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OBESIDAD EN EL NIÑO:
Un enfoque real.
2012
Ministerio de Salud - Chile
Fundación Dr. Julio Meneghello Rivera
UVirtual.SA
OBESIDAD EN EL NIÑO:
Un enfoque real.
2012
Ministerio de Salud - Chile
Fundación Dr. Julio Meneghello Rivera
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OBESIDAD EN EL NIÑO:
Un enfoque real.
2012
Ministerio de Salud - Chile
Fundación Dr. Julio Meneghello Rivera
UVirtual.SA
UNIDAD 1:
OBESIDAD INFANTIL Y SUS CONSECUENCIAS
INTRODUCCIÓN
Extendiéndose por el mundo sin
respetar edad, sexo ni fronteras
geográficas, el sobrepeso y la
obesidad constituyen una
pandemia que en la actualidad
azota a las naciones del mundo
desarrollado y a las que están
en vías de serlo, trayendo
consigo un dramático aumento
de las enfermedades crónicas
no transmisibles, como las
enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial y
ciertos tipos de cáncer, además de discapacidad, reducción de la esperanza de
vida y un alto costo económico para la sociedad.
Chile no escapa a esta realidad, que si bien tiene un origen multicausal,
básicamente obedece a estilos de vida poco saludables, a la ingesta de alimentos
altamente calóricos y de bajo valor nutricional, al sedentarismo y a la falta de
actividad física.
Esta situación es especialmente preocupante en los niños y niñas, en quienes, en
un número significativo, en la actualidad se observa prevalencia de obesidad y
sobrepeso desde los primeros años de vida, lo que representa una alta
probabilidad de que se conviertan en adultos obesos, contraigan las dolencias
asociadas a esta patología y disminuyan su calidad de vida.
En este alarmante contexto, es relevante saber qué se entiende por obesidad,
cuántos tipos de ésta existen, sus efectos físicos y mentales, y cuáles son las
mejores estrategias para prevenir y controlar este fenómeno desde los primeros
años de vida.
Los profesionales y técnicos de la salud, los educadores, los padres y la
comunidad en general, son responsables de incentivar en los niños y niñas y en
sus familias la preferencia por estilos de vida saludable, con una nutrición
adecuada y acceso a la actividad física. Sin embargo, para que las intervenciones
en este ámbito puedan tener éxito, además de conocer los aspectos médicos de la
obesidad, es necesario manejar técnicas de comunicación y de consejería en las
UNIDAD 1:
OBESIDAD INFANTIL Y SUS CONSECUENCIAS
INTRODUCCIÓN
Extendiéndose por el mundo sin
respetar edad, sexo ni fronteras
geográficas, el sobrepeso y la
obesidad constituyen una
pandemia que en la actualidad
azota a las naciones del mundo
desarrollado y a las que están
en vías de serlo, trayendo
consigo un dramático aumento
de las enfermedades crónicas
no transmisibles, como las
enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial y
ciertos tipos de cáncer, además de discapacidad, reducción de la esperanza de
vida y un alto costo económico para la sociedad.
Chile no escapa a esta realidad, que si bien tiene un origen multicausal,
básicamente obedece a estilos de vida poco saludables, a la ingesta de alimentos
altamente calóricos y de bajo valor nutricional, al sedentarismo y a la falta de
actividad física.
Esta situación es especialmente preocupante en los niños y niñas, en quienes, en
un número significativo, en la actualidad se observa prevalencia de obesidad y
sobrepeso desde los primeros años de vida, lo que representa una alta
probabilidad de que se conviertan en adultos obesos, contraigan las dolencias
asociadas a esta patología y disminuyan su calidad de vida.
En este alarmante contexto, es relevante saber qué se entiende por obesidad,
cuántos tipos de ésta existen, sus efectos físicos y mentales, y cuáles son las
mejores estrategias para prevenir y controlar este fenómeno desde los primeros
años de vida.
Los profesionales y técnicos de la salud, los educadores, los padres y la
comunidad en general, son responsables de incentivar en los niños y niñas y en
sus familias la preferencia por estilos de vida saludable, con una nutrición
adecuada y acceso a la actividad física. Sin embargo, para que las intervenciones
en este ámbito puedan tener éxito, además de conocer los aspectos médicos de la
obesidad, es necesario manejar técnicas de comunicación y de consejería en las
UNIDAD 1:
OBESIDAD INFANTIL Y SUS CONSECUENCIAS
INTRODUCCIÓN
Extendiéndose por el mundo sin
respetar edad, sexo ni fronteras
geográficas, el sobrepeso y la
obesidad constituyen una
pandemia que en la actualidad
azota a las naciones del mundo
desarrollado y a las que están
en vías de serlo, trayendo
consigo un dramático aumento
de las enfermedades crónicas
no transmisibles, como las
enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial y
ciertos tipos de cáncer, además de discapacidad, reducción de la esperanza de
vida y un alto costo económico para la sociedad.
Chile no escapa a esta realidad, que si bien tiene un origen multicausal,
básicamente obedece a estilos de vida poco saludables, a la ingesta de alimentos
altamente calóricos y de bajo valor nutricional, al sedentarismo y a la falta de
actividad física.
Esta situación es especialmente preocupante en los niños y niñas, en quienes, en
un número significativo, en la actualidad se observa prevalencia de obesidad y
sobrepeso desde los primeros años de vida, lo que representa una alta
probabilidad de que se conviertan en adultos obesos, contraigan las dolencias
asociadas a esta patología y disminuyan su calidad de vida.
En este alarmante contexto, es relevante saber qué se entiende por obesidad,
cuántos tipos de ésta existen, sus efectos físicos y mentales, y cuáles son las
mejores estrategias para prevenir y controlar este fenómeno desde los primeros
años de vida.
Los profesionales y técnicos de la salud, los educadores, los padres y la
comunidad en general, son responsables de incentivar en los niños y niñas y en
sus familias la preferencia por estilos de vida saludable, con una nutrición
adecuada y acceso a la actividad física. Sin embargo, para que las intervenciones
en este ámbito puedan tener éxito, además de conocer los aspectos médicos de la
obesidad, es necesario manejar técnicas de comunicación y de consejería en las
conductas deseadas, con el fin de poder llegar con eficiencia a los niños y niñas y
a sus padres. También es importante tener claridad sobre la actividad física que
deben realizar los pre escolares, en qué dosis y con qué frecuencia.
En este documento abordaremos todos esos tópicos, con el objetivo de actualizar
los conocimientos de los profesionales y técnicos de los equipos de salud respecto
a la obesidad infantil. Con ello esperamos contribuir a que puedan reconocerla,
diagnosticarla y enfrentar las complicaciones y síndromes asociados a ella, así
como la mejor forma de abordar el manejo poblacional e individual, logrando
promover un estilo de vida saludable.
1. DEFINICIONES Y CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE OBESIDAD
La obesidad constituye un tema de salud pública de primera prioridad en el mundo
entero. Sus raíces se encuentran en un cambio de comportamiento que excede
la responsabilidad personal, ya que está influido por numerosas variables
ambientales de diversas áreas, como las relaciones económicas, las dinámicas
culturales y los actuales modelos de vida y de satisfacción de necesidades. Todos
estos factores afectan los patrones de alimentación y de actividad física de la
población, por lo cual, a partir de esta aseveración, se comprende que un
enfoque exitoso sobre la obesidad debe incorporar una mirada integral y
transversal del
problema.
Para la Organización
Mundial de la Salud
(OMS), que define la
obesidad como una
acumulación anormal
o excesiva de grasa
que puede ser
perjudicial para la
salud, tanto ésta como
el sobrepeso han
alcanzado caracteres
de epidemia a nivel
mundial. Más de mil
millones de personas
adultas tienen
malnutrición por exceso, y de ellas, al menos 300 millones son obesas. Se estima
que en los últimos 30 años el aumento ha sido superior al 75% y la OMS calcula
que en el 2015 habrá aproximadamente 2.300 millones de adultos con sobrepeso
conductas deseadas, con el fin de poder llegar con eficiencia a los niños y niñas y
a sus padres. También es importante tener claridad sobre la actividad física que
deben realizar los pre escolares, en qué dosis y con qué frecuencia.
En este documento abordaremos todos esos tópicos, con el objetivo de actualizar
los conocimientos de los profesionales y técnicos de los equipos de salud respecto
a la obesidad infantil. Con ello esperamos contribuir a que puedan reconocerla,
diagnosticarla y enfrentar las complicaciones y síndromes asociados a ella, así
como la mejor forma de abordar el manejo poblacional e individual, logrando
promover un estilo de vida saludable.
1. DEFINICIONES Y CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE OBESIDAD
La obesidad constituye un tema de salud pública de primera prioridad en el mundo
entero. Sus raíces se encuentran en un cambio de comportamiento que excede
la responsabilidad personal, ya que está influido por numerosas variables
ambientales de diversas áreas, como las relaciones económicas, las dinámicas
culturales y los actuales modelos de vida y de satisfacción de necesidades. Todos
estos factores afectan los patrones de alimentación y de actividad física de la
población, por lo cual, a partir de esta aseveración, se comprende que un
enfoque exitoso sobre la obesidad debe incorporar una mirada integral y
transversal del
problema.
Para la Organización
Mundial de la Salud
(OMS), que define la
obesidad como una
acumulación anormal
o excesiva de grasa
que puede ser
perjudicial para la
salud, tanto ésta como
el sobrepeso han
alcanzado caracteres
de epidemia a nivel
mundial. Más de mil
millones de personas
adultas tienen
malnutrición por exceso, y de ellas, al menos 300 millones son obesas. Se estima
que en los últimos 30 años el aumento ha sido superior al 75% y la OMS calcula
que en el 2015 habrá aproximadamente 2.300 millones de adultos con sobrepeso
conductas deseadas, con el fin de poder llegar con eficiencia a los niños y niñas y
a sus padres. También es importante tener claridad sobre la actividad física que
deben realizar los pre escolares, en qué dosis y con qué frecuencia.
En este documento abordaremos todos esos tópicos, con el objetivo de actualizar
los conocimientos de los profesionales y técnicos de los equipos de salud respecto
a la obesidad infantil. Con ello esperamos contribuir a que puedan reconocerla,
diagnosticarla y enfrentar las complicaciones y síndromes asociados a ella, así
como la mejor forma de abordar el manejo poblacional e individual, logrando
promover un estilo de vida saludable.
1. DEFINICIONES Y CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE OBESIDAD
La obesidad constituye un tema de salud pública de primera prioridad en el mundo
entero. Sus raíces se encuentran en un cambio de comportamiento que excede
la responsabilidad personal, ya que está influido por numerosas variables
ambientales de diversas áreas, como las relaciones económicas, las dinámicas
culturales y los actuales modelos de vida y de satisfacción de necesidades. Todos
estos factores afectan los patrones de alimentación y de actividad física de la
población, por lo cual, a partir de esta aseveración, se comprende que un
enfoque exitoso sobre la obesidad debe incorporar una mirada integral y
transversal del
problema.
Para la Organización
Mundial de la Salud
(OMS), que define la
obesidad como una
acumulación anormal
o excesiva de grasa
que puede ser
perjudicial para la
salud, tanto ésta como
el sobrepeso han
alcanzado caracteres
de epidemia a nivel
mundial. Más de mil
millones de personas
adultas tienen
malnutrición por exceso, y de ellas, al menos 300 millones son obesas. Se estima
que en los últimos 30 años el aumento ha sido superior al 75% y la OMS calcula
que en el 2015 habrá aproximadamente 2.300 millones de adultos con sobrepeso
y más de 700 millones con obesidad. Como se observa en el gráfico, la mayor
parte de los países no ha logrado controlar el incremento de la obesidad.
1.1.ETIOLOGÍA DE LA OBESIDAD
La etiología de la obesidad es
multifactorial, pero siempre refleja
interacción entre la genética y el medio
ambiente, con ingesta energética excesiva y
gasto energético menor, lo que tiene como
consecuencia el almacenamiento
progresivo de grasa en forma de
triglicéridos intraadipocitarios. La
preocupación por la obesidad radica en sus
efectos directos en la salud y en su
asociación con las principales
enfermedades no transmisibles de nuestro
tiempo, como son las enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2,
hipertensión arterial y ciertos tipos de cáncer. La obesidad puede llegar a reducir
la esperanza de vida hasta en diez años y representa una elevada carga
económica para la sociedad.
Desde 1980 la obesidad se ha duplicado en todo el mundo, no sólo en los países
desarrollados, sino también en los que están en vías de serlo. Por esta razón, en
1997 la OMS la declaró una epidemia de carácter global. En 2008, 1500 millones
de adultos (≥20 años) tenían malnutrición por exceso. Actualmente el 65% de la
población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad cobran más
vidas de personas que la malnutrición por déficit. Incluso, en el año 2010 alrededor
de 43 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso u obesidad.
1.2.REALIDAD EN CHILE
La situación en Chile no es distinta
a la realidad mundial. En nuestro
país la obesidad constituye el
principal problema de la salud
pública en el ámbito nutricional, con
una prevalencia alta en todas las
etapas de la vida. Actualmente a
nivel nacional existen cerca de 9
millones de personas, mayores de
15 años, con obesidad o
sobrepeso.
y más de 700 millones con obesidad. Como se observa en el gráfico, la mayor
parte de los países no ha logrado controlar el incremento de la obesidad.
1.1.ETIOLOGÍA DE LA OBESIDAD
La etiología de la obesidad es
multifactorial, pero siempre refleja
interacción entre la genética y el medio
ambiente, con ingesta energética excesiva y
gasto energético menor, lo que tiene como
consecuencia el almacenamiento
progresivo de grasa en forma de
triglicéridos intraadipocitarios. La
preocupación por la obesidad radica en sus
efectos directos en la salud y en su
asociación con las principales
enfermedades no transmisibles de nuestro
tiempo, como son las enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2,
hipertensión arterial y ciertos tipos de cáncer. La obesidad puede llegar a reducir
la esperanza de vida hasta en diez años y representa una elevada carga
económica para la sociedad.
Desde 1980 la obesidad se ha duplicado en todo el mundo, no sólo en los países
desarrollados, sino también en los que están en vías de serlo. Por esta razón, en
1997 la OMS la declaró una epidemia de carácter global. En 2008, 1500 millones
de adultos (≥20 años) tenían malnutrición por exceso. Actualmente el 65% de la
población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad cobran más
vidas de personas que la malnutrición por déficit. Incluso, en el año 2010 alrededor
de 43 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso u obesidad.
1.2.REALIDAD EN CHILE
La situación en Chile no es distinta
a la realidad mundial. En nuestro
país la obesidad constituye el
principal problema de la salud
pública en el ámbito nutricional, con
una prevalencia alta en todas las
etapas de la vida. Actualmente a
nivel nacional existen cerca de 9
millones de personas, mayores de
15 años, con obesidad o
sobrepeso.
y más de 700 millones con obesidad. Como se observa en el gráfico, la mayor
parte de los países no ha logrado controlar el incremento de la obesidad.
1.1.ETIOLOGÍA DE LA OBESIDAD
La etiología de la obesidad es
multifactorial, pero siempre refleja
interacción entre la genética y el medio
ambiente, con ingesta energética excesiva y
gasto energético menor, lo que tiene como
consecuencia el almacenamiento
progresivo de grasa en forma de
triglicéridos intraadipocitarios. La
preocupación por la obesidad radica en sus
efectos directos en la salud y en su
asociación con las principales
enfermedades no transmisibles de nuestro
tiempo, como son las enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2,
hipertensión arterial y ciertos tipos de cáncer. La obesidad puede llegar a reducir
la esperanza de vida hasta en diez años y representa una elevada carga
económica para la sociedad.
Desde 1980 la obesidad se ha duplicado en todo el mundo, no sólo en los países
desarrollados, sino también en los que están en vías de serlo. Por esta razón, en
1997 la OMS la declaró una epidemia de carácter global. En 2008, 1500 millones
de adultos (≥20 años) tenían malnutrición por exceso. Actualmente el 65% de la
población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad cobran más
vidas de personas que la malnutrición por déficit. Incluso, en el año 2010 alrededor
de 43 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso u obesidad.
1.2.REALIDAD EN CHILE
La situación en Chile no es distinta
a la realidad mundial. En nuestro
país la obesidad constituye el
principal problema de la salud
pública en el ámbito nutricional, con
una prevalencia alta en todas las
etapas de la vida. Actualmente a
nivel nacional existen cerca de 9
millones de personas, mayores de
15 años, con obesidad o
sobrepeso.
Según la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2009-2010, el 64,5% de la población
adulta (mayores de 15 años) tiene exceso de peso (IMC ≥ 25). De ella, el 39,3%
tiene sobrepeso y el 27,4%, obesidad (se incluye obesidad mórbida). En nuestro
país el exceso de peso presenta una prevalencia alta y creciente desde los
primeros años de vida. A nivel nacional, contamos con un sistema de vigilancia
alimentario-nutricional centralizado desde el Ministerio de Salud, el Ministerio de
Educación y otras instituciones como la Junta Nacional de Jardines Infantiles
(JUNJI) y la Fundación INTEGRA, que permite conocer la realidad epidemiológica
de los grupos más sensibles.
1.2.1. Obesidad mundial/etárea/sexo
Según datos de encuestas
representativas de la
población chilena, realizadas
en 2010, la obesidad afecta a
los 9,6% de los niños/as
menores de 6 años y al 14%
de los pre-escolares, mientras
aumenta a un 23% en
escolares de 1er año básico.
De acuerdo a las encuestas, en adultos chilenos la obesidad y el sobrepeso
alcanzan a más del 60% de la población.
La Encuesta Nacional de Salud
2010 demostró que un 39,3% de la
población mayor de 17 años de
edad presenta sobrepeso y un
25,1% obesidad, lo que representa
un aumento de 3,2% respecto de
los datos del año 2003.
Según la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2009-2010, el 64,5% de la población
adulta (mayores de 15 años) tiene exceso de peso (IMC ≥ 25). De ella, el 39,3%
tiene sobrepeso y el 27,4%, obesidad (se incluye obesidad mórbida). En nuestro
país el exceso de peso presenta una prevalencia alta y creciente desde los
primeros años de vida. A nivel nacional, contamos con un sistema de vigilancia
alimentario-nutricional centralizado desde el Ministerio de Salud, el Ministerio de
Educación y otras instituciones como la Junta Nacional de Jardines Infantiles
(JUNJI) y la Fundación INTEGRA, que permite conocer la realidad epidemiológica
de los grupos más sensibles.
1.2.1. Obesidad mundial/etárea/sexo
Según datos de encuestas
representativas de la
población chilena, realizadas
en 2010, la obesidad afecta a
los 9,6% de los niños/as
menores de 6 años y al 14%
de los pre-escolares, mientras
aumenta a un 23% en
escolares de 1er año básico.
De acuerdo a las encuestas, en adultos chilenos la obesidad y el sobrepeso
alcanzan a más del 60% de la población.
La Encuesta Nacional de Salud
2010 demostró que un 39,3% de la
población mayor de 17 años de
edad presenta sobrepeso y un
25,1% obesidad, lo que representa
un aumento de 3,2% respecto de
los datos del año 2003.
Según la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2009-2010, el 64,5% de la población
adulta (mayores de 15 años) tiene exceso de peso (IMC ≥ 25). De ella, el 39,3%
tiene sobrepeso y el 27,4%, obesidad (se incluye obesidad mórbida). En nuestro
país el exceso de peso presenta una prevalencia alta y creciente desde los
primeros años de vida. A nivel nacional, contamos con un sistema de vigilancia
alimentario-nutricional centralizado desde el Ministerio de Salud, el Ministerio de
Educación y otras instituciones como la Junta Nacional de Jardines Infantiles
(JUNJI) y la Fundación INTEGRA, que permite conocer la realidad epidemiológica
de los grupos más sensibles.
1.2.1. Obesidad mundial/etárea/sexo
Según datos de encuestas
representativas de la
población chilena, realizadas
en 2010, la obesidad afecta a
los 9,6% de los niños/as
menores de 6 años y al 14%
de los pre-escolares, mientras
aumenta a un 23% en
escolares de 1er año básico.
De acuerdo a las encuestas, en adultos chilenos la obesidad y el sobrepeso
alcanzan a más del 60% de la población.
La Encuesta Nacional de Salud
2010 demostró que un 39,3% de la
población mayor de 17 años de
edad presenta sobrepeso y un
25,1% obesidad, lo que representa
un aumento de 3,2% respecto de
los datos del año 2003.
1.2.2. Percepción del peso
La mayor parte de las personas no reconoce que está con exceso de peso,
sin embargo dice estar haciendo algo por su peso. Es decir, el tema le preocupa.
1.2.2. Percepción del peso
La mayor parte de las personas no reconoce que está con exceso de peso,
sin embargo dice estar haciendo algo por su peso. Es decir, el tema le preocupa.
1.2.2. Percepción del peso
La mayor parte de las personas no reconoce que está con exceso de peso,
sin embargo dice estar haciendo algo por su peso. Es decir, el tema le preocupa.
Por otra parte, el 88,6% de la población adulta en Chile es sedentaria en su tiempo
libre, otro factor de riesgo importante en relación a las enfermedades no
transmisibles.
1.2.3. Factores de Riesgos
Estudios recientes del Ministerio de Salud, demuestran que la obesidad representa
en Chile la segunda causa de años de vida perdidos por muerte o por
discapacidad prematura (AVISA) y la quinta causa de muerte (MINSAL 2008). El
82,3% de la pérdida de AVISA se debió a las enfermedades no transmisibles,
como las enfermedades cardiovasculares, las neoplasias malignas y la diabetes
mellitus. Si se consideran las causas específicas, la primera fuente de pérdida de
AVISA obedece a la enfermedad hipertensiva del corazón, en cuyo factor causal
de se encuentran el alto consumo de sodio y el sobrepeso y la obesidadad.
Por otra parte, el 88,6% de la población adulta en Chile es sedentaria en su tiempo
libre, otro factor de riesgo importante en relación a las enfermedades no
transmisibles.
1.2.3. Factores de Riesgos
Estudios recientes del Ministerio de Salud, demuestran que la obesidad representa
en Chile la segunda causa de años de vida perdidos por muerte o por
discapacidad prematura (AVISA) y la quinta causa de muerte (MINSAL 2008). El
82,3% de la pérdida de AVISA se debió a las enfermedades no transmisibles,
como las enfermedades cardiovasculares, las neoplasias malignas y la diabetes
mellitus. Si se consideran las causas específicas, la primera fuente de pérdida de
AVISA obedece a la enfermedad hipertensiva del corazón, en cuyo factor causal
de se encuentran el alto consumo de sodio y el sobrepeso y la obesidadad.
