1. Parábola Del Fariseo Y El Publicano
Lucas 18:9-14
A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta
parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos. El
fariseo se puso a orar consigo mismo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —
ladrones, malhechores, adúlteros— ni mucho menos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a
la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo.” En cambio, el recaudador de impuestos, que se
había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho
y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”
«Les digo que éste, y no aquél, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
“Con la viuda y el juez el Señor nos enseñó la diligencia de la oración. Ahora nos enseña por el
fariseo y el publicano el modo de dirigirle nuestras súplicas, para que no sea infructuosa la oración”.
Griego o Asterio, in Cat. graec. Patr
Los judíos religiosos practicaban la oración tres veces al día: a las 9 de la mañana, al mediodía y
a las 3 de la tarde. Se consideraba que la oración era más eficaz si se ofrecía en el templo, por lo
Por: Jorge Romero Díaz
2. cual el templo era frecuentado a esas horas. Jesús nos presenta a dos personajes:
(i) El uno era fariseo. Realmente no oraba a Dios, sino consigo mismo. La verdadera oración se
dirige solamente a Dios. El fariseo estaba presentando sus credenciales delante de Dios. La ley judía
no prescribía más que un ayuno obligatorio, el del Día de la Expiación. Pero los que querían ganar
méritos ayunaban también todos los lunes y los jueves. Es curioso que esos eran los días de
mercado cuando Jerusalén se llenaba de campesinos. Los que ayunaban se ponían polvos para
parecer más pálidos, y se vestían con cuidadoso descuido y salían a la calle para que los viera el
público. Los levitas tenían que recibir los diezmos de todos los productos (Num_18:21;
Deu_14:22 ); pero este fariseo lo diezmaba todo, hasta lo que no era de precepto.
Su actitud era la típica de los peores fariseos. Se conserva la oración de un cierto rabino que
decía: «Te doy gracias, oh Señor Dios, porque me has dado parte con los que se sientan en la
Academia, y no con los que se sientan por las esquinas. Porque yo madrugo, como ellos; pero yo
para buscar las palabras de la ley, y ellos para cosas vanas. Yo trabajo, como ellos; pero yo trabajo
para recibir una recompensa, y ellos trabajan y no reciben ninguna recompensa. Yo corro, como
ellos; pero yo corro hacia la vida del mundo venidero, y ellos hacia el pozo de la destrucción.»
Dijo una vez el rabino Simeón ben Yocai: «Si no hay más que dos justos en el mundo, somos mi
hijo y yo; y si no hay más que uno, ¡soy yo!»
El fariseo realmente no iba a orar; iba a informar a Dios de lo bueno que era.
(ii) El otro era publicano(1)
. Se quedaba al final, y no se atrevía ni a levantar la vista ante Dios.
Aquí otra vez casi todas las traducciones españolas de la Biblia pierden un importante matiz del
original al traducir a mí, pecador; Pablo Besson, Junemann, Bover-Cantera y Nueva Biblia
Española se acercan más con este pecador. El publicano dijo realmente: «Dios, ten misericordia de
mí, el pecador», considerándose, no simplemente un pecador cualquiera, sino el pecador de
pecadores.
A.T. Robertson comenta: “es curioso como los eruditos modernos ignoran este artículo griego. El
principal punto de contraste reside en este articulo. El fariseo consideraba a los otros como
pecadores. El publicano piensa en sí mismo a solas como el pecador, no fijándose en absoluto en los
demás”. Y Jesús dijo: "Y fue esa oración, surgida de un corazón quebrantado y avergonzado de sí
mismo, la que le granjeó la aceptación de Dios.»
El v.14 esta mejor traducido por las versiones de la RV1977, RVA1989, SBVUJ, RCB,
Junemann, Kadosh, NBLH, y Besson entre otras. «Os digo que éste descendió a casa justificado en
lugar del primero» RVA1989
No hay duda que esta parábola nos enseña ciertas cosas importantísimas acerca de la oración:
(i) Ningún orgulloso puede orar. La puerta del Cielo tiene el dintel tan bajo que no se puede
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3. entrar más que de rodillas. “No he de gloriarme jamás, ¡oh Dios mío! de aquellos deberes que un
día cumplí. Mi gloria era vana; confío tan sólo en Cristo y su sangre vertida por mí.” JOSÉ M. DE
MORA
(ii) Nadie que desprecie a sus semejantes puede orar. En la oración no nos podemos encumbrar
por encima de los demás. Recordemos que cada uno somos parte de una humanidad pecadora,
doliente e indigna, que deberíamos permanecer de arrodillas ante el trono de la gracia de Dios.
(iii) La verdadera oración brota cuando colocamos nuestras vidas al lado de la vida de Dios. Sin
duda todo lo que dijo el fariseo era verdad: ayunaba; diezmaba meticulosamente; no era como los
hombres que menciona, y menos como el publicano. Pero la pregunta no es: «¿Soy tan bueno como
mis semejantes?», sino: "¿Soy tan bueno como Dios?» Todo depende de con quién nos
comparamos. Cuando ponemos nuestra vida al lado de la del Señor Jesús y de la santidad de Dios,
todo lo que podemos decir es: «Dios, ten misericordia de mí, el pecador.»
(1) (gr. telons [de télos ("impuesto") más onéomai ("comprar"), literalmente "comprador de impuestos"],
"cobrador de impuestos"; lat. Publicanus). Persona a la que se le había dado el derecho de recaudar los
impuestos internos para Roma. Tales impuestos abarcaban:
a. El del censo, que cada persona tenía que pagar; muy insultante para los judíos en vista de que era un
reconocimiento tácito de su sumisión a Roma.
b. El impuesto sobre las propiedades, que era igualmente ofensivo, porque su pago se consideraba un
insulto a Dios, a quien los judíos consideraban el dueño verdadero de la tierra y el dispensador de sus
productos.
El procedimiento era el siguiente: En lugar de cobrar los impuestos directamente por medio de sus
propios funcionarios, el gobierno romano remataba el privilegio dentro de una provincia o de una ciudad
a un ciudadano rico que pagaba una suma establecida, sin importarle cuánto de ella podía recuperar
mediante los impuestos. La persona que así contrataba subdividía la región que le había sido asignada
entre subcontratistas, o empleaba a personas para que hicieran el trabajo. Los publicanos o "cobradores
de impuestos" del N.T. eran los agentes que realmente recaudaban; quizás en casi cada caso eran judíos.
Se esperaba que cada publicanus cobrara una suma adicional suficiente como para producir ganancia. Si
ya era suficientemente odioso tener que pagar los impuestos a los romanos, infinitamente peor era que se
les ayudara a cobrarlos.
Los publicanos, con pocas honrosas excepciones, extorsionaban a la gente y, con la complicidad de los
soldados romanos, explotaban todo lo posible sus fuentes de recursos. Por ello, eran sumamente
detestados; la sociedad los aislaba y los evitaba en todo lo posible, y rara vez se los veía por el templo o la
sinagoga (Mt. 11:19; 21:31). Un judío que se hacía Publicano era considerado un lacayo de los odiados
romanos y un traidor de Israel.
Por: Jorge Romero Díaz