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Discurso del nuevo Rector de la Universidad del Pacífico
1. UNIVERSIDAD DEL PACÍFICO - CEREMONIA ASUNCIÓN RECTOR
DISCURSO DE EUGENIO G. CÁCERES C. - Lunes 01 de julio del 2013
Sr. Fundador y Presidente del Directorio de la UPA, Don Julio Ortúzar Prado
Sres. Miembros del Directorio de la UPA
Sres. Autoridades Académicas y Administrativas de la UPA
Sres. Rectores, Autoridades Civiles y Militares presentes
Queridos Miembros Académicos, Administrativos y Estudiantes de la UPA
Sras. y Sres.:
Hace un mes estuve de cumpleaños y uno de mis nietos, Raimundo, junto con
abrazarme me preguntó, oye abuelo ¿cómo has pasado tu vida?. Un tanto en broma
y otro tanto en serio le contesté que haciendo “algunas locuras razonables y otras
más que razonables” y me señaló que esa era la impresión que él tenía.
Quizás sea ésta otra de las locuras razonables que han caracterizado mis
vivencias y experiencias, en especial si se aprecian como locuras aquellas cosas que
uno siempre ha hecho que aunque un tanto alejadas del acostumbrado marco de los
usos de moda, para nada niegan la posibilidad de colocar en ellas una buena dosis
de razón y de sensatez.
De alguna manera u otra, la labor universitaria se relaciona con esta actitud
de poner razón a aparentes locuras y comportarnos de modo congruente con ello.
Me acojo al lema acuñado por esta Universidad, “creatividad para emprender”, pues
lo estimo buen reflejo y adecuada síntesis de su sentido principal de ser en sí misma
creación como base de su emprendimiento institucional y por ello continuaremos
entonces el esfuerzo que, hasta ahora, ella ha colocado en generar un estilo de vida
universitaria propio, crear y emprender, que se reconoce socialmente.
Gratitud y educación y libertad, gratitud y educación y libertad.
2. En la referencia orteguiana que indica que para decir algo y nada menos que
algo debe renunciarse a decir todo lo demás, he seleccionado la gratitud y la
vinculación de la educación con la libertad como los principales componentes que
reflejan lo que, en este momento y en esta precisa circunstancia, están en quien hoy
se incorpora al desarrollo del valioso proyecto académico iniciado hace ya 37 años,
incorporación que como toda paradoja humana marca continuidades y términos,
también certezas, incertidumbres y recuerdos, cosas que se colocan en el corazón y
quedan en el existir futuro de nuestras vidas.
Gratitud al Fundador y actual Presidente del Directorio de la UPA, Don Julio
Ortúzar Prado y a su Directorio quienes con su invitación, posibilitan la oportunidad
personal de un nuevo trabajo con el conocimiento y el saber. Están presentes los
preceptos aristotélicos que todos los hombres desean por naturaleza saber y que el
saber y el entender pertenecen más al arte que a la experiencia, en este caso
insertos en el medio universitario que los integra en su preocupación y ocupación de
tener, además del “qué”, el “porqué y la causa”.
Gratitud también a la UPA, a su rector Luis Winter y a sus académicos,
estudiantes y administrativos, quienes, institucionalmente, con carácter y estilo
universitarios, en términos de rigurosidad y excelencia, percibieron y perciben las
necesidades y las demandas que hoy se configuran en la sociedad en torno a los
temas que son materia prima de trabajo educativo, conformando un acervo
institucional que marca, de todas maneras, su proyección futura en una labor de
continuidad del proyecto académico al cual me integro hoy.
Gratitud a mi familia que han sido y son parte de estas locuras razonables que
siempre hemos emprendido juntos y que, nuevamente, han entregado su apoyo y
sustento a esta nueva tarea con un simple….¡total, el papá es así! Gratitud que es
también gracia sobrenatural, gratitud profunda a mi esposa, hijos y nietos,
presentes aquí de modo real o virtual. Gracias por vuestro amor y en esta virtud de
excelencia, integro todas aquellas otras que son muestras consistentes de caridad y
3. también, gracias a todos Uds. por la oportunidad que me otorgan de quizás ser
mejor.