Por otra parte, el 88,6% de la población adulta en Chile es sedentaria en su tiempo
libre, otro factor de riesgo importante en relación a las enfermedades no
transmisibles.
1.2.3. Factores de Riesgos
Estudios recientes del Ministerio de Salud, demuestran que la obesidad representa
en Chile la segunda causa de años de vida perdidos por muerte o por
discapacidad prematura (AVISA) y la quinta causa de muerte (MINSAL 2008). El
82,3% de la pérdida de AVISA se debió a las enfermedades no transmisibles,
como las enfermedades cardiovasculares, las neoplasias malignas y la diabetes
mellitus. Si se consideran las causas específicas, la primera fuente de pérdida de
AVISA obedece a la enfermedad hipertensiva del corazón, en cuyo factor causal
de se encuentran el alto consumo de sodio y el sobrepeso y la obesidadad.
1.3.Tipos de Obesidad
Existen diversas formas de clasificar la obesidad, según etiología y según
distribución de la masa corporal.
Dentro de la clasificación etiológica se encuentran la obesidad primaria y
secundaria. En la obesidad primaria, que está presente en el 95% de los obesos,
no es posible determinar un factor etiológico causal, pero se la asocia a una
conducta poco saludable. En cambio, la obesidad secundaria es el resultado de
una patología conocida específica que condiciona su aparición, más allá del
ambiente.
En cuanto a la clasificación de la obesidad
según la distribución de grasa corporal,
existen dos categorías: androide y
ginecoide. La obesidad androide,
abdominal o visceral, es aquella que se
caracteriza por un incremento anormal de
los depósitos grasos abdominales
(subcutáneo y visceral), dando forma al
cuerpo de “manzana”. Este tipo de
obesidad se asocia a un aumento del riesgo
de desarrollar patologías metabólicas (diabetes mellitus tipo 2, dislipidemias e
hipertensión arterial), como consecuencia de alteraciones endocrino metabólicas.
La obesidad ginecoide se caracteriza por un aumento de los depósitos grasos
fémoro glúteos (grasa periférica), dando la forma al cuerpo de “pera” y con menos
riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas.
1.3.Tipos de Obesidad
Existen diversas formas de clasificar la obesidad, según etiología y según
distribución de la masa corporal.
Dentro de la clasificación etiológica se encuentran la obesidad primaria y
secundaria. En la obesidad primaria, que está presente en el 95% de los obesos,
no es posible determinar un factor etiológico causal, pero se la asocia a una
conducta poco saludable. En cambio, la obesidad secundaria es el resultado de
una patología conocida específica que condiciona su aparición, más allá del
ambiente.
En cuanto a la clasificación de la obesidad
según la distribución de grasa corporal,
existen dos categorías: androide y
ginecoide. La obesidad androide,
abdominal o visceral, es aquella que se
caracteriza por un incremento anormal de
los depósitos grasos abdominales
(subcutáneo y visceral), dando forma al
cuerpo de “manzana”. Este tipo de
obesidad se asocia a un aumento del riesgo
de desarrollar patologías metabólicas (diabetes mellitus tipo 2, dislipidemias e
hipertensión arterial), como consecuencia de alteraciones endocrino metabólicas.
La obesidad ginecoide se caracteriza por un aumento de los depósitos grasos
fémoro glúteos (grasa periférica), dando la forma al cuerpo de “pera” y con menos
riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas.
1.3.Tipos de Obesidad
Existen diversas formas de clasificar la obesidad, según etiología y según
distribución de la masa corporal.
Dentro de la clasificación etiológica se encuentran la obesidad primaria y
secundaria. En la obesidad primaria, que está presente en el 95% de los obesos,
no es posible determinar un factor etiológico causal, pero se la asocia a una
conducta poco saludable. En cambio, la obesidad secundaria es el resultado de
una patología conocida específica que condiciona su aparición, más allá del
ambiente.
En cuanto a la clasificación de la obesidad
según la distribución de grasa corporal,
existen dos categorías: androide y
ginecoide. La obesidad androide,
abdominal o visceral, es aquella que se
caracteriza por un incremento anormal de
los depósitos grasos abdominales
(subcutáneo y visceral), dando forma al
cuerpo de “manzana”. Este tipo de
obesidad se asocia a un aumento del riesgo
de desarrollar patologías metabólicas (diabetes mellitus tipo 2, dislipidemias e
hipertensión arterial), como consecuencia de alteraciones endocrino metabólicas.
La obesidad ginecoide se caracteriza por un aumento de los depósitos grasos
fémoro glúteos (grasa periférica), dando la forma al cuerpo de “pera” y con menos
riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas.
1.3.1. Diagnóstico
El diagnóstico de la obesidad se basa en la medición de peso y
talla de los individuos; estos valores se comparan con patrones de
referencias definidos nacional e internacionalmente, según edad y
sexo. Existen además otras mediciones posibles, pero menos
frecuentemente utilizadas, como la circunferencia de cintura, la
circunferencia braquial y los pliegues cutáneos, que pueden ser útiles
en casos individuales.
Para realizar el diagnóstico nutricional en niños y niñas menores
de 1 año, se utilizan los siguientes tres parámetros o indicadores:
• Peso para la edad (P/E): Es un buen indicador de déficit nutricional
durante el primer año de vida, pero no permite diferenciar niños/as
constitucionalmente pequeños, por lo que su uso como parámetro único no
es recomendable.
• Peso para la talla (P/T): Constituye un buen indicador de estado nutricional
actual y no requiere un conocimiento preciso de la edad. Es útil tanto para
el diagnóstico de desnutrición como para el de sobrepeso y obesidad. Su
uso como parámetro único puede no diagnosticar como desnutridos a
algunos niños/as que sí lo estén
• Talla para la edad (T/E): El crecimiento lineal continuo es el mejor
indicador de alimentación adecuada y de estado nutricional a largo plazo.
Consiste en un parámetro explicado por factores genéticos y nutricionales y
es un buen índice de
cronicidad.
Específicamente para el
diagnóstico de obesidad
en niños y niñas
mayores de 1 mes, el
parámetro a considerar
corresponde al peso
para la talla (P/T), el cual
debe ser mayor o igual a
la 2 desviación estándar,
hacia la derecha, o ser
mayor a ésta
(P/T≥+2DS).
1.3.1. Diagnóstico
El diagnóstico de la obesidad se basa en la medición de peso y
talla de los individuos; estos valores se comparan con patrones de
referencias definidos nacional e internacionalmente, según edad y
sexo. Existen además otras mediciones posibles, pero menos
frecuentemente utilizadas, como la circunferencia de cintura, la
circunferencia braquial y los pliegues cutáneos, que pueden ser útiles
en casos individuales.
Para realizar el diagnóstico nutricional en niños y niñas menores
de 1 año, se utilizan los siguientes tres parámetros o indicadores:
• Peso para la edad (P/E): Es un buen indicador de déficit nutricional
durante el primer año de vida, pero no permite diferenciar niños/as
constitucionalmente pequeños, por lo que su uso como parámetro único no
es recomendable.
• Peso para la talla (P/T): Constituye un buen indicador de estado nutricional
actual y no requiere un conocimiento preciso de la edad. Es útil tanto para
el diagnóstico de desnutrición como para el de sobrepeso y obesidad. Su
uso como parámetro único puede no diagnosticar como desnutridos a
algunos niños/as que sí lo estén
• Talla para la edad (T/E): El crecimiento lineal continuo es el mejor
indicador de alimentación adecuada y de estado nutricional a largo plazo.
Consiste en un parámetro explicado por factores genéticos y nutricionales y
es un buen índice de
cronicidad.
Específicamente para el
diagnóstico de obesidad
en niños y niñas
mayores de 1 mes, el
parámetro a considerar
corresponde al peso
para la talla (P/T), el cual
debe ser mayor o igual a
la 2 desviación estándar,
hacia la derecha, o ser
mayor a ésta
(P/T≥+2DS).
1.3.1. Diagnóstico
El diagnóstico de la obesidad se basa en la medición de peso y
talla de los individuos; estos valores se comparan con patrones de
referencias definidos nacional e internacionalmente, según edad y
sexo. Existen además otras mediciones posibles, pero menos
frecuentemente utilizadas, como la circunferencia de cintura, la
circunferencia braquial y los pliegues cutáneos, que pueden ser útiles
en casos individuales.
Para realizar el diagnóstico nutricional en niños y niñas menores
de 1 año, se utilizan los siguientes tres parámetros o indicadores:
• Peso para la edad (P/E): Es un buen indicador de déficit nutricional
durante el primer año de vida, pero no permite diferenciar niños/as
constitucionalmente pequeños, por lo que su uso como parámetro único no
es recomendable.
• Peso para la talla (P/T): Constituye un buen indicador de estado nutricional
actual y no requiere un conocimiento preciso de la edad. Es útil tanto para
el diagnóstico de desnutrición como para el de sobrepeso y obesidad. Su
uso como parámetro único puede no diagnosticar como desnutridos a
algunos niños/as que sí lo estén
• Talla para la edad (T/E): El crecimiento lineal continuo es el mejor
indicador de alimentación adecuada y de estado nutricional a largo plazo.
Consiste en un parámetro explicado por factores genéticos y nutricionales y
es un buen índice de
cronicidad.
Específicamente para el
diagnóstico de obesidad
en niños y niñas
mayores de 1 mes, el
parámetro a considerar
corresponde al peso
para la talla (P/T), el cual
debe ser mayor o igual a
la 2 desviación estándar,
hacia la derecha, o ser
mayor a ésta
(P/T≥+2DS).
1.3.1.1. IMC
En niños y niñas mayores de 6 años, el parámetro a utilizar es el índice de masa
corporal (IMC = peso/talla2), con los siguientes criterios de diagnóstico:
• IMC < p10: Bajo peso.
• IMC entre p10 y < p 85: Normal.
• IMC entre p 85 y < p 95: Riesgo de obesidad.
• IMC > p 95: Obesidad.
Dado que el rango de normalidad del peso es muy amplio, deberán considerarse
como casos individuales las siguientes señales de alarma:
• Cambio del canal de crecimiento
del IMC en dos controles (por ejemplo
cambio del IMC desde el rango percentil
50-75 a percentil 75-85).
• Aumento del IMC > 1,5 puntos en 6
meses.
El IMC por edad tiene la limitante de que
no considera el grado de desarrollo
puberal (edad biológica). Existen
diferencias relativamente significativas en
el IMC para una misma edad y estatura
en función de esta variable. Entre una y otra etapa de Tanner se produce un
aumento del valor del IMC de aproximadamente 0,5 puntos en los varones y un
punto en las mujeres. Para una mejor evaluación a nivel individual, es
recomendable por lo tanto ajustar el valor del IMC en función del grado de
desarrollo puberal o los estadios de Tanner.
En adultos también se utiliza el índice de masa corporal (IMC), ya que se
considera un indicador simple de la relación entre el peso y la talla; en este grupo
se determina como obesidad cuando el IMC es superior o igual a 30 kg/m2.
A pesar de la buena correlación del IMC con la grasa corporal, hay ocasiones en
que un individuo puede tener un IMC en rangos normales o fuera de ellos, y sin
embargo al medir su circunferencia de cintura o al realizar una medición de
pliegues cutáneos (bicipital, tricipital, suprailíaco, subescapular), éste puede caer
en otra clasificación. Por ejemplo, personas delgadas, pero cuya composición
corporal sea principalmente grasa, o personas con exceso de peso cuya
composición corporal sea masa magra, como puede ser el caso de grandes
deportistas. También puede ser útil la circunferencia muscular del brazo, que
permite estimar masa magra y contribuye a aclarar estos casos excepcionales.
1.3.1.1. IMC
En niños y niñas mayores de 6 años, el parámetro a utilizar es el índice de masa
corporal (IMC = peso/talla2), con los siguientes criterios de diagnóstico:
• IMC < p10: Bajo peso.
• IMC entre p10 y < p 85: Normal.
• IMC entre p 85 y < p 95: Riesgo de obesidad.
• IMC > p 95: Obesidad.
Dado que el rango de normalidad del peso es muy amplio, deberán considerarse
como casos individuales las siguientes señales de alarma:
• Cambio del canal de crecimiento
del IMC en dos controles (por ejemplo
cambio del IMC desde el rango percentil
50-75 a percentil 75-85).
• Aumento del IMC > 1,5 puntos en 6
meses.
El IMC por edad tiene la limitante de que
no considera el grado de desarrollo
puberal (edad biológica). Existen
diferencias relativamente significativas en
el IMC para una misma edad y estatura
en función de esta variable. Entre una y otra etapa de Tanner se produce un
aumento del valor del IMC de aproximadamente 0,5 puntos en los varones y un
punto en las mujeres. Para una mejor evaluación a nivel individual, es
recomendable por lo tanto ajustar el valor del IMC en función del grado de
desarrollo puberal o los estadios de Tanner.
En adultos también se utiliza el índice de masa corporal (IMC), ya que se
considera un indicador simple de la relación entre el peso y la talla; en este grupo
se determina como obesidad cuando el IMC es superior o igual a 30 kg/m2.
A pesar de la buena correlación del IMC con la grasa corporal, hay ocasiones en
que un individuo puede tener un IMC en rangos normales o fuera de ellos, y sin
embargo al medir su circunferencia de cintura o al realizar una medición de
pliegues cutáneos (bicipital, tricipital, suprailíaco, subescapular), éste puede caer
en otra clasificación. Por ejemplo, personas delgadas, pero cuya composición
corporal sea principalmente grasa, o personas con exceso de peso cuya
composición corporal sea masa magra, como puede ser el caso de grandes
deportistas. También puede ser útil la circunferencia muscular del brazo, que
permite estimar masa magra y contribuye a aclarar estos casos excepcionales.
1.3.1.1. IMC
En niños y niñas mayores de 6 años, el parámetro a utilizar es el índice de masa
corporal (IMC = peso/talla2), con los siguientes criterios de diagnóstico:
• IMC < p10: Bajo peso.
• IMC entre p10 y < p 85: Normal.
• IMC entre p 85 y < p 95: Riesgo de obesidad.
• IMC > p 95: Obesidad.
Dado que el rango de normalidad del peso es muy amplio, deberán considerarse
como casos individuales las siguientes señales de alarma:
• Cambio del canal de crecimiento
del IMC en dos controles (por ejemplo
cambio del IMC desde el rango percentil
50-75 a percentil 75-85).
• Aumento del IMC > 1,5 puntos en 6
meses.
El IMC por edad tiene la limitante de que
no considera el grado de desarrollo
puberal (edad biológica). Existen
diferencias relativamente significativas en
el IMC para una misma edad y estatura
en función de esta variable. Entre una y otra etapa de Tanner se produce un
aumento del valor del IMC de aproximadamente 0,5 puntos en los varones y un
punto en las mujeres. Para una mejor evaluación a nivel individual, es
recomendable por lo tanto ajustar el valor del IMC en función del grado de
desarrollo puberal o los estadios de Tanner.
En adultos también se utiliza el índice de masa corporal (IMC), ya que se
considera un indicador simple de la relación entre el peso y la talla; en este grupo
se determina como obesidad cuando el IMC es superior o igual a 30 kg/m2.
A pesar de la buena correlación del IMC con la grasa corporal, hay ocasiones en
que un individuo puede tener un IMC en rangos normales o fuera de ellos, y sin
embargo al medir su circunferencia de cintura o al realizar una medición de
pliegues cutáneos (bicipital, tricipital, suprailíaco, subescapular), éste puede caer
en otra clasificación. Por ejemplo, personas delgadas, pero cuya composición
corporal sea principalmente grasa, o personas con exceso de peso cuya
composición corporal sea masa magra, como puede ser el caso de grandes
deportistas. También puede ser útil la circunferencia muscular del brazo, que
permite estimar masa magra y contribuye a aclarar estos casos excepcionales.
1.3.2. Historia Natural de la Obesidad
Cuando se analiza la historia natural de la obesidad en cohortes de niños y niñas,
se observa que el z score del índice de masa corporal (IMC) aumenta con la edad
a través del ciclo vital, y que además cohortes más recientes presentan IMC
mayores en las mismas edades. Estos dos hechos implican que con la edad va
aumentando la prevalencia de obesidad y que los niños/as actualmente
llegan a ser obesos más precozmente que antes (Mc Tigue, 2002).
También se ha descrito que el 80% de los adultos que eran obesos a mediados de
los treinta años, se volvieron obesos durante la adultez temprana, destacando que
por cada 1 Kg/m2 adicional que se tiene a la edad de 20 a 22 años, el riesgo de
volverse obeso a los 35-37 años aumenta 1,67 veces. Si se considera un 60% de
riesgo de obesidad a los 35-37 años como sustancial, entonces todas la mujeres,
independientemente de su raza, tienen riesgo de volverse obesas, incluso si sus
valores de IMC a los 20-22 años están levemente elevados (25-27 Kg/m2). En el
caso de los hombres, este riesgo se observa con valores de IMC levemente
mayores (26 a 28 Kg/m2). También se describió en estas cohortes que alrededor
del 15% de quienes eran obesos a la edad de 20-22 años, dejaron de serlo a los
35-37 años (Mc Tigue, 2002).
Al analizar en niños y niñas la edad de inicio de obesidad, se observó que la
mediana de edad de
presentación del primer
episodio fue a los 22 meses,
con un 25% de los niños/as
que habían sido
diagnosticados a los 5 meses
de edad o antes. También se
estimó que los niños/as con
sobrepeso comenzaron con la
ganancia excesiva de peso al
poco tiempo de nacidos, con
una tasa de exceso de IMC de 1 por cada año, lo que implica que a la edad de dos
años ya se habían convertido en niños y niñas obesos (Harrington, 2010).
Al analizar una cohorte de niños y niñas chilenos de 5 años, se observó que
aquellos que eran obesos a esa edad habían comenzado un aumento de su
IMC muy precozmente (6 meses de edad: >+1 puntaje z de IMC) manteniendo el
sobrepeso hasta los 24 meses, momento en que se vuelven obesos (Kain, 2009).
1.3.2. Historia Natural de la Obesidad
Cuando se analiza la historia natural de la obesidad en cohortes de niños y niñas,
se observa que el z score del índice de masa corporal (IMC) aumenta con la edad
a través del ciclo vital, y que además cohortes más recientes presentan IMC
mayores en las mismas edades. Estos dos hechos implican que con la edad va
aumentando la prevalencia de obesidad y que los niños/as actualmente
llegan a ser obesos más precozmente que antes (Mc Tigue, 2002).
También se ha descrito que el 80% de los adultos que eran obesos a mediados de
los treinta años, se volvieron obesos durante la adultez temprana, destacando que
por cada 1 Kg/m2 adicional que se tiene a la edad de 20 a 22 años, el riesgo de
volverse obeso a los 35-37 años aumenta 1,67 veces. Si se considera un 60% de
riesgo de obesidad a los 35-37 años como sustancial, entonces todas la mujeres,
independientemente de su raza, tienen riesgo de volverse obesas, incluso si sus
valores de IMC a los 20-22 años están levemente elevados (25-27 Kg/m2). En el
caso de los hombres, este riesgo se observa con valores de IMC levemente
mayores (26 a 28 Kg/m2). También se describió en estas cohortes que alrededor
del 15% de quienes eran obesos a la edad de 20-22 años, dejaron de serlo a los
35-37 años (Mc Tigue, 2002).
Al analizar en niños y niñas la edad de inicio de obesidad, se observó que la
mediana de edad de
presentación del primer
episodio fue a los 22 meses,
con un 25% de los niños/as
que habían sido
diagnosticados a los 5 meses
de edad o antes. También se
estimó que los niños/as con
sobrepeso comenzaron con la
ganancia excesiva de peso al
poco tiempo de nacidos, con
una tasa de exceso de IMC de 1 por cada año, lo que implica que a la edad de dos
años ya se habían convertido en niños y niñas obesos (Harrington, 2010).
Al analizar una cohorte de niños y niñas chilenos de 5 años, se observó que
aquellos que eran obesos a esa edad habían comenzado un aumento de su
IMC muy precozmente (6 meses de edad: >+1 puntaje z de IMC) manteniendo el
sobrepeso hasta los 24 meses, momento en que se vuelven obesos (Kain, 2009).
1.3.2. Historia Natural de la Obesidad
Cuando se analiza la historia natural de la obesidad en cohortes de niños y niñas,
se observa que el z score del índice de masa corporal (IMC) aumenta con la edad
a través del ciclo vital, y que además cohortes más recientes presentan IMC
mayores en las mismas edades. Estos dos hechos implican que con la edad va
aumentando la prevalencia de obesidad y que los niños/as actualmente
llegan a ser obesos más precozmente que antes (Mc Tigue, 2002).
También se ha descrito que el 80% de los adultos que eran obesos a mediados de
los treinta años, se volvieron obesos durante la adultez temprana, destacando que
por cada 1 Kg/m2 adicional que se tiene a la edad de 20 a 22 años, el riesgo de
volverse obeso a los 35-37 años aumenta 1,67 veces. Si se considera un 60% de
riesgo de obesidad a los 35-37 años como sustancial, entonces todas la mujeres,
independientemente de su raza, tienen riesgo de volverse obesas, incluso si sus
valores de IMC a los 20-22 años están levemente elevados (25-27 Kg/m2). En el
caso de los hombres, este riesgo se observa con valores de IMC levemente
mayores (26 a 28 Kg/m2). También se describió en estas cohortes que alrededor
del 15% de quienes eran obesos a la edad de 20-22 años, dejaron de serlo a los
35-37 años (Mc Tigue, 2002).
Al analizar en niños y niñas la edad de inicio de obesidad, se observó que la
mediana de edad de
presentación del primer
episodio fue a los 22 meses,
con un 25% de los niños/as
que habían sido
diagnosticados a los 5 meses
de edad o antes. También se
estimó que los niños/as con
sobrepeso comenzaron con la
ganancia excesiva de peso al
poco tiempo de nacidos, con
una tasa de exceso de IMC de 1 por cada año, lo que implica que a la edad de dos
años ya se habían convertido en niños y niñas obesos (Harrington, 2010).
Al analizar una cohorte de niños y niñas chilenos de 5 años, se observó que
aquellos que eran obesos a esa edad habían comenzado un aumento de su
IMC muy precozmente (6 meses de edad: >+1 puntaje z de IMC) manteniendo el
sobrepeso hasta los 24 meses, momento en que se vuelven obesos (Kain, 2009).
1.3.2.1. Modelo Causal de la Obesidad
La obesidad es una patología en la que interactúan genes y medio ambiente.
