los contenidos audiovisuales sobre los estereotipos que éstos
promueven a diario.
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Merino Fernández, J. V. Violencia escolar como fenómeno Social y Educativo. Es pertinente enfrentar dicho
fenómeno a riesgo de que sea insostenible y se convierta en un problema de salud pública.
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e) Los medios tecnológicos predominantemente están cumpliendo una función de
entretener, por lo que los discursos políticos y académicos pierden vigencia.
f) Los nuevos escenarios digitales se han convertido, muchas veces, en espacios de
verdadera resistencia y participación política y en ese entorno ha de darse la educación
para evitar la disuasión social.
g) Predominancia de la acción por sobre los discursos y la teoría.
h) El conocimiento desvinculado de la cotidianeidad carece de sentido y por tanto de
aceptación.
Por lo tanto pedagogía y tecnología deben ir de la mano para promover sociedades
equitativas, tanto en términos de poder político como de conocimiento y ciencia. No se trata
únicamente de dotar de elementos tecnológicos a las escuelas y vaciarlas al mismo tiempo de
contenidos reflexivos, es necesario plantear la discusión frente al uso de la tecnología como
herramienta pedagógica y de movilización social.
La escuela puede ser un lugar donde en tiempos actuales vamos todos, docentes y niños, a
formarnos en conocimientos del mundo en términos de la praxis política, de la resolución de
nuestros problemas más urgentes, como el hambre o el cambio climático y además entender al
otro en su infinita diferencia enmarcada en la igualdad de derechos, como quisiera Habermas
(2005).
Instituciones educativas que recuperen el lenguaje como posibilidad de expresión que hoy
surge en la calle, en los medios y no en la escuela. Es en el mundo donde se encuentra el lenguaje
popular que la academia desprecia y que no asume como arma de empoderamiento social que se
encuentre con las escrituras tradicionales complementándose en la configuración de subjetividad
e identidad. Los medios digitales debieran interpretar esos nuevos lenguajes con la finalidad de
devolverle la voz a los excluidos.
Los docentes, las autoridades escolares deberán transcender el aula hacia la realidad,
reconociendo que en la interacción social se encuentra el mundo y en el conocimiento en la
acción. El uso de tecnología nos abre la posibilidad de integrar mundos, de reconocer en las redes
sociales la comunicación e inclusión de niños de todas las esferas sociales, sin que en éstas se
ponga en cuestión su clase o estrato. Espacios tecnológicos como las ciber-redes colaboran a que
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la población infantil se integre a áreas sociales negadas históricamente, con contenidos de tipo
lúdico, educativo y laboral. La telefonía celular es un medio tecnológico que ha democratizado
espacios de interacción y socialización, incluso por encima de la red informática, dichos aparatos
son elementos incorporados a la vida de los estudiantes de forma permanente, de esa forma
podrían aprovecharse como instrumentos pedagógicos y comunicativos dentro del aula de clase.
De ahí la insistencia en que los docentes juegan un papel fundamental en torno a los
cambios que el mundo requiere, debe convertirse en un emancipador de los estudiantes y
considerarse y fortalecerse el papel de los mismos como sujetos capaces de generar
transformación en sus estudiantes. Con maestros empoderados se hace más factible el cambio
social.
En síntesis pensar en términos de transformación educativa, supondrá dar respuestas a las
distintas preguntas que cuestionan el para qué de esa transformación / innovación. Transformar
desde una orientación crítica implicará en clave de cultura digital: interpelarse sobre el valor y la
función del lenguaje, la comunicación y la expresión para la formación como ciudadanos de
derechos en pos de procesos de emancipación individual y colectiva.
Implicará asumir: la caída de los muros en torno de considerar el espacio de aprendizaje
en la integración entre el aula y el mundo, el aprendizaje sin costura comprendiendo que la
educación formal debe valerse de la informal y de la no formal como un todo, la conformación de
entornos personales de aprendizaje, la metodología integrada a los procesos gamificados e
invertidos relanza el empoderamiento del sujeto desde su propia voz e identidad hacia la
integración con la construcción social del conocimiento. El reconocimiento de la ubicuidad y la
convergencia tecnológica como posibilidad de inclusión y aprendizaje en otro tiempo y espacio.
La dialéctica y la praxis como metodología para la reflexión e intervención en y con las
tecnologías digitales.
Desde esta mirada podremos hablar de transformación cuando desde el estado, las
instituciones y los docentes reconozcan al mundo como portador de la realidad y del
conocimiento, y se asuma a la educación como procesos para la formación de sujetos de
derechos, transformadores de realidades, que lejos de formar para el mercado o el consumo, se
proponga la transformación en términos de formación de sujetos de ciencia desde los principios
éticos, políticos, históricos para la conciencia crítica tanto individual como social, así será posible
involucrar la era digital no como herramienta del ostracismo humano, sino como posibilidad de
divergencia al mercado imponente.
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