He jurado por Dios “cumplir con fidelidad los deberes de Rector de la UPA,
desarrollando y profundizando la misión de cultivar el saber y formar profesionales y
técnicos competentes, responsables e innovadores sobre la base de un modelo
educativo de excelencia en permanente vinculación con su entorno nacional e
internacional”.
En el contexto de este juramento y teniendo en cuenta que los actos
universitarios son reflexión universitaria, quiero comentar con Uds. el fundamento
de lo que espero sea mi tarea en esta institución: la relación entre la educación y la
libertad a través del saber como elementos constituyentes de la labor académica en
la cual desde ya, comprometo mi mejor y mayor esfuerzo y dedicación, con plena
conciencia que no será posible su adecuado ejercicio si no cuento con vuestra
valiosa, auténtica y efectiva colaboración y por eso os pido vuestra aceptación a que
pueda trabajar con Uds.
Estos comentarios los haré en la doble mirada del “hacia afuera”,
circunstancia de espacio y de tiempo en que se inserta hoy la educación superior
nacional y la del “hacia adentro”, circunstancia institucional que empiezo ahora a
conocer.
Respecto a la vinculación de la educación con la libertad, eje estructural del
periodo que compartiremos, un primer elemento a destacar es el que, desde
siempre, se le ha concedido a la libertad un valor muy principal, estimándola
consustancial con la educación. Sin embargo, está presente una fuerte
contradicción: suele huirse de la auténtica libertad íntima e interior, que es dominio
de sí, de señorío sobre nosotros mismos, estimando ser libre porque no se es
responsable de nada o porque puede hacerse todo aquello que se apetece, dejando
de lado la posibilidad del autodominio como condición y raíz de la libertad. Se
prefiere, a veces, el comportamiento “políticamente correcto y bien visto” que suele
4. cubrir con una ética de cosmética, una cierta crisis moral y sólo se valora la
autosuficiencia, olvidando el sentido positivo que tiene toda convivencia y el hacer
algo por el bien del otro.
El real entendimiento de la libertad personal se coloca más allá de la simple
posibilidad de optar entre cosas más o menos interesantes y se relaciona con la
capacidad de decidir por sí mismo lo que se ha de hacer para ser lo que se quiere
ser. Somos verdaderamente libres cuando nos adueñamos de nuestras propias
decisiones y cuando nuestra voluntad se enfrenta, si es preciso, a la fuerza del
ambiente.
La vinculación de la libertad con la educación convoca tensiones naturales -mi
libertad y la de los demás, libertad y verdad, libertad individual y bien propio y
colectivo- temas relevantes para las sociedades que han de ser recogidas por la
universidad desde el afuera socio-cultural para ser procesadas en el adentro
institucional.
En esta referencia, la educación en cualesquiera de sus instancias y lugares, se
entiende como un proceso que ayuda al continuo desarrollo personal de las
capacidades y potencial humanos a través de la adquisición de conocimientos,
hábitos y destrezas, virtudes y actitudes que perfeccionan la capacidad de hacer
efectiva la libertad personal para desde ella proyectarse a la vida social. Es la
formulación del proyecto personal de vida de cada uno de nosotros que se integra
en el proyecto de vida institucional y del fortalecimiento de la voluntad personal e
institucional para ejecutarlo en plenitud.
Si acogemos este deber de generar libertad que permite la búsqueda de la
verdad y la decisión de vivir conforme a esa verdad que cada quien descubre,
debemos trabajar entonces en educar la libertad, educar en libertad y educar para la
libertad.
Educar la libertad significa preguntar y ayudar a otros a preguntarse qué
significa ser libre. Significa estar consciente que la respuesta no es ni evidente ni
5. inalcanzable y que sí requiere la necesaria e imprescindible reflexión sobre las
alternativas que se ofrecen, aún cuando éstas puedan ser contrarias a las propias
apetencias o a las de la época en que nos situamos. Si educar supone hacer pensar,
educar la libertad es aficionarse a buscar la verdad.