Alrededor del 80% de la población posee un genotipo ahorrador que permitió a la
humanidad sobrevivir en periodos de hambruna, pero frente al actual escenario,
donde existe una oferta de alimentos con alta concentración energética y un gasto
energético disminuido, este genotipo se expresa en sobrepeso y obesidad
(Procter, 2007).
Es conocido que la obesidad tiene un origen multicausal, que se desarrolla de
manera lenta. Si bien la cadena causal no está completamente comprendida, se
sabe que los factores primordiales para producir el desbalance energético,
son una disminución en el gasto energético mediado por un bajo nivel de
actividad física y un aumento en la ingesta (Procter, 2007).
Se observa el diagrama causal de obesidad identificando los factores en distintos
niveles como el individual, familiar, escuelas, comunidad y nacional.
1.3.2.1. Modelo Causal de la Obesidad
La obesidad es una patología en la que interactúan genes y medio ambiente.
Alrededor del 80% de la población posee un genotipo ahorrador que permitió a la
humanidad sobrevivir en periodos de hambruna, pero frente al actual escenario,
donde existe una oferta de alimentos con alta concentración energética y un gasto
energético disminuido, este genotipo se expresa en sobrepeso y obesidad
(Procter, 2007).
Es conocido que la obesidad tiene un origen multicausal, que se desarrolla de
manera lenta. Si bien la cadena causal no está completamente comprendida, se
sabe que los factores primordiales para producir el desbalance energético,
son una disminución en el gasto energético mediado por un bajo nivel de
actividad física y un aumento en la ingesta (Procter, 2007).
Se observa el diagrama causal de obesidad identificando los factores en distintos
niveles como el individual, familiar, escuelas, comunidad y nacional.
1.3.2.1. Modelo Causal de la Obesidad
La obesidad es una patología en la que interactúan genes y medio ambiente.
Alrededor del 80% de la población posee un genotipo ahorrador que permitió a la
humanidad sobrevivir en periodos de hambruna, pero frente al actual escenario,
donde existe una oferta de alimentos con alta concentración energética y un gasto
energético disminuido, este genotipo se expresa en sobrepeso y obesidad
(Procter, 2007).
Es conocido que la obesidad tiene un origen multicausal, que se desarrolla de
manera lenta. Si bien la cadena causal no está completamente comprendida, se
sabe que los factores primordiales para producir el desbalance energético,
son una disminución en el gasto energético mediado por un bajo nivel de
actividad física y un aumento en la ingesta (Procter, 2007).
Se observa el diagrama causal de obesidad identificando los factores en distintos
niveles como el individual, familiar, escuelas, comunidad y nacional.
1.4.Prácticas Alimentarias
En relación a la ingesta, es conocido que los niños y niñas antes de los cinco
años de edad ya han asumido el patrón alimentario de adultos que es
aceptado por su cultura, aprendiendo sobre los alimentos y cómo comerlos. A
esa edad ya se han visto expuestos a comerciales de alimentos y snacks, saben
qué es un alimento y qué no lo es, qué les gusta y qué no les gusta comer, cuándo
y cuánto comer (Birch,
2009).
Evidencia que proviene
de estudios
longitudinales y
experimentales indica
que las prácticas
alimentarias de los
padres influyen de
manera causal y muy
temprana sobre el
patrón alimentario y el
peso del niño/a, desde
la concepción y durante
los primeros años de vida. Los niños y niñas nacen con una preferencia por los
sabores dulces y alrededor de los cuatro meses aparece el gusto por los
alimentos salados, también están predispuestos a rechazar alimentos nuevos;
esta habilidad compensa la ingesta esencial para la supervivencia del niño/a
durante el primer año de vida (Birch, 2007).
Las prácticas alimentarias de los padres moldean precozmente los patrones
alimentarios del niño/a, indicándole si la alimentación es un acto que obedece a
estímulos del propio individuo (hambre/saciedad) o a estímulos del medio
ambiente (disponibilidad de alimentos). Cuando la disponibilidad de alimentos es
escasa, sin variedad y con poca higiene, el comportamiento tradicional de
alimentación de los niños/as es alimentarlos frecuentemente, con grandes
raciones y alimentos seleccionados, que les son ofrecidos como respuesta al
llanto. Además se estimula al niño/a a comer cuando hay alimentos disponibles,
incluso en ausencia de hambre. Esta conducta lleva a la consiguiente regla: un
niño/a bien alimentado es un niño/a grande (Birch, 2009).
Cuando se les ofrece grandes porciones de alimento, los niños y niñas responden
consumiendo más de esos alimentos, lo que lleva a un aumento del 25% de la
1.4.Prácticas Alimentarias
En relación a la ingesta, es conocido que los niños y niñas antes de los cinco
años de edad ya han asumido el patrón alimentario de adultos que es
aceptado por su cultura, aprendiendo sobre los alimentos y cómo comerlos. A
esa edad ya se han visto expuestos a comerciales de alimentos y snacks, saben
qué es un alimento y qué no lo es, qué les gusta y qué no les gusta comer, cuándo
y cuánto comer (Birch,
2009).
Evidencia que proviene
de estudios
longitudinales y
experimentales indica
que las prácticas
alimentarias de los
padres influyen de
manera causal y muy
temprana sobre el
patrón alimentario y el
peso del niño/a, desde
la concepción y durante
los primeros años de vida. Los niños y niñas nacen con una preferencia por los
sabores dulces y alrededor de los cuatro meses aparece el gusto por los
alimentos salados, también están predispuestos a rechazar alimentos nuevos;
esta habilidad compensa la ingesta esencial para la supervivencia del niño/a
durante el primer año de vida (Birch, 2007).
Las prácticas alimentarias de los padres moldean precozmente los patrones
alimentarios del niño/a, indicándole si la alimentación es un acto que obedece a
estímulos del propio individuo (hambre/saciedad) o a estímulos del medio
ambiente (disponibilidad de alimentos). Cuando la disponibilidad de alimentos es
escasa, sin variedad y con poca higiene, el comportamiento tradicional de
alimentación de los niños/as es alimentarlos frecuentemente, con grandes
raciones y alimentos seleccionados, que les son ofrecidos como respuesta al
llanto. Además se estimula al niño/a a comer cuando hay alimentos disponibles,
incluso en ausencia de hambre. Esta conducta lleva a la consiguiente regla: un
niño/a bien alimentado es un niño/a grande (Birch, 2009).
Cuando se les ofrece grandes porciones de alimento, los niños y niñas responden
consumiendo más de esos alimentos, lo que lleva a un aumento del 25% de la
1.4.Prácticas Alimentarias
En relación a la ingesta, es conocido que los niños y niñas antes de los cinco
años de edad ya han asumido el patrón alimentario de adultos que es
aceptado por su cultura, aprendiendo sobre los alimentos y cómo comerlos. A
esa edad ya se han visto expuestos a comerciales de alimentos y snacks, saben
qué es un alimento y qué no lo es, qué les gusta y qué no les gusta comer, cuándo
y cuánto comer (Birch,
2009).
Evidencia que proviene
de estudios
longitudinales y
experimentales indica
que las prácticas
alimentarias de los
padres influyen de
manera causal y muy
temprana sobre el
patrón alimentario y el
peso del niño/a, desde
la concepción y durante
los primeros años de vida. Los niños y niñas nacen con una preferencia por los
sabores dulces y alrededor de los cuatro meses aparece el gusto por los
alimentos salados, también están predispuestos a rechazar alimentos nuevos;
esta habilidad compensa la ingesta esencial para la supervivencia del niño/a
durante el primer año de vida (Birch, 2007).
Las prácticas alimentarias de los padres moldean precozmente los patrones
alimentarios del niño/a, indicándole si la alimentación es un acto que obedece a
estímulos del propio individuo (hambre/saciedad) o a estímulos del medio
ambiente (disponibilidad de alimentos). Cuando la disponibilidad de alimentos es
escasa, sin variedad y con poca higiene, el comportamiento tradicional de
alimentación de los niños/as es alimentarlos frecuentemente, con grandes
raciones y alimentos seleccionados, que les son ofrecidos como respuesta al
llanto. Además se estimula al niño/a a comer cuando hay alimentos disponibles,
incluso en ausencia de hambre. Esta conducta lleva a la consiguiente regla: un
niño/a bien alimentado es un niño/a grande (Birch, 2009).
Cuando se les ofrece grandes porciones de alimento, los niños y niñas responden
consumiendo más de esos alimentos, lo que lleva a un aumento del 25% de la
ingesta. Este exceso de calorías se acumula en el tiempo, llevando a un aumento
de peso y posterior exceso de peso y obesidad (Fisher, 2007).
Así también, cuando se analiza la preferencia de los niños/as por ciertos
alimentos, se observa que hasta un tercio de pre-escolares consume papas fritas
de manera diaria (Devany, 2004), junto a los snacks que se adicionan a los
tiempos de comida (Marmonier, 2000), los que contribuyen a aumentar el balance
energético a partir de alimentos no saludables.
1.4.1. Sedentarismo
Adicionalmente, se ha destacado que la pérdida de tiempos de comida en familia
afecta el control familiar sobre la alimentación, aportando menores oportunidades
de observar buenos modelos de alimentación (Procter, 2007).
En relación con el efecto que tiene la actividad física sobre la obesidad, se ha
descrito que existe una relación-dosis respuesta positiva entre el tiempo frente al
televisor y la prevalencia de obesidad
(Gortmaker, 1996), lo que podría traducirse en
disminución de la actividad física, aumento de la
ingesta de energía mientras se mira televisión,
reducción de la tasa metabólica y elección de
manera inadecuada de alimentos ricos en azúcar
y grasa debido a la publicidad televisiva (Procter,
2007). También es importante señalar que se
cuenta con evidencia que indica la existencia de
factores durante el embarazo que aumentan el
riesgo de tener obesidad en la infancia, como son
la obesidad materna, diabetes gestacional y
tabaquismo materno, los que inciden sobre el peso al nacer del niño/a (Procter,
2007). Además se ha descrito que el crecimiento postnatal es un factor de riesgo
para obesidad, ya que los niños/as con menor peso al nacer y mayor crecimiento
en peso durante los primeros años de vida, son los que tienen mayor riesgo de
desarrollar obesidad tempranamente (Procter, 2007).
En nuestro país, se ha referido que el 97% de la variación en el IMC en
escolares está dado por variables del individuo, como son sedentarismo
(OR: 3,98), obesidad materna (OR: 1,91) y ser mujer (OR: 1,75) (Amigo, 2007).
ingesta. Este exceso de calorías se acumula en el tiempo, llevando a un aumento
de peso y posterior exceso de peso y obesidad (Fisher, 2007).
Así también, cuando se analiza la preferencia de los niños/as por ciertos
alimentos, se observa que hasta un tercio de pre-escolares consume papas fritas
de manera diaria (Devany, 2004), junto a los snacks que se adicionan a los
tiempos de comida (Marmonier, 2000), los que contribuyen a aumentar el balance
energético a partir de alimentos no saludables.
1.4.1. Sedentarismo
Adicionalmente, se ha destacado que la pérdida de tiempos de comida en familia
afecta el control familiar sobre la alimentación, aportando menores oportunidades
de observar buenos modelos de alimentación (Procter, 2007).
En relación con el efecto que tiene la actividad física sobre la obesidad, se ha
descrito que existe una relación-dosis respuesta positiva entre el tiempo frente al
televisor y la prevalencia de obesidad
(Gortmaker, 1996), lo que podría traducirse en
disminución de la actividad física, aumento de la
ingesta de energía mientras se mira televisión,
reducción de la tasa metabólica y elección de
manera inadecuada de alimentos ricos en azúcar
y grasa debido a la publicidad televisiva (Procter,
2007). También es importante señalar que se
cuenta con evidencia que indica la existencia de
factores durante el embarazo que aumentan el
riesgo de tener obesidad en la infancia, como son
la obesidad materna, diabetes gestacional y
tabaquismo materno, los que inciden sobre el peso al nacer del niño/a (Procter,
2007). Además se ha descrito que el crecimiento postnatal es un factor de riesgo
para obesidad, ya que los niños/as con menor peso al nacer y mayor crecimiento
en peso durante los primeros años de vida, son los que tienen mayor riesgo de
desarrollar obesidad tempranamente (Procter, 2007).
En nuestro país, se ha referido que el 97% de la variación en el IMC en
escolares está dado por variables del individuo, como son sedentarismo
(OR: 3,98), obesidad materna (OR: 1,91) y ser mujer (OR: 1,75) (Amigo, 2007).
ingesta. Este exceso de calorías se acumula en el tiempo, llevando a un aumento
de peso y posterior exceso de peso y obesidad (Fisher, 2007).
Así también, cuando se analiza la preferencia de los niños/as por ciertos
alimentos, se observa que hasta un tercio de pre-escolares consume papas fritas
de manera diaria (Devany, 2004), junto a los snacks que se adicionan a los
tiempos de comida (Marmonier, 2000), los que contribuyen a aumentar el balance
energético a partir de alimentos no saludables.
1.4.1. Sedentarismo
Adicionalmente, se ha destacado que la pérdida de tiempos de comida en familia
afecta el control familiar sobre la alimentación, aportando menores oportunidades
de observar buenos modelos de alimentación (Procter, 2007).
En relación con el efecto que tiene la actividad física sobre la obesidad, se ha
descrito que existe una relación-dosis respuesta positiva entre el tiempo frente al
televisor y la prevalencia de obesidad
(Gortmaker, 1996), lo que podría traducirse en
disminución de la actividad física, aumento de la
ingesta de energía mientras se mira televisión,
reducción de la tasa metabólica y elección de
manera inadecuada de alimentos ricos en azúcar
y grasa debido a la publicidad televisiva (Procter,
2007). También es importante señalar que se
cuenta con evidencia que indica la existencia de
factores durante el embarazo que aumentan el
riesgo de tener obesidad en la infancia, como son
la obesidad materna, diabetes gestacional y
tabaquismo materno, los que inciden sobre el peso al nacer del niño/a (Procter,
2007). Además se ha descrito que el crecimiento postnatal es un factor de riesgo
para obesidad, ya que los niños/as con menor peso al nacer y mayor crecimiento
en peso durante los primeros años de vida, son los que tienen mayor riesgo de
desarrollar obesidad tempranamente (Procter, 2007).
En nuestro país, se ha referido que el 97% de la variación en el IMC en
escolares está dado por variables del individuo, como son sedentarismo
(OR: 3,98), obesidad materna (OR: 1,91) y ser mujer (OR: 1,75) (Amigo, 2007).
1.4.2. Factores Sociales
Se ha planteado que el incremento en la prevalencia de obesidad en niños y niñas
con mayor deprivación social, estaría mediado por factores como diferencias en la
dieta, la no existencia de áreas seguras para jugar y falta de oportunidades y de
fondos para realizar actividades recreacionales, por lo que ver televisión se
transforma en la actividad preferida por defecto. Asimismo, otro factor importante
es la falta de acceso a alimentos
saludables y la optimización de los
ingresos adquiriendo alimentos de
menor costo, pero de mayor
densidad energética (Procter,
2007).
Los cambios dietarios en relación al
consumo de aceites, endulzantes y
alimentos de procedencia animal, así
como cambios en los patrones de
actividad física que tienden al
sedentarismo, serían los responsables del rápido aumento de las prevalencias a
nivel mundial de obesidad (Popkin, 2004), indicándose que ésta disminuiría en un
31% si a nivel poblacional se eliminaran el sedentarismo y el consumo de comida
chatarra (Banwell, 2009).
Especial mención debe ser hecha al rol que las industrias alimentarias han
tenido en el aumento en la prevalencia de obesidad a nivel internacional,
incluyendo tanto las que manufacturan productos alimentarios como las que
expenden alimentos. También es relevante el papel de los medios de
comunicación masiva, que han incidido sobre el cambio de patrones alimentarios
de la población global en los últimos veinte años. Es así como se ha señalado la
existencia de un aumento del consumo de azúcares y grasas, a través de su uso
en la producción de productos de panadería y bebestibles, vía por la cual ha
aumentado la ingesta energética de la población (Bowman, 2002; Prentice, 2003).
Finalmente, se ha expresado que la forma en la cual los barrios y las ciudades
están diseñados también contribuye a desincentivar la actividad física, y por
ende a aumentar las tasas de obesidad a nivel poblacional. El hecho de que éstos
se encuentren más densamente poblados y cuenten con pocas veredas o de mala
calidad, menos espacios verdes y menos áreas para el esparcimiento, hace que la
población que vive en ellas se vuelva más sedentaria (Maziak, 2008).
1.4.2. Factores Sociales
Se ha planteado que el incremento en la prevalencia de obesidad en niños y niñas
con mayor deprivación social, estaría mediado por factores como diferencias en la
dieta, la no existencia de áreas seguras para jugar y falta de oportunidades y de
fondos para realizar actividades recreacionales, por lo que ver televisión se
transforma en la actividad preferida por defecto. Asimismo, otro factor importante
es la falta de acceso a alimentos
saludables y la optimización de los
ingresos adquiriendo alimentos de
menor costo, pero de mayor
densidad energética (Procter,
2007).
Los cambios dietarios en relación al
consumo de aceites, endulzantes y
alimentos de procedencia animal, así
como cambios en los patrones de
actividad física que tienden al
sedentarismo, serían los responsables del rápido aumento de las prevalencias a
nivel mundial de obesidad (Popkin, 2004), indicándose que ésta disminuiría en un
31% si a nivel poblacional se eliminaran el sedentarismo y el consumo de comida
chatarra (Banwell, 2009).
Especial mención debe ser hecha al rol que las industrias alimentarias han
tenido en el aumento en la prevalencia de obesidad a nivel internacional,
incluyendo tanto las que manufacturan productos alimentarios como las que
expenden alimentos. También es relevante el papel de los medios de
comunicación masiva, que han incidido sobre el cambio de patrones alimentarios
de la población global en los últimos veinte años. Es así como se ha señalado la
existencia de un aumento del consumo de azúcares y grasas, a través de su uso
en la producción de productos de panadería y bebestibles, vía por la cual ha
aumentado la ingesta energética de la población (Bowman, 2002; Prentice, 2003).
Finalmente, se ha expresado que la forma en la cual los barrios y las ciudades
están diseñados también contribuye a desincentivar la actividad física, y por
ende a aumentar las tasas de obesidad a nivel poblacional. El hecho de que éstos
se encuentren más densamente poblados y cuenten con pocas veredas o de mala
calidad, menos espacios verdes y menos áreas para el esparcimiento, hace que la
población que vive en ellas se vuelva más sedentaria (Maziak, 2008).
1.4.2. Factores Sociales
Se ha planteado que el incremento en la prevalencia de obesidad en niños y niñas
con mayor deprivación social, estaría mediado por factores como diferencias en la
dieta, la no existencia de áreas seguras para jugar y falta de oportunidades y de
fondos para realizar actividades recreacionales, por lo que ver televisión se
transforma en la actividad preferida por defecto. Asimismo, otro factor importante
es la falta de acceso a alimentos
saludables y la optimización de los
ingresos adquiriendo alimentos de
menor costo, pero de mayor
densidad energética (Procter,
2007).
Los cambios dietarios en relación al
consumo de aceites, endulzantes y
alimentos de procedencia animal, así
como cambios en los patrones de
actividad física que tienden al
sedentarismo, serían los responsables del rápido aumento de las prevalencias a
nivel mundial de obesidad (Popkin, 2004), indicándose que ésta disminuiría en un
31% si a nivel poblacional se eliminaran el sedentarismo y el consumo de comida
chatarra (Banwell, 2009).
Especial mención debe ser hecha al rol que las industrias alimentarias han
tenido en el aumento en la prevalencia de obesidad a nivel internacional,
incluyendo tanto las que manufacturan productos alimentarios como las que
expenden alimentos. También es relevante el papel de los medios de
comunicación masiva, que han incidido sobre el cambio de patrones alimentarios
de la población global en los últimos veinte años. Es así como se ha señalado la
existencia de un aumento del consumo de azúcares y grasas, a través de su uso
en la producción de productos de panadería y bebestibles, vía por la cual ha
aumentado la ingesta energética de la población (Bowman, 2002; Prentice, 2003).
Finalmente, se ha expresado que la forma en la cual los barrios y las ciudades
están diseñados también contribuye a desincentivar la actividad física, y por
ende a aumentar las tasas de obesidad a nivel poblacional. El hecho de que éstos
se encuentren más densamente poblados y cuenten con pocas veredas o de mala
calidad, menos espacios verdes y menos áreas para el esparcimiento, hace que la
población que vive en ellas se vuelva más sedentaria (Maziak, 2008).
2. COMPLICACIONES Y SÍNDROME METABÓLICO
Como ya señalamos, en 1997 la OMS reconoció la obesidad
del niño/a y del adolescente como una una enfermedad
crónica, porque se perpetúa en el tiempo y por su fuerte
asociación a diabetes, hipertensión arterial y enfermedad
cardiovascular isquémica. Asimismo, existe evidencia de la
asociación en menores de 18 años entre diabetes, síndrome
de ovario poliquístico, arteriosclerosis y riesgo
cardiovascular con obesidad. Esta asociación tiene como
base una susceptibilidad étnico-genética para desarrollar obesidad y
resistencia insulínica (RI).
La RI es una condición asociada a la obesidad, caracterizada por una respuesta
insuficiente o ausente de los tejidos periféricos a la acción de la insulina, lo
cual lleva a una serie de trastornos metabólicos y cardiovasculares calificados
como síndrome metabólico (SM). Este síndrome, conocido en población adulta,
también se encuentra presente en población infantil. Se caracteriza por obesidad
abdominal, dislipidemia, hipertensión arterial, intolerancia a la glucosa (IG) o
resistencia insulínica, los que determinan un mayor riesgo de DM2, accidente
vascular hipertensivo y cardiopatía isquémica.
2.1.Criterios ATP3 y NCEP
En la población adulta se han
definido varios criterios para el
diagnóstico clínico de SM,
coincidiendo en la presencia de
tres o más de los siguientes
cinco factores de riesgo
cardiovascular (FRCV):
2.2.Criterios en Niños y Adolescentes
Las formas de diagnóstico de SM más
utilizadas son la de Cook y Ferranti para
los niños y adolescentes, con el siguiente
criterio:
2. COMPLICACIONES Y SÍNDROME METABÓLICO
Como ya señalamos, en 1997 la OMS reconoció la obesidad
del niño/a y del adolescente como una una enfermedad
crónica, porque se perpetúa en el tiempo y por su fuerte
asociación a diabetes, hipertensión arterial y enfermedad
cardiovascular isquémica. Asimismo, existe evidencia de la
asociación en menores de 18 años entre diabetes, síndrome
de ovario poliquístico, arteriosclerosis y riesgo
cardiovascular con obesidad. Esta asociación tiene como
base una susceptibilidad étnico-genética para desarrollar obesidad y
resistencia insulínica (RI).
