La Constitución mexicana de 1857 logró superar la intolerancia religiosa por primera vez en el siglo XIX y llevó al gobierno a secularizar y nacionalizar los bienes del clero. Esto provocó la condena de la iglesia, la excomunión a quienes juraran la constitución y el levantamiento armado, desencadenando una guerra civil de tres años. El gobierno decretó leyes que establecieron un Estado laico, separando los asuntos políticos de los religiosos.