Educar en libertad es respetar el protagonismo de profesores y estudiantes en
sus particulares procesos educativos los que con adecuada orientación e
información, establecen metas e instrumentos para lograrlas, aprendiendo en
conjunto a buscar la verdad y conocer el real sentido de la libertad, no como valor
absoluto que tiene su razón de ser en sí misma sino como medio y bien
fundamental que se relaciona con otros bienes en la acción humana.
Educar para la libertad es atender a la totalidad de la persona: inteligencia y
voluntad como facultades espirituales del individuo y también su afectividad y su
sentido trascendente. Enseñar a pensar es enseñar a buscar la verdad y fortalecer la
voluntad para, con libertad, comprometerse con ella, actualizando el potencial
propio del hombre en cuanto ser social, con apertura a la relación personal con Dios
y con los otros aprendiendo así a dar, a darse y a amar.
En el sentido del “hacia afuera”, así como es axiomático señalar que
educación y libertad son consustanciales, también lo son la universidad y la
sociedad. No se concibe la universidad fuera de un contexto social, tampoco se
entiende la existencia de una sociedad sin un grupo de estudiosos relativamente
institucionalizado. Universidad y sociedad son elementos de un todo integral al que
confluyen un pueblo, una geografía y una cultura como materia propia de la tarea
universitaria, caracterizada por el saber que la relaciona con su medio. Si la
universidad es desde una sociedad y para una sociedad, lo es desde un saber y para
un saber, cuestión significativa en la actual sociedad del conocimiento en que
estamos instalados.
En este contexto, las políticas y propuestas que estructuran la educación
superior vigente se basan en similares principios a los enunciados para la educación
6. en general: cumplimiento del derecho a la educación en consistencia con la libertad
de enseñanza, igualdad de oportunidades para su funcionamiento, máximo respeto
a la autonomía institucional, gestión descentralizada y un rol estatal que estima más
facilitar que orientar de modo compulsivo.
Lo anterior se expresa en que la educación superior nacional, ligada al
desarrollo científico y tecnológico, ha de entenderse como “un asunto público” en
que el concepto de lo “público” ya no es el simple sinónimo de lo “estatal” sino que
integra, además, los serios y responsables esfuerzos que el sector privado realiza en
torno a ella. La educación es un asunto público, bien público con valor público, que
compete a la sociedad entera por lo que la tradicional pugna entre el estado y los
privados por asumir roles antagónicos en torno a ella, debiera transformarse en una
conjunción de esfuerzos en que el concepto de "estado docente" se complementa
en términos armónicos con el de "nación educadora".
La creciente participación privada en la creación y consolidación de
instituciones universitarias, profesionales y técnicas, ha fortalecido la diversificación
de oportunidades educacionales aunque, simultáneamente, existe nostalgia por una
nueva y mayor participación estatal, asumiendo privilegiar ciertas prerrogativas que
el estado tendría casi por derecho propio en el sector.
Bien sabemos que el propósito relevante de la universidad es el trabajo con el
saber: crearlo, ordenarlo y sistematizarlo a través de la investigación científica y
tecnológica, enseñarlo y aprenderlo a través de la docencia y difundirlo al medio
social a través de la extensión. Es este propósito el que le determina su misión
social: universidad y sociedad en íntima relación, no a través de la contingencia y de
temporales circunstancias sino a través del saber en torno al cual se determinan sus
funciones.
Cabe destacar, eso sí, que el pleno cumplimiento de tal objetivo, requiere de la
plena autonomía como característica básica y necesaria para la adecuada gestión
académica y administrativa de las instituciones de educación superior, acercando así
7. el logro de sus metas culturales y sociales como real ejercicio de libertad desde y para
un saber.
La autonomía para nada se vincula con una cuota de poder que se entrega
desde los niveles centrales, sino que se origina, otra vez, en el saber que se tiene. Se
es más autónomo en tanto más se sabe. Es la tarea intelectual realizada con afán de
servicio la que posibilita la auténtica autonomía, no como fin en sí misma ni como
aquello que protege de normas o restricciones generando aislamiento, sino como
resultado de haber establecido su propio régimen interior y haber definido su
libertad, esto es, donde terminan sus derechos e inician sus deberes.