La RI es una condición asociada a la obesidad, caracterizada por una respuesta
insuficiente o ausente de los tejidos periféricos a la acción de la insulina, lo
cual lleva a una serie de trastornos metabólicos y cardiovasculares calificados
como síndrome metabólico (SM). Este síndrome, conocido en población adulta,
también se encuentra presente en población infantil. Se caracteriza por obesidad
abdominal, dislipidemia, hipertensión arterial, intolerancia a la glucosa (IG) o
resistencia insulínica, los que determinan un mayor riesgo de DM2, accidente
vascular hipertensivo y cardiopatía isquémica.
2.1.Criterios ATP3 y NCEP
En la población adulta se han
definido varios criterios para el
diagnóstico clínico de SM,
coincidiendo en la presencia de
tres o más de los siguientes
cinco factores de riesgo
cardiovascular (FRCV):
2.2.Criterios en Niños y Adolescentes
Las formas de diagnóstico de SM más
utilizadas son la de Cook y Ferranti para
los niños y adolescentes, con el siguiente
criterio:
2. COMPLICACIONES Y SÍNDROME METABÓLICO
Como ya señalamos, en 1997 la OMS reconoció la obesidad
del niño/a y del adolescente como una una enfermedad
crónica, porque se perpetúa en el tiempo y por su fuerte
asociación a diabetes, hipertensión arterial y enfermedad
cardiovascular isquémica. Asimismo, existe evidencia de la
asociación en menores de 18 años entre diabetes, síndrome
de ovario poliquístico, arteriosclerosis y riesgo
cardiovascular con obesidad. Esta asociación tiene como
base una susceptibilidad étnico-genética para desarrollar obesidad y
resistencia insulínica (RI).
La RI es una condición asociada a la obesidad, caracterizada por una respuesta
insuficiente o ausente de los tejidos periféricos a la acción de la insulina, lo
cual lleva a una serie de trastornos metabólicos y cardiovasculares calificados
como síndrome metabólico (SM). Este síndrome, conocido en población adulta,
también se encuentra presente en población infantil. Se caracteriza por obesidad
abdominal, dislipidemia, hipertensión arterial, intolerancia a la glucosa (IG) o
resistencia insulínica, los que determinan un mayor riesgo de DM2, accidente
vascular hipertensivo y cardiopatía isquémica.
2.1.Criterios ATP3 y NCEP
En la población adulta se han
definido varios criterios para el
diagnóstico clínico de SM,
coincidiendo en la presencia de
tres o más de los siguientes
cinco factores de riesgo
cardiovascular (FRCV):
2.2.Criterios en Niños y Adolescentes
Las formas de diagnóstico de SM más
utilizadas son la de Cook y Ferranti para
los niños y adolescentes, con el siguiente
criterio:
Esta última clasificación es, en definitiva,
menos exigente y clasifica a más
niños/as obesos o sobrepeso con
Síndrome Metabólico.
2.3.En Síntesis
En la población infantil y adolescente
y en adultos jóvenes con obesidad,
portadora del Síndrome Metabólico,
se concentra el mayor riesgo
cardiovascular. Seguimientos
longitudinales han permitido
identificar a los niños/as con
obesidad de mayor riesgo biológico y
ponderar dichos riesgos. Así, el
seguimiento longitudinal de Princeton en población americana, muestra que el
Síndrome Metabólico y la Diabetes Mellitus afectaron significativamente más a los
adultos que presentaron un SM en la niñez al compararlos con los que no lo
tuvieron.
Estos antecedentes señalan que una estrategia para la prevención de las
enfermedades crónicas, es la pesquisa y tratamiento temprano de la población
infantil y adolescente con obesidad portadora del Síndrome Metabólico.
Un criterio de alarma sencillo y práctico para iniciar el estudio es la pesquisa
de un perímetro de cintura y/ o la presencia de un IMC elevado:
1 IMC ≥ percentil 95 para edad y sexo, según patrón de referencia CDC-
NCHS (Norma MINSAL) o IMC mayor o igual a 30 kg/m2 ; y/o
2 PC ≥ percentil 90 NANHES III para edad y sexo.
* Al final de este documento se adjuntan Anexos con tablas necesarias para la evaluación del
Síndrome Metabólico en niños/as y adolescentes.
Esta última clasificación es, en definitiva,
menos exigente y clasifica a más
niños/as obesos o sobrepeso con
Síndrome Metabólico.
2.3.En Síntesis
En la población infantil y adolescente
y en adultos jóvenes con obesidad,
portadora del Síndrome Metabólico,
se concentra el mayor riesgo
cardiovascular. Seguimientos
longitudinales han permitido
identificar a los niños/as con
obesidad de mayor riesgo biológico y
ponderar dichos riesgos. Así, el
seguimiento longitudinal de Princeton en población americana, muestra que el
Síndrome Metabólico y la Diabetes Mellitus afectaron significativamente más a los
adultos que presentaron un SM en la niñez al compararlos con los que no lo
tuvieron.
Estos antecedentes señalan que una estrategia para la prevención de las
enfermedades crónicas, es la pesquisa y tratamiento temprano de la población
infantil y adolescente con obesidad portadora del Síndrome Metabólico.
Un criterio de alarma sencillo y práctico para iniciar el estudio es la pesquisa
de un perímetro de cintura y/ o la presencia de un IMC elevado:
1 IMC ≥ percentil 95 para edad y sexo, según patrón de referencia CDC-
NCHS (Norma MINSAL) o IMC mayor o igual a 30 kg/m2 ; y/o
2 PC ≥ percentil 90 NANHES III para edad y sexo.
* Al final de este documento se adjuntan Anexos con tablas necesarias para la evaluación del
Síndrome Metabólico en niños/as y adolescentes.
Esta última clasificación es, en definitiva,
menos exigente y clasifica a más
niños/as obesos o sobrepeso con
Síndrome Metabólico.
2.3.En Síntesis
En la población infantil y adolescente
y en adultos jóvenes con obesidad,
portadora del Síndrome Metabólico,
se concentra el mayor riesgo
cardiovascular. Seguimientos
longitudinales han permitido
identificar a los niños/as con
obesidad de mayor riesgo biológico y
ponderar dichos riesgos. Así, el
seguimiento longitudinal de Princeton en población americana, muestra que el
Síndrome Metabólico y la Diabetes Mellitus afectaron significativamente más a los
adultos que presentaron un SM en la niñez al compararlos con los que no lo
tuvieron.
Estos antecedentes señalan que una estrategia para la prevención de las
enfermedades crónicas, es la pesquisa y tratamiento temprano de la población
infantil y adolescente con obesidad portadora del Síndrome Metabólico.
Un criterio de alarma sencillo y práctico para iniciar el estudio es la pesquisa
de un perímetro de cintura y/ o la presencia de un IMC elevado:
1 IMC ≥ percentil 95 para edad y sexo, según patrón de referencia CDC-
NCHS (Norma MINSAL) o IMC mayor o igual a 30 kg/m2 ; y/o
2 PC ≥ percentil 90 NANHES III para edad y sexo.
* Al final de este documento se adjuntan Anexos con tablas necesarias para la evaluación del
Síndrome Metabólico en niños/as y adolescentes.
3. MODELO CAUSAL Y MODELO DE INTERVENCIÓN
Según señalamos anteriormente, la obesidad tiene un origen multicausal, y si bien
la cadena causal no está completamente comprendida, los factores primordiales
para producir el desbalance serían una disminución en el gasto energético,
menor nivel de actividad física y un aumento en la ingesta. Los factores
causales y las estrategias de intervención están íntimamente relacionados. Los
factores predisponentes, que son más cercanos al individuo, como el
comportamiento y la conducta, se manejan con estrategias individuales. Por su
parte, los factores ambientales deben tratarse con estrategias más estructurales y
poblacionales, que puedan llegar a todos indistintamente de su decisión, como
regulaciones, leyes, oferta gratuita de espacios para realizar actividad física,
ciclovías, alimentos más sanos, etc.
Existe consenso en que el énfasis para abordar el sobrepeso y la obesidad, debe
estar en promover estilos de vida saludables desde la infancia, a la edad en
que se forman los hábitos para toda la vida. El gran desafío es de qué forma
las políticas públicas contribuyen a favorecer y permitir que ello ocurra,
interviniendo los ambientes estructuralmente. Nadie discute que puede ser
necesario también ofrecer una alternativa terapéutica a las personas que ya
presentan malnutrición por exceso, aunque la experiencia internacional con
relación al tratamiento de la obesidad es desalentadora, por su alto costo y por los
malos resultados a largo plazo.
Cuando hablamos de
intervenciones en el estilo de
vida, el concepto es integral,
significa dieta sana, actividad
física periódica, prevención
del tabaquismo, alcohol y
drogas, y preocupación por la
salud mental. La pregunta es
cómo hacer realidad estos
buenos propósitos, que
además se complejizan
dado que las personas más
afectadas son también las
de menores ingresos. Por lo
tanto, tienen una capacidad económica limitada para comprar, conocimientos
también limitados para seleccionar y menos opciones para actuar. Por otro lado,
los alimentos menos saludables ejercen un gran atractivo por su publicidad,
menores precios y comodidad en su preparación. Así también, siempre es más
fácil elegir no realizar actividad física, en especial cuando la jornada laboral ha
3. MODELO CAUSAL Y MODELO DE INTERVENCIÓN
Según señalamos anteriormente, la obesidad tiene un origen multicausal, y si bien
la cadena causal no está completamente comprendida, los factores primordiales
para producir el desbalance serían una disminución en el gasto energético,
menor nivel de actividad física y un aumento en la ingesta. Los factores
causales y las estrategias de intervención están íntimamente relacionados. Los
factores predisponentes, que son más cercanos al individuo, como el
comportamiento y la conducta, se manejan con estrategias individuales. Por su
parte, los factores ambientales deben tratarse con estrategias más estructurales y
poblacionales, que puedan llegar a todos indistintamente de su decisión, como
regulaciones, leyes, oferta gratuita de espacios para realizar actividad física,
ciclovías, alimentos más sanos, etc.
Existe consenso en que el énfasis para abordar el sobrepeso y la obesidad, debe
estar en promover estilos de vida saludables desde la infancia, a la edad en
que se forman los hábitos para toda la vida. El gran desafío es de qué forma
las políticas públicas contribuyen a favorecer y permitir que ello ocurra,
interviniendo los ambientes estructuralmente. Nadie discute que puede ser
necesario también ofrecer una alternativa terapéutica a las personas que ya
presentan malnutrición por exceso, aunque la experiencia internacional con
relación al tratamiento de la obesidad es desalentadora, por su alto costo y por los
malos resultados a largo plazo.
Cuando hablamos de
intervenciones en el estilo de
vida, el concepto es integral,
significa dieta sana, actividad
física periódica, prevención
del tabaquismo, alcohol y
drogas, y preocupación por la
salud mental. La pregunta es
cómo hacer realidad estos
buenos propósitos, que
además se complejizan
dado que las personas más
afectadas son también las
de menores ingresos. Por lo
tanto, tienen una capacidad económica limitada para comprar, conocimientos
también limitados para seleccionar y menos opciones para actuar. Por otro lado,
los alimentos menos saludables ejercen un gran atractivo por su publicidad,
menores precios y comodidad en su preparación. Así también, siempre es más
fácil elegir no realizar actividad física, en especial cuando la jornada laboral ha
3. MODELO CAUSAL Y MODELO DE INTERVENCIÓN
Según señalamos anteriormente, la obesidad tiene un origen multicausal, y si bien
la cadena causal no está completamente comprendida, los factores primordiales
para producir el desbalance serían una disminución en el gasto energético,
menor nivel de actividad física y un aumento en la ingesta. Los factores
causales y las estrategias de intervención están íntimamente relacionados. Los
factores predisponentes, que son más cercanos al individuo, como el
comportamiento y la conducta, se manejan con estrategias individuales. Por su
parte, los factores ambientales deben tratarse con estrategias más estructurales y
poblacionales, que puedan llegar a todos indistintamente de su decisión, como
regulaciones, leyes, oferta gratuita de espacios para realizar actividad física,
ciclovías, alimentos más sanos, etc.
Existe consenso en que el énfasis para abordar el sobrepeso y la obesidad, debe
estar en promover estilos de vida saludables desde la infancia, a la edad en
que se forman los hábitos para toda la vida. El gran desafío es de qué forma
las políticas públicas contribuyen a favorecer y permitir que ello ocurra,
interviniendo los ambientes estructuralmente. Nadie discute que puede ser
necesario también ofrecer una alternativa terapéutica a las personas que ya
presentan malnutrición por exceso, aunque la experiencia internacional con
relación al tratamiento de la obesidad es desalentadora, por su alto costo y por los
malos resultados a largo plazo.
Cuando hablamos de
intervenciones en el estilo de
vida, el concepto es integral,
significa dieta sana, actividad
física periódica, prevención
del tabaquismo, alcohol y
drogas, y preocupación por la
salud mental. La pregunta es
cómo hacer realidad estos
buenos propósitos, que
además se complejizan
dado que las personas más
afectadas son también las
de menores ingresos. Por lo
tanto, tienen una capacidad económica limitada para comprar, conocimientos
también limitados para seleccionar y menos opciones para actuar. Por otro lado,
los alimentos menos saludables ejercen un gran atractivo por su publicidad,
menores precios y comodidad en su preparación. Así también, siempre es más
fácil elegir no realizar actividad física, en especial cuando la jornada laboral ha
sido extenuante y aún quedan varias labores familiares por realizar. El panorama
parece difícil de enfrentar y corregir.
3.1.Cambiar el Comportamiento
Modificar conductas requiere conocimiento, entender de qué estamos hablando y
por qué será mejor la nueva conducta o hábito. Pero esto implica más que sólo
educar; un abordaje integral debe considerar los determinantes sociales que
se vinculan a las conductas no saludables, como condición socioeconómica,
nivel educacional, cultura y ocupación, entre otras. Por tanto, cambiar el estilo
de vida debe ser una política pública intersectorial que atienda esos
determinantes, se acerque a la comunidad y entienda cuáles son las limitantes
para el cambio, las que pueden ser distintas para diferentes grupos poblacionales.
En este sentido, los países más
desarrollados están adoptando
legislaciones y regulaciones que
aseguren información nutricional veraz y
comprensible, evitando la publicidad
que desorienta y confunde al
consumidor. Incorporar obligatoriamente
en los establecimientos educacionales
información sobre alimentación y
nutrición, junto a la práctica regular de
actividad física, facilita que todos los
grupos accedan al cambio conductual,
aunque al principio sea por obligación.
Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los
estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para
la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida
como modelo de satisfacción y no sólo de salud.
3.2.Modelo de Intervención Social
Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los
estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para
la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida
como modelo de satisfacción y no sólo de salud.
sido extenuante y aún quedan varias labores familiares por realizar. El panorama
parece difícil de enfrentar y corregir.
3.1.Cambiar el Comportamiento
Modificar conductas requiere conocimiento, entender de qué estamos hablando y
por qué será mejor la nueva conducta o hábito. Pero esto implica más que sólo
educar; un abordaje integral debe considerar los determinantes sociales que
se vinculan a las conductas no saludables, como condición socioeconómica,
nivel educacional, cultura y ocupación, entre otras. Por tanto, cambiar el estilo
de vida debe ser una política pública intersectorial que atienda esos
determinantes, se acerque a la comunidad y entienda cuáles son las limitantes
para el cambio, las que pueden ser distintas para diferentes grupos poblacionales.
En este sentido, los países más
desarrollados están adoptando
legislaciones y regulaciones que
aseguren información nutricional veraz y
comprensible, evitando la publicidad
que desorienta y confunde al
consumidor. Incorporar obligatoriamente
en los establecimientos educacionales
información sobre alimentación y
nutrición, junto a la práctica regular de
actividad física, facilita que todos los
grupos accedan al cambio conductual,
aunque al principio sea por obligación.
Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los
estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para
la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida
como modelo de satisfacción y no sólo de salud.
3.2.Modelo de Intervención Social
Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los
estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para
la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida
como modelo de satisfacción y no sólo de salud.
sido extenuante y aún quedan varias labores familiares por realizar. El panorama
parece difícil de enfrentar y corregir.
3.1.Cambiar el Comportamiento
Modificar conductas requiere conocimiento, entender de qué estamos hablando y
por qué será mejor la nueva conducta o hábito. Pero esto implica más que sólo
educar; un abordaje integral debe considerar los determinantes sociales que
se vinculan a las conductas no saludables, como condición socioeconómica,
nivel educacional, cultura y ocupación, entre otras. Por tanto, cambiar el estilo
de vida debe ser una política pública intersectorial que atienda esos
determinantes, se acerque a la comunidad y entienda cuáles son las limitantes
para el cambio, las que pueden ser distintas para diferentes grupos poblacionales.
En este sentido, los países más
desarrollados están adoptando
legislaciones y regulaciones que
aseguren información nutricional veraz y
comprensible, evitando la publicidad
que desorienta y confunde al
consumidor. Incorporar obligatoriamente
en los establecimientos educacionales
información sobre alimentación y
nutrición, junto a la práctica regular de
actividad física, facilita que todos los
grupos accedan al cambio conductual,
aunque al principio sea por obligación.
Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los
estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para
la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida
como modelo de satisfacción y no sólo de salud.
3.2.Modelo de Intervención Social
Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los
estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para
la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida
como modelo de satisfacción y no sólo de salud.
Hasta ahora, los esfuerzos han estado puestos en medidas centradas en el
individuo y la familia, mediante controles de salud, intervenciones para pacientes
obesos, entrega de educación individual, consejería en vida sana y otras
modalidades. Sin embargo, cada vez hay más evidencia de la necesidad de
enfrentar el problema con mayor “responsabilidad social”; la sociedad en su
conjunto debe favorecer la adopción de estilos de vida más saludables.
En la imagen se observa la intervención de obesidad en base al modelo causal,
con estrategias individuales, familiares, a nivel escolar, de comunidades y también
nacional.
Hasta ahora, los esfuerzos han estado puestos en medidas centradas en el
individuo y la familia, mediante controles de salud, intervenciones para pacientes
obesos, entrega de educación individual, consejería en vida sana y otras
modalidades. Sin embargo, cada vez hay más evidencia de la necesidad de
enfrentar el problema con mayor “responsabilidad social”; la sociedad en su
conjunto debe favorecer la adopción de estilos de vida más saludables.
En la imagen se observa la intervención de obesidad en base al modelo causal,
con estrategias individuales, familiares, a nivel escolar, de comunidades y también
nacional.
Hasta ahora, los esfuerzos han estado puestos en medidas centradas en el
individuo y la familia, mediante controles de salud, intervenciones para pacientes
obesos, entrega de educación individual, consejería en vida sana y otras
modalidades. Sin embargo, cada vez hay más evidencia de la necesidad de
enfrentar el problema con mayor “responsabilidad social”; la sociedad en su
conjunto debe favorecer la adopción de estilos de vida más saludables.
En la imagen se observa la intervención de obesidad en base al modelo causal,
con estrategias individuales, familiares, a nivel escolar, de comunidades y también
nacional.
4. INTERVENCIONES
Es posible observar dos tipos de
intervenciones individuales. En primer lugar,
aquellas destinadas a generar estilos de
alimentación y actividad física a través de
la aplicación de consejería en vida sana y
guías anticipatorias durante el control de
salud, con el fin de prevenir una ganancia de
peso excesiva; y en segundo lugar, aquellas
que tratan a los niños que ya están
obesos.
Para remover o disminuir los factores de
riesgo, la literatura recomienda
intervenciones a nivel comunitario, en
escuelas, centros de salud y de familia y a
nivel del propio individuo.
Al analizar la bibliografía, se advierte la
existencia de abundante evidencia concluyente que demuestra como las
intervenciones en actividad física a pre-escolares y escolares de enseñanza
primaria y secundaria, producen modificaciones en distintos parámetros
antropométricos, disminuyendo el riesgo de sobrepeso (López, 2010).
Todas estas intervenciones tuvieron una duración que varió entre 3,5 y 72 meses.
En algunas se incorporó la participación de la familia, además de temas
alimentarios, y en otras se agregó en las mallas curriculares el trabajo de actividad
física y educación en alimentación, obteniendo la modificación del Índice de Masa
Corporal de los niños y niñas (López, 2010).
Es importante resaltar que las estrategias que sólo utilizan educación en sala de
clases, no producen un aumento en los niveles de actividad física. Son los
modelos activos que incluyen estrategias estructurales, los que efectivamente
producen un aumento de la actividad física en las escuelas, observándose un
efecto aún mayor cuando se incorpora a la familia y a la comunidad (Naylor,
2009).
En las intervenciones efectuadas para modificar la alimentación se han utilizado
diversas estrategias de trabajo, que abarcan desde la educación alimentario-
nutricional hasta la implementación de políticas tendientes a disminuir la oferta de
alimentos altamente energéticos. Existe consenso que la vida al aire libre es una
estrategia que debe ser implementada para estimular la actividad física en
niños/as y adultos. Se reconoce además que se trata de una alternativa costo-
4. INTERVENCIONES
Es posible observar dos tipos de
intervenciones individuales. En primer lugar,
aquellas destinadas a generar estilos de
alimentación y actividad física a través de
la aplicación de consejería en vida sana y
guías anticipatorias durante el control de
salud, con el fin de prevenir una ganancia de
peso excesiva; y en segundo lugar, aquellas
que tratan a los niños que ya están
obesos.
Para remover o disminuir los factores de
riesgo, la literatura recomienda
intervenciones a nivel comunitario, en
escuelas, centros de salud y de familia y a
nivel del propio individuo.
Al analizar la bibliografía, se advierte la
existencia de abundante evidencia concluyente que demuestra como las
intervenciones en actividad física a pre-escolares y escolares de enseñanza
primaria y secundaria, producen modificaciones en distintos parámetros
antropométricos, disminuyendo el riesgo de sobrepeso (López, 2010).
Todas estas intervenciones tuvieron una duración que varió entre 3,5 y 72 meses.
En algunas se incorporó la participación de la familia, además de temas
alimentarios, y en otras se agregó en las mallas curriculares el trabajo de actividad
física y educación en alimentación, obteniendo la modificación del Índice de Masa
Corporal de los niños y niñas (López, 2010).
Es importante resaltar que las estrategias que sólo utilizan educación en sala de
clases, no producen un aumento en los niveles de actividad física. Son los
modelos activos que incluyen estrategias estructurales, los que efectivamente
producen un aumento de la actividad física en las escuelas, observándose un
efecto aún mayor cuando se incorpora a la familia y a la comunidad (Naylor,
2009).
