1. PLATÓN AUTOR
La teoría de las Ideas es el eje de la filosofía platónica. Con su dualismo característico,
distingue Platón nítidamente dos mundos separados por un abismo. El mundo de las
Ideas, inteligible o kosmos noetós representa el verdadero ser. En él se encuentran las
esencias de las cosas (en lo que consisten), a las que denominó Ideas. Son objetivas
(realidades subsistentes), inmutables, perfectas, eternas, necesarias y universales
además de trascendentes, ya que existen independientemente de los seres que participan
de ellas. El kósmos physicós, el mundo terrenal, aparente, en el que se encuentra el
hombre, constituido por seres mutables, contradictorios, temporales, contingentes y
particulares, imitaciones imperfectas de las Ideas, que sólo son en tanto que participan
de ellas. Su Teoría de la Participación relaciona ambos mundos. Las Ideas son las causas
ejemplares, arquetipos eternos de las cosas de este mundo. El demiurgo proyectó las
Ideas sobre una materia informe para dotarla de orden, originando las cosas terrenas.
Ahora bien, las Ideas constituyen un todo organizado. Unas participan de otras más
amplias creando una jerarquía racional entre ellas que va de las Ideas menos generales a
las más abstractas. No existe una idea que reúna a todas las demás, ya que esta sería su
esencia y no existe la esencia de la esencia. La idea de Bien, simbolizada por el Sol, es el
fundamento ontológico que no sólo es causa de que las Ideas sean cognoscibles, sino
también de que existan. No es una Idea, vendría a estar por encima del ser y del mundo
inteligible, siendo sólo en parte cognoscible por nosotros.
El dualismo platónico se extiende a la concepción del ser humano. Éste está formado por
cuerpo y alma que son dos realidades plenamente constituidas y de naturaleza
completamente distinta, por lo que entre ambas no se da más que una unión accidental,
antinatural. Mientas que el cuerpo nos vincula al mundo sensible, el alma se asemeja a las
Ideas y nos permite elevarnos a ellas. Tiene un destino superior al del cuerpo, ya que es
superior por ser el principio de conocimiento y de bondad. Platón es uno de los mayores
defensores de la inmortalidad del alma. Su principal argumento es el de la simplicidad: ya
que la muerte es disolución, el alma, simple, no puede morir. Distingue tres facultades del
alma: dos mortales y no racionales o apetitos, que se relacionan con el cuerpo, la
concupiscible (de las necesidades, fomenta los deseos y pasiones, nos impulsa hacia el
ámbito de lo sensible) y la irascible (relacionada con la consecución de los bienes arduos);
y una inmortal y semejante a lo divino, la razón. La razón es la esencia del hombre, la más
noble, siendo su función conocer intelectivamente y dirigir a las otras dos.
El alma originalmente se encontraba en el mundo inteligible, en contacto con las Ideas,
pero al ser desbordada la razón por la concupiscencia, se produce la caida al mundo
material y el olvido de las Ideas (mito del carro alado). La parte racional queda inactivada
y el alma, encarcelada en el cuerpo. Por ello, según la Teoría de la Reminiscencia
platónica, conocer es recordar las Ideas: la verdad se recuerda, no se enseña. El filósofo
usa para ayudar a recordar a otros la mayéutica: arte por el cual mediante preguntas se
hace reflexionar racionalmente al interlocutor. Platón defiende, como Sócrates, la
existencia de una única verdad cognoscible, oponiéndose así al escepticismo sofista. El
conocimiento verdadero, infalible, sobre lo verdaderamente real, universal y necesario,
solo es posible mediante la razón. Si todo cambia será imposible el conocimiento,
problema que queda resuelto al afirmar la existencia del mundo inteligible.