Es lo que expresa la definición jurídica vigente que la reconoce en lo
académico como potestad para decidir acerca del cumplimiento de sus funciones
básicas, docencia, investigación y extensión; en lo económico como disposición
plena de sus recursos y en lo administrativo como organización determinada por sus
estatutos y leyes.
Hoy se atisba cierta vigencia del concepto de “autonomía responsable” que
estima conciliar la regulación que la sociedad a través del estado pudiera o debiera
ejercer con la independencia y libertad con que las instituciones puedan
desarrollarse, estimando que tal regulación, establecida de común acuerdo entre los
agentes estatales y privados, representaría el derecho de la sociedad de “publicitar”
y “transparentar” los desempeños institucionales en el marco de un balance social
que garantice la creencia de la sociedad mediante una adecuada certificación y
validación de las condiciones con que las instituciones manejan el saber.
En lo que toca a la mirada “hacia adentro”, ella está en buena parte influida
por el “hacia afuera” que analizamos. Estamos inscritos en las circunstancias
descritas y en ellas debemos insertarnos, no necesariamente con carácter de
aceptación total sino como orientación del camino que recorreremos juntos.
8. Si puedo expresarlo como un eslogan, repetiría lo que señalé en algunas de las
reuniones preliminares que tuve con los equipos profesionales de las vicerrectorías,
¡¡pies en la tierra!!
Son de plena prioridad todas las tareas relacionadas con los procesos de
acreditación institucional y de programas. Serán, en el corto plazo, el foco de
nuestra atención y del constante y permanente esfuerzo que colocamos en cada
momento de la vida universitaria por ser mejores. Ser mejores no sólo para
nosotros mismos. Ser mejores para que con afán de servicio, proyectemos tal
mejoría al medio social en que estamos insertos. Servir mejor a esta universidad es
servir mejor a la sociedad.
Sin embargo, este posible lema es incompleto y el que, efectivamente,
quisiera acuñar es el de ¡¡sí, pies en la tierra pero,…. mirando al cielo!!. Junto con
estar en lo inmediato, debemos configurar y concretar en lo necesario, la
perspectiva de futuro cercano en que estimamos implementar nuestra vivencia y
convivencia universitarias insertas, desde luego, en un amplio ejercicio de libertad
personal e institucional y en la búsqueda de la verdad a través de aproximar
respuestas a los temas presentes. Es la tarea cultural que le cabe a la universidad
colocada en el predominio del conocimiento universal y en una estrategia global
que, cada vez más, requiere de profesionales y técnicos preparados en diversos
niveles de formación.
Algunas de las interrogantes que nos enfrentan y provocan.
¿Preparar individuos capaces de resolver problemas complejos con rápida
adaptación a situaciones cambiantes? ¿Universidades generalistas que preparen y
entrenen en conocimientos básicos de ciencias, con capacidades de expresión
literaria, matemática y de comprensión del medio? ¿Apurar la especialización en
función de un impredictible mercado laboral? ¿Universidades que en su rol de teoría
y práctica de lo general tengan como elemento principal la formación integral?
¿Universidades que enfaticen actividades comunes institucionales consolidando la
9. formación cultural básica y la especialización de ser universitario? ¿Universidades
que tengan como primera especialidad la de ser generalista para después
incorporarse a programas de especialización y de postgrado? ¿Aprender más en los
propios sitios de trabajo? ¿Universidades concebidas ya no como un conjunto de
profesores y estudiantes sino como una comunidad de estudiosos en la que se
distinguen los que saben más y enseñan a los otros? ¿Universidades no ideológicas
sino fábricas y armadurías de ideas?
Reitero ante Uds. mi compromiso con el juramento ya realizado ante Dios y
ante Uds. cuyo principal contenido se vincula al mejor uso posible de la libertad y de
la autonomía con la natural consecuencia de ser y hacer mejor entidad a la UPA. Al
igual de las usanzas medioevales, les señalo “si no cumplo tal juramento y
compromiso, Dios, la Universidad del Pacífico y Uds. me lo demanden”.
Gracias por vuestra atención.
Santiago, 01 de julio del 2013.
ecc/270613