En las intervenciones efectuadas para modificar la alimentación se han utilizado
diversas estrategias de trabajo, que abarcan desde la educación alimentario-
nutricional hasta la implementación de políticas tendientes a disminuir la oferta de
alimentos altamente energéticos. Existe consenso que la vida al aire libre es una
estrategia que debe ser implementada para estimular la actividad física en
niños/as y adultos. Se reconoce además que se trata de una alternativa costo-
4. INTERVENCIONES
Es posible observar dos tipos de
intervenciones individuales. En primer lugar,
aquellas destinadas a generar estilos de
alimentación y actividad física a través de
la aplicación de consejería en vida sana y
guías anticipatorias durante el control de
salud, con el fin de prevenir una ganancia de
peso excesiva; y en segundo lugar, aquellas
que tratan a los niños que ya están
obesos.
Para remover o disminuir los factores de
riesgo, la literatura recomienda
intervenciones a nivel comunitario, en
escuelas, centros de salud y de familia y a
nivel del propio individuo.
Al analizar la bibliografía, se advierte la
existencia de abundante evidencia concluyente que demuestra como las
intervenciones en actividad física a pre-escolares y escolares de enseñanza
primaria y secundaria, producen modificaciones en distintos parámetros
antropométricos, disminuyendo el riesgo de sobrepeso (López, 2010).
Todas estas intervenciones tuvieron una duración que varió entre 3,5 y 72 meses.
En algunas se incorporó la participación de la familia, además de temas
alimentarios, y en otras se agregó en las mallas curriculares el trabajo de actividad
física y educación en alimentación, obteniendo la modificación del Índice de Masa
Corporal de los niños y niñas (López, 2010).
Es importante resaltar que las estrategias que sólo utilizan educación en sala de
clases, no producen un aumento en los niveles de actividad física. Son los
modelos activos que incluyen estrategias estructurales, los que efectivamente
producen un aumento de la actividad física en las escuelas, observándose un
efecto aún mayor cuando se incorpora a la familia y a la comunidad (Naylor,
2009).
En las intervenciones efectuadas para modificar la alimentación se han utilizado
diversas estrategias de trabajo, que abarcan desde la educación alimentario-
nutricional hasta la implementación de políticas tendientes a disminuir la oferta de
alimentos altamente energéticos. Existe consenso que la vida al aire libre es una
estrategia que debe ser implementada para estimular la actividad física en
niños/as y adultos. Se reconoce además que se trata de una alternativa costo-
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  • 2. UNIDAD 1: OBESIDAD INFANTIL Y SUS CONSECUENCIAS INTRODUCCIÓN Extendiéndose por el mundo sin respetar edad, sexo ni fronteras geográficas, el sobrepeso y la obesidad constituyen una pandemia que en la actualidad azota a las naciones del mundo desarrollado y a las que están en vías de serlo, trayendo consigo un dramático aumento de las enfermedades crónicas no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial y ciertos tipos de cáncer, además de discapacidad, reducción de la esperanza de vida y un alto costo económico para la sociedad. Chile no escapa a esta realidad, que si bien tiene un origen multicausal, básicamente obedece a estilos de vida poco saludables, a la ingesta de alimentos altamente calóricos y de bajo valor nutricional, al sedentarismo y a la falta de actividad física. Esta situación es especialmente preocupante en los niños y niñas, en quienes, en un número significativo, en la actualidad se observa prevalencia de obesidad y sobrepeso desde los primeros años de vida, lo que representa una alta probabilidad de que se conviertan en adultos obesos, contraigan las dolencias asociadas a esta patología y disminuyan su calidad de vida. En este alarmante contexto, es relevante saber qué se entiende por obesidad, cuántos tipos de ésta existen, sus efectos físicos y mentales, y cuáles son las mejores estrategias para prevenir y controlar este fenómeno desde los primeros años de vida. Los profesionales y técnicos de la salud, los educadores, los padres y la comunidad en general, son responsables de incentivar en los niños y niñas y en sus familias la preferencia por estilos de vida saludable, con una nutrición adecuada y acceso a la actividad física. Sin embargo, para que las intervenciones en este ámbito puedan tener éxito, además de conocer los aspectos médicos de la obesidad, es necesario manejar técnicas de comunicación y de consejería en las UNIDAD 1: OBESIDAD INFANTIL Y SUS CONSECUENCIAS INTRODUCCIÓN Extendiéndose por el mundo sin respetar edad, sexo ni fronteras geográficas, el sobrepeso y la obesidad constituyen una pandemia que en la actualidad azota a las naciones del mundo desarrollado y a las que están en vías de serlo, trayendo consigo un dramático aumento de las enfermedades crónicas no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial y ciertos tipos de cáncer, además de discapacidad, reducción de la esperanza de vida y un alto costo económico para la sociedad. Chile no escapa a esta realidad, que si bien tiene un origen multicausal, básicamente obedece a estilos de vida poco saludables, a la ingesta de alimentos altamente calóricos y de bajo valor nutricional, al sedentarismo y a la falta de actividad física. Esta situación es especialmente preocupante en los niños y niñas, en quienes, en un número significativo, en la actualidad se observa prevalencia de obesidad y sobrepeso desde los primeros años de vida, lo que representa una alta probabilidad de que se conviertan en adultos obesos, contraigan las dolencias asociadas a esta patología y disminuyan su calidad de vida. En este alarmante contexto, es relevante saber qué se entiende por obesidad, cuántos tipos de ésta existen, sus efectos físicos y mentales, y cuáles son las mejores estrategias para prevenir y controlar este fenómeno desde los primeros años de vida. Los profesionales y técnicos de la salud, los educadores, los padres y la comunidad en general, son responsables de incentivar en los niños y niñas y en sus familias la preferencia por estilos de vida saludable, con una nutrición adecuada y acceso a la actividad física. Sin embargo, para que las intervenciones en este ámbito puedan tener éxito, además de conocer los aspectos médicos de la obesidad, es necesario manejar técnicas de comunicación y de consejería en las UNIDAD 1: OBESIDAD INFANTIL Y SUS CONSECUENCIAS INTRODUCCIÓN Extendiéndose por el mundo sin respetar edad, sexo ni fronteras geográficas, el sobrepeso y la obesidad constituyen una pandemia que en la actualidad azota a las naciones del mundo desarrollado y a las que están en vías de serlo, trayendo consigo un dramático aumento de las enfermedades crónicas no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial y ciertos tipos de cáncer, además de discapacidad, reducción de la esperanza de vida y un alto costo económico para la sociedad. Chile no escapa a esta realidad, que si bien tiene un origen multicausal, básicamente obedece a estilos de vida poco saludables, a la ingesta de alimentos altamente calóricos y de bajo valor nutricional, al sedentarismo y a la falta de actividad física. Esta situación es especialmente preocupante en los niños y niñas, en quienes, en un número significativo, en la actualidad se observa prevalencia de obesidad y sobrepeso desde los primeros años de vida, lo que representa una alta probabilidad de que se conviertan en adultos obesos, contraigan las dolencias asociadas a esta patología y disminuyan su calidad de vida. En este alarmante contexto, es relevante saber qué se entiende por obesidad, cuántos tipos de ésta existen, sus efectos físicos y mentales, y cuáles son las mejores estrategias para prevenir y controlar este fenómeno desde los primeros años de vida. Los profesionales y técnicos de la salud, los educadores, los padres y la comunidad en general, son responsables de incentivar en los niños y niñas y en sus familias la preferencia por estilos de vida saludable, con una nutrición adecuada y acceso a la actividad física. Sin embargo, para que las intervenciones en este ámbito puedan tener éxito, además de conocer los aspectos médicos de la obesidad, es necesario manejar técnicas de comunicación y de consejería en las
  • 3. conductas deseadas, con el fin de poder llegar con eficiencia a los niños y niñas y a sus padres. También es importante tener claridad sobre la actividad física que deben realizar los pre escolares, en qué dosis y con qué frecuencia. En este documento abordaremos todos esos tópicos, con el objetivo de actualizar los conocimientos de los profesionales y técnicos de los equipos de salud respecto a la obesidad infantil. Con ello esperamos contribuir a que puedan reconocerla, diagnosticarla y enfrentar las complicaciones y síndromes asociados a ella, así como la mejor forma de abordar el manejo poblacional e individual, logrando promover un estilo de vida saludable. 1. DEFINICIONES Y CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE OBESIDAD La obesidad constituye un tema de salud pública de primera prioridad en el mundo entero. Sus raíces se encuentran en un cambio de comportamiento que excede la responsabilidad personal, ya que está influido por numerosas variables ambientales de diversas áreas, como las relaciones económicas, las dinámicas culturales y los actuales modelos de vida y de satisfacción de necesidades. Todos estos factores afectan los patrones de alimentación y de actividad física de la población, por lo cual, a partir de esta aseveración, se comprende que un enfoque exitoso sobre la obesidad debe incorporar una mirada integral y transversal del problema. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), que define la obesidad como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud, tanto ésta como el sobrepeso han alcanzado caracteres de epidemia a nivel mundial. Más de mil millones de personas adultas tienen malnutrición por exceso, y de ellas, al menos 300 millones son obesas. Se estima que en los últimos 30 años el aumento ha sido superior al 75% y la OMS calcula que en el 2015 habrá aproximadamente 2.300 millones de adultos con sobrepeso conductas deseadas, con el fin de poder llegar con eficiencia a los niños y niñas y a sus padres. También es importante tener claridad sobre la actividad física que deben realizar los pre escolares, en qué dosis y con qué frecuencia. En este documento abordaremos todos esos tópicos, con el objetivo de actualizar los conocimientos de los profesionales y técnicos de los equipos de salud respecto a la obesidad infantil. Con ello esperamos contribuir a que puedan reconocerla, diagnosticarla y enfrentar las complicaciones y síndromes asociados a ella, así como la mejor forma de abordar el manejo poblacional e individual, logrando promover un estilo de vida saludable. 1. DEFINICIONES Y CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE OBESIDAD La obesidad constituye un tema de salud pública de primera prioridad en el mundo entero. Sus raíces se encuentran en un cambio de comportamiento que excede la responsabilidad personal, ya que está influido por numerosas variables ambientales de diversas áreas, como las relaciones económicas, las dinámicas culturales y los actuales modelos de vida y de satisfacción de necesidades. Todos estos factores afectan los patrones de alimentación y de actividad física de la población, por lo cual, a partir de esta aseveración, se comprende que un enfoque exitoso sobre la obesidad debe incorporar una mirada integral y transversal del problema. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), que define la obesidad como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud, tanto ésta como el sobrepeso han alcanzado caracteres de epidemia a nivel mundial. Más de mil millones de personas adultas tienen malnutrición por exceso, y de ellas, al menos 300 millones son obesas. Se estima que en los últimos 30 años el aumento ha sido superior al 75% y la OMS calcula que en el 2015 habrá aproximadamente 2.300 millones de adultos con sobrepeso conductas deseadas, con el fin de poder llegar con eficiencia a los niños y niñas y a sus padres. También es importante tener claridad sobre la actividad física que deben realizar los pre escolares, en qué dosis y con qué frecuencia. En este documento abordaremos todos esos tópicos, con el objetivo de actualizar los conocimientos de los profesionales y técnicos de los equipos de salud respecto a la obesidad infantil. Con ello esperamos contribuir a que puedan reconocerla, diagnosticarla y enfrentar las complicaciones y síndromes asociados a ella, así como la mejor forma de abordar el manejo poblacional e individual, logrando promover un estilo de vida saludable. 1. DEFINICIONES Y CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE OBESIDAD La obesidad constituye un tema de salud pública de primera prioridad en el mundo entero. Sus raíces se encuentran en un cambio de comportamiento que excede la responsabilidad personal, ya que está influido por numerosas variables ambientales de diversas áreas, como las relaciones económicas, las dinámicas culturales y los actuales modelos de vida y de satisfacción de necesidades. Todos estos factores afectan los patrones de alimentación y de actividad física de la población, por lo cual, a partir de esta aseveración, se comprende que un enfoque exitoso sobre la obesidad debe incorporar una mirada integral y transversal del problema. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), que define la obesidad como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud, tanto ésta como el sobrepeso han alcanzado caracteres de epidemia a nivel mundial. Más de mil millones de personas adultas tienen malnutrición por exceso, y de ellas, al menos 300 millones son obesas. Se estima que en los últimos 30 años el aumento ha sido superior al 75% y la OMS calcula que en el 2015 habrá aproximadamente 2.300 millones de adultos con sobrepeso
  • 4. y más de 700 millones con obesidad. Como se observa en el gráfico, la mayor parte de los países no ha logrado controlar el incremento de la obesidad. 1.1.ETIOLOGÍA DE LA OBESIDAD La etiología de la obesidad es multifactorial, pero siempre refleja interacción entre la genética y el medio ambiente, con ingesta energética excesiva y gasto energético menor, lo que tiene como consecuencia el almacenamiento progresivo de grasa en forma de triglicéridos intraadipocitarios. La preocupación por la obesidad radica en sus efectos directos en la salud y en su asociación con las principales enfermedades no transmisibles de nuestro tiempo, como son las enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial y ciertos tipos de cáncer. La obesidad puede llegar a reducir la esperanza de vida hasta en diez años y representa una elevada carga económica para la sociedad. Desde 1980 la obesidad se ha duplicado en todo el mundo, no sólo en los países desarrollados, sino también en los que están en vías de serlo. Por esta razón, en 1997 la OMS la declaró una epidemia de carácter global. En 2008, 1500 millones de adultos (≥20 años) tenían malnutrición por exceso. Actualmente el 65% de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad cobran más vidas de personas que la malnutrición por déficit. Incluso, en el año 2010 alrededor de 43 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso u obesidad. 1.2.REALIDAD EN CHILE La situación en Chile no es distinta a la realidad mundial. En nuestro país la obesidad constituye el principal problema de la salud pública en el ámbito nutricional, con una prevalencia alta en todas las etapas de la vida. Actualmente a nivel nacional existen cerca de 9 millones de personas, mayores de 15 años, con obesidad o sobrepeso. y más de 700 millones con obesidad. Como se observa en el gráfico, la mayor parte de los países no ha logrado controlar el incremento de la obesidad. 1.1.ETIOLOGÍA DE LA OBESIDAD La etiología de la obesidad es multifactorial, pero siempre refleja interacción entre la genética y el medio ambiente, con ingesta energética excesiva y gasto energético menor, lo que tiene como consecuencia el almacenamiento progresivo de grasa en forma de triglicéridos intraadipocitarios. La preocupación por la obesidad radica en sus efectos directos en la salud y en su asociación con las principales enfermedades no transmisibles de nuestro tiempo, como son las enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial y ciertos tipos de cáncer. La obesidad puede llegar a reducir la esperanza de vida hasta en diez años y representa una elevada carga económica para la sociedad. Desde 1980 la obesidad se ha duplicado en todo el mundo, no sólo en los países desarrollados, sino también en los que están en vías de serlo. Por esta razón, en 1997 la OMS la declaró una epidemia de carácter global. En 2008, 1500 millones de adultos (≥20 años) tenían malnutrición por exceso. Actualmente el 65% de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad cobran más vidas de personas que la malnutrición por déficit. Incluso, en el año 2010 alrededor de 43 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso u obesidad. 1.2.REALIDAD EN CHILE La situación en Chile no es distinta a la realidad mundial. En nuestro país la obesidad constituye el principal problema de la salud pública en el ámbito nutricional, con una prevalencia alta en todas las etapas de la vida. Actualmente a nivel nacional existen cerca de 9 millones de personas, mayores de 15 años, con obesidad o sobrepeso. y más de 700 millones con obesidad. Como se observa en el gráfico, la mayor parte de los países no ha logrado controlar el incremento de la obesidad. 1.1.ETIOLOGÍA DE LA OBESIDAD La etiología de la obesidad es multifactorial, pero siempre refleja interacción entre la genética y el medio ambiente, con ingesta energética excesiva y gasto energético menor, lo que tiene como consecuencia el almacenamiento progresivo de grasa en forma de triglicéridos intraadipocitarios. La preocupación por la obesidad radica en sus efectos directos en la salud y en su asociación con las principales enfermedades no transmisibles de nuestro tiempo, como son las enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial y ciertos tipos de cáncer. La obesidad puede llegar a reducir la esperanza de vida hasta en diez años y representa una elevada carga económica para la sociedad. Desde 1980 la obesidad se ha duplicado en todo el mundo, no sólo en los países desarrollados, sino también en los que están en vías de serlo. Por esta razón, en 1997 la OMS la declaró una epidemia de carácter global. En 2008, 1500 millones de adultos (≥20 años) tenían malnutrición por exceso. Actualmente el 65% de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad cobran más vidas de personas que la malnutrición por déficit. Incluso, en el año 2010 alrededor de 43 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso u obesidad. 1.2.REALIDAD EN CHILE La situación en Chile no es distinta a la realidad mundial. En nuestro país la obesidad constituye el principal problema de la salud pública en el ámbito nutricional, con una prevalencia alta en todas las etapas de la vida. Actualmente a nivel nacional existen cerca de 9 millones de personas, mayores de 15 años, con obesidad o sobrepeso.
  • 5. Según la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2009-2010, el 64,5% de la población adulta (mayores de 15 años) tiene exceso de peso (IMC ≥ 25). De ella, el 39,3% tiene sobrepeso y el 27,4%, obesidad (se incluye obesidad mórbida). En nuestro país el exceso de peso presenta una prevalencia alta y creciente desde los primeros años de vida. A nivel nacional, contamos con un sistema de vigilancia alimentario-nutricional centralizado desde el Ministerio de Salud, el Ministerio de Educación y otras instituciones como la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) y la Fundación INTEGRA, que permite conocer la realidad epidemiológica de los grupos más sensibles. 1.2.1. Obesidad mundial/etárea/sexo Según datos de encuestas representativas de la población chilena, realizadas en 2010, la obesidad afecta a los 9,6% de los niños/as menores de 6 años y al 14% de los pre-escolares, mientras aumenta a un 23% en escolares de 1er año básico. De acuerdo a las encuestas, en adultos chilenos la obesidad y el sobrepeso alcanzan a más del 60% de la población. La Encuesta Nacional de Salud 2010 demostró que un 39,3% de la población mayor de 17 años de edad presenta sobrepeso y un 25,1% obesidad, lo que representa un aumento de 3,2% respecto de los datos del año 2003. Según la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2009-2010, el 64,5% de la población adulta (mayores de 15 años) tiene exceso de peso (IMC ≥ 25). De ella, el 39,3% tiene sobrepeso y el 27,4%, obesidad (se incluye obesidad mórbida). En nuestro país el exceso de peso presenta una prevalencia alta y creciente desde los primeros años de vida. A nivel nacional, contamos con un sistema de vigilancia alimentario-nutricional centralizado desde el Ministerio de Salud, el Ministerio de Educación y otras instituciones como la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) y la Fundación INTEGRA, que permite conocer la realidad epidemiológica de los grupos más sensibles. 1.2.1. Obesidad mundial/etárea/sexo Según datos de encuestas representativas de la población chilena, realizadas en 2010, la obesidad afecta a los 9,6% de los niños/as menores de 6 años y al 14% de los pre-escolares, mientras aumenta a un 23% en escolares de 1er año básico. De acuerdo a las encuestas, en adultos chilenos la obesidad y el sobrepeso alcanzan a más del 60% de la población. La Encuesta Nacional de Salud 2010 demostró que un 39,3% de la población mayor de 17 años de edad presenta sobrepeso y un 25,1% obesidad, lo que representa un aumento de 3,2% respecto de los datos del año 2003. Según la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2009-2010, el 64,5% de la población adulta (mayores de 15 años) tiene exceso de peso (IMC ≥ 25). De ella, el 39,3% tiene sobrepeso y el 27,4%, obesidad (se incluye obesidad mórbida). En nuestro país el exceso de peso presenta una prevalencia alta y creciente desde los primeros años de vida. A nivel nacional, contamos con un sistema de vigilancia alimentario-nutricional centralizado desde el Ministerio de Salud, el Ministerio de Educación y otras instituciones como la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) y la Fundación INTEGRA, que permite conocer la realidad epidemiológica de los grupos más sensibles. 1.2.1. Obesidad mundial/etárea/sexo Según datos de encuestas representativas de la población chilena, realizadas en 2010, la obesidad afecta a los 9,6% de los niños/as menores de 6 años y al 14% de los pre-escolares, mientras aumenta a un 23% en escolares de 1er año básico. De acuerdo a las encuestas, en adultos chilenos la obesidad y el sobrepeso alcanzan a más del 60% de la población. La Encuesta Nacional de Salud 2010 demostró que un 39,3% de la población mayor de 17 años de edad presenta sobrepeso y un 25,1% obesidad, lo que representa un aumento de 3,2% respecto de los datos del año 2003.
  • 6. 1.2.2. Percepción del peso La mayor parte de las personas no reconoce que está con exceso de peso, sin embargo dice estar haciendo algo por su peso. Es decir, el tema le preocupa. 1.2.2. Percepción del peso La mayor parte de las personas no reconoce que está con exceso de peso, sin embargo dice estar haciendo algo por su peso. Es decir, el tema le preocupa. 1.2.2. Percepción del peso La mayor parte de las personas no reconoce que está con exceso de peso, sin embargo dice estar haciendo algo por su peso. Es decir, el tema le preocupa.
  • 7. Por otra parte, el 88,6% de la población adulta en Chile es sedentaria en su tiempo libre, otro factor de riesgo importante en relación a las enfermedades no transmisibles. 1.2.3. Factores de Riesgos Estudios recientes del Ministerio de Salud, demuestran que la obesidad representa en Chile la segunda causa de años de vida perdidos por muerte o por discapacidad prematura (AVISA) y la quinta causa de muerte (MINSAL 2008). El 82,3% de la pérdida de AVISA se debió a las enfermedades no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares, las neoplasias malignas y la diabetes mellitus. Si se consideran las causas específicas, la primera fuente de pérdida de AVISA obedece a la enfermedad hipertensiva del corazón, en cuyo factor causal de se encuentran el alto consumo de sodio y el sobrepeso y la obesidadad. Por otra parte, el 88,6% de la población adulta en Chile es sedentaria en su tiempo libre, otro factor de riesgo importante en relación a las enfermedades no transmisibles. 1.2.3. Factores de Riesgos Estudios recientes del Ministerio de Salud, demuestran que la obesidad representa en Chile la segunda causa de años de vida perdidos por muerte o por discapacidad prematura (AVISA) y la quinta causa de muerte (MINSAL 2008). El 82,3% de la pérdida de AVISA se debió a las enfermedades no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares, las neoplasias malignas y la diabetes mellitus. Si se consideran las causas específicas, la primera fuente de pérdida de AVISA obedece a la enfermedad hipertensiva del corazón, en cuyo factor causal de se encuentran el alto consumo de sodio y el sobrepeso y la obesidadad. Por otra parte, el 88,6% de la población adulta en Chile es sedentaria en su tiempo libre, otro factor de riesgo importante en relación a las enfermedades no transmisibles. 1.2.3. Factores de Riesgos Estudios recientes del Ministerio de Salud, demuestran que la obesidad representa en Chile la segunda causa de años de vida perdidos por muerte o por discapacidad prematura (AVISA) y la quinta causa de muerte (MINSAL 2008). El 82,3% de la pérdida de AVISA se debió a las enfermedades no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares, las neoplasias malignas y la diabetes mellitus. Si se consideran las causas específicas, la primera fuente de pérdida de AVISA obedece a la enfermedad hipertensiva del corazón, en cuyo factor causal de se encuentran el alto consumo de sodio y el sobrepeso y la obesidadad.