2. Distingue dos modos fundamentales de conocer. La doxa (opinión), el falso conocimiento
de los seres del mundo sensible, percibidos por los sentidos que sólo nos muestran lo
particular y concreto. La episteme (ciencia), el verdadero conocimiento, de las Ideas. La
misión del filósofo es llevar al hombre del mundo de la doxa al del episteme. El mito de la
caverna es una alegoría del camino que se ha de recorrer. La imaginación (eikasía) se
obtiene mediante conjeturas, reina la imprecisión y la confusión. Se corresponde con el
conocimiento que los prisioneros encadenados tienen de las sombras. La creencia (pístis)
es el conocimiento de los seres del mundo sensible, imitación de las Ideas del mundo
superior, que en la alegoría se corresponden con las figuras, imitación de los seres del
exterior (del mundo superior) que creaban las sombras. El entendimiento (dianoia) se
obtiene cuando se va de las hipótesis a las conclusiones. Corresponde a los objetos lógicos
y matemáticos; en la alegoría, al conocimiento, ya fuera de la caverna, de los objetos
mismos a través de sus reflejos en el agua .Por último, la inteligencia (nóesis), se obtiene
cuando basándose solo en las ideas y sin necesidad de ninguna hipótesis o supuesto, se
llega al principio de las mismas, la Idea de Bien. Corresponde a la visión del mundo que
tienen los liberados, acostumbrados ya a la luz del Sol. Para alcanzar las Ideas propone
como método la dialéctica. Consiste en la capacidad de relacionar unas Ideas con otras,
sin necesidad de hipótesis ni apoyos sensibles, para remontarse al conocimiento de los
primeros principios y verdades. Habría, pues, una dialéctica ascendente (hasta el Bien) y
otra descendente que consiste en extraer las consecuencias de ese principio para vivir de
manera justa.
El alma debe purificarse para volver al lugar que le corresponde, el kosmos noetós.
La virtud se fundamenta en el desarrollo del bien propio del hombre, su esencia racional.
Platón es, al igual que Sócrates, egregio intelectualista moral: el bien moral es el
conocimiento y el mal moral la ignorancia. El ser humano debe orientar su vida hacia la
adquisición del conocimiento que es el fin más noble. Conocer permite vivir la verdad de
las cosas y de uno mismo. A las tres facultades del alma (racional, irascible, concupiscible)
le corresponden tres virtudes fundamentales (prudencia, fortaleza y templanza), siendo
la justicia la síntesis de las tres. La razón debe regir los impulsos de la voluntad y ambas,
razón y voluntad, deben mandar sobre las pasiones inferiores. Una persona es justa y
buena cuando las tres virtudes regulan las tres facultades del alma, hacen que cada una
cumpla su función. Entonces las partes forman una unidad armónica.
El ser humano es político por naturaleza y solamente en sociedad puede alcanzar el bien.
La política está en Platón esencialmente vinculada con la ética, pues hay una
correspondencia entre los tres tipos de ciudadanos (gobernantes, guardianes y
productores) y las tres partes del alma (racional, irascible y concupiscible). El que conoce
qué son el Bien, la Belleza o la Justicia, no puede menos de amarlos y procurar reflejarlos
en su vida. Por ello, el verdadero sabio no obra el mal. Así, el hombre que mejor conoce
lo que es el bien -el filósofo- es el único capacitado para regir la polis de manera armónica
y justa y dirigir a todos sus habitantes hacia la virtud. Para ello, guardianes y productores
deberán cumplir adecuadamente su función, defender y satisfacer las necesidades de la
polis respectivamente. El mito de la caverna nos habla del regreso del que se había
liberado, para salvar a sus compañeros. Es el retorno del filósofo-político que no ama el
poder, sino que los usa para llevar a cabo el bien. Como los ciudadanos, no racionales, no
dejarían gobernar al filósofo, se plantea Platón qué medios utilizar para imponer la polis
racional. Propone como modelo ideal el aristocrático (el filósofo-rey). Sin embargo, en La
3. República describe cómo se suceden y degradan distintas formas de gobierno
(aristocracia, oligarquía timocrática, oligarquía plutocrática, democracia y tiranía) en un
bucle ininterrumpido.