Vivimos en un mundo tan rodeado de máquinas que no nos hemos dado cuenta de que establecemos con ella una relación contradictoria
1. Vivimos en un mundo tan rodeado de máquinas que no nos hemos dado cuenta de que
establecemos con ella una relación contradictoria. Las necesitamos, entre otras cosas,
porque están ahí para hacernos la vida más sencilla. Sin embargo, en ocasiones, se
convierten en fuente de pesadillas: las computadoras “se cuelgan” demasiadas veces; los
teléfonos móviles pierden cobertura en el momento más inoportuno; las tostadoras se
queman; los televisores se desintonizan; los despertadores se quedan sin pilas. Y todo eso
termina produciéndonos un terrible estrés, mejor dicho tecnoestrés.
El termino tecnoestrés fue utilizado por primera vez en 1984 por el psicoterapeuta
estadounidense Craig Brod para referirse a una nueva enfermedad causadas por la
incapacidad para enfrentarse a las tecnologías de un modo psicológicamente saludable.
Hoy, el tecnoestrés es un mal reconocido por muchos científicos y, lo que es peor,
padecido por millones de ciudadanos cuyas labores cotidianas están vinculadas con la
tecnología. Doctor Brod estaba convencido de que este mal acabará siendo más grave que
el sida y el cáncer juntos. Sin duda, se trataba de una exageración poco afortunada, pero
hoy nadie duda de la necesidad de estudiar mejor esta patología del hombre
contemporáneo.
Por ejemplo, es necesario definir bien sus síntomas. Según estudios, el primer síntoma del
tecnoestrés es la ansiedad que puede expresarse a través de episodios de irritabilidad,
dolor de cabeza, pesadillas o resistencia obstinada a recibir instrucciones sobre el manejo
de una máquina.
Otro de los síntomas es consecuencia de lo que se conoce como multitasking. Las
personas están acostumbradas a utilizar a la vez varias ventanas de información en la
computadora. Como consecuencia de ello, tienden a abarcar varias tareas al mismo
tiempo, lo que deviene en crisis de concentración y de memoria.
Un síntoma más es el tecnoestrés es la distorsión en la compresión del tiempo; fascinados
por las posibilidades de la tecnología, nos creemos capaces de realizar en la mitad de
tiempo tareas más complicadas de lo que pensamos.
En general, puede decirse que si golpeamos frenéticamente el ratón de la computadora
porque éste no responde; o si apretamos varias veces el botón del ascensor para que
llegue antes; o en algunos casos no podemos esperar más de dos segundos a que una
página web se cargue totalmente en la pantalla; frente a esto somos víctimas potenciales
del tecnoestrés.
Pero ¿qué es lo que nos produce tanto mal? ¿Qué motivos nos da las máquinas para
agobiarnos? Es evidente que, cada vez que aparece un reto nuevo ante nuestros ojos,
aflora de manera consciente o inconsciente el miedo a hacerle frente. Pero esa prudencia
2. ancestral ante el cambio no debe de ser la única explicación a la existencia del
tecnoestrés.
Los investigadores han creado una escala de lo que ellos llaman “disgustos informáticos”
para explicar las causas del estrés relacionado con las computadoras. Tras estudiar un
buen número de pacientes estresados por las computadoras, los científicos llegaron a la
conclusión de que el factor que más fastidia a un usuario de una computadora es la escasa
velocidad del software (61%). Por otro lado, también se ha establecido una lista de
cuestiones estresantes que tienen que ver más con el usuario que con la máquina. Los
factores estresantes más graves en ese sentido son sentirse poco preparado para utilizar
una determinada tecnología, carecer de ayuda cercana para resolver problemas
informáticos, no entender los manuales de instrucciones y sentirse presionado por la
necesidad constante de adquirir nuevos conocimientos.
En muchas ocasiones, el tecnoestrés anida en la mente del paciente a pesar de haber
tomado todas las precauciones racionales para evitarlo. En esos casos, la única salida es el
consejo de un psicólogo. Los expertos en esta patología utilizan tres estrategias para
detener sus efectos. La primera es mejorar el ambiente de relación con las máquinas
reconduciendo malos hábitos de postura, racionalizando las horas de uso o incluso
evitando comer o fumar ante ellas.
La segunda es entrenar la capacidad de decisión del paciente refutando ideas irracionales
sobre su incapacidad para manejar tal o cual aparato y modificando su conducta con la
tecnología. Y la tercera es modificar la respuesta biológica del enfermo ante el aparato
que lo estresa mediante técnicas de relajación, ejercicios de respiración y estimulación.