  • 8. 1.3.Tipos de Obesidad Existen diversas formas de clasificar la obesidad, según etiología y según distribución de la masa corporal. Dentro de la clasificación etiológica se encuentran la obesidad primaria y secundaria. En la obesidad primaria, que está presente en el 95% de los obesos, no es posible determinar un factor etiológico causal, pero se la asocia a una conducta poco saludable. En cambio, la obesidad secundaria es el resultado de una patología conocida específica que condiciona su aparición, más allá del ambiente. En cuanto a la clasificación de la obesidad según la distribución de grasa corporal, existen dos categorías: androide y ginecoide. La obesidad androide, abdominal o visceral, es aquella que se caracteriza por un incremento anormal de los depósitos grasos abdominales (subcutáneo y visceral), dando forma al cuerpo de “manzana”. Este tipo de obesidad se asocia a un aumento del riesgo de desarrollar patologías metabólicas (diabetes mellitus tipo 2, dislipidemias e hipertensión arterial), como consecuencia de alteraciones endocrino metabólicas. La obesidad ginecoide se caracteriza por un aumento de los depósitos grasos fémoro glúteos (grasa periférica), dando la forma al cuerpo de “pera” y con menos riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas. 1.3.Tipos de Obesidad Existen diversas formas de clasificar la obesidad, según etiología y según distribución de la masa corporal. Dentro de la clasificación etiológica se encuentran la obesidad primaria y secundaria. En la obesidad primaria, que está presente en el 95% de los obesos, no es posible determinar un factor etiológico causal, pero se la asocia a una conducta poco saludable. En cambio, la obesidad secundaria es el resultado de una patología conocida específica que condiciona su aparición, más allá del ambiente. En cuanto a la clasificación de la obesidad según la distribución de grasa corporal, existen dos categorías: androide y ginecoide. La obesidad androide, abdominal o visceral, es aquella que se caracteriza por un incremento anormal de los depósitos grasos abdominales (subcutáneo y visceral), dando forma al cuerpo de “manzana”. Este tipo de obesidad se asocia a un aumento del riesgo de desarrollar patologías metabólicas (diabetes mellitus tipo 2, dislipidemias e hipertensión arterial), como consecuencia de alteraciones endocrino metabólicas. La obesidad ginecoide se caracteriza por un aumento de los depósitos grasos fémoro glúteos (grasa periférica), dando la forma al cuerpo de “pera” y con menos riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas. 1.3.Tipos de Obesidad Existen diversas formas de clasificar la obesidad, según etiología y según distribución de la masa corporal. Dentro de la clasificación etiológica se encuentran la obesidad primaria y secundaria. En la obesidad primaria, que está presente en el 95% de los obesos, no es posible determinar un factor etiológico causal, pero se la asocia a una conducta poco saludable. En cambio, la obesidad secundaria es el resultado de una patología conocida específica que condiciona su aparición, más allá del ambiente. En cuanto a la clasificación de la obesidad según la distribución de grasa corporal, existen dos categorías: androide y ginecoide. La obesidad androide, abdominal o visceral, es aquella que se caracteriza por un incremento anormal de los depósitos grasos abdominales (subcutáneo y visceral), dando forma al cuerpo de “manzana”. Este tipo de obesidad se asocia a un aumento del riesgo de desarrollar patologías metabólicas (diabetes mellitus tipo 2, dislipidemias e hipertensión arterial), como consecuencia de alteraciones endocrino metabólicas. La obesidad ginecoide se caracteriza por un aumento de los depósitos grasos fémoro glúteos (grasa periférica), dando la forma al cuerpo de “pera” y con menos riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas.
  • 9. 1.3.1. Diagnóstico El diagnóstico de la obesidad se basa en la medición de peso y talla de los individuos; estos valores se comparan con patrones de referencias definidos nacional e internacionalmente, según edad y sexo. Existen además otras mediciones posibles, pero menos frecuentemente utilizadas, como la circunferencia de cintura, la circunferencia braquial y los pliegues cutáneos, que pueden ser útiles en casos individuales. Para realizar el diagnóstico nutricional en niños y niñas menores de 1 año, se utilizan los siguientes tres parámetros o indicadores: • Peso para la edad (P/E): Es un buen indicador de déficit nutricional durante el primer año de vida, pero no permite diferenciar niños/as constitucionalmente pequeños, por lo que su uso como parámetro único no es recomendable. • Peso para la talla (P/T): Constituye un buen indicador de estado nutricional actual y no requiere un conocimiento preciso de la edad. Es útil tanto para el diagnóstico de desnutrición como para el de sobrepeso y obesidad. Su uso como parámetro único puede no diagnosticar como desnutridos a algunos niños/as que sí lo estén • Talla para la edad (T/E): El crecimiento lineal continuo es el mejor indicador de alimentación adecuada y de estado nutricional a largo plazo. Consiste en un parámetro explicado por factores genéticos y nutricionales y es un buen índice de cronicidad. Específicamente para el diagnóstico de obesidad en niños y niñas mayores de 1 mes, el parámetro a considerar corresponde al peso para la talla (P/T), el cual debe ser mayor o igual a la 2 desviación estándar, hacia la derecha, o ser mayor a ésta (P/T≥+2DS). 1.3.1. Diagnóstico El diagnóstico de la obesidad se basa en la medición de peso y talla de los individuos; estos valores se comparan con patrones de referencias definidos nacional e internacionalmente, según edad y sexo. Existen además otras mediciones posibles, pero menos frecuentemente utilizadas, como la circunferencia de cintura, la circunferencia braquial y los pliegues cutáneos, que pueden ser útiles en casos individuales. Para realizar el diagnóstico nutricional en niños y niñas menores de 1 año, se utilizan los siguientes tres parámetros o indicadores: • Peso para la edad (P/E): Es un buen indicador de déficit nutricional durante el primer año de vida, pero no permite diferenciar niños/as constitucionalmente pequeños, por lo que su uso como parámetro único no es recomendable. • Peso para la talla (P/T): Constituye un buen indicador de estado nutricional actual y no requiere un conocimiento preciso de la edad. Es útil tanto para el diagnóstico de desnutrición como para el de sobrepeso y obesidad. Su uso como parámetro único puede no diagnosticar como desnutridos a algunos niños/as que sí lo estén • Talla para la edad (T/E): El crecimiento lineal continuo es el mejor indicador de alimentación adecuada y de estado nutricional a largo plazo. Consiste en un parámetro explicado por factores genéticos y nutricionales y es un buen índice de cronicidad. Específicamente para el diagnóstico de obesidad en niños y niñas mayores de 1 mes, el parámetro a considerar corresponde al peso para la talla (P/T), el cual debe ser mayor o igual a la 2 desviación estándar, hacia la derecha, o ser mayor a ésta (P/T≥+2DS). 1.3.1. Diagnóstico El diagnóstico de la obesidad se basa en la medición de peso y talla de los individuos; estos valores se comparan con patrones de referencias definidos nacional e internacionalmente, según edad y sexo. Existen además otras mediciones posibles, pero menos frecuentemente utilizadas, como la circunferencia de cintura, la circunferencia braquial y los pliegues cutáneos, que pueden ser útiles en casos individuales. Para realizar el diagnóstico nutricional en niños y niñas menores de 1 año, se utilizan los siguientes tres parámetros o indicadores: • Peso para la edad (P/E): Es un buen indicador de déficit nutricional durante el primer año de vida, pero no permite diferenciar niños/as constitucionalmente pequeños, por lo que su uso como parámetro único no es recomendable. • Peso para la talla (P/T): Constituye un buen indicador de estado nutricional actual y no requiere un conocimiento preciso de la edad. Es útil tanto para el diagnóstico de desnutrición como para el de sobrepeso y obesidad. Su uso como parámetro único puede no diagnosticar como desnutridos a algunos niños/as que sí lo estén • Talla para la edad (T/E): El crecimiento lineal continuo es el mejor indicador de alimentación adecuada y de estado nutricional a largo plazo. Consiste en un parámetro explicado por factores genéticos y nutricionales y es un buen índice de cronicidad. Específicamente para el diagnóstico de obesidad en niños y niñas mayores de 1 mes, el parámetro a considerar corresponde al peso para la talla (P/T), el cual debe ser mayor o igual a la 2 desviación estándar, hacia la derecha, o ser mayor a ésta (P/T≥+2DS).
  • 10. 1.3.1.1. IMC En niños y niñas mayores de 6 años, el parámetro a utilizar es el índice de masa corporal (IMC = peso/talla2), con los siguientes criterios de diagnóstico: • IMC < p10: Bajo peso. • IMC entre p10 y < p 85: Normal. • IMC entre p 85 y < p 95: Riesgo de obesidad. • IMC > p 95: Obesidad. Dado que el rango de normalidad del peso es muy amplio, deberán considerarse como casos individuales las siguientes señales de alarma: • Cambio del canal de crecimiento del IMC en dos controles (por ejemplo cambio del IMC desde el rango percentil 50-75 a percentil 75-85). • Aumento del IMC > 1,5 puntos en 6 meses. El IMC por edad tiene la limitante de que no considera el grado de desarrollo puberal (edad biológica). Existen diferencias relativamente significativas en el IMC para una misma edad y estatura en función de esta variable. Entre una y otra etapa de Tanner se produce un aumento del valor del IMC de aproximadamente 0,5 puntos en los varones y un punto en las mujeres. Para una mejor evaluación a nivel individual, es recomendable por lo tanto ajustar el valor del IMC en función del grado de desarrollo puberal o los estadios de Tanner. En adultos también se utiliza el índice de masa corporal (IMC), ya que se considera un indicador simple de la relación entre el peso y la talla; en este grupo se determina como obesidad cuando el IMC es superior o igual a 30 kg/m2. A pesar de la buena correlación del IMC con la grasa corporal, hay ocasiones en que un individuo puede tener un IMC en rangos normales o fuera de ellos, y sin embargo al medir su circunferencia de cintura o al realizar una medición de pliegues cutáneos (bicipital, tricipital, suprailíaco, subescapular), éste puede caer en otra clasificación. Por ejemplo, personas delgadas, pero cuya composición corporal sea principalmente grasa, o personas con exceso de peso cuya composición corporal sea masa magra, como puede ser el caso de grandes deportistas. También puede ser útil la circunferencia muscular del brazo, que permite estimar masa magra y contribuye a aclarar estos casos excepcionales. 1.3.1.1. IMC En niños y niñas mayores de 6 años, el parámetro a utilizar es el índice de masa corporal (IMC = peso/talla2), con los siguientes criterios de diagnóstico: • IMC < p10: Bajo peso. • IMC entre p10 y < p 85: Normal. • IMC entre p 85 y < p 95: Riesgo de obesidad. • IMC > p 95: Obesidad. Dado que el rango de normalidad del peso es muy amplio, deberán considerarse como casos individuales las siguientes señales de alarma: • Cambio del canal de crecimiento del IMC en dos controles (por ejemplo cambio del IMC desde el rango percentil 50-75 a percentil 75-85). • Aumento del IMC > 1,5 puntos en 6 meses. El IMC por edad tiene la limitante de que no considera el grado de desarrollo puberal (edad biológica). Existen diferencias relativamente significativas en el IMC para una misma edad y estatura en función de esta variable. Entre una y otra etapa de Tanner se produce un aumento del valor del IMC de aproximadamente 0,5 puntos en los varones y un punto en las mujeres. Para una mejor evaluación a nivel individual, es recomendable por lo tanto ajustar el valor del IMC en función del grado de desarrollo puberal o los estadios de Tanner. En adultos también se utiliza el índice de masa corporal (IMC), ya que se considera un indicador simple de la relación entre el peso y la talla; en este grupo se determina como obesidad cuando el IMC es superior o igual a 30 kg/m2. A pesar de la buena correlación del IMC con la grasa corporal, hay ocasiones en que un individuo puede tener un IMC en rangos normales o fuera de ellos, y sin embargo al medir su circunferencia de cintura o al realizar una medición de pliegues cutáneos (bicipital, tricipital, suprailíaco, subescapular), éste puede caer en otra clasificación. Por ejemplo, personas delgadas, pero cuya composición corporal sea principalmente grasa, o personas con exceso de peso cuya composición corporal sea masa magra, como puede ser el caso de grandes deportistas. También puede ser útil la circunferencia muscular del brazo, que permite estimar masa magra y contribuye a aclarar estos casos excepcionales. 1.3.1.1. IMC En niños y niñas mayores de 6 años, el parámetro a utilizar es el índice de masa corporal (IMC = peso/talla2), con los siguientes criterios de diagnóstico: • IMC < p10: Bajo peso. • IMC entre p10 y < p 85: Normal. • IMC entre p 85 y < p 95: Riesgo de obesidad. • IMC > p 95: Obesidad. Dado que el rango de normalidad del peso es muy amplio, deberán considerarse como casos individuales las siguientes señales de alarma: • Cambio del canal de crecimiento del IMC en dos controles (por ejemplo cambio del IMC desde el rango percentil 50-75 a percentil 75-85). • Aumento del IMC > 1,5 puntos en 6 meses. El IMC por edad tiene la limitante de que no considera el grado de desarrollo puberal (edad biológica). Existen diferencias relativamente significativas en el IMC para una misma edad y estatura en función de esta variable. Entre una y otra etapa de Tanner se produce un aumento del valor del IMC de aproximadamente 0,5 puntos en los varones y un punto en las mujeres. Para una mejor evaluación a nivel individual, es recomendable por lo tanto ajustar el valor del IMC en función del grado de desarrollo puberal o los estadios de Tanner. En adultos también se utiliza el índice de masa corporal (IMC), ya que se considera un indicador simple de la relación entre el peso y la talla; en este grupo se determina como obesidad cuando el IMC es superior o igual a 30 kg/m2. A pesar de la buena correlación del IMC con la grasa corporal, hay ocasiones en que un individuo puede tener un IMC en rangos normales o fuera de ellos, y sin embargo al medir su circunferencia de cintura o al realizar una medición de pliegues cutáneos (bicipital, tricipital, suprailíaco, subescapular), éste puede caer en otra clasificación. Por ejemplo, personas delgadas, pero cuya composición corporal sea principalmente grasa, o personas con exceso de peso cuya composición corporal sea masa magra, como puede ser el caso de grandes deportistas. También puede ser útil la circunferencia muscular del brazo, que permite estimar masa magra y contribuye a aclarar estos casos excepcionales.
  • 11. 1.3.2. Historia Natural de la Obesidad Cuando se analiza la historia natural de la obesidad en cohortes de niños y niñas, se observa que el z score del índice de masa corporal (IMC) aumenta con la edad a través del ciclo vital, y que además cohortes más recientes presentan IMC mayores en las mismas edades. Estos dos hechos implican que con la edad va aumentando la prevalencia de obesidad y que los niños/as actualmente llegan a ser obesos más precozmente que antes (Mc Tigue, 2002). También se ha descrito que el 80% de los adultos que eran obesos a mediados de los treinta años, se volvieron obesos durante la adultez temprana, destacando que por cada 1 Kg/m2 adicional que se tiene a la edad de 20 a 22 años, el riesgo de volverse obeso a los 35-37 años aumenta 1,67 veces. Si se considera un 60% de riesgo de obesidad a los 35-37 años como sustancial, entonces todas la mujeres, independientemente de su raza, tienen riesgo de volverse obesas, incluso si sus valores de IMC a los 20-22 años están levemente elevados (25-27 Kg/m2). En el caso de los hombres, este riesgo se observa con valores de IMC levemente mayores (26 a 28 Kg/m2). También se describió en estas cohortes que alrededor del 15% de quienes eran obesos a la edad de 20-22 años, dejaron de serlo a los 35-37 años (Mc Tigue, 2002). Al analizar en niños y niñas la edad de inicio de obesidad, se observó que la mediana de edad de presentación del primer episodio fue a los 22 meses, con un 25% de los niños/as que habían sido diagnosticados a los 5 meses de edad o antes. También se estimó que los niños/as con sobrepeso comenzaron con la ganancia excesiva de peso al poco tiempo de nacidos, con una tasa de exceso de IMC de 1 por cada año, lo que implica que a la edad de dos años ya se habían convertido en niños y niñas obesos (Harrington, 2010). Al analizar una cohorte de niños y niñas chilenos de 5 años, se observó que aquellos que eran obesos a esa edad habían comenzado un aumento de su IMC muy precozmente (6 meses de edad: >+1 puntaje z de IMC) manteniendo el sobrepeso hasta los 24 meses, momento en que se vuelven obesos (Kain, 2009). 1.3.2. Historia Natural de la Obesidad Cuando se analiza la historia natural de la obesidad en cohortes de niños y niñas, se observa que el z score del índice de masa corporal (IMC) aumenta con la edad a través del ciclo vital, y que además cohortes más recientes presentan IMC mayores en las mismas edades. Estos dos hechos implican que con la edad va aumentando la prevalencia de obesidad y que los niños/as actualmente llegan a ser obesos más precozmente que antes (Mc Tigue, 2002). También se ha descrito que el 80% de los adultos que eran obesos a mediados de los treinta años, se volvieron obesos durante la adultez temprana, destacando que por cada 1 Kg/m2 adicional que se tiene a la edad de 20 a 22 años, el riesgo de volverse obeso a los 35-37 años aumenta 1,67 veces. Si se considera un 60% de riesgo de obesidad a los 35-37 años como sustancial, entonces todas la mujeres, independientemente de su raza, tienen riesgo de volverse obesas, incluso si sus valores de IMC a los 20-22 años están levemente elevados (25-27 Kg/m2). En el caso de los hombres, este riesgo se observa con valores de IMC levemente mayores (26 a 28 Kg/m2). También se describió en estas cohortes que alrededor del 15% de quienes eran obesos a la edad de 20-22 años, dejaron de serlo a los 35-37 años (Mc Tigue, 2002). Al analizar en niños y niñas la edad de inicio de obesidad, se observó que la mediana de edad de presentación del primer episodio fue a los 22 meses, con un 25% de los niños/as que habían sido diagnosticados a los 5 meses de edad o antes. También se estimó que los niños/as con sobrepeso comenzaron con la ganancia excesiva de peso al poco tiempo de nacidos, con una tasa de exceso de IMC de 1 por cada año, lo que implica que a la edad de dos años ya se habían convertido en niños y niñas obesos (Harrington, 2010). Al analizar una cohorte de niños y niñas chilenos de 5 años, se observó que aquellos que eran obesos a esa edad habían comenzado un aumento de su IMC muy precozmente (6 meses de edad: >+1 puntaje z de IMC) manteniendo el sobrepeso hasta los 24 meses, momento en que se vuelven obesos (Kain, 2009). 1.3.2. Historia Natural de la Obesidad Cuando se analiza la historia natural de la obesidad en cohortes de niños y niñas, se observa que el z score del índice de masa corporal (IMC) aumenta con la edad a través del ciclo vital, y que además cohortes más recientes presentan IMC mayores en las mismas edades. Estos dos hechos implican que con la edad va aumentando la prevalencia de obesidad y que los niños/as actualmente llegan a ser obesos más precozmente que antes (Mc Tigue, 2002). También se ha descrito que el 80% de los adultos que eran obesos a mediados de los treinta años, se volvieron obesos durante la adultez temprana, destacando que por cada 1 Kg/m2 adicional que se tiene a la edad de 20 a 22 años, el riesgo de volverse obeso a los 35-37 años aumenta 1,67 veces. Si se considera un 60% de riesgo de obesidad a los 35-37 años como sustancial, entonces todas la mujeres, independientemente de su raza, tienen riesgo de volverse obesas, incluso si sus valores de IMC a los 20-22 años están levemente elevados (25-27 Kg/m2). En el caso de los hombres, este riesgo se observa con valores de IMC levemente mayores (26 a 28 Kg/m2). También se describió en estas cohortes que alrededor del 15% de quienes eran obesos a la edad de 20-22 años, dejaron de serlo a los 35-37 años (Mc Tigue, 2002). Al analizar en niños y niñas la edad de inicio de obesidad, se observó que la mediana de edad de presentación del primer episodio fue a los 22 meses, con un 25% de los niños/as que habían sido diagnosticados a los 5 meses de edad o antes. También se estimó que los niños/as con sobrepeso comenzaron con la ganancia excesiva de peso al poco tiempo de nacidos, con una tasa de exceso de IMC de 1 por cada año, lo que implica que a la edad de dos años ya se habían convertido en niños y niñas obesos (Harrington, 2010). Al analizar una cohorte de niños y niñas chilenos de 5 años, se observó que aquellos que eran obesos a esa edad habían comenzado un aumento de su IMC muy precozmente (6 meses de edad: >+1 puntaje z de IMC) manteniendo el sobrepeso hasta los 24 meses, momento en que se vuelven obesos (Kain, 2009).
  • 12. 1.3.2.1. Modelo Causal de la Obesidad La obesidad es una patología en la que interactúan genes y medio ambiente. Alrededor del 80% de la población posee un genotipo ahorrador que permitió a la humanidad sobrevivir en periodos de hambruna, pero frente al actual escenario, donde existe una oferta de alimentos con alta concentración energética y un gasto energético disminuido, este genotipo se expresa en sobrepeso y obesidad (Procter, 2007). Es conocido que la obesidad tiene un origen multicausal, que se desarrolla de manera lenta. Si bien la cadena causal no está completamente comprendida, se sabe que los factores primordiales para producir el desbalance energético, son una disminución en el gasto energético mediado por un bajo nivel de actividad física y un aumento en la ingesta (Procter, 2007). Se observa el diagrama causal de obesidad identificando los factores en distintos niveles como el individual, familiar, escuelas, comunidad y nacional. 1.3.2.1. Modelo Causal de la Obesidad La obesidad es una patología en la que interactúan genes y medio ambiente. Alrededor del 80% de la población posee un genotipo ahorrador que permitió a la humanidad sobrevivir en periodos de hambruna, pero frente al actual escenario, donde existe una oferta de alimentos con alta concentración energética y un gasto energético disminuido, este genotipo se expresa en sobrepeso y obesidad (Procter, 2007). Es conocido que la obesidad tiene un origen multicausal, que se desarrolla de manera lenta. Si bien la cadena causal no está completamente comprendida, se sabe que los factores primordiales para producir el desbalance energético, son una disminución en el gasto energético mediado por un bajo nivel de actividad física y un aumento en la ingesta (Procter, 2007). Se observa el diagrama causal de obesidad identificando los factores en distintos niveles como el individual, familiar, escuelas, comunidad y nacional. 1.3.2.1. Modelo Causal de la Obesidad La obesidad es una patología en la que interactúan genes y medio ambiente. Alrededor del 80% de la población posee un genotipo ahorrador que permitió a la humanidad sobrevivir en periodos de hambruna, pero frente al actual escenario, donde existe una oferta de alimentos con alta concentración energética y un gasto energético disminuido, este genotipo se expresa en sobrepeso y obesidad (Procter, 2007). Es conocido que la obesidad tiene un origen multicausal, que se desarrolla de manera lenta. Si bien la cadena causal no está completamente comprendida, se sabe que los factores primordiales para producir el desbalance energético, son una disminución en el gasto energético mediado por un bajo nivel de actividad física y un aumento en la ingesta (Procter, 2007). Se observa el diagrama causal de obesidad identificando los factores en distintos niveles como el individual, familiar, escuelas, comunidad y nacional.
  • 13. 1.4.Prácticas Alimentarias En relación a la ingesta, es conocido que los niños y niñas antes de los cinco años de edad ya han asumido el patrón alimentario de adultos que es aceptado por su cultura, aprendiendo sobre los alimentos y cómo comerlos. A esa edad ya se han visto expuestos a comerciales de alimentos y snacks, saben qué es un alimento y qué no lo es, qué les gusta y qué no les gusta comer, cuándo y cuánto comer (Birch, 2009). Evidencia que proviene de estudios longitudinales y experimentales indica que las prácticas alimentarias de los padres influyen de manera causal y muy temprana sobre el patrón alimentario y el peso del niño/a, desde la concepción y durante los primeros años de vida. Los niños y niñas nacen con una preferencia por los sabores dulces y alrededor de los cuatro meses aparece el gusto por los alimentos salados, también están predispuestos a rechazar alimentos nuevos; esta habilidad compensa la ingesta esencial para la supervivencia del niño/a durante el primer año de vida (Birch, 2007). Las prácticas alimentarias de los padres moldean precozmente los patrones alimentarios del niño/a, indicándole si la alimentación es un acto que obedece a estímulos del propio individuo (hambre/saciedad) o a estímulos del medio ambiente (disponibilidad de alimentos). Cuando la disponibilidad de alimentos es escasa, sin variedad y con poca higiene, el comportamiento tradicional de alimentación de los niños/as es alimentarlos frecuentemente, con grandes raciones y alimentos seleccionados, que les son ofrecidos como respuesta al llanto. Además se estimula al niño/a a comer cuando hay alimentos disponibles, incluso en ausencia de hambre. Esta conducta lleva a la consiguiente regla: un niño/a bien alimentado es un niño/a grande (Birch, 2009). Cuando se les ofrece grandes porciones de alimento, los niños y niñas responden consumiendo más de esos alimentos, lo que lleva a un aumento del 25% de la 1.4.Prácticas Alimentarias En relación a la ingesta, es conocido que los niños y niñas antes de los cinco años de edad ya han asumido el patrón alimentario de adultos que es aceptado por su cultura, aprendiendo sobre los alimentos y cómo comerlos. A esa edad ya se han visto expuestos a comerciales de alimentos y snacks, saben qué es un alimento y qué no lo es, qué les gusta y qué no les gusta comer, cuándo y cuánto comer (Birch, 2009). Evidencia que proviene de estudios longitudinales y experimentales indica que las prácticas alimentarias de los padres influyen de manera causal y muy temprana sobre el patrón alimentario y el peso del niño/a, desde la concepción y durante los primeros años de vida. Los niños y niñas nacen con una preferencia por los sabores dulces y alrededor de los cuatro meses aparece el gusto por los alimentos salados, también están predispuestos a rechazar alimentos nuevos; esta habilidad compensa la ingesta esencial para la supervivencia del niño/a durante el primer año de vida (Birch, 2007). Las prácticas alimentarias de los padres moldean precozmente los patrones alimentarios del niño/a, indicándole si la alimentación es un acto que obedece a estímulos del propio individuo (hambre/saciedad) o a estímulos del medio ambiente (disponibilidad de alimentos). Cuando la disponibilidad de alimentos es escasa, sin variedad y con poca higiene, el comportamiento tradicional de alimentación de los niños/as es alimentarlos frecuentemente, con grandes raciones y alimentos seleccionados, que les son ofrecidos como respuesta al llanto. Además se estimula al niño/a a comer cuando hay alimentos disponibles, incluso en ausencia de hambre. Esta conducta lleva a la consiguiente regla: un niño/a bien alimentado es un niño/a grande (Birch, 2009). Cuando se les ofrece grandes porciones de alimento, los niños y niñas responden consumiendo más de esos alimentos, lo que lleva a un aumento del 25% de la 1.4.Prácticas Alimentarias En relación a la ingesta, es conocido que los niños y niñas antes de los cinco años de edad ya han asumido el patrón alimentario de adultos que es aceptado por su cultura, aprendiendo sobre los alimentos y cómo comerlos. A esa edad ya se han visto expuestos a comerciales de alimentos y snacks, saben qué es un alimento y qué no lo es, qué les gusta y qué no les gusta comer, cuándo y cuánto comer (Birch, 2009). Evidencia que proviene de estudios longitudinales y experimentales indica que las prácticas alimentarias de los padres influyen de manera causal y muy temprana sobre el patrón alimentario y el peso del niño/a, desde la concepción y durante los primeros años de vida. Los niños y niñas nacen con una preferencia por los sabores dulces y alrededor de los cuatro meses aparece el gusto por los alimentos salados, también están predispuestos a rechazar alimentos nuevos; esta habilidad compensa la ingesta esencial para la supervivencia del niño/a durante el primer año de vida (Birch, 2007). Las prácticas alimentarias de los padres moldean precozmente los patrones alimentarios del niño/a, indicándole si la alimentación es un acto que obedece a estímulos del propio individuo (hambre/saciedad) o a estímulos del medio ambiente (disponibilidad de alimentos). Cuando la disponibilidad de alimentos es escasa, sin variedad y con poca higiene, el comportamiento tradicional de alimentación de los niños/as es alimentarlos frecuentemente, con grandes raciones y alimentos seleccionados, que les son ofrecidos como respuesta al llanto. Además se estimula al niño/a a comer cuando hay alimentos disponibles, incluso en ausencia de hambre. Esta conducta lleva a la consiguiente regla: un niño/a bien alimentado es un niño/a grande (Birch, 2009). Cuando se les ofrece grandes porciones de alimento, los niños y niñas responden consumiendo más de esos alimentos, lo que lleva a un aumento del 25% de la
  • 14. ingesta. Este exceso de calorías se acumula en el tiempo, llevando a un aumento de peso y posterior exceso de peso y obesidad (Fisher, 2007). Así también, cuando se analiza la preferencia de los niños/as por ciertos alimentos, se observa que hasta un tercio de pre-escolares consume papas fritas de manera diaria (Devany, 2004), junto a los snacks que se adicionan a los tiempos de comida (Marmonier, 2000), los que contribuyen a aumentar el balance energético a partir de alimentos no saludables. 1.4.1. Sedentarismo Adicionalmente, se ha destacado que la pérdida de tiempos de comida en familia afecta el control familiar sobre la alimentación, aportando menores oportunidades de observar buenos modelos de alimentación (Procter, 2007). En relación con el efecto que tiene la actividad física sobre la obesidad, se ha descrito que existe una relación-dosis respuesta positiva entre el tiempo frente al televisor y la prevalencia de obesidad (Gortmaker, 1996), lo que podría traducirse en disminución de la actividad física, aumento de la ingesta de energía mientras se mira televisión, reducción de la tasa metabólica y elección de manera inadecuada de alimentos ricos en azúcar y grasa debido a la publicidad televisiva (Procter, 2007). También es importante señalar que se cuenta con evidencia que indica la existencia de factores durante el embarazo que aumentan el riesgo de tener obesidad en la infancia, como son la obesidad materna, diabetes gestacional y tabaquismo materno, los que inciden sobre el peso al nacer del niño/a (Procter, 2007). Además se ha descrito que el crecimiento postnatal es un factor de riesgo para obesidad, ya que los niños/as con menor peso al nacer y mayor crecimiento en peso durante los primeros años de vida, son los que tienen mayor riesgo de desarrollar obesidad tempranamente (Procter, 2007). En nuestro país, se ha referido que el 97% de la variación en el IMC en escolares está dado por variables del individuo, como son sedentarismo (OR: 3,98), obesidad materna (OR: 1,91) y ser mujer (OR: 1,75) (Amigo, 2007). ingesta. Este exceso de calorías se acumula en el tiempo, llevando a un aumento de peso y posterior exceso de peso y obesidad (Fisher, 2007). Así también, cuando se analiza la preferencia de los niños/as por ciertos alimentos, se observa que hasta un tercio de pre-escolares consume papas fritas de manera diaria (Devany, 2004), junto a los snacks que se adicionan a los tiempos de comida (Marmonier, 2000), los que contribuyen a aumentar el balance energético a partir de alimentos no saludables. 1.4.1. Sedentarismo Adicionalmente, se ha destacado que la pérdida de tiempos de comida en familia afecta el control familiar sobre la alimentación, aportando menores oportunidades de observar buenos modelos de alimentación (Procter, 2007). En relación con el efecto que tiene la actividad física sobre la obesidad, se ha descrito que existe una relación-dosis respuesta positiva entre el tiempo frente al televisor y la prevalencia de obesidad (Gortmaker, 1996), lo que podría traducirse en disminución de la actividad física, aumento de la ingesta de energía mientras se mira televisión, reducción de la tasa metabólica y elección de manera inadecuada de alimentos ricos en azúcar y grasa debido a la publicidad televisiva (Procter, 2007). También es importante señalar que se cuenta con evidencia que indica la existencia de factores durante el embarazo que aumentan el riesgo de tener obesidad en la infancia, como son la obesidad materna, diabetes gestacional y tabaquismo materno, los que inciden sobre el peso al nacer del niño/a (Procter, 2007). Además se ha descrito que el crecimiento postnatal es un factor de riesgo para obesidad, ya que los niños/as con menor peso al nacer y mayor crecimiento en peso durante los primeros años de vida, son los que tienen mayor riesgo de desarrollar obesidad tempranamente (Procter, 2007). En nuestro país, se ha referido que el 97% de la variación en el IMC en escolares está dado por variables del individuo, como son sedentarismo (OR: 3,98), obesidad materna (OR: 1,91) y ser mujer (OR: 1,75) (Amigo, 2007). ingesta. Este exceso de calorías se acumula en el tiempo, llevando a un aumento de peso y posterior exceso de peso y obesidad (Fisher, 2007). Así también, cuando se analiza la preferencia de los niños/as por ciertos alimentos, se observa que hasta un tercio de pre-escolares consume papas fritas de manera diaria (Devany, 2004), junto a los snacks que se adicionan a los tiempos de comida (Marmonier, 2000), los que contribuyen a aumentar el balance energético a partir de alimentos no saludables. 1.4.1. Sedentarismo Adicionalmente, se ha destacado que la pérdida de tiempos de comida en familia afecta el control familiar sobre la alimentación, aportando menores oportunidades de observar buenos modelos de alimentación (Procter, 2007). En relación con el efecto que tiene la actividad física sobre la obesidad, se ha descrito que existe una relación-dosis respuesta positiva entre el tiempo frente al televisor y la prevalencia de obesidad (Gortmaker, 1996), lo que podría traducirse en disminución de la actividad física, aumento de la ingesta de energía mientras se mira televisión, reducción de la tasa metabólica y elección de manera inadecuada de alimentos ricos en azúcar y grasa debido a la publicidad televisiva (Procter, 2007). También es importante señalar que se cuenta con evidencia que indica la existencia de factores durante el embarazo que aumentan el riesgo de tener obesidad en la infancia, como son la obesidad materna, diabetes gestacional y tabaquismo materno, los que inciden sobre el peso al nacer del niño/a (Procter, 2007). Además se ha descrito que el crecimiento postnatal es un factor de riesgo para obesidad, ya que los niños/as con menor peso al nacer y mayor crecimiento en peso durante los primeros años de vida, son los que tienen mayor riesgo de desarrollar obesidad tempranamente (Procter, 2007). En nuestro país, se ha referido que el 97% de la variación en el IMC en escolares está dado por variables del individuo, como son sedentarismo (OR: 3,98), obesidad materna (OR: 1,91) y ser mujer (OR: 1,75) (Amigo, 2007).
  • 15. 1.4.2. Factores Sociales Se ha planteado que el incremento en la prevalencia de obesidad en niños y niñas con mayor deprivación social, estaría mediado por factores como diferencias en la dieta, la no existencia de áreas seguras para jugar y falta de oportunidades y de fondos para realizar actividades recreacionales, por lo que ver televisión se transforma en la actividad preferida por defecto. Asimismo, otro factor importante es la falta de acceso a alimentos saludables y la optimización de los ingresos adquiriendo alimentos de menor costo, pero de mayor densidad energética (Procter, 2007). Los cambios dietarios en relación al consumo de aceites, endulzantes y alimentos de procedencia animal, así como cambios en los patrones de actividad física que tienden al sedentarismo, serían los responsables del rápido aumento de las prevalencias a nivel mundial de obesidad (Popkin, 2004), indicándose que ésta disminuiría en un 31% si a nivel poblacional se eliminaran el sedentarismo y el consumo de comida chatarra (Banwell, 2009). Especial mención debe ser hecha al rol que las industrias alimentarias han tenido en el aumento en la prevalencia de obesidad a nivel internacional, incluyendo tanto las que manufacturan productos alimentarios como las que expenden alimentos. También es relevante el papel de los medios de comunicación masiva, que han incidido sobre el cambio de patrones alimentarios de la población global en los últimos veinte años. Es así como se ha señalado la existencia de un aumento del consumo de azúcares y grasas, a través de su uso en la producción de productos de panadería y bebestibles, vía por la cual ha aumentado la ingesta energética de la población (Bowman, 2002; Prentice, 2003). Finalmente, se ha expresado que la forma en la cual los barrios y las ciudades están diseñados también contribuye a desincentivar la actividad física, y por ende a aumentar las tasas de obesidad a nivel poblacional. El hecho de que éstos se encuentren más densamente poblados y cuenten con pocas veredas o de mala calidad, menos espacios verdes y menos áreas para el esparcimiento, hace que la población que vive en ellas se vuelva más sedentaria (Maziak, 2008). 1.4.2. Factores Sociales Se ha planteado que el incremento en la prevalencia de obesidad en niños y niñas con mayor deprivación social, estaría mediado por factores como diferencias en la dieta, la no existencia de áreas seguras para jugar y falta de oportunidades y de fondos para realizar actividades recreacionales, por lo que ver televisión se transforma en la actividad preferida por defecto. Asimismo, otro factor importante es la falta de acceso a alimentos saludables y la optimización de los ingresos adquiriendo alimentos de menor costo, pero de mayor densidad energética (Procter, 2007). Los cambios dietarios en relación al consumo de aceites, endulzantes y alimentos de procedencia animal, así como cambios en los patrones de actividad física que tienden al sedentarismo, serían los responsables del rápido aumento de las prevalencias a nivel mundial de obesidad (Popkin, 2004), indicándose que ésta disminuiría en un 31% si a nivel poblacional se eliminaran el sedentarismo y el consumo de comida chatarra (Banwell, 2009). Especial mención debe ser hecha al rol que las industrias alimentarias han tenido en el aumento en la prevalencia de obesidad a nivel internacional, incluyendo tanto las que manufacturan productos alimentarios como las que expenden alimentos. También es relevante el papel de los medios de comunicación masiva, que han incidido sobre el cambio de patrones alimentarios de la población global en los últimos veinte años. Es así como se ha señalado la existencia de un aumento del consumo de azúcares y grasas, a través de su uso en la producción de productos de panadería y bebestibles, vía por la cual ha aumentado la ingesta energética de la población (Bowman, 2002; Prentice, 2003). Finalmente, se ha expresado que la forma en la cual los barrios y las ciudades están diseñados también contribuye a desincentivar la actividad física, y por ende a aumentar las tasas de obesidad a nivel poblacional. El hecho de que éstos se encuentren más densamente poblados y cuenten con pocas veredas o de mala calidad, menos espacios verdes y menos áreas para el esparcimiento, hace que la población que vive en ellas se vuelva más sedentaria (Maziak, 2008). 1.4.2. Factores Sociales Se ha planteado que el incremento en la prevalencia de obesidad en niños y niñas con mayor deprivación social, estaría mediado por factores como diferencias en la dieta, la no existencia de áreas seguras para jugar y falta de oportunidades y de fondos para realizar actividades recreacionales, por lo que ver televisión se transforma en la actividad preferida por defecto. Asimismo, otro factor importante es la falta de acceso a alimentos saludables y la optimización de los ingresos adquiriendo alimentos de menor costo, pero de mayor densidad energética (Procter, 2007). Los cambios dietarios en relación al consumo de aceites, endulzantes y alimentos de procedencia animal, así como cambios en los patrones de actividad física que tienden al sedentarismo, serían los responsables del rápido aumento de las prevalencias a nivel mundial de obesidad (Popkin, 2004), indicándose que ésta disminuiría en un 31% si a nivel poblacional se eliminaran el sedentarismo y el consumo de comida chatarra (Banwell, 2009). Especial mención debe ser hecha al rol que las industrias alimentarias han tenido en el aumento en la prevalencia de obesidad a nivel internacional, incluyendo tanto las que manufacturan productos alimentarios como las que expenden alimentos. También es relevante el papel de los medios de comunicación masiva, que han incidido sobre el cambio de patrones alimentarios de la población global en los últimos veinte años. Es así como se ha señalado la existencia de un aumento del consumo de azúcares y grasas, a través de su uso en la producción de productos de panadería y bebestibles, vía por la cual ha aumentado la ingesta energética de la población (Bowman, 2002; Prentice, 2003). Finalmente, se ha expresado que la forma en la cual los barrios y las ciudades están diseñados también contribuye a desincentivar la actividad física, y por ende a aumentar las tasas de obesidad a nivel poblacional. El hecho de que éstos se encuentren más densamente poblados y cuenten con pocas veredas o de mala calidad, menos espacios verdes y menos áreas para el esparcimiento, hace que la población que vive en ellas se vuelva más sedentaria (Maziak, 2008).
  • 16. 2. COMPLICACIONES Y SÍNDROME METABÓLICO Como ya señalamos, en 1997 la OMS reconoció la obesidad del niño/a y del adolescente como una una enfermedad crónica, porque se perpetúa en el tiempo y por su fuerte asociación a diabetes, hipertensión arterial y enfermedad cardiovascular isquémica. Asimismo, existe evidencia de la asociación en menores de 18 años entre diabetes, síndrome de ovario poliquístico, arteriosclerosis y riesgo cardiovascular con obesidad. Esta asociación tiene como base una susceptibilidad étnico-genética para desarrollar obesidad y resistencia insulínica (RI). La RI es una condición asociada a la obesidad, caracterizada por una respuesta insuficiente o ausente de los tejidos periféricos a la acción de la insulina, lo cual lleva a una serie de trastornos metabólicos y cardiovasculares calificados como síndrome metabólico (SM). Este síndrome, conocido en población adulta, también se encuentra presente en población infantil. Se caracteriza por obesidad abdominal, dislipidemia, hipertensión arterial, intolerancia a la glucosa (IG) o resistencia insulínica, los que determinan un mayor riesgo de DM2, accidente vascular hipertensivo y cardiopatía isquémica. 2.1.Criterios ATP3 y NCEP En la población adulta se han definido varios criterios para el diagnóstico clínico de SM, coincidiendo en la presencia de tres o más de los siguientes cinco factores de riesgo cardiovascular (FRCV): 2.2.Criterios en Niños y Adolescentes Las formas de diagnóstico de SM más utilizadas son la de Cook y Ferranti para los niños y adolescentes, con el siguiente criterio: 2. COMPLICACIONES Y SÍNDROME METABÓLICO Como ya señalamos, en 1997 la OMS reconoció la obesidad del niño/a y del adolescente como una una enfermedad crónica, porque se perpetúa en el tiempo y por su fuerte asociación a diabetes, hipertensión arterial y enfermedad cardiovascular isquémica. Asimismo, existe evidencia de la asociación en menores de 18 años entre diabetes, síndrome de ovario poliquístico, arteriosclerosis y riesgo cardiovascular con obesidad. Esta asociación tiene como base una susceptibilidad étnico-genética para desarrollar obesidad y resistencia insulínica (RI). La RI es una condición asociada a la obesidad, caracterizada por una respuesta insuficiente o ausente de los tejidos periféricos a la acción de la insulina, lo cual lleva a una serie de trastornos metabólicos y cardiovasculares calificados como síndrome metabólico (SM). Este síndrome, conocido en población adulta, también se encuentra presente en población infantil. Se caracteriza por obesidad abdominal, dislipidemia, hipertensión arterial, intolerancia a la glucosa (IG) o resistencia insulínica, los que determinan un mayor riesgo de DM2, accidente vascular hipertensivo y cardiopatía isquémica. 2.1.Criterios ATP3 y NCEP En la población adulta se han definido varios criterios para el diagnóstico clínico de SM, coincidiendo en la presencia de tres o más de los siguientes cinco factores de riesgo cardiovascular (FRCV): 2.2.Criterios en Niños y Adolescentes Las formas de diagnóstico de SM más utilizadas son la de Cook y Ferranti para los niños y adolescentes, con el siguiente criterio: 2. COMPLICACIONES Y SÍNDROME METABÓLICO Como ya señalamos, en 1997 la OMS reconoció la obesidad del niño/a y del adolescente como una una enfermedad crónica, porque se perpetúa en el tiempo y por su fuerte asociación a diabetes, hipertensión arterial y enfermedad cardiovascular isquémica. Asimismo, existe evidencia de la asociación en menores de 18 años entre diabetes, síndrome de ovario poliquístico, arteriosclerosis y riesgo cardiovascular con obesidad. Esta asociación tiene como base una susceptibilidad étnico-genética para desarrollar obesidad y resistencia insulínica (RI). La RI es una condición asociada a la obesidad, caracterizada por una respuesta insuficiente o ausente de los tejidos periféricos a la acción de la insulina, lo cual lleva a una serie de trastornos metabólicos y cardiovasculares calificados como síndrome metabólico (SM). Este síndrome, conocido en población adulta, también se encuentra presente en población infantil. Se caracteriza por obesidad abdominal, dislipidemia, hipertensión arterial, intolerancia a la glucosa (IG) o resistencia insulínica, los que determinan un mayor riesgo de DM2, accidente vascular hipertensivo y cardiopatía isquémica. 2.1.Criterios ATP3 y NCEP En la población adulta se han definido varios criterios para el diagnóstico clínico de SM, coincidiendo en la presencia de tres o más de los siguientes cinco factores de riesgo cardiovascular (FRCV): 2.2.Criterios en Niños y Adolescentes Las formas de diagnóstico de SM más utilizadas son la de Cook y Ferranti para los niños y adolescentes, con el siguiente criterio:
  • 17. Esta última clasificación es, en definitiva, menos exigente y clasifica a más niños/as obesos o sobrepeso con Síndrome Metabólico. 2.3.En Síntesis En la población infantil y adolescente y en adultos jóvenes con obesidad, portadora del Síndrome Metabólico, se concentra el mayor riesgo cardiovascular. Seguimientos longitudinales han permitido identificar a los niños/as con obesidad de mayor riesgo biológico y ponderar dichos riesgos. Así, el seguimiento longitudinal de Princeton en población americana, muestra que el Síndrome Metabólico y la Diabetes Mellitus afectaron significativamente más a los adultos que presentaron un SM en la niñez al compararlos con los que no lo tuvieron. Estos antecedentes señalan que una estrategia para la prevención de las enfermedades crónicas, es la pesquisa y tratamiento temprano de la población infantil y adolescente con obesidad portadora del Síndrome Metabólico. Un criterio de alarma sencillo y práctico para iniciar el estudio es la pesquisa de un perímetro de cintura y/ o la presencia de un IMC elevado: 1 IMC ≥ percentil 95 para edad y sexo, según patrón de referencia CDC- NCHS (Norma MINSAL) o IMC mayor o igual a 30 kg/m2 ; y/o 2 PC ≥ percentil 90 NANHES III para edad y sexo. * Al final de este documento se adjuntan Anexos con tablas necesarias para la evaluación del Síndrome Metabólico en niños/as y adolescentes. Esta última clasificación es, en definitiva, menos exigente y clasifica a más niños/as obesos o sobrepeso con Síndrome Metabólico. 2.3.En Síntesis En la población infantil y adolescente y en adultos jóvenes con obesidad, portadora del Síndrome Metabólico, se concentra el mayor riesgo cardiovascular. Seguimientos longitudinales han permitido identificar a los niños/as con obesidad de mayor riesgo biológico y ponderar dichos riesgos. Así, el seguimiento longitudinal de Princeton en población americana, muestra que el Síndrome Metabólico y la Diabetes Mellitus afectaron significativamente más a los adultos que presentaron un SM en la niñez al compararlos con los que no lo tuvieron. Estos antecedentes señalan que una estrategia para la prevención de las enfermedades crónicas, es la pesquisa y tratamiento temprano de la población infantil y adolescente con obesidad portadora del Síndrome Metabólico. Un criterio de alarma sencillo y práctico para iniciar el estudio es la pesquisa de un perímetro de cintura y/ o la presencia de un IMC elevado: 1 IMC ≥ percentil 95 para edad y sexo, según patrón de referencia CDC- NCHS (Norma MINSAL) o IMC mayor o igual a 30 kg/m2 ; y/o 2 PC ≥ percentil 90 NANHES III para edad y sexo. * Al final de este documento se adjuntan Anexos con tablas necesarias para la evaluación del Síndrome Metabólico en niños/as y adolescentes. Esta última clasificación es, en definitiva, menos exigente y clasifica a más niños/as obesos o sobrepeso con Síndrome Metabólico. 2.3.En Síntesis En la población infantil y adolescente y en adultos jóvenes con obesidad, portadora del Síndrome Metabólico, se concentra el mayor riesgo cardiovascular. Seguimientos longitudinales han permitido identificar a los niños/as con obesidad de mayor riesgo biológico y ponderar dichos riesgos. Así, el seguimiento longitudinal de Princeton en población americana, muestra que el Síndrome Metabólico y la Diabetes Mellitus afectaron significativamente más a los adultos que presentaron un SM en la niñez al compararlos con los que no lo tuvieron. Estos antecedentes señalan que una estrategia para la prevención de las enfermedades crónicas, es la pesquisa y tratamiento temprano de la población infantil y adolescente con obesidad portadora del Síndrome Metabólico. Un criterio de alarma sencillo y práctico para iniciar el estudio es la pesquisa de un perímetro de cintura y/ o la presencia de un IMC elevado: 1 IMC ≥ percentil 95 para edad y sexo, según patrón de referencia CDC- NCHS (Norma MINSAL) o IMC mayor o igual a 30 kg/m2 ; y/o 2 PC ≥ percentil 90 NANHES III para edad y sexo. * Al final de este documento se adjuntan Anexos con tablas necesarias para la evaluación del Síndrome Metabólico en niños/as y adolescentes.
  • 18. 3. MODELO CAUSAL Y MODELO DE INTERVENCIÓN Según señalamos anteriormente, la obesidad tiene un origen multicausal, y si bien la cadena causal no está completamente comprendida, los factores primordiales para producir el desbalance serían una disminución en el gasto energético, menor nivel de actividad física y un aumento en la ingesta. Los factores causales y las estrategias de intervención están íntimamente relacionados. Los factores predisponentes, que son más cercanos al individuo, como el comportamiento y la conducta, se manejan con estrategias individuales. Por su parte, los factores ambientales deben tratarse con estrategias más estructurales y poblacionales, que puedan llegar a todos indistintamente de su decisión, como regulaciones, leyes, oferta gratuita de espacios para realizar actividad física, ciclovías, alimentos más sanos, etc. Existe consenso en que el énfasis para abordar el sobrepeso y la obesidad, debe estar en promover estilos de vida saludables desde la infancia, a la edad en que se forman los hábitos para toda la vida. El gran desafío es de qué forma las políticas públicas contribuyen a favorecer y permitir que ello ocurra, interviniendo los ambientes estructuralmente. Nadie discute que puede ser necesario también ofrecer una alternativa terapéutica a las personas que ya presentan malnutrición por exceso, aunque la experiencia internacional con relación al tratamiento de la obesidad es desalentadora, por su alto costo y por los malos resultados a largo plazo. Cuando hablamos de intervenciones en el estilo de vida, el concepto es integral, significa dieta sana, actividad física periódica, prevención del tabaquismo, alcohol y drogas, y preocupación por la salud mental. La pregunta es cómo hacer realidad estos buenos propósitos, que además se complejizan dado que las personas más afectadas son también las de menores ingresos. Por lo tanto, tienen una capacidad económica limitada para comprar, conocimientos también limitados para seleccionar y menos opciones para actuar. Por otro lado, los alimentos menos saludables ejercen un gran atractivo por su publicidad, menores precios y comodidad en su preparación. Así también, siempre es más fácil elegir no realizar actividad física, en especial cuando la jornada laboral ha 3. MODELO CAUSAL Y MODELO DE INTERVENCIÓN Según señalamos anteriormente, la obesidad tiene un origen multicausal, y si bien la cadena causal no está completamente comprendida, los factores primordiales para producir el desbalance serían una disminución en el gasto energético, menor nivel de actividad física y un aumento en la ingesta. Los factores causales y las estrategias de intervención están íntimamente relacionados. Los factores predisponentes, que son más cercanos al individuo, como el comportamiento y la conducta, se manejan con estrategias individuales. Por su parte, los factores ambientales deben tratarse con estrategias más estructurales y poblacionales, que puedan llegar a todos indistintamente de su decisión, como regulaciones, leyes, oferta gratuita de espacios para realizar actividad física, ciclovías, alimentos más sanos, etc. Existe consenso en que el énfasis para abordar el sobrepeso y la obesidad, debe estar en promover estilos de vida saludables desde la infancia, a la edad en que se forman los hábitos para toda la vida. El gran desafío es de qué forma las políticas públicas contribuyen a favorecer y permitir que ello ocurra, interviniendo los ambientes estructuralmente. Nadie discute que puede ser necesario también ofrecer una alternativa terapéutica a las personas que ya presentan malnutrición por exceso, aunque la experiencia internacional con relación al tratamiento de la obesidad es desalentadora, por su alto costo y por los malos resultados a largo plazo. Cuando hablamos de intervenciones en el estilo de vida, el concepto es integral, significa dieta sana, actividad física periódica, prevención del tabaquismo, alcohol y drogas, y preocupación por la salud mental. La pregunta es cómo hacer realidad estos buenos propósitos, que además se complejizan dado que las personas más afectadas son también las de menores ingresos. Por lo tanto, tienen una capacidad económica limitada para comprar, conocimientos también limitados para seleccionar y menos opciones para actuar. Por otro lado, los alimentos menos saludables ejercen un gran atractivo por su publicidad, menores precios y comodidad en su preparación. Así también, siempre es más fácil elegir no realizar actividad física, en especial cuando la jornada laboral ha 3. MODELO CAUSAL Y MODELO DE INTERVENCIÓN Según señalamos anteriormente, la obesidad tiene un origen multicausal, y si bien la cadena causal no está completamente comprendida, los factores primordiales para producir el desbalance serían una disminución en el gasto energético, menor nivel de actividad física y un aumento en la ingesta. Los factores causales y las estrategias de intervención están íntimamente relacionados. Los factores predisponentes, que son más cercanos al individuo, como el comportamiento y la conducta, se manejan con estrategias individuales. Por su parte, los factores ambientales deben tratarse con estrategias más estructurales y poblacionales, que puedan llegar a todos indistintamente de su decisión, como regulaciones, leyes, oferta gratuita de espacios para realizar actividad física, ciclovías, alimentos más sanos, etc. Existe consenso en que el énfasis para abordar el sobrepeso y la obesidad, debe estar en promover estilos de vida saludables desde la infancia, a la edad en que se forman los hábitos para toda la vida. El gran desafío es de qué forma las políticas públicas contribuyen a favorecer y permitir que ello ocurra, interviniendo los ambientes estructuralmente. Nadie discute que puede ser necesario también ofrecer una alternativa terapéutica a las personas que ya presentan malnutrición por exceso, aunque la experiencia internacional con relación al tratamiento de la obesidad es desalentadora, por su alto costo y por los malos resultados a largo plazo. Cuando hablamos de intervenciones en el estilo de vida, el concepto es integral, significa dieta sana, actividad física periódica, prevención del tabaquismo, alcohol y drogas, y preocupación por la salud mental. La pregunta es cómo hacer realidad estos buenos propósitos, que además se complejizan dado que las personas más afectadas son también las de menores ingresos. Por lo tanto, tienen una capacidad económica limitada para comprar, conocimientos también limitados para seleccionar y menos opciones para actuar. Por otro lado, los alimentos menos saludables ejercen un gran atractivo por su publicidad, menores precios y comodidad en su preparación. Así también, siempre es más fácil elegir no realizar actividad física, en especial cuando la jornada laboral ha
  • 19. sido extenuante y aún quedan varias labores familiares por realizar. El panorama parece difícil de enfrentar y corregir. 3.1.Cambiar el Comportamiento Modificar conductas requiere conocimiento, entender de qué estamos hablando y por qué será mejor la nueva conducta o hábito. Pero esto implica más que sólo educar; un abordaje integral debe considerar los determinantes sociales que se vinculan a las conductas no saludables, como condición socioeconómica, nivel educacional, cultura y ocupación, entre otras. Por tanto, cambiar el estilo de vida debe ser una política pública intersectorial que atienda esos determinantes, se acerque a la comunidad y entienda cuáles son las limitantes para el cambio, las que pueden ser distintas para diferentes grupos poblacionales. En este sentido, los países más desarrollados están adoptando legislaciones y regulaciones que aseguren información nutricional veraz y comprensible, evitando la publicidad que desorienta y confunde al consumidor. Incorporar obligatoriamente en los establecimientos educacionales información sobre alimentación y nutrición, junto a la práctica regular de actividad física, facilita que todos los grupos accedan al cambio conductual, aunque al principio sea por obligación. Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida como modelo de satisfacción y no sólo de salud. 3.2.Modelo de Intervención Social Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida como modelo de satisfacción y no sólo de salud. sido extenuante y aún quedan varias labores familiares por realizar. El panorama parece difícil de enfrentar y corregir. 3.1.Cambiar el Comportamiento Modificar conductas requiere conocimiento, entender de qué estamos hablando y por qué será mejor la nueva conducta o hábito. Pero esto implica más que sólo educar; un abordaje integral debe considerar los determinantes sociales que se vinculan a las conductas no saludables, como condición socioeconómica, nivel educacional, cultura y ocupación, entre otras. Por tanto, cambiar el estilo de vida debe ser una política pública intersectorial que atienda esos determinantes, se acerque a la comunidad y entienda cuáles son las limitantes para el cambio, las que pueden ser distintas para diferentes grupos poblacionales. En este sentido, los países más desarrollados están adoptando legislaciones y regulaciones que aseguren información nutricional veraz y comprensible, evitando la publicidad que desorienta y confunde al consumidor. Incorporar obligatoriamente en los establecimientos educacionales información sobre alimentación y nutrición, junto a la práctica regular de actividad física, facilita que todos los grupos accedan al cambio conductual, aunque al principio sea por obligación. Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida como modelo de satisfacción y no sólo de salud. 3.2.Modelo de Intervención Social Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida como modelo de satisfacción y no sólo de salud. sido extenuante y aún quedan varias labores familiares por realizar. El panorama parece difícil de enfrentar y corregir. 3.1.Cambiar el Comportamiento Modificar conductas requiere conocimiento, entender de qué estamos hablando y por qué será mejor la nueva conducta o hábito. Pero esto implica más que sólo educar; un abordaje integral debe considerar los determinantes sociales que se vinculan a las conductas no saludables, como condición socioeconómica, nivel educacional, cultura y ocupación, entre otras. Por tanto, cambiar el estilo de vida debe ser una política pública intersectorial que atienda esos determinantes, se acerque a la comunidad y entienda cuáles son las limitantes para el cambio, las que pueden ser distintas para diferentes grupos poblacionales. En este sentido, los países más desarrollados están adoptando legislaciones y regulaciones que aseguren información nutricional veraz y comprensible, evitando la publicidad que desorienta y confunde al consumidor. Incorporar obligatoriamente en los establecimientos educacionales información sobre alimentación y nutrición, junto a la práctica regular de actividad física, facilita que todos los grupos accedan al cambio conductual, aunque al principio sea por obligación. Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida como modelo de satisfacción y no sólo de salud. 3.2.Modelo de Intervención Social Realizar campañas de marketing social modernas y atractivas para promover los estilos de vida saludable, asociándolos por ejemplo a personajes relevantes para la sociedad, contribuye a que la gente los reciba mejor y los incorpore a su vida como modelo de satisfacción y no sólo de salud.
  • 20. Hasta ahora, los esfuerzos han estado puestos en medidas centradas en el individuo y la familia, mediante controles de salud, intervenciones para pacientes obesos, entrega de educación individual, consejería en vida sana y otras modalidades. Sin embargo, cada vez hay más evidencia de la necesidad de enfrentar el problema con mayor “responsabilidad social”; la sociedad en su conjunto debe favorecer la adopción de estilos de vida más saludables. En la imagen se observa la intervención de obesidad en base al modelo causal, con estrategias individuales, familiares, a nivel escolar, de comunidades y también nacional. Hasta ahora, los esfuerzos han estado puestos en medidas centradas en el individuo y la familia, mediante controles de salud, intervenciones para pacientes obesos, entrega de educación individual, consejería en vida sana y otras modalidades. Sin embargo, cada vez hay más evidencia de la necesidad de enfrentar el problema con mayor “responsabilidad social”; la sociedad en su conjunto debe favorecer la adopción de estilos de vida más saludables. En la imagen se observa la intervención de obesidad en base al modelo causal, con estrategias individuales, familiares, a nivel escolar, de comunidades y también nacional. Hasta ahora, los esfuerzos han estado puestos en medidas centradas en el individuo y la familia, mediante controles de salud, intervenciones para pacientes obesos, entrega de educación individual, consejería en vida sana y otras modalidades. Sin embargo, cada vez hay más evidencia de la necesidad de enfrentar el problema con mayor “responsabilidad social”; la sociedad en su conjunto debe favorecer la adopción de estilos de vida más saludables. En la imagen se observa la intervención de obesidad en base al modelo causal, con estrategias individuales, familiares, a nivel escolar, de comunidades y también nacional.
  • 21. 4. INTERVENCIONES Es posible observar dos tipos de intervenciones individuales. En primer lugar, aquellas destinadas a generar estilos de alimentación y actividad física a través de la aplicación de consejería en vida sana y guías anticipatorias durante el control de salud, con el fin de prevenir una ganancia de peso excesiva; y en segundo lugar, aquellas que tratan a los niños que ya están obesos. Para remover o disminuir los factores de riesgo, la literatura recomienda intervenciones a nivel comunitario, en escuelas, centros de salud y de familia y a nivel del propio individuo. Al analizar la bibliografía, se advierte la existencia de abundante evidencia concluyente que demuestra como las intervenciones en actividad física a pre-escolares y escolares de enseñanza primaria y secundaria, producen modificaciones en distintos parámetros antropométricos, disminuyendo el riesgo de sobrepeso (López, 2010). Todas estas intervenciones tuvieron una duración que varió entre 3,5 y 72 meses. En algunas se incorporó la participación de la familia, además de temas alimentarios, y en otras se agregó en las mallas curriculares el trabajo de actividad física y educación en alimentación, obteniendo la modificación del Índice de Masa Corporal de los niños y niñas (López, 2010). Es importante resaltar que las estrategias que sólo utilizan educación en sala de clases, no producen un aumento en los niveles de actividad física. Son los modelos activos que incluyen estrategias estructurales, los que efectivamente producen un aumento de la actividad física en las escuelas, observándose un efecto aún mayor cuando se incorpora a la familia y a la comunidad (Naylor, 2009). En las intervenciones efectuadas para modificar la alimentación se han utilizado diversas estrategias de trabajo, que abarcan desde la educación alimentario- nutricional hasta la implementación de políticas tendientes a disminuir la oferta de alimentos altamente energéticos. Existe consenso que la vida al aire libre es una estrategia que debe ser implementada para estimular la actividad física en niños/as y adultos. Se reconoce además que se trata de una alternativa costo- 4. INTERVENCIONES Es posible observar dos tipos de intervenciones individuales. En primer lugar, aquellas destinadas a generar estilos de alimentación y actividad física a través de la aplicación de consejería en vida sana y guías anticipatorias durante el control de salud, con el fin de prevenir una ganancia de peso excesiva; y en segundo lugar, aquellas que tratan a los niños que ya están obesos. Para remover o disminuir los factores de riesgo, la literatura recomienda intervenciones a nivel comunitario, en escuelas, centros de salud y de familia y a nivel del propio individuo. Al analizar la bibliografía, se advierte la existencia de abundante evidencia concluyente que demuestra como las intervenciones en actividad física a pre-escolares y escolares de enseñanza primaria y secundaria, producen modificaciones en distintos parámetros antropométricos, disminuyendo el riesgo de sobrepeso (López, 2010). Todas estas intervenciones tuvieron una duración que varió entre 3,5 y 72 meses. En algunas se incorporó la participación de la familia, además de temas alimentarios, y en otras se agregó en las mallas curriculares el trabajo de actividad física y educación en alimentación, obteniendo la modificación del Índice de Masa Corporal de los niños y niñas (López, 2010). Es importante resaltar que las estrategias que sólo utilizan educación en sala de clases, no producen un aumento en los niveles de actividad física. Son los modelos activos que incluyen estrategias estructurales, los que efectivamente producen un aumento de la actividad física en las escuelas, observándose un efecto aún mayor cuando se incorpora a la familia y a la comunidad (Naylor, 2009). En las intervenciones efectuadas para modificar la alimentación se han utilizado diversas estrategias de trabajo, que abarcan desde la educación alimentario- nutricional hasta la implementación de políticas tendientes a disminuir la oferta de alimentos altamente energéticos. Existe consenso que la vida al aire libre es una estrategia que debe ser implementada para estimular la actividad física en niños/as y adultos. Se reconoce además que se trata de una alternativa costo- 4. INTERVENCIONES Es posible observar dos tipos de intervenciones individuales. En primer lugar, aquellas destinadas a generar estilos de alimentación y actividad física a través de la aplicación de consejería en vida sana y guías anticipatorias durante el control de salud, con el fin de prevenir una ganancia de peso excesiva; y en segundo lugar, aquellas que tratan a los niños que ya están obesos. Para remover o disminuir los factores de riesgo, la literatura recomienda intervenciones a nivel comunitario, en escuelas, centros de salud y de familia y a nivel del propio individuo. Al analizar la bibliografía, se advierte la existencia de abundante evidencia concluyente que demuestra como las intervenciones en actividad física a pre-escolares y escolares de enseñanza primaria y secundaria, producen modificaciones en distintos parámetros antropométricos, disminuyendo el riesgo de sobrepeso (López, 2010). Todas estas intervenciones tuvieron una duración que varió entre 3,5 y 72 meses. En algunas se incorporó la participación de la familia, además de temas alimentarios, y en otras se agregó en las mallas curriculares el trabajo de actividad física y educación en alimentación, obteniendo la modificación del Índice de Masa Corporal de los niños y niñas (López, 2010). Es importante resaltar que las estrategias que sólo utilizan educación en sala de clases, no producen un aumento en los niveles de actividad física. Son los modelos activos que incluyen estrategias estructurales, los que efectivamente producen un aumento de la actividad física en las escuelas, observándose un efecto aún mayor cuando se incorpora a la familia y a la comunidad (Naylor, 2009). En las intervenciones efectuadas para modificar la alimentación se han utilizado diversas estrategias de trabajo, que abarcan desde la educación alimentario- nutricional hasta la implementación de políticas tendientes a disminuir la oferta de alimentos altamente energéticos. Existe consenso que la vida al aire libre es una estrategia que debe ser implementada para estimular la actividad física en niños/as y adultos. Se reconoce además que se trata de una alternativa costo-