1. Descartes: ser humano
La duda metódica pone entre paréntesis todo conocimiento excepto la propia
existencia. Puedo dudar de todo, pero no puedo dudar de que estoy dudando; no
puedo dudar de mi pensamiento, y mi pensamiento se da porque se da mi existencia.
Si pienso sé que existo: cogito ergo sum. Si solo al pensar estoy seguro de existir, es
que soy una cosa que piensa (res cogitans). Aun si un genio maligno me engaña, tengo
una certeza indudable y evidente: yo existo, lo que no implica la existencia de ninguna
otra realidad. Si advierto mi existencia con total certeza, mientras puedo dudar de la
existencia de los cuerpos, es que yo no soy un cuerpo y he de rechazar la idea de
cuerpo como parte constitutiva.
El segundo paso será descubrir la esencia del yo, en qué consiste. Este no es ni cuerpo
ni lo que los antiguos denominaban alma. El “yo” tiene como atributo el pensamiento;
pensar me resulta esencial ya que si dejo de pensar dejo de estar cierto de mi propia
existencia, vivir para la res pensante es tener conciencia. Soy una cosa que piensa: una
cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere, y también imagina
y siente, esto son las actividades mentales, conscientes. Todas estas actividades tienen
en común que ocurren en la mente y recaen sobre las ideas, realidades que necesitan
del yo para existir, modos de la sustancia pensante. Así el yo se conoce a sí mismo,
aportando claridad. El yo consiste en esta claridad, conciencia de sí mismo. Puesto que
la primera verdad es “yo pienso”, de ella han de deducirse todos los conocimientos,
siguiendo el itinerario cartesiano. Del yo se pueden predicar muchas modalidades. El
pensamiento piensa siempre ideas, representaciones sobre las que reacae el
pensamiento, modos de la sustancia pensante. Hay que someterlas a análisis para
tratar de descubrir si alguna de ellas nos sirve para salir a la realidad extramental.
Después de probar la existencia de Dios y, por tanto, negar la de un genio maligno ,
Descartes puede dejar de dudar de sus ideas, y analizar la idea simple e innata de
extensión. Puede ahora afirmar sin riesgo la existencia de los cuerpos que no consisten
más que en extensión. Con un dualismo radical, deja bien clara la diferencia entre alma
y cuerpo, que consisten en cosas distintas: el alma es pura interioridad (hasta el punto
de poder replegarse sobre su propia existencia dudando de todo lo demás) mientras
que el cuerpo es pura exterioridad y no sabe de sí. No se requieren de ninguna manera
una a la otra, siendo realidades completamente independientes, sustancias. Al alma, le
pertenece el pensar, es activa, mientras que el cuerpo es extensión que puede
modificarse por la figura y el movimiento, es pura pasividad, inercia. El cuerpo se
reduce a una máquina regida por las leyes de la física, y la analogía con el reloj es típica
para expresar esta idea. El mundo es un conjunto de cuerpos relacionados de manera
determinista (física mecanicista). El yo de ninguna forma es parte de este orden, sino
que está por encima de él. El sujeto humano, libre y activo puede dominar el mundo.
¿Cómo es posible que la res pensante en que consisto y el cuerpo que no soy
funcionen con tal armonía? Descartes trabaja el problema de la comunicación mentecuerpo y sostiene que el alma está unida a todo el cuerpo a través de la glándula
pineal, través de la cual, el alma comunica al cuerpo sus pensamientos y demás
operaciones y recibe de él las impresiones. Obviamente la caracterización del Yocomo
espíritu simple implica su imposibilidad de